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LOS DERECHOS A LA VIDA

Y A LA LIBERTAD PERSONAL
EN LA JURISPRUDENCIA
DE LA CORTE INTERAMERICANA
DE DERECHOS HUMANOS
Dra. Cecilia Medina Quiroga*
CHILE
* Datos del autor véase la página 288.
Sumario: I. El derecho a la libertad y la seguridad. II. El alcance del derecho a la libertad personal.
III. Requisitos generales para toda privación de libertad. IV. Privación de libertad en el contexto de un
proceso penal. V. Otros derechos y obligaciones en relación con la privación de libertad. VI. Derechos
colaterales que afectan la privación de libertad. VII. Sobre el principio de presunción de inocencia.
VIII. Prohibición de la prisión por deudas.

LA LIBERTAD PERSONAL

Artículo 7
Derecho a la libertad personal

1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales.


2. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condi-
ciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados partes o
por las leyes dictadas conforme a ellas.
3. Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios.
4. Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su deten-
ción y notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella.
5. Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u
otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá dere-
cho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjui-
cio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías
que aseguren su comparecencia en el juicio.
6. Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal
competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o
detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales. En los Es-

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tados partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera amenazada de ser
privada de us libertad tiene derecho a recurrir a un juez o un tribunal competente a
fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede
ser restringido o abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona.
7. Nadie será detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de autori-
dad judicial competente dictados por incumplimientos de deberes alimentarios.

I. EL DERECHO A LA LIBERTAD Y LA SEGURIDAD

Quiero sólo recordar, para los efectos de hablar del tema de hoy, que el derecho a la liber-
tad personal es un derecho humano. Como tal derecho humano toda persona debe ser
capaz o debe estar en condiciones de gozarlo de manera efectiva, de modo que cuando se
habla de la privación de la libertad lo que se está haciendo es hablar de una restricción a
un derecho humano. Ayer yo trataba de explicarles desde qué punto de vista había que
examinar los problemas cuando estamos en el ámbito del derecho internacional de los
derechos humanos; hoy uno tiene que partir de la premisa de que todo ser humano
tiene derecho a estar permanentemente libre, y para que no esté permanentemente libre
y alguien pueda privarlo de esa libertad, ese alguien –que sólo puede ser el Estado – tiene
que cumplir con una serie de exigencias que la propia Convención impone para que esa
privación de libertad sea justificada y sea compatible con las obligaciones internaciona-
les del Estado.

Les ruego que tengan el artículo 7 de la Convención Americana a mano, porque con
eso vamos a trabajar hoy. De partida, si ustedes observan este artículo, van a ver que
consagra no sólo el derecho a la libertad sino también el derecho a la seguridad. A pesar
de que el título del artículo 7 es "Derecho a la libertad personal", cuando entramos al primer
inciso vemos que ahí dice "Derecho a la libertad y a la seguridad personal"; y entonces la
primera pregunta que uno tiene que hacerse es, ¿son estos dos derechos o es un derecho?
La Corte Interamericana no ha tenido mucha posibilidad de elaborar argumentos sobre este
tema; el tema se planteó en Europa, donde existe una formulación similar. Se ha estimado
allí que la seguridad, según dijo Fawcett en su libro sobre jurisprudencia del Convenio
Europeo de Derechos Humanos, es la otra cara de la moneda de la libertad; es decir, el
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derecho a la seguridad estaría completamente vinculado a la libertad y sólo tiene derecho a


la seguridad el que en realidad está preso. Esta es la interpretación que se ha dado en
Europa. El Comité de Derechos Humanos, por el contrario, sostuvo en el caso Delgado
Páez vs. Colombia que, si hay dos nombres diferentes, hay dos conceptos diferentes; una
norma elemental de la interpretación es la norma del efecto útil; o sea, no se puede interpretar
una norma de modo que le quite todo efecto a lo que dice y entonces, haciendo uso de esta
idea del efecto útil, sostuvo que el derecho a la libertad era diferente del derecho a la
seguridad, y que el derecho a la seguridad era otro derecho que tenían todas las personas,
no sólo respecto de la libertad sino respecto de todos los otros derechos humanos.

