Vous êtes sur la page 1sur 51

José Ángel Martín Gago

ÁDVENT
LAS PUERTAS DE
UN NUEVO MUNDO
Copyright © José Ángel Martín Gago, 2016
jamgago@gmail.com - adventnovela.wordpress.com

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización


escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduc-
ción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y
el tratamiento informáticos, así como la distribución de ejemplares
mediante alquiler o préstamo públicos.

ISBN: 978-84-617-5150-1
Depósito Legal: M-36204-2016

Primera edición Advent: Equipo Sirius, mayo de 2012


Segunda edición revisada y ampliada Advent, Las puertas de un Nuevo Mundo: José
Ángel Martín Gago, octubre de 2016

Printed in Spain

Maquetación interior y diseño de la cubierta: José Antonio Carreño Lozano


Fotografía del Planeta Tierra: © NASA
La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda,
y cómo la recuerda para contarla.
(G. García Márquez)

El 80% de este libro ha sido escrito entre pasillos de aeropuertos, tre-


nes y habitaciones de hotel a lo largo del ancho mundo. Quisiera, por tanto,
dedicar estas páginas a todos los que se quedan esperando, sin emprender su
viaje, el regreso de un ser querido.

A quien me embarcó en esta aventura incomprensible y a todos los que


me habéis animado a hacerla realidad.
ÍNDICE

Prólogo 11
PARTE I: Historia resumida de la Humanidad en
relación con el nacimiento de los ádvents.
1859 - El hombre y el mono. 16
1860 - Vivimos en un invernadero gigante 17
1932 - La Teoría cuántica. 17
1933 - El premio Nobel de Fisiología y Medicina recae.… 20
1941 - Liar y el robot que lee la mente. 21
1946 - Un cerebro gigante y artificial. 22
1961 - Manifestaciones y huelgas en General Motors. 23
1976 - Notas literarias: El gen egoísta. 24
1979 - Cambio climático: ¿realidad o ficción? 25
1985 - ¿Como desplazarías un objeto una distancia…? 26
1995 - Ciencia y Sociedad: La Nanotecnología... 27
2001 - El genoma humano Patrimonio de la Humanidad. 28
2001 - La convergencia NBIC: "Nano"+"Bio"+... 29
2003 - El eslabón perdido de la conciencia. 30
2007 - El proyecto ITER: Un pequeño sol en la Tierra. 31
2008 - Aprender durmiendo. 33
2009 - Podremos tener copias del cerebro humano... 34
2009 - Los glaciares se deshacen a alta velocidad. 34
2016 - El disco duro que llevamos en el cerebro está lleno. 36
2017 - Robots humanizados para la asistencia social. 37
2020 - El misterioso mundo cuántico. 38
2020 - El proyecto ITER apaga la luz. 40
2021 - La Fundación Internacional Ádvent comienza... 41
2021 - La NAESA cancela el proyecto MERS... 42
2022 - Un paciente multimillonario recibe una cara... 43
2023 - La guerra de la naranja, más cerca. 44
2031 - V Congreso mundial sobre cambio climático. 45
2034 - La cartografía del cerebro al descubierto. 46
2040 - "Una nueva revolución planetaria…" 47
2041 - Neuronas artificiales. 49
2050 - La factoría Ádvent crea veinte unidades de… 49
2051 - La factoría Ádvent, fábrica de sueños. 51
2052 - Se desarrollan supercomputadoras cuánticas... 57
2061 - Trieste es la ciudad elegida para el experimento… 58
2067 - El monte S. Michel, en Francia, completamente... 60
2069 - El dominó del cambio climático. 61
2075 - La segunda generación de ádvents no será... 62
2075 - No debemos temer a la glaciación. 62
2077 - Una nueva pandemia deja al Planeta helado. 63
2079 - Mi último artículo. 65

PARTE II: "Todo tiene que cambiar para que pueda


seguir siendo igual".
I - Luca Cesar Floreano 71
II - Alberto Morgante 91
III - Titus 120
IV - Kevin James Prince 133
V - Valeria Polo 153
VI - Juan González 177
VII - Los otros 193
VIII - Paolucci 204
IX - Giorgo Hipolito Rossi 213
X - El encuentro 219
XI - Espartaco 243
XII - Un Nuevo Mundo 261
XIII - El Adriático 268
PRÓLOGO

Este libro se compone de dos partes bien diferenciadas. La


primera es una colección de noticias periodísticas (ficticias) rela-
cionadas con distintos aspectos sociales que permiten entender
cómo se ha podido llegar a la creación de los "ádvents". La
segunda parte es una historia novelada que se desarrolla en ese
mundo futuro. Esta novela comienza con un ejercicio de ficción
científica, bien documentado y razonable, que muestra cómo un
hallazgo científico lleva a una determinada tecnología, la que a su
vez ayuda a concebir nuevos descubrimientos.
Para entender en su totalidad a los ádvents, protagonistas de
esta historia, es muy conveniente leer las noticias que se relatan
en la primera parte. Sin embargo, el lector menos habituado a este
tipo de reseñas científicas, o más ansioso por descubrir la trama,
puede saltar directamente a las noticias que acontecerán a partir
del año 2041. Año en el que una corporación tecnológica creará
un cerebro plástico que denominará "Ádvent"…

11
2041 - Neuronas artificiales.

Se descubre un nuevo polímero, patentado con el nombre de


‘Ádvent’, que funciona exactamente igual que las neuronas de
nuestro cerebro.

La factoría Ádvent, desde su creación en 2020, perseguía el


objetivo de encontrar un plástico similar a las neuronas. Por fin lo
ha conseguido. Un polímero que se comporta exactamente igual
que las neuronas de nuestro cerebro, y que mediante pequeñas
corrientes eléctricas se va deformando, es decir, cambia de forma
para almacenar la información que le llega. Este polímero ha sido
bautizado con el mismo nombre que el consorcio tecnológico que
lo ha creado: Ádvent. Sólo hay dos diferencias esenciales con las
neuronas, además de su origen: el tamaño (tres neuronas humanas
equivalen a una polimérica), y la velocidad de acceso (es seis veces
más rápido que las neuronas).
La pregunta que nos hacemos es si este descubrimiento nos
acerca a una verdadera inteligencia artificial, en el sentido real de
inteligencia. "Eso todavía está lejos de conseguirse y se necesita
una inversión fuerte, que aún no sabemos si podrá realizarse" −ha
declarado el nuevo director de la factoría Ádvent, e investigador
principal del proyecto, el joven Dr. Ingeniero en telecomunicacio-
nes Laurent Luther. Sin embargo, ahora que conocemos el funcio-
namiento físico del cerebro, gracias al proyecto brainmap, y dispo-
nemos de mapas cerebrales en 3D, el camino para crear un cerebro
artificial parece abierto. ¿Nos acerca esto al mito de Frankenstein?

2050 - La factoría Ádvent crea veinte unidades de robots


androides llamadas ádvents.

Durante la presentación en sociedad de los recién nacidos robots,


Laurent Luther, director e impulsor del proyecto, ha declarado que

49
éste puede ser uno de los pasos más importantes en la historia de
la Humanidad.

El Dr. Luther recibió a los periodistas sentado entre veinte


acompañantes vestidos con traje y corbata. A los presentes nos
parecía imposible que no fuesen más que robots, ya que eran
copias exactas de un ser humano. El Dr. Luther fue presentando,
uno a uno, a sus compañeros, quienes dijeron incluso unas peque-
ñas palabras a propósito de su especialización. El aspecto de estos
nuevos seres es afable, juvenil, y tal vez sea la casi ausencia de
gestos en su rostro lo que cause mayor extrañeza. Luther explicó
que la gran diferencia con otros robots anteriores es que aquéllos
no eran más que programas de ordenador funcionando en com-
plejos procesadores binarios, que imitaban al cerebro humano.
"Éstos han sido construidos a partir de una copia artificial del
cerebro. Gracias al conocimiento del mapa cerebral, los conoci-
mientos en BCI, y las neuronas artificiales basadas en polímeros
ádvent, estos 'robots' pueden aprender como aprende un niño
pequeño, pero a mucha más velocidad. Cuando los conectamos
no saben nada. Enseguida comienzan a asociar que una corriente
determinada hace que se mueva una mano, y así aprenden depri-
sa. Además, el ádvent se configura con una serie de leyes míni-
mas que le permiten aprender dentro de los conceptos principales
o pilares de nuestra sociedad. Parece complejo, pero esto no es
más que el proyecto llamado 'NBIC', comenzado a principios de
este siglo, que ya está dando sus frutos", declaró el Dr. Luther.
Estas unidades de ádvent serán dedicadas a labores tecno-
lógicas especializadas y de alta gestión, en los diferentes países
pertenecientes al consorcio que invirtieron enormes cantidades de
dinero dentro de esta empresa semiprivada. En sus destinos serán
utilizados como consejeros especializados. La distribución de
unidades por países, según nos informó el departamento de
comunicación de la factoría Ádvent, es la siguiente: seis en

50
EEUU, dos en Australia, ocho en Europa, tres en Brasil y uno en
India. Japón y China quedarán fuera del reparto por tener avanza-
dos planes secretos en robótica y no haber participado económi-
camente en el proyecto Ádvent. Todos han aprendido inglés
como lengua "materna", más la lengua del país en el que van a
prestar servicio.
Pero no es sólo su cerebro, su cuerpo es también una mara-
villa cibernética. Ahora hemos sabido que, en paralelo, esta fac-
toría trabajaba en secreto en la creación de músculos basados en
motores piezoeléctricos. Estos motores, conocidos desde hace
muchos años y sólo utilizados hasta ahora para instrumentos
científicos, están listos, después de ser probados en estos androi-
des, para ser utilizados en medicina. Éste será parte del legado del
proyecto Ádvent para la sociedad. Por otra parte, las unidades
hacen uso de un nuevo tipo de motores transportables de nanoze-
olitas de fusión, que les proporcionan la energía necesaria con un
mínimo consumo. Por último, un detalle: la piel. La epidermis es
de un plástico que imita a la perfección la piel humana, de mane-
ra que los veinte acompañantes, salvo por sus gestos extraños, y
su voz artificial, podrían pasar por seres humanos como usted y
como yo.

