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EL Barroco: Aproximaciones histéricas al tema ‘Orr aspecto que ‘Alfedo joeya-HoleLeteer definicion del se habla de us juicio, o renega fuera que, para dad, su pref luego, coincide ieemplo, en mero = (Kepler y Nev Ee realidad, el us on de ahora tilt como las siguie oo clisico? La 1. El problema histérico EL Barroco es un concepto proble iitico. Sabemos que es una categoria estlisticainicialmente peyorativa~en palabras de Benedetto Croce, "una de las variedades de lo feo-" que con el ie tiempo fue cobrando validez creciente ee XVIII cuando se el neoclisico? al punto que ya no sive para desacre- ditar. Su capacidad de caracterizacién hallegadoasertal, demi, que a toda una época histérica, desde Miguel Angel hasta adentrado el siglo XVII suele identificarsele como barroca?. No rndo que pued ss, resulta dif san la pincura faltan quienes, en cambio, estiman que eee 1 Barroco seria una constante cultu ral de valor universal, Puede hacerse A pesar de esta presente, alegan, en expresiones tan distantes como el Art Nouveau de las or eso se insis estaciones del Metro de Pais, en estilizaciones prebistérias, en variantes ya nos que han s sea franciscanas como budistas, en el ‘manuelismo’ portugués y el “plateres- calificar a partit co" espatil, en la filosofia del obispo Berkeley o en Paul Gauguin, en fin, se distintas sensibi le puede apreciar tanto en Watteau y Wagner come en la época de Alejandro compart un mi ey ney F ee jay elabora sob Be que, muchas v Magno; y esto porque ‘el estilo Barroco, afirms Eugenio d'Ors, el principal defensor de esa tesis, puede renacer ytraducir la misma inspiracion en formas nuevas, sin necesidad de copiarse a si mismo servilmente", Siempre latente, ates, Tanto. capaz de aflotat e imponerse, yal cual el devenir morfol6gico en permanente Bsstoriograficos cambio vuelve una y otra vez, lo Barroco generaria relaciones contrastantes, ciaciones ten dialécticas, entre periodos contiguos sgue explicarcier ss de tiempos, Becir que cal aut poseen vinculos (eenforme a una s ‘io de obras y personajes de todos los tiempos y de todos los paises, Te afinidades y « Nueva York-Toronto: Oxford University Press, 1966, pp. 408-426, jeequiera identifi admite, adem yp localizar dent atal ocual der je al Renacimi ricas al tema tro aspecto que problematiza la categoria es el hecho de que se la invoca smo definicién del momento actual en que vivimos, como cuando Omar Ibrese habla de una época ‘neobarroca’s,pretendiéndose con ello revisar iuicio,o renegar del pasado ilustre reciente. Al Barroco, visto asi se lo Hpvede concebiccomo negacion dea Ilustracin,y porende,de la modernidad, Keno fuera que, para muchos otros analistas, constituye una forma més de la Iodernidad, su prefiguracién, si es que no su desenlace pleno; el Barroco, Hesde luego, coincide con numerosos adelantos posteriores al Renacimiento, Iporcjemplo, en metodologia ciemtifica (Descartes) en concepciones cosmo- Mogicas (Kepler y Newton), sin los cuales la modernidad seria inentendiblet a En realidad, el uso de la categoria ha sido siempre ambiguo, no es una a “euesti6n de ahora iltimo. Cuesta limitar su extensidn. Basta pensar en para: le Mojas como las siguientes. Versailles, ciertamente que no un quiltro, qué es i barroco oclisico? Las imagenes carcelarias de Piranesi zpor qué no pensarlas : an clisicas como barrocas? (y eso que a Coleridge y a De Quincey les pare- i SGieron “g6ticas"). Es vilido extender el Barroco tan tardiamente como el i Ieiglo XVII cuando se supone que, por squél entonces, ha entrado a operar de 5 Ipeno el neoclésico? Por qué cuando uno sintoniza una estacién de radio de al Banisicaclisica’ no es infrecuente escuchar a Bach, a Purcell oa Vivaldi? Atzn | 3 Ieémitiendo que pueden existirafinidades entre la arquitectura novohispans ) a f Rubens, resulta dificil, por no decir imposible, encontrar los nexos que . Bermenan la pintura colonial cuzquefa con Poussin, y eso que ambos han | F sido calificedos como barrocos. se ‘A pesar de esta complejidad es obvio que la categoria ayuda a periodif las lear, por eso se insisteen ella. Es, al igual que el Renacimiento, uno de esos ya Kérminos que han sido acuhados para diferenciar una época de otra. Sirve es fpara calificar a partir de un “antes” y de un "despues"; nos permite destacar se Ts distintas sensibilidades que tienden a definic cierta conciencia historia, Ico Iese compartir un mismo tiempo cada vez que se repiten ciertos t6picos 0 5¢ pal Grabsjay elabora sobre la base de un mismo registro de formas. Sensibilidad nas We la que, rouchas veces, ni los propios