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¿Qué es un animal?
En este ensayo abordo la pregunta por el animal como foco articulador de la obra de
Derrida y Agamben para ir en busca de las relaciones de semejanza y diferencia presentes
en la respuesta y solución que dan a dicha cuestión. Con respecto a la presente cuestión, se
trata de una pregunta predominante en la filosofía contemporánea continental, sobre la
cual quisiera resaltar algunas cuestiones preliminares que ganarán relevancia en los
desarrollos posteriores. Y tal vez sea éste el único modo de proceder, dado que lo que acá
se divisa es una crítica radical a la modernidad, que se dirige también a la secuencialidad
del tiempo y pensamiento ilustrado.
La pregunta por el animal es una pregunta marginal(y tal vez por ello más urgente
que muchas otras preguntas que han sido favorecidas en el decurso histórico de occidente,
dado que evidentemente la marginación ocupa un lugar ético-político-social-económico
central en nuestro tiempo) que tiene que esperar hasta mediados del s. XX para aparecer
en su formulación presente. Bien se podría sostener que siempre ha existido en menor o
mayor medida la preocupación acerca del animal. Bien en la antigüedad, en la edad media
y en la modernidad el animal ha sido mencionado, discutido, administrado y sobretodo, en
todas estas formas de evocarlo, escrito(es decir trazado, dibujado entre sus límites) en los
márgenes de la historia de la literatura. Si bien la cuestión del animal ha surgido de un
modo distinto en estos últimos 60 años, esto de debe a la sospecha de su carácter
marginal, es decir de haber permanecido incuestionada, frente a la inmediata relación de
determinación y exclusión que guarda con respecto a lo humano. Frente a la devastadora
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experiencia del hombre del s. XX (que incluye dos guerras mundiales, el colapso de Wall
Street y la depresión americana, el surgimiento del nazismo, el fascismo, los totalitarismos
comunistas y una bomba atómica) se inicia el ocaso de la era baconiana, y con él el
cuestionamiento de términos como ilustración y humanismo. Es en esta actitud de
sospecha donde se formula la pregunta por el animal, bajo la forma de las llamadas
filosofías de la diferencia (compuesta sobretodo por la crítica francesa de Derrida,
Levinas,, Foucault, Deleuze y sus nuevas generaciones ya no francesas con autores como
Zizek, Sloterdijk y Agamben).
Así pues debemos dirigir la atención hacia el carácter principal de la pregunta por
el animal. Se trata de una pregunta hacia lo radicalmente otro, sea lo que sea que esto
quiera decir1. Este es el motivo por el cual la pregunta por el animal ha tenido que esperar
al siglo XX, y no por tratarse del punto culminante de un proceso de desarrollo sino por la
destrucción del proyecto ilustrado y el advenimiento de las escuelas filosóficas de la
diferencia.
1 Distintos autores han abordado la cuestión del otro radical desde distintas perspectivas,
por ejemplo Derrida ve en el otro absoluto la imposibilidad de la comunión y la
comprensión, y por ello precisamente la imagen del animal gana protagonismo; mientras
que Levinas encuentra al otro absoluto en el otro no presente, siempre hombre, y cuya
interpelación no me permite hacerme cargo del otro presente, siempre hombre. Esta
pequeña referencia podría dar pie a una investigación acerca del deseo en ambos autores,
encontrando en Levinas el deseo del descentramiento que se trunca gracias al otro y en
Derrida un deseo de la identidad que se destruye frente al otro. Una metafísica del amor
contra una metafísica del deseo.
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La pregunta filosófica es siempre una pregunta escurridiza, es tal vez por ello que
pocos autores han decidido abordarla como tema de reflexión. En el parágrafo 2 de Ser y
Tiempo titulado “La estructura formal de la pregunta por el ser” Heidegger plantea un
análisis bastante sugerente sobre el preguntar. En este, Heidegger divide la pregunta en
tres elementos: el quién pregunta, el a quién pregunta y el por qué pregunta. Un asunto
interesante de someter a cuestión sería el porqué Heidegger no se pregunta por el para
qué del preguntar, esta pregunta tal vez podría encontrar su explicación en la radicalidad
del proyecto metafísico que Heidegger encuentra esencialmente afín al hombre y que se
despliega en la tradición filosófica como la pregunta por el sentido del ser, o del acceso al
claro [lichtung]. Aclaro este último punto bajo la sospecha de que es precisamente el rodeo
del elemento “para qué” la puerta de entrada para la cuestión de la animalidad y de toda
discusión contemporánea que aluda a la reformulación de las cuestiones tradicionales a la
luz del rasgo biológico del hombre, como la biopolítica, el biopoder, la antropogénesis, etc.
Humanismo y antihumanismo
Humanitas es el término latino que designa la esencia de lo humano. Ahora bien, si algo
caracteriza al humanismo no es precisamente el haber determinado claramente la
cuestión de la humanitas. Como señala Heidegger en su Carta sobre el Humanismo lo
característico de tomo humanismo consiste en sortear la pregunta por la humanitas. De
ese modo todo humanismo ha retrasado la pregunta por lo humano (se ha asumido una
respuesta impensada), sin embargo ¿qué constituye un discurso propiamente humanista
sino la contraposición entre humanitas y animalitas, así como la indagación de los
términos? Heidegger sostiene que la tradición filosófica ha obviado la cuestión de la
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humanitas y en su lugar ha trazado una línea impensada entre humanitas y animalitas. Se
trata acá del problema de la negatividad, es decir de la definición negativa entre humanitas
y animalitas, es decir de la asunción de su contraposición como enunciado metafísico, el
cual imposibilita a su vez pensar la relación o continuidad entre hombre y animal2 sin
arrojar resultado paradójicos o contradictorios.
En ese sentido todo humanismo y toda definición del hombre se encuentran sobre
una postura paradójica. Precisamente en el discurso del humanismo gana relevancia la
sospecha a la que llamamos con respecto al carácter animal/trascendental del hombre.
Puesto que el humanismo encuentra relevancia en la pregunta acerca de qué hacer con el
hombre. Nietzsche ha retratado esta sospecha bajo la figura de una crítica de la virtud de
los siervos que equivale a la domesticación de los hombres3. En otras palabras, no sólo se
trata de la pregunta acerca de quién debe ser llamado humano, sino una pregunta acerca
de lo humano como posibilidad, es decir qué debe hacer el hombre para ser humano. Se
trata así de la labor de ilustrar a los demás hombres.
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“El humanismo como palabra y asunto comporta siempre un término
contra el que se endereza, pues supone el compromiso de rescatar al
hombre de la barbarie.” (Sloterdijk, Normas para el Parque Humano)
Por ello la cuestión del humanismo pasa por una formulación de lo propio del
hombre y de una tarea programática de la generación del hombre, una antropogénesis. Así
la historia se constituye como una antropodicea, la historia del hombre consigo mismo, del
hombre contra el mundo. :
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filosofía. A continuación, trataré a cada uno de ellos por separado para abordar sus
propuestas y compararlas hacia el final del texto.
Gran parte de la obra de Derrida esta surge del diálogo con Heidegger, la cuestión
de la animalidad, íntimamente relacionada con el humanismo no es la excepción.
Heidegger en Ser y Tiempo había diagnosticado a la metafísica un error fundamental, el
olvido del ser. El cual consistía en la confusión categorial entre ente y ser, del cual tanto
filosofía, teología y ciencia eran partícipes. En la misma obra, Heidegger habría planteado
lo que considerase el escape a dicho problema. Sin embargo, la problemática tematización
del ser, debido a su carácter incosificable, solo puede darse desde la tematización de aquel
ente abierto al ser, el Dasein. Dicha tematización responde a una pregunta por si mismo, y
no de otro modo una subordinación del mundo, el tiempo y el otro al movimiento de la
mismidad, que lo compromete con la misma formulación humanista-antropocéntrica que
pretende dejar atrás. La obra de Derrida discute en gran medida su deuda con Heidegger
al mismo tiempo que quiere dejar atrás el antropocentrismo y la lógica hegemónica
presente en la obra heideggeriana. Cuestión que el mismo Derrida habría puesto en
términos ético-políticos con respecto al carácter oculto del término Geist en la filosofía
heideggeriana, siendo así la misma lógica que trabaja detrás de la delimitación animal-
hombre la que opera detrás del racismo, el sexismo, el antisemitismo, etc., en sus
apariciones bajo el rótulo de tareas hitóricas, y por ello la relevancia del problema:
“Con esta lógica (…) se corre el riesgo de dejar correr todas las violencias y
bajar los brazos” (Derrida y Roudinesco, Violencias contra los animales)
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question de l’être, telle qu’elle est posée à la métaphysique, homme et le nom de l’homme
ne son pas déplacés ” (Derrida, Heidegger et la question). Se trata de la cuestión relativa a
la incuestionada centralidad que ocupa el hombre en la filosofía de Heidegger, que no hace
otra cosa sino perpetrar las relaciones de diferencia y poder, es la cuestión central en el
abordaje de la pregunta por el animal en los textos derridianos:
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resolver este problema, lo sortea, dejándolo oculto. Dicho procedimiento acumula una
serie de complicaciones que no resuelve pero si evidencia:
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discurso hegemónico que busca legitimar el lugar que la historia ha reservado para el
hombre. Como sostiene Derrida, de lo que se trata no es buscar volver dicha frontera no
problemática es decir de re-articular la diferencia, sino de tenerla presente, de recorrerla
constantemente. De ser capaces de captar su pluralidad “(…) no hay una sola frontera, una
e indivisible, entre el Hombre y el Animal.” (Derrida y Roudinesco, Violencias contra los
animales). Lo que pone en manifiesto la posibilidad de desarticular cualquier discurso que
proponga delimitar a partir de un rasgo específico lo propio del hombre y el animal. No se
trata entonces tampoco de extender la línea divisoria entre animal y hombre, haciendo tal
vez posible la inclusión de ciertas especies dentro de lo que llamamos humano5, sino de
ser capaces de ver la limitación de cualquier intento de captura de dicho límite en
términos fijos y absolutos.
En las conferencias El animal que luego estoy si(gui)endo Derrida vuelve sobre la
temática de la articulación hombre-animal mostrando sus fisuras desde el uso del adjetivo
animal que es siempre exclusivamente humano, solo un hombre puede hacer una
animalada, sólo el hombre puede cometer una bestialidad, el animal curiosamente no. Así
se muestra lo infundado de la traza de cada división. Recordemos que la temática
deconstructiva suele entender todo como texto, escritura y traza, la labor de la filosofía
consiste precisamente en mostrar esa naturaleza. En el arreglo de cuentas que se lleva a
cabo en El animal que luego estoy si(gui)endo, el análisis de la conciencia juega un rol
protagónico. La traza más relevante en la diferencia tradicional hombre-animal responde
a la autoconciencia del hombre, la cual viene a fin de cuentas a ser la base sobre la cual
está construido todo lo humano (ej. el derecho que se apoya sobre la idea de la
imputabilidad que es exclusiva de un ser autoconsciente, también la conciencia de la
desnudez y su apropiación en la técnica, así mismo las nociones morales de bien y mal).
Como se evidencia en la siguiente cita que se dirige a la crítica a Lacan, la cuestión del
límite siempre es difusa y obscura, incluso ahí donde se asume la claridad del
autoconocimiento humano:
“(…)una de las diferencias estructurales entres los animales pasa por ahí,
entre aquellos que no tendrían alguna experiencia del espejo. Esto es tato
más complicado cuanto que no se reduce a plantear la cuestión, ya
importante aquí y difícil por sí misma, de cierto “estadio del espejo” y de la
auto-identificación, en el desarrollo de la animalidad en general, de tal
especie o de tal individuo en particular. Habría también que garantizarse
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un saber todavía más problemático: ¿dónde comienzan el espejo y la
imagen refleja, es decir asimismo la identificación de su propio semejante?
(…) ¿Acaso el efecto de espejo no comienza también ahí donde un ser vivo,
cualquiera que éste sea?, identifica como su prójimo o su semejante a otro
ser vivo de su especie? Y, por consiguiente, al menos allí donde hay
sexualidad…” (Derrida, El animal que luego estoy si(gui)endo)
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más de dicha historia. En este libro Agamben desarrolla el concepto de máquina
antropológica, es decir de la producción de lo humano, como problema central de la
filosofía occidental.
Una bella intuición guía el desarrollo del texto, la metafísica es siempre ética y
política. Según el autor, la indagación filosófica, científica o teológica por la esencia de lo
humano es siempre, al mismo tiempo, la pregunta por la historia del hombre y sus tareas
políticas. La pregunta por la esencia del hombre encuentra en su objeto propio (el
hombre) el problema de delimitar lo propiamente humano y lo propiamente animal, y con
ello la consecuente tarea de la humanización del hombre, de su alejamiento de la
animalidad, del ganar su espacio propio.
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radicalización del concepto foucaultiano más allá de las instituciones histórico-sociales:
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dichas categorías. Es decir, la maquina no apunta únicamente a la creación de las
categorías excluyentes animal-hombre(que encuentra un importante obstáculo en el
hombre), sino a su a la cuestión de su articulación, esto es a la pregunta acerca del tránsito
entre lo animal y lo humano. Dicha articulación, es decir la pregunta por la conjunción
entre hombre animal, a la luz de la existencia biológica del hombre una cuestión pendiente
de todo intento de definir la humanidad.
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podido desarticularla. Hoy en día, tras la desaparición de las grandes tareas histórico-
políticas de los pueblos y el fetichismo del consumo y bienestar socio-económico es más
difícil que nunca encontrar la línea que traza la diferencia entre hombre y animal. Se trata
de un momento donde se evidencia que la maquina gira en el vacío.
“Pero (…), si la cesura entre lo humano y lo animal pasa sobre todo por el
interior del hombre, entonces la cuestión del hombre -y del "humanismo"-
debe ser formulada en nuevos términos. En nuestra cultura, el hombre ha
sido siempre pensado como la articulación y la conjunción de un cuerpo y
de un alma, de un viviente y de un lógos, de un demento natural (o animal)
y de un elemento sobrenatural, social o divino. Tenemos que aprender, en
cambio, a pensar el hombre como lo que resulta de la desconexión de estos
dos elementos y no investigar el misterio metafísico de la conjunción, sino
el misterio práctico y político de la separación.” (Agamben, Lo abierto)
Agamben hecha mano del concepto benjaminiano de la noche salva que encuentra
en la actividad del hombre moderno una dominación de las relaciones hombre-naturaleza.
Dicho de otro modo, Benjamin encuentra en la técnica moderna (la tecno-ciencia) no la
resolución intelectual de la oposición entre naturaleza-mundo y hombre-representación,
sino que la misma contraposición y la relación dialéctica responden a un ímpetu de
dominio de las relaciones hombre-naturaleza6. La noche salva es la restitución de las
relaciones de hombre-naturaleza a sí mismas, al margen de su historia, sin buscar
resoluciones. Se trata de una relación inabarcable, in transitable, del silencio y el cese de la
6Del mismo modo como ocurre con la destrucción de la experiencia diagnosticada por
Benjamin, según la cuál el sujeto trascendental de la metafísica moderna ha acabado con la
experiencia. Acá la relación técnica representa la destrucción de la relación hombre-
naturaleza
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acción, en otras palabras de una dialéctica en suspenso, una oposición no resuelta e
insalvablemente no resuelta.
“(…) en la satisfacción los amantes conocen, el uno del otro, algo que no
habrían debido saber -han perdido su misterio- sin volverse, por esto,
menos impenetrables. Pero en este recíproco desencantarse del secreto,
ellos acceden, justamente como en el aforismo de Benjamín, a una vida
nueva y más beata, ni animal ni humana.
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Conclusiones:
Ambos autores encuentran en la cuestión del animal una temática central y, al mismo
tiempo, marginal de la historia de la filosofía. La pregunta por el animal es siempre la
pregunta por lo humano, la base (aunque no explicita) de todo humanismo, como también
de todo discurso hegemónico. Pensar acerca del animal significa pensar la operación de un
dispositivo que ejercita la perduración de ciertas relaciones de poder, al mismo tiempo
que pensar al animal implica una violencia radical. La reducción de lo plural al nombre. El
riesgo pasa por asumir la palabra como correlato de la realidad.
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Queda por trazar el balance con respecto a las posturas y soluciones frente al
problema del animal. Quisiera en ello señalar dos líneas tentativas que pueden servir de
guías para la profundización del tema
Primera tentativa:
La primera línea de contraste entre ambas posturas tiene que ver con el carácter activo o
inactivo de la solución. La deconstrucción se presenta como una constante indagación por
las fisuras de los discursos, esto quiere decir una tarea constante, el compromiso con un
actuar cuyo cese implica la posibilidad del resurgimiento de la violencia. Por otra parte,
Agamben propone una dialéctica en suspenso en la forma de un desobraje, la figura
paradigmática de una contradicción que no se resuelve, y en aquella imposibilidad de
resolución nace la inoperatividad de la máquina antropológica. La pregunta más
pertinente debería dirigirse a las posibilidades de suspender la articulación de los
términos hombre y animal, cuando sobre dicha articulación está fundada la totalidad de
occidente.
Segunda tentativa:
La segunda línea de indagación con respecto a ambos autores tiene que ver con el
compromiso ético de ambas posturas. Tras el abandono de la articulación de las relaciones
hombre-animal, la filosofía debe encargarse de pensar el misterio práctico-político de la
disyunción. Recordemos que Agamben propone un cambio de terminología y de lógica,
desde el conocimiento hacia lo religioso. Así es que, cuando se abandona el misterio de la
conjunción, se desplaza la preocupación por la indagación de la disyunción, es decir las
consecuencias del discurso desarticulador de la máquina antropológica. El pensar las
consecuencias ético-políticas de la cesura hombre-animal es un planteamiento mucho más
próximo al compromiso de la deconstrucción como un pensar las fisuras de la metafísica,
para hacer temblar toda la estructura tradicional.
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