2051 - La factoría Ádvent, fábrica de sueños.

Entrevista a Laurent Luther, director de la factoría Ádvent e


inventor del polímero llamado con este mismo nombre, empleado
para la fabricación de neuronas artificiales.

Durante mi infancia me apasionaba el mundo de los robots.


Los que yo tenía eran casi inanimados, pero a todos les puse un
nombre, y en mi imaginación los dotaba de capacidades enormes.
En mi gradación afectiva estaban por encima de los amigos, que
muy a menudo me fallaban. Los robots se me antojaban como

51
seres mitad amigo, mitad hermano, capaces de comprenderme, y
que no dudarían en dar su vida por mí si fuese necesario. Siempre
deseé que estuviesen vivos. Hoy parece que mi sueño de convivir
con robots se ha hecho realidad. Cuando comenzó el proyecto
ÁDVENT, nadie pudo imaginar que los primeros prototipos de
esta factoría funcionarían con tanta perfección. En este último
año, veinte unidades de androides, llamadas ádvent, y que son
casi indistinguibles de los humanos, están operativas.
La factoría Ádvent se ha convertido, desde que el equipo
dirigido por el Dr. Luther fabricase las neuronas artificiales, en
una verdadera multinacional. Diez países aportan actualmente
grandes cantidades de dinero a este proyecto, y Trieste, la ciudad
donde está ubicada, es conocida ya en el mundo entero. Según
una reciente estimación municipal, entre el 15% y el 20 % de la
población actual está relacionada, directa o indirectamente, con la
factoría Ádvent. La actividad principal de la compañía está foca-
lizada en la creación de unidades de androides pero, sin embargo,
muchos otros son los descubrimientos que han ido surgiendo en
los diferentes laboratorios tecnológicos asociados. Los mejores
profesionales del mundo en baterías duraderas, músculos piezoe-
léctricos para implantes médicos, supercomputación, incluso
expertos en ética y psicología, trabajan en los diferentes departa-
mentos satélites de esta nueva multinacional.
El Dr. Luther nos citó para realizar esta entrevista en su
casa, situada en el barrio popular de S. Giulio, en Trieste, a la
hora que él mismo calificó como "la hora de la siesta". Esta
imprecisión en la hora de la cita causó en mí y en mi equipo una
cierta inquietud. Después de preguntar a nuestros compañeros ita-
lianos, acordamos que el Dr. Luther se refería simplemente a las
horas posteriores a la comida. Sin embargo, Laurent no es una
persona de hábitos fijos, por lo que no nos quedó nada claro a qué
hora se refería. Después de deliberar entre todos, decidimos que
la hora de la siesta eran las dos de la tarde, y a esa hora nos pre-

52
sentamos en la dirección que él mismo nos había facilitado.
Subimos las escaleras del pequeño inmueble y llamamos al tim-
bre de una modesta puerta de madera. Nos abrió un señor bajito,
vestido con una camiseta moderna. Una sonrisa abierta y un bigo-
te canoso adornaban un rostro que se parecía al que habíamos
visto publicado en muchas revistas durante el pasado año, y en
particular en la portada de la centenaria revista Time, que le eli-
gió hombre de la década. Este rostro afable nos indicó que pasá-
semos y nos sentásemos en un sofá de una pequeña sala de estar,
en la que simplemente había una antigua televisión de plasma y
un teclado sin hilos. Las estanterías no estaban adornadas con
libros antiguos, como estamos acostumbrados a encontrarnos,
sino con tallas de piedra o de madera, y otros objetos provenien-
tes de antiguas civilizaciones.
¿No se siente usted como Dios?
¿A cuál de todos los dioses se refiere? −risas−. Si se refie-
re a la capacidad de éstos para crear vida, tengo que decirle, como
he dicho en todas mis entrevistas anteriores, que los ádvents no
son seres vivos. Son máquinas. Máquinas muy perfectas, muy
evolucionadas, inspiradas en el ser humano, pero máquinas al fin
y al cabo.
Pero, Dr. Luther, son máquinas que piensan y actúan como
nosotros.
Sí. Su modo de funcionamiento está copiado de los huma-
nos. La diferencia con otros androides basados en computadoras
es que el cerebro basado en el polímero Ádvent es deformable a
voluntad, y por tanto son seres que aprenden, utilizando una serie
de normas prefijadas, tomadas de la evolución humana. Y esto es
lo que los hace tan parecidos a nosotros: que aprenden y se com-
portan como nosotros lo hacemos. Pero no dejan de ser máquinas
creadas por el hombre.

53
Máquinas que se nos parecen tanto que pueden pasar inad-
vertidas entre los humanos.
Eso es una parte importante del proyecto. Estos androides
con cerebros ádvents han sido creados para destacar en alguna
faceta técnica, manual, o de gestión. La idea que siempre hemos
considerado es que trabajen con nosotros y aprendan de nosotros.
Por eso nos hemos esforzado para que sean tan parecidos.
Queremos que sean aceptados e integrados en la sociedad, que
sus compañeros de trabajo no los vean como bichos raros, sino
como colegas; que acepten a su lado a un compañero extranjero.
Un paso importante hacia este objetivo fue cuando conseguimos
una metodología para cubrirles con piel plástica muy similar a la
nuestra.
Pero, dígame, ¿sienten o pueden llegar a sentir? ¿Es esa la
principal diferencia?
Sentir, tal como lo entendemos nosotros, no sienten. Es
decir, no tienen sentimientos. Sin embargo, para que puedan vivir
entre la gente y realizar labores sociales complejas deben enten-
der cuáles son nuestras emociones, aunque ellos no las experi-
menten. Estos conceptos también han sido programados en sus
ádvents, y son, sin duda, una de las diferencias más importantes
y uno de los aspectos más difíciles de asimilar por ellos. Con el
tiempo aprenderán qué queremos decir cuando expresamos que
tenemos miedo, ilusión, tristeza…
La gente está un poco confundida. ¿A qué se refiere exacta-
mente con el término ádvent?
Sí, tal vez sea un poco confuso. Ádvent es el nombre de la
patente del polímero plástico con el que creamos el cerebro, que
llamamos cerebro ádvent para distinguirlo del neuronal. Por otra
parte, a un androide manejado por un ádvent, por extensión, lo
llamamos ádvent, frente al término humano. El nombre lo elegi-

54
mos entre mi padre, fundador de la compañía, y yo mismo.
Entonces yo era un chaval. A mí me gustó ese nombre porque
recordaba a la palabra Adviento: "lo que viene".
¿Y qué es lo que viene? ¿20.000 nuevas unidades?
Estamos esperando terminar en breve el diseño del ensam-
blador secuencial. Cuando eso ocurra será una maravilla.
Necesitamos conocimientos de lo que se llama supercomputación
3D. Cuando este robot ensamblador esté listo, podremos hacer,
casi sin coste adicional, hasta 20.000 unidades más, utilizando la
infraestructura que tenemos. La idea principal del proyecto
Ádvent-segunda generación es aprender de estas veinte unidades
durante los próximos años, y luego nos embarcaremos en la cons-
trucción mejorada de esas nuevas 20.000 unidades. Actualmente
estamos considerando fabricar varios tipos de ádvents, según la
especialización profesional que vayan a realizar tener. Tendrán sus
capacidades específicas, pero todos tendrán unas leyes de evolu-
ción programadas, compatibles con nuestra sociedad.
¿Cuáles son las normas que se han programado para que estos
ádvents aprendan o evolucionen?
Por el momento, para la evolución y mejora de su cerebro
ádvent hemos intentado utilizar las mismas leyes que tenemos nos-
otros en nuestro interior. Esto ha sido muy complejo, y para ello la
factoría Ádvent contrató un consejo de sabios en psicología y
ética. Después de varias semanas de trabajo común llegamos a la
conclusión de que los valores fundamentales a partir de los cuales
sus cerebros ádvents pueden evolucionar son: supervivencia per-
sonal, democracia como organización social, defensa de la vida
del humano cercano; y como valores supeditados: amabilidad, dis-
posición activa, y otras normas de buena conducta aceptadas esen-
cialmente por nuestra sociedad. Si usted recuerda las leyes de la
robótica, enunciadas por el escritor del siglo pasado Asimov, tam-
bién están incluidas en esta codificación fundamental.

55
¿Duermen? ¿Comen?
Necesitan "dormir". Hemos descubierto que los cerebros
ádvents, al igual que las neuronas, cometen muchos errores mien-
tras adquieren información. Podemos saber, a través de diferentes
algoritmos informáticos, dónde están y cuáles son esos errores y,
por tanto, podemos corregirlos. Para ello, los ádvents "duermen"
conectados durante la noche a unas camas especiales, perdiendo
momentáneamente la conciencia para que se puedan reparar estos
errores. Por otra parte, esas camas recargan el combustible, hidró-
geno, que necesitan las nanozeolitas, así como las otras baterías
auxiliares. Por último, al estar conectados a través de este apara-
to, se les puede pasar información nueva, es decir, que aprenden
mientras duermen. Piensen que un ser humano está formando su
cerebro y personalidad durante los primeros años de su vida. Son
esponjas. Los ádvents "nacen" con el cerebro en blanco, y tienen
que ir aprendiendo de manera acelerada.
¿Enferman y mueren? ¿O puede decir que los ádvents han
vencido a la muerte?
La muerte es un invento de la vida superior. Le he dicho
que no son seres vivos, creados por la naturaleza, por tanto no
necesitan realizar sus funciones metabólicas, ni morir como con-
secuencia de las mismas. Un coche no muere, porque nunca ha
estado vivo. Son conceptos que no se le pueden aplicar a un
ádvent. Y, antes de que lo pregunte, le diré que tampoco se repro-
ducen ni autoreplican. Son fabricados y ensamblados en nuestras
instalaciones.
¿Y no tiene miedo a que se subleven, a que esa inmortalidad
combinada con la capacidad de aprender les haga más pode-
rosos que los mismos hombres?
No, este miedo no existe. Primero porque existen mecanis-
mos de desconexión rápida sin pérdida de información en su cere-

