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RAMEAU Y ROUSSEAU:

Lo peculiar o lo universal
Por Daniel Alejandro Gómez. (Residente en Gijón, España)

La querella, palabra muy elocuente para la época musical que vamos a


esbozar, entre lo eterno y lo que está sujeto a las mudanzas del tiempo, entre lo que
vale para un lugar y lo que es universal, la cuestión, en suma, del tiempo y el
espacio con respecto a la creación musical, es parte fundante de una filosofía
musical. Y la filosofía musical puede enfocarse, lo veremos, en los distintos puntos
de vista acerca de la naturaleza, o naturaleza musical, y la esencia de la misma, sea
racional o emotiva.

Rameau y Rousseau son, pues, dos músicos y teóricos con visiones propias
de la naturaleza y la consiguiente imitación musical de la misma. Dos visiones
sobre el origen de la corrección musical, de la ortodoxia musical. Ello en un siglo
XVIII en el que Francia, y una parte importante de la Historia de la Música,
debatía entre el teatro nacional francés y el italiano, entre la razón-Francia- o el
sentimiento-Italia-. O entre la armonía y la melodía; que son dos consecuencias
prácticas respecto a las bases filosóficas de ambos autores.

Y es curioso que Rameau, como músico de carrera que era, como creador,
se decantara más bien por lo racional, o una visión más bien racional de la
naturaleza, científica en todo caso; y Rousseau, que era un simple aficionado a la
composición, tenía, sin embargo, amplios conocimientos teóricos, y su filosofía
nos influye hoy día: mas las consecuencias de dicha filosofía, de su visión
romántica de la naturaleza, son más sentimentales, más emotivas. La música,
podríamos decir, como un lenguaje del corazón. Puesto que el lenguaje es parte de
la visión de Rousseau sobre el canto y la melodía; sobre la modulación cantable del
lenguaje y su aptitud, acorde con su visión de la naturaleza, melódica y, por ende,
sentimental.

De hecho, nuestra visión actual del estado de naturaleza, y su consiguiente


imitación musical- por ejemplo, en el canto de de la tierra, en la melodía de terruño
que a tantos románticos inspiraría-, se debe en parte a Rousseau. Era el
Romanticismo avant la lettre de Rousseau, que consideraba a la naturaleza, ante lo
racional y lo convencional asociado a la tradición del pensamiento musical francés
de ese entonces, como punto de partida de un orden legítimo en la música; de una
música cuyo origen y cuyas consecuencias eran sentimentales, sin concurso del
artificio y la razón. La visión roussoniana es la imitación pura, mediante la melodía
del canto, sin artificios. Su visión es, por lo tanto y haciendo honor a su condición
filosófica, profunda y hacia los primeros principios; deshaciendo un camino de
música a melodía y de melodía a sus pensamientos sobre el lenguaje, con la
importancia y naturalidad del habla de cada pueblo en la melodía, en la música.
Visión que llega, de alguna manera y en el siglo siguiente, a los sentimientos
patrióticos del folclore y las escuelas nacionales.

En la polémica, o más bien querella, entre italianos y franceses, entre


lullistas y antilullistas, Rousseau estaba con lo que se consideraba como la
sencillez y espontaneidad del melodrama italiano; evidentemente, la música
italiana y su ópera son mucho más melodiosas, sin demasiados artificios o
erudiciones de armonía, una armonía que Rousseau consideraba como barbarie. La
misma lengua italiana y sus dialectos, recordemos las indagaciones de Rousseau
sobre el lenguaje, poseen una melodiosidad y un cántico característico, accesible a
la expresividad, a los sentimientos. Esos sentimientos que Rousseau, más allá de la
visión de la naturaleza regida por la ley newtoniana de Rameau y sus principios
musicales de allí derivados, veía en la naturaleza.

En efecto, Rameau estaba vinculado al racionalismo, y él mismo fue


considerado como un compositor racionalista, cartesiano, científico, con su famoso
Tratado de la armonía. Es así que estaba inspirado en el antiguo linaje de las ideas
matemáticas, pitagóricas, en la música. Pero ante la oposición de la razón y la
naturaleza, Rameau obvió, o intentó obviar, esa cesura: la naturaleza y la ley
matemática, ley que sustentaba su enfoque armonista, estaban en concordancia. Su
visión, pues, también era una cuestión profunda, de principios, de categorías
estéticas y filosóficas. Cuestiones como el artificio o lo natural; el orden racional o
no. Aunque músico de carrera, no por ello deja de tener una gran importancia
teórica; de hecho, hoy día es recordado no solamente como músico, sino también
como teórico, con sus indagaciones en la armonía: esa estructura mucho más capaz
de un esquema racional-matemático que la calidez lineal, tan ligada a las formas
lingüísticas sustentadas en la idiosincrasia de cada país o pueblo, de la melodía. Si
bien por fuera de la peculiaridad sentimental de Rousseau, Rameau no renuncia al
sentimiento de la música, aunque universal; pero ese sentimiento proviene de la
naturaleza regida por la razón, o más bien de esa naturaleza que Rameau no veía
disociada de la razón.

