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1) La Revolución de Mayo.
Sus antecedentes: acontecimientos ocurridos en el orden externo e interno.
Los sucesos de España. La mala política española que culminó en los
acontecimientos de 1810 y que provocó directamente el alzamiento de toda América
comenzó desde el momento en que se ciñe la corona real al hijo de Carlos III, debido
a la muerte de éste. Con Carlos IV se inicia la desventurada época en que España
habría de perder su antiguo prestigio.
Ante este desacierto, Carlos IV no evitó firmar el Tratado de San Ildefonso (18 de
agosto de 1796), quedando desde entonces, librada su suerte, a la hábil política de
Napoleón Bonaparte, que utilizó al gobierno ibérico para su campaña contra
Inglaterra.
A fines de 1807, pretextando Napoleón dirigirse a Portugal, irrumpió con sus ejércitos
en territorio español. La invasión estaba decretada por la resolución de Carlos IV de
trasladar la Corte a Cádiz.
En Aranjuez, en marzo de 1808, se produce la abdicación de Carlos IV en favor de su
hijo Fernando. Sin embargo, la situación de este último quedó un tanto inestable,
pues Carlos IV, aconsejado por Napoleón, declaró sin efecto la abdicación y se hizo
cargo del gobierno. Dos reyes gobernaban a España. El 6 de mayo en Bayona,
merced a la habilidad del célebre corso renuncia Fernando VII y Carlos IV abdica en
favor de Napoleón, que hará coronar más tarde a su hermano José.
De todos estos acontecimientos lo que más interesa a nuestro estudio es la creación
de las llamadas Juntas Provinciales.
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realizado. Acaudillando a millares de sus hermanos indios, sometió a pueblos y
ciudades, a guarniciones y a fuertes ejércitos españoles, proclamando la liberación
del pueblo sometido.
La revolución que ha pasado a la historia como la de Los Comuneros, en
Nueva Granada (1780), tiene la importancia de que, debido al triunfo momentáneo de
los rebeldes, las autoridades españolas accedieron a sus peticiones firmando un
pacto de compromiso.
La actitud prerrevolucionaria en el Río de la Plata. Durante el siglo XVIII y principios
del XIX, fueron numerosos los acontecimientos revolucionarios, donde el fermento de
libertad e independencia, comenzaba a insinuarse. Actos, estos que demuestran
claramente, que el ideal revolucionario, contrariamente a lo que sostienen algunos
historiadores, no se concretó solamente al ser proclamado por un grupo porteño, sino
que estaba en toda la población virreinal.
En la ciudad de Mendoza, la rebelión santafecina que originó la intervención armada
del virrey y los documentos que corrieron por todo el pueblo demuestran que la
revolución no estaba solamente en Buenos Aires.
Entre Ríos, por su parte, está también preparada para recibir la rebelión.
En Corrientes, en Córdoba se amenazó con cárcel al que levantase "especies contra
la felicidad de las legítimas autoridades y contra los Gobiernos Supremos".
En todos los pueblos del Virreinato proliferan los grupos revolucionarios, surgen los
caudillos populares, los que difunden las nuevas ideas, los que agrupan a los criollos.
En Santiago del Estero, en Tucumán, con don Nicolás Laguna; en Salta, en La Paz,
en Cochabamba. No se deben olvidar, además, las sublevaciones de Chuquisaca y
La Paz, y la enorme influencia que ejercieron, especialmente, en las poblaciones del
norte.
El 25 de mayo de 1809 se produjo la revolución en la primera de las ciudades
nombradas, deponiendo el pueblo a su presidente o gobernador. Bernardo de
Monteagudo y el entonces comandante de armas Juan Antonio de Álvarez de
Arenales se contaban entre los cabecillas del movimiento.
A su vez, en la ciudad de La Paz el pueblo criollo a cuyo frente se encontraban Pedro
Domingo Murillo y Juan Pedro Indaburu, depuso también a las autoridades
españolas.
A toda esta situación se suman las invasiones inglesas, que produjeron una
verdadera revolución en el pueblo de Buenos Aires, y posteriormente en el interior.
Respecto a las clases sociales, el rey, la Iglesia y la nobleza, fueron durante los
Borbones, a pesar de la política regalista, las fuerzas dominantes y tradicionales en
España. Estas tres fuerzas sociales asoman a principios del siglo XIX con toda una
larga trayectoria a sus espaldas, dominando a la incipiente comunidad rioplatense.
Dos fuerzas más, habrían de sumarse a las tradicionales. Por un lado, surge la
"burguesía intelectual", promocionada por sus propios méritos.
Sus integrantes son hombres del pueblo, con formación universitaria, educados en
Charcas, Córdoba o Buenos Aires, que reciben la influencia directa de la ideología
liberal.
La otra nueva fuerza, surge a consecuencia de las invasiones inglesas. Triunfantes,
los jefes criollos de la defensa y la reconquista de Buenos Aires, comprenden el
inmenso poder que tienen en sus manos. Y así, jefes y tropa de los regimientos
patricios asoman al proceso histórico, conformando la nueva fuerza de la "milicia
criolla".
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Las Invasiones inglesas significaron la incorporación del Río de la Plata a las Guerras
napoleónicas, conflicto que enfrentaba a las dos potencias dominantes de la época, el Reino
Unido y Francia. La guerra entre el Reino Unido y el Primer Imperio Francés otorgaba a los
vastos territorios hispanos en América un papel estratégico y económico de gran importancia
para el Reino Unido, que se hallaba por entonces en plena Revolución industrial.
La fundación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, fue una medida de carácter
estratégico militar con fuertes implicaciones económicas. Carlos III se vio presionado por el
avance portugués sobre el Río de la Plata, las sucesivas expediciones británicas y francesas
sobre las costas de la Patagonia y la necesidad de blanquear las operaciones ilegales en el
puerto de Buenos Aires, alentadas por el monopolio comercial que el Virreinato del Perú
otorgaba a Lima.
Mientras en toda América y Europa se esparcían las influyentes ideas relacionadas con la
Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y las políticas liberales del
gobierno del Reino Unido, España continuaba con su política colonial conservadora. Dado
que España prácticamente carecía de factorías, era incapaz de absorber los productos
procedentes de sus colonias, desfavoreciendo así al desarrollo económico de los virreinatos
americanos. El principal interés estaba colocado sobre la extracción de metales preciosos,
con los cuales la metrópoli financiaba sus guerras y alianzas. En cambio, Inglaterra
transitaba el camino hacia la industrialización y, por tanto, crecía allí la demanda de
productos primarios. Dadas las numerosas restricciones aduaneras que se imponían en los
puertos sudamericanos y la inexistencia de actividad minera en la región del Plata, el
contrabando se convirtió rápidamente en la base del comercio de una región cuya actividad
económica principal era la ganadería.
La supresión del monopolio del tráfico de Indias en 1778 que había privilegiado hasta
entonces a la Casa de Contratación de Indias de Sevilla y posteriormente Cádiz, por un lado
intentó destruir por completo la plaza comercial portuguesa de Colonia del Sacramento, tras
el resultado incierto de la ocupación española en el mismo año de su fundación. Por otro
lado, si bien esta medida no logró contener el contrabando, sería un antecedente para el
crecimiento económico de la capital virreinal: sólo entre 1800 y 1807, los ingresos del
Cabildo se multiplicaron por catorce.
En 1797, por orden de Carlos IV, el virrey Antonio Olaguer y Feliú autorizó el comercio con
países neutrales, debido a las dificultades en el comercio con España a causa de las
hostilidades crecientes en Europa y al creciente dominio inglés de los mares. Esto ubicó al
Río de la Plata en las rutas del comercio internacional, atrayendo numerosas naves
estadounidenses e impulsando el aumento de la presencia británica en la economía porteña.
De manera intermitente, el comercio con Gran Bretaña pasaba de la legalidad a la
clandestinidad, de acuerdo a las relaciones cambiantes entre la península y aquella nación.
Las autoridades virreinales, en ocasiones, fomentaron este tipo de actividad en lugar de
prevenirla mediante funcionarios corruptos. Este comercio contribuyó al surgimiento de la
élite de comerciantes porteños que pronto enviaron a sus hijos a estudiar a Europa, desde
donde pronto traerían ideas revolucionarias.
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quien declaró en 1802 la guerra al reino de Portugal, principal aliado del Reino Unido en el
continente.
La batalla de Trafalgar, en 1805, puso de manifiesto el fin de tres siglos de supremacía naval
de la Armada Invencible, lugar que pasaría a ocupar la flota británica. Asimismo, este
resultado minó la capacidad de España para defender y mantener su imperio.
La Paz de Basilea, en 1795, puso fin a la guerra entre España y la Revolución francesa. En
1796, por el tratado de San Ildefonso, España se alió con Francia, que estaba en guerra con
Inglaterra, abriendo así la brecha que justificaría la actuación militar de Gran Bretaña, que
buscaba obtener mayor influencia sobre las colonias españolas.
A comienzos del siglo XIX, el Reino Unido se encontraba en plena revolución industrial,
lo que la convertía en la economía más productiva de toda Europa, posicionándose
con fuerza como exportadora de productos manufacturados. Poco menos de la mitad
de estos productos tenían como destino el mercado europeo continental. Tras el
rotundo fracaso militar que significó para Francia y España la Batalla de Trafalgar el
21 de octubre de 1805, Napoleón Bonaparte optó por la estrategia de la guerra
económica.
En noviembre de 1806, poco después de que Francia conquistara o se aliara con cada una
de las potencias del continente, desde la Península Ibérica hasta Rusia, Napoleón promulgó
el Decreto de Berlín, prohibiendo a sus aliados y a los países conquistados cualquier tipo de
relación comercial con Gran Bretaña. Esta medida volvió a alentar las necesidades del
Reino Unido de consolidar y asegurar sus intereses en el Nuevo Mundo.
Desde comienzos del siglo XVIII, una serie de planes de ocupar Buenos Aires y otras
ciudades sudamericanas, fueron propuestos pero se vieron frustrados por diversas
circunstancias.
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militarmente las principales ciudades sudamericanas, asegurando que el pueblo recibiría a
los británicos cordialmente y que se apresurarían a organizar gobiernos soberanos. A
cambio, de esta ayuda, el Reino Unido obtendría los beneficios del intercambio comercial sin
restricciones y el usufructo del Istmo de Panamá, con el fin de construir un canal para el
paso de navíos. Pitt aceptó la propuesta y comenzó a organizar la expedición.
La primera invasión comandada por Beresford llegó en 1806. La armada inglesa decide
invadir y desembarcar en el Río de la Plata, para tomar este con la intención de hacer cesar
el poder real Español en América. Ataca por el lado más débil y desprotegido que tenía la
colonia Española, América del sur. En el Río de la Plata no había grandes ejércitos deciden
toman este con el objetivo de trasladarse por tierra a chile de allí trasladarse a Perú y así
voltear el poder Real, y con ello caería el poder español. Cuando se producen las invasiones
Inglesas gobernaba en el Río de la Plata el virrey Sobremonte. Ante la irresponsabilidad del
virrey Sobremonte para enfrentar la situación, que escapa con su familia y el tesoro real,
rumbo al interior Córdoba, sin dejar ningún instructivo, el pueblo de buenos Aires más la
banda Oriental, gestan el proceso de reconquista que se lleva a cabo por el propio esfuerzo
de los habitantes. Bersford proclama dos principios para allanar la voluntad del río de la
plata, declara la libertad de comercio, por el cual podían comerciar con todo el mundo, y
declara la libertad de culto lo cual no es aceptada porque estos eran fieles creyentes
católicos. Así es que los ingleses no contaron con adhesión, y todo el pueblo sin distinción
de clases se abocó a la lucha logrando la reconquista del poder Español. En consecuencia
se convoca a un Cabildo abierto para analizar la situación planteada y tratar el desempeño
del virrey Sobremonte. Este cabildo se llevó a cabo en agosto de 1806, en el que se
resuelve quitar el mando militar al virrey destituyendo una función de este, otorgando tal
atribución al héroe de la reconquista santiago de Liniers. Por primera vez, el cabildo toma
una actitud revolucionaria considerada tal por tomarse atribuciones que sólo correspondían
al rey, por eso este cabildo se consideró revolucionario, muchos autores sostienen que con
este hecho se inicia el proceso de la revolución del Río de la Plata, porque los sucesivos
cabildos toman cada vez más medida revolucionaria.
Además, se tomó la decisión de formar las primeras milicias, que tan importante actuación
tuvieron en la Revolución de Mayo. (La Primera Invasión Inglesa de 1806, en la que las
Historia Constitucional – Palermo Lourdes
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tropas británicas ocuparon la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la
Plata, para ser vencidas 45 días después por un ejército proveniente de Montevideo
comandado por Santiago de Liniers, al que se sumaron milicias populares porteñas, en un
proceso conocido como la Reconquista)
Al año siguiente, los ingleses intentaron una nueva e importante invasión al mando de John
Whitelocke. Llegaron a tomar Montevideo. Nuevamente el Virrey Sobremonte huyó,
abandonando las tropas que tenía a su cargo. Como consecuencia de ello fue destituido y
enviado prisionero a España. Los ingleses marcharon hacia Buenos Aires. Liniers, que había
sido nombrado Virrey, los enfrentó en los Corrales de Miserere, donde fueron derrotados.
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Situación en el Río de la Plata
-Desde hacía tiempo, el antagonismo entre criollos y españoles se iba haciendo cada vez
más marcado. Numerosos factores influían:
-Los cargos públicos eran ejercidos de manera predominante por los españoles. El
monopolio comercial impuesto por España perjudicaba a la mayoría de la población.
-Los criollos más cultos habían conocido las obras de los filósofos y economistas franceses
y defendían las ideas de igualdad y libertad. La conducta del Virrey Sobremonte desprestigió
a las autoridades españolas.
