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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN LABORAL

Magistrada Ponente: ISAURA VARGAS DIAZ.

Referencia No. 35.286

Acta No. 074

Bogotá, D.C., diecinueve (19) de

noviembre de dos mil ocho (2008).

Resuelve la Corte el recurso de casación

interpuesto por la UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA contra la

sentencia proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del

Distrito Judicial de Medellín, el 19 de octubre de 2007, en el

proceso que promovió contra NORA ROSA GOMEZ PEREZ.

I. ANTECEDENTES

Ante la jurisdicción contenciosa administrativa

la UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA demandó la nulidad de la

Resolución número 13.892 de 5 de mayo de 1997, mediante la

cual reconoció a NORA ROSA GOMEZ PEREZ la pensión de


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jubilación a partir del 1 de abril de 1997, con el objeto de que se

declarara violatoria de las leyes 33 de 1985 y 100 de 1993 y, en

consecuencia, se ordenara a la pensionada la devolución de los

valores por tal concepto hasta ahora recibidos, debidamente

indexados, junto con los aportes a la seguridad social, aduciendo

para ello, en suma, que la prestación no debió reconocerla a la

demandada, quien se desempeñó durante toda la relación laboral

--del 30 de mayo de 1972 al 31 de marzo de 1997-- como

“Auxiliar de Higiene Oral de tiempo completo, adscrita al

Departamento de Apoyo Administrativo de la Facultad de

Odontología, en tal condición tenía la calidad de empleado

público tal como lo dispone el artículo 122 del Decreto

Extraordinario 80 de 1980” (folios 5 y 4 a 5 cuaderno 4), por

cuanto no cumplía las exigencias de las disposiciones violadas, ni

debió serle liquidada con fundamento en la convención colectiva

de trabajo vigente y aplicable a los trabajadores oficiales de la

Universidad para el bienio 1976-1977--, procediendo, por tanto,

el reembolso de lo indebidamente pagado, junto con el de los

aportes que hizo a la seguridad social con posterioridad a su

retiro, debidamente indexados.


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NORA ROSA GOMEZ PEREZ, aun cuando aceptó

los extremos temporales de la relación laboral que tuvo con la

Universidad, en principio como trabajadora oficial y

posteriormente como empleada pública, se opuso a las

pretensiones de la demanda, porque, en su sentir, la pensión de

jubilación que le reconoció la demandante se avino a los términos

legales y convencionales que correspondían, por razón de la

aplicación del laudo arbitral de 4 de mayo de 1984 y acorde con

la teoría de los derechos adquiridos. Propuso como las

excepciones de cosa juzgada relativa, falta de derecho sustancial,

buena fe y prescripción.

El juzgado de conocimiento, que lo fue el

Quinto Laboral del Circuito de Medellín, ante la decisión del

Consejo Superior de la Judicatura de que la competencia del

asunto correspondía a la jurisdicción ordinaria laboral (cuaderno

3), por sentencia de 2 de agosto de 2006, declaró probado que la

demandada “no tenía derecho a usufructuar la pensión que se le

otorgó mediante Resolución No. 13892 de 05 de mayo de 1997,

bajo el imperio de la convención y por su inexistente calidad de

trabajador oficial” (folio 305 cuaderno 2) y, en consecuencia,


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ordenó “la suspensión de la pensión en comento, sin devolución

de ningún dinero a favor de la demandante” (ibídem), e impuso

costas a la demandada.

II. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

La alzada se surtió por apelación de la

demandada y terminó con la sentencia atacada en casación,

mediante la cual el juez de apelación revocó la del juez de primer

grado y, en su lugar, absolvió a la demandada “de todas las

súplicas de la demanda” (folio 345 cuaderno 2).

Para ello, una vez advirtió que “atendiendo a la

contestación que se le dio a los hechos de la demanda (fls.

215/21), así como a los documentos obrantes a folios 83/205,

entre otros” (folio 342 cuaderno 2), no existía controversia en

cuanto “a los servicios que prestó la demandada al ente actor, los

extremos temporales, el oficio desempeñado, su edad, la

condición de trabajadora oficial que tuvo hasta el 27 de agosto

de 1980, la condición de empleada pública que tuvo entre esta

última fecha y la finalización de los servicios y, por último, el


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otorgamiento de la pensión de jubilación a partir del 1 de abril de

1997” (ibídem), aseveró que de acuerdo con las consideraciones

consignadas en un fallo anterior de esa Corporación, del cual no

indicó las partes, ni su fecha, ni su radicación, en el cual se hizo

alusión a sentencias de la Corte Constitucional y esta Sala de

Casación, “el reconocimiento de la pensión de jubilación de la

actora se dio por voluntad de la administración amparada en una

interpretación al laudo arbitral de 1984, que si bien pudo ser

equivocada, no puede ser ésta una razón válida para desconocer

el derecho pensional de la señora Gómez Pérez” (folio 345

cuaderno 2).