suetos historicos puede que esten te onscientes, Tanto el Renacimiento como el Barroco son intentos posterio- ate tes, historiogrificos, de definicion retrospectiva, Su aporte consiste en hacer es Biferenciaciones temporales, en segmentar el curso cultural o artistico, ala ez que explicar ciertos fendmenos como no aislados es ms, como conexos través de tiempos, espacios y subjetividades. Decir que tal autor, tal pintor, tal época son barrocos, por tanto, es decir j Sie gue poscen vinculos estrechos con manifestaciones anélogas o contrapucs Cost ore Ee Te conforme a una secuencia hist6rica preestablecida, un patrOn rector que de todos los paises, Tomo | lordena afinidades y derivaciones. Que el concepto del Barroco se conjugue La idea del Barroco. Estu- icon otros conceptos histéricos tan o mas densos como 1 Renacimiento y lo fis Sete ol Savocr dl : — Clasico ndiite dems, la posbilidad de configuar cierto paradigm hist ee ae fico y localizar dentro de él cualquier indicio *barroco’, asi entre comillas, 1968: pp. 408-36 jane ad Rao, 660 Yover,Elhonbee bara Igue requiera identificaci6n o tipificacién CCabe sezalar que en este caso especifico no se trata de cualquier paradigma sino del supuesto curso histérico-cultural que ha tenido nada menos que Europa desde los siglos XV y XVI a nuestros dias. Decir Berroco, por ‘consiguiente, es raval, quien considera eh Ubicar a tal o cual dentro de esa secuencia histérico-occidental que establece paces lela ome cal Renacimiento,ese volver atrsal perodo geco-romanossabiendss foe modu lin Lasso a igs, pce a Vid Ora aabee ao asbrae ad 1987 sin err Na ak i Nusabaue (965) ein fn co tana € neyo eer de Panes en Abe wee Mabe sé Medd 994 9.53154 , ( ! de que no se vuelvea exactamente lo mismo. En efecto, se trata siempre de un rescate nostilgico habiendo de por medio un paréntesis la Edad Media— que pasa aser definida, por lo mismo, como periodo transitotio. Rescate nostilgico, Yagreguemos que paradéjico, el del Renacimiento, ya que aproxima ala vez que distancia retrospectivamente el mundo clisico greco-romano. Como argumenta Panofsky, si antes del Renacimiento el europeo se sentia legatario directo de la época clisica pagana, slo a partir de la definicién renacentista de la Edad Media, se puede volver a recrear una proximidad espiritual “en perspectiva’, depurindola de esa continuidad, ingenua medieval, ininterrumpida, ue hasta entonces no admitia otra distincidn que la estrictamente religiosa®. Alo que voy es que tanto el concepto de Barroco como el de Ilustracién son términos referenciales, Ambos exigen un nexo sin el cual su significado no seria lo suficientemente claro. Se es “barroco" porque se ha dejado de ser otra cosa. Se es “ilustrado® porque se habria evolucionado de otro estadio sociol6gico, politico o cultural. No olvidemnos, ademas, que ambos conceptos pueden ser utilizados en un sentido negativo o denostador. La idea de Ilus tracién no lo era, peto lo viene siendo de un tiempo a esta parte, sefal que estd siendo objeto de cuestionamiento ola estamos percibiendo desde cierta distancia critica y temporal. Categorizar en historia es una forma de valorar © enjuiciar; no existen conceptos puramente neutros. Cabe preguntarse, en= tonces, si habria acaso un corpus estético o una época histérica que se libre dde una definicién referencial,o bien, prescinda de un examen o evaluacién positiva o negativa. Lo mas cercano a ello, seguramente, es el canon clisico, ese acervo literario, filos6fico, artistico y politico que asociamos con Grecia y Roma. Indiscutiblemente, el canon clisico constituye un principio hist6rico cultural en un sentido que jamas el Barroco, la Iustracién 0 el Renacimiento han pretendido para si ‘Ahora bien, fue el Renacimiento que nos proporcions esta visién consagra- toria de lo clisico como ente ordenador de lo que viene después, No habiendo tun “antes” a este acervo histérico, lo que sigue se remite a él, o a lo menos, lo supone. El Renacimiento, en la medida que se plantea como un volver ‘nacer a partir del espititu supuestamente inmortal de las formas legadas por el mundo clisico, termina por estructurar una secuencia pauteada de la cultura europea en torno a un comienzo, un origen, y del cua se derivarian sucesivos renaceres ydistanciamientos, desviaciones y depuraciones, aprox maciones y alejamientos, Asi entendemos la historia cultural de Occidente, ¥ que yo sepa, no se ha ideado ningin otro esquema igualmente consagrado, El implicito agué envuelto es que la historia tiene ua sentido lineal, pero que no se apartaria enteramente de un momento primigenio. Concebida asi la historia es