-Los criollos vieron con desagrado el reemplazo de Liniers por el Virrey Cisneros que llegó
desde España en 1909.
-Los ingleses, en su corta estadía en Buenos Aires, habían fomentado en los habitantes
ideas de independencia.
Los ideales de libertad que estaban presentes en muchos criollos fueron el motor que
impulsó la destitución de las autoridades españolas. El amado rey Fernando VII, El hijo de
Carlos IV aprovechó la apatía de su padre para coronarse rey, pero Napoleón acabó con sus
planes. El emperador le cedió algunos castillos, y pasó allí sus días mientras los españoles
luchaban en su nombre por la libertad.
Buenos Aires era un polvorín, los sucesos ocurridos en España tuvieron gran repercusión en
todo el Virreinato, y terminaron favoreciendo los propósitos emancipadores de un numeroso
grupo de criollos. Asimismo, Buenos Aires era escenario de frecuentes enfrentamientos
entre el virrey Liniers y el jefe del Cabildo, Martín de Álzaga. La lucha de poderes entre
ambos tuvo su punto culminante en una asonada militar encabezada por este último, el 1o
de enero de 1809, que estuvo cerca de terminar con el gobierno de Liniers. La oportuna
intervención de Cornelio Saavedra al frente de los Patricios hizo fracasar el golpe y puso de
manifiesto la importancia que habían adquirido los regimientos nativos.
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El jefe del regimiento de Patricios, Don Cornelio Saavedra, hizo pesar el poder de las armas
para actuar en favor de los criollos cuando el Virreinato platense se encontraba más
debilitado. Caída la monarquía española, se formaron sucesivas Juntas de gobierno
clandestinas a nombre de Fernando VII. Estas Juntas, que cambiaban varias veces de sede
en cuanto eran descubiertas por los franceses, sancionaban leyes con la pretensión de ser
obedecidas en todo el inmenso imperio español, incluyendo a las colonias. El virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros, que se hizo cargo de la jefatura del Río de la Plata el 30 de junio de
1809, fue nombrado por una de esas Juntas clandestinas.
No todos los porteños estaban de acuerdo en obedecer a una Junta española, por
considerar que su poder no era legítimo. Para ellos, las colonias americanas eran propiedad
de la corona y no de los españoles en general: éste fue uno de los argumentos principales
que se esgrimieron en contra de la continuidad del dominio español en el Río de la Plata.
Cisneros llegó a Buenos Aires en medio de un clima de efervescencia. Un mes antes de su
arribo –el 25 de mayo de 1809– se produjo una rebelión en Chuquisaca (en la actual
Bolivia), en contra del gobernador Pizarro. Entre los insurrectos estaba Bernardo de
Monteagudo. Otro levantamiento contra los españoles se produjo en julio en La Paz, el cual
fue ferozmente aplastado despertando indignación en todo el Virreinato. La falta de una
cabeza reinante en España, la acechanza portuguesa y la importancia que habían adquirido
las milicias criollas después de las invasiones inglesas (los regimientos españoles de
catalanes, vizcaínos y gallegos fueron disueltos tras la asonada de Álzaga), no hicieron más
que preparar el terreno para la formación de un gobierno propio.
El Cabildo Abierto era una asamblea extraordinaria en la que se convocaba a los vecinos
para tratar temas de suma gravedad. El del 22 de mayo fue de tanta importancia que sus
asistentes estuvieron debatiendo por más de cuatro horas.
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poderes de la burguesía, quebrantando el principio de autoridad de los absolutismos
reinantes y reclamando para el pueblo los atributos de la soberanía.
El industrialismo, sobre todo inglés, que desde la mitad del siglo XVIII cobra un
extraordinario auge, da origen al surgimiento de escuelas que proclaman nuevos sistemas
mercantiles. El proceso que arrastra desde el siglo anterior, va preparando el camino para la
reforma sustancial. Quesnay, Turgot, Herbert, Morellet, y sus discípulos, fundamentan la
llamada "escuela fisiocrática". En torno a la tierra como elemento esencial de productividad,
cimientan la nueva doctrina que da nuevo contenido al principio de la propiedad, del trabajo
y del capital. Frente a estos pensadores franceses, Adam Smith da origen a la escuela
liberal, en su célebre obra " Sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones".
Toda esta profunda transformación del mundo europeo tuvo, indudablemente, sus
repercusiones en América. En el Río de la Plata se introducen, por vía de los Borbones, una
serie de reformas políticas y económicas totalmente en consonancia con el nuevo estado de
cosas.
Con suma habilidad, los Borbones introdujeron su Ilustración, apuntalaron el progreso y
dieron concesiones en el orden económico, pero mantuvieron su estructura política, es decir,
los principios que conformaban su dogmática absolutista.
No debemos olvidar el hondo espíritu religioso de nuestro pueblo que, si bien comenzaba a
socavar los pilares de la monarquía buscando su libertad política, no por eso abjuraba ni
pretendía hacerlo de su fe.
¿Hasta qué punto influyeron las nuevas doctrinas políticas de Europa en nuestro medio?
Algunos autores han sostenido que el movimiento revolucionario del Río de la Plata tuvo una
filiación netamente liberal, imbuido de los ideales racionalistas, enciclopedistas y de la
Revolución
Francesa; sitúan nuestra revolución bajo el influjo del constitucionalismo norteamericano. Es
evidente que todas estas corrientes ideológicas tuvieron su influencia en el proceso tanto
colonial como independiente.
Aún así, nuestra opinión permite afirmar que las ideas de la Revolución Francesa, si bien
fueron conocidas por un sector ilustrado, no se hicieron carne en el pueblo como para
manejarlas como suyas, sino hasta más avanzado nuestro movimiento de independencia.
Entendemos que el Río de la Plata no pudo escapar al movimiento ideológico del siglo XVIII;
su historia constitucional es prueba de ello, se volcó en las instituciones que corren desde
1810 en adelante. "La Revolución de Mayo enraíza en su propio pasado y se nutre en
fuentes ideológicas hispánicas e indianas. Se ha formado durante la dominación española y
bajo su influencia, aunque va contra ella, y sólo periféricamente tienen resonancia los
hechos y las ideas del mundo exterior. Sería absurdo filosóficamente, además de serlo
históricamente, concebir la revolución hispanoamericana como un acto de imitación de la
Revolución Francesa o de la norteamericana".
¿Quiénes conocían la ideología revolucionaria, la que había trastocado el mundo europeo?
Quien la conoció, fue una pequeña elite gobernante y el grupo de la burguesía intelectual
rioplatense, formada en Chuquisaca, Córdoba o en el Convictorio Carolino.
Moreno, Belgrano, Paso, Castelli y los demás jóvenes que integrarían el núcleo
revolucionario de Mayo manejaron estos principios liberales. Su liberalismo fue
trascendente, identificado con el pensamiento español en boga.
Todo esto significa que ya, desde lejos, venían gestándose las ideas liberales y
antimonárquicas, opuestas al absolutismo reinante. Especialmente queremos destacar la
figura de Francisco Suárez, cuyo pensamiento filosófico y jurídico, y su doctrina del contrato
y de la soberanía, fueron los sostenidos por los hombres de Mayo en las jornadas del año
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Con respecto a la influencia de la revolución norteamericana en los sucesos del Río de la
Plata podemos afirmar que fue casi nula.
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Desde la época preliminar a la declaración de la independencia, surge en los Estados
Unidos, una generación de pensadores imbuidos de las ideas en boga, quienes, si bien
conocen a franceses y alemanes como Montesquieu, Rousseau, Vattel o Pufendorf, siguen
con fidelidad la línea de los ingleses, Hobbes, Locke, etc.. Las ideas de todos estos
filósofos, políticos y economistas habrán de conformar la base del movimiento emancipador
norteamericano.
La obra más conocida es la de los propios norteamericanos, como Jefferson, Hamilton, Jay,
Madison, Paine, Guverneur Morris, Franklin, Lee, Adams y todos aquellos pensadores que
contribuyeron a la emancipación y organización de los Estados Unidos. Sin embargo, cabe
señalar que es recién desde 1810 en adelante, cuando la literatura del Norte penetra en
nuestro estuario. Y va a ser, en la Asamblea del año XIII, cuando podamos comprobar la
influencia norteamericana en nuestras instituciones. Antes, en muy poca escala.
Lo que sí gravitó en la Revolución de Mayo, fue el acontecimiento histórico de su
independencia, que sirvió de contagio al resto de las colonias hispanoamericanas.
El liberalismo de Mayo. La Revolución de Mayo fue una auténtica revolución nacional
que encontró en las constantes de su propio pasado, los principios para determinarse
libremente.
El reflejo de las ideas del liberalismo no pudo cambiar instantáneamente toda la
estructura espiritual, elaborada a través de los siglos.
“El liberalismo francés -se ha dicho- actúa como elemento catalizador, pero deja
inalterables las líneas maestras de la arquitectura mental de las generaciones de la
época de la emancipación”.
El liberalismo argentino ha sido una realidad, pero no podemos hablar igualmente de
aquel, que es sólo una vaga idea en 1810 y del otro, que en 1880 sacude las
instituciones. Se rompió con el absolutismo de los monarcas, con el poder despótico
que desplazaba a los hijos de la tierra, con la política que nos había convertido en
colonias; y así se pasó de una monarquía a un gobierno democrático, basado en la
soberanía popular y en la afirmación de la personalidad humana. Se rompió
políticamente con la Madre Patria con el legítimo fin de asentar un gobierno
independiente, estructurado, eso sí, en las nuevas concepciones jurídicas, políticas y
filosóficas que conformaban al mundo espiritual de entonces. Para fundamentar los
derechos del hombre se proclamaron en nuestros estatutos, aquellos principios de
libertad, de seguridad y de propiedad que tanto habían entusiasmado a Belgrano y a
los hombres de Mayo; y para organizarnos constitucionalmente bebimos en las
fuentes norteamericanas.
Pero al darle el espíritu a nuestras instituciones no nos apartamos de aquellas
constantes que hacían a la realidad de nuestro ser nacional.
No se pensó jamás romper con todo el pasado espiritual que envolvía el idioma, las
costumbres, la religión, el estilo de vida, la herencia de la bien entendida hispanidad.
Por otra parte, cabe agregar, que el liberalismo que informó a los hombres de 1810
no era otra cosa que el reflejo del liberalismo español, que si bien reconocía su origen
en Francia, era cosa muy distinta. En efecto, a raíz de los acontecimientos
peninsulares de principios del siglo XIX, en España se produce una verdadera
revolución en las ideas, incubada desde años atrás. Y así, del régimen absoluto se
pasa a la monarquía constitucional, se desplaza a la nobleza del gobierno, se
seculariza la enseñanza y el liberalismo sienta plaza, proliferando las nuevas ideas.
Comienza a surgir la clase media que habría de dar un nuevo sentido a la vida
española y con ella, la influencia de las sociedades económicas.
Sintetizando, sobre el liberalismo criollo se puede afirmar que fue un liberalismo
individualista, pero no antirreligioso, ni materialista.
La Semana de Mayo
Historia Constitucional – Palermo Lourdes
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La disolución de la Junta Central significó la caída de toda autoridad en España. Los
pueblos de América habían jurado fidelidad al monarca. A pesar del cautiverio de Fernando
VII ordenado por
Napoleón, siguen reconociendo su autoridad y soberanía en las juntas creadas en el
territorio español. Pero, disuelta la Junta Central, último baluarte del gobierno y la
monarquía, los pueblos americanos, y en este caso, el del Río de la Plata, comprenden que
ha llegado el momento oportuno para reasumir el poder soberano.
Para dar el primer paso, denuncian el nombramiento del virrey, ya que habiendo sido
disuelta la Junta Central que lo ha nombrado en febrero de 1809, queda también, por lógica
consecuencia, sin efecto el nombramiento de Cisneros.
A partir de este momento la Revolución se pone en marcha. Esa misma noche se realiza
una reunión en lo de Martín Rodríguez. De esta reunión surgió la misión encomendada a
Saavedra y Belgrano para que entrevistaran al alcalde de primer voto don Juan Lezica, a fin
de que se obtuviera del virrey la realización de un Cabildo abierto.
Saavedra, alegando que América no quería seguir la suerte de España, ni ser dominada por
los franceses, agrega: “hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por
nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad -termina-, ya no existe; de consiguiente
tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse
en ella”.
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desconocer a las autoridades españolas dependientes de aquél. Sus argumentos fueron
exclusivamente jurídicos, basados en el pacto de obediencia, jurado al monarca español.
Acto seguido del discurso de Castelli hizo uso de la palabra el fiscal de la Real Audiencia,
doctor Villota: “Buenos Aires no tenía por sí solo derecho alguno a decidir sobre la
legitimidad del gobierno de regencia sino en unión con toda la representación nacional, y
mucho menos a elegirse un gobierno soberano, que sería lo mismo que romper la unidad de
la Nación y establecer en ella tantas soberanías como pueblos”.
La tradición ha sostenido que a Villota contestó el doctor Juan José Paso. Según V.F.López,
Paso comienza a fundamentar su doctrina del "negotiorum gestor". Sostiene el orador, que
nadie podía negar el derecho a Buenos Aires de obrar por sí, en representación de sus
hermanas menores, las provincias.
De la “gestión de negocios”, dedujo Paso el derecho del Cabildo de Buenos Aires para
resolver inmediatamente y sin pérdida de tiempo, la cuestión de gobierno, sin perjuicio de
consultar a las demás provincias.
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Volviendo al Cabildo abierto, el debate previo y el planteamiento franco de la doctrina
revolucionaria, preparó debidamente el ánimo de los vecinos de Buenos Aires para la
votación que sobrevino. La partida estaba ganada de antemano. La caducidad del
virrey y su reemplazo, era un hecho que sobrevolaba en el ambiente.
Sobre la cuestión concreta por la que la Asamblea debía votar, al final triunfó la que
sostenía: “¿Si se ha de subrogar otra autoridad a la superior que ostenta el Excmo.
Señor virrey, dependiente de la soberana que ejerza legítimamente a nombre del
señor don Fernando VII, y en quién?”
Resulta de esta votación, que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y
recaer éste provisionalmente, en el Excelentísimo Cabildo. Pero la pluralidad de los
sufragios no se había pronunciado para “facultar al Cabildo”, a erigir una Junta “en la
manera que estime conveniente”, ni tampoco para “convocar a las provincias
interiores”.
La contrarrevolución estaba en marcha, los criollos habían triunfado en el Cabildo del
22, pero los españoles no cejarían en su intento de conservar el poder.
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Ahora bien: el que se desconozca en la hora preliminar la estructura del gobierno federativo,
no significa por ello que en las jornadas de Mayo no estén perfectamente delineadas las
bases del federalismo argentino.
Los Reglamentos del 24 y 25 confirman este pensamiento al convocar a los diputados del
interior con idénticos propósitos.
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En mayo de 1.810 no sólo nació la Patria. Se sustentaron también allí principios
fundamentales, que constituyeron el esquema organizativo de nuestro actual régimen
político y un innegable e imperecedero legado de auténtica concepción democrática.
Los documentos históricos de 1.810 no fueron improvisación del momento, sino que
provenían de una profunda asimilación ideológica y práctica anterior a la rebelión. De ellos
surgieron la libertad y los derechos individuales como base de la nueva etapa que comenzó
con la emancipación del Virreinato del Río de la Plata.
Mayo es un ciclo que, prolongándose más allá de 1.810, proyecta su doctrina en un itinerario
evolutivo, la cual no se descubre formulada de una vez y definitivamente en un solo
documento o hecho. Desde 1.810, fue articulándose un ideario o dogma de Mayo en
contacto fecundo con la realidad, desplegándose en la sucesión de las generaciones.
Así, la Nación Argentina nació y se organizó a tenor de los principios de Mayo. Y el derecho
patrio se ha modelado de acuerdo con esas condiciones fundamentales. Pero la vocación
democrática de Mayo y sus grandes ideales de libertad y de redención humanas no
quedaron encerrados en los límites geográficos de la República, sino que adquirieron
dimensiones continentales. Perseguía dos objetivos trascendentales: uno interno, el
nacimiento de la organización institucional con la designación del Primer Gobierno Patrio; y
otro externo, extender al continente el movimiento emancipador concretado con el envío de
expediciones militares para difundir el ideario revolucionario. Constituyó, pues, un hecho
trascendente en la emancipación americana, que sentó principio básicos para la formación
de muchos otros estados.
Esos principios, en síntesis, son los siguientes:
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jurídico- política que los criollos calificaron como de “reversión de los derechos de la
soberanía al pueblo”, el que debía proveer su propio gobierno.
Esta concepción de los dirigentes revolucionarios encuentra expresión concreta en:
- La reunión de jefes militares del 20 de mayo con el virrey Cisneros en la cual
Saavedra le negó apoyo porque habían resuelto reasumir “nuestro derecho y
conservarnos por nosotros mismos. Quien le dio autoridad para mandarnos ya no
existe, por consiguiente Usted ya no la tiene tampoco”.
- El cabildo del 22 de mayo, cuando Castelli sostuvo que, habiendo caducado el
gobierno soberano de España, se producía “la reversión de los derechos de la
soberanía al pueblo de Buenos Aires y su libre ejercicio en la instalación de un nuevo
gobierno”; Saavedra que “es el pueblo el que confiere la autoridad o mando” y
Antonio Sáenz que “ha llegado el caso de reasumir el pueblo su originaria autoridad y
derechos”.
- Las actas capitulares del cabildo del 25 de Mayo de las que surge que el pueblo
reasumió la autoridad que había depositado en el cabildo.
- La circular del 27 de mayo donde la Junta expresa que el pueblo de Buenos Aires
“manifestó los deseos más decididos porque los pueblos mismos recobrasen los
derechos originarios de representar el poder”
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Pero era evidente que la presencia del virrey no complacía al pueblo, que reiteradamente
exigió su cesación en el cargo, como había resuelto el día 22. A pesar de la obstinada
resistencia del cabildo a obedecer en todas sus partes el mandato conferido aquel día
(22 de mayo), el 25 de Mayo se vio finalmente obligado a nombrar la Junta que el pueblo
había designado. De este modo, quedó incontrovertiblemente consagrado el principio de
elección popular, así como también “la intervención directa del pueblo para corregir el
abuso de los gobiernos”.
- división de poderes. En los reglamentos de los días 24 y 25, se estableció la
incompatibilidad de las funciones judiciales y ejecutivas disponiendo que la Primera
Junta tenía atribuciones ejecutivas y la Real Audiencia funciones judiciales. Por otra
parte, al cabildo se le reservaban facultades legislativas como controlar el desempeño
de los miembros de la Junta y aprobar los gravámenes impuestos al pueblo.
- periodicidad de las funciones. Este principio se admitió implícitamente. El gobierno
elegido el 25 de Mayo era provisorio, el cabildo tenía el derecho de reemplazar a sus
miembros con causa justificada.
- publicidad de los actos de gobierno. Este principio es una consecuencia de la
responsabilidad de los funcionarios e inherente al sistema republicano. El reglamento
del día 25 expresa “que esta misma Junta ha de publicar todos los días primeros del
mes un estado en que se dé razón de la administración de la Real Hacienda”. El
primer Gobierno Patrio dispuso la publicación de un periódico semanal llamado
Gazeta de Buenos Aires para difundir los principios revolucionarios y la actuación de
la Junta.
El régimen federal (régimen federal)
En las jornadas de mayo de 1.810, tanto peninsulares como criollos fueron sostenedores
del principio federalista, reconociendo la existencia y los derechos de los pueblos del
interior. Los primeros tratando de aplazar los acontecimientos con el argumento de que el
pueblo de Buenos Aires carecía de título para resolver la situación, y que debía esperar a
que los otros pueblos del virreinato fueran oídos y prestaran su conformidad. Pero para
los dirigentes revolucionarios el poder que reasumía el pueblo de Buenos Aires era a
título de gestión ante el peligro común, sin perjuicio de someterse después a la
aprobación de los demás pueblos. La participación de los pueblos del interior quedó
ratificada con la incorporación a la Primera Junta de los diputados del interior dando
lugar a la formación de la Junta Grande.
3) Consolidación de la revolución.
Circular del 27 de mayo de 1.810. La convocatoria de diputados a la junta.
Por un inequívoco acto de soberanía popular, se instala en Buenos Aires la Junta
Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, a nombre del señor don
Fernando VII. Aunque del mandato del pueblo no surgía la consulta ni la convocatoria de las
provincias, era evidente que para consolidar posiciones, debía hacerse trascender a la
revolución.
En virtud de ello, y en mérito a la labor revolucionaria del interior, que no escapaba a la
Junta, sus miembros deciden por circular del día 27 de mayo, comunicar a los pueblos del
interior y ordenar se nombren y vengan a la capital los diputados, estableciendo que ellos
han de irse incorporando a la Junta “conforme y por el orden de su llegada a la capital, para
que así, se hagan de la parte de confianza pública que conviene al mejor servicio del rey y
gobierno de los pueblos".
La Junta Provisional Gubernativa al convocar a los pueblos del interior para que se
incorporaran a ella, daba un habilidoso golpe de estado. Incorporándose a la Junta, las
provincias reconocían a ese nuevo gobierno surgido de un movimiento local, es decir, con
carácter municipal. Y la
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Junta, al recibir la adhesión de gran parte del Virreinato, consolidaba su poder, abandonando
su carácter provisional para ser permanente.
Pero, detrás de todo esto se ocultaba la política morenista. La circular del 27 invitaba para la
incorporación al nuevo gobierno; pero también desarrollaba una diplomática política para
tratar de que en los hechos, esta incorporación no se llevase a cabo. Moreno y los suyos
comprendieron todo el peligro que encerraba una invitación formulada a hombres del
interior, donde los principios revolucionarios podían no haber llegado.
El llamamiento a las provincias, fuera a incorporarse a la Junta o a la formación de un
Congreso, fue una determinación saludable y justa que respondía al principio sostenido por
los hombres de Mayo, de que la soberanía había retrovertido a todos y a cada uno de los
pueblos del Virreinato.
Los acontecimientos inmediatos, es decir, el choque entre Cisneros y los miembros de la
Junta, el conocimiento de focos revolucionarios en el interior y las primeras desavenencias
con la Audiencia, hicieron que la Junta modificara un tanto sus planes de la primera hora, y
rectificara la circular del 27 de mayo. A tal efecto, el 16 de julio de ese año se comunica a las
villas, que no eran cabeza de partido que no enviaran sus diputados.
Hasta aquí, entendemos la política de la Junta. Pero los acontecimientos posteriores y el
temor de que los hombres de provincia no le respondieran conforme a sus designios,
hicieron que el patriótico espíritu que había animado a la circular del 27 se desvirtuara
fundamentalmente. Se pretendía convertir a los diputados en simples informantes de las
necesidades de sus provincias, sin incorporarlos al gobierno ni reunirlos en Congreso.
Lo cierto es que los diputados del interior deambulaban por Buenos Aires sin poder
participar del gobierno. Una enconada disputa en la Junta, el planteamiento de dos políticas
opuestas y un hecho circunstancial, llevaron a estos representantes al seno de la entidad
gubernativa. En efecto: la política de Mariano Moreno había dividido a los hombres de la
Junta y al grupo dirigente de la Revolución. Sus medidas drásticas, y a veces sangrientas,
chocaron con el espíritu conservador de muchos de aquellos hombres que preferían adoptar
temperamentos de mayor equilibrio.
En sus fogosos treinta y dos años, arrastraba toda su pasión. Fue quizá de los pocos que
tuvo la clara visión de la pronta independencia y el exacto sentido de la Revolución; pero sus
determinaciones intransigentes y punitivas se enfrentaron con el espíritu contemporizador
del grupo presidido por Saavedra. Un hecho intrascendente: el banquete festejando la
victoria de la batalla de Suipacha y el brindis de Duarte, da origen al decreto sobre
Supresión de Honores del 6 de diciembre de 1810. Dicho documento, redactado por
Moreno, es una pieza saturada de principios libertarios y republicanos, que remata en un
reglamento de dieciséis artículos, donde se establece la igualdad entre los miembros de la
Junta, y se prohíben honores a las esposas de los funcionarios públicos.
Resultado de todas estas desavenencias, fue la incorporación de los diputados del interior. A
los fines de neutralizar la obra de Moreno y de disminuir su influencia en el seno de la Junta,
así como también de aplazar la reunión del Congreso, se resolvió convocar a los
representantes.
La reunión se llevó a cabo el 18 de diciembre. El deán Gregorio Funes fue el que habló en
nombre de sus colegas. Estableció primeramente que: “los diputados se hallaban precisados
de incorporarse a la Junta provisional y tomar una activa participación en el mando de las
provincias, hasta la celebración del Congreso que estaba convocado”.
Integrada la Junta con sus nuevos miembros, comenzará la nueva obra de la Revolución.
Reglamento de la Junta.
Reglamento del 28 de mayo (Zarina Pág. 61)
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El día 6 de diciembre de 1810 la Junta Patria aprobó el decreto de supresión de honores,
proyecto de Moreno, el decreto es una norma de vocación republicana que procura
mantener la igualdad entre Presidente y demás miembros de la junta.
Las internas de la Primera Junta
El conflicto entre el presidente de la Primera Junta, Cornelio Saavedra, y uno de los
secretarios, Mariano Moreno, anticipó las luchas históricas entre unitarios y federales. Fue
un tenso contrapunto de ideas y de personalidades.
La historia de la Primera Junta y de sus conflictos internos entre los moderados saavedristas
y los más radicalizados morenistas prenuncia las luchas civiles entre unitarios y federales.
Así leen hoy la cuestión muchos historiadores, en una visión que va más allá de los
enfrentamientos personales.Una vez constituida la Junta surgieron dos facciones lideradas
por Mariano Moreno y Cornelio Saavedra respectivamente. El antagonismo residía en la
forma de resolver los problemas de gobierno. Los saavedristas no compartían las nuevas
teorías liberales y contaban con la adhesión de las tropas y la gente del interior. Los
morenistas eran partidarios de las ideas de la ilustración, querían establecer un gobierno
democrático y republicano. No contaban con el apoyo de las provincias y demostraron un
acentuado porteñismo. Su política revolucionario se plasmó en el proyecto que Mariano
Moreno presentó a consideración de la Junta y que trascendió como Plan Revolucionario de
Operaciones.
Un episodio aumentó la desconfianza entre ambos bandos: durante un banquete en el
cuartel de los Patricios donde se festejaba la victoria de Suipacha, un oficial elogió en forma
exagerada a Saavedra e incluso lo llamó emperador. La noche en que se festeja la victoria
de Suipacha por los patriotas, le niegan la entrada a Moreno. En aquella fiesta un oficial
entrega una corona de azúcar a la mujer de Saavedra y ella se la da a su esposo: los
morenistas creen que Saavedra quiere proclamarse rey.
Enterado, Moreno redactó el Decreto de Supresión de Honores que disponía la igualdad de
todos los miembros de la junta y le quita a Saavedra el mando de las acciones militares y se
lo devuelve a la Primera Junta. Moreno escribió su célebre frase: "Ningún ciudadano, ni
ebrio, ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su país".
Ese decreto suprimía todo tipo de privilegios a favor de las autoridades revolucionarias. El
art. 1 establecía la absoluta igualdad en el trato entre el Presidente y los demás miembros
de la Primera Junta; la única diferencia sería el orden en que ocupaban sus asientos. El art.
