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Teorizando una Nueva Agenda para la Arquitectura:
Una Antología de la Teoría Arquitectónica entