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No seas un rico necio

29 MARZO, 2018 | Jared C. Wilson

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VIDA CRISTIANA

Jesús dijo una vez que es muy difícil para un hombre rico entrar al reino de los cielos. No imposible
(porque todas las cosas son posibles con Dios), pero difícil. ¿Por qué?

Creo que vemos la respuesta en la parábola del joven rico en Lucas 12:13-21. En esta parábola
encontramos un ejemplo de un hombre tan atrapado en conseguir cosas materiales que ha olvidado lo
que realmente importa. Ha tomado buenas decisiones, y ha hecho una sabia inversión proveyendo para
su familia, proporcionando empleo a otros, con una buena administración en general, y ha convertido
estas cosas en el bien final. La búsqueda de algo más, de algo más grande y mejor se ha convertido
efectivamente en su dios.

De hecho, vemos que su seguridad y felicidad están ligadas a lo que puede lograr y construir para
mantener lo que ha logrado. Está almacenando bienes para él, pero no es rico para con Dios.

La advertencia es clara: “¡Necio! Esta misma noche te reclaman el alma; y ahora, ¿para quién será lo que
has provisto?” (Lc. 12:20). Igual a la manera en que Jesús pregunta en otra parte: “¿De qué le sirve a un
hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Mar. 8:36).

No debemos llegar a ser ricos en la tierra y pobres en Dios. Cuando llegue el día del juicio, cuando se
solicite la moneda del reino para ingresar al paraíso, todas las almas adineradas, amantes de la diversión,
y de vacaciones permanentes saldrán con las manos totalmente vacías.

Cuando llegue el día del juicio, cuando se solicite la


moneda del reino para ingresar al paraíso, todas las almas
adineradas, amantes de la diversión, y de vacaciones
permanentes saldrán con las manos totalmente vacías.
Ahora, algunos pueden leer esta parábola del rico necio y pensar: “Ah, debería haberse preocupado más
por los demás. Si hubiera entregado más dinero, tendría el tesoro de haber hecho el bien”. Y sí, es
imperativo que hagamos bien a los demás, pero ese tipo de dar es una pobreza en sí misma. Cuando
lleguemos a las puertas del paraíso y se nos pida la moneda del reino para demostrar nuestro derecho a
entrar, es mejor que no intentemos pagar con nuestra propia rectitud. La Biblia dice: “Y como trapo de
inmundicia [son] todas nuestras obras justas” (Is. 64:6).
Cuando lleguemos a las puertas del paraíso y se nos pida la
moneda del reino para demostrar nuestro derecho a entrar,
es mejor que no intentemos pagar con nuestra propia
rectitud.
No, cuando llegue la oportunidad de presentar nuestra justificación para entrar en el descanso eterno,
solo tenemos que presentar una mano vacía, diciendo: “No tengo nada que ofrecer. Pero estoy vestido
con la justicia de Cristo que he recibido por medio de la fe, lo que me asegura totalmente en sus riquezas
inescrutables. Mi Salvador, por la gran gracia de Dios, ha comprado mi entrada por mí”.

O en las palabras del amado himno: “Nada en mis manos traeré; a tu cruz me aferraré”. Así es como luce
ser rico con Dios.

PUBLICADO ORIGINALMENTE EN FOR THE CHURCH. TRADUCIDO POR


MICHELLE LAGO.

IMAGEN: LIGHTSTOCK.

Jared C. Wilson es el pastor de la iglesia Middletown Springs Community Church en


Middletown Springs, Vermont, y es el autor de Gospel Wakefulness (Crossway, 2011).

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