4 suprimía toda escolta, comitiva o aparato que los distinguiera de los demás ciudadanos. El
5 prohibía todo brindis o aclamación a individuos particulares. El 12 prohibía que los
guardias o centinelas impidieran el libre acceso a las reparticiones públicas a cualquier
ciudadano. El art. 13 establecía que las esposas de los funcionarios no gozaban de honores
ni prerrogativas especiales. El Art. 14 establecía que los miembros de la Junta que
concurrieran a los espectáculos públicos debían comprar la entrada como cualquier
ciudadano. El 15 establecía que los miembros de la Junta que concurrieran a ceremonias en
la Iglesia, no tendrían ningún lugar ni ubicación especial.
En los fundamentos del decreto de la Supresión de Honores, decía Moreno "¿Si me
considero igual a mis ciudadanos, por qué me he de presentar de un modo que les enseñe
que son menos que yo? Mi superioridad sólo existe en el acto de ejercer la Magistratura que
se me ha confiado"; -y agregaba- en las demás funciones de la sociedad soy un ciudadano
sin derecho a otras consideraciones que las que merezca por mis virtudes. En otra parte
señalaba que "el pueblo no debe contentarse con que seamos justos, sino que debe tratar
que lo seamos forzosamente".
El decreto de Supresión de Honores fundaba el principio de igualdad republicana como base
de la convivencia en la naciente nación. Moreno nos decía que se acababan los privilegios.
Que autoridades y ciudadanos eran iguales. Que el orden monárquico de jerarquías,
privilegios y castas, tocaba a su fin. Sobre estos principios, luminosamente enunciados, se
comenzó a construir la República Argentina. A 193 años del decreto de Supresión de
Historia Constitucional – Palermo Lourdes
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Honores, el Banex discrimina a los ciudadanos concediendo privilegios contrarios a nuestras
instituciones. Resulta incomprensible.
Los jefes militares amigos de Saavedra se inquietan, pero es la aceptación de los diputados
del interior en la Junta Grande lo que derriba a Moreno, ese mismo diciembre. Moreno y los
vocales de la Junta creen que los diputados del interior —aliados de Saavedra— deben
integrar un Congreso Constituyente, pero no gobernar. "Considero la incorporación de los
diputados contraria al derecho y al bien general del Estado". El enfrentamiento se agudizó
con la llegada a Buenos Aires de los diputados electos por los Cabildos del Interior. Los
saavedristas querían incorporar los diputados a la Junta en carácter de vocales. Esta
opinión era compartida por el Deán Gregorio Funes representante de Córdoba. Los
morenistas, en cambio, eran partidarios de que los diputados formaran un cuerpo separado
encargado de dictar una Constitución.
Moreno es otro que tiene a su cargo la representación popular, para algunos historiadores
es considerado el motor de la Revolución de Mayo, sus ideas están asociadas al
pensamiento de Jean Jacques Rousseau (1712-1778). Todas abordadas en la Gazeta de
Buenos Aires, en su propósito de utilizar la prensa como medio a la vez de propaganda
revolucionaria y de difusión doctrinaria con vistas a la organización política de los pueblos
rioplatenses. La soberanía la define como indivisible e inalienable, remitida a la "Voluntad
general de un pueblo". La Soberanía y la Representación no las refieren nunca a la Nación,
sino siempre a los pueblos. Moreno adopta un postura distinta a la Rousseau, en relación al
contractualismo, expone la existencia de dos pacto, el de sujeción (rechazado
explícitamente por Rousseau) y el de sociedad como anterior a él y condicionante del
mismo.
Moreno se propone discutir que conviene más en ese momento para la organización política
de los pueblos americanos, si un congreso de todos ellos o solo de los más relacionados
entre sí. Expresa un critica del gobierno federaticio, dado que los define como la reunión de
muchos pueblos o provincias independientes unas de otras; pero sujetas al mismo tiempo a
un dieta o consejo general de todas ellas, que decide soberanamente sobre la materias de
estado, que tocan al cuerpo de nación. Comenta además es quizá el mejor sistema, pero
que es difícil de aplicar en la América, por las dificultades que las distancias supone para
reunir esa gran dieta y comunicar y aplicar sus decisiones. Al respecto dice "sería...una
quimera pretender que toda la América española formen un solo estado", pues sería
imposible entenderse y conciliar intereses con las Filipinas o México. La realidad que tiene
frente a si Moreno es la de la existencia de múltiples entidades soberanas.
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proyectaba compensar la debilidad de las fuerzas económicas nacionales con el
fortalecimiento del Estado.
Unidad VII
1) Proceso de emancipación Iberoamericana: Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia,
Chile, Perú, México, Brasil, Uruguay y Paraguay.
El carácter continental de la lucha por la Emancipación de América
Latina, proceso político y militar que, desde 1808 hasta 1826, afectó a la casi totalidad de los
territorios americanos gobernados por España, cuyo resultado fue la separación respecto de
ésta de la inmensa mayoría de las divisiones administrativas de carácter colonial que habían
estado bajo el dominio de los monarcas españoles desde finales del siglo XV y el acceso a
la independencia de gran parte de los estados de Latinoamérica.
La revolución de Mayo no puede ser comprendida cabalmente si se estudia solamente
referida a lo ocurrido en Buenos Aires en los días 22 a 25 de mayo de 1810. Debe también
entendérsela como una parte del proceso de la Revolución por la emancipación
sudamericana, que se prolongó hasta la definitiva derrota de las armas realistas en el suelo
americano (1824). Esta revolución constituyó la fase final de la desintegración del imperio
hispánico en América y fue la base formativa de numerosos estados. No debemos cercenar
nuestra visión y encerrar la revolución de Mayo en los límites del Virreinato, sin advertir su
proyección continental en la conexión con movimientos análogos ocurridos en las otras
divisiones administrativas del imperio, especialmente Caracas, Bogotá, México y Santiago
de Chile. Estos movimientos al igual que el de Bs. As. desconocieron al Consejo de
Regencia, reasumiendo la soberanía, destituyendo a las autoridades existentes y
constituyeron juntas, destinadas a preservar los derechos de Fernando VII, a quien juraron
fidelidad. Estas juntas asumieron provisionalmente el poder supremo en sus respectivas
jurisdicciones. La actitud adoptada despertó resistencias en las autoridades españolas en
razón de apartarse de la Tónica imperante en la península y desencadenó poco después la
represión militar.
No prosperó en América la tesis predominante en España de que todas las provincias y
reinos de la Monarquía constituían una comunidad, y en cambio, se impuso en la práctica la
división en tantas unidades como grandes divisiones administrativas había en el vasto
continente. Ello, sin perjuicio de que las vicisitudes de la época las vincularan estrechamente
y de que se proyectase luego algún tipo de unión entre ellas. La guerra por la emancipación
se planteó en proyección continental, de la misma manera que se esbozaba la represión
militar realista. No era posible ni para unos ni para otros conformarse con un triunfo parcial,
ni detener la marcha de los ejércitos en alguno de los límites administrativos del
convulsionado imperio. Cada región rebelde sabía positivamente que la suerte de su vecino
era la suya propia.
En el Río de la Plata, esta visión continental de la Revolución fue desarrollada por la Logia
Lautaro y tuvo su más eficiente realizador en José De San Martín, cuya llegada al país dio
nuevo impulso a la idea separatista, especialmente proyectada en el objetivo militar.
Los planes operativos militares mostraban dos puntos clave en el poder de los realistas:
Montevideo y el Perú. Este último era el más importante foco, donde no había estallado
movimiento alguno, y sólo se inclinaría a la causa patriota con la entrada de las fuerzas
Argentinas y chilenas. De esta manera, el frente Bélico en el norte del territorio virreinal se
constituyó en constante preocupación para ambos bandos, y la ruta del desaguadero fue
escenario de triunfos y derrotas para los ejércitos. Mientras unos pretendían avanzar por ella
Historia Constitucional – Palermo Lourdes
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hacia el sur para unir el foco peruano con Montevideo, los patriotas, a su vez, intentaban
marchar victoriosos hacia Lima. Por fin convencidos los americanos de las dificultades
insalvables que ofrecía esta peligrosa ruta, cambiaron de estrategia en la zona fortificaron
Tucumán y se limitaron a mantener las fronteras, impidiendo y desalentando el avance rival
con la implacable guerra de guerrillas, tarea cumplida eficazmente por los gauchos de
Martín Guemes.
Desechada la ruta del desaguadero, fue preciso elegir otra más adecuada para llegar al
Perú, optando por un plan combinado por mar y tierra vía Chile. El proyecto sufrió un duro
contraste en 1814, cuando la causa americana sucumbió en Rancagua (chile) y obligó a los
jefes del movimiento trasandino a refugiarse en Mendoza. El afán de san Martín cuya
designación como gobernador intendente de Cuyo estuvo dirigida a modelar en esa región
el ejército capaz de efectivizar el plan aceptado.
Mientras tanto los realistas habían elaborado su estrategia de de represión, también sobre
bases continentales. La victoria en Chile abría la posibilidad de un ataque conjunto sobre el
Río de la Plata por tres diferentes frentes: El cruce de la Cordillera, el avance por la ruta
norteña y el apoyo de un poderoso ejército, al mando del general Pablo Morillo, que se
aprestaba a partir de la península con destino al Río de la Plata. Este inmejorable panorama
para los realistas se desdibujó con la pérdida de Montevideo, que originó el cambio de
destino del ejército de Morillo, por carecer de Zonas adictas que apoyasen su ofensiva, y
luego con la preparación del ejército patriota en Mendoza, con fines defensivos al principio,
pero después de varios años de adiestramiento, listo para emprender la ofensiva.
Si bien las perspectivas favorables inmediatas en el Río de la Plata se perdieron para los
realistas, en cambio, el éxito acompañó a la expedición de Morillo en Caracas, con lo que
sucumbieron todos los levantamientos rebeldes, a excepción del rioplatense, que asumió
entonces un papel decisivo en la lucha emancipadora.
En este momento crucial, san Martín, desde Cuyo, donde continuaba preparando su ejército,
incitaba a los congresistas de Tucumán para que declarasen la independencia, la que
efectivamente se hizo en nombre de las Provincias en Sudamérica, lo que ha permitido a
algunos autores señalar la concomitancia entre este acto y el plan Sanmartiniano. Lo cierto
es que este fue, tal vez, el momento culminante en que el espíritu americanista impregnó el
movimiento rioplatense.
A principios de 1817 se inició una nueva y definitiva acción militar, encabezada por San
Martín, destinada a aniquilar el dominio realista. Restablecida la causa americana en Chile
con el concurso de las fuerzas aliadas, la empresa culminó en 1821 con la toma del foco
realista en el Perú, que sólo cedió ante la presión Militar ejercida por poderosas fuerzas
armadas. De esta manera se aseguró la independencia del sur del continente.
Simultáneamente, Simón Bolívar derrotó a los realistas en la región del Norte del continente,
disipando los temores que aún restaban.
Este exitoso operativo militar no se extendió a la organización política. No se pudo mantener
la continuidad de una política continental, la que naufragó ante brotes localistas aparecidos
o reavivados cuando la causa emancipadora se encontraba militarmente triunfante. En el
Río de la Plata, ese plan empezó a ser desgastado apenas el peligro realista inmediato fue
despejado con los triunfos patriotas en chile, a punto de las luchas internas entre centralistas
y federalistas, y los problemas de la frontera Lusitana, obligaron a desatender el operativo
militar continental. Es decir que, superado el momento crítico, que fue el de más estrecha
conexión entre el plan militar y el político, se disiparon las posibilidades reales de una unión
americana, al menos con la participación rioplatense. Las tentativas persistieron, pero, un
tiempo más, en otras regiones del continente.
La idea de la unión sudamericana tuvo diversas expresiones. Mientras algunos la limitaban a
una alianza militar destinada a la defensa contra en enemigo común, otros se apresuraron a
hablar de una organización política continental, ya mediante la adopción de un mismo
monarca, ya con la constitución de un solo estado, o con el establecimiento de una
Historia Constitucional – Palermo Lourdes
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confederación que las agrupara. Lo cierto es que la idea de unidad Sudamericana,
esbozada y practicada por cada uno a su manera, buscó infructuosamente su realización
desde 1810, en que Juan Martínez de Rosas y Juan Egaña le dieron impulso en Chile, hasta
los últimos esfuerzos de Bolívar al reunir en 1826 el Congreso de Panamá.
Pese al fracaso de estas tentativas, el movimiento de solidaridad y confraternidad
sudamericano estuvo presente no sólo en la guerra emancipadora, sino también en la
organización de cada uno de los estados, y en la formación de una sociedad política
internacional de comunes raíces y aspiraciones.
Las guerras independentistas en América se iniciaron casi simultáneamente a lo largo de las
regiones de los dominios hispánicos. Cuatro virreinatos, (México, Perú, Nueva Granada, y
Río de la Plata), se vieron conmovidos por el estallido emancipador, que habría de sustituir
el régimen político español.-
Venezuela.-
Ante la noticia de la disolución de la junta central de Sevilla en abril de 1810, los patriotas
reunidos en cabildo, desplazaron al capitán general español y establecieron la junta
suprema de Caracas que gobernó en nombre de Fernando VII. El 5 de Julio de 1811 el
congreso nacional convocado por la junta, proclamo la independencia de Venezuela, y poco
después se elaboro una constitución Federal.- Los realista se resistieron y vencieron las
tropas de Bolívar por lo que en 1814 la ciudad cayo en manos de los realistas. Recién en
1821, gracias a la ayuda de Bolívar, Venezuela se aseguro la independencia.-
Bolivia.-
Tras un brillante ciclo de luchas armadas por la independencia del Alto Perú, en 1825 ya
habían proclamado la libertad del territorio. Esto se logro tras la convocatoria de un
congreso general que proclamo la independencia no solo de España sino también de la
provincias unidas. La nueva nación adopto el nombre de Republica de Bolivia, pero luego el
nombre fue reemplazado por Bolivia.-
Chile
En setiembre de 1810 los patriotas chilenos resolvieron formar una junta gubernativa, que
aunque juro fidelidad a Fernando VII, adopto algunas aptitudes independentistas. El
gobierno que asumió adopto un sistema dictatorial poniendo a c argo del gobierno a
Bernardo de O’Higgins. Este a cargo de las tropas chilenas y con ayuda de San Martín
vencieron a las tropas españolas definitivamente en Maipú en abril de 1818, lo que asegura
la independencia chilena y argentina.