En suma, para el Tribunal, a pesar de que la

demandada mutó su condición de trabajadora oficial a empleada

pública al entrar en vigencia el Decreto 080 de 1980, tenía

derecho a la pensión de jubilación que le fue reconocida por la

Universidad con fundamento en la convención colectiva de

trabajo vigente para 1976-1977, por cuanto la adquirió de buena

fe y por esa confianza fue que renunció a su cargo cuando se le

reconoció la prestación.
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III. EL RECURSO DE CASACION

En la demanda con la cual sustenta el recurso

extraordinario (folios 10 a 18 cuaderno 4), que fue replicado

(folios 24 a 38 cuaderno 4), la UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

pretende que la Corte case el fallo del Tribunal y, en sede de

instancia, “confirme el proferido por el Juez y, así, se acceda a las

pretensiones de la demanda inicial de este juicio” (folio 11

cuaderno 4).

Para tal propósito la acusa de aplicar

indebidamente los artículos 9, 768, 769 y 1509 del Código Civil.

Violación de la ley que condujo a dejar de aplicar, siendo

aplicables al caso, los artículos 36 de la Ley 100 de 1993, 1 de la

Ley 33 de 1985 y 414 del Código Sustantivo del Trabajo.

En el desarrollo del cargo afirma que si bien es

cierto la buena fe debe presidir, dirigir y mantener las relaciones

entre gobernantes y gobernados, entre autoridades de las

distintas esferas del Estado y entre los gobernados o personas

particulares que actúan en la vida del Derecho, ello no desconoce


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que “ese axioma jurídico fundamental no les infunde

intangibilidad indeleble o inmutabilidad a las declaraciones de

voluntad, a los negocios jurídicos o a los actos de la

Administración Pública en cualquiera de sus niveles u órbitas

especializadas” (folio 12 cuaderno 4), pues, cuando la

Administración es afectada por obra de sus mismos funcionarios,

puede acudir ante la justicia para remediar esa situación

inequitativa “mediante el ejercicio de la acción de lesividad, ya

que la propia Administración no puede hacerse justicia por sí

misma, eliminando directamente, por sí y ante sí, los actos o las

situaciones que la están perjudicando” (folio 13 cuaderno 4). En

otros términos, la pura y simple buena fe no es soporte suficiente

para que las actuaciones puedan mantenerse incólumes, porque

deben tener respaldo en textos legales que los autoricen o les

infundan validez.

Sostiene que el fallo recurrido ha debido tener

en cuenta el artículo 36 de la Ley 100 de 1993, en armonía con el

1º de la Ley 33 de 1985, disposiciones reguladoras de este tipo

de pensiones, y el 414 del Código Sustantivo de Trabajo, “que en

forma implícita pero clara veda a los empleados públicos el


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amparo de convenciones colectivas de trabajo” (folio 14 cuaderno

4). En su apoyo transcribe los apartes que considera pertinentes

de la sentencia de la Corte de 1 de abril de 2008, sin indicar

radicación.

El opositor alega que la pensión reconocida es

un derecho adquirido conforme al laudo arbitral controvertido.

IV. CONSIDERACIONES DE LA CORTE

No existiendo discusión en el proceso que a

partir del 27 de agosto de 1980, cuando entró en vigencia el

Acuerdo 7 del Consejo Superior Universitario de la Universidad

de Antioquia en desarrollo de lo prescrito en el artículo 122 del

Decreto 80 de 1980, la demandada pasó de la calidad de

trabajadora oficial a la de empleada pública, calidad que mantuvo

hasta cuando dejó de laborar para la demandante el 31 de marzo

de 1997, resulta también indiscutible que la mentada calidad de

trabajadora oficial la sostuvo apenas por algo más de ocho (8)

años, como quiera que su vinculación se produjo a la entidad el

30 de mayo de 1972, supuestos insuficientes entonces para


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hacerse acreedora a la pensión de jubilación convencional que la

Universidad posteriormente le otorgó el 5 de mayo de 1997, a

partir del 1 de abril anterior, pues el acuerdo le exigía 20 años de

servicio en esa calidad y 45 años de edad, los cuales apenas

cumplió el 19 de enero de 1997.

