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Plaquette pequod

Oscar Petrel falta uno de Chico Malilla Mis sugerencias: “Chico Malilla se conoce
a sí mismo”; “Chico Malilla sospecha de sí mismo”; “Chico Malilla envía un
mensaje de texto que fue interceptado”.

Eran otros tiempos

Eran otros tiempos


decía mi abuelo,
en un invierno mío
hay mil pulgadas de bosque derribado
cobrados al patrón
para comprar en la pulpería.

Eran otros tiempos,


me decía,
sacos de papas de 80 kilos
chicha y partidos de fútbol
con los indios de Temuco.

Me casé con tu abuela a los diecinueve,


ella tenía dieciséis,
tuvimos cinco hijos.

Eran otros tiempos,


El patrón violaba a la hija de mi hermano.
¡Cuánto dolor mi chico!
me decía,
y sus ojos de alerce
crecían como la nostalgia.

Así me hablaba mi abuelo


mientras comíamos sandías con harina tostada.
En la cocina, mi abuela tejía un hilo largo de silencio.
En una postal de la obra Amor reverso

Un día me enredé en tus pantys como una reineta delirante. Y cada vez que tú
cantabas me arrancabas de la noche y me dejabas sobre el amor como sin aire.
Chico Malilla conversa con el narrador sobre la problemática del seudónimo

Niño Malilla escribe su verdadero nombre con su lápiz carbón.


Niño Malilla borra su nombre,
mal escrito en su cuaderno de caligrafía,
con las migas blancas de una mitad de pan.

Niño Malilla toma once con su abuela,


una taza de leche con un poco de café,
margarina y dulce de frambuesa
sobre la otra mitad de su goma de borrar.

¿Por qué recuerdas eso Chico Malilla?

“Porque aprendí a borrar mi nombre


de una manera
mucho más cierta que tú”.
Alonso Tapia:

Un lustro

Esta es toda la fuerza


El olor a podrido de algo
Te avisa su existencia.
Para avanzar es mejor cerrar los ojos,
El hedor te salvará.
Ni estos animales pueden rehuir la muerte,
Menos tú con los ojos cerrados
Rasgando el alma de los cimientos,
Buscando la cuña de la moneda en la tierra cocida.

Pero el hedor es una pista,


Al menos, cuando quieras, cuando tengas las bolas,
Podrás abrir los ojos; te convences a ti mismo
y sonríes, porque así; ciego, alguien pudo leer tus pensamientos
y la vida de tu madre. Y dijo: ten nostalgia del futuro.
pero tu quieres ver toda tu mano abierta, los nudillos,
por la oscuridad extendida, atravesándola.
Quieres abrir en canal tu vida y la de ella.
Traza la aventura, te dices a ti mismo,
Cava, vuelves a escuchar, siempre, todo el tiempo,
Estuvo aquí enterrada.
Ollas de cobre

Al final de un relámpago
Algo puede estar quemándose,
O desapareciendo en el fondo del valle
O nada ha ocurrido.
Es solo lluvia en invierno,
El frío que crea sus espejismos.
Los días tejen la idea que nos hacemos de las cosas,
Gastan los pedernales, las sedas, los limones,
instrumentos de toda naturaleza.
Cabellos blancos que crecen en los cadáveres de los seres amados.
Imágenes que la ventana nos regala para que la procuremos
Somos el catastro de esas insignificancias:
Cuando se derrama la taza hirviendo sobre el niño,
Cuando el perro huye de casa,
Cuando cortas árboles que la tormenta botó,
Cuando ves caballos en el abrevadero y es de noche,
Cuando el semen toca su piel,
Y alguien te dice en silencio un secreto.
La sal

La temporada baja es cruel con los corazones


Mina la esperanza de los obreros
Curte el dolor de sus esposas
Que esperan en la mesa el pan.
El fruto del sudor es una única sed
Que todos comparten.

