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Niña ciega

Jorge Pedreiro

Sepultada por hojas de fieltro sordo,


con la lengua atada a las uñas
la niña ciega siente saltar su turno.

Inmóvil
con el aire de persianas sobre los ojos
y un corto calor en el brazo
encoge los sedales de sus párpados
e imagina sus manos
pero las aparta.

Tras el crujido del timbal oscuro


partió los dedos de sus pies
y con un suspiro exhausto
el meñique merendó.

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