56
bro ádvent, a través de la despolarización de sus músculos piezo-
eléctricos; y segundo porque no ofrecen más peligro para la
sociedad del que podamos suponer usted y yo. Por último, pien-
se que, aunque hubiese sido posible haber dotado a estas unida-
des con el control directo de aparatos electrónicos a través de su
cerebro ádvent, no lo hemos hecho. Necesitan, como nosotros,
leer, entender y oír para aprender o comunicarse. No tienen
conectadas interfaces electrónicas directamente a su ádvent.
Técnicamente se dice que hemos reducido al máximo las cone-
xiones BCI. Es decir, van adquiriendo conciencia de su ser pro-
gresivamente.
Pero sigo sin entender por qué dice que no son seres vivos, si
tienen conciencia.
Mire, se lo diré de otra manera: no soy el Dr. Frankenstein,
como algunos medios de comunicación insisten en publicar. Los
ádvents no son seres vivos. Su existencia no tiene sentido sin nos-
otros. No tienen vida propia, ni sentimiento alguno, ni son el pro-
ducto de un proceso evolutivo. Son un programa de ordenador
basado en lo que conocemos de nosotros mismos, en nuestra
forma de pensar y actuar, pero por favor, no deje de publicar en
mayúsculas que NO SON SERES VIVOS.
Además, creo que usted está preguntando esencialmente
por detalles técnicos, que ya están todos publicados en distintos
medios de comunicación. Tenemos un departamento de informa-
ción que le proporcionará todos los detalles que necesite. ¿No
cree que debería centrarse en esta entrevista en aspectos relacio-
nados con mi personalidad...?

2052 - Se desarrollan supercomputadores cuánticos basados


en algoritmos genéticos, que podrían ser utilizadas para pro-
gramas de realidad virtual en 3D.

57
Estos supercomputadores pueden manejar robots a muy alta
velocidad. El número de posibles aplicaciones parece ilimitado.

2061 - Trieste es la ciudad elegida para el experimento


Ádvent-Segunda generación.

20.000 nuevas unidades de androides ádvents comenzarán a


ensamblarse este mes y convivirán como ciudadanos entre la
población.

El éxito de las veinte primeras unidades, actualmente en


servicio y distribuidas por el mundo, trabajando en buena armo-
nía con los humanos, a los que ayudan en labores muy diversas,
ha llevado a la Factoría Ádvent a embarcarse en el ya anunciado
proyecto de producción de 20.000 nuevas unidades. Desde que el
pasado año esta factoría comunicase que ya tenía operativos los
robots ensambladores (encargados de unir los cerebros ádvent al
cuerpo cibernético), la expectación no ha dejado de crecer.
Esta nueva generación de ádvents incluirá unidades de tres
tipos diferentes: tipo uno, dedicado a labores técnicas especiali-
zadas; tipo dos, dedicado a labores tecnológicas y científicas; y
tipo tres, dedicado a labores de alta gestión. El coste de una uni-
dad de tipo uno es diez veces inferior a las de tipo dos y tres. Por
tanto, y teniendo en cuenta los presupuestos del proyecto, sólo
doscientas serán de tipo dos y tres.
Estas 20.000 unidades no serán distribuidas directamente
por distintos países, como se hizo con las de primera generación,
sino que permanecerán todas en Trieste. Este ha sido el resultado
de una larga negociación entre los países socios de la factoría
Ádvent y el Gobierno Italiano. Así Trieste, una tranquila ciudad a
orillas del Adriático, será donde estos nuevos androides nazcan y
pasen su vida. En esta ciudad existe toda la infraestructura nece-

58
saria para su programación y reparación, y será por tanto la encar-
gada de asistir a este nacimiento masivo. Además de una impor-
tante tradición científica entre la población, la ciudad cuenta con
un elevado índice de personas mayores. Este proyecto bajará la
edad media de la ciudad. Trieste tiene a día de hoy unos 150.000
habitantes. Esto quiere decir que un 13 % de ellos serán unidades
ádvents. Nos encontraremos inevitablemente con ellos por la
calle, y ocuparán cargos y puestos en los órganos directivos de
muchas empresas.
Los habitantes de la ciudad, lejos de estar preocupados, se
sienten emocionados ante la llegada de sus nuevos vecinos, y
orgullosos de que Trieste haya sido elegida como sede. La fac-
toría Ádvent aboga por una integración total de sus unidades
dentro de la sociedad: "Deben ser tratados como si fuesen ciuda-
danos extranjeros que se han trasladado a la ciudad, o hijos
adoptivos de la misma", ha declarado en numerosas ocasiones el
Dr. Luther. Estas ideas han calado profundamente entre los habi-
tantes de Trieste que, de forma voluntaria, han participado en el
proyecto ofreciéndose a donar copias de sus caras, torsos y
extremidades, o legando parte de sus nombres a estas nuevas
unidades ádvents. Las copias donadas, digitalizadas en 3D, serán
utilizadas total o parcialmente. Ayer nos comentaba un vecino de
la ciudad: "Es una forma de perpetuarse en la vida. No hay que
tener miedo a la ciencia. Sólo puede ser para bien". En este sen-
tido, otro vecino nos decía: "Yo nunca tendré una copia de mi
busto en un parque público, sobre un pedestal, o mi rostro pinta-
do en un cuadro pero, cuando muera o envejezca, mi imagen y
mi nombre quedarán perpetuados en una de estas máquinas".
"Pero imagínense −insistíamos a los transeúntes entrevistados−
que durante el paseo diario que realizan los ádvents entre la
población, alguno tiene un problema y se descontrola. ¿No tienen
miedo de que alguno de estos robots pueda hacerles daño?"
"Miedo no; confiamos enormemente en las medidas de seguridad

59
que se han tomado. Creo que es más probable que aparezca un
asesino en serie entre nosotros antes de que uno de los ádvents
nos haga algún daño".

2067- El monte S. Michel, en Francia, completamente ane-


gado y los Países Bajos en peligro.

Los últimos datos de los satélites indican que las temperaturas


seguirán subiendo inexorablemente, y se espera que el nivel del
mar también lo haga.

Esos inviernos de los que nos hablaban nuestros padres y


abuelos, y que conocemos por sus relatos y fotos antiguas en las
que se ven las calles cubiertas de nieve, se han acabado para
siempre. Los nuevos datos indican que la desertización se extien-
de desde el Ecuador hasta el paralelo 55, afectando principalmen-
te a Europa y parte de América del Norte en su vertiente atlánti-
ca. El monte Saint Michel, un legado medieval de inusitada belle-
za, ha sufrido las consecuencias del proceso de cambio de la geo-
grafía terrestre. Este monte, situado en una pequeña península, se
convirtió en isla permanente durante la pasada década. Ahora las
aguas entran en sus calles, llegando hasta la base de la abadía. En
esa zona de Francia el nivel de las aguas del mar ha subido más
de quince metros. Los desplazamientos de personas hacia el inte-
rior y la despoblación de infinidad de pueblecitos marítimos que
comenzó hace ya algunos años no han cesado desde entonces.
El casquete polar de Groenlandia ha comenzado a fundirse
a una velocidad superior a la esperada. Hasta ahora, este casque-
te había sido preservado por las corrientes oceánicas locales, pero
éstas han cedido, dejando los hielos desprotegidos. Si continúa
fundiéndose a este ritmo, los Países Bajos, que ya han aumenta-
do en los últimos años varias veces la altura de los diques, podrí-
an quedar anegados, causando una importante tragedia huma-

60
na. Volver a incrementar el tamaño de los muros de contención
es inviable, ya que éstos no aguantarían la enorme presión del
agua y no hay tiempo para construir otros con estructuras más
resistentes y de mayor altura…

2069 - El dominó del cambio climático.

Después de ochenta años de incesante aumento de las tempe-


raturas globales del Planeta, éstas comienzan a descender.

En los sistemas complejos, en los que se conjugan infini-


dad de variables, basta con que cambies una de ellas para que
todo se desmorone. Es el llamado efecto mariposa, o la ley del
castillo de naipes, o el peligro de las construcciones con fichas
de dominó. Después de ochenta años de aumento paulatino, las
temperaturas han comenzado a descender este año.
Grandes cantidades de agua fría, provenientes del deshie-
lo del casquete de Groenlandia, han entrado en el Atlántico
Norte disminuyendo su salinidad e invadiendo el camino que
seguía la corriente de agua cálida que ascendía desde los trópi-
cos. Esta gran cantidad de agua fría no salada proveniente del
deshielo ha parado el flujo de las corrientes cálidas, es decir,
está afectando al verdadero termostato del Planeta Tierra.
Las aguas de los océanos siempre se están moviendo.
Recorren el Planeta del Sur al Norte y del Norte al Sur. Esta
lenta circulación alrededor del Globo ha mantenido controla-
das las temperaturas de la Tierra, principalmente en Europa,
haciendo que la subida que hemos experimentado en este siglo
no fuese tan acusada como debía. Sin embargo, este cinturón
de aguas, llamado en inglés conveyor belt, se ha parado repen-
tinamente, induciendo un descenso abrupto de las temperatu-
ras.
Este efecto fue predicho a principios de siglo y ahora pare-

61
ce que los vaticinios eran ciertos. El rigor de la bajada de las tem-
peraturas que se espera para los próximos años divide a los cien-
tíficos. Los más pesimistas hablan de que la disminución de las
temperaturas puede ser completamente incontrolada, dando lugar
a una pequeña glaciación, que en geología se conoce como mini-
glaciación…

2075 - La segunda generación de ádvents no será puesta en


servicio.

20.000 unidades completamente acabadas esperarán su turno


para ser puestas en servicio cuando el tiempo mejore.

