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El uso de este refrán es considerado —por lo general— como una crítica negativa.
Esto suele pasar cuando nos entrometemos en una discusión ajena, o cuando decimos una mala opinión
a alguien que no la solicitó, y en general, cuando hablamos cosas sin pensar en las consecuencias:
cuando nos damos cuenta, ya hemos enojado, ofendido o herido a alguien con nuestras palabras y sin
haberlo planeado. Dicho con otras palabras: cuando uno se busca problemas de a gratis, por haber
hablado inoportunamente.
El refrán lo puede decir uno mismo o el que se siente afectado por nuestro hablar, o lo puede decir un
observador a forma de regaño.