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CATALUNYA

LO QUE DEJA EL 21D

ENERO 9, 2018 SOBESP

SoB, Estado español

Con una importante participación de casi el 80% el independentismo de conjunto (aunque con
movimientos internos de relevancia como el fortalecimiento de su ala neoliberal de derecha Junts
per Catalunya con respecto a su socio de la izquierda moderada de ERC y el rotundo retroceso de
la izquierda “radical” de las CUP), logró sortear la trampa de las elecciones impuestas por el 155 de
Rajoy y mantener con cierta comodidad la mayoría absoluta en un Parlament cuya correlación y
configuración de fuerzas se ha modificado sustancialmente. De esta manera el bloque soberanista
se impuso al denominado bloque constitucionalista defensor del 155 y de la unidad de la España
franquista y el Régimen del 78.

Estos resultados le permiten tanto al independentismo en general como a Puigdemont en


particular, legitimarse de cara a la formación de un nuevo gobierno y a una legislatura que ya nace
muy complicada no solo porque tendrá que afrontar la cuestión de cómo continuar el camino
iniciado con el procés hacia la independencia y la construcción efectiva de la nueva República en
una coyuntura y en condiciones distintas a las de hace dos meses, sino también deberá hacer
frente a los problemas sociales más acuciantes que continúan profundizándose y que la crisis no
perdona.

Apenas finalizado el escrutinio las primeras declaraciones de Junts per Catalunya y Esquerra
Republicana, que juntos obtuvieron un 43% de los votos y suman 66 escaños, fueron en el sentido
de proclamarse vencedores y de reclamar para sí el derecho a gobernar Catalunya. Al día
siguiente, Puigdemont, cabeza de lista de JxC, alegó la derrota de la Monarquía, del artículo 155,
recordó que la República ya está proclamada e interpretó la elección del 21 como la ratificación
del referéndum del 1-O a la vez que hizo un llamado a Rajoy a reunirse con él en el extranjero para
negociar bilateralmente.

Junts per Catalunya (antigua CDC) es la lista con la que el president cesado, a propósito de la
aplicación del 155, se ha convertido en el ganador “moral” de la noche de elecciones. Una fórmula
que sin nombres partidarios, con Jordi Sánchez que continúa preso como número dos de la misma,
con personalidades de la sociedad civil independentista y cuyo único programa era la restitución
del “Govern legítimo”, se demostró tan acertada como efectiva. Ahora, con su triunfo sobre ERC,
que ha quedado en tercer lugar y muy por debajo de sus propias expectativas, Puigdemont se
transformó en la figura clave para la formación (o restitución) del nuevo Govern pese a su
complicada situación judicial que le impide pisar suelo español debido a su inminente detención
por los cargos que se le imputan.

Según el Gobierno y sus aliados el Artículo 155, y las elecciones del 21-D como parte de este, tenía
como objetivo principal “restaurar las instituciones, la legalidad y el autogobierno mediante el
juego democrático normal dentro los límites marcados por la Constitución y el Estatut como paso
imprescindible para volver a la normalidad”, lo que vale decir que su intención de derrotar
electoralmente al independentismo y reemplazarlo en su mayoría en el Parlament quedó
totalmente frustrada abriendo un panorama que augura más tormentas y chaparrones que un
clima estable y de “normalidad”.

Como el remedio que resulta casi igual que la enfermedad, a Rajoy no le salió bien la jugada y el
155 perdió una batalla muy importante. Lo trágico-paradójico de la situación es que, además de
que se haya ratificado el president depuesto por el 155, el PP fue el partido menos votado
quedando al borde de la extinción y pierde doblemente en Catalunya, pierde como fuerza
parlamentaria y pierde hegemonía en la derecha frente a Ciudadanos que sale fortalecido.