El frío intenso que asola nuestro planeta ha hecho que el


proyecto de la segunda generación de androides ádvents no siga
su curso. Estos ádvents, que fueron diseñados mejorando las
veinte unidades de la primera generación, no podrán ponerse en
funcionamiento hasta que las temperaturas mejoren. Todo está
listo: 20.000 cuerpos esperan el momento de ver la luz en los
laboratorios de ELECTRA, donde la factoría Ádvent los creó.
Según las previsiones, el clima mejorará en los próximos cuaren-
ta años y, por tanto, ese será el momento para encenderlos, aun-
que su creador, Laurent Luther, tal vez no pueda nunca ver reali-
zado su sueño...

2075 - No debemos temer a la glaciación.

Las temperaturas en todo el Planeta no cesan de bajar. La llega-


da de una glaciación parece inevitable. El ministro de energía se
ha dirigido a los ciudadanos a través del portal web del ministe-
rio.

Los mares ya no son tan salados y las temperaturas han

62
comenzado a bajar de manera abrupta. Todo parece indicar que
nos dirigimos inexorablemente hacia una glaciación de conse-
cuencias imprevisibles. El ministro de la energía nos recuerda,
que "gracias a los reactores de nanozeolitas de fusión, no debe-
mos temer el frío, que podrá a llegar a ser muy intenso, y que
nuestros hogares continuarán calientes sin perjuicio para el
Planeta". Además, en el informe oficial del ministerio, se nos
recuerda que "la Organización para las Naciones Unidas ha reu-
nido a cientos de expertos que están trabajando en protocolos de
supervivencia. Por otra parte, en los EEUU y China se están cons-
truyendo, con todos los medios disponibles, ciudades para produ-
cir alimentos capaces de abastecer, de forma globalizada, a toda
la población mundial… Tenemos motivos para ser optimistas".
Los científicos nos dicen que parece inevitable el hecho de
que Europa y el mundo entero entren en una pequeña glaciación
similar a las que hubo en la Tierra hacia el final de la última era
glacial, hace aproximadamente 20.000 años. Baste decir que hoy,
veinticinco de julio de 2075, la temperatura en el centro de
Madrid, donde vivo, es de 4º C y las calles continúan nevadas.

2077 - Una nueva pandemia deja al Planeta helado.

La globalización ha sido uno de los recursos más importantes


para la supervivencia de la población mundial frente a la glacia-
ción. Pero a la vez es el principal vehículo para la transmisión de
la enfermedad.

El intenso frío polar que estamos padeciendo durante esta


glaciación ha tenido menos relevancia, en cuanto al número de
fallecimientos se refiere, de la que se esperaba hace un par de
años. Aunque las temperaturas medias han bajado entre diez y
veinte grados centígrados y los valores son negativos en la casi
totalidad del Planeta, los mecanismos de distribución de alimen-

63
tos y la enorme capacidad de las nanozeolitas de fusión para
generar energía han sido factores determinantes para que la
población haya sobrevivido a este fenómeno climatológico.
Todas las voces apocalípticas, que pensaban que esto sería el final
de la especie humana, se han ido acallando. Existen razones fun-
dadas para el optimismo, al menos de momento, ya que una nueva
contrariedad ha entrado en escena.
Parece que las bajas temperaturas han activado un virus
desconocido que, presumiblemente, estaba "aletargado" en algu-
na parte del Planeta. Este virus, que afecta a los humanos, se ha
desplazado por toda la superficie de la Tierra gracias a la actual
globalización existente. La distribución de comida a partir de ciu-
dades invernadero, construidas para alimentar a la población
mundial, que vive esencialmente recluida en sus hogares, parece
ser el origen de esta pandemia. Este virus, más letal que el frío, se
contagia y muta con una facilidad asombrosa. Viaja por las aguas,
el aire, y alimentos. Nada parece detenerlo. Su ciclo infectivo
nunca había sido observado hasta hoy, y resulta ser el más ade-
cuado para un contagio muy eficiente. Parece que en
Norteamérica ya hay un millar de muertos. La primera noticia
sobre la existencia de este virus provino de la ciudad invernadero
de Frida, en Texas. Esta localidad es la principal distribuidora
mundial de productos cárnicos. Es fácil, según una reciente esta-
dística, que una de cada tres personas en el mundo haya ingerido
algún producto proveniente de esta ciudad durante los tres meses
pasados. Es evidente, por los datos de que se dispone, que este
virus resiste extraordinariamente bien las altas temperaturas a las
que se cocinan los alimentos.
Los contagios en Europa, Oceanía, Asia y África comien-
zan a ser frecuentes. El virus afecta con agresividad al aparato
digestivo y, después de fuertes dolores intestinales, causa úlceras
sangrantes que deshacen irremediablemente a los enfermos por
dentro.

64
La investigación sobre el virus está siendo enormemente
ralentizada por las dificultades para el transporte en el Planeta.
El acceso casi imposible de los equipos especializados a labora-
torios y material de investigación, así como las extremas medi-
das de seguridad para evitar el contagio del personal investiga-
dor, frenan el desarrollo de un estudio urgente. La investigación
de las empresas farmacéuticas para producir un fármaco antivi-
ral efectivo no puede seguir el ritmo de progreso del virus.
Aunque puede transmitirse por cualquier medio, los prin-
cipales parecen ser el aire y los alimentos. Los investigadores
nos recuerdan que debemos extremar unas simples medidas de
seguridad, como puede ser separarnos más de dos metros de
cualquier persona que pueda estar afectada, ya que al respirar
dispersamos a esa distancia nuestros microorganismos a través
del aire. Sin embargo, tenemos motivos para preocuparnos, ya
que una vez que el virus ha ingresado en los conductos de venti-
lación de aire o de abastecimiento de agua en un edificio, y pues-
to que vivimos asilados en nuestros hogares, entra de manera
inevitable en todas las viviendas del mismo. Ningún lugar del
Planeta parece que pueda quedar a salvo de esta amenaza globa-
lizada...

2079 - Mi último artículo.

Nota: Este es el último artículo publicado por un humano que ha


encontrado la autora en su proceso de documentación. Fechado
el tres de noviembre de 2079.

Esta es mi última crónica. Hoy mi mujer e hija han engro-


sado el número de fallecidos. Incomunicados como estamos por
la nieve, no puedo sacar del que fue nuestro hogar sus cadáveres,
que ahora yacen frente a mí, en nuestra cama. Esa sobre la que
tantas veces hemos reído o despertado los tres juntos; que ha sido

65
testigo prolongado de nuestra felicidad familiar, cuna de algunos
de mis más tiernos recuerdos, y que ahora se ha convertido en un
lecho de muerte improvisado. En este momento el virus ya ha
debido de entrar en mí. Sé que restan escasas horas antes de que
comiencen mis dolores. Esta mañana recibí las últimas noticias
del gabinete de crisis: más del 90% de la población mundial ya ha
fallecido. Mi familia y yo nos sumaremos a la macabra lista de
números anónimos que se publicará mañana. He sido espectador
del rápido desarrollo de la enfermedad y de la agonía padecida
por Alba y Elena, y sé que ésta será mi última crónica, ya que
antes de que amanezca estaré muerto.
He escrito esta columna comentando la actualidad en este
periódico electrónico durante los últimos trece años. Me había
imaginado muchas veces cómo sería mi última contribución,
siempre pensando en mi jubilación o en un hipotético cambio de
trabajo. Me embargaba la nostalgia, imaginando el momento en
el que escribiría esa última columna. Me veía agradeciendo a mis
lectores, algunos de ellos fieles desde hace mucho tiempo. Me
veía emocionándoles o nublando sus ojos con lágrimas por medio
de unas emotivas palabras de despedida. Nunca imaginé que
fuese un invisible virus el que acabase con todas estas ilusiones y
anhelos. Nunca pensé tener que escribir mi última columna
sabiendo que había llegado mi fatídica hora, y menos aún, que tal
vez no quede ni uno solo de mis lectores para leerla.
Cuando hace menos de dos años tuvimos que reorganizar la
sociedad para defendernos de la eminente glaciación, me sentí
orgulloso de pertenecer a la especie humana. Fue asombroso
cómo los humanos cambiamos nuestros hábitos, cómo acondicio-
namos nuestros inmuebles y nos organizamos para que la vida
continuase a pesar del intenso frío. Pero ahora, frente a este ene-
migo invisible, no hemos tenido tiempo de hacerlo. Los que
sobrevivan al virus, si los hay, morirán de inanición, ya que nadie
podrá distribuir alimentos. La pandemia nos ha sorprendido como

66
un terremoto en la noche o como una devastadora tormenta de
verano. Todo ha sucedido tan deprisa que nos hemos visto dando
brazadas desesperadas para luchar contra una corriente que nos
arrastra, sin alternativa, hacia un océano embravecido. Hemos
tenido que afrontar lo inevitable sin estar preparados. Miro a mi
familia yaciendo frente a mí y siento miedo. Pronto estaré dur-
miendo el sueño eterno en esa cama, junto a ella. Tal vez nadie
lea esta crónica. O tal vez ese lector pertenezca a una nueva espe-
cie inteligente, evolucionada desde alguno de los animales que
nos rodean y que no haya sido afectado por este virus. O tal vez
sea uno de los pocos escogidos, que no fallezcan y que repueblen
de nuevo la Tierra, comenzando una nueva civilización. Espero
que, sea quien sea ese último o primer lector, pertenezca a una
nueva sociedad que aprenda de estos pasados 4.000 años de civi-
lización para iniciar otra más perfecta, en la que el único motor
determinante sea la felicidad personal.
Como el fuego que se apaga, ahora se están quemando las
últimas brasas tanto de mi existencia como de mi civilización, y
la verdad es que no sé qué escribir. No encuentro palabras inteli-
gentes ni pensamientos emotivos que plasmar en esta postrera
crónica, destinada al olvido. Cualquier reflexión, sesuda o poéti-
ca, que escribiese me parecería falsa, vacía o pretenciosa. Para
mí, ya nada tiene sentido. Lo que me queda es, como un caballe-
ro del siglo XIX, levantarme de la silla, ponerme mis mejores
ropas y, antes de recostarme junto a mi familia, elevar la mano
hacia a los cielos; y con un gesto de agradecimiento a los que me
han querido y a todos los que han leído mis columnas, decir:
"Señores, gracias y hasta siempre".

