Vous êtes sur la page 1sur 5

EL TIEMPO ES SUPERIOR AL ESPACIO

INTRODUCCION

Para abordar este principios vamos a eludir las diversas


concepciones y discusiones filosóficas sobre el tiempo, su relación con el
movimiento, la eternidad y su existencia misma.
Si nos interesa aclarar que según la concepción de la iglesia desde
Leibniz y Santo Tomás la inmensidad de Dios es independiente del espacio
y la eternidad de Dios es independiente del tiempo.
Y para partir de un concepto claro digamos que según la concepción
leibniziana el tiempo es un cierto orden cuya nota típica es la sucesión de
nuestros estados de conciencia, o el orden de sucesión de las cosas que no
son simultáneas.

Por su parte el término “espacio” en la filosofía es concebido como


habitáculo (Platón), y como “lugar” (Aristóteles). Este último afirma que
siempre emana de las cosas y que las cosas ocupan un espacio,
distinguiendo el espacio finito siempre enlazado a las cosas, y el espacio
imaginario que es infinito. En general –filósofos y científicos -tendieron a
considerar a este como una especie de continente universal de los
cuerpos físicos. Aunque también se hable de un espacio como lugar
imaginario o virtual como cuando por ejemplo hablamos de espacio
cultural, teológico o político.

EL TIEMPO COMO PLENITUD

El Papa enseña en la exhortación apostólica Evangelii Gudium, que


“el tiempo, ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como
expresión del horizonte que se nos abre y al momento que es expresión
del límite que se vive en un espacio acotado” (Evangelii Gaudium -en
adelante EG- Nros. 222-199). O sea que, según nuestra lectura hay un
tiempo-plenitud y un tiempo-momento.

La plenitud y el momento como magnitudes del tiempo

Plenitud es abundancia, es horizonte sin límite, es vivencia de un


tiempo futuro, es utopía, es libertad, es una causa final, en cambio,
momento es una “pared que se nos pone delante”(EG Nro. 222), es la
coyuntura, es el límite. Pleno, es la cualidad de estar lleno, completo,
terminado: “ Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de
los pedazos… [Mat 14:20]. San Juan reasume esta doctrina en términos
sencillos: en su gloria el Hijo unigénito «lleno de gracia y de verdad»(Jn
1:14) derrama sobre los hombres la abundancia inagotable de la
benevolencia divina. «Sí, de la plenitud de Cristo todos hemos
recibido» (Jn 1:16) y es esa plenitud que recibimos a la que el Santo Padre
se refiere al convocarnos a todos a una conversión espiritual en la fe, y al
invitarnos a la tarea de compartir esa plenitud de la existencia mediante la
misión.

Todavía habría que agregar que hoy lo que vivimos es un tiempo


donde se sintetizan las dos dimensiones que sobre el tiempo habla el
Papa: el tiempo-plenitud que le da un sentido nuevo al tiempo-momento.
Un tiempo actial que propicia cambios, que nos toca el alma, que nos
conmueve. En el reciente análisis del Concilio Vaticano II y la Gaudium et
Spes en América Latina el teólogo argentino Carlos Schickendantz, luego
de la celebración de las jornadas del I Encuentro Iberoamericano de
Teología, llevado a cabo en Boston, Estados Unidos, del 6 al 10 de febrero
de 2017, dijo que lo que quedó claro fue que la Iglesia está viviendo el
“kairós”… es decir un momento propicio para avanzar en las reformas a
la luz del Vaticano II, un momento que hay que aprovechar rápidamente y
a fondo para impulsar una nueva primavera en la Iglesia.
El Kairós no es el hoy sin horizonte, donde se duda de la existencia
de Dios, donde el hombre vive acelerado y aturdido y camina errático en
las tinieblas de un capitalismo salvaje, sino el “tiempo oportuno”, un
tiempo especial preñado de Dios, yo diría iluminado, frente a un Cronos
que significa el hoy del abandono y la resignación.

El Santo Padre nos dice que “en unidad con la fe y la caridad, la


esperanza nos proyecta hacia un futuro cierto…no permitamos que
banalicen (la esperanza) con soluciones y propuestas inmediatas que
obstruyen el camino, que «fragmentan» el tiempo, transformándolo en
espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los
procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a
caminar con esperanza” (Encíclica Lumen fidei nro. 57).

La plenitud y el poder

Bergoglio al explicar este principio alude al “poder político y


social”, primero cuando dice que “Uno de los pecados que a veces se
advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios
de poder en lugar de los tiempos de los procesos.” (EG Nro. 223) y en
seguida dice: “A veces me pregunto quiénes son los que en el mundo
actual se preocupan realmente por generar procesos que construyan
pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un
rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen plenitud
humana.” (EG Nro. 224)

La lectura de este principio, según el cual el tiempo es superior al


espacio debe –a nuestro entender –leerse a la luz de los otros principios a
lo menos aquel según el cual “la realidad es superior a la idea” y esto nos
remite al rechazo de Bergoglio hacia las ideologías como cristalización del
pensamiento y deformación de la realidad, cuestión que analizaremos en
otra oportunidad. En esa lectura es preciso considerar la relación del
poder (o más propiamente la potencia) con la realidad y la posibilidad.

