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Y A LA LIBERTAD PERSONAL
EN LA JURISPRUDENCIA
DE LA CORTE INTERAMERICANA
DE DERECHOS HUMANOS
Dra. Cecilia Medina Quiroga*
CHILE
* Datos del autor véase la página 288.
Sumario: I. El derecho a la libertad y la seguridad. II. El alcance del derecho a la libertad personal.
III. Requisitos generales para toda privación de libertad. IV. Privación de libertad en el contexto de un
proceso penal. V. Otros derechos y obligaciones en relación con la privación de libertad. VI. Derechos
colaterales que afectan la privación de libertad. VII. Sobre el principio de presunción de inocencia.
VIII. Prohibición de la prisión por deudas.
LA LIBERTAD PERSONAL
Artículo 7
Derecho a la libertad personal
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tados partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera amenazada de ser
privada de us libertad tiene derecho a recurrir a un juez o un tribunal competente a
fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede
ser restringido o abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona.
7. Nadie será detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de autori-
dad judicial competente dictados por incumplimientos de deberes alimentarios.
Quiero sólo recordar, para los efectos de hablar del tema de hoy, que el derecho a la liber-
tad personal es un derecho humano. Como tal derecho humano toda persona debe ser
capaz o debe estar en condiciones de gozarlo de manera efectiva, de modo que cuando se
habla de la privación de la libertad lo que se está haciendo es hablar de una restricción a
un derecho humano. Ayer yo trataba de explicarles desde qué punto de vista había que
examinar los problemas cuando estamos en el ámbito del derecho internacional de los
derechos humanos; hoy uno tiene que partir de la premisa de que todo ser humano
tiene derecho a estar permanentemente libre, y para que no esté permanentemente libre
y alguien pueda privarlo de esa libertad, ese alguien –que sólo puede ser el Estado – tiene
que cumplir con una serie de exigencias que la propia Convención impone para que esa
privación de libertad sea justificada y sea compatible con las obligaciones internaciona-
les del Estado.
Les ruego que tengan el artículo 7 de la Convención Americana a mano, porque con
eso vamos a trabajar hoy. De partida, si ustedes observan este artículo, van a ver que
consagra no sólo el derecho a la libertad sino también el derecho a la seguridad. A pesar
de que el título del artículo 7 es "Derecho a la libertad personal", cuando entramos al primer
inciso vemos que ahí dice "Derecho a la libertad y a la seguridad personal"; y entonces la
primera pregunta que uno tiene que hacerse es, ¿son estos dos derechos o es un derecho?
La Corte Interamericana no ha tenido mucha posibilidad de elaborar argumentos sobre este
tema; el tema se planteó en Europa, donde existe una formulación similar. Se ha estimado
allí que la seguridad, según dijo Fawcett en su libro sobre jurisprudencia del Convenio
Europeo de Derechos Humanos, es la otra cara de la moneda de la libertad; es decir, el
LOS DERECHOS A LA VIDA Y A LA LIBERTAD PERSONAL EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS 311
En realidad la seguridad tiene relación con el estar "exento de riesgo". Cuando uno
dice "tengo derecho a estar seguro", quiere decir "tengo derecho a estar exento de riesgo".
Y mirado así, parecería que el derecho a la seguridad más bien proviene de algo que
hemos visto ayer, y que ustedes han visto antes, que es la obligación que tiene el Estado
de garantizar los derechos humanos. Porque si los derechos humanos deben poder ser
gozados, obviamente tendríamos que tener el derecho a la seguridad de esos derechos
humanos, y desde ese punto de vista da lo mismo si estimamos que aquí seguridad no
tiene mayor significado o está ligado a la libertad; porque yo personalmente creo que
el derecho a la seguridad es una garantía que proviene de que nosotros tenemos derecho
a gozar de nuestros derechos humanos. Para gozar de nuestros derechos humanos, el Estado
tiene que garantizar estos derechos, ¿y qué significa garantizarlos? Mantenernos segu-
ros de que vamos a poder usarlos. De modo que tengan presente que aquí hay dos conceptos
que provienen, creo, simplemente de una mala forma de elaborar el tratado. Ustedes deben
tener en consideración que los tratados se elaboran por diplomáticos, quienes a menudo
negocian los términos. Generalmente los tratados, sobre todo los multilaterales, son vagos
por voluntad de las partes, porque esperan que se desarrollen a lo largo de la vida del
tratado a través de la jurisprudencia.
están los tres derechos juntos? Porque esta es la Declaración Americana del año 48, donde
todavía no se había desarrollado conceptualmente nada. Los tomaron de aquí para la
Convención Americana, y en vez de hacer tres derechos hicieron uno (el derecho a la vida) y
los otros dos los agruparon bajo el artículo 7. Les hago presente esto, aunque no es una
cosa importante que traiga consecuencia, porque como digo, creo que el derecho a tener
seguro el goce de todos los derechos proviene de la obligación de los Estados de garan-
tizar todos los derechos humanos.
