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Hábito de la Sabiduría en Tomás de Aquino

“El hábito de la sabiduría se


ha ejercido desde que el hombre es hombre, pues
el ser humano desde su aparición en el mundo se
ha preguntado acerca de los dos temas nucleares
del pensar: su origen y su destino.”
Juan Fernando Sellés

Responder la pregunta acerca de la naturaleza de la sabiduría en el pensamiento

de Tomás de Aquino, implica enfocar la mirada en su teoría de los hábitos, ya que,

para él, la sabiduría se presenta como un hábito innato al entendimiento agente. Es

por ello, que el recorrido que se ha de realizar para mostrar la naturaleza y alcance

de la sabiduría tomista sea el examen de su teoría de los hábitos.

Los hábitos, tal como los expone Tomás de Aquino, son aquellas cualidades que

disponen bien o mal al sujeto a la realización de su propia definición 1, de acuerdo

con el Aquinate, los hábitos al ser disposiciones que se ordenan hacia la naturaleza

del sujeto lo perfeccionan y lo orientan al alcance de su fin 2, así los hábitos son

aquellas disposiciones sobreañadidas al sujeto que lo disponen bien o mal hacia el

alcance de su definición y establecen una relación entre el intelecto del sujeto y las

operaciones que este realiza3.

Estos hábitos pueden ser adquiridos mediante el ejercicio de la operación, así

como también pueden darse en el sujeto de forma natural4, ejemplo de ello es el

hábito de los primeros principios, el cual, se da de forma natural en el sujeto, como

1 Cfr. Gilson, E. El Tomismo. Introducción a la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Pamplona:


EUNSA, 2002. p. 330; Cfr. Tomás de Aquino, Suma de Teología. I-II, q 49, a 1, ad.
2 Cfr. Gilson, E. El Tomismo. pp. 330 - 331
3 Cfr. Tomás de Aquino, Suma de Teología. I-II, q 49, a 4, ad.
4 Cfr. Tomás de Aquino, Suma de Teología. I-II, q 51, a 1, ad.

1
esta disposición innata que surge luego de las primeras experiencias sensibles del

sujeto; el Aquinate lo expone de la siguiente manera:

Según la naturaleza específica, por parte de la misma alma, como es hábito


natural el entendimiento de los principios; pues por la misma naturaleza del
alma intelectual le es dado al hombre que, una vez que se conoce lo que es el
todo y lo que es la parte, conozca inmediatamente que el todo es mayor que la
parte, y cosa parecida ocurre con los demás principios.5

Los hábitos, siguiendo a Tomás de Aquino, se clasifican de acuerdo a la forma

en que son adquiridos por parte del sujeto, estos son: los hábitos adquiridos, los

hábitos infusos, los hábitos entitativos y los hábitos innatos. Los hábitos adquiridos,

son aquellos que nacen de las operaciones del sujeto, estas operaciones dan lugar

a los hábitos de la inteligencia en lo que respecta al conocimiento, así como también

a los hábitos de la voluntad en su actuar, son llamados por Tomás de Aquino,

virtudes; los hábitos infusos, son la fe, la esperanza y la caridad. El hábito entitativo

es la gracia.

Los hábitos innatos son aquellos que se dan a priori, el lugar en el que estos se

dan es el entendimiento agente, al intelecto en acto; estos hábitos innatos son: la

sindéresis, el hábito de los primeros principios y la sabiduría. Estos, al ser innatos

al entendimiento agente, no pueden ser hábitos que se van perfeccionando en la

medida en que se ejerce una operación, estos, tal como o expone Juan Fernando

Sellés, al ser hábitos, cuya significación es la de acto o perfección, solo pueden

considerarse desde el punto de vista cognoscitivo como conocimiento. Estos de

acuerdo con el filósofo español Mario José Posada “por ser innatos, los hábitos

intelectuales no radican sin más en la potencia intelectual, que se describe en su

5 Tomás de Aquino, Suma de Teología. I-II, q 51, a 1, ad.

2
estado nativo como tabula rasa —o como potencia espiritual pasiva—, sino en el

intelecto agente (en tanto que se convierte con el acto de ser humano)6”

Estos hábitos innatos –la sindéresis, el hábito de los primeros principios y la

sabiduría- se distinguen por el tema que les es propio, en el caso de la sindéresis,

su tema es la esencia humana; el hábito de los primeros principios tiene como tema

la advertencia y conocimiento del acto de ser extra mental o acto de ser del universo,

lo que comúnmente llamamos los fundamentos de la realidad –el principio de

identidad, de no-contradicción y de causalidad-; por su parte, el tema del hábito de

la sabiduría es el acto de ser humano7.

Siguiendo la doctrina tomista, se afirma que, el hombre, al pensar conoce su

propio ser8; de acuerdo con ello, mientras más digno y superior sea el modo de

conocer, es decir, mientras más dignidad comporte el acto de conocimiento, mejor

se conocerá el acto de ser del sujeto9. De acuerdo con Tomás de Aquino, la

sabiduría es concebida como el “conocimiento de las cosas divinas”10, en la medida

en que la sabiduría se define como el juicio que se realiza de acuerdo con las

verdades divinas11 que son dadas de manera innata en el intelecto agente.

Partiendo de la definición de la sabiduría como el conocimiento de Dios, el

aquinate afirma “la sabiduría humana es la que se adquiere al modo humano, a

6 Posada, J. M. La abstracción en Polo, Conclusión, 4, pro manuscrito


7 Cfr. Polo, L. Antropología Trascendental Tomo I: La Persona Humana. Pamplona. EUNSA. 1999.
p. 154
8 Cfr. Tomás de Aquino cuando afirma que "en cuanto al conocimiento habitual el alma se conoce

por su esencia" (De Veritate, q. 10, a. 8); "La mente tiene conocimiento habitual de sí por el que
conoce que existe" (ibíd., ad 1)
9 Cfr. Sellés, J. El hábito de la sabiduría según Leonardo Polo. Pamplona. Studia Poliana n°3.

2001. P.77
10 Tomás de Aquino, Suma de Teología. II-II, q 19, a 7.
11 Tomás de Aquino, Suma de Teología. II-II, q 45, a 1.

3
saber, mediante la luz del entendimiento agente.”12 Razón de ello que se considere

a la sabiduría como el conocimiento de más alto grado13 y que permite el mayor

conocimiento del acto de ser propio del sujeto en la medida en que esta juzga desde

las verdades divinas14.

Ahora bien, el hábito de la sabiduría de esta forma concebido por Tomás de

Aquino permite responder a los grandes temas nucleares del pensamiento humano,

a saber, el origen y su destino15, en la medida en que desde la perspectiva

meramente especulativa, la sabiduría se concibe como el conocimiento de Dios, en

palabras del aquinate, la sabiduría es la visión del principio, la cual viene dada por

la luz del entendimiento agente, a causa de la connaturalidad de este con Dios;

mientras que, desde el punto de vista práctico, la sabiduría, al ser el correcto juicio

a partir de las verdades divinas, encamina al hombre en su accionar en el mundo16;

de allí que la sabiduría sea el conocimiento que le permite al hombre conocer de

mejor manera su acto de ser, en la medida, en que partiendo del conocimiento de

Dios se conoce a sí mismo.

12 Tomás de Aquino, Suma de Teología. III, q 12, a 2.


13 Cfr. Tomás de Aquino, Suma de Teología. II-II, q 51, a 4 “Los hábitos cognoscitivos se distinguen
por sus principios más o menos elevados; así, en el orden especulativo la sabiduría considera unos
principios más elevados que la ciencia, y por eso se distingue de ella.”
14 Cfr. Tomás de Aquino, Suma de Teología. II-II, q 45, a 3. “la parte superior de la razón está

destinada a la sabiduría, y la inferior, a la ciencia. Pero la razón superior, dirige su atención a las
razones supremas, es decir, las divinas, y busca examinarlas y consultarlas. Examinarlas, en
cuanto contempla en ellas lo divino; consultarlas, en cambio, en cuanto que juzga lo humano por lo
divino, dirigiendo las acciones humanas con reglas divinas.
15 Cfr. Sellés, J. El hábito de la sabiduría según Leonardo Polo. p. 73
16 Tomás de Aquino, Suma de Teología. II-II, q 45, a 3. “la sabiduría incumbe, primero, la

contemplación de las cosas divinas, que es la visión del principio; después, dirigir los actos
humanos en conformidad con las razones divinas. Sin embargo, de esa dirección de la sabiduría
sobre los actos humanos no se sigue amargura o trabajo; antes bien, la amargura se trueca en
dulcedumbre y el trabajo en descanso.”