siempre un avanzar micando hacia atris, El pasado en la historia no seria, ademas, cualquier pasado. La memoria puede que nos devuelva todo tipo de pasados, asf en plural; la historia, en cambio, siempre disctimina. La historia supone una narracién previa, un gui6n no exento de valoraciones compartidas ~hitos, personajes, lugares, autores-, que orientan lo que se recuerda, rescatau olvida Decir Barroco, por tanto, obliga a tener que ubicarnos en funcién del Renacimiento y lo que a éste le sigue, desde luego, el Manierismo, el propio Barroco, la 6poca neoclisica, la que por tiltimo, deberd enfrentar un rechazo romintico primero y luego antiacademicista, y asi sucesiva o, si se quiere, dialécticamente. En palabras de Hatzfeld, ‘ahi donde surge el problema del 8 ca” [927], Barcelona, 1380. \Vease Erwin Panofy.Revossance and Renascences in Wester Ar, 1960) Nueva York, 1972; y del misma autor, La perspec coma “forma smb vva implicita la 0 Barroco tiene se ieedos juntos articula fia histdrica,a pa ido como algo par entrar a operar tet hasta incluso un E [Lejos de p tuna contrad parte, no pa constanteb los proceder peridcicame la Cultura inita un ae allindro, en desea funds La discusién actua Ee reciente valoracié Pedro Morandé y C Isabel Cruz de An sguirre habia insist intento sostenido pc ccurado nuestra hi ‘exactamente ha sid: ‘lama la atenci6n, ds [Beir qué es lo nuestro d Ueperficial, ocultador o1 Be americano, lo mestiz lo que no sea eure eran dente dels Segui estaria cumpliend sesel paradigma cultura redeun ia que tilgico, vez que ue hasta ificado ode ser estadio nceptos de llus- fal que valorar se libre luacion clasico, nsagra biendo volver egadas a de la aproxi- idente, agrado. pro que asi, la istoria vatodo ina, La que se ion del propio echazo sma del sascences in Western At, [1960 perspective como “forma sibs Barroco, va implicita la existencia del Clasicismo'®. Digamos, pues, que el -eoncepto Barroco tiene sentido dentro de una amplia gama de otros conceptes ‘que todos juntos articulan un curso histérico-cultural paradigmético, una artografia historica, a partir del Renacimiento y del clasicismo. Este cltimo tentendido como algo parcialmente distinto a lo estrictamente clisico, y que puede entrar a operar temporalmente tanto hacia atris como hacia delante, {como hasta incluso un Eugenio d'Ors pareciera admitirlo: [Leos de proceder de lo Cldsic, sefala 0'Os, lo Barroco se oponea él, en una contradiceién, mas fundamental ue la del Romanticism; el cual por otra parte, no parece ser mas que un episodio en el desenvolimiento histérico de a {Constante barroca[u] Lo Barroco consiste ena reproduccin por a Cultura de los procederes dela naturaeza [el vitalismo que cree ver Ors como actuando periédicamente o manteniéndose latente| lo Clasico, en la reproduczién por Ja Cultura de los procederes de la Cultura. En arquitectura, una columna que imita un dbo, ete natural, evela un barroquismo; una columna que ita un cilindro, ete geométrco de razén, un clasicismo. La actitud baroca, al revés, deses fundamentalmente [a humillacion dela razén™, a Mi. La discusi6n actual en Chile La reciente valoracién de lo Barroco en Chile ~pensemos en dos socidlo: '20s, Pedro Morandé y Carlos Cousio, y tres historiadores, Bernardino Bravo Lira, Isabel Cruz de Amendbar y Jaime Valenzuela, aunque ya antes Jaime Eyzaguirre habia insistido en nuestros ethos barroco fundante"’— me parece 4un intento sostenido por querer redefinir los ees que hasta hace poco han festructurado nuestra historia, antes bien que una indagacién profunda sobre ‘qué exactamente ha sido el Barroco entre nosotros, Llama la atencién, desde luego, en las obras de estos autores un querer de- finir qué es lo nuestro descartando de partida todo lo restante como exdgero, superficial, ocultador o negador de la propio. Entiéndase lo propio, aqui, ono oamericano, lo mestizo, lo catdlico-sincrético, lo no criollo, vale decir, tolo aquello que no sea euroamericano, Al Barroco, por tanto, si bien se lo sigue insertando dentro de ls misma secuencia europea antes aludida, se supone que aqui estaria cumpliendo una funcién mucho mas preponderance y vital que fen paradigma cultural postulado por el Renacimiento, Suelen estos autores 9 Cit en Maravall (98), p32 Jo. 0'OFs (1959) p64, y D'Ors (1993), p 11) Véase: Morandé, Pedro, Ritual y glabra (Apaimacign a lo Relgioided Popular Latinoamercana). Lim, 98, Del misma autor: Cultura y Mo perdura en a suhallazgo as paganos y No es todo. Una pigina después, Bravo Lira, describe los medios rural y ‘minero hispanoamericanos abusando una vez mis de la muletilla Relativamente aslados