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30/7/2014 Un filósofo

Directora General: C ARMEN LIRA SAADE


Director Fundador: C ARLOS PAYÁN VELVER
Domingo 24 de marzo de 2013 Num: 942

PORTADA

PRESENTACIÓN

BAZAR DE ASOMBROS
HUGO GUTIÉRREZ V EGA
Un filósofo
DESCOLONIZAR LA LITERATURA Vilma Fuentes
COLONIAL
RODOLFO ALONSO
No recuerdo cuál Carlos me presentó
ADIÓS A RUBÉN al otro. Si Payán a Félix o Félix a
BONIFAZ NUÑO Payán. Quién de los dos me obsequió
J OSÉ MARÍA E SPINASA
el regalo. Sucedió antes del ‘68, tal vez
T RIPITACA desde 1966 cuando me iba de pinta del
ALBERTO BLANCO colegio Francés para ir… a la facultad
de Filosofía en la Universidad. Al café,
UN VIAJE A M ADRID
J UAN RAMÓN IBORRA no a sus aulas, “¡oh, pues, enferma!”,
habría agregado el insepulto Carlos
ESPAÑA EN CRISIS : ESPEJO Félix.
PARA NEOLIBERALES
X ABIER F. CORONADO
Si en los salones de clase tuve la
UN FILÓSOFO
suerte de escuchar a Nicol y a
V ILMA FUENTES Alejandro Rossi, en la cafetería pude
dialogar, entre las sombras platónicas
L EER de Sócrates y Alcibíades, con fray
Alberto de Ezcurdia, Salvador Elizondo y Carlos Félix. Nicol nos transportaba a
Columnas: épocas donde las brumas se desvanecen y nace el pensamiento occidental en
A L ÁPIZ Grecia. Ezcurdia nos devolvía a los tiempos cuando los hombres confundían el
E NRIQUE LÓPEZ AGUILAR
L A JORNADA VIRTUAL sueño y la vigilia. Rossi trataba de enseñarnos a pensar, no sin ironía, por nosotros
NAIEF Y EHYA mismos… ¡menuda tarea! Elizondo, alérgico a políticas correctas, conformistas y
ARTES VISUALES uniformes, me inoculó el instinto que permite al pensamiento sobrevivir a conceptos
GERMAINE GÓMEZ HARO
prefabricados y libera la reflexión de las idées reçues satirizadas por Flaubert. De él
BEMOL SOSTENIDO
ALONSO ARREOLA adquirí también la insolencia de la libertad mental. De Carlos Félix aprendí, si no a
PASO A RETIRARME leer el pensamiento de los otros, sí a descubrir lo que el otro se ocultaba a sí mismo:
ANA GARCÍA BERGUA sus más viles inclinaciones como sus más altos anhelos, sus vicios y sus dones.
CABEZALCUBO Maniqueísmos que chocaban a la dialéctica felixiana: Carlos no concebía la vileza
J ORGE MOCH
JORNADA DE POESÍA sin honestidad ni la virtud sin corrupción. Visitarlo era someterse, más que a una
J UAN DOMINGO ARGÜELLES observación de nuestros males, a una autopsia. Hurgaba y extraía a la luz de los
CINEXCUSAS propios ojos del “enfermo”. Su diagnóstico era inapelable. ¿La prueba? Quien,
LUIS TOVAR
triunfante, llegaba a visitarlo, salía con el sentimiento de su derrota. Quien entraba
vencido a sus “aposentos” –como Félix llamaba a los cuartuchos que le servían de
DIRECTORIO albergue–, se iba con la sensación de la victoria. La pecadora partía purificada. La
NÚM. ANTERIORES mujer que se creía virtuosa, arrepentida. Sus exabruptos eran impertinentemente
jsemanal@jornada.com.mx pertinentes y, por su verdad y su descaro, molestaban. Carlos no soportaba las
poses, lo incitaban de manera automática al ataque en regla. Más valía quitarse las
máscaras al penetrar en su madriguera.

Philosophie du boudoir, dirían desdeñosos quienes de esta obra de Sade sólo


conocían el título. Sus reflexiones y sus palabras eran las de un permanente
transgresor de ideas fijas, normas, autoengaños, vanidades.