En realidad la seguridad tiene relación con el estar "exento de riesgo". Cuando uno
dice "tengo derecho a estar seguro", quiere decir "tengo derecho a estar exento de riesgo".
Y mirado así, parecería que el derecho a la seguridad más bien proviene de algo que
hemos visto ayer, y que ustedes han visto antes, que es la obligación que tiene el Estado
de garantizar los derechos humanos. Porque si los derechos humanos deben poder ser
gozados, obviamente tendríamos que tener el derecho a la seguridad de esos derechos
humanos, y desde ese punto de vista da lo mismo si estimamos que aquí seguridad no
tiene mayor significado o está ligado a la libertad; porque yo personalmente creo que
el derecho a la seguridad es una garantía que proviene de que nosotros tenemos derecho
a gozar de nuestros derechos humanos. Para gozar de nuestros derechos humanos, el Estado
tiene que garantizar estos derechos, ¿y qué significa garantizarlos? Mantenernos segu-
ros de que vamos a poder usarlos. De modo que tengan presente que aquí hay dos conceptos
que provienen, creo, simplemente de una mala forma de elaborar el tratado. Ustedes deben
tener en consideración que los tratados se elaboran por diplomáticos, quienes a menudo
negocian los términos. Generalmente los tratados, sobre todo los multilaterales, son vagos
por voluntad de las partes, porque esperan que se desarrollen a lo largo de la vida del
tratado a través de la jurisprudencia.

Por otra parte, si se examina la Declaración Universal y la Declaración Americana, se


observa que en ambas se sostiene que todo individuo o toda persona "tiene derecho a la
vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". Son tres derechos. Entonces, ¿por qué
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están los tres derechos juntos? Porque esta es la Declaración Americana del año 48, donde
todavía no se había desarrollado conceptualmente nada. Los tomaron de aquí para la
Convención Americana, y en vez de hacer tres derechos hicieron uno (el derecho a la vida) y
los otros dos los agruparon bajo el artículo 7. Les hago presente esto, aunque no es una
cosa importante que traiga consecuencia, porque como digo, creo que el derecho a tener
seguro el goce de todos los derechos proviene de la obligación de los Estados de garan-
tizar todos los derechos humanos.

II. EL ALCANCE DEL DERECHO A LA LIBERTAD PERSONAL

La libertad del artículo 7 de la Convención Americana es, por el contrario, un derecho autóno-
mo. En lo que dije anteriormente se ha estado usando el concepto de libertad en tanto
derecho humano. Mirado de otro modo, la libertad significa mucho más que el poder des-
plazarse de un lado a otro, y no estar confinado en un lugar pequeño. Esa libertad, lato
sensu, es un principio y una base que subyace a los derechos humanos. Los derechos
humanos se mueven entre la libertad y la igualdad. Esos son los dos nortes a los que se
dirigen los derechos humanos y lo que se busca es un equilibrio entre ambos. Pero esa
libertad no es la del artículo 7, esa libertad es la libertad amplia, es el principio.

El artículo 7 efectivamente se asocia con la privación de la libertad de una persona


para moverse, y hay otro derecho que también tiene alguna relación con eso, que es el dere-
cho a entrar y salir del país, que también tiene que ver con moverse, pero en otro tipo de
desplazamiento.

Nosotros tendemos a asociar la libertad solamente con la idea de cárcel, pero en


realidad el derecho a la libertad, tal como está concebido en el artículo 7, cubre otras situa-
ciones. ¿Se les ocurren a ustedes otras situaciones que sería conveniente que fueran regu-
ladas, que tienen que ver con la privación de libertad? En alguna causa que hayan tenido
¿se ha producido algún reclamo de una persona que está privada de su libertad, no por
haber cometido un delito, o no por inculpada de cometer un delito?
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Piensen, por ejemplo, en los enfermos mentales que son confinados en un hospital
psiquiátrico. Esa es una privación de libertad y esa privación se sujeta a reglas; no está
al arbitrio del Estado decir quién y cómo se puede internar a una persona en un estable-
cimiento psiquiátrico. O piensen en la detención por vagancia o la detención de una per-
sona ebria en una calle. Estas son privaciones de libertad y como tal se sujetan a algún tipo
de regulación que tiene que ver con el artículo 7. Esta detención, este tipo de privación de
libertad se ve también –e igualmente opera el artículo 7 para ello– en las escuelas militares,
en los ejércitos, en los colegios donde hay internos. Todas estas formas de privación de
libertad podrían estar cubiertas en principio por este artículo 7.