A grandes rasgos, tratándose de Rameau y Rousseau, podemos contraponer,


llevando a la práctica principios teóricos como la posición ante la naturaleza y su
imitación, bien nítidamente a la armonía y la melodía: la melodía vocal, con su
línea, con la expresividad de la voz; ante la armonía, con toda su estructura
matematizable en sus elementos, tan susceptible de racionalización. Sin dudas que
se puede ver a la voz como mejor imitadora de una naturaleza vista de modo
sentimental, de una naturaleza roussoniana; por ser la voz misma, el canto, algo
natural del hombre, sin el supuesto artificio de la instrumentación armónica. Una
naturaleza- sea en el lenguaje como en el lenguaje cantado- melódica; mientras que
los instrumentos y sus creaciones, como las creaciones armónicas susceptibles de
complejidades como la fuga o el contrapunto, pueden ser vistos más bien como
artificios y edificaciones musicales, como instrumentos del hombre y no como una
parte del hombre mismo, como sí lo es el lenguaje, y la melodía del lenguaje.

La música y su, digamos, naturalidad pueden tener, sin embargo, esa doblez
roussoneana y ramoneana.

Pese a que muchos ven a la llamada música erudita de hoy o de ayer como
algo eminentemente intelectual, y a la música popular, edulcorada por la
masificación de los medios, como lo sentimental y lo que va directo al corazón, en
la misma música erudita, según le dicen muchos autores, es claramente posible
encontrar ese sentimiento que no es capital intransferible de la llamada música
popular: un hombre tan impulsivo, en vida y obra, como Beethoven, o Vivaldi y
Las estaciones, con la delicadeza tan emotiva del violín, o los románticos
alemanes, con la emoción de la tierra y las leyendas germánicas: Schubert,
Schumann, Wagner, etc.
Pero la Historia de la Música, y el mismo espíritu tan racional de la época de
Rousseau y Rameau, fortalecen también lo legítimo de la posición de Rameau, y
su visión de una naturaleza y una música racional.

Una racionalidad que, más allá de los antecedentes más emotivos que citamos, se
encuentra en las búsquedas formales del siglo XX, con la dodecafonía, el
serialismo integral, etc. Pero también dicha racionalidad- o racionalismo, según se
mire- se encuentra en el siglo XVIII y la música del pensamiento ilustrado. Pues es
cierto que en la época de Rameau y Rousseau, y esto a favor de Rameau, más allá
de los últimos chisporroteos de lo barroco, se empieza a gestar la música más
intelectual, con esa mesura propia del Siglo de las Luces y su Primera Escuela de
Viena: Haydn, Mozart y el primer Beethoven; con su sencillez inteligible, clara, y
también, dicen algunos, con una fría falta de emotividad…

Recordemos que muchos autores discurren que el origen de las artes, por
más dificultoso de comprobar que sea y acaso cayendo no en otra cosa que en la
especulación, ocurrió en las danzas y cantos de labores. Más allá de ese posible
origen popular y emotivo, la música y las matemáticas también pueden ser
hermanas: ello lo demuestra esa intangibilidad de base, esa abstracción- como
abstractas son las matemáticas- ante la representación más directa, más tangible,
sea en palabras o en imágenes representativas, de otras artes como la pintura
convencional y la literatura. Una abstracción, por su capacidad de racionalización,
tan cara al orden armónico de Rameau, construcción armónica que es lo patente de
su base filosófica de una naturaleza matemática.

Recapitulemos que Rousseau concepciona la música como algo capaz de


peculiaridad; se atiene a las peculiaridades de la lengua, de la melodía lingüística
de cada pueblo. Hombre interesado en el lenguaje, ya que no solamente filósofo
había escrito un ensayo sobre el origen del lenguaje, para él las palabras eran
poesías y canto: hablamos moduladamente, de alguna manera cantamos, y cada
idioma canta según su talante. Es la posición melodista, cálida, cercana,
espontánea; y tan romántica en la valorización del nacionalismo lingüístico. Cada
pueblo musical, en esta posición, es una lengua; cada lengua un canto; cada canto
una música. Mientras que Rameau había hecho toda una arquitectura armonista: en
él la música podía revelar un orden natural de razón, pero eterno e inmutable; y no
la naturaleza cambiante, el folclorismo lingüístico, y por ende, melódico de
Rousseau.
La concepción, entonces, ante la naturaleza es importante en la distinción de
Rousseau y Rameau; sobre todo en lo referente a las bases más hondas del
pensamiento musical: a posiciones universales o peculiares.

Hoy entenderíamos que para Rousseau la naturaleza de la música era


precisamente la naturaleza, mientras que para Rameau la naturaleza musical era
traducible a la propia razón, que era, para nuestros tiempos, inconcebiblemente
matemática, newtoniana. Rameau, en su visión racional, mecanicista, y por ende
universal, no podía entender y se mantenía al margen de polémicas musicales entre
italianos y franceses, polémicas a las que a veces se veía arrastrado más allá de su
voluntad. La música de Rousseau, en cambio, no tenía nación.

Podemos concluir que del lenguaje del sonido musical- cuando se quiere
escuchar desde esa naturaleza originaria roussoniana o ramoniana que es posible,
como vemos, considerarla como un sentimiento o una naturaleza matemática-
pueden surgir y fomentarse dialectos; o la pretensión, en cambio, de una lingua
franca ramoniana…

En todo caso, es posible arriesgar que, en efecto, la música instrumental, más


proclive a las texturas armónicas, es un lenguaje mucho más universalmente
inteligible- aunque más apto para los oídos del occidental acostumbrado a las
formas musicales eurocéntricas- que el lenguaje literario o incluso el visual. Pero
en la música vocal, la música cantada- con todas las peculiaridades lingüísticas del
idioma modulado, con el sentimiento natural de una expresión vocal- se puede
hacer mejor esa individualización roussoniana; pues la vocalización, y el canto
melódico, es algo concreto, corporal y físico. Y tan lógicamente idiosincrásico
como la propia lengua que lo sustenta.
Consultado en: http://www.filomusica.com/filo82/rousseau.html

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