No hay más cosechas por verdor.


Ni pieles por curtir.
La agilidad de los hombres es un talento innato
Una moneda sin mercado posible en la escasez.
Un bulto que estorba la pobre madera del comedor.

La espera del estío es ruin


Arruina los vestidos de las quinceañeras
Y la virginidad de los morenos y los pecosos,
Esperando el gran negocio que habrá de alimentarnos
Nos gastamos como la sal.
La lluvia espera

Tu mano es la deuda,
sé que no puedes hacer concesiones,
ni para mí,
tu sangre encarnada,
estamos al pie de la carretera,
y llueve, parece simple:
una escena de Robert Frank,
no del evangelio.
He cubierto todo trazo hacia la verdad,
limpie las huellas hasta aquí
expuestas.
Puedes acometer,
todo avance hacia la verdad es una pérdida de tiempo.
Las cosas simples son las más crueles,
en ellas se alojan las cosas que caen
y como si nada ocurriese
se quiebran,
como ahora las gotas de lluvia.
Felipe Fuentealba.

Ella persiste en las cosas

Ella no te aguarda por las noches


Te lo dicen las cosas desarmadas
Las frazadas te pesan y las puertas
No se cierran o se cierran de repente.
Es el viento el que sopla y vuela hojas
De los libros tirados en la cama
O es el tiempo que pasa por los muebles
Y los gasta sin moverlos, sin usarlos
Como si ella volviera silenciosa
Y mirara tu cara cuando duermes
Mientras sueñas que sueñas con sus gestos
Con sus cosas huyendo de los bolsos
Pero no, no es así, nadie te aguarda
De noche, cuando vuelves y quisieras
Convertirte en la ropa en el pasillo
Para que alguien pudiera recogerte.
El placer por las cosas que se acaban

El placer por las cosas que se acaban


Y los días que enumeras de esa forma
Como fósforos que se agotan en su caja
O el azúcar vaciándose en el frasco.
El placer por las cosas que terminan
Justifica el desgaste de tu tiempo
Algo haces, la despensa se vacía
Y mañana podrás reabastecerla.
Esas cosas de tu casa que se acaban
(El polvo en el que muere la limpieza)
Se consuela en el aceite que utilizas
Y tu vida se confunde con las cosas
Y las usas esperando que retornen
Colocando el café sobre la mesa
O diluyendo el azúcar en el agua
Existes: la despensa está vacía
Y mañana podrás reconstruirla
Y es tu vida, de algún modo, la que pierdes
Con las cosas de tu casa que se agotan
Pero pierdes con placer, con la esperanza
De empezar otra vez en el futuro
La ilusión ante las que cosas que terminan
Te protege de las noches con insomnio
Y mañana las repones en sus cajas
Regresando a tu plácida rutina
Que te ata a todo aquello que se agota
Y te acerca a las cosas que comienzan.
La película de mi vida

Nunca he disparado un arma


Y sólo me he acostado con mujeres.
La película de mi vida fracasará en términos comerciales.
En términos artísticos,
Ni hablar.
Los escasos espectadores,
Asistirán a la proyección de un puñado de escenas
Un muchacho perdido que se detiene ante la forma de un velador.
Un hombre extraviado que busca el mar en medio del mar.
O la vista de mi abuela durmiéndose sobre su silla
En mitad de la teleserie
Mientras el nieto, a su lado, la contempla
Y siente de pronto que nada malo podrá ocurrirles.
En esta edad en que las cosas perdidas
Comienzan a ser más que las cosas que se esperan
Donde la noche no es sino el lugar
En el que te miras al espejo
Y los nombres de aquellos que amas
Se parecen demasiado a los nombres de tus libros
En esta edad en que los días que te ocurren
No son más que un solo día interminable
Y que las puertas que se abren son iguales
A las puertas que se cierran
Y que todo lo que haces,
Lo haces sin querer
Y para siempre.

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