De hecho el Comité de Derechos Humanos tiene dos observaciones generales


donde habla de distintos tipos de libertad, y hay todavía un tipo de privación de libertad
mucho más curioso que también estaría cubierto por el artículo 7, que se da en algunos
países del África donde la norma de derecho es que la mujer no puede salir de su casa
nunca sin permiso de su marido.

De modo que el derecho a la libertad personal tiene una amplitud bastante mayor de
la que uno normalmente le atribuye cuando ejerce la profesión; lo primero que uno hace es
pensar: "Privación de libertad... inculpado... proceso penal". Por lo demás, eso es en realidad
lo más frecuente.

III. REQUISITOS GENERALES PARA TODA PRIVACIÓN DE LIBERTAD

La privación de libertad, como es una restricción de un derecho humano, está cuidado-


samente regulada en la Convención Americana, que parte al parecer del supuesto de que la
restricción del derecho a la libertad personal que regula es sólo la que se da en el contexto
de un posible proceso penal. Como vimos recién, sin embargo, hay otros tipos de privación de
libertad y ellos se regulan, en lo que les sea pertinente, por las disposiciones del artículo 7.

Dos son los requisitos mínimos para toda privación de libertad: la legalidad y la
no arbitrariedad. Esta restricción, como toda restricción de derechos humanos, debe ajus-
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tarse a un principio de legalidad. Las causales para ello deben estar en la ley, que
debe también contener regulaciones de tipo procesal: quién detiene, qué debe hacerse
durante una detención, y otras. La ley tampoco queda a la completa discreción del legis-
lador: las causales que señale deben ser ellas mismas compatibles con la Convención.

Una privación puede ser legal, pero incompatible con la Convención, cuando se
determine que ella es arbitraria; un concepto diferente de la exigencia de legalidad.
La privación será arbitraria cuando no sea razonable o sea imprevisible o desproporcio-
nada. Puede existir la orden del juez y una ley que éste invoca, pero si no hay razones
para detener a esa persona en particular, el arresto será incompatible con la Convención.
De modo que hay en realidad tres exigencias que son diferentes: una, es que debe ajus-
tarse a la ley del país; otra, que la ley del país se ajuste a la Convención; y la tercera, que
aún ajustándose a la ley del país no sea arbitraria.

IV. PRIVACIÓN DE LIBERTAD EN EL CONTEXTO


DE UN POSIBLE PROCESO PENAL

Si se examina el artículo 7, es posible observar a lo largo de sus incisos los pasos que
se dan en una privación de libertad, y el primer paso, obviamente, es el arresto que se
distingue de la mantención en prisión preventiva. Llamo arresto, a lo mejor en otros
países se llama de otra manera, a la aprehensión de una persona en un momento deter-
minado por un agente del Estado, que después puede transformarse en otro tipo de priva-
ción de libertad si es el juez el que ordena que la persona sea mantenida en esa condición.

Desde el punto de vista material hay que considerar que las causales y los
procedimientos para privar a una persona de libertad –cuando se trata del arresto– son
diferentes si la persona es encontrada en flagrancia, que si no la encuentran en esa
circunstancia. Obviamente, siendo un delito flagrante no sería razonable que se exi-
giera una orden judicial previa para arrestarlo. Un delito flagrante permite el arresto de
la persona normalmente por cualquiera que ve la perpetración de un delito, pero sólo con el
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objeto de ponerlo inmediatamente a disposición de una autoridad judicial. Si no hay


flagrancia, generalmente es la ley interna la que exige una orden judicial y un agente
del Estado que tenga las facultades, en la ley interna, de aprehender.