entre sl, presentan una intensa vida prop en la que s¢ entremezclan rasgos patriarcalespropios del campo, tadiciones indigenas ims 0 menos desarolladas, costumbres de aficanos trasplantados y rudas practicas propias de os asientos mineros'. a ‘Ante explicaciones de esta indole, me ahorro comentarios a Decia hace un rato que en toda esta operacién lo que se pretende es revertir ae Ieleje historico convencional, haciendo que lo Barroco en América cumpla la si, Sisma funcién axial que lo Clisico para la historia cultural europea. Presumo Metis sgue a lo que se aspira es nada menos que a tescribir,y de paso, corregir, la bia ta Bistoria europea en América. ¥ esto partiendo del supuesto que América es io Tarroca. Barroca porque el espaiol le habria impreso ese sello indeleble, pero Pabie Ibo sélo eso, barroce avant la lettre. (jQué mis “barrocos” que los mayas y los aes Satecas! Los andinos suelen resistirse un poco mids a a analogia), y, para qué Garcia Pecir la naturaleza y escala espacial del continente; y si no que lo diga Alejo os [Carpentier quien comparte esa sensibilidad barroca, espacio-temporaly natu Bisa. fal. por eso puede describir tan brillantemente su totalidad. En el fondo, de So Ii revaloracién del Barroco, a sustituir al legado chisico como eje vector, se Raia Beduciria qué ilustracién, neoclasicismo, modernidad criollaserian degene- — Eaciones del nicleo esencial, de este ethos, al que se va y del que se viene. En om efinitiva, a falta entre nosotros de un pasado remontable a Grecia y Roma, de Ihos estructurariamos a partir de lo que si tuvimos, y de sobra: el Barroco, El argumento, en verdad, no es mis que una variante de una vieja resis Bistoriogrifica anterior”. Esta sostenia que, a diferencia de Europa, donde el pail que se Medioevo quedé relegado, después del Renacimiento, 2 una posicién de pa ellie séntesis, la historia de América se iniciaria precisamente en dicho momento Bhistérico, pudiendo asf poser un curso distinto al europeo. El Medioevo se yericonos. Esays de nt Trasladé a América, La conquista de América, después de todo, no habria sido ve comento de Morandé es “sino una proyeccion de las cruzadas, El &nimo que impuls6 a los conquistadores n Amdrica Latina: Ensayo Sec : Tocal se speletaiabee ne Tabria sido nuestto equivalente caballeresco local. En suma, América “nacié > (Aproximacin a ia Religios :y Algunas refenones sobre n Celam, NE 29,197 ardino, “El Barro ya format de las nacionalidades nas en Revista Ciena de Historia y Geogrfla, NE 143, 198, pp.297298, hr, Eyznguire (1948), (1985); (1989). js autor (1994) medieval, o bien, en su defecto,‘renacié” medieval, o lo que es lo mismo, cat6- 4, también, porque se lico-contrarreformista depurada la Cristiandad de sus “accidentes® recientes. Uesignificados y invocac Sea como fuese, América desde un comienz0 habria sido 0 gtica obarroca, 0 lef Renacimiento no con Kee Chile, es no entend ambas la vez, con el agregado a su favor que al ser barroca se puede subsanar cualquier defecto derivado de su caricter estrictamente medieval, amén de poder ser vista como plenamente moderna Sgeiera sea simplemente {BIL EI Barroco en Chil tra debilidad del ar Bispanoamérica, el Barr ‘la pobreza del territo No es el caso entrar a discutir en detalle el asunto, pero el argumento es stumamente débil. Uno podria sostener justo lo contrario, Lo tinico indiscuti- ! ble respecto a América es que ésta entra a la cosmovisién europea como algo | nuevo", como un mundo nuevo, y para eso se requiere de una concepcién de novedad gue la preceda, ausente en el Medioevo. De hecho, es precisamente Bisco pera cue ésied esa novedad renacentista reforzadas por el descubrimiento de este nuevo Ba de otros centros, continente que permitiré los distintos giros cosmovisuales “copernicanos" Mebis imponerse. El fac por asi decirlo, de la historia europea durante esta época. Lo *nuevo" en tér Bejara conquistaro evan Spermitieron el sincretis Seega en contra de un Bi jpoco fue especialmente fon el Ejército, una vez cen poder volver a pensarse histéricamente, 0 dicho de otro modo, hacer de Ba gcavitciongel la historia, tal como era conocida o familiar, el ee w orden estructurador de Race del Valle Centra Occidente. ¥, con mayor razén en nuestro cas0, puesto que América se hace cn Chile nosag ‘minos del Renacimiento es el poder volver a renacer, volviendo a un origen, aque dé sentido, guardando fidelidad a su origen formal. Lo nuevo después del Renacimiento y del descubrimiento de América es muy preciso; de hecho, se caracteriza por ser slo parcialmente "nuevo". Consiste en volver alla historia, de un Oceidente