Perú.-
Para terminar de asegurar la independencia chilena y argentina, se necesitaba atacar Perú
que era una fortaleza realista. En esta tarea se emprende San Martín, O’Higgins y otros
oficiales participes de la lucha del norte. Los realistas fueron rodeados por estas tropas, en
julio de 1821 entro San Martín en Lima, quien convoco una reunión de vecinos a fin de
decidir el destino político del país, 10 días después el pueblo Peruano proclama la
independencia de su patria.-
Paraguay.-
La junta de Bs. As. Pretendió ejercer su autoridad sobre todo el territorio que integraba el
virreinato del Río de la Plata, por lo que se envió a Paraguay la noticia de la destitución de
Cisneros y que reconociera la autoridad de esta junta. Un cabildo abierto reunido en
Asunción resolvió jurar fidelidad al consejo de regencia y mantener relaciones de amistad
con la junta de Bs. As., pero sin aceptar su superioridad, Bs. As. Mando a Belgrano con
tropas armadas y fueron derrotados en dos combates, por lo que las tropas argentinas se
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comprometieron a no enviar mas expediciones a Paraguay. Pero las ideas independentistas
comenzaron a difundirse entre los patriotas Paraguayos por lo que en mayo de 1811
implantan una junta de tres miembros, pero uno de ellos traiciona a sus compañeros y se
nombra dictador en 1816, quien gobernó Paraguay Hasta 1840.
Uruguay.-
En enero de 1811 llego a Montevideo un nuevo virrey, con el objeto de recuperar los
territorios argentinos. Los uruguayos con artigas al frente, piden a la junta porteñas mas
dinero para impedir el paso a la argentina y lograr la emancipación Uruguaya. Estos ganan
tras una ardua lucha en 1811.
A fines del mismo año Uruguay es invadido por tropas portuguesas, y Argentina la ayudo a
defenderse, tanto las tropas argentinas como uruguayas estaban agotando sus recursos,
hasta que la intervención de Inglaterra termino con un tratado de paz, que en 1828 se
culminaría con la independencia uruguaya.
Brasil.-
En 1807 Napoleón invadió Portugal y por esta razón el príncipe don Juan decidió trasladar
su corte a Brasil. Sus actos de gobierno conquistaron a los portugueses criollos, pero los
objetivos de la política económica de don Juan estaban dirigidos a los intereses
portugueses, de ahí poco a poco se fue gestando un sentimiento de resistencia con aires
revolucionarios.
En 1817 estallo una sublevación que fue cruelmente reprimida, ante este hecho don Juan
traslado nuevamente la corte a Portugal dejando a su hijo don Pedro como regente de
Brasil.
Don Pedro, advirtiendo que la independencia brasileña evitaría el caos, convoca a una
asamblea constituyente y en octubre de 1822 el pueblo se declara independiente,
nombrando a Don Pedro como Emperador constitucional.
México.-
La revolución en México comenzó en 1810 con el cura párroco Miguel Hidalgo, quien armó a
un grupo de campesinos con palos y lanzas contra los realistas, pero fueron vencidos e
Hidalgo fusilado. Otro sacerdote Morelos continuo la lucha, se adueño de Acapulco y
convoco al congreso que declaro la independencia de Nueva España (México) en noviembre
de 1813, las fuerzas realistas derrotaron a Morelos y lo fusilaron en 1815.
El virrey ante tantos ataques revolucionarios, le encargo al general Iturbide la represión de
los insurrectos, pero este ante la imposibilidad de vencerlos se cambio de bando y abogo
por la independencia de México. Iturbide propone un plan de igualdad para México y con
esto presiona al congreso que lo designe Emperador, con el nombre de Agustín I en mayo
de 1822. Ante la tiranía del Emperador, otros revolucionarios se alzan contra este quien
debe abdicar. Finalmente el congreso promulga una constitución federal y elige un
presidente.
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En 1810, las órdenes religiosas existentes en el Río de la Plata (dominicos, franciscanos,
mercedarios, agustinos, betlemitas y los hermanos hospitalarios de San Juan de Dios),
dependían de sus superiores generales residentes en España. El clero secular, en cambio,
estaba sometido a los obispos que gobernaban las tres diócesis en que se dividía nuestro
actual territorio: la de Buenos Aires, que comprendía Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes, Misiones y la Banda Oriental; la de Córdoba, que incluía a Córdoba, La Rioja,
Mendoza, San Juan y San Luís; y la de Salta, que abarcaba Salta, Tucumán, Catamarca,
Santiago del Estero y Tarija. Los tres obispos que presidían esas diócesis simpatizaron
desde un primer momento, con los adversarios de la Junta patria, después de la Revolución,
quedaron vacantes las tres diócesis rioplatenses.
Se planteó el problema de reemplazar a esas autoridades. No era posible apelar al régimen
vigente en la materia, dada la incomunicación con España y con Roma.
No siendo posible obtener la designación e institución canónica de nuevos obispos, en
reemplazo de los que por las razones apuntadas, dejaron vacantes las diócesis, el cabildo
eclesiástico asumía interinamente el gobierno de la diócesis, designando de inmediato a un
"vicario capitular" en sede vacante. Durante casi dos décadas se prolongó este régimen de
excepción, suscitándose en Buenos Aires numerosos conflictos entre el vicario, el cabildo y
los distintos gobiernos, con respecto a los nombramientos y atribuciones de aquel
funcionario.
La Asamblea General Constituyente, decretó el 4 de junio de 1813 la independencia de las
Provincias Unidas de “toda autoridad eclesiástica que exista fuera del territorio, bien sea de
nombramiento o de presentación real”. El 16 de junio, dispuso que todas las órdenes o
comunidades religiosas existentes en el país quedaban, “por ahora”, en absoluta
independencia de todos los prelados generales existentes fuera del territorio del Estado.
La Asamblea dispuso también, el 23 de marzo de 1813, la supresión del tribunal de la
Inquisición, declarando que se devolvía, a “los ordinarios eclesiásticos, su primitiva facultad
de velar sobre la pureza de la creencia”.
La tensión social existente en el Río de la Plata entre españoles y criollos tuvo también
exteriorización dentro del clero. El clero criollo adhirió con entusiasmo a la causa
revolucionaria, y ello quedó evidenciado en el cabildo abierto del 22 de mayo, con la
predicación desde los púlpitos, con la colaboración espiritual en los ejércitos libertadores y
con una activa y eficiente participación en las tareas gubernativas (especialmente en las
asambleas y congresos constituyentes). Así, por ejemplo, en Tucumán en 1816, una buena
parte de los congresistas fueron sacerdotes.
La posición de la Santa sede. Aunque los nuevos Estados acudieron directamente a Roma
en busca de auxilio, su condición de colonias rebeldes hacía imposible trato oficial alguno.
La América española, atomizada en muchas repúblicas, aparecía ante los ojos del Viejo
Mundo, en estado de agitación política e ideológica y en algunos países, existía el peligro de
un cisma religioso.
Frente a esta situación, la comunicación con Roma aparecía cerrada no sólo porque el uso
tradicional había sido hacerla a través de Madrid, sino por la situación política del Viejo
Mundo en esos momentos.
Fue, precisamente, la actividad y firme diplomacia peninsular, la que obtuvo que el Papa
condenara a los revolucionarios americanos, conduciéndolos a la obediencia absoluta a
Fernando VII. Se expidió el breve del 30 de enero de 1816, dirigido a “los Venerables
Hermanos Arzobispos y
Obispos y a los queridos hijos del Clero de la América sujeta al Rey Católico de las
Españas”.
No obstante, el 24 de septiembre de 1824 el Papa León XII, sucesor de Pío VII, expidió un
nuevo breve, dirigido a los prelados americanos, en el que, luego de señalar “la deplorable
situación en que tanto al Estado como a la Iglesia ha venido a reducir en esas regiones la
cizaña, de la rebelión que ha sembrado en ellas el hombre enemigo”, exhortaba a los
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arzobispos y obispos para que trabajaran en favor de la paz y tranquilidad deseadas. No
contenía una expresa condena al movimiento de independencia ni se incitaba
concretamente a guardar fidelidad a Fernando VII, pero, se insinuaba la conveniencia de
que los prelados esclarecieran ante los fieles “las augustas y distinguidas cualidades que
caracterizan a nuestro muy amado hijo Fernando, Rey Católico de las Españas, cuya
sublime y sólida virtud le hace anteponer al esplendor de su grandeza, el de la religión y la
felicidad de sus súbditos”.
Deseando conciliar la rígida posición española que negaba todo reconocimiento a la
independencia americana y las necesidades espirituales de los pueblos del Nuevo Mundo, el
Papa instituyó por fin en América obispos in partibus infidelium, designando a esos mismos
prelados como vicarios apostólicos de las diócesis americanas. Este cambio de actitud se
hizo evidente a partir de 1826 y bien pronto fueron designados nuevos obispos para las
diócesis americanas.
La solución de la Santa Sede provocó protestas de la Corona Española, por cuanto
significaba un entendimiento directo con las que aún, consideraba colonias rebeldes. Fue
también cuestionada en América por quienes sostenían que no cabía designar obispos in
partibus en países donde existían arraigadas comunidades cristianas. Pero, cabe señalarlo,
constituyó una solución transaccional en momentos en que era difícil conciliar tan
encontrados intereses.
Apenas elevado al solio pontificio el nuevo Papa Gregorio XVI, a partir de 1831, preconizó
obispos residenciales para diversos países de la antigua
América española normalizando así, la situación de la jerarquía episcopal y dando término a
la etapa transaccional de los obispos in partibus.
26
juramento de cumplir y hacer cumplir las leyes del Estado, quedando de esta manera
salvada la falta de presentación del electo conforme a la doctrina del Patronato.
Pese a que las cuestiones relativas al Patronato, se resolvieron dentro de la jurisdicción de
la provincia de Buenos Aires, la doctrina emergente de este episodio tuvo repercusión
nacional, e insufló los posteriores textos constitucionales y la conducta del gobierno
argentino en la materia.
Cabe señalar que después de 1820 la dispersión de las funciones nacionales planteaba un
problema, debido a que las jurisdicciones territoriales de la trece provincias no coincidían,
naturalmente, con las de las tres diócesis (Buenos Aires, Córdoba y Salta), de manera que
cada una de éstas comprendía varias provincias. Se admitió entonces que el gobierno de la
provincia, en cuyo territorio residía la autoridad diocesana, era el que ejercía el derecho de
presentación del candidato, conforme al Patronato.
Esta atribución de las provincias ha sido considerada como inconstitucional y en realidad, no
parece que haya sido activamente ejercida.
Luego de la larga incomunicación oficial con Roma, en 1858 se reanudaron oficialmente las
relaciones diplomáticas entre la santa sede y la confederación Argentina, enviando aquella
como primer delegado apostólico a monseñor Marino Marini quien se radicó en Paraná,
capital Provisional de la confederación. La medida formaba parte de un basto programa de
política religiosa trazada por el gobierno del general Urquiza. Las relaciones fueron
cordiales, aunque la influencia del liberalismo descreído y de la masonería obró siempre
como factor adverso a esos vínculos. Esta tensión tuvo sus momentos más críticos en la
década del 80, donde se libraron verdaderas batallas ideológicas y políticas entre católicos y
liberales, en las cuales se pusieron en juego cuestiones vitales que interesaban a ambas
tendencias: la enseñanza laica, el matrimonio civil, el divorcio, y la separación de la Iglesia y
el Estado. Todo ello precedido de un clima muchas veces violento y preparado con la
formación de asociaciones, publicación de periódicos y realización de congresos,
conferencias etc.
La sanción en 1884 de la ley 1420, de educación común, produjo una conmoción entre los
católicos, quienes se aprestaron a defender su posición, culminando todo ello con un
decreto del gobierno nacional, en 1884, que separó del obispado de córdoba al vicario
capitular, jerónimo Clara; además se emitió, otro decreto de destitución del obispo de salta,
se propició la separación de sus cargos de numerosos católicos que se habían adherido a la
actitud de los prelados, y se entregaron los pasaportes al delegado apostólico, monseñor
Luis matera, interrumpiendo así las relaciones amistosas con la Santa Sede. El principal
agente de esta política oficial fue el ministro de Justicia e instrucción pública, Dr. Wilde, que
junto a otros fue uno de los principales jefes de la tendencia liberal laicizante.
Aunque casi de inmediato el mismo el mismo presidente Roca y luego su sucesor Juárez
Celman trataron de dar una solución amistosa al entredicho con Roma, fue sólo durante la
presidencia del Dr. Luis Sáenz Peña que se reanudaron las relaciones, restableciéndose de
manera regular en 1900- durante el nuevo período presidencial del general Roca – cuando
la santa sede acreditó un nuevo enviado. Durante las tres primeras décadas de este siglo,
aún con alguna grave cuestión de por medio no se alteraron las relaciones diplomáticas con
el Vaticano.
En 1.966 se produjo un hecho institucional de trascendencia histórica: la firma del acuerdo o
concordato entre la República Argentina y la Santa Sede, mediante el cual se puso fin a la
anacrónica situación de dependencia en que se encontraba la Iglesia Católica Apostólica
Romana en su relación con el gobierno nacional. Como se recuerda, la Constitución de
1853/60 otorgaba al jefe del Estado la facultad de designar o presentar a los obispos
residenciales, a propuesta en terna del Senado, y de conceder el pase a determinados
documentos pontificios.