La Convención exige que en el propio momento del arresto la persona sea infor-
mada de las razones de la detención, no con términos legales, sino de manera que el
arrestado tenga noción cabal de qué posible conducta de él es la causante de su arresto. Se
le informará: "lo estoy arrestando en virtud de esta orden judicial". Si es delito flagrante le
dirá: "Lo estoy arrestando porque al parecer todo indica que usted mató a esta persona", o
"Todo indica que usted anda con drogas en su automóvil". Delito, en principio, flagrante.

En un momento posterior al arresto, el afectado tiene el derecho de que se le noti-


fiquen los cargos "sin demora". Los cargos son diferentes de las razones de la detención y
requieren una explicación legal de las razones de por qué aparece como sospechoso o
se le quiere imputar un delito.

Normalmente esto va muy ligado con el siguiente derecho, el de ser llevado, tam-
bién sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones
judiciales. Esa es la secuencia y generalmente, las dos obligaciones del Estado se reali-
zan en el mismo momento: se le lleva ante un juez y se le notifican los cargos. El juez deberá
entonces revisar no sólo la legalidad sino la no arbitrariedad de la detención. En ese
momento en que es llevado ante un juez, se plantea el problema de qué significa sin
demora. Ningún plazo de la Convención Americana es un plazo de días o de meses o de
años, nunca es un plazo fijo. Los plazos dan idea de lo que debe ser, nada más; porque,
obviamente, las circunstancias diferentes harán que se haga diferente el número de horas,
de días, de meses o de años que algo debe durar. Sin demora, en términos de llevarlo ante
un juez, en una situación de normalidad son 24 horas, 48 horas a lo más.

Aun en una situación de emergencia –como lo permite el artículo 27 de la Convención


en caso de guerra, de peligro público o de otra emergencia que amenace la indepen-
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dencia o seguridad del Estado parte– casi todas las obligaciones del Estado en relación
con el artículo 7 pueden ser suspendidas. Pero aun en ese caso debe existir una "legali-
dad para la situación de emergencia", y no podrá suspenderse jamás el recurso de habeas
corpus (Opiniones consultivas 8 y 9 de la Corte Interamericana), derecho que también
es consustancial a un detenido, quien puede recurrir por sí mismo ante un juez o tribunal
competente para que se decida, "sin demora", la legalidad de su arresto o detención. Este
derecho al recurso de habeas corpus debe poder ejercerse de manera regular, o sea, a
intervalos razonables; no podría haber una ley que sólo permitiera a un detenido ejercer
este derecho cada cierto número de meses. No; debe haber la posibilidad de un reclamo
de amparo en intervalos razonables. Hay que tener presente que el amparo o habeas corpus,
es un recurso que protege no sólo la libertad personal. El nombre preciso del recurso es, en
realidad, el de habeas corpus, que significa "tengamos el cuerpo",y en él debe exigirse por
el juez que el detenido sea llevado a su presencia. Luego el recurso de habeas corpus
protege también la integridad personal de los detenidos. En suma, este recurso protege la
libertad personal examinan la legalidad y no arbitrariedad de la orden de detención y
también la integridad personal.

Todo lo anterior nos lleva a concluir que las decisiones que ordenen una deten-
ción deben ser fundadas. Un caso interesante en este sentido es el de García Asto y
Urcesino Ramírez, donde la Corte lo establece claramente.

Si el juez decide mantener a la persona arrestada en prisión preventiva a la es-


pera del juicio, la Convención establece que podrá hacerlo si no hay posibilidades de que
se den garantías "que aseguren su comparecencia en el juicio", puesto que el artículo 7. 5
prescribe que "su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su compa-
recencia en juicio". De aquí se sigue que no es posible mantener a una persona en prisión
preventiva a menos que la prisión sea necesaria para asegurar la efectividad del juicio.
En general, se admiten como causales el peligro de fuga y el peligro de que se destruyan
u oculten pruebas.
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En todos nuestros países, no sé si éste será una excepción, pero generalmente en