Para el citado 1 de abril de 1997 resultaba

aplicable a la demandada la Ley 33 de 1985 (con la modificación

introducida por la Ley 62 de 1985), merced al régimen de

transición previsto en el artículo 36 de la Ley 100 de 1993, dado

que para el 1 de abril de 1994 contaba con más de 15 años de

servicio, que establecía el derecho a la pensión de jubilación para

el empleado oficial que sirva o haya servido 20 años continuos o

discontinuos y llegue a la edad de 55 años; y no la convención

colectiva de trabajo, por haber perdido la calidad de trabajadora

oficial desde el 27 de agosto de 1980. En consecuencia, la

Resolución No 13.892 de 5 de mayo de 1997, en cuanto aplicó la

Convención Colectiva de Trabajo 1976-1977 y determinó que

tenía derecho a la pensión de jubilación convencional en un valor

equivalente al 100% del salario promedio mensual, deviene


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ilegal, justamente por contrariar el citado artículo 414 del Código

Sustantivo del Trabajo.

De lo dicho procede casar el fallo atacado.

V. CONSIDERACIONES DE INSTANCIA

La demandada adujo en su defensa que la

pensión de jubilación que se le reconoció tuvo como fundamento

el laudo arbitral de 4 de mayo de 1984, que remitió a la

convención colectiva de trabajo 1976-1977.

Pues bien, respecto de dicho laudo ya la Corte

ha tenido la oportunidad de expresar que de su lectura no es

dable concluir lo que de él dedujo el Tribunal, pues allí si bien se

preservaron los derechos adquiridos a su vigencia, no afectó

situaciones ajenas a aquellas en que se sustentaban éstos, como

en la que se encontraba la demandada que, se repite, apenas

contaba con algo más de ocho (8) años de servicio como

trabajadora oficial.
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En efecto, así se expresó la Corte sobre este

punto, en sentencia de 7 de mayo de 2008 (Radicación 30.698):

