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' Benito Pérez Galdós, «Soñemos, alma, soñemos», Alma española, Madrid, n.° 1, nov. 1903.
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GALDÓS, LOS ESCRITORES Y EL 98 345
No puede servir de base de unión de unos y otros el dogma religioso, que unos
sienten y otros no, ni el doctrinarismo republicano o socialista, ni siquiera el ideal
democrático, (...) ese mejoramiento sólo lo puede dar la ciencia, única base inde-
rruíble de la humanidad. (...) hasta producir un movimiento de opinión que pueda
influir en los gobiernos y despierte las iniciativas particulares para aquellas solu-
ciones en que por fortuna se pueda prescindir del Estado.2
La revista «Juventud», fundada por Baroja y Azorín, que vivió muy poco
tiempo (l-X-1901 / 27-111-1902) fue la tribuna pública de «Los Tres», en la que
dieron a conocer su pensamiento ellos y otros jóvenes escritores que se sumaron
a la corriente de protesta regeneracionista, base del espíritu del 98.
Ramiro de Maeztu se apartó pronto de los ideales literarios y de medias tin-
tas de sus amigos y rechazó su inclusión en el grupo por ser un «concepto im-
preciso y falso». Olvidó al ambiente noventayochista porque pensaba que «aque-
llo durante varios años fue una tragicomedia de despropósitos, donde sentíamos
el espíritu del tiempo, pero no el de la tradición, por ignorarlo».3
Pío Baroja, en un buen número de páginas de sus Memorias,4 explica y razo-
na que la tal generación del 98 no existió.
Yo siempre he afirmado que no creía que existiera una generación del 98. El
invento fue de Azorín, y aunque no me parece de mucha exactitud, no cabe duda
que tuvo un gran éxito (...). Una generación que no tiene puntos de vista comu-
nes, ni aspiraciones iguales, ni solidaridad espiritual, ni siquiera el nexo de la
edad, no es una generación. La fecha tampoco es muy auténtica (...). Yo, que apa-
rezco en el elenco, no había publicado por esa época más que algunos articulitos
en periódicos de provincias (...). Tampoco se sabe a punto fijo quiénes formaban
parte de esa generación (...). En esta generación fantasma de 1898, formada por
escritores que comenzaron a destacarse a principios del siglo XX, yo no advierto
la menor unidad de ideas (...) Se ha dicho que la generación seguía la tendencia
de Ganivet. Yo, entre los escritores que conocí, no había nadie que hubiese leído
a Ganivet. Yo, tampoco. Ganivet, en ese tiempo, era desconocido (...). ¿Había al-
go en común de la generación del 98? Yo creo que nada (...). El 98 no tenia ideas,
porque éstas eran tan contradictorias, que no podían formar un sistema ni un
cuerpo de doctrina (...). El año 1898 no existía entre nosotros nada que tuviera ca-
rácter de grupo (...). Yo he intentado, si no definir, caracterizar lo que era esta ge-
neración nuestra, que se llamó de 1898, y que yo creo que podría denominarse,
por la fecha de nacimiento de la mayoría de los que la formaban, de 1870, y por
su época de iniciación en la literatura ante el público, de 1900. Fue una genera-
ción excesivamente libresca. No supo, ni pudo vivir con cierta amplitud, porque
era difícil en el ambiente mezquino en el que se encontraba. En general, sus indi-
viduos pertenecían en casi totalidad, a la pequeña burguesía, con pocos medios de
fortuna.
2
Luis S. Granjel, La generación literaria del 98, Salamanca: Anaya, 1966, págs. 208-11.
3
Juan Manuel Rozas López, Historia de la Literatura II, Madrid: UNED-MEC, 1982, pág. 418.
4
Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, Memorias, ts. I-III, Madrid: Caro Raggio, 1982,
págs. 157-70 y 7.
346 P. PASCUAL MARTÍNEZ
5
Miguel Unamuno, «Nuestra egolatría de los del 98», El Imparcial, Madrid, 31-1-1916.
6
Manuel Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española (1885-1936), Madrid: Tecnos, 1984,
págs., 103-04.