todos nuestros países a menudo se dan más causales que éstas; de hecho, una causal
que se da siempre es la peligrosidad. Se dice: lo arresto y lo mantengo detenido porque es
peligroso, concepto que yo personalmente creo no está aceptado por el derecho interna-
cional de los derechos humanos. Además de razones de texto habría razones en el sentido
del objetivo que perseguiría una prisión preventiva por esa causal. El argumento que uno
podría dar sería el siguiente: si una persona comete un crimen –supongamos que está
inculpada de haber cometido un crimen de sangre y la persona es peligrosa porque se
piensa que va a cometer otros crímenes de sangre– su peligrosidad no se va a solucionar
con mantenerla detenida, porque la prisión preventiva en este caso no la va a llevar a ninguna
rehabilitación; no la va a llevar a nada, sino que la va a quitar de circulación para que
no cometa un crimen y, a lo más, si va a haber un proceso y este proceso termina y es
condenada, la van a condenar a cierto número de años. Después va a salir y va a seguir
siendo tan peligrosa como antes; o sea, la peligrosidad más bien, diría yo, es una cualidad
de la persona; los penalistas discuten este concepto en términos de su relevancia para
la privación de la libertad. Estimo que la peligrosidad más bien acusa una "relación con la
necesidad de tratar médicamente a una persona", mandarla a un hospital, o sea, sacarla de
circulación pero no por la vía de enviarla a la cárcel sin propósito alguno. Creo que la pri-
sión preventiva no es la solución para eso. Desgraciadamente, en todos nuestros países
es un concepto que se utiliza a menudo.

La otra causal que se invoca en muchas legislaciones para determinar la prisión


preventiva es la gravedad de la pena. La prohibición de usar este parámetro está claramen-
te establecida en el derecho internacional. Si se le utiliza, lo que se está haciendo en realidad
equivale a adelantar la pena, porque se priva de la libertad "a cuenta de" la eventual condena.
Esto da lugar a que un tribunal que ha mantenido en prisión preventiva a una persona por
un largo tiempo, a veces por años, se sienta prácticamente obligado a condenarlo para
justificar la prisión preventiva y la condena se parecerá mucho, en cuanto a su duración,
a la prisión preventiva en que se le había mantenido.
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En este punto sería conveniente recordar que la función de los jueces no es ase-
gurar la paz social, sino hacer justicia. No es su tarea eliminar la delincuencia; su tarea es
hacer justicia. Sé que la sociedad le exige a los jueces mucho más que eso, pero esto
es erróneo. La tarea del juez es decir el derecho cuando hay controversia entre dos partes;
en el procedimiento penal una parte es el Estado, representado por el Ministerio Público, o
fiscal, y la otra es el acusado. El disminuir la delincuencia es tarea del Ministerio del Interior.

Obviamente, si los fundamentos de la privación de libertad desaparecen, lo que


procede es decretar la libertad de inmediato. La Corte Interamericana no ha sido, en mi
opinión, consecuente con esta idea. En varios casos de terrorismo de Perú, en que la Corte
decidió que el proceso no había sido debido, como el de Castillo Petruzzi y otros, se de-
claró la invalidez del proceso indebido y de la sentencia con que culminaba, ordenando
que se garantizara a las víctimas de esta violación un nuevo juicio con la plena observan-
cia del debido proceso legal. Esto traía como consecuencia que desaparecía todo
fundamento de la prisión –que en ese momento resultaba de las sentencias condena-
torias– y lo esperable hubiera sido que la Corte ordenara la libertad inmediata de los presos,
lo que no hizo. Algo similar sucedió en el caso de García Asto y Urcesino Ramírez.

Finalmente, una persona detenida tiene derecho a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad. El número 5 del artículo 7 establece, pues, que si
la duración de la prisión preventiva no es razonable, el juicio puede continuar pero con la
persona en libertad. En primer lugar, hay que insistir en que durante todo el periodo de
prisión preventiva deben mantenerse los fundamentos de la detención; si los fundamentos
desaparecen, obviamente la persona tiene que ser liberada, así haya pasado un lapso
muy corto. Generalmente la liberación puede producirse a raíz de una petición del detenido,
pero en realidad corresponde al juez, de oficio, la obligación de revisar periódicamente si
las razones de la detención se han mantenido, porque si no se mantienen, tiene que ponerla
en libertad, puesto que ésta es una restricción a un derecho humano y por tanto tiene
que estar permanentemente cumpliendo con los requisitos de toda restricción. Pero, ¿qué
pasa si se mantienen las razones pero el plazo es muy largo? En ese caso debería operar
la disposición que comentamos. La respuesta a esta pregunta es difícil, sobre todo porque
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no hay criterios ni en la jurisprudencia ni en la doctrina que puedan servir de guía para