“A propósito, esa decisión arbitral, tomada para decidir


un conflicto jurídico, preceptuó: “La Universidad de
Antioquia deberá pagar a quienes, en virtud del
Decreto Extraordinario 80 de 1980, cambiaron su
calidad de trabajadores oficiales por la de empleados
públicos, todas las prestaciones sociales de que eran
con anterioridad a aquél titulares y fueron adquiridas
conforme a derecho antes del citado cambio de status
jurídico, aunque el acaecimiento de los hechos de que
depende su goce se haya producido con posterioridad al
mencionado cambio”.
“Entiende esta Sala que lo que hace el laudo arbitral –y
no podía ser de otro modo, sin sacrificio de la seguridad
jurídica- es poner a buen resguardo los derechos
adquiridos por los trabajadores oficiales, pese al cambio
que experimentó su condición jurídica al pasar a ser
empleados públicos, con arreglo a las previsiones del
Decreto 80 de 1980 y del Acuerdo 7 de 27 de agosto de
1980 del Consejo Superior Universitario de la
Universidad de Antioquia.
“De manera que los trabajadores oficiales que, antes de
producirse su variación a empleados públicos, hubiesen
consolidado algún derecho a la sombra de mandatos
convencionales, tienen vocación legítima a conservarlos,
como que entraron definitivamente a sus patrimonios y
no les pueden ser arrebatados, a voces del artículo 58
de la Carta Política.
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“Ese es el alcance del laudo arbitral, que no puede
extenderse en el horizonte de amparar la situación de
los trabajadores oficiales que apenas tenían una mera
expectativa, que nunca llegaron a consolidar un derecho
a la luz de las disposiciones convencionales, justamente
por el cambio a empleados públicos, que vedaba, de ahí
en adelante, la aplicación a su favor de las preceptivas
contenidas en la convención colectiva aludida.
“Tal es la inteligencia que esta Sala de la Corte ha dado
al referido laudo arbitral. Por ejemplo, en sentencia de
1º de abril de 2008 (Rad. 32.750), expresó:
““La cláusula sexta del Laudo Arbitral del 4 de mayo de
1984, que reprodujo el ad quem, es muy clara; allí se
dispuso que se debían respetar los derechos que ya
pertenecían al trabajador, como consecuencia del
cambio de naturaleza jurídica al variar su vinculación a
la de empleado público, y su situación no podía
empeorar negándosele derechos ya reconocidos, de
donde resulta fácil colegir que tal postulado, sin lugar a
dudas, de acuerdo con la lógica y con su literalidad,
aplica a los trabajadores que hubieran causado el
derecho, en este caso, al de la pensión convencional,
pero de ninguna manera en relación con aquellos que
apenas contaban con una expectativa, que, como en el
caso aquí debatido, no pudo consolidarse, precisamente
por el cambio de trabajador oficial a empleado público,
en la medida que, se reitera, no reunía los requisitos
convencionales, para ese entonces”.
“El Tribunal, a pesar de haber acertado en la exégesis
del laudo arbitral de 4 de mayo de 1984, lo que, según
sus propias palabras, “conduciría a darle razón al
recurrente y, por ende, a revocar la sentencia objeto de
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apelación”, terminó por denegar los pedimentos de la
demanda, por estimar que, en materia laboral, “el
reconocimiento de derechos por interpretación o
aplicación de normas jurídicas, ajenos por completo a la
licitud, como sucedió en el presente caso, no puede dar
lugar a retrotraer la actuación so pretexto de la
equivocación, pues una conducta de esta naturaleza a
más de afectar gravemente la seguridad jurídica,
atributo que debe rodear todos los actos jurídicos,
socavaría la buena fe y la confianza legítima que debe
existir en todos aquellos actos en los cuales la
administración pública es sujeto obligado”.
“ (…) En el fallo ya nombrado de 1º de abril de 2008
Rad. 32.750), esta Sala de la Corte dijo:
““No obstante que la actuación de las partes, como lo
advirtió el juzgador de alzada, está enmarcada dentro
de los principios de la buena fe, nada indica lo contrario,
no por ello puede irrogarle al acto administrativo
cuestionado el carácter de inmodificable, puesto que
sería un contrasentido mantener vigente una situación
so pretexto de aquel postulado. De ahí que el Tribunal
incurrió en los errores jurídicos que le endilga la
censura, en cuanto quiso, en forma equivocada,
proteger unos ‘derechos adquiridos’ que no existían, se
insiste, por cuanto con anterioridad al Decreto
Extraordinario 80 de 1980, el accionado no reunía los
requisitos establecidos en el acuerdo suscrito entre las
partes y, por lo mismo, no había adquirido el derecho a
la pensión convencional”.
“Cumple precisar que si bien el error sobre un punto de
derecho no vicia el consentimiento, ello no significa que
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se deba rodear de validez un acto jurídico, así acuse
ilicitud en su objeto o en su causa.
“Recuérdese que la constitución válida de un acto
jurídico demanda la indispensable comunión de
capacidad legal, de consentimiento libre de vicios, de
objeto lícito y de justa y real causa. Así las cosas, una
obligación contraída sin más sustento que un error de
derecho, resulta absolutamente nula, en tanto que no
se conjuguen las demás exigencias necesarias para su
nacimiento válido. “Al respecto, la Sala de Casación Civil
de la Corte Suprema de Justicia, en sentencia de 29 de
septiembre de 1938, fijó el siguiente criterio: ““Justa
causa y real, objeto lícito, capacidad legal,
consentimiento sin vicio. Estos son los cuatro requisitos
que deben concurrir para que una persona se obligue a
otra en contrato unilateral o para que varias personas
se obliguen recíprocamente en contrato plurilateral. No
puede faltar ni un solo de esos cuatro requisitos. La
causa sin el objeto no alcanzaría a móvil contractual. El
objeto sin la causa sería una cosa mueble o inmueble,
corporal o incorporal, pero sin actividad jurídica
mientras alguien no trata de darla, de hacerla o de no
hacerla. La causa no saldría del fuero interno y
permanecería el objeto en su ser real o como mero
derecho, si un individuo legalmente capaz no los
movilizara en acto. Y la capacidad legal no pasaría de
simple aptitud, aunque hubiera motivos y cosas, si no
mediara el consentimiento libre y limpio de error, fuerza
y dolo.
““Es contrario a la razón pensar que el consentimiento
aislado –sin error, fuerza o dolo que lo vicien- baste
para que una persona se obligue a otra por un acto de
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voluntad, como sería también absurdo imaginar que
puedan surgir convenciones con la capacidad sola, con
la causa sola, o con el objeto solo. Repítese que los
cuatro requisitos han de hacerse compañía. De ahí que
el artículo 1509 del código civil, según el cual no vicia el
consentimiento un error de derecho, sea prescripción
cuyo alcance no llega hasta considerar válido lo que
carece de cualquiera de los otros tres requisitos
indispensables para que surja el contrato. Si éste no
existe por falta de causa o de objeto, o si es nulo por
falta de capacidad, no vivirá ni convalecerá porque haya
consentimiento pleno o porque el error sobre un punto
de derecho no haya viciado el ese consentimiento.
““Si el error sobre un punto de derecho, por no viciar el
consentimiento, diera eficacia a los contratos, bastaría
ignorar la ley, o interpretarla erróneamente, para sanear
actos de incapaces y para reconocer validez a contratos
sin objeto lícito, sin causa, con falsa causa o con causa
inmoral.
““La severa fórmula del jurisconsulto Labeon, juris
ignorantia nonn prodest, si se la entiende en el sentido
de que no mira a la concurrencia de los otros tres
requisitos necesarios para que haya concurso real de
voluntades, es fórmula no recibida en nuestro código.
Consagró éste el principio contrario, más de acuerdo
con la justicia.
““En Colombia es absolutamente nula, y aún
inexistente, la obligación contraída sin más fundamento
que un error de derecho, porque éste no puede
aprovechar al que lo alega para hacer una ganancia, si
no concurren también una capacidad legal, un objeto
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lícito y una causa jurídica distinta del error mismo,
aunque esa causa no sea civil sino apenas natural”.
“En consecuencia, fuerza concluir que cometió el
Tribunal los yerros jurídicos que le imputa la acusación”.