que hasta entonces le era en absoluto desconocido, y asi se Ipsandes pertenencias m logra insertar este nuevo espacio ahistérico en la historia canénica europe. Hoste hecho, no es men {Los autores que aqui estamos analizando, en cambio, mas que integrar a Amé Reatido una vez avanza rica en dicha historia europea, lo que pretenden es adjudicarle un historia Biles de ru expulsiongd supuestamente “propia” (Bernardino Bravo no esta tan desorientado después IPbile. Sumémosle atod de todo), que permiticia que, desde esta otra orilla, se puede retomar el curso Ipoco puede hablarse d “correcto” tantas veces sea necesario. América, segtin esta concepcién, es fen bacienda absoluta). una reserva alternativa a cualquiera desviacién secularizante perniciosa que IPhile del siglo xv1y termine por desorientar a Europa BE Prico, Guaremiall el arte barroco que ha Alto Perdsy las mas d Eagle XX/ Visto asi, Bel gusto por el Barroc Como se puede apreciar lo que est en juego en este debate es crucial, y exige un pronunciamiento tan fuerte como el que estaria postulando esta otra posicién, Ahora bien, ante la pregunta de cuando comienza la historia en América, y por lo mismo, en Chile, me inclino por sostener que sin el con: dicionante cosmovisual renacentista, dificilmente América habria de tener ‘scondmicamente su co Morandé, Cousifo, Bray de arte, y Jaime Valen aroco en el XVII, ca Sbligatoriamente ama Focal, para ejemplifica historia. Es que el trasfondo clésico no puede estar mas presente. Pensemos cen Ercilla, en el rescate de la épica, en el endiosamiento de los mapuches no como divinidades amerindias sino como pagano-clisicas. Fensemos en la fuerte presencia de utopias, y en Chile en particular, una vez que no se puede seguit sosteniendo laépica como matriz explicativa de una guerra interminable que no conoce la paz. Pensemos en la influencia que tuvo el modelo de las guertas fexterna, por muy cont italianas que ls espanolesexportan a América, ena figura del conquistador peso aa hora de hace como condotieno™ En fin, pensar a América sin el referente renacentistay el Si no tuvimos un ba rescate clisico me resulta, lo confieso, inconcebible. ¥ no sélo para el comienzo, también para lo que sigue. Después de este primer momento clasico, tenemos varios otros. El periodo ilustrado-neoclisico que se produce hacia fines del igs lavaloracin del Ba sncia para diversos lug agores influyentes, co siglo XVIII y, mis elaramente ain, durante el proceso independentista. De abi alsamente a todo eco ue sea esta secuencia de momentos ‘clisicos” (desde el inicial o épico hasta el pobre seria poco men nuevamente épico de la Independencia), la que pareciera resumir la historia Jo cual enciende reivi colonial de Chile, fuera de que apunta a los momentos mas emblemiticos, 18. Argumento mis extensamente estos puntos en mi Historio Genel de Chie I.E! Retomo dels Doses. Buenos Aes: Planet2, 2000; y el Tomo I dela misma, Los Cézares Peridot. Santiago: Sudamericana, 2004 cas: 4, también, porque se recurre mis exitosamente a patrones iconogrificos, entes significados y ainvocaciones clisicas. Pretender que lo clisico redivivo pot 0ca, 0 Renacimiento no constituya un hilo conductor de la historia de América sana, de Chile, ¢s no entender dicha historia, menos que lo que realmente se én de era sea simplemente ocultala. 10 es EL Barroco en Chile ea Otra debilidad del argumento es que en Chile, no asien otros lugares de alga spanoamérica, el Barroco no dejé una gran huella'® La distancia geogrifica a Ia pobreza del territorio impidieron una recepcién fluida y una base de a ento para que éste cundiera, La densidad cultural en Chile, compareda uevo la de otros centros, es bajisima durante la época en que se supone que =] 6 imponerse. El factor indigena, concretamente, que el mapuiche no se ifr ra conquistar o evangelizar y que su cultura no facilitara condiciones que igen jeron el sincretismo con las culturas inca y mesoamericanas, también =! nga en contra de un Barroco fuerte entre nosotros. La Iglesia en Chile tam- pice 0 fue especialmente poderosa; no se compara en términos de influencia ac, el Ejército, una vez que éste se organiza en la frontera del sur; tampoco inde ne la gravitacion que llegé a poseer el micleo terrateniente-comercial que poe se de! Valle Central la base de su large dominacién tradicional. Es més, Bae lero en Chile no se destaca por su preparacién, por su piedad, ni por sus Be jndes pertenencias materiales; y, si bien los jesuitas parecieran desmentir pea. fe hecho, no es menos cierto que la Compasiia logra destacarse en este pe tido una ver avanzado el siglo XVIII, y