decidir cuándo un plazo de detención no es razonable. La jurisprudencia a menudo confunde
este plazo razonable con el plazo de que habla el artículo 8 que establece el debido proceso.
Las diferencias entre ambos plazos deben existir: toda norma debe interpretarse de modo
que tenga un efecto útil, y si no hubiera diferencias se estaría concluyendo que una de
las dos normas es superflua. Una diferencia que aparece en el propio texto es que el
plazo del artículo 7 no es para terminar el juicio, es para liberar a una persona de la
detención, mientras que el del artículo 8 es para concluir el juicio. Esto haría suponer que
el plazo del artículo 7 podría ser más corto. En conclusión, podría decirse, primero, que el
plazo razonable puede tener que aplicarse cuando las razones para detener siguen
vigentes, y segundo, que este plazo de detención es diferente del plazo razonable para
juzgar, pero que hasta ahora no ha habido una aproximación exitosa a la interpretación
del artículo 7.5.

V. OTROS DERECHOS Y OBLIGACIONES EN RELACIÓN


CON LA PRIVACIÓN DE LIBERTAD

La Corte Interamericana ha insistido muchísimo sobre el hecho de que el recluso está


absolutamente en manos del Estado. El artículo 5 de la Convención impone al Estado la
obligación de mantenerlo en condiciones dignas. Hay entonces unas Reglas Mínimas
para el tratamiento del recluso, un conjunto de principios donde en el marco de las Nacio-
nes Unidas se ha establecido cómo debe mantenerse un recluso, y a pesar de que estas
reglas no son un tratado, la Corte Interamericana las utiliza para iluminar la interpreta-
ción de las normas de la Convención. De modo que también ese conjunto de principios y
las Reglas Mínimas para el tratamiento del recluso deben ser tenidas en consideración
por el juez cuando tiene detenida a una persona.

Otro derecho importante para el detenido es el de tener un abogado, que se


consagra formalmente en la Convención como una garantía del inculpado en un proceso
penal. Todo el desarrollo jurisprudencial apunta a que ese derecho nace en el momento que la
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persona es arrestada; de ahí en delante debe tener derecho a un abogado; no puede la


justicia operar, ni siquiera en la etapa de la detención, sin que la persona tenga alguien que
la defienda.

Lo otro que surge también del desarrollo jurisprudencial, es la necesidad de que


cada vez que se detiene a una persona se le haga un reconocimiento médico, recono-
cimiento que debe repetirse cuando la persona queda en libertad; porque como dije
anteriormente, hay una relación muy estrecha entre la libertad y la integridad personal y un
modo de asegurar que la integridad personal no sufra es un reconocimiento médico en el
momento del arresto y otro cuando es liberado; si hay discrepancias en la salud de una
persona entre el momento del arresto y de su liberación, el Estado tiene que justificarlo.

La violación de la libertad personal es central en el fenómeno de las desapariciones.


La Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas define la desa-
parición como una privación de libertad seguida de la falta de información. Hay normas
que han sido desarrolladas por la jurisprudencia como producto de las desapariciones
forzadas. Por ejemplo, la obligación de los Estados de tener un lugar oficialmente reconocido,
de no detener a personas sino en lugares oficialmente reconocidos. Eso es un desarrollo
jurisprudencial destinado a evitar la desaparición o a obstaculizar la desaparición.
Segundo, la existencia de un registro de detenidos, que no existe en algunos países. Otro
punto que también se ha desarrollado jurisprudencialmente es la necesidad de que las
autoridades judiciales siempre tengan acceso inmediato y libre a los lugares de detención,
producto obviamente de las circunstancias prevalecientes en tantos países de nuestro
continente en años recientes. Todas estas medidas van creando obstrucciones que inten-
tan cerrar los espacios por donde la gente puede violar los derechos humanos.