En síntesis, la Resolución Administrativa 13.892

de 5 de mayo de 1997, mediante la cual la demandante

reconoció la pensión de jubilación convencional a la demandada

resulta ilegal, por no haber cumplido su beneficiaria con los

requisitos previstos por el Artículo Décimo Cuarto de la

convención colectiva de trabajo suscrita por la demandante y el

Sindicato de Trabajadores Oficiales de la misma vigente para el

bienio 1976-1977 y aplicable para cuando mutó su calidad de

trabajadora oficial a empleada pública --27 de agosto de 1980--,

pues para ese momento no había cumplido con los 20 años de

servicios allí exigidos ni había arribado a la edad de 45 años de

edad, dado que apenas empezó a laborar para aquélla el 30 de

mayo de 1972 y nació el 19 de febrero de 1952. En consecuencia,

se confirmará la sentencia del juzgado a quo en cuanto declaró la

dicha ilegalidad alegada.


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No se accederá a la devolución de las sumas

periódicas ya pagadas a la demandada, por obrar en su favor la

presunción de buena fe y no aparecer en el plenario prueba que

la desvirtúe, al tenor de lo previsto en el artículo 136-2 del Código

Contencioso Administrativo.

Además, es del caso decir que las defensas

procesales de la demandada caen al vacío, por ser refulgente

que ni el mentado laudo arbitral de 4 de agosto de 1984 le dio a

su situación particular los alcances de cosa juzgada por no tener,

contrario a lo que concluido por el Tribunal, un derecho

consolidado; ni la buena fe alegada, que siempre se presume, y

que a lo sumo, como lo señala el artículo 136-2 en cita y atrás se

recordó, puede dar lugar a la no recuperación de las sumas ya

pagadas, impide controvertir los actos administrativos mediante

los cuales la UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA le reconoció y

reajustó la pensión de jubilación prevista en la convención

colectiva de trabajo 1976-1977.

Por otra parte, tampoco hay lugar a la

prosperidad de la excepción de prescripción de la acción que


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planteara, por cuanto tal fenómeno no tiene cabida en asuntos

como el aquí se trata, tal y como lo explicara la Corte en la citada

sentencia de 7 de mayo de 2008 (Radicación 30.698), en los

siguientes términos:

“Una observación es necesaria: la atribución de


competencia a la jurisdicción ordinaria, en sus
especialidades laboral y de la seguridad social, por parte
del Consejo Superior de la Judicatura, Sala Jurisdiccional
Disciplinaria, al definir el conflicto de jurisdicción
suscitado, no repercute en la relación jurídica sustancial
debatida ni en las normas de derecho sustancial
llamadas a gobernarla.
“De tal manera que el nacimiento, ejercicio y extinción
del derecho sustancial controvertido en el proceso
laboral y de la seguridad social se regulan por las
disposiciones sustanciales aplicables. En el presente
caso, serán las normas que disciplinan las relaciones
jurídicas entre el Estado y los empleados públicos.
“Es bueno destacar que la asignación de competencia
que hizo el organismo autorizado constitucional y
legalmente para dirimir las colisiones de jurisdicción,
toca con los trámites procesales y con el juez encargado
de conocer y solucionar una controversia determinada,
pero carece de virtud para afectar tanto la relación
jurídica de carácter sustancial como las preceptivas de
ese mismo linaje que la disciplinen.
“En ese sentido, como con acierto lo afirma la
universidad impugnante, la administración pública goza
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de la atribución legal de estimular la jurisdicción estatal,
en procura de conseguir la anulación de un acto suyo,
que resulta lesivo de los intereses públicos, en cuanto
no pueda ejercer sobre él sus facultades de autotutela,
concretamente a través del mecanismo de la revocatoria
directa.
“Tiene, pues, a su alcance la llamada acción de
lesividad, a cuyo amparo puede demandar su propio
acto particular, en la hipótesis de imposibilidad jurídica
de aplicarle la revocación directa por no reunirse las
exigencias del artículo 73 del Código Contencioso
Administrativo, especialmente el beneplácito del
favorecido con el acto creador de una situación
particular y concreta.
“Precisamente, sobre la naturaleza jurídica de la acción
de lesividad, el Consejo de Estado, Sección Tercera, en
sentencia de 18 de abril de 1996 (Exp. 9899), expuso:
““El uso de la acción regulada por el inciso 2º del
artículo 136 (o recurso jurisdiccional de lesividad),
supone que el acto sea declarativo de derechos y de
contenido particular, porque si fuera de carácter
general, la administración (es decir, la entidad específica
que dictó la providencia) posee la atribución de la
derogatoria de sus propios actos abstractos, para cuyo
ejercicio no necesita habilitación judicial alguna, o la
acción de nulidad si se trata de un acto de otra persona
jurídica de derecho público. Además, se requiere que la
providencia resulta lesiva de los intereses públicos
(económicos o de otra naturaleza) y contradiga el orden
jurídico, porque la primera pretensión es la declaratoria
de nulidad respaldada en el desconocimiento anotado.
No se pueden alegar por la administración, para lograr
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la anulación, motivos de conveniencia según las
orientaciones de práctica política de los gobiernos
porque el problema se ubica en el campo puramente
jurídico. Si el acto se ajusta al orden vigente estará
destinado a permanecer incólume aunque la entidad
pública alegue y pruebe una lesión objetiva. Ese daño
no será ilegal porque la normativa superior respalda la
validez de la decisión administrativa atacada con estos
mecanismos. Igual cosa ocurre con los particulares, por
ejemplo, reciban una sanción por el Estado. Si su
aplicación se apoya plenamente en el orden jurídico, la
afectación o disminución del derecho es legal y debe ser
ejecutado. Claro está, que en nuestro sistema, no es
necesaria la previa declaración administrativa de la
lesividad como presupuesto para intentar este tipo de
acción, como ocurre, por ejemplo, en España. La ley
exige, sin embargo, que el daño irrogado por el acto
demandado se exprese en el mismo libelo con el cual se
ejerce la acción.
““La ley ha limitado, pues, la propia facultad del Estado
de atacar sus actos ante la jurisdicción administrativa y
ha ubicado esta atribución en el ejercicio de la acción de
restablecimiento del derecho”.
“El numeral 2º del artículo 136 del Código Contencioso
Administrativo (en la redacción del 44 de la Ley 446 de
1998) otorga a la administración la facultad de
demandar, en cualquier tiempo, los actos
administrativos en cuya virtud se reconocen
prestaciones periódicas, sin que pueda recuperar las
pagadas a particulares de buena fe.
“A no dudarlo, esta previsión legal de no someter a
término de caducidad la atribución de la administración
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de ocurrir a los estrados judiciales, en demanda de la
anulación de un acto suyo que reconoció el derecho a
prestaciones periódicas, encuentra su razón de ser en la
defensa de intereses superiores de la comunidad, que
no tolera la ilicitud como generadora de derechos.
“En verdad, un derecho subjetivo merecerá protección
en la medida en que su adquisición se haya obtenido al
abrigo de la Constitución y la ley. Para decirlo de otra
manera: sólo los derechos ganados lícitamente tiene
aptitud para atraer el respeto y la tutela del Estado.
“Quedan a salvo los casos en que el propio legislador
permita que se convaliden situaciones signadas por la
ilicitud, para salvaguardar intereses superiores de la
comunidad, como ocurre con la nulidad absoluta de los
actos jurídicos, que es susceptible de saneamiento por
prescripción extraordinaria (Art. 1742 del Código Civil,
subrogado por el artículo 2º de la Ley 50 de 1936).
“Por lo tanto, el derecho a una prestación periódica
conseguido con violación del ordenamiento jurídico o en
cuyo origen se evidencie algún ingrediente de ilicitud,
jamás será digno de aplauso ni podrá reclamar acato y
protección.
“El simple transcurso del tiempo no sirve de medio
válido para dejar indemne una prestación económica,
de tracto sucesivo, obtenida en contrariedad con el
ordenamiento jurídico y con afectación del patrimonio
público, que es de todos.
“Este preciso tema de la atribución legal de la
administración de acusar, en cualquier tiempo, un acto
suyo mediante el cual reconoció una prestación
periódica, mereció la atención de esta Sala de la Corte.
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De ello es testimonio la sentencia de 25 de octubre de
2005 (Rad. 26279), en la que apuntó:
““Previamente anota la Sala, que en atención a que se
trata de un empleado público, la jurisdicción ordinaria
no sería la competente para conocer del presente
proceso; pero como el conflicto de competencias ya fue
decidido por el organismo respectivo, se procede a su
estudio.
““La anterior constatación plantea el primer asunto a
resolver, relativo a la normatividad aplicable para definir
el plazo de la Administración para acudir a la justicia, en
busca del ajuste de una pensión que estima fue
otorgada en un monto que no corresponde al señalado
en la ley: si la prevista en el código contencioso
administrativo en relación con la caducidad de las
acciones en esa especialidad, o la del Estatuto Laboral,
si se entendiera que al haber sido resuelto el conflicto
de competencias en favor de la jurisdicción ordinaria,
deban aplicarse las reglas que gobiernan esta materia.
““Sin embargo, para la Corte ese problema jurídico no
se presenta sino en apariencia, pues el traslado de
competencias hecho por el juez del conflicto, no puede
significar un cambio de las reglas procesales en materia
de caducidad o de prescripción de las acciones; las
relaciones del Estado con sus servidores públicos
atinentes a los términos para el reconocimiento,
reclamación o revocación de derechos, no tiene porqué
sufrir modificaciones por el cambio de competencias
dispuesto por el Consejo Superior de la Judicatura.
““En ese orden de ideas, en el sub lite, en lo atinente a
la caducidad de la acción se debe acudir a las reglas
establecidas en el Código Contencioso Administrativo,
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Expediente 35286