Porque el término poder –de por sí anfibológico -hay que


entenderlo, según nuestra propia lectura del mensaje bergogliano como
el poder hacer que significa potencia, realidad y posibilidad. La potencia es
acto, es lo que el hombre hace, y por medio de lo cual la realidad se
genera, y es también lo que el hombre puede hacer. Lo posible. Lo posible
es el resultado de un proceso que se desarrolla en nuestro pasado durante
el cual lo ya hecho posibilita el hacer del presente. Y esto depende no sólo
de lo que el hombre hizo sino también del contexto o circunstancia en la
que se encuentra, lo que se relaciona no ya sólo con su potencia natural
sino con el afuera. “No traces tu frontera, ni cuides tu perfil, todo eso es
cosa de fuera” decía sabiamente Antonio Machado.

El poder contra el tiempo por el lugar

Quienes luchan por el poder en la actividad política y social a la que


se dirige el Papa (EG, Nros. 223 y 224) muchas veces lo hacen
denodadamente y contra el tiempo, con el propósito de ocupar espacios.
Sentarse en el siempre acotado lugar del sillón, autoafirmarse, llenarse a sí
mismos, -de riquezas materiales o inmateriales -en lugar de buscar la
plenitud.
Ahora bien, según el mandato divino y el que surge de la naturaleza
de las cosas, el hombre debe –según nos dice el Papa – antes que entrar
en una carrera por el poder obedecer al tiempo porque es este el que
“rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una
cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno” (EG Nro. 223,
pag. 200).
Los espacios pueden estar completos de horizonte, de la
benevolencia que recibimos del Señor, de causa final, o estar vacíos.
Cuando esos espacios no son el producto de una carrera individual por el
poder y los que los ocupan son hombres y mujeres generados por
procesos destinados a construir pueblo (EG Nro. 224), iluminados por el
tiempo, el resultado será transformador y de crecimiento.
Por eso hoy es tiempo de “generar procesos que construyan
pueblo”.
No es el tiempo para el que busca el “rédito político fácil, rápido,
efímero” ya que este “no construye la plenitud humana”.
El papa Francisco transcribe en este punto haciendo suyo un párrafo
del gran teólogo ítalo-alemán Romano Guardini: “El único patrón para
valorar con acierto una época es preguntar hasta qué punto se desarrolla
en ella y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la existencia
humana, de acuerdo con el carácter peculiar y las posibilidades de dicha
época”(EG, 224, de Das Ende der Neuzeit, Würzburg 1965, 30-31).
“Este criterio –dice Francisco –también es muy propio de la
evangelización, que requiere tener presente el horizonte, asumir los
procesos posibles y el camino largo”.
El Evangelio según San Mateo 13-24-30 cuya lectura nos
recomienda aquí dice: "Jesús les propuso otra parábola: «Aquí tienen una
figura del Reino de los Cielos. Un hombre sembró buena semilla en su
campo, 25.pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo,
sembró malas hierbas en medio del trigo, y se fue. 26.Cuando el trigo
creció y empezó a echar espigas, apareció también la maleza. 27.Entonces
los trabajadores fueron a decirle al patrón: «Señor, ¿no sembraste buena
semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, viene esa maleza?» 28.Respondió
el patrón: «Eso es obra de un enemigo.» Los obreros le preguntaron:
«¿Quieres que arranquemos la maleza?» 29.«No, dijo el patrón, pues al
quitar la maleza, podrían arrancar también el trigo. 30.Déjenlos crecer
juntos hasta la hora de la cosecha. Entonces diré a los segadores: Corten
primero las malas hierbas, hagan fardos y arrójenlos al fuego. Después
cosechen el trigo y guárdenlo en mis bodegas.»" (EG, Nro. 225). Dice
Francisco: “la bondad del trigo se manifiesta con el tiempo”. El tiempo es
superior al espacio.
Que es el pueblo para Bergoglio?

Abusaríamos de este espacio si pretendiéramos desarrollar lo que a


nuestro entender significa el término “pueblo” para el Papa Francisco.
Pero podemos brevemente decir que según surge de sus mensajes y
documentos el “pueblo” no es una suma de individuos (liberalismo),
tampoco la “clase” de los proletarios (marxismo) ni tampoco el “pueblo
pobre” (teología de la liberación). Para Francisco el pueblo somos todos,
todos los grupos o segmentos sociales que componemos la sociedad.
Dentro de esa suma de partes del todo, como ya vimos, el todo es
superior a la parte y la suma de ellas, pero la parte que representa al
“pueblo pobre trabajador” es el núcleo central y los demás segmentos
tenemos la obligación cristiana de acompañar a esa parte en su exilio
(salida) de la pobreza. Y eso se hace a través, no del “derrame” ni de la
lucha de clases, sino del diálogo social.
Desarrollaremos este punto en otra oportunidad, si Dios quiere.

Vous aimerez peut-être aussi