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“A los amigos, como a los dientes. Los vamos perdiendo con los años. No siempre
sin dolor” Santiago Ramón y Cajal. La amistad desde la subsistencia del hombre
racional ha llegado a ser uno de los aspectos más fundamentales, con respecto a la
hermandad que debemos mantener hacia los demás, con el fin de amparar a un
mundo mejor y lleno de paz. En ese contexto, el gozar de un compañero, nos
convierte en personas ricas, debido a que la simpatía sincera es lo más dotado de
hermosura que podemos llegar a sentir en nuestra alma; en donde, la confianza, la
honestidad y la lealtad siempre prevalece. En lo que se infiere que, los libros son
semejantes a los amigos, ya que no es preciso que contengas demasiados, sino más
bien que sean los mejores.
“(…) Assef entrecerró los ojos (…), sacudió la cabeza y, cuando volvió a hablar
(…), lo hizo de una forma tan extraña como la expresión que tenía ¿Cómo puedes
llamarlo amigo?
Amir: «Pero ¡si no es mi amigo! —casi dejé escapar impulsivamente— (…) ¡Es mi
criado!» No trataba a Hassan casi como a un amigo, mejor incluso, más bien como
a un hermano (…). Pero si era así, ¿por qué cuando iban a visitarnos los amigos
de Baba con sus hijos nunca incluía a Hassan en nuestros juegos? ¿Por qué jugaba
yo con Hassan sólo cuando no nos veía nadie más?” (Capitulo 5)
Hay que mencionar también que durante los caprichos que practicaba el
protagonista como objetivo de ganarse la confianza de su progenitor, surgía un
descontento de los que se hacían llamar criados, como consecuente a la falta de
atención que debía recibir cada uno de ellos. En ese momento, el honor de amistad
comenzó a correr riesgo. El orgullo de poder compartir toda su vida junto a la de su
patriarca, se apodero de Amir, cambiando totalmente su comportamiento para
tomar su peor decisión y desafiar una nueva vida muy por separado del hazara
analfabeto.
Amir: “(…) Entonces fui al montón de regalos, cogí el reloj y un par de los sobres
que contenían dinero y salí de puntillas. Al pasar por delante del despacho de Baba
me detuve a escuchar. Bajé las escaleras, atravesé el jardín y entré en la vivienda
de Alí y Hassan, que estaba situada junto al níspero. Levanté el colchón de Hassan
y deposité allí mi reloj nuevo y un puñado de billetes afganos.
Luego. Llamé a la puerta del despacho de Baba y le conté la que esperaba que
fuese la última de una larga lista de mentiras vergonzosas.” (Capitulo 9)