4
De acuerdo con las interpretaciones de filósofos contemporáneos como Juan

Fernando Sellés, José Ignacio Murillo, Salvador Pía Tarazona y Leonardo Polo, para

que el hábito de la sabiduría alcance el conocimiento de las razones divinas y el

conocimiento del acto de ser de la persona, es necesario que el conocimiento que

se da por medio de este hábito sea un conocimiento ‘no intencional’, entendido la

intencionalidad como esta referencia del objeto que se conoce al concepto que de

él se concibe y con el que la operación intelectual se conmensura, es decir, la

intencionalidad estriba en la posesión del objeto por parte de la facultad cognoscitiva

del sujeto17, ello quiere decir que “el conocimiento que se da por medio de la

sabiduría no estriba en la remitencia intencional.”18

Este, al no ser un ser un tipo de conocimiento intencional, es concebido por

pensadores como Leonardo Polo y Juan Fernando Sellés como un conocer que no

se conmensura con el acto de ser personal, puesto que este no puede ser sujeto de

abstracción, ya que el acto de ser propio del sujeto le viene dado de forma innata19

por el entendimiento agente, de ello resulta que se pueda pensar que el hábito de

la sabiduría, siguiendo a Leonardo Polo, como una especie de luz transparente que

pone de manifiesto que el acto de ser de la persona no es algo que pueda ser

poseído, porque este no es algo acabado20, ello quiere decir que, de acuerdo con

17 Cfr. Sellés, J. El hábito de la sabiduría según Leonardo Polo. p. 89


18 Posada, J. La abstracción en Polo.
19 Cfr. Tomás de Aquino. De Veritate, q 10, a 8, ad 1. “Nuestro intelecto no puede entender nada

en acto antes de que abstraiga de los fantasmas. Y tampoco puede tener conocimiento habitual de
cosas distintas a sí, a saber, de las que no están en él mismo antes de la abstracción predicha, por
el hecho de que las especies de los otros inteligibles no le son innatas. Pero su esencia le es
innata, de modo que no tiene necesidad de adquirirla de los fantasmas [...]. Y por eso, la mente,
antes de que abstraiga de los fantasmas, tiene noticia habitual de sí, por la cual puede percibir que
existe”
20 Cfr. Polo, L. Antropología Trascendental Tomo I: La Persona Humana. p. 128

5
Polo, “el hábito de la sabiduría se describe como actuosidad insistente en la

transparencia del intelecto personal en tanto que esa insistencia no tiene nada que

ver con una culminación.”21

Ello implica que la sabiduría no es conocimiento que ilumine el acto de ser del

sujeto cual faro que le indica a los navegantes que la costa está cerca o le advierte

con su luz aquello que se encuentra en el camino, lo que quiere decir Polo con su

afirmación según la cual, la sabiduría es una especie de luz transparente es que,

este conocer como es una mirada desde el intelecto agente hacia el acto de ser

personal y el acto de ser divino tal como lo plantea Tomás de Aquino, no de forma

total y absoluta, por el contrario, el hábito de la sabiduría entendido como luz

transparente en la medida en que el entendimiento de las cosas divinas por medio

del intelecto agente transparenta el acto de ser personal y le permite al sujeto

conocer mejor su propio acto de ser.

Es importante aclarar que, al ser el acto de ser divino y personal el tema del

hábito de la sabiduría implica que este conoce aquello que es superior a él, por lo

cual, el conocimiento que se da por medio del hábito de la sabiduría no es

conocimiento consumado de estos temas, sino un conocimiento constante que le

permite al sujeto conocer como afirma Tomás de Aquino el principio de todo y a

partir de él, conocer su acto de ser y su relación con la realidad22.

Así, la sabiduría se concibe en palabras de Sellés como “la luz intelectual

primordial humana”23.

21 Polo, L. Antropología Trascendental Tomo I: La Persona Humana. p. 128


22 Cfr. Polo, L. Antropología Trascendental Tomo I: La Persona Humana. p. 128; Sellés, J. p. 89-91
23 Sellés, J. El hábito de la sabiduría según Leonardo Polo. p. 92

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