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Platón, sin embargo, conoce y dialoga sobre todo con los filósofos
contemporáneos, los sofistas y los retóricos, desde una posición cercana
a la de Sócrates.
Después del año 390 y antes del período de madurez, suelen situarse
un grupo de diálogos que, aun manteniendo una temática
preferentemente ética, representan la etapa de maduración y el paso de
la fase juvenil a otra más original. A esta época pertenecen Protágoras,
Gorgias, Hipias Mayor, Lisis, Menéxeno, el libro I de la República,
Menón y Crátilo.
Son los diálogos escritos entre los años 367 y 348. En ellos Platón
aborda con más profundidad tres cuestiones: el problema metafísico de
las Ideas: Sofista y Filebo; una cosmología que explique el mundo físico
–Timeo– y los problemas políticos ya tratados en la República, que ahora
reelabora en el Político y en Las Leyes, el último de sus diálogos. A este
período pertenece también Critias, diálogo incompleto en el que Platón
narra el mito de la Atlántida, ya mencionado en Timeo (24 d-25 d).
3. La metafísica
3.1. Las Ideas
El descubrimiento de la realidad suprasensible, de las Ideas,
constituye el centro de la especulación platónica. Desde esta perspectiva
Platón revisará la filosofía de sus predecesores, también la de Sócrates,
dando nuevas soluciones a sus problemas a la vez que deberá resolver
las cuestiones que las Ideas le plantean.
Para Platón, por tanto, existen dos planos de la realidad, uno sensible,
material, y otro inmaterial e invisible, que sólo puede ser captado por la
inteligencia. El plano suprasensible está compuesto por las Ideas. Sin
embargo, al hablar de Ideas no se refiere Platón al concepto, al universal,
al que estaría otorgando subsistencia; más bien Platón piensa de un
modo opuesto: la Idea no es pensamiento, concepto, sino ser, lo
verdaderamente real, aquello a lo que el pensamiento se dirige cuando
piensa y sin lo cual no habría pensamiento. Idea significa para Platón
esencia, causa, principio de las realidades físicas; una esencia que es
inteligible y como tal puede ser captada por el pensamiento, pero no
producida por él.
Platón comprende que para poder resolver los problemas físicos de los
primeros filósofos, así como las cuestiones éticas que Sócrates
planteaba, era inevitable admitir una realidad necesaria e inmutable,
distinta de la realidad física contingente y mudable que nuestros sentidos
perciben. El mundo físico no se justifica por sí mismo, tiene necesidad de
una causa, pero ésta no puede ser una realidad también física,
contingente y mudable. En el plano epistemológico, la estabilidad que
nuestro conocimiento reclama, exige también un fundamento inmutable.
Prestar atención exclusiva a lo que nuestros sentidos perciben, afirma
Platón, sería actuar de modo semejante a quien mira fijamente al sol
durante un eclipse, es decir correr el riesgo de perder la vista y, de
consecuencia, la posibilidad de conocer la realidad (cfr. Fedón 99 e-100
a).
Las Ideas para Platón son múltiples; hay Ideas de valores morales,
estéticos, de todo lo sensible y también de las cosas artificiales. Existe
una Idea de todo lo que es, pero entre ellas debe haber una jerarquía, un
orden, una primera de las que las demás procedan. Al establecer tal
orden, Platón no podía sin embargo ignorar la doctrina eleática, que en
base a un único principio, el ser, inmutable e ingénito, anulaba la
multiplicidad de lo sensible.
– Y así dirás que a las cosas cognoscibles les viene del Bien
no sólo el ser conocidas, sino también de él les llega el
existir y la esencia, aunque el Bien no sea esencia, sino algo
que se eleva más allá de la esencia en cuanto a dignidad y a
potencia (República VI 508 e-509 b).
Sin embargo, con la imagen del sol, señalando la función del Bien
respecto a las demás Ideas, Platón no expone cómo tal función es
efectivamente realizada, no explica la relación entre las Ideas, ni su
dependencia de una primera. Quizá más que la solución concreta, Platón
transmite en este texto la presencia del problema, que se hará más
agudo en los posteriores diálogos.
Parménides hace ver a Sócrates que la doctrina de las Ideas, tal como
él la expone, si bien soluciona algunas cuestiones, da origen a otras más
graves, pues ¿qué significa participar? ¿Cómo debe pensarse la
presencia de las Ideas en las cosas? (cfr. Parménides 130 e-131 a). En
esta parte del diálogo Platón presenta, en boca de Parménides, una dura
crítica a la doctrina de las Ideas que, de todos modos, no le impide
reafirmar su convicción en el valor de su propuesta.
– Sí.
– Es evidentísimo.
5.1. Conocimiento
Como ya ha quedado señalado, Platón considera que sólo el
conocimiento de lo permanente y estable, las Ideas, genera ciencia; la
realidad sensible puede causar sólo opinión. Ahora bien, ¿cómo puede el
hombre entrar en contacto con lo invisible y eterno, con las Ideas? Sólo
en virtud de su alma, que antes de su unión con el cuerpo tuvo
conocimiento de ellas.
7. Ética
Las dificultades que Platón encuentra cuando quiere explicar la
relación entre las dos clases de realidad, sensible e inteligible, se
agudizan en el caso del hombre y su doble componente inmaterial y
sensible, debido en buena parte a los elementos órficos pitagóricos que
hace intervenir. Alma y cuerpo constituyen para Platón dos elementos no
sólo distintos, sino opuestos e irreconciliables.
Ser justo, y más en general ser virtuoso, requiere por tanto no sólo la
educación de la parte racional, sino también de las partes concupiscible e
irascible; no basta pues para ser feliz el conocimiento, sino también la
conformidad e incluso la cooperación de las otras partes del alma con la
razón.
8. Política
Sócrates no quiso dedicarse a la política activa; en cambio, Platón se
sintió siempre atraído hacia ella, aunque los acontecimientos políticos de
su tiempo y la muerte de su maestro le hicieron desistir de ello. No
obstante, el interés por la política permanecerá durante toda su vida,
ligado eso sí a su pensamiento filosófico.
Para él los auténticos políticos sólo pueden ser los filósofos, que por
tener el verdadero conocimiento pueden llevarlo a la práctica. Platón
expone sus ideas políticas en República, Político y en las Leyes.
9. Consideraciones conclusivas
La conocida narración de la República, la alegoría de la caverna,
puede servir para retener la visión de conjunto del pensamiento
platónico.
– Me lo imagino.
– Sin duda.
– Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en
ardua competencia con aquellos que han conservado en
todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que
sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran
en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a
que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se
había estropeado los ojos, y que no siquiera valdría la pena
intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y
conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo
en sus manos y matarlo? (República VII 516 e-517 a).
La filosofía de Platón parece oscilar entre estos dos polos, o más bien
mantener un ambiguo equilibrio entre ellos; subrayar sólo uno de estos
aspectos no haría justicia a su compleja figura.