Esas atribuciones provenían del antiguo derecho de Patronato, que le había sido conferido a
la Corona española por la Iglesia Católica. Los constituyentes entendieron que el gobierno
Historia Constitucional – Palermo Lourdes
27
de la Argentina había heredado el Patronato y por eso lo establecieron en la carta de
1853/60.
En la práctica, el derecho de Patronato no planteó situaciones conflictivas, debido a que la
Nación Argentina lo ejerció con suma prudencia, salvo en alguna situación pasajera de
crisis.
El acuerdo suscripto por la Argentina y la Santa Sede el 10 de octubre de 1966 eliminó
definitivamente esa rémora institucional que le daba facultades al presidente de nuestro país
para intervenir en la vida interna de la Iglesia.
Desde la celebración del concordato de 1966 existe en la Argentina una clara separación
entre la Iglesia y el Estado.
28
REVOLUCION DEL 5 Y 6 DE ABRIL DE 1811. A pesar del alejamiento de Mariano Moreno
de la Junta Gubernativa y de su muerte misma, nada “apagó su fuego”, recogido por todos
aquellos que participaron de sus ideales. Desde el seno de la Sociedad Patriótica, del café
de Marco o del mismo regimiento Estrella, surgen los primeros ataques contra el presidente
de la Junta, don Cornelio Saavedra.
A través de los sucesos del 5 y 6 de abril, de los hombres que participan y del carácter de
las peticiones, surge con toda evidencia que dicha asonada estaba dirigida a contrarrestar el
clima revolucionario creado por los adictos de Mariano Moreno.
LA OPOSICION A LA JUNTA GRANDE. La terrible noticia del desastre de Huaqui, conocida
el 20 de julio de ese año, el bombardeo que sobre Buenos Aires hizo por entonces la
escuadrilla española, y la inoperancia en el sitio de Montevideo, originó una seria disputa
entre el Cabildo y la Junta.
El día 17 otra pueblada exigió Cabildo abierto para designar diputados por la Capital al
Congreso y tomar otras medidas para la “seguridad y defensa de la Patria”. Derrotada
moralmente, la Junta accedió a tal petición.
Igualmente, se designó por sufragio a los integrantes de una Junta consultiva, cuerpo cuya
instalación se había también exigido al gobierno. Entre los dieciséis miembros de esta nueva
institución figuraban los más acérrimos opositores de la Junta. El resultado del Cabildo
abierto fue el golpe de muerte del gobierno. El final era previsto: la conducción política tenía
que cambiar indudablemente de mano.
De todo esto surge la creación del Triunvirato. El único fin, fue dar un golpe decisivo a esa
fuerza popular que tenía sus representantes en la Junta y que se oponía a la política
centralista del sector patricio.
29
1811), quedando desde ese instante cumplido el golpe de estado planeado por Rivadavia.
Revolución de 1.812.
La asamblea de 1.812. En cumplimiento del art. 1º del Estatuto provisional, el
Triunvirato dirigió una circular a todos los Cabildos para que eligiesen sus diputados
para la Asamblea que habría de constituirse. La actividad de dicho cuerpo dictó el 19
de febrero de 1812 el reglamento de la Asamblea provisional de las Provincias Unidas
del Río de la Plata. La composición del futuro organismo no podía ser más arbitraria.
A raíz de la solicitud del Ayuntamiento, el número de cien ciudadanos había quedado
reducido a treinta y tres. Las provincias estaban representadas por tan sólo once
miembros.
Al promediar el año 12 la situación del Triunvirato era muy comprometida; sus
desaciertos le habían restado confianza en los grupos dirigentes y sus medidas
absolutistas le habían despojado de la poca popularidad que pudo poseer. La Logia
Lautaro organizada en el Río de la Plata, socavaba día a día la obra del gobierno,
mientras la Sociedad Patriótica soliviantaba al pueblo en los clubes revolucionarios.
Revolución de 1.812. El 8 de octubre se produce la revolución esperada desde hacía
meses y que los acontecimientos habían impedido. La conducta de la Asamblea,
netamente facciosa, precipitó el estallido así como también, la noticia del triunfo de
Belgrano en Tucumán que ya no hacía menester apoyar al gobierno.
Se exige la suspensión de la Asamblea, la cesación del Triunvirato y la creación de un
Poder Ejecutivo integrado por ciudadanos que consulten la voluntad del pueblo. Por
último, se pide la convocatoria de una nueva Asamblea que resuelva en forma
definitiva los graves problemas de la Nación.
En forma conjunta, el Cabildo y el gobernador intendente, nombran a los miembros
del nuevo Triunvirato. Instalado éste y superadas las primeras dificultades, dará en 24
de octubre un decreto convocando a la nueva Asamblea exigida por el pueblo. Bajo la
advocación de "Independencia y Constitución", habrá de llamarse a los
representantes de los Cabildos para decidir sobre los destinos de la Patria.
30
Asamblea de 1.813: motivos de su convocatoria y su labor en lo político y jurídico.
Dentro del proceso constitucional argentino, la Asamblea General Constituyente del año XIII,
significa uno de los actos más trascendentales de nuestra vida histórica. Nace en un
momento crucial de nuestra nacionalidad, cuando la inestabilidad de los gobiernos patrios y
la desorientación en los planteos de la independencia, parecen encaminados a hacer
naufragar la nave del Estado. Las numerosas leyes que aprobó esta Asamblea instauraron
de hecho, la verdadera independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Fue inaugurada el 31 de enero de 1813, solemnemente, en el tribunal del Consulado. En su
primer decreto, proclama que en ella “reside la representación y ejercicio de la soberanía de
las Provincias Unidas del Río de la Plata”.
Los proyectos constitucionales. Si bien los proyectos constitucionales presentados a la
Asamblea o los que se elaboraron para su tratamiento, no llegaron a concretarse por las
circunstancias históricas conocidas, no por eso han dejado de realizar su valioso aporte a
nuestra vida institucional.
Cuatro proyectos que se conocen hasta nuestros días fueron preparados para ser
presentados a la Asamblea Constituyente. Los dos primeros: el de la Comisión oficial y el de
la Sociedad Patriótica, parece ser que fueron tratados en el seno del Congreso.
El tercer proyecto fechado el 27 de enero de 1813 se cree fue redactado por una Comisión
interna de la Asamblea, en sus deliberaciones preparatorias.
El cuarto proyecto, de neto corte federal.
PROYECTO DE LA SOCIEDAD PATRIOTICA
PROYECTO DE LA COMISION OFICIAL
PROYECTO DE LA COMISION INTERNA
PROYECTO FEDERAL
El análisis de estos proyectos, se encuentra claramente expuesto en la bibliografía básica.
El Pronunciamiento Federal- El pronunciamiento de los pueblos. Precisar en qué momento,
en qué institución o acontecimiento determinado nace el federalismo argentino como hecho
histórico, es indudablemente uno de los más arduos problemas de nuestra disciplina.
Es evidente que el origen de nuestro federalismo, en sus primeros antecedentes, se
remonta a la organización de la Colonia en sus aspectos sociales, en sus instituciones
políticas y en su estructuración económica.
En aquel juego de causas y efectos que se llama Historia, razones muy poderosas debieron
motivar consecuencias de tanta trascendencia y perduración.
En torno de 1815 ubicamos el pronunciamiento federal, ya que en ese año, los pueblos
litorales empezarán su lucha autonómica y las ideas de Artigas comenzarán a tomar arraigo
por todos los caminos de la mesopotamia, para luego extenderse al interior. Este
federalismo es la mayor fuerza opositora del régimen dictatorial, que exponemos a
continuación.
4) El Régimen Directorial.
Desde el comienzo de su mandato, Posadas, (primer Director Supremo) carente de
condiciones de gobernador, no pudo desarrollar una política eficaz, que solucionara los
graves problemas que aquejaban a las Provincias Unidas.
Al iniciarse el año 1815 la situación se torna harto difícil para el gobierno, debido al
descontento general por la política facciosa que lleva el alvearismo.
Ante la anarquía del ejército, que no respondía al Directorio y la falta de apoyo en la mayoría
de las provincias, Posadas presenta su renuncia que es aceptada el 9 de enero de 1815. En
su reemplazo se designa al general Alvear, sobrino de Posadas.
Falto del equilibrio necesario para el buen gobierno, ensoberbecido por sus triunfos y
ambicioso de poder, comenzó Alvear su gestión con innumerables desaciertos que
inmediatamente lo desacreditaron, socavando su prestigio.
Historia Constitucional – Palermo Lourdes
31
La liga federal. Retirado del sitio de Montevideo, Artigas comienza su campaña libertadora y
su lucha contra el gobierno porteño. Insurreccionada Corrientes por Bautista Méndez, ya
hemos visto cómo se declara la independencia de la provincia y se proclama a Artigas como
su protector.
Santa Fe, ayudada también por el caudillo, depone a Díaz Vélez, teniente gobernador
enviado por Buenos Aires, y se proclama independiente.
Si bien no conocemos el documento donde expresamente se constituya la nombrada Liga
Federal o Liga de los Pueblos Libres, la existencia de esta unión es de una incuestionable
realidad. Frente a la vacilante política del Directorio y a los tanteos de gobiernos,
protectorados o monarquías, la liga artiguista significó la voluntad irrevocable de los pueblos
litorales de sostener los principios de la federación. Subsistió hasta 1820. Le correspondió
velar por las incipientes autonomías de las provincias, organizar el Congreso de Oriente y
mancomunadas, soportar la invasión portuguesa y las constantes guerras con el Directorio.
La caída de Alvear. Fontezuelas. La noticia del alzamiento santafesino produjo en Buenos
Aires un singular desconcierto. Sin pérdida de tiempo el director convocó a sus fuerzas y
organizó un poderoso ejército que puso al mando del coronel Viana a fin de llevar la guerra
contra Artigas. A poco de marchar de la capital, Álvarez Thomas que integraba un grupo
revolucionario, que desde hacía tiempo pensaba derrocar a Alvear, entró en contacto, rumbo
a San Nicolás, con elementos artiguistas que le prometieron ayuda, conforme órdenes del
jefe oriental. Y así, de acuerdo con sus oficiales, se sublevó el 3 de abril de 1815 en
Fontezuelas contra el gobierno nacional.
Al movimiento de Fontezuelas se plegó inmediatamente el ejército de la campaña. Desde su
campamento Álvarez Thomas remite un oficio a Alvear conminándolo a que abandone el
gobierno.
Enterado Alvear de los pormenores de la sublevación y aún cuando reconoce que tiene
poderosas ramificaciones en el mismo Buenos Aires, presenta su renuncia como director.
Unidad VIII
1) La emancipación política:
El Congreso de Tucumán.
32
Si bien el llamado movimiento federal, producido en torno de 1815 en Buenos Aires, no
dio mayores frutos en el orden institucional, se establecía que una vez que el director
asumiera el mando, invitara "con particular esmero y eficacia a todas las ciudades y villas
de las provincias interiores para el pronto nombramiento de diputados que hayan de
formar la Constitución, los cuales deberán reunirse en la ciudad de Tucumán".
Es verdad que la situación no podía ser más crítica. El grave problema de la lucha de
Buenos Aires con el litoral, las disidencias internas de los grupos directoriales, la derrota
del ejército del Norte en Sipe-Sipe, la posterior controversia de Rondeau y Güemes, así
como también la poco favorable situación internacional, con el afianzamiento de las
monarquías y la lucha de España por reconquistar sus perdidas colonias de América,
presagiaban lógicamente el fracaso del Congreso convocado en la ciudad de Tucumán.
Una vez instalada la Asamblea se declara soberana, redactando un manifiesto para
todas las provincias que lleva la firma de los congresales asistentes.
Todos los fundamentales problemas que agitan a las Provincias Unidas son sometidos a
examen de la magna asamblea. Se trata de consolidar la paz en el orden interior y
asegurarse del ataque externo.
Atento la renuncia de González Balcarce, la asamblea se ve en la necesidad de nombrar
un nuevo director supremo, recayendo tal designación en la persona del coronel mayor,
don Juan Martín de Pueyrredón.
Inmediatamente se aprueba un plan de trabajo, referente a aquellas materias que debían
merecer especial y preferente atención, de parte del Congreso.
Se destacan entre ellas:
- Un manifiesto que exponga a la consideración de las provincias
los espantosos males que han causado las divisiones de los
pueblos.
- Declaración o deslinde de las facultades del actual soberano
Congreso Nacional Constituyente y tiempo de su duración.
- Discusiones sobre la declaración solemne de nuestra
independencia política. Pactos generales de las provincias y
pueblos de la Unión, preliminares a la Constitución.
- Qué forma de gobierno sea más adaptable a nuestro actual
estado, y más conveniente para hacer prosperar las Provincias
Unidas.
- Decretada la forma, un proyecto de Constitución.
La Declaración de la Independencia.
En la sesión del 9 de julio, una vez que se acordó tratar y deliberar sobre la libertad e
independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, puestos en pie, los señores
diputados en sala plena, aclamaron la independencia de las Provincias Unidas de la
América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli.
‘Nos los representantes de las Provincias Unidas de Sud América, reunidos en Congreso
General, declaramos que es voluntad unánime de estas provincias romper los violentos
vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron
despojados e investirse de alto carácter de nación libre e independiente del rey Fernando
VII, sus sucesores y metrópoli’.
Faltaba encarar el problema constitucional: adoptar una forma definitiva de gobierno y
dar una Ley Fundamental que organizara integralmente a la Nación. “Unión, americanos;
no perdamos por nuestras discordias esta preciosa joya que nos vino de lo alto”.
33
forma de gobierno que habría de adoptarse para la nueva nación. Principios republicanos
y monárquicos, sistema federal o de unidad, jugaban en el orden de ideas de la época,
sostenidos algunos por calificadas elites, o proclamados un tanto instintivamente por
amplios sectores sociales.