Finalmente, en materia de obligaciones de los Estados, que constituye una medida


de prevención importante, es la educación de los agentes de policía, tanto de los gendar-
mes como de los agentes, que deben ser capacitados en el conocimiento y aplicación
de las normas que deben seguir estrictamente tanto para la detención como para el
tratamiento de las personas en detención.
LOS DERECHOS A LA VIDA Y A LA LIBERTAD PERSONAL EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS 321

Estos son desarrollos jurisprudenciales a la luz de lo que pasa en la realidad de los


países, porque vuelvo a lo que decía ayer en la tarde: el Estado tiene la obligación de garan-
tizar, y esta obligación tiene el contenido que se requiera para hacer frente a las afectacio-
nes ilegítimas que aparecen de la práctica y que el Estado debe responder.

VI. DERECHOS COLATERALES QUE AFECTAN


LA PRIVACIÓN DE LIBERTAD

El hecho de que una persona esté privada de la libertad implica que es posible que se
afecten otros derechos que no son el de la libertad personal, tales como el derecho a la
vida familiar y a la privacidad. La vida familiar se altera si hay una persona que está en
la cárcel. A veces se altera también el derecho a la libertad de expresión; o sea, es posi-
ble encontrar argumentos que justifiquen la intervención de las autoridades de la cárcel para
interceptar la correspondencia de una persona presa. Pensemos en el narcotráfico, donde la
posibilidad de comunicarse con el exterior por medio de cartas permitiría la comisión de deli-
tos; se pueden planear delitos a través de cartas. Entonces es posible que la privación de
libertad acarree la afectación de otros derechos; pero esta afectación tiene que ser nece-
saria e inherente a la privación de libertad de la persona. No se pueden afectar otros derechos
sino los indispensables. Y eso es algo que también a menudo en nuestras cárceles no se
cumple; en nuestras cárceles a menudo hay una afectación superior a la necesaria. Por
ejemplo, se establece la prohibición de leer. ¿Es eso indispensable y consecuencia necesaria
de estar detenidos? No lo parece. A medida que se avanza en los derechos humanos los
Estados están tendiendo a disminuir el número de oros derechos afectados y la intensidad de
las afectaciones.

VII. SOBRE EL PRINCIPIO DE PRESUNCIÓN DE INOCENCIA

El artículo 8 establece el principio de presunción de inocencia. Este principio implica que


una persona debe ser considerada inocente hasta que no se demuestre su culpabilidad.
El hecho de que sea considerada como inocente implica que debe ser tratada como tal y esto
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ha constituido el fundamento invocado por la Corte Interamericana para concluir que una
prisión preventiva prolongada es una violación del artículo 8.

VIII. PROHIBICIÓN DE LA PRISIÓN POR DEUDAS

En el artículo 7, además de establecer cómo se priva de libertad, también se establecen


situaciones en que nunca se puede decretar la privación de libertad. Ayer veíamos que no
se puede decretar la pena de muerte para los delitos políticos o los conexos; para las mujeres
embarazadas o para los menores de 17 años. Aquí hay una norma que dice que nadie será
detenido por deudas; o sea, no se puede privar de la libertad a una persona por deuda, y
esto es propio de esta Convención, no del Convenio Europeo ni del Pacto, salvo que sea una
persona detenida por mandato de autoridad judicial competente por incumplimiento de
deberes alimentarios. Uno podría discutir si esto obedece a la lógica de los derechos
humanos o no; es posible discutirlo; la norma existe y su fundamento se encuentra en
la realidad, porque la realidad en nuestros países es que a menudo el padre que no tiene al
hijo, frecuentemente no cumple con sus deberes alimentarios; y una manera de hacerlo
cumplir es con un mandato de prisión.

Creo que con esto tendrán ustedes un panorama, y no pretendo que sea más que
eso, del derecho a la vida y del derecho a la libertad personal. Espero que haya podido
trasmitirles las cosas más esenciales de cómo mirarlos, porque la solución de los proble-
mas puede variar, pero para que haya solución es indispensable saber cómo enfocar cada
problema.

Muchas gracias

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