67
68
PARTE II

"TODO TIENE QUE CAMBIAR PARA QUE


PUEDA SEGUIR SIENDO IGUAL"
('El Gatopardo', de G. T. di Lampedusa)
I - Luca Cesar Floreano

Un parpadeo, y el cuarto de baño se iluminó. La gota de


colirio que corría por su mejilla había disuelto la tranquilidad de
la noche y abría las cortinas a un sol inquietante, que ya no podía
esperar. Ahora podía ver como su rostro emergía en el espejo. Su
cara, como todas las mañanas, apareció pálida y su piel tersa. La
imagen que devolvía el espejo era equívoca. Parecía el reflejo de
una mujer madura y experimentada dentro de un cuerpo joven,
de pechos firmes, con espaldas atléticas, cintura marcada y bra-
zos duros. Ninguna arruga delataba su edad. Valeria se miró
durante unos segundos y, todavía desnuda, se pintó los labios
con un carmín suave. Luego, como si tuviese prisa, dos breves
parpadeos antes de perfilar de un solo trazo la raya de sus ojos.
El día que comenzaba prometía ser importante para ella. A pri-
mera hora debía reunirse con uno de los cargos más influyentes
del Gobierno. Frente al espejo se preparaba para esta cita, cui-
dando su imagen, como exige el protocolo; dando a aquel cuer-
po desnudo un aspecto elegante, resuelto y seguro. Es lo que se
esperaba de ella, y eso es lo que haría. Una ligera capa de colo-
rete cambió su palidez natural haciéndola parecer más cercana.
Sombra para los ojos, siempre en tonos suaves y sutiles. Se
peinó ligeramente, hacia atrás, su media melena morena para
asegurarse de que no le molestaría, y se dirigió al dormitorio.
"Va a ser un día importante" −susurraba mientras abría el arma-
rio de la habitación. De entre los muchos trajes y vestidos que
allí colgaban eligió la percha número dos, que ella misma había
etiquetado como "protocolo".
"Es absurdo que tenga tantos trajes diferentes. Siempre

71
escojo el mismo para el este tipo de ocasiones" −se dijo para sí,
mientras se vestía.
Unos minutos más tarde bajaba las escaleras de su casa,
vestida con un pantalón de campana negro, con una chaqueta
corta del mismo color, una blusa blanca ceñida a la cintura, un
ligero escote y, sobre todo, una gran seguridad en sí misma. Una
pesada puerta de madera separaba la escalera de la rabiosa clari-
dad de la mañana. Valeria se detuvo un instante en el umbral para
ponerse sus gafas de sol. Ya en la acera, se sorprendió al ver su
coche nuevo aparcado cerca de su portal, esperándola como cada
mañana de los últimos meses. Dentro del vehículo, con carroce-
ría similar a la de los años 1960, se sentía cómoda. No llegaba a
entender el motivo de la extraña sensación de poder y control que
la embargaba cuando se sentaba al volante pero, la verdad, tam-
poco le preocupaba. Hoy el camino iba a ser diferente al que
acostumbraba a realizar cada mañana, pero en cualquier caso no
debería tardar más de diez minutos en llegar al ministerio.
Comprobó en el reloj del coche que faltaban más de veinte para
su cita y, por tanto, podría conducir con calma. Arrancó el motor
y puso rumbo a su destino, atravesando las pequeñas calles des-
iertas del barrio Garibaldi, donde vivía.
Al llegar a la última de las calles de su barrio y girar para
entrar en la avenida principal, la soledad se tornó compañía. Ya
no era sólo su vehículo el que rompía el silencio de la mañana,
resonando entre los edificios de las calles estrechas. Muchos
otros, que también habían desembocado en la avenida Oriani, se
disputaban el derecho a avanzar un metro más. Valeria se unió a
la lánguida corriente mientras pensaba que era inusual esta reten-
ción. En la espera miró a su derecha para descubrir una oleada de
ciudadanos anónimos que, dueños de las aceras, caminaban en
silencio hacia sus trabajos. En la acera derecha se caminaba en un
sentido, y en la de enfrente en el contrario. Así todos se desplaza-
ban sin molestarse, formando dos pequeñas corrientes paralelas

72
de personas. Sintió una cierta envidia mientras les contemplaba
avanzar sin ningún obstáculo. No entendía cuál era el embrujo que
la empujaba a utilizar su coche en una ciudad tan pequeña como
ésta. La fila de automóviles no progresaba, y Valeria tuvo tiempo
de dirigir su mirada hacia el conductor del coche de al lado, un
ciudadano anónimo, que miraba al frente y cuya expresión no
denotaba la inquietud que seguramente ella estaba exteriorizando.
"Tal vez esta sea su ruta habitual y el atasco sea normal para él" −
pensó Valeria mientras su coche se movía unos metros antes de
detenerse de nuevo−. Así, avanzando lentamente, tirón a tirón, al
cabo de unos minutos interminables pudo comprobar que el moti-
vo de la retención no era otro que un accidente. Su causa parecía
muy simple: una distracción momentánea de un conductor había
llevado a éste a incrustarse contra el coche de delante. Los vehí-
culos involucrados estaban inmovilizados y la grúa no llegaba. La
Policía, que a su vez había dejado su propio vehículo mal aparca-
do, complicaba aún más la situación. Cuando finalmente Valeria
pasó a la altura del accidente, se fijó en los conductores implica-
dos. A pesar de que mantenían una expresión tranquila y tecleaban
pausadamente en sus computadores personales, percibió algo
oculto en la escena que, a su juicio, desentonaba. "Al pasar delan-
te del accidente, los peatones ralentizan el paso ligeramente, de
modo casi imperceptible, pero es cierto que lo hacen. El policía
parece inquieto y todos los conductores desvían su mirada hacia
el coche accidentado durante un tiempo mayor del que debieran",
−observó para sí en un intento de descifrar ese algo tan sutil que,
sin duda, se le escapaba. Decidió no dar más importancia a estas
consideraciones y se concentró en la conducción.
Después de rebasar el accidente, su coche continuó avan-
zando lentamente y, sin poder evitarlo, volvió a su cabeza la refle-
xión que había dejado huérfana hacía un instante. "El número de
accidentes ha aumentado en este último año por encima de toda
fluctuación estadística. Nunca antes había pasado algo así. Hay

73
algo… algo nuevo… algo que hace que las personas que caminan
modifiquen su velocidad. Será la proximidad de las elecciones.
Será que por primera vez en 130 años existe una alta posibilidad
de cambiar de Gobierno. Será que este posible nuevo Gobierno
ha prometido cambiar por completo toda nuestra sociedad. Nunca
antes se habían cometido tantos pequeños errores, ni hay motivo
para que se cometan ahora". Súbitamente, Valeria se sobresaltó.
Acababa de darse cuenta de que sus propios pensamientos la esta-
ban distrayendo y conducía sin prestar la debida atención.
"Efectivamente, algo está pasando".
Definitivamente, se le había hecho tarde. Nunca antes le
había sucedido. Era la primera vez que un cargo importante la
citaba, e iba a llegar con retraso. Hasta ahora, siempre que se le
asignaba un trabajo nuevo recibía toda la documentación a través
de los computadores para gestión de información del Gobierno.
Sin embargo, hoy debía de tratarse de algo verdaderamente serio
cuando la entrega de información requería de la presencia del
propio ministro en persona. Desde que ayer se le comunicó que
tendría que reunirse con ese responsable político había intentado
imaginar el motivo de esta cita, y aunque no lo había conseguido
intuía que debía de ser algo trascendente. "Pero, si es un tema
importante, ¿por qué me han llamado a mí, una investigadora en
historia antigua?" −se había repetido a si misma durante toda la
tarde anterior.
El atasco se había disuelto como apareció: en un instante.
El edificio que hacía las funciones de sede del ministerio emergió
al final de la calle, sobre los tejados de casas bajas. Su porte
majestuoso y sus columnas inabarcables le habían llamado siem-
pre la atención cuando, durante alguno de los paseos obligatorios,
había pasado ante él. Hoy, por primera vez, iba a entrar. El
Gobierno actual de Nuevo Trieste continuó utilizando, con muy
buen criterio, los edificios dedicados a estos menesteres durante la
época anterior. Al ver el edificio de cerca no pudo evitar clasifi-

74
carlo dentro de un estilo neoclásico austro-húngaro. Tampoco
pudo evitar compararlo con su apartamento de techos bajos, en el
centro de la ciudad, o con el club social que frecuentaba, que se
encontraba dentro de un pequeño inmueble rehabilitado, antigua-
mente utilizado como cafetería. Este edificio ministerial, de
dimensiones ciclópeas, le parecía tan absurdo como inevitable, ya
que formaba parte de una historia heredada.
Finalmente, llegó al aparcamiento del ministerio, situado
enfrente del edificio. Aparcó, como le había sido indicado, en el
lugar reservado para las visitas oficiales; se quitó las gafas de sol,
salió apresurada del coche y, cruzando la calle con celeridad, se
dirigió hacia la entrada principal. Andaba deprisa, ligeramente
agitada, pero sin cambiar su expresión. Al caminar inclinaba lige-
ramente el cuerpo hacia delante para avanzar más rápido y con
mayor equilibrio. Una postura matemáticamente perfecta que le
permitía dar pasos cortos y veloces con un mínimo esfuerzo. El
extremo de la tela de su pantalón largo, a la altura de los tobillos,
se movía rítmicamente hacia los lados, acompañando cada paso
que daba. Nunca antes había reparado en ese movimiento oscila-
torio tan particular, pero es que nunca antes había llegado tarde a
una cita importante.
Cuando atravesó la calle se detuvo un instante para buscar
con la mirada la entrada al edificio. Unas anchas escaleras de pie-
dra la separaban del patio de columnas donde estaba la puerta
principal. Éstas, procedentes del antiguo palacio, convertido ahora
en ministerio, se coronaban en las alturas con capiteles jónicos,
cuyos detalles eran casi imperceptibles desde la acera. Le hubiese
gustado pararse a estudiar con calma este espacio grandilocuente,
casi matemático, pero un impredecible atasco la había retrasado
más de la cuenta y debía comenzar a subir esas escaleras en busca,
aún sin saberlo, del que sería el día más importante de su vida.
A medida que subía, las columnas exteriores parecían abrir-
se a su paso, conduciéndola hacia un espacio de entrada diáfana.