El arduo problema de la forma de gobierno se vio directamente complicado con la
invasión portuguesa a la Banda Oriental, pues se temió un ataque sobre el resto de las
provincias argentinas, en especial las mesopotámicas.
Las misiones diplomáticas. Las misiones diplomáticas enviadas por el Directorio y el
Congreso demuestran la equivocada política del gobierno, insensible a los graves
problemas nacionales. Ya a principios de 1817, Manuel García firma un proyecto donde
se establecía por parte del gobierno argentino, "la obligación de retirar tropas
portuguesas". A cambio de esto, Portugal se comprometió a "no emprender nada contra
las Provincias Unidas".
Como consecuencia de estas tratativas preliminares, el Directorio llevó la guerra a los
cuatro provincias litorales, colaborando así, en forma efectiva, con los portugueses
instalados en la Banda Oriental.
Por fortuna este tratado, firmado por García en abril de 1817 y aprobado por el
Congreso, no fue ratificado por Juan VI, por razones de alta política, que aconsejaban
una postura expectante.
34
cuando les fue presentada, muestra palpablemente que otros valores, más cantantes y
profundos, movían a los pueblos.
La crítica fundamental a esta Constitución se encuentra en la integración de su Senado.
Efectivamente, dicho cuerpo está formado por "los senadores de provincias, cuyo número
será igual al de las provincias; tres senadores militares, un obispo y tres eclesiásticos, un
senador por cada
Universidad y el director del Estado".
Como se puede apreciar, la constitución del Senado era una nueva negación de los
principios de Mayo. Esta composición netamente aristocrática produjo incontenible reacción
en las provincias que, después de casi diez años de libertad, creían estar liberadas de los
resabios de la época anterior.
El Poder Ejecutivo reúne, dada la naturaleza de la Constitución, la suma de los poderes,
conformando un neto sistema de unidad.
En cuanto a sistema o forma de gobierno, concretamente no adopta ninguno, con el visible
propósito de poder adaptar la Ley Fundamental sancionada a una monarquía constitucional.
RECHAZO DE LA CONSTITUCION UNITARIA Y CAUSAS DEL ALZAMIENTO NACIONAL.
Conocidos los principios de la nueva Constitución que acababa de sancionarse, las
provincias argentinas, especialmente las del litoral, viendo menoscabados sus derechos y
violadas sus soberanías particulares, se levantan contra las autoridades nacionales. No
significa esto que la sanción de la Constitución del 19 es la única causa de la rebelión. Es la
consecuencia directa de una errónea política, dirigida por los grupos centralistas porteños en
torno a regímenes o sistemas de unidad, a un menosprecio por los derechos de los pueblos
del interior y a un desconocimiento de la realidad histórica, que por aquel entonces obedecía
a un federalismo de hecho y derecho que las provincias sostenían como bandera.
La insurrección comenzada en el litoral cunde por todo el país, descontento contra la política
centralista dominante.
Al comenzar el año 1820 la efervescencia de los pueblos litorales cunde por todo el
territorio. A las sublevaciones de Tucumán, La Rioja y de las provincias limítrofes, y al estado
de guerra de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, se le suma la desobediencia sanmartiniana
y la sublevación en 9 de enero de ese año del Regimiento de Cazadores en San Juan.
EL ESTATUTO PROVISIONAL DE SANTA FE. Después de firmado a principios de 1819 el
armisticio de San Lorenzo entre Buenos Aires y Santa Fe, la provincia entró temporalmente
en una época de paz. Estanislao López aprovecha la ocasión para organizar la provincia
institucionalmente. Este pensamiento, que había orientado al gobierno de López, se
convierte en realidad, y así, en julio de 1819 encarga a la Junta electoral la redacción de un
Estatuto constitucional.
El Cabildo aprueba el 26 de agosto de 1819 el Estatuto provisional de Santa Fe, siendo así
esta provincia, la primera en darse su Constitución.
Ello significa el ideal autonómico de un estado argentino en darse sus propias instituciones,
en darse su ley fundamental, organizando sus poderes.
Es decir, convertir a este federalismo de hecho, practicado y vivido en el azar de la guerra,
en un federalismo de derecho, concretado en la norma. Gobierno propio, Constitución
propia, leyes propias, conforman la autonomía particular de los Estados siendo la base de
todo sistema federal, sobre todo, si tenemos en cuenta que se aspiraba a la formación de un
gobierno general, organizado constitucionalmente.
La Constitución de Santa Fe significó una réplica contundente a la Constitución Nacional.
Por eso, a pesar de su debilidad, a pesar de sus enormidades jurídicas, es la espontánea
manifestación de un pueblo por concretar su vida dentro de la ley.
LA CRISIS ANTERIOR A 1820. Singular importancia reviste, no sólo para la historia
constitucional, sino para la vida política, económica y social del pueblo argentino, la
revolución de 1820.Veamos ahora las características fundamentales de esta crisis.
35
a) Participación del pueblo. Es recién en 1820 cuando el pueblo vuelve a retomar el pulso de
la Revolución de Mayo y decidir los destinos superiores.
b) Ruptura definitiva de la estructura colonial. En 1820, y de ahí su importancia, se quiebra
la estructura colonial y cada pueblo, cada provincia, pasa a ejercer sus legítimos derechos, a
gozar abiertamente y sin dependencias extrañas, su propia autonomía.
c) Triunfo del federalismo. En 1820 se produce el legítimo triunfo del federalismo que
concretará su ideario en la Constitución del 53.
d) Derrumbe de los organismos. Es consecuencia inmediata de los hechos ocurridos a
principios del año XX, la caída del Congreso y del Directorio, y el surgimiento de la provincia
de Buenos Aires y su primera Junta de representantes.
La caída de los dos organismos nombrados es de capital importancia, ya que con ella
termina toda una política encaminada a desvirtuar, pese a las mejores intenciones, la
orientación de Mayo.
e) Anhelo de autonomía económica. Producido el movimiento revolucionario se inicia el
proceso independiente bajo la égida del librecambio.
f) La “anarquía federal”. Librada la batalla de Cepeda el 1 de febrero de 1820, con el triunfo
de las fuerzas federales, Ramírez envía una nota al Cabildo de la ciudad de Buenos Aires
manifestándole que “no activará las operaciones del ejército dentro del término de ocho
días”, los suficientes como para que deliberen sobre su suerte y comuniquen sus decisiones.
Transcurridos los ocho días que habían otorgado de plazo para que se destituyera a las
autoridades y se convocara a Cabildo abierto, los caudillos federales deciden avanzar sobre
la ciudad de Buenos Aires.
Ante el avance de éstos y los términos de su proclama, las autoridades de Buenos Aires no
tuvieron otra determinación que tener que resignar sus cargos.
TRATADO DEL PILAR. El 23 de febrero de 1820, en la capilla del Pilar queda “hecha y
concluida”, la convención entre los gobernadores don Manuel Sarratea, de la provincia de
Buenos Aires, don Francisco Ramírez, de la de Entre Ríos y Don Estanislao López, de la de
Santa Fe, con el fin de:
“...terminar la guerra suscitada entre dichas provincias, proveer a la seguridad ulterior de
ellas y de concentrar sus fuerzas y recursos en un gobierno federal”.
Es la obra institucional de los pueblos litorales, asentando los principios básicos sobre los
que habrá de organizarse políticamente la nación, es el pacto de unión sobre el que habrán
de consolidarse las autonomías provinciales, y del cual surgirán de una manera absoluta y
definitiva los principios de federalismo y nacionalidad. Sobre estos dos pilares, a través de
toda una dolorosa etapa de lucha civil, habrá de organizarse la patria en 1853.
36
presentar a los Estados extranjeros, una república organizada constitucionalmente, en todos
sus poderes.
A todo esto, ya en el poder como gobernador de la provincia de Buenos Aires, el general
Gregorio Las Heras desde mayo de 1824, acentúa en sus decisiones de gobierno, una
marcada tendencia autonómica, acorde con el espíritu federal reinante en las demás
provincias.
Unitarismo y federalismo.
La organización del gobierno territorial fue objeto de ardorosas polémicas y cruentas luchas
que retardaron la organización constitucional por más de cuatro décadas.
Los unitarios postulaban un régimen centralizado o unitario con particular hegemonía
porteña; un gobierno único y general que ejercía sus poderes sin restricciones sobre la
totalidad del territorio, siendo las provincias simples divisiones administrativas, sometidas
directamente a la autoridad general. Eran liberales o ilustrados porteños y algunos grupos
del interior afincados en Buenos Aires para quienes la aplicación del centralismo debía
efectuarse sobre la base del predominio porteño. Estimaban que la única forma de constituir
y encauzar la Nación era el gobierno ejercido por una poderosa élite liberal, concentrada en
Buenos Aires que eliminase al caudillismo. Entendían que debía dictarse súbitamente una
constitución centralista que se impusiera a las provincias, estimando que con ello se
solucionarían inmediatamente los problemas políticos. Postulaban que el único gobierno
adecuado y efectivo era aquel en que los pueblos tuvieran una activa participación y
mantuvieran el ejercicio del gobierno local. Un modelo de la concepción unitaria acerca de
las provincias lo constituyó la fracasada Constitución Nacional de 1.826.
37
más débil aún ya que era una simple Unión de estados soberanos, ligados mediante pactos
o tratados y donde la autoridad del gobierno central aparecía sumamente restringida por
carecer del imperium sobre todo el territorio confederal. Las provincias tenían el derecho de
aplicar o no las decisiones de aquel gobierno y la facultad de secesión, es decir, de
separarse de la Confederación. La tendencia federal, aunque también fue propugnada por
grupos intelectuales y por ricos hacendados bonaerenses, tuvo su mayor adhesión en la
masa criolla, a cuyo frente estaban los caudillos. Se inclinaban por llegar a la constitución
federativa después que las provincias se hubieran organizado territorialmente, bastando
mientras tanto la unión mediante pactos interprovinciales.
38
oposición a la voluntad general de las provincias suscribientes”. Establecen luego (art. 5º)
que todos los
Estados en unión, “invitarán a todas las demás provincias que no estén en la Liga a formar
un nuevo Congreso, cuyo solo objeto sea constituir al país bajo la forma de gobierno
federal”, y que provisionalmente se reunirán en la ciudad de Santa Fe.
Este pacto nacional que nucleó a las provincias bajo un vínculo confederacional, trajo la feliz
circunstancia de estar todos los Estados argentinos representados en un Congreso
Constituyente, con paz interior. Además de solucionar la crisis gubernativa, representa la
"partida de defunción" del Congreso y el nacimiento de la futura Convención Nacional.
LEY DEL 3 DE JULIO DE 1827. Instalado este cuerpo en el mismo local del Congreso, el 12
de agosto proceden a elegir al gobernador propietario siendo proclamado el coronel Manuel
Dorrego.
“El Congreso y gobierno nacional quedan disueltos”.
Unidad IX
39
Mientras tanto, Dorrego, auxiliado con fuerzas de Juan Manuel de Rosas, decide en los días
posteriores, dirigirse hacia el norte buscando el apoyo. Hecho prisionero por una columna al
mando del comandante Escribano, es fusilado por orden de Lavalle el 13 de diciembre.
El motín de Lavalle, y en especial, la muerte de Manuel Dorrego, hicieron estallar la guerra
civil en toda la nación.
El 10 de diciembre llega la noticia del motín al seno de la Convención reunida en Santa Fe,
por intermedio de una comunicación de Dorrego dirigida al gobierno de Santa Fe solicitando
auxilios.
La Convención Nacional resuelve:
Debiendo obrar estas fuerzas bajo la dirección de un general, queda nombrado el excmo.
Señor gobernador de Santa Fe, don Estanislao López, general en jefe de las fuerzas que
han de restablecer el orden en la provincia de Buenos Aires.
Cuadrilátero.
El tratado cuadrilátero. Muerto Ramírez, después de su frustrada campaña contra Buenos
Aires, el panorama político del país cambiaba fundamentalmente su fisonomía. Por su parte
Corrientes y Misiones quedaban en el "pleno goce de su libertad" luego de estos sucesos.
Rivadavia, atento al proceso político, manejado hábilmente desde Buenos Aires, ve así más
próximos sus anhelos de organizar el país bajo el sistema de unidad, en un Congreso cuya
sede sea la vieja capital. La corriente promovida por Bustos desde Córdoba, inspira la
reunión de las provincias litorales bajo las formas de un tratado, que prepare el futuro
Congreso nacional.
Fueron convocados los representantes de las cuatro provincias litorales (Santa Fe, Buenos
Aires, Entre Ríos y Corrientes), en la ciudad capital de la provincia de Santa Fe.
El Tratado Cuadrilátero, haciendo una breve síntesis, es el sustituto legal del Congreso de
Córdoba, desviado por Rivadavia hacia Buenos Aires, con el único propósito de debilitar la
influencia de Bustos, apagar el anhelo ferviente de federalismo que ostentaban las
provincias y preparar el camino hacia el Congreso, que en 1824 comenzaría su labor en la
ciudad capital.
40
De acuerdo con lo convenido en Cañuelas, la elección de los representantes de la ciudad y
campaña de la provincia de Buenos Aires, debía hacerse por medio de una lista
confeccionada por Rosas y Lavalle, en la que el número de candidatos unitarios fuese igual
al de los federales. Lo cierto es que por orden de Lavalle fue anulada la elección,
conviniendo éste con Rosas, entrevistarse en una quinta cercana a Barracas (quinta de
Piñeiro) donde firmaron un nuevo acuerdo.
En el Convenio de Barracas queda estipulado que el objeto del tratado del 24 de junio había
sido volver al país al logro de sus instituciones tradicionales, pero sin violencia ni
sacudimientos.
Mientras tanto Rosas y Lavalle, deciden de común acuerdo designar como gobernador
provisional "a un ciudadano escogido entre los más distinguidos del país".