7
Azorín, Clásicos y modernos, Buenos Aires: Losada, 1971.
GALDOS, LOS ESCRITORES Y EL 98 347
10
Ramón Pérez de Ayala, Divagaciones literarias, Madrid, 1958.
1
' Azorín, ap. cit.
Hans Jeschke, La generación de 1898, 1934 (trd. del alemán).
Pedro Laín Entralgo, La generación del 98, Madrid: Espasa Calpe. 1947.
350 P. PASCUAL MARTÍNEZ
14
Varios, Historia de la Literatura Española, Barcelona: Orbis, 1982, vol. IV, págs. 89-152.
15
J. Manuel Rozas López, dtor., Historia de la Literatura 11, Madrid: UNED-MEC, 1982, pág. 418.
16
Donald Shaw, La generación del 98, trad. C. Hierro, Madrid: Cátedra, 1985.
17
José Carlos Mainer y Francisco Rico, Historia y crítica de la Literatura Española, t. VI, Moder-
nismo y 98, Barcelona: Crítica-Grijalbo, 1984.
18
José García López, Historia de la Literatura Española, Barcelona: Vicens Vives, 1985,.págs.
591-600.
19
Varios, Introducción a ¡a literartura española a través de los textos, Madrid: Istmo, Col. Fun-
damentos, 1984, vol. III.
20
Julián Marías, Generaciones y constelaciones, Madrid: Alianza Universidad, 1989, págs. 253-57.
21
José Luis Bernal Muñoz, ¿Invento o realidad? La generación española de 1898, Valencia: Pre-
textos, 1996, pág. 93.
GALDÓS, LOS ESCRITORES Y EL 98 351
" Pedro Pascual, Escritores y editores en la Restauración canovista (1875-1923), Madrid: Eds. de
la Torre, 1994, 2 vols.
23
Andrés Trapiello, Los nietos del Cid, Barcelona: Planeta, 1997.
352 P. PASCUAL MARTÍNEZ
Aparicio, Eugenio Noel, Parmeno, Carmen de Burgos, Luis Bello, y otros más
cuyos nombres apenas merecen un par de lineas en las historias de la literatura
española. A. Trapiello ofrece como clave de aquel momento literario y para dar
de lado a las polémicas hablar de la «generación del novecientos», porque en
ella cabrían naturalistas, realistas, modernistas y los del comienzo de siglo.
El compromiso político del intelectual en la España del último tercio del si-
glo XIX y primero del XX tuvo en los escritores su expresión más reveladora
con la crítica a una situación que se arrastraba desde hacía años. Era la España
de cartón piedra, del caciquismo, la corrupción generalizada y los amaños elec-
torales. En las obras del naturalismo y del realismo de los autores que se afian-
zaron tras la revolución de 1868 se ve esa critica, en la que bebieron los que
después fueron llamados del 98.
En el análisis comparativo que he hecho entre autores anteriores y posterio-
res del 98 se puede apreciar cómo una literatura bien hecha y comprometida con
la situación social y política no nace de forma espontánea debido a una derrota
militar y a la desaparición del imperio ultramarino. Todo fue fruto de circuns-
tancias muchísimo más complejas, que eran las dadas por la propia situación de
España, que no cambió con la muerte de Cánovas del Castillo y la derrota mili-
tar en Filipinas y Cuba, sino que siguió con los mismos modos políticos anterio-
res, con las mismas familias políticas repartiéndose el poder en el gobierno y los
escaños en parlamento, con la corrupción generalizada en la vida económica.
Esa frase tan repetida de que el tiempo pone a cada uno en su sitio, a veces
es rotundamente falsa. Se ha gastado mucha tinta y mucho esfuerzo inútil en ha-
blar de los del núcleo del 98, sin fijarse en qué páginas, de éstos o de otros, es-
taba el espiritu del 98. En una gran parte de la obra de Azorín, que escribía en su
poltrona oficial ocupando cargos políticos o parlamentarios desde 1910, lo que
le impedía ejercer una crítica al poder, desde luego que no.