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de conformidad con las cuales, una entidad de
naturaleza pública puede en cualquier tiempo demandar
la decisión por la cual la Administración otorgó una
pensión de jubilación de manera contraria la ley.
““En efecto, el artículo 136 del Código de esa
especialidad, modificado por la Ley 446 de 1998, prevé
en relación con la caducidad de las acciones en el
numeral 2° que “La de restablecimiento del derecho
caducará al cabo de cuatro (4) meses contados a partir
del día siguiente al de la publicación, notificación,
comunicación o ejecución del acto, según el caso. Sin
embargo, los actos que reconozcan prestaciones
periódicas podrán demandarse en cualquier tiempo por
la Administración o por los interesados, pero no habrá
lugar a recuperar las prestaciones pagadas a
particulares de buena fe”. Subrayas de la Corte.
““El Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Segunda, precisó en sentencia
de 6 de mayo de 2004, expediente 1033-02: “...debe
tenerse en cuenta que el reconocimiento de las
prestaciones periódicas puede demandarse en cualquier
tiempo por la Administración o por los interesados, pero
no habrá lugar a recuperar las prestaciones pagadas a
particulares de buena fe. (Art. 136 numeral 2)”.
““La Corte Constitucional en sentencia C-1049 de 2004,
al pronunciarse sobre la exequibilidad de la expresión
“en cualquier tiempo por la administración” contenida
en el artículo 136 del Código Contencioso
Administrativo, hizo las siguientes reflexiones sobre la
intemporalidad para que la Administración demande sus
propios actos cuando reconozcan prestaciones
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Expediente 35286