La libertad del artículo 7 de la Convención Americana es, por el contrario, un derecho autóno-
mo. En lo que dije anteriormente se ha estado usando el concepto de libertad en tanto
derecho humano. Mirado de otro modo, la libertad significa mucho más que el poder des-
plazarse de un lado a otro, y no estar confinado en un lugar pequeño. Esa libertad, lato
sensu, es un principio y una base que subyace a los derechos humanos. Los derechos
humanos se mueven entre la libertad y la igualdad. Esos son los dos nortes a los que se
dirigen los derechos humanos y lo que se busca es un equilibrio entre ambos. Pero esa
libertad no es la del artículo 7, esa libertad es la libertad amplia, es el principio.
Piensen, por ejemplo, en los enfermos mentales que son confinados en un hospital
psiquiátrico. Esa es una privación de libertad y esa privación se sujeta a reglas; no está
al arbitrio del Estado decir quién y cómo se puede internar a una persona en un estable-
cimiento psiquiátrico. O piensen en la detención por vagancia o la detención de una per-
sona ebria en una calle. Estas son privaciones de libertad y como tal se sujetan a algún tipo
de regulación que tiene que ver con el artículo 7. Esta detención, este tipo de privación de
libertad se ve también –e igualmente opera el artículo 7 para ello– en las escuelas militares,
en los ejércitos, en los colegios donde hay internos. Todas estas formas de privación de
libertad podrían estar cubiertas en principio por este artículo 7.
De modo que el derecho a la libertad personal tiene una amplitud bastante mayor de
la que uno normalmente le atribuye cuando ejerce la profesión; lo primero que uno hace es
pensar: "Privación de libertad... inculpado... proceso penal". Por lo demás, eso es en realidad
lo más frecuente.
Dos son los requisitos mínimos para toda privación de libertad: la legalidad y la
no arbitrariedad. Esta restricción, como toda restricción de derechos humanos, debe ajus-
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tarse a un principio de legalidad. Las causales para ello deben estar en la ley, que
debe también contener regulaciones de tipo procesal: quién detiene, qué debe hacerse
durante una detención, y otras. La ley tampoco queda a la completa discreción del legis-
lador: las causales que señale deben ser ellas mismas compatibles con la Convención.
Una privación puede ser legal, pero incompatible con la Convención, cuando se
determine que ella es arbitraria; un concepto diferente de la exigencia de legalidad.
La privación será arbitraria cuando no sea razonable o sea imprevisible o desproporcio-
nada. Puede existir la orden del juez y una ley que éste invoca, pero si no hay razones
para detener a esa persona en particular, el arresto será incompatible con la Convención.
De modo que hay en realidad tres exigencias que son diferentes: una, es que debe ajus-
tarse a la ley del país; otra, que la ley del país se ajuste a la Convención; y la tercera, que
aún ajustándose a la ley del país no sea arbitraria.
Si se examina el artículo 7, es posible observar a lo largo de sus incisos los pasos que
se dan en una privación de libertad, y el primer paso, obviamente, es el arresto que se
distingue de la mantención en prisión preventiva. Llamo arresto, a lo mejor en otros
países se llama de otra manera, a la aprehensión de una persona en un momento deter-
minado por un agente del Estado, que después puede transformarse en otro tipo de priva-
ción de libertad si es el juez el que ordena que la persona sea mantenida en esa condición.
Desde el punto de vista material hay que considerar que las causales y los
procedimientos para privar a una persona de libertad –cuando se trata del arresto– son
diferentes si la persona es encontrada en flagrancia, que si no la encuentran en esa
circunstancia. Obviamente, siendo un delito flagrante no sería razonable que se exi-
giera una orden judicial previa para arrestarlo. Un delito flagrante permite el arresto de
la persona normalmente por cualquiera que ve la perpetración de un delito, pero sólo con el
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La Convención exige que en el propio momento del arresto la persona sea infor-
mada de las razones de la detención, no con términos legales, sino de manera que el
arrestado tenga noción cabal de qué posible conducta de él es la causante de su arresto. Se
le informará: "lo estoy arrestando en virtud de esta orden judicial". Si es delito flagrante le
dirá: "Lo estoy arrestando porque al parecer todo indica que usted mató a esta persona", o
"Todo indica que usted anda con drogas en su automóvil". Delito, en principio, flagrante.
Normalmente esto va muy ligado con el siguiente derecho, el de ser llevado, tam-
bién sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones
judiciales. Esa es la secuencia y generalmente, las dos obligaciones del Estado se reali-
zan en el mismo momento: se le lleva ante un juez y se le notifican los cargos. El juez deberá
entonces revisar no sólo la legalidad sino la no arbitrariedad de la detención. En ese
momento en que es llevado ante un juez, se plantea el problema de qué significa sin
demora. Ningún plazo de la Convención Americana es un plazo de días o de meses o de
años, nunca es un plazo fijo. Los plazos dan idea de lo que debe ser, nada más; porque,
obviamente, las circunstancias diferentes harán que se haga diferente el número de horas,
de días, de meses o de años que algo debe durar. Sin demora, en términos de llevarlo ante
un juez, en una situación de normalidad son 24 horas, 48 horas a lo más.