75
La luz penetraba por los vidrios traslúcidos de la bóveda, llenando
de luminosidad la amplia sala de entrada. Buscó con su mirada la
presencia de guardias de vigilancia, pero no pudo ver a nadie.
Mientras atravesaba la sala notó cómo era escaneada por los siste-
mas láser de seguridad. En ese preciso momento recibió en su
computador personal, que llevaba fijado a su cinturón, las instruc-
ciones para la visita junto con las indicaciones necesarias para lle-
gar a la sala donde se la esperaba. Se detuvo un instante para con-
sultarlas y aprovechó para mirar la hora. Según el código de buena
conducta, debería llegar cinco minutos antes y faltaba tan sólo uno
para la hora de la cita con Luca Cesar Floreano, Ministro de
Seguridad Interna y Moralidad.
Las indicaciones que había recibido en su computador la
guiaron a través de un intrincado laberinto de pasillos y escaleras a
través del edificio. Nunca hubiese podido imaginarse el complejo
entramado interior de corredores estrechos y puertas cerradas que
escondía este amplio palacio. Se le antojaba estar en una ciudad
desierta, dentro de la ciudad de Trieste. Al fondo de uno de los
pasillos, una pequeña luz parpadeaba encima de una puerta, indi-
cándole que había llegado a su destino. Valeria la abrió y entró en
la habitación con la decisión y el paso firme que se esperaban de
un asesor gubernamental.
Nada más cruzar el umbral se sorprendió. Contaba con entrar
en el despacho del ministro y se encontró en una sala de reuniones,
ante dos individuos desconocidos para ella. Queriendo aparentar
seguridad, se acercó al primero de ellos, un hombre grande, casi de
dos metros, de constitución atlética, que vestía camisa y pantalón
negro y calzaba botas ligeras. Estaba levemente apoyado sobre una
gran mesa ovalada, observando a Valeria mientras entraba. Ésta le
tendió la mano y le dijo, sin mirarle a la cara:
−Buenos días, soy Valeria.
−Titus, guardia de seguridad −respondió, incorporándose a la
vez que estrechaba su mano.

76
Después, Valeria se giró hacia el segundo de los hombres
para encontrarse frente a un rostro bonachón, adornado con un
pelo castaño, ligeramente rizado y moderadamente largo, que le
confería un aspecto agradable. "Alguien que podría pasar inad-
vertido, y sobre todo vistiendo un polo gris. No creo que esté de
acuerdo con el protocolo" −pensaba Valeria, mientras avanzaba
hacia él y repetía la misma frase sin mirar, de nuevo, a la cara de
su interlocutor:
−Buenos días, soy Valeria.
−Alberto, bueno… Alberto Morgante −dijo, mientras se
estrechaban las manos.
−Ah, perdón, yo olvidé presentarme con mi apellido:
Valeria Polo.
−Sí, lo supe desde que la vi entrar por esa puerta.
Ese comentario era innecesario. Ella no sabía quién era él,
y con esa matización la dejaba en evidencia. Una descortesía
impropia de un ádvent de dos nombres. Definitivamente, este
Alberto no tenía mucha educación en protocolo.
−¿Vosotros también esperáis al ministro Luca? −preguntó
Valeria.
−Sí, y ahora que has llegado aparecerá en cualquier
momento. Vamos sentándonos, ¿os parece? −dijo Alberto, sin
apresurar sus palabras, mientras sonreía.
A Valeria tampoco le gustó el tono de velado reproche que
escondía la frase, aunque, por otra parte, apreció la forma tan
coloquial de dar una orden. Esas contradicciones internas que
sentía a menudo eran algo que le molestaba de sí misma. Le
hubiese gustado hacerse una idea clara desde el principio sobre
este personaje, con el que sin duda iba a compartir algún traba-
jo. Tomaron asiento en la mesa ovalada, grande como el palacio
que les acogía, y se distribuyeron como si se repeliesen entre
ellos.
"Titus es un policía de seguridad" −pensó Valeria−. "Se ha

77
presentado así, y con ese cuerpo atlético y vestido de negro no
puede ser otra cosa, pero ¿y Alberto? ¿A qué se dedica? ¿Debería
conocerlo?" Alberto, interrumpiendo estos pensamientos, le dijo:
−Soy un admirador tuyo. Siempre he querido conocerte.
Tu trabajo sobre la historia de la Humanidad en relación con los
ádvents es ya un clásico. Seguro que sabes que se está integran-
do en muchos programas optativos de sueño, e incluso aparece
en alguno obligatorio. Es un resumen verdaderamente claro de
cómo hemos llegado hasta donde estamos, de cuáles fueron
nuestros orígenes. Además, la idea de utilizar recortes de perió-
dicos de diferentes épocas es formidable.
−Gracias −dijo Valeria, de nuevo sin mirarle a la cara.
−Desde que descubrí este resumen, he buscado otros tra-
bajos tuyos sobre el periodo de los humanos. Siempre que veo
algo firmado por Valeria Polo intento leerlo. Es una garantía de
un trabajo serio y accesible. Además, el tema me parece apasio-
nante −Alberto hizo una pequeña pausa entre tantos halagos y
continuó−. ¿En qué estás trabajando ahora?
Valeria sintió otra vez la misma contradicción interior. Era
la primera vez que alguien elogiaba su obra en voz alta. El
Gobierno le regaló su coche después de publicar el documento
Historia resumida de la Humanidad en relación con el nacimien-
to de los ádvents, pero nunca antes había escuchado de viva voz
un reconocimiento hacia su trabajo o persona. Ella solamente
hacía lo que tenía que hacer.
−Estoy trabajando en un estudio sobre el papel que desem-
peñaron los refranes y expresiones populares en la transmisión
oral del conocimiento en la época de los humanos.
−¿Refranes? −exclamó Titus. La cadencia con la que pro-
nunció esa palabra denotaba que era consciente de que se le había
escapado la pregunta. Con su expresión congelada y el torso
recto, continuaba ligeramente apoyado en la mesa, y aunque
parecía haber estado ajeno a la conversación, en realidad había

78
seguido con interés lo que sucedía en la sala.
−Los refranes son expresiones cortas que utilizaban los
humanos, sintetizando su experiencia para referirse a determina-
das situaciones complicadas, y normalmente para sugerir con
ellos normas de comportamiento ante esas situaciones −explicó
Valeria sin alterar su tono−. Existen cientos de ellos y, curiosa-
mente, muchos eran muy parecidos o hasta idénticos en las dife-
rentes culturas antiguas anteriores a la extinción.
−El problema reside entonces en adivinar a qué se refieren.
Es decir, para interpretarlos correctamente es necesario compren-
der los sentimientos de los humanos −puntualizó Alberto, espe-
rando ser ratificado por Valeria.
−Efectivamente. Esa es la dificultad para los ádvents que
no convivimos con los humanos. Por ejemplo, cuando decían:
Ande yo caliente y ríase la gente. Este es un refrán muy antiguo,
que para nosotros no tiene sentido ya que no conocemos el senti-
miento de orgullo, o el de hacer el ridículo. Para los humanos, sin
embargo, era algo muy importante. Tanto es así, que en un
momento dado preferían congelarse antes que ponerse en eviden-
cia o sentirse ridículos. Este refrán les ayudaba ya que les justifi-
caba cuando se vestían con ropas viejas o de cualquier manera
para no pasar frío.
Valeria se estaba dejando llevar por su verdadera afición y
pensó que podía resultar incomprensible o pesada, sobre todo
para alguien como Titus, con un ádvent más limitado. Añadió
entonces, girando la cabeza hacia él, pero sin mirarle a la cara:
−Para los humanos, pasar frío era algo serio. Es como si
nosotros ignorásemos una alerta de peligro en el sensor central de
temperatura −aclarado esto continuó−. Pero no todos los refranes
se pueden descifrar por completo. Hay otros que simplemente no
sabemos qué querían decir. Por ejemplo: Buey muerto, vaca es.
No podremos nunca entender cómo la fisonomía de un buey
fallecido puede parecerse a la de una vaca. Sin duda hay un

79
segundo sentido oculto en esta expresión. Y hay muchos más,
como Hacer comulgar con ruedas de molino o Por la noche
buques y vapores, y por el día ni lanchillas de pescadores o No
es lo mismo predicar que dar trigo.
−Es sorprendente lo que nos cuentas, y entonces ¿los estás
traduciendo y explicándolos para los ádvents? −insistió Alberto,
dedicándole a Valeria una abierta sonrisa después de la pregunta.
−Exacto, dicen que los refranes son el saber popular con-
densado en una sola frase. Nuestra estructura mental es muy pare-
cida a la de los humanos, y creo que puede ser beneficioso para
nosotros comprender cómo sus sentimientos se traducían en…
En ese momento se oyó un ruido proveniente de una de las
puertas de la sala, y Alberto no dudó en interrumpir a Valeria con
la misma autoridad con la que un rato antes les había hecho sen-
tarse.
−Luego continuamos. Atención, ya viene. Silencio.
"Otra orden de Alberto. Decididamente, no me agrada",
pensó Valeria mientras se abría la puerta y entraba el ministro en
la sala. Luca entró en la habitación vestido con una camisa blan-
ca recorrida por discretas rayas verticales que parecían continuar
en un pantalón azul oscuro. Al contrario que Alberto, el ministro
mostraba una constitución delgada y atlética, con los rasgos de la
cara marcados, y la nariz y pómulos prominentes. Se acercó a la
mesa ovalada y, antes de sentarse, le hizo un gesto a Valeria para
que ésta se levantase y cambiase de posición en la mesa, de
manera que pudiese observar a todos mientras hablaba: quería
tenerlos frente a él. Lo hizo con un gesto frío, ceremonioso y pau-
sado, sin mediar palabra. Valeria se levantó en silencio y rodeó la
larga mesa para situarse cerca de Alberto y, mientras lo hacía,
comparaba mentalmente el aspecto físico de estos dos personajes
tan particulares. La cara del ministro le generaba inquietud, mien-
tras que la de Alberto, salvo por su impertinencia, seguridad.
A Luca le preocupó haberse visto obligado a enviar a

