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Gabriel Marcel

El fin de la filosofía de Marcel no es una mera descripción de la naturaleza humana, a partir de alguna de sus
manifestaciones en la existencia; por el contrario es de necesidad ontológica, es decir, relativa al ser.
Tampoco es de tipo fenomenológica, sino metafísica. Pero una metafísica que se mueven en el ámbito de la
existencia concreta. Loa que aparece en la realidad, sin embargo, no agota la realidad, sino que a través de
ella se revela y luce el ser. Al ser filosofía concreta, es empírica, pero no empirista en el sentido del
empirismo de Locke o Hume, los cuales el ser sólo es el ser sensible, captadas por las facultades de la
naturaleza humana cognoscente. Tampoco es, como en Kant, un fenómeno que aparece, pero que por
detrás de él, el ser del ente, la cosa en sí, queda inmanifestable; de ahí que en Kant el sentido del fenómeno
se asemeja al de apariencia o engaño y se vio obligado a salvar la verdad de las cosas en un mundo
inteligible. Por eso en Marcel, si bien parte de la experiencia concreta de las cosas que son, su sentido no
agota lo puramente sensible. Hegel ya había criticado a Descartes y Kant la inutilidad de preguntarse por el
método o instrumento del conocer, inutilidad que está basada en un presupuesto ontológico que Hegel
rechaza, es decir, la separación entre conocer y ser, como si el conocer estaría fuera del ser. Marcel toma
esta distinción y por eso la pregunta por el método de la filosofía no es la primera. Hegel diría que el
preguntarse por el conocer es ya un conocimiento, de la misma manera Marcel no se pregunta por si hay o
no hay ser, sino que parte de él como algo no a demostrar, sino a reconocer. En su concepción del ser (si es
que se puede usar este término “concebir” en la filosofía de Marcel), aparecen dos antinomias; ser y tener, y
problema y misterio. El ser es más que el tener; el tener cae en la esfera de los cuerpos, de algo que yo
puedo dominar, intercambiar, se presenta como algo separado de mí; por ej.: yo tengo un cuerpo, tener
implica relación externa, falta de identidad entre los términos, por eso, el hombre no es un tener, es decir,
no puede ser identificado con las cosa, objetos, sino que es más, es un ser. Relacionado a esto, en Marcel se
ve una segunda antinomia, la de problema y misterio. Problema implica algo a resolver, a cerrar, algo a lo
que me acerco para enfrentarlo, es parecido al tener en cuanto que implica relación externa, no necesidad.
Un problema se presenta ante mí, y yo estoy fuera de él; concebido como problema, como experimentación,
las categorías sujeto – objeto toman su puesto; por ej., el objeto de la fe, las demostraciones de la existencia
de Dios, el problema de la relación cuerpo – alma. Mientras que entiendo al ser (y con ello, todo) como
misterio, las relaciones y categorías cambian. Pues el misterio es posibilidad y abertura, no algo a cerrar o
enfrentar, sino aquello que me compromete, que me engloba; no experimentación sino experiencia. El yo, la
persona humana, en el acto de compromiso, y en la fidelidad a ésta, puede vislumbrar un ser que
permanece, y que aquí se hace manifiesto. Pues en el acto de compromiso, y en su fidelidad, se ve que todas
las condiciones psicológicas y del sentimiento han cambiado, y sin embargo, la fidelidad y el compromiso
permanecen. Pero, el compromiso lleva en sí la posibilidad de su traición, así al yo se le hace patente su
libertad. Libertad no como facultad, sino como constitutiva del ser humano. Por eso el yo, el acto de
compromiso y la libertad es una misma cosa. Por otra parte, el yo, no se define con sujeto, o conciencia o
autoconciencia, ni tampoco como sólo cuerpo. La relación alma-cuerpo es el misterio del yo y lo constituye
como un todo completo y una unidad. Marcel llama a esta relación, el ser encarnado; el ser encarnado es
también de plano ontológico, pues este ser encarnado implica relación con el mundo, el ser en el mundo, de
manera que el ser encarnado es un dato fundamental en la metafísica de Marcel. Siendo el compromiso el
que revela el permanente ontológico, el compromiso es necesariamente con otros; con un otro. Este otro
sin embargo no es un impersonal, o bien la idea de otro, por ej. en Descartes, que es la idea de Dios, o en
Kant un postulado, sino que es alguien en concreto, un tú. Hay una relación de tipo ontológica entre el yo y
el tú, y su fundamento es algo previo a ellos; es un nosotros, fundamento de posibilidad del yo y el tú. El
acto de compromiso ha revelado un nosotros, fundante del yo y el tú.

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