durante un periodo brevisimo pei es de su expulsion, la cual reduce atin mis la influencia eclesidstica en ee ile, Sumémosle a todo ello que en Chile no bubo corte virreinal, ni tam: a 0 puede hablarse de un Estado absoluto (Mas bien lo que tuvimos fue i hacienda absoluta). Nien arquitectura, ni en miisica, nien literatura, en que ile del sigho XVI y XVII alcanzé los niveles que encontramos, de sobra, México, Guatemala, Quito, Lima, Cuzco o Potosi Por timo, buena parte ial, arte barroco que hay en Chile es de procedencia externa, viene del Per esta Alto Perds¥ las mis de las veces ha sido importado tan tardiamente como oria IO XX/ Visto asi el Barroco en Chile es, quizé, una mera expresién on- H gusto por el Barroco una vez que los coleccionistas pudieron solventar ner Feonmicamente su costo e importato, es decir, ahora sltimo, De ahi que 0s. Morandé, Cousifo, Bravo Lira, o incluso Cruz Amensbar, quien trata la historia no arte, y Jaime Valenzuela, quien se concentra en la Iglesia y en la fiesta ste co en el XVI, cada vez que hablan del Barroco tengan que remitirse suit Iebligatoriamente a manifestaciones fuera de Chile, en ausencia de muestra que Bbeal, para ejemplificar y ‘probar” sus arguments. Extrapolar de evidencia ras [Exiera, por muy contemporinea que sea es, sin embargo, sumamente ries- dor ip2s0.2 la hora de hacer historia del arte ode la cultura pel Sino tuvimos un barroco fuerte, ,por qué se insisteen lo contrario? Pienso 20 Ieee la valoracion del Barroco se debe aque éste ha ido cobrando enorme signif nos Eancia para diversos lugares de América que silo tuvieron. Asilo han destacado del Batores influyentes, como Octavio Paz, cuyas conclusiones suelen extenderse abi Blsamente a todo el continente®. Es que sostener que Chile tuvo un Barroco nel spobre seria poco menos que confesar de que nunca pertenecimos a América, ee Tp cual enciende reivindicaciones apasionadas de inmediato, especialmente 1g)) Sobre la debilidad del Baroco en Chile, véase jocdyn-Holt cit 18 n mi Historia General de (2004) Sts: scce: + ia 20 Véase especialmente, Octavio Pas, Sor una Ind dela Cru ls romps af 1982} Barcelona, 1998 Sudamericana, «en autores que hacen estudios antropolégicos centrados en el acervo cultural Semin estilisticoy nos indigena oen el escate del sujeto popular, por ejemplo, quienes se aficionan ue se inserta, Podes al tema de laeligiosidad populs3™. Me parece que la otra gran motivacin es Esso un concepto de ép% estrictamente ideolgica HaBlar de Barroco, le permite aesta linea tevisionista seria un ethos omnips ahondar en una supuesta densidad cultural preilustrads fuerte. En efecto, la Eeestiruye un error cone reivindicacién del Barroco coincide con el aparente agotamiento 0 colapso Heac6n', un ser eterno, histérico det paradigmaliberal-ilustrado, Surge, pues, la uda. Es que con ello su argumentacién no se pretende jusificarhistricamente propuestas tardomodernss,osimplemen- sic. Lo interesani te, lo que anima a este revisionismo es un apenas confesable antiiluminisma? Beso dialéctico, la dina Tn pretuna penaersid ox SIAGALD coneepiftley ae oe gueas con’ lit Secoge el sentido origin de Bravo Lira en que el Medioevo, el Barroco y la Hustracisn se cuecen en un BPrescindir de este refere ddenso caldo de absolutismo ininterrumpido a fuego lento, PBistoria'afin de crearo seo se atendria a este gui Sesigue invocando su te {Slo que hace €Ors, no El caso chileno, particularmente la ausencia de un Barroco fuerte si he See de alguna manera p de tener razén, igual no despeja a incégnita. ;Qué tuvimos si no tuvimos ‘ble para América, fuera tun Barroco? Tiendo a pensar que el asunto no se cife a una articulacion Bembién, este afin por h cesitictamente dialéctica, En otras palabras, no es que exista necesariamente Belasunto, Quienes argu una relaci6n causal de opuestos en juego, que es a lo que nos quieren llevar Bee Renacimiento previo argumentaciones de un polo u otro del debate, La falacia original en este Keene! Barroco,y de ese intetesado malentendimiento estriba en que Barroco e lustracién no tienen Hee dejamos de ser ilus por qué ser conceptos contrastantes 0 mutuamente excluyentes. Asi como Ber tanto, podemos con Versailles puede ser barroco y clasicista,y Piranesi, Gracién y Sor Juana, otro Sgeienes argumentan ast tanto, ,por qué, entonces, hemos de pensar que a la Colonia, supuestamente, Bes a sabiendas, o simp tenebrosa,oscurantsta ingusitoral, y contrarreformista, le habria de seguit Rerminan enredindose | tun florecimiento ilustrado, luminico, liberal y moderno una vez que se des % { ploma el mperio espanol y nos volvemos repablica? IV. Rescate