Aunque por el momento existe consenso en el bloque independentista de investir a Puigdemont


como el candidato más votado lo cierto es que el 155 continúa vigente y sus consecuencias
también. De entrada, la mayoría independentista puede estar en riesgo en la sesión constitutiva
del Parlament. En su conjunto (Junts per Catalunya, ERC y CUP), los independentistas cuentan con
70 diputados, dos por encima de la mayoría absoluta, fijada en 68 escaños. Hay ocho diputados
electos del independentismo (de ERC y JxC) con graves dificultades para participar en la primera
sesión. Cinco de ellos (Carles Puigdemont, Clara Ponsati, Meritxell Serret, Toni Comín Y Lluís Puig)
se hallan en Bruselas y serían inmediatamente detenidos en caso de regresar a España. Otros tres
(Oriol Junqueras, Jordi Sánchez y Joaquim Forn) se hallan encarcelados, con escasas perspectivas
de salir en libertad en las próximas semanas.

La reciente resolución del Tribunal Supremo de denegar la puesta en libertad de Oriol


Junqueras es de una significativa dureza y envía un mensaje inequívoco a toda la sociedad
catalana a la vez que complica aún más la constitución del nuevo Parlament de Catalunya, previsto
para el próximo 17 de enero. Se baraja la posibilidad de una investidura vía telemática de
Puigdemont, quien a su vez condicionó su regreso a un pacto con el Estado que le ofrezca
garantías de no ir a prisión pero al momento no hay ninguna propuesta concreta oficial sobre la
mesa.

La contracara de estas elecciones. Consolidación de Ciudadanos y polarización

Pero también las elecciones dejaron una contracara de lo anterior. La victoria de Inés Arrimadas ha
sido categórica tanto en votos como en escaños aunque trunca en la posibilidad de gobernar. Aun
así no hay que menospreciar la cuestión de que los 37 escaños conseguidos denotan que la
papeleta de Ciudadanos representó la opción más clara y con más posibilidades contra los
“separatistas” convirtiéndose prácticamente en la única alternativa a la Catalunya independentista
y aunque no les alcance para formar gobierno, tampoco se debe pasar por alto lo que expresa el
hecho de que los tres partidos (PP, PSOE y Ciudadanos) que respaldaron el artículo 155,
obtuvieron el respaldo de casi 1.900.000 catalanes, esto es el 43,5% de los votos y 57 escaños.

Ciudadanos, que se ha venido alimentando del conflicto en clave nacional, confirmará otra
legislatura más haciendo oposición a un Gobierno independentista, pero ahora, en mejores
condiciones que antes. Y esto no hace más que sumar inestabilidad de cara al futuro.

El retroceso de la CUP

El ala “izquierda” del independentismo ha perdido 6 diputados quedándose en 4 aplastada, antes


que nada, por la inmensa presión que significó la apelación al voto útil al que invocaban las dos
grandes listas independentistas, sobre todo JxC con Puigdemont de cabeza de lista, contra el
Estado español, contra el 155, por la libertad de los presos y por la restitución del gobierno
legítimo, campaña que caló y logró aglutinar el apoyo de la mayoría de los votantes del
independentismo.

Pero también la CUP paga el costo de no haber asumido ningún planteo independiente ni antes ni
durante la campaña electoral. No supo defender y mantener una política independiente y un
rumbo diferenciado y separado a la dirección burguesa del procés del PDECat y ERC, sino todo lo
contrario ha venido teniendo una política subsumida, y en última instancia, de mano tendida y de
confianza en la misma. Un grave error político que tanto la lucha de clases como la democracia
burguesa parlamentaria se cobran.

En este sentido, los resultados electorales también han servido para dejar atrás la dependencia de
la CUP que tantas disputas supo generar con el partido de Artur Mas e incluso le obligó a renunciar
a la presidencia de la Generalitat. Con los cuatro escaños que ha conseguido sólo se necesita de
ellos una abstención en segunda votación para la investidura. Lamentablemente, la CUP está en
peor situación que antes para condicionar y presionar al nuevo gobierno.