Cuando alguno de sus comensales, en un afán del heroísmo suicida a la moda,


comenzaba a recitar las lamentaciones del Kaddish de Ginsberg: "He visto a las
mejores mentes de mi generación destruidas por la locura", Carlos Félix, con los
ojos enrojecidos por la cólera, dando uno de sus saltos de felino, espetaba con su
voz cavernosa: "Salvadas, enfermo, salvadas por la locura, ¡oh, pues!" Antes de
soltar una estridente carcajada ante su solemne enojo. Félix conocía bien la
diferencia entre la lúcida seriedad del espíritu y el pomposo espíritu de seriedad.

Imprevisible, a contracorriente pero nunca en el sentido esperado, Carlos Félix fue


un personaje novelesco o más bien teatral por excelencia. Las anécdotas
inspiradas por él eran numerosas, cada una tenía un acto, un gesto, unas palabras
sorprendentes que hacían reír a todos, los mismo a quienes concernía la burla, pero
preferían no pensar imitando sólo la risa, el ruido, no el furor.

Autores, no pocos y reconocidos académicos –Carlos habría reído con profunda


seriedad de sus homenajes– trataron de hacer de Félix un personaje de sus relatos.
Un Falstaff con su pasado épico legendario que se pierde en las brumas de un
presente más que turbio. Pero no todos tienen el talento de Shakespeare para crear
un Falstaff aunque lo tengan a su mano. Las tentativas fueron más que fallidas, la
tradición oral se impuso a sus trovadores.

Se arrebataron la palabra para tratar de convencerme que Carlos estaba bien


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30/7/2014 Un filósofo

muerto y sepultado. Fue en Tepoztlán el entierro póstumo del Insepulto. Entre cubas
libres a su salud eterna y algunos cognacs por el alivio del imaginario “enfermo”.

¿No se dejó arrancar todos los dientes por Lalo? En nombre de la ciencia, enfermo,
completa Ignacio, el apodado “poeta” por Carlos, de quien imita la voz ronca al
repetir esta frase del Insepulto.

Lalo le hizo una dentadura. Que nunca usó. Algunas veces. Como otros la corbata,
para las grandes ocasiones. Cuando fue a Los Pinos. Una idea de Juan Garzón.
Fue uno de los desayunos que le organizaban a Echeverría. Con las mujeres, con
los intelectuales, con los jóvenes, con los chichimecas, con los escolares, con … En
el Museo de Antropología. El de las mujeres fue en Los Pinos;¿no se llevaron hasta
el mantel con la vajilla como recuerditos? Juan organizó el de los intelectuales de
izquierda o algo así. Convenció a Carlos de asistir. Pero le quería poner la
dentadura. Carlos se negaba. ¿Para qué, si no voy a morder? Total, se la quitó al
llegar a Los Pinos: “Cuarenta y tres años de militancia bolchevique arrojados por la
borda, enfermo, ¡oh, pues!”, nos repetía Félix después de su visita a la residencia
presidencial, los ojos llorosos de rabia, antes de la sempiterna carcajada con que
se burlaba de él mismo. “A lo mejor dejé de ser la miserable excepción.” Carlos
nunca se avergonzó de ser así calificado por algunos antiguos camaradas cuando
aceptó la autocrítica infamante exigida por el Partido Comunista, mientras
Revueltas y otros formaron, a raíz de su expulsión, la Liga Espartaco.

Las anécdotas sobre Carlos salpicaron una sobremesa que nos llevó a la
medianoche. Félix estaba presente, vivo, insepulto. Había que conseguir dinero
para enterrarlo, o al menos para velarlo. Un difunto se vela con algo de respeto, así
sea ahogado de borracho. Las quemaduras de cigarro con que se probó su deceso
eran claras: Félix había muerto: una vez el dinero reunido, se compró un litro de ron
en honor del difunto: ¡Milagro! El olor de la bebida favorita de Carlos lo resucitó.

Como decía Platón, ¡oh, pues, enfermo!, salud.

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