de la idea Insisto, la Hustracién Bp éste necesariamente n Alo que apunto es que el argumento pareciera ser tan caricaturesco desde #221 Renacimiento. El pu tuna perspectiva ilustrada ortodoxa como lo es de un integrismo, antiseculari Mdeste para que provea se zante, extremo. Contraposiciones tan tajantes fueron la sal y el agua del debate Beet cs 0 no es la Tustra decimonénico que terminé por oponer a un sector laicizante, cientifista, pero KGombrich, [...] hay alg ain positivista, contra un tradicionalismo ultramontano, eaccionario, capaz de Bearcar otras obras de ar aglutinarse, por lo mismo, en una formidable ‘falange" revanchistaenel siglo Sis este nicleo objetivo. XX; sus tltimos estertores estarian informando esta nueva arremetida cat6lico- Hpi habrian sido cread ccorporativista la de nuestros dias. Ahora bien, sospecho que en todo este debate «existe un principio base, inconfesable, mas de acuerdo que en desacuerdo, entre eT Bet Barroco en Chile es: Ips de mayor significaci Ipodiria no estar operand Iexisten algunos indicio JBedias entre quienes la Feicio que no seaelestri ‘opuestos constantes, Enel fondo, el “radical, bombero y mas6x" ~discllpenme {que presuma como cierta la autoimagen que ellos mismos fomentan-, estaria tmuucho més cercano al ‘conservador, pechof, laico comprometido”. Que el tongo polemicista quiera presentarlos como inconciliables es una pantalla de humo. Uno no s6lo supone al otto, sino que ambos se reconocen empatados, y esto ha derivado en un acuerdo técito, mutuamente conveniente, en que terminan por repartirse poderosas esferas de influencia, Hay buenas razones hist6ricas para desconfiar, pues, de oposiciones tan tajantes, mis ain, sia la hora de esgrimir categorias autosuficientes simplifican antes bien que explican. Volvamos atris, Concordemos, primero que nada, en ue el término Barroco es ambiguo, es decir, no tan inequivoco que le impida compartir vinculos estrechos con sus otros referentes, Sin Renacimiento y © + Clasicismo no es posible hablar de Barroco, Este es fundamentalmente un 21 Enesta lies, véase lat obras de Pedro Morandé;Cristisn Parker, Ota Logica en Ameria Latina, Religion popular y medernicecién capitalist Mérico, 1993: Sonia Mentecine, Madresy Huachos. Alegoris del mex aaj hier. Santiage 19%. ltural sino estilistico y no sustantivo; supone un curso, una trayeetoria, cultural joman aque se inserta, Podemos seguir discutiendo, Hevamos casi un siglo, sies jones tun concepto de época o una constante cultural, pero de abi a sostener onista seria un ethos omnipresente independiente de condicionantes temporales co, Ia situye un error conceptual. Puede que d’Ors argumente que el Barroco sea lapso Heén’ un ser eterno, y por tanto, tenga un valor ontol6gico, pero del tenor nello Sey argumentacign no se inflere que éste se imponga anulando coda eventual men icién, Lo interesante en la argumentacién de dOrs es precisamente el ismo? dialécrico, la dinamica estructural que él advierte, y que, en el fondo, no las ge el sentido original del término, su oposicién sostenida de lo Clisico. enun indir de este referente, es mis, llegar a pensar que se puede salir de esta ria"a fin de crear otra, patalela, en otro espacio, como el americano, que Is atendria a este gui6n o matriz, no convence, menos incluso, si edemis Iigue invocendo su terminologia. Ontologizar una constante histics, que Ho que hace d'Ors, noes tan radical como ontologizar la historia, que es 12” pris de alguna manera pretenden quienes afirman un suptesto ethos inmuta- ates para América, fuera de que con ello parecieran confundir planos. Lo es, acion én, este afin por hacer de la Iustracin su generis que postulan el nudo sete Iasunto, Quienes argumentan que tuvimos Ilustracién, pero catolica,y sin llevar Renacimiento previo; que tuvimos, emis, un Medioevo que se confunde neste Jel Barroco,y de ese modo, terminamos siendo ‘modernos’sy que, una vez oe dejamos de see ilustrados, volvimos a ser modernos, en clave barroca, ¥ como tanto, podemos concebitnos como *posmodernos” ahore iltimo; en fin, 0180 ynes argumentan asi, no digamos que estén siendo equivocos, O tergiver- pity a sabiendas, o simplemente, invocan categorias con tanta liviandad que eguit Jinan enredindose burdamente. e des- Insisto, la Hustracién no es tanto el referente del Barroco como lo Clisico, necesariamente nos remitea un curso histérico que se impone a partir desde Benacimiento. El punto noes menor. Lo clsico no requiere de un anece lar se para que provea sentido, en cambio, podemosdiscuti eternamente sobre jebate ts 0 n0 es la Hlustracin, al igual que ahora, sobre el