La reaccionaria equidistancia de los comunes

Aunque la bajada es más leve, los Comuns también retrocedieron tres escaños respecto a la
candidatura de Catalunya Sí que es Pot. La lista de Domenech paga el precio de su falsa y
retrógrada equidistancia de no estar “Ni con la DUI ni con el 155” porque no hay equidistancia
entre el tiburón y las sardinas y los votantes cobraron el hecho de haberse posicionado del lado
del tiburón y distanciarse de las sardinas, colaborando y siendo funcional con el apuntalamiento y
salvaguarda de la España tal cual es que heredamos del Franco.

La necesidad de una salida independiente

Las elecciones nos dejan un escenario abierto, con un independentismo que resiste a la embestida
de la derecha y el gobierno y donde JxC refuerza su liderazgo dentro del bloque soberanista
respecto a ERC. Nos dejan un Ciudadanos que aumenta su respaldo y legitimidad electoral y social,
cuestión que lo confirma como fuerza hegemónica de la derecha en Catalunya y que hará valer a
nivel nacional peleándole espacio al PP. Y si el 155 venía a restablecer el orden, la moderación y la
distención, estas elecciones, por el contrario, dejan un escenario abierto y un ambiente polarizado
política y socialmente perfilando un clima inestable en lo que hace a la gobernabilidad.

Ahora el independentismo está llamado a formar gobierno y aunque no se diga ni tome forma
concreta aún, la renuncia a la vía unilateral por parte de ERC y JxCat, pone en evidencia la
estrategia de la mayoría (burguesa) independentista, que tras el choque de trenes con el Estado y
las causas judiciales en marcha, se orienta a centrarse en una vía bilateral de diálogo, negociación
y pactos con el Estado central para llegar a acuerdos. Esta clara marcha atrás y recule revela una
estrategia contraria, distinta y alejada a la que protagonizó, impulsó y expresó el pueblo catalán en
las calles el 1-O por su derecho a decidir, y que el Estado, Rajoy y la España constitucional atacaron
con severa y firme dureza.

Al momento, la cuestión concreta de la hoja de ruta del procés y la construcción efectiva de la


República declarada, y suspendida a la vez, ha quedado postergada y subsumida ante el evidente
escollo legal, pero sobre todo político, de abordar la cuestión de la formación del nuevo gobierno.
Ahora asistiremos como espectadores al paripés del circo pos electoral de pactos, negociaciones
por arriba y peleas judiciales transmitidas por TV. Pero en definitiva se trata de un pueblo que
demostró en infinitas oportunidades y con un movimiento en las calles su deseo y voluntad de
decidir e independizarse del Estado español y de un Gobierno reaccionario y represor, el aparato
del Estado y las fuerzas de derecha decididos a negarlo, impedirlo y enfrentarlo.

Pero aunque Rajoy haya decretado la muerte del soberanismo, esto responde más aun deseo que
a la tozuda realidad, porque los resultados electorales y sobre todo las fuerzas sociales vivas
surgidas del procés que continúan existiendo le tapan la boca sin más. Que el procés haya
quedado muy desgastado y a la espera de que se aclaren las cosas, no quita, ni mucho menos en el
escenario próximo que se avecina, resurja con más fuerza en este clima de innegable polarización
social y política que se vive.

Ahora habrá que procesar el balance electoral y ver cómo se desarrollan los hechos. Sin dejar de
insistir en la necesidad de continuar trabajando y redoblar los esfuerzos por la cimentación de una
alternativa independiente, que ponga el centro en la clase trabajadora, sus intereses, sus métodos
y sus luchas, para poder pelear por un programa de clase, que logre ligar la cuestión nacional con
los problemas sociales en la perspectiva de generar un proceso donde seamos los trabajadores, las
mujeres y la juventud los que podamos discutir y decidir qué República queremos y como la
construiremos.

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