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“El enseña que la religión es verdadera, y se lo ha visto ofrecer sacrificios a los dioses.
Enseña que se debe obedecer a la Ciudad, y es el primero en obedecerla hasta el fin
(...) [pero] la religión es, pues, verdadera, pero de una verdad que ella misma no sabe,
verdadera como Sócrates la piensa y no como ella se piensa. E igualmente, cuando
justifica la Ciudad, es por razones suyas y no por razones de Estado”1.
Sócrates no acepta la religión ni las leyes de la ciudad por mera tradición o imposición,
sino que piensa por qué hay buenas razones para aceptarlas. Piensa por sí mismo y
en ese pensamiento se involucra activamente con la ciudad porque Sócrates cree que
la filosofía:
1
Merleau-Ponty, Maurice. Elogio de la filosofía, Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 2006, pág. 25.
“no es como un ídolo cuyo guardián sea él, y al que debería poner en lugar seguro
sino que está en su relación viviente con Atenas, en su presencia ausente, en su
obediencia sin respeto”2.
Pero entre la obediencia simple y llana que se espera de él y la obediencia sin respeto
a través de la filosofía que realiza efectivamente, hay un abismo que las separa:
2
Merleau-Ponty, Maurice. Elogio de la filosofía, Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 2006, pág. 26.
3
Merleau-Ponty, Maurice. Elogio de la filosofía, Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 2006, pág. 26-7.
4
Merleau-Ponty, Maurice. Elogio de la filosofía, Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 2006, pág. 28-9.
caen en el rango de justificaciones y de pretextos, son reliquias, puntos de honor, y lo
que pomposamente se llama el movimiento de las ideas, se reduce a la suma de
nuestras nostalgias, de nuestros rencores, de nuestras timideces, de nuestras fobias.
En este mundo en el que la denegación y las pasiones taciturnas tienen el valor de
certidumbres, no se intenta sobre todo ver, y la filosofía, porque exige ver, pasa por
impiedad”5.
De esta manera la filosofía se convierte en el arte de hacer ver lo que no se ve, y que,
sin embargo, es visible y casi imposible de no ver; que se vuelve necesariamente visto
apenas ha sido mostrado en lo visible a través de las palabras, siendo este arte la
parte más bella de la inteligencia. Siendo este arte el filosofar.
-Bibliografía
5
Merleau-Ponty, Maurice. Elogio de la filosofía, Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 2006, pág. 29.