Barroco. Como dice pero rich, “{...] hay algo asi como una ‘esencia’de lo clisico que nos permite ade ar otras obras de arte a una distancia variable de este punto central [ siglo Jeste niicleo abjetivo del ideal clisico incluso las categorias de lo no-clasice ico ss habrian sido creadas™™* jebate a En consecuencia, pienso que en cualquier andlisis que afime la existencia ae Barroco en Chile es aconsejable subrayar este vinculo sin el cual carece a de mayor significacién, y examinar hasta qué punto la evidencia barroca eel ria no estar operando negativamente. Mi impresion es que, apesarde que is ten algunos indicios, su insuliciencia es tan notoria, aunque confess 2 ans as entre quienes le quisieran mas abundante, que noes posible avanzar un tise Go que no seal estrictamente casuistico®, Asi y todo, nome parece que de 122 Gombrich, EM, “The Site Categories of Art History and their Origins s tan in Renaissance Ideals” en Norm and Form: Studes in the Art ofthe Re- ican mosance. [3966] Londres y NUeva York, 167,996 ol Whigs lo que sefala jaime Eyzaguire respect al ‘laroscuro del Barto mee co" No podlasustraerse América al nuevo too dela vida espaol, y pit ‘de Mexia ala antipoda de Chile se exendevan sus tazos encontrados nto y ‘de lcesysombras[] Mis corto tba ser Chile en sus expresiones, por te un ue el caizqurrero de ater la parquedad de os medios eran para fenar todo vueloimponderable'; Eyzaguite (1973) p- 73. Godoy Urea. no puede sino lamentase de lo mismo“. en Chie forece un baroco temmplado acorde con el paisaje la pobreza del rein ye cardctrnacio ral No hay aqui nada semejante al barroco euberante de Quito, México (el Cuzco" en Herndn Godoy Ure, La cultura cilna. Emap de sinte Sis y de intrpeiaionsocildpic. Santiago, 1984, p. 14. Eugenio Perera candé; Cristian Parker, Ob ‘moderizacion capitol Hucchos. Alegria: del me cesta magra muestra sea posible llegar alas conclusiones que cierta literatura te quiere lltimamente aventura como definitoris de nuestro ethos. Yo he postulado laiglesad dos ejemplos, pienso que embleméticos de sensibilidad barroca en Chile, el “Cristo de Mayo" y la figura legendaria de la Quintrala*, Permitaseme citar I sta ait de-un texto que esté por salir en que vuelvo al asunto: Bee 2065 2 as [Hlabria que admit, incluso la posibiidad de que hayamos tenido un Barco, lupe, pero si una Aunque marcado por nuestra deficiencias; desde luego, por nuestra pobreza aio ravimoe Bd calturaly materi, Un Barraco hasta incluso potent, tremendo aves, aunque mes la aiioran. No | insistirla que en su versin patologcs,patéica, y ala postre confirmatoria de rasgen vestiduras y thactamente le conta que se nos quiere convencercvando de rata el tera sh jos obras artistica Un Barroco tanto ms “barroco” ~perdonen la tautologia-, en que sl bien se participa del reerente en cuesti6n, lo "deforma’, le anua, o come dice Borges suna potencia ic6i lo converte en su propie’parodia Claro que no. — Becendios. No habre De modo que s,tuvimos Barroco, pero en version Bich esto es tan patente ute satisface am en, al menos, dos ejemplos emblemétics, intimamente vinculados que me =e Serprende que no sles haya destacado antes, 2 menos que la ireverencia beplacencis fic hereje que podria estar en juego, ye evidente “mal gusto” que pueda parecer SS semejante concatenacién o haya impedide hasta ahora. Aludo ala “éevocin os, pero si much «cum identieacién de la Quintrala y la figura del "Cristo de Mayo! yque obsesiona 2 mi Nada de rara, por la mismo, su idemtificacién con el “Cristo de mayo", con que nos extitica y tra frecuentemente sla asocia; esa figura, también, en un hil, imagen no menos jes el ejercicio del suliente y castigadora, latimosa y despreciativa,vitima vengadora que des cxendimictn Clende y sobrevive a los infiernos,o, en palabras de Diego Rosales, “que pone Se incluitn miedo y respeto @ cuantos le miran y mueve a lagrimas y penitencia a toda e le 4 Sea e ‘ basta las puertas¢ Ta ciudad”, comentario que perfectamente pudo ser dicho de La Quintala. A propésito de estas dos figuras, y su vincule specular, recordemos la definicion E> efecto, ruvimo Con que Borges inicia mada menos que su Historia universal deta infamia; "Yo dita que el barroco es aque estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posiblidades y que linds con su propia caricatura. La Quintrala, nuestra bruja mas famosa, nuestra infame mds histica, parece ser una deformacién parddica 0 desfiguracién perversa de un sentir mistico profundo: Sponsa Luc: ferina andloga, por via de oposicién, ala Sponsa Christ, apelativo con que se

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