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Un intenso debate se ha desarrollado durante las últimas dos semanas en el entorno del
partido demócrata y de economistas afines de Estados Unidos. Gerald Friedman, un profesor de
economía, había circulado un estudio analizando los efectos económicos del plan económico y
social propuesto por Bernie Sanders (EEUU).
Lo primero que hay que entender es que “multiplicador fiscal” a secas no significa nada.
Aunque en la conversación cotidiana los economistas empleamos esta expresión, es solamente
porque añadir las adjetivaciones adicionales ralentizaría toda discusión.
o mayor que 0). Hoy, para evitar que esta entrada se alargue excesivamente, pensaremos solo
en el caso de que este cambio de política fiscal es un incremento de gasto público (y, de nuevo,
dejaremos para otro día los multiplicadores de reducciones de impuestos).
Esta definición de multiplicador fiscal clarifica que, al menos tenemos que incorporar cinco
adjetivaciones (y algunas más que nos dejamos en el tintero).
A la vez, gran parte de los beneficios a corto plazo de los incrementos temporales de gasto
público dependen de la forma en la que reaccione la política monetaria. Si el banco central
responde al aumento de gasto temporal subiendo los tipos de interés en respuesta al aumento
de renta y precios (generado por el aumento transitorio del gasto), entonces el multiplicador a
corto plazo se reducirá.
¿Por qué son tan diferentes los multiplicadores de cambios de gasto público permanentes y
transitorios? Porque en los modelos neokeynesianos la demanda determina parcialmente el
nivel de actividad económica en el corto plazo como consecuencia de las rigideces en la
economía (de precios, salarios nominales, financieras, etc.), pero en el largo plazo lo que
importa es la acumulación de capital, la oferta de trabajo y la productividad. Más gasto público
(por ejemplo en pensiones) ni acumula capital ni incrementa la oferta de trabajo o la
productividad (en un momento matizaremos esta afirmación), pero los impuestos necesarios
para pagar estas pensiones sí que tienen efectos negativos sobre la acumulación de capital (la
inversión y el ahorro) y sobre la oferta y demanda de trabajo.
Esto no quiere decir, en ningún momento, que no existan argumentos para incrementar el
gasto público de manera permanente. Tal posición política es perfectamente legítima. Lo que
no se puede hacer es el “cuento de la lechera” pretendiendo que de alguna manera una parte
importante de ese gasto se autofinanciara. No. Si uno quiere gastar más, tendrá que subir los
impuestos y decírselo a sus votantes. No sólo eso, es necesario además evaluar cuáles impuestos
se aumentarán y qué efectos tendrán, como decíamos antes, sobre la acumulación de capital
(la inversión y el ahorro) y sobre la oferta y demanda de trabajo.
Segundo, este gasto público adicional necesita ser compaginado con reformas desde
el lado de la oferta que permitan que los nuevos factores y tecnologías sean
empleados; no sirve para nada invertir en formar estudiantes si las rigideces
laborales no les permiten encontrar un empleo, o el mercado de trabajo les ofrece
empleos en los que su potencial de productividad no se realiza.
La cuarta adjetivación es que el multiplicador marginal puede ser muy diferente del
multiplicador medio. Un multiplicador marginal es el efecto adicional sobre el PIB de
incrementar el gasto público por 1 euro adicional. El multiplicador medio es el efecto de
incrementar el gasto por una cantidad sustancial (por ejemplo, un 5 por ciento del PIB). El
multiplicador medio suele ser mucho más reducido que los multiplicadores marginales. Por
ejemplo, las rigideces de precios y salarios que generan multiplicadores marginales grandes
pueden no verse afectadas por pequeños cambios de política fiscal, pero estas rigideces se
disolverán cuando el cambio de política fiscal sea considerable.