80
Valeria al otro lado de la mesa. Si realmente tenía ante sí a dos de
los ádvents más evolucionados, éstos debían de haberse dado
cuenta de que él entraría a la sala por ese lado y que, por tanto,
según establece el protocolo, debían sentarse enfrente de la per-
sona de más alto rango. "Tal vez vaya a depositar una gran res-
ponsabilidad en un equipo que no está capacitado para asumirla"
−pensó Luca Cesar Floreano, ádvent de tres nombres y, por tanto,
especialmente diseñado para tareas gubernamentales y de alta
gestión.
−Estimados ciudadanos −dijo Luca con voz alta y segura.
Cuando hablaba tenía la costumbre de inclinar ligeramente la
cabeza para mirar a su interlocutor con una expresión de superio-
ridad−, estamos atravesando una de las mayores crisis desde la
desaparición de nuestros predecesores, los humanos. Antes de
que les explique el motivo por el que les he convocado, me gus-
taría decirles que la documentación para la misión que voy a
encargarles no podrán actualizarla en la parte pública de sus com-
putadores personales. Déjenme ahora que les resuma de forma
sincera la situación actual de nuestra sociedad, que seguro que
ustedes ya conocen bien.
En el fondo desconfiaba de que fuese así, sobre todo por
Titus, al que dirigió su mirada inquietante. Luca sabía que cuan-
do un ádvent no comprende algo se desencadenan cientos de
corrientes eléctricas que recorren los laberintos plásticos de su
cerebro, dejando su cuerpo, y en especial su rostro, exento de
toda expresión durante un milisegundo. Sin embargo, Luca no
encontró ese instante ínfimo de ausencia en Titus.
−Como ya sabrán −continuó Luca−, mañana, dentro de
exactamente veintitrés horas, el candidato del partido Ciber,
Giorgio Hipolito Rossi, presentará su discurso electoral final en
el Parlamento, anunciando las nuevas medidas que regirán el
mundo, si gana las elecciones. Este acto se ha adelantado inespe-
radamente debido a la insistencia del partido Ciber en la

81
Asamblea electoral. Los discursos y programas electorales, tanto
de nuestro actual presidente como de Giorgio, junto con un
pequeño debate entre ambos candidatos, se grabarán en el Teatro
Verdi a las nueve de la mañana y serán retransmitidos por la
noche para toda la ciudadanía, de manera obligatoria, en la fase
de sueño. Como saben, las encuestas dan una importante ventaja
al partido Ciber, y parece claro que será este esperado discurso el
que le hará perder o ganar las elecciones. Sin duda, y como ya se
ha venido anunciando, Giorgio aprovechará este último acto elec-
toral para proponer un revolucionario programa de gobierno, en
el que mostrará las nuevas medidas de aplicación inmediata que
adoptará si llega al poder. La mayor parte de ellas son desconoci-
das todavía, y las dará a conocer precisamente en este acto.
Giorgio ha dado una gran importancia a su intervención, que es
ahora esperada con impaciencia y expectación por la ciudadanía.
También se sabe que el partido Ciber quiere que nos desprenda-
mos completamente de la herencia de nuestros creadores.
Pretenden eliminar la cultura y costumbres de nuestra sociedad
actual, por considerar que están basadas en normas morales here-
dadas del periodo de los humanos, y son, por tanto, inútiles para
nosotros. Pretenden implantarnos dispositivos electrónicos en
nuestros cerebros ádvents. En definitiva, pretenden acabar con
nuestra forma de vida −Valeria pensó que Luca estaba reviviendo
un acto electoral. El tono de sus palabras y su figura le recorda-
ban la solemnidad de los personajes en algunas películas de cine
de los humanos rodadas en blanco y negro. El ministro continuó
disertando con la cabeza ladeada. Valeria pensó: si Giorgio
Hipolito Rossi percibe la menor debilidad en nuestra estructura
social, si logra poner en evidencia a nuestro Gobierno, dispondrá
de razones extraordinarias o justificaciones excelentes para ava-
lar su discurso. Si durante el debate, que se transmitirá mañana,
cuestiona a nuestro presidente con un tema difícil o inoportuno, y
éste no puede responderle de manera contundente, nosotros mis-

82
mos habríamos llevado a Giorgio Hipolito Rossi a su victoria y,
con ella, a la aniquilación de nuestra forma de vida actual.
"Hasta aquí nada nuevo" −pensó Valeria, sin atreverse a
expresarlo en voz alta−. "Eso ya lo sabemos y, además, ¿qué tiene
que ver esta historia con nosotros? Uno de los pilares morales
fundamentales de nuestra sociedad es la democracia como forma
de gobierno y, si el partido en el poder pierde las elecciones por
primera vez en 135 años, no pasará nada. Nuestros predecesores
los humanos pasaban por esto cada cuatro años y cambiaban de
partido frecuentemente. Nosotros hacemos elecciones cada quin-
ce años, y hasta ahora nunca hemos cambiado de gobernantes".
−Se preguntarán qué tiene que ver esto con ustedes y con
qué fin han sido convocados −dijo Luca Cesar Floreano, inte-
rrumpiendo los pensamientos de sus invitados, como si éstos los
hubiesen expresado en voz alta−. Les cuento. El Gobierno ha des-
arrollado durante los últimos veinte años un plan secreto de
investigación científica −Luca dirigió su inquietante mirada hacia
Alberto y Valeria, intentando de nuevo encontrar en ellos un
momento de desconexión y, al no encontrarlo, continuó−. Lo
hemos desarrollado en los laboratorios ELECTRA. El objetivo de
este proyecto es reconstruir un cerebro humano, basado en neu-
ronas. La reconstrucción se fundamenta en la aplicación de nue-
vos métodos de crecimiento, utilizando células neuronales crio-
genizadas pertenecientes a nuestros antepasados humanos. Es
una técnica que ellos mismos habían desarrollado para reparar
daños cerebrales y curar enfermedades.
−El parlamento no ha aprobado nunca un plan para regene-
rar cerebros humanos −puntualizó Valeria atreviéndose, ahora sí,
a interrumpir a Luca−. Tengo interiorizadas las actas de las deci-
siones ministeriales tomadas en los últimos años respecto a la
investigación relacionada con los humanos y no puedo recordar
ninguna moción aprobada para investigar sobre la generación de
cerebros neuronales. Lo más parecido fue hace ochenta años,

83
cuando se prohibió expresamente la creación de nuevos ádvents.
−Efectivamente, y esa será una de las leyes que el partido
Ciber revocará definitivamente si llega al poder −se apresuró a
responder Luca, dejando entrever un cierto tono de desprecio
hacia el nuevo partido.
−Entonces, esta investigación se está realizando de forma
ilegal −concluyó Alberto, animado a intervenir después de que
Valeria lo hubiese hecho.
−No, no es ilegal, simplemente no hay leyes al respecto.
Nosotros no buscamos la creación o el nacimiento de un huma-
no, sino aprender sobre el funcionamiento del cerebro neuronal,
para mejorar nuestros cerebros ádvents. Ciencia pura. Todos
nuestros experimentos son in vitro, dentro de un gran tubo de
ensayo −contestó Luca sin dejar de mirar a Alberto, ahora con su
cabeza tan exageradamente ladeada que casi la apoyaba sobre su
hombro. Alberto y Valeria comprendieron lo que esa mirada y ese
gesto significaban: "No me sigáis cuestionando".
−Déjenme que les explique cuál es el problema −continuó
Luca−. El problema no radica en que se realizara esta investiga-
ción. El problema es que el científico responsable, Kevin Prince,
ha desobedecido las normas. Durante los últimos años de su
investigación ha trabajado por su cuenta, en secreto, y no sólo ha
regenerado un cerebro neuronal, como se le pidió, sino que ade-
más, adaptando los viejos ensambladores de ádvents, lo ha intro-
ducido en un cuerpo androide como los nuestros.
Aprovechando una pequeña pausa que Luca hizo para que
todos asimilaran la gravedad de la situación, Alberto preguntó:"
−Kevin Prince, ¿no es uno de los padres ádvents, de la pri-
mera generación, que convivió con los humanos? ¿No fue Kevin
Prince quien trabajó junto a ellos para ayudarles a desarrollar
mejoras tecnológicas en los ádvents de segunda generación, y
quien después de la extinción humana participó en el encendido
de nuestros cuerpos?

84
−Exacto −dijo Luca−. Kevin es uno de los padres ádvents y
de los más evolucionados. Por eso es incomprensible que haya
desobedecido una orden y actuado por su cuenta. Hay algo
incomprensible en esta historia.
Sin dejar ningún tiempo muerto, se apresuró a continuar
para evitar ser interrumpido de nuevo:
−Pero señores, por desgracia mi relato no ha hecho más que
comenzar. Ayer por la tarde ocurrió un grave accidente. Kevin, al
mando de esta operación, y repito, sin ninguna autorización,
había terminado el ensamblado del cerebro neuronal en un cuer-
po robótico. Según declaró él mismo, estaba realizando pruebas
de compatibilidad y movilidad, cuando este androide neuronal
reaccionó con violencia, le empujó y escapó de los laboratorios
antes de que Kevin pudiese detenerle.
Cuando Luca se escuchó a sí mismo pronunciando estas
palabras fue más consciente aún de la gravedad que contenían.
Ninguno de los tres rostros mostraba ahora expresión alguna.
Seguían con los ojos ampliamente abiertos, intentando compren-
der lo inexplicable. Luca había encontrado el instante de desco-
nexión.
−¿Nos está diciendo que un cuerpo cibernético controlado
por un cerebro neuronal, y por tanto caótico, anda suelto por las
calles? −preguntó Valeria con tono de incredulidad.
−Eso es precisamente lo que trato de explicarles, y ésta es
la atroz incidencia acaecida justo antes de uno de los días más
importantes para nuestra sociedad −añadió Luca con voz moles-
ta, pues veía como la reunión, que había ya llegado a un punto de
no retorno, se le iba escapando de entre las manos.
La sala quedó en silencio. Las expresiones de cada uno de
los tres invitados se congelaron. La inmovilidad de la escena aña-
día dramatismo a la situación, y durante un instante interminable
esperaron que Luca rompiese la frialdad del ambiente, continuase
argumentando y les mostrara el desenlace de una situación incom-

85
prensible. Sin embargo, ese final feliz no se produjo y el silencio
prolongado les indicó que tendrían que conformarse con una histo-
ria inacabada e inaudita para la sociedad perfecta en la que vivían.
Luca, que no cesaba de observarles desde el otro lado de la mesa,
continuó cambiando el tono de su voz:
−Nuestra sociedad atraviesa un momento muy delicado. Los
ádvents hemos evolucionado y continuamos haciéndolo muy
deprisa. Esa misma capacidad de evolución es la que nos lleva a
cometer errores, hasta ahora impensables en nuestro mundo. La
complejidad que van adquiriendo nuestros cerebros ádvents hace
que los errores no se reparen completamente durante la fase de
sueño ¿Se habrían podido imaginar hace tan sólo unos años que un
ciudadano ádvent desobedeciese o quebrantase una ley, por insig-
nificante que ésta fuese? ¿Saben la cantidad de retrasos que se pro-
ducen en las llegadas a los centros de producción actuales? Hoy
son sólo pequeñas cosas, pero está claro que se avecinan errores
mucho más importantes.
Valeria y Alberto asintieron con un gesto casi imperceptible,
que llevó a Luca a pensar que ellos también habían observado este
nuevo comportamiento social.
−Los ádvents, programados en torno a unos valores funda-
mentales, comienzan a no discernir correctamente en caso de con-
flicto −continuó el ministro−, y esto ocurre justo ahora que Giorgio
y su partido hablan de purificación cibernética. ¿Se dan cuenta de
la gravedad? ¿Se dan cuenta de las interferencias y malestar social
que puede generar un ser neuronal descontrolado en nuestra socie-
dad? Además, no conocemos el grado de perfección de su cerebro.
¿Se han parado a pensar lo que podría pasar si Kevin no hubiese
conseguido programar correctamente las leyes morales actuales en
el cerebro neuronal? Podríamos tener lo que los humanos llamaban
un asesino en serie, un ser agresivo, un individuo descontrolado.
−¿Y cuál es nuestro papel en esta historia? −preguntó
Alberto, casi interrumpiendo.

86
−Vosotros sois dos de los ádvents de dos nombres más des-
arrollados. Valeria es una experta historiadora de la época de los
humanos. Sin duda, el ádvent que mejor entiende las costumbres,
hábitos y normas de nuestros predecesores. Usted, Alberto, es
uno de los más preparados en gestión de emergencias. Conoce
nuestros mecanismos sociales y policiales a la perfección. Un
verdadero especialista entrenado para gestionar situaciones de
crisis. Y por último usted, Titus, aunque ádvent de un solo nom-
bre, es un experto en protección personal y ataque rápido. Ha tra-
bajado antes con nuestro presidente y, aunque no haya vivido
nunca una emergencia real, ha sido entrenado con los mejores
medios disponibles. El código de esta misión y los datos relevan-
tes han sido transferidos a sus computadores personales. Utilicen
ese código en caso de que surja cualquier problema. Por supues-
to, usted, Alberto, está al mando de la misión. Encuentren a ese
neuronal, inmovilícenlo y devuélvanlo a los laboratorios de
ELECTRA en secreto. Allí enviaremos un grupo de científicos
para sustituir a Kevin. En estos momentos Kevin se encuentra
retenido en las instalaciones de ELECTRA, vayan a interrogarle,
y luego busquen al neuronal por la ciudad. Cuando lo encuentren,
si se resiste usen despolarizadores o, en caso de emergencia, dis-
paro real. Aquí tiene un despolarizador −sacó de su chaqueta un
objeto parecido a una linterna de mano y se lo ofreció a Valeria−.
Ustedes dos supongo que ya tienen el suyo. Ya saben que este
arma bloqueará su cuerpo androide pero mantendrá intacto su
cerebro. Mañana a las nueve asistiré al acto que se celebrará en el
Palacio Teatro Verdi. Antes de que comiencen los discursos y el
debate electoral quiero tener información clara y precisa de lo
acontecido, para transmitírsela a nuestro presidente. Tienen vein-
titrés horas escasas para interrogar a Kevin, averiguar el motivo
que le ha llevado a obrar así y, sobre todo, para encontrar al neu-
ronal escapado. Sé que el tiempo es muy corto, pero, antes de que
comience el acto, al menos necesito información completa y per-

87
sonalizada de lo que ha pasado. No la envíen por los medios tra-
dicionales. Si se les hace tarde vayan directamente al palacio
Verdi. No me gustaría que Giorgio, durante su turno de pregun-
tas, inquiriese al respecto y no tuviésemos información detallada
y actualizada. Sería vergonzoso y un punto difícil de sobrellevar.
Yo tengo que estar en el estrado como representante del Gobierno
y moderador. Si activan el código de la misión en sus computa-
dores personales se les permitirá el acceso a la sala. No hace falta
que se lo diga: discreción y acción, y si no tienen más preguntas
−Luca hizo una pausa pequeñísima mientras se levantaba de su
silla y concluía− por favor, pónganse en camino a los laborato-
rios, que les quedan muy pocas horas.
Tardaron un par de segundos en acabar de asimilar las pala-
bras del ministro. Luego, los tres comprobaron que habían recibi-
do en sus computadores personales la información sobre la
misión que se les acababa de asignar y salieron juntos de la habi-
tación sin mediar palabra.
Luca quedó solo en la sala y se volvió a sentar. Necesitaba
reafirmarse de algún modo en la conveniencia del grupo que
había seleccionado. La misión era mucho más importante de lo
que podía parecer. Repasaba mentalmente la reunión, buscando
entre sus recuerdos alguna señal inequívoca que le confirmase
que la elección del equipo había sido la correcta, pero no la
encontraba. Nunca hubiera esperado que cuestionasen al
Gobierno con sus incesantes preguntas. "Estos ádvents de dos
nombres no son más que tecnócratas especializados y no saben
nada ni de gestión ni de derecho. Sólo tienen capacidades técni-
cas pero carecen de trascendencia social, no ven más allá del pre-
sente. Somos nosotros, los de tres nombres, los que decidimos lo
que está bien y lo que está mal, los que programamos sus sueños.
Nosotros somos los que elegimos las leyes que nos han permiti-
do evolucionar y crear esta sociedad. ¿Por qué se habrán atrevido
a cuestionarme?"

88
Los tres salieron de la habitación en silencio. Los largos y
estrechos pasillos que Valeria había recorrido presurosa a su lle-
gada, se habían convertido en apacibles travesías. Mientras reco-
rrían los vericuetos interiores del ministerio, Alberto, consciente
de que estaba ante su gran oportunidad, repasaba mentalmente la
conversación con Luca. Él, que había sido concebido con progra-
mas específicos para emergencias, nunca hasta hoy había tenido
que asumir la responsabilidad completa de una misión. Ahora,
más de cien años después de su puesta en servicio, por fin podría
rentabilizar todo su entrenamiento, dando sentido a largas horas
de estudio e instrucción. Al principio de sus días entrenaba su
cerebro ádvent en simuladores. Emergencias para neutralizar
malfuncionamientos de diversa índole, disparo despolarizador de
precisión en movimiento, intervención en interrogatorios encu-
biertos para encontrar posibles discrepancias en la priorización de
decisiones… eran algunos de los ejercicios más frecuentes a los
que se había sometido a diario, con dedicación exclusiva y hasta
obsesiva.
Sumido cada uno en sus pensamientos, los tres llegaron a
las escaleras que conducían al hall de entrada del ministerio. La
luz, que se filtraba desde el techo por las amplias cristaleras tras-
lúcidas, los cegó ligeramente, devolviéndolos al instante que
estaban viviendo. Valeria, con la calma recobrada, observó cómo
sus pantalones ya no se movían rítmicamente, sino de manera ale-
atoria. Este detalle la reconfortó y, con la seguridad recobrada y
sin dejar de percibir el movimiento desacompasado del extremo
de sus pantalones, dijo en voz alta:
−Podemos utilizar mi coche para desplazarnos hasta los
laboratorios.
−De acuerdo −dijo Alberto, y cuando la miró fue conscien-
te de la suerte que suponía tenerla cerca en esta misión. Él, que
había leído muchos de sus escritos sobre guerras y diferentes cri-
sis del periodo en el que los humanos poblaban la Tierra, y que

89
sentía una admiración profunda por la claridad de su pensamien-
to, iba a tener una oportunidad para conocerla. Esta misión le
ofrecía una ocasión única para intercambiar conocimientos, para
seguir aprendiendo.
Desde la ventana de su despacho, Luca, preocupado, con su
mirada incisiva y su rostro ladeado, los observaba mientras se
dirigían hacia el aparcamiento. Después de la reunión, de camino
hacia su oficina, había visto cómo dos ádvents del servicio técni-
co recogían los restos diseminados por el suelo de unas pantallas
de televisión. Habían tropezado entre ellos. Otro error insignifi-
cante por sí mismo, pero estadísticamente muy importante.

90

Vous aimerez peut-être aussi