En virtud también de una de las cláusulas del Convenio de Barracas, el nuevo gobernador
provisional fue secundado en su tarea de gobierno, por un Senado consultivo formado por
veinticuatro miembros.
El Pacto Federal del 4 de Enero de 1.831
Antecedentes: Al comenzar el año 1830 el panorama de la República era innegablemente
incierto. El 28 de febrero de 1830, Santa Fe y Corrientes firman un Tratado de alianza y
amistad, donde se comprometen a formar una futura Convención con la ayuda de Buenos
Aires y Entre Ríos.
Esta unión de las cuatro provincias proyectada en el tratado firmado en la ciudad de Santa
Fe, tiene singular importancia por ser el primero de los convenios litorales que servirán de
antecedente al Pacto federal del 4 de enero de 1.831, y por consignarse en sus cláusulas,
que la convención estaría integrada por provincias federales, pudiendo adherirse todas
aquellas que sostuvieran el mismo principio político.
Dentro de los principios que habían inspirado a los tratados anteriores, se convoca una
reunión en San Nicolás, donde concurren Estanislao López, Juan Manuel de Rosas y Pedro
Ferré, tratándose en ella los problemas de la organización, y sobre todo, la grave situación
creada con el reciente triunfo del general Paz, que acababa de vencer a Quiroga. Resueltos
a celebrar un tratado cuadrilátero entre las provincias litorales, comunican tal decisión a Paz.
Queremos destacar que de haberse firmado el tratado cuadrilátero en esa oportunidad,
hubiera tenido quizá mayor significación que el que tuvo el Pacto federal de 1.831, pues en
la reunión de Santa Fe, no sólo se abordó el problema político, sino que en los proyectos
presentados, tuvo singular preferencia el problema económico de la Nación y el
planteamiento de un verdadero federalismo, analizados sobre la urgente realidad de las
provincias.
EL PACTO FEDERAL. Luego de celebrado el pacto de unión entre las provincias del interior,
el 4 de enero de 1831, se firma solemnemente el Pacto federal entre las provincias
nombradas. Y así, en virtud de los tratados litorales celebrados el año anterior, y
considerando que “la mayor parte de los pueblos de la República ha proclamado del modo
más libre y espontáneo la forma de gobierno federal...” convienen las provincias signatarias
los artículos que lo forman.
Obvio resulta destacar la importancia de este pacto, piedra angular de nuestra organización
nacional. En él, se dan las bases definitivas sobre las que habrá de constituirse el país bajo
los principios del federalismo. Su valor radica, no sólo en el contenido de sus cláusulas, sino,
en que no fue la actitud aislada de una o dos provincias, sino la expresión unánime de
todas, que posteriormente a su sanción, se fueron paulatinamente adhiriendo.
Se consagra la aspiración legítima del pueblo argentino a abandonar la anarquía y
organizarse constitucionalmente bajo los principios de un sistema político por el cual, habían
luchado desde los primeros años de la revolución.
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PRIMER GOBIERNO DE ROSAS. Luego del breve gobierno de Viamonte, todas las fuerzas
que obran dentro del proceso político parecieran aunarse para desembocar en la persona de
Juan Manuel de Rosas.
Rosas fue la expresión superlativa del autoritarismo y su aparición en la escena política
argentina no fue obra de la casualidad, sino el resultado de todo un proceso histórico
anarquizado, que inevitablemente debía desembocar en la dictadura.
De la figura de Rosas, analizamos exageradas las dos posiciones antagónicas.
Creemos que a don Juan Manuel, como a cualquier otro gobernante, hay que juzgarlo con la
menor vehemencia posible. Aplaudimos al altivo caudillo que se planta frente a Francia e
Inglaterra, al gobernante de la Vuelta de Obligado, al que se acerca al pueblo y le habla en
su lenguaje, al que brega por la ley de aduanas de 1836, al gobernador que da sentido
hispánico y criollo a su mandato, al que se opone a las ambiciones brasileñas. Pero
atacamos al Rosas que gobernó la provincia de Buenos Aires como una estancia, al que se
perpetúa en el poder, al que exige la suma del poder público o las facultades extraordinarias,
al que destierra la libertad de prensa durante sus veinte años de gobierno, al que hace
fracasar el Pacto federal de 1831 que disponía la organización federal de la República, al
que persigue y hace asesinar a sus enemigos políticos, al que retrasa la vida universitaria y
cultural de Buenos Aires.
Don Juan Manuel de Rosas, como tantos otros gobernantes argentinos, fue un producto de
su tiempo, con numerosos aciertos y errores a lo largo de su vida pública.
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El credo de la nueva generación: asociación, progreso, fraternidad, igualdad, libertad, Dios
(centro y periferia de nuestra creencia religiosa), el honor y el sacrificio (móvil y norma de
nuestra conducta social), menosprecio de toda refutación usurpadora o ilegítima,
continuación de todas las tradiciones progresivas de la Revolución de Mayo, independencia
de las tradiciones retrógradas que nos subordinan al antiguo régimen, emancipación del
espíritu americano, organización de la patria sobre la base democrática, confraternidad de
principios.
Integraron esta generación, entre otros: Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Juan
María Gutiérrez, Marcos Sastre, Carlos Lamarca, Vicente Fidel López, José Mármol,
Bartolomé Mitre, José Barros Pazos, Carlos Tejedor, Jacinto Rodríguez Peña, Miguel Cané,
Manuel Quiroga Rosas, Enrique Lafuente, José Rivera Indarte, Benito Carrás, Luis
Domínguez, Avelino Ferreyra, Benjamín Villafañe, Juan Thompson, etc.
Las ideas de Echeverría plasmadas en el "Dogma socialista" son innegablemente la obra
fundamental de este nuevo pensamiento. Alberdi, por su parte, comenzando con el
"Fragmento preliminar al estudio del derecho" y culminando, en este período de transición,
con sus "Bases y Puntos de partida para la organización política de la República Argentina",
complementa la labor de aquél. Domingo Fautisno Sarmiento, hombre que cronológica y
espiritualmente, pertenece también a esta generación, realiza un valioso aporte a través de
"Facundo", "Argirópolis" y de sus escritos periodísticos producidos en esa época.
La generación del 37 surge entre las dos tendencias que agrupaban el pensamiento
argentino. Ven en la tendencia federal el origen de la anarquía, del aislamiento de los
pueblos, del desorden institucional, y por sobre todo, la cuna del autoritarismo engendrado
en los caudillos. Por otra parte, en la tendencia unitaria, ven el fracaso de todos los
gobiernos hegemónicos que en vano intentaron gobernar al país después de la Revolución.
Este pensamiento de la generación romántica del 37, al que, acertadamente, se lo ha
llamado "el pensamiento conciliador", ubicado entre las dos tendencias históricas, dio sus
frutos de óptima manera al concretar sus principios en la Constitución Nacional de 1853. Su
espíritu informó a los hombres que redactaron la Carta Fundamental, y fue su eclecticismo
federo-unitario la fórmula realista, que pudo unificar el pensamiento argentino, logrando así
la organización nacional.
Llevados, pues, de la doctrina de que estaban informados, los hombres del 37 comenzaron
su prédica y su acción partiendo de la premisa inconmovible de que "era necesario
transformar la realidad nacional". Para ello era imprescindible negar la tradición heredada.
“El gran pensamiento de la
Revolución -expresa Echeverría - no se ha realizado”.
Proclamando las leyes del progreso, propugnaron así una nueva sociedad, distinta de la
hispano-criolla producto del entrecruzamiento de razas, con una nueva fisonomía política,
económica y social. El mismo Alberdi, llevado por el deslumbramiento de las nuevas ideas,
proclama: “En América todo lo que no es europeo, es bárbaro”.
Hemos realizado estas citas para demostrar, cómo el ideal de progreso y de civilización cegó
un tanto a los hombres de la generación del 37.
¿Dónde estuvo el error de apreciación? Se equivocaron en desconocer y eludir una realidad
tan tangible como la que ellos mismos proclamaban. La antinomia de civilización y barbarie
está dada con toda claridad por Sarmiento. En su obra cumbre, "Facundo", expresa: "El
hombre de la ciudad viste el traje europeo, vive la vida civilizada tal como la conocemos en
todas partes; allí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción. El hombre
de la campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad rechaza con desdén su lujo y
sus modales corteses"
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4) Caracterización de la situación económica en las Provincias Unidas del Río de la
Plata desde 1.810 hasta 1.853.
La Economía- LIBRE CAMBIO Y PROTECCIONISMO (1810-1829). La decidida política
liberal emprendida por la Corona española en sus dominios, durante el último tercio del siglo
XVIII y las disposiciones librecambistas adoptadas antes y después de las invasiones
inglesas por los gobernantes indianos, señalaron con trazo firme el rumbo a nuestros
primeros gobiernos patrios.
La legislación liberal impuesta por Buenos Aires perjudicaba los intereses del interior, cuyas
industrias decaían notablemente. Pero los perjudicados por el régimen de libertad aduanera,
no fueron sólo los industriales; también los comerciantes del país se vieron suplantados por
los ingleses, a cuyas manos pasó la dirección del comercio en el Río de la Plata. Cuando en
1812 el Triunvirato, acentuando aún más la política liberal, eliminó esta exigencia, suprimió
el estanco del tabaco y proclamó la libertad de cultivo, manufactura y comercio, el comercio
nacional, quedó prácticamente liquidado.
Las voces de protesta fueron tantas que la asamblea general constituyente resolvió, en
marzo de 1813, restablecer la exigencia de que las mercaderías llegasen consignadas a
comerciantes nacionales, para obligar a los ingleses a hacer participar en su negocio al
comercio local, sin embargo, estas medidas no dieron resultado.
La plaza de Buenos Aires y el mismo comercio interior habían caído, así, en manos de
comerciantes ingleses, quienes desde 1811 se agrupaban en cámaras de comercio
británicas, de las que quedaban excluidos españoles y criollos. En estas corporaciones, los
ingleses fijaban los precios y determinaban las condiciones de oferta y demanda. Como
decía Juan José Cristóbal de Anchorena -un acaudalado comerciante porteño de la época-,
“el comercio se halla destruido y poco menos que aniquilado, que la importación de todos
los efectos ultramarinos y la exportación de frutos del país se hallan monopolizados por los
extranjeros y que por consiguiente los comerciantes nacionales, se ven con las manos
atadas, la mayor parte de los artesanos sin ocupación y reducidos a la miseria, destruida la
industria del país, la cría de ganados sin todo aquel adelantamiento de que ha sido capaz y
que la época de esta fatalidad ha sido la misma del comercio libre con los extranjeros, es tan
manifiesto que no deja lugar a la menor duda”.
Durante el directorio de Pueyrredón, fue cuando la tendencia proteccionista encontró eco en
el gobierno. El decreto de 23 de noviembre de 1816, que reservaba (carga y descarga de los
buques de ultramar en los puertos de Buenos Aires y Ensenada) a los naturales del país, y
el arancel para
1817, que gravaba con pesados derechos a la importación manufacturera, fueron las
medidas con que Pueyrredón demostró el cambio de política económica. Pero los intereses
ingleses se movilizaron rápidamente. Pueyrredón, por decreto de 1º de junio de 1818 redujo
notablemente las tarifas, a la vez que disminuyó el 4 % la rebaja concedida a los nacionales.
Los prolegómenos del pacto federal del 4 de enero de 1831 acentuaron la tendencia liberal,
ya que Buenos Aires trató de defender los recursos de su aduana contra los intentos de
protección industrial sostenidos por Corrientes.
Después de 1.831, al formarse la Confederación, el gobierno de Buenos Aires se enfrentó
con un problema complicado. Los aranceles eran un instrumento directo de política
económica que repercutía en todo el país, y a la vez, era la más importante fuente de
ingresos para esa provincia. Casi todo el comercio de la Confederación se articulaba a
través del puerto de Buenos Aires y, por tanto, esta provincia tenía en sus manos la
regulación de la política económica del país. El sentimiento provinciano del federalismo no
podía menos que adoptar una política francamente proteccionista de los intereses de las
provincias. Los porteños procuraban protección para los artículos que se producían en su
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provincia; no les interesaba la producción del interior, ya que se sentían muy cómodos con el
consumo de manufactura extranjera de excelente calidad y bajos precios.
En 1.835, el gobernador Rosas dictó ley de aduana, que significó que el primer arancel
completo proteccionista que rigiera el tráfico del puerto de Buenos Aires. Esta vez, la
provincia desatiendo los intereses egoístas del puerto, procurando proteger y fomentar la
economía del interior. Las novedades más importantes de este arancel muy minucioso
consistían en una lista de manufacturas de introducción prohibida, otras gravadas con el
50% ad valorem, y la libre introducción de algunos artículos cuya competencia podía ser
soportada por la industria nativa. Al año siguiente, dictó la ley que gravaba grandemente los
efectos de ultramar que llegasen de Montevideo o cualquier otro puerto de río y desde allí se
remitiesen a Buenos Aires. Cerrado así el tráfico internacional de los ríos argentinos, Buenos
Aires habría de manejar con mano firme la economía de toda la Confederación. La nueva
legislación significó así la reactivación de la economía argentina. Aunque, los derechos de
tránsito que gravaban los productos de las provincias interiores dificultaban su competencia
en el mercado de Buenos Aires y, en definitiva, la que verdaderamente alcanzó a
beneficiarse en gran medida fue esta sola provincia.
Los bloqueos del puerto de Buenos Aires por el conflicto entre Francia e Inglaterra en 1.845
produjeron, de alguna manera, el fomento de las industrias vernáculas, ya que, a pesar de
las rebajas arancelarias decretadas durante esas emergencias, las mercaderías del exterior
encontraban dificultades para legar al Río de la Plata, que entonces debía contentarse con
el consumo de la producción interna.
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