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periódicas sin sujeción a la ley, las cuales se estima
oportuno transcribir:
““Cabe recordar, que si bien la regla general es el
establecimiento de términos de caducidad para ejercer
las correspondientes acciones judiciales, por motivos de
seguridad jurídica, pues como lo ha considerado esta
Corporación [Para nadie es desconocido que la sociedad
entera tiene interés en que los procesos y controversias
se cierren definitivamente, y que entendiendo ese
propósito, se adoptan instituciones y mecanismos que
pongan término a la posibilidad de realizar intemporal o
indefinidamente actuaciones ante la administración de
justicia, para que las partes actúen dentro de ciertos
plazos y condiciones, desde luego, con observancia
plena de las garantías constitucionales que aseguren
amplias y plenas oportunidades de defensa y de
contradicción del derecho en litigio, nada obsta para
que en el ordenamiento jurídico, cuando quiera que se
trate de defender intereses superiores de la comunidad,
prevea el legislador que, en determinados casos, existan
acciones cuyo ejercicio no se encuentra sometido a un
término de caducidad.
““...
““...la medida contemplada en el hoy numeral segundo
del artículo 136 del Código Contencioso Administrativo,
al disponer que la administración podrá demandar en
cualquier tiempo los actos que reconozcan prestaciones
periódicas, es razonable y justificada, por cuanto el
ordenamiento jurídico no puede amparar derechos
adquiridos en contra de la Constitución y de la ley.
Sobre el particular, la Corte se ha pronunciado en varios
fallos, siguiendo una clara línea jurisprudencial. Así, en
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sentencia T- 336 de 1997, M.P. José Gregorio
Hernández Galindo, el juez constitucional tajantemente
afirmó que ‘...la circunstancia expuesta indica que el
alegado derecho subjetivo, en cuanto tiene por sustento
la violación de la ley, no merece protección. El orden
jurídico no se la brinda, pues nunca lo ilícito genera
derechos’...
““...
““En el presente caso, la disposición acusada le otorga a
la administración, la facultad de demandar ‘en cualquier
tiempo’ los actos administrativos mediante los cuales se
reconozcan prestaciones periódicas, precisando que ‘no
habrá lugar a recuperar las prestaciones pagadas a
particulares de buena fe’. Quiere ello decir, que la
norma acusada, en cuanto le concede a la
administración tal facultad, no vulnera los principios de
buena fe, confianza legítima y seguridad jurídica, tal y
como han sido entendidos por la Corte en múltiples
fallos, por cuanto el legislador no está partiendo de la
mala fe de los administrados, ni tampoco esta
defraudando expectativas legítimas que a los mismos se
les hubiesen creado. Se trata, simplemente de que
ningún ciudadano puede esperar que, con el paso del
tiempo, se regularice o se torne intocable una
prestación económica que le ha sido otorgada en contra
del ordenamiento jurídico y en deterioro del erario
público. Ello indica entonces, que si bien el legislador
debe actuar sin menoscabar los derechos legítimamente
adquiridos, no está imposibilitado para permitir a la
administración, de manera excepcional, demandar en
cualquier tiempo su propio acto, cuando encuentre que
éste se ha proferido contrariando el ordenamiento
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jurídico, ello con el fin de defender intereses superiores
de la comunidad”.
“Se tiene, entonces, que ni la buena fe, ni la confianza
legítima ni la seguridad jurídica devienen malogradas
con la facultad de la administración de demandar la
anulación de actos suyos reconocedores de prestaciones
periódicas, en tanto que la norma no descansa sobre la
mala fe ni desconoce expectativas legítimas de los
administrados. El legislador simplemente persigue que
no se perpetúe el derecho a prestaciones económicas
ganado con quebranto del ordenamiento jurídico y en
detrimento del Erario”.

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de

Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia en

nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley,

CASA la sentencia proferida por el Tribunal Superior del Distrito

Judicial de Medellín el 19 de octubre de 2007, y, en sede de

instancia, CONFIRMA la sentencia dictada el 2 de agosto de

2006 por el Juzgado Quinto Laboral del Circuito de Medellín, en

el proceso ordinario laboral que promovió la UNIVERSIDAD DE

ANTIOQUIA contra NORA ROSA GOMEZ PEREZ.

Sin costas en el recurso extraordinario ni en la

segunda instancia.
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Corte Suprema de Justicia

Cópiese, notifíquese, y devuélvase el

expediente al Tribunal de origen

ISAURA VARGAS DIAZ

ELSY DEL PILAR CUELLO CALDERON GUSTAVO JOSE GNECCO MENDOZA

EDUARDO LOPEZ VILLEGAS LUIS JAVIER OSORIO LOPEZ

FRANCISCO JAVIER RICAURTE GOMEZ CAMILO TARQUINO GALLEGO

MARIA ISMENIA GARCIA MENDOZA


Secretaria

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