dencia o seguridad del Estado parte– casi todas las obligaciones del Estado en relación
con el artículo 7 pueden ser suspendidas. Pero aun en ese caso debe existir una "legali-
dad para la situación de emergencia", y no podrá suspenderse jamás el recurso de habeas
corpus (Opiniones consultivas 8 y 9 de la Corte Interamericana), derecho que también
es consustancial a un detenido, quien puede recurrir por sí mismo ante un juez o tribunal
competente para que se decida, "sin demora", la legalidad de su arresto o detención. Este
derecho al recurso de habeas corpus debe poder ejercerse de manera regular, o sea, a
intervalos razonables; no podría haber una ley que sólo permitiera a un detenido ejercer
este derecho cada cierto número de meses. No; debe haber la posibilidad de un reclamo
de amparo en intervalos razonables. Hay que tener presente que el amparo o habeas corpus,
es un recurso que protege no sólo la libertad personal. El nombre preciso del recurso es, en
realidad, el de habeas corpus, que significa "tengamos el cuerpo",y en él debe exigirse por
el juez que el detenido sea llevado a su presencia. Luego el recurso de habeas corpus
protege también la integridad personal de los detenidos. En suma, este recurso protege la
libertad personal examinan la legalidad y no arbitrariedad de la orden de detención y
también la integridad personal.
Todo lo anterior nos lleva a concluir que las decisiones que ordenen una deten-
ción deben ser fundadas. Un caso interesante en este sentido es el de García Asto y
Urcesino Ramírez, donde la Corte lo establece claramente.
En este punto sería conveniente recordar que la función de los jueces no es ase-
gurar la paz social, sino hacer justicia. No es su tarea eliminar la delincuencia; su tarea es
hacer justicia. Sé que la sociedad le exige a los jueces mucho más que eso, pero esto
es erróneo. La tarea del juez es decir el derecho cuando hay controversia entre dos partes;
en el procedimiento penal una parte es el Estado, representado por el Ministerio Público, o
fiscal, y la otra es el acusado. El disminuir la delincuencia es tarea del Ministerio del Interior.
Finalmente, una persona detenida tiene derecho a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad. El número 5 del artículo 7 establece, pues, que si
la duración de la prisión preventiva no es razonable, el juicio puede continuar pero con la
persona en libertad. En primer lugar, hay que insistir en que durante todo el periodo de
prisión preventiva deben mantenerse los fundamentos de la detención; si los fundamentos
desaparecen, obviamente la persona tiene que ser liberada, así haya pasado un lapso
muy corto. Generalmente la liberación puede producirse a raíz de una petición del detenido,
pero en realidad corresponde al juez, de oficio, la obligación de revisar periódicamente si
las razones de la detención se han mantenido, porque si no se mantienen, tiene que ponerla
en libertad, puesto que ésta es una restricción a un derecho humano y por tanto tiene
que estar permanentemente cumpliendo con los requisitos de toda restricción. Pero, ¿qué
pasa si se mantienen las razones pero el plazo es muy largo? En ese caso debería operar
la disposición que comentamos. La respuesta a esta pregunta es difícil, sobre todo porque
LOS DERECHOS A LA VIDA Y A LA LIBERTAD PERSONAL EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS 319
El hecho de que una persona esté privada de la libertad implica que es posible que se
afecten otros derechos que no son el de la libertad personal, tales como el derecho a la
vida familiar y a la privacidad. La vida familiar se altera si hay una persona que está en
la cárcel. A veces se altera también el derecho a la libertad de expresión; o sea, es posi-
ble encontrar argumentos que justifiquen la intervención de las autoridades de la cárcel para
interceptar la correspondencia de una persona presa. Pensemos en el narcotráfico, donde la
posibilidad de comunicarse con el exterior por medio de cartas permitiría la comisión de deli-
tos; se pueden planear delitos a través de cartas. Entonces es posible que la privación de
libertad acarree la afectación de otros derechos; pero esta afectación tiene que ser nece-
saria e inherente a la privación de libertad de la persona. No se pueden afectar otros derechos
sino los indispensables. Y eso es algo que también a menudo en nuestras cárceles no se
cumple; en nuestras cárceles a menudo hay una afectación superior a la necesaria. Por
ejemplo, se establece la prohibición de leer. ¿Es eso indispensable y consecuencia necesaria
de estar detenidos? No lo parece. A medida que se avanza en los derechos humanos los
Estados están tendiendo a disminuir el número de oros derechos afectados y la intensidad de
las afectaciones.
ha constituido el fundamento invocado por la Corte Interamericana para concluir que una
prisión preventiva prolongada es una violación del artículo 8.
Creo que con esto tendrán ustedes un panorama, y no pretendo que sea más que
eso, del derecho a la vida y del derecho a la libertad personal. Espero que haya podido
trasmitirles las cosas más esenciales de cómo mirarlos, porque la solución de los proble-
mas puede variar, pero para que haya solución es indispensable saber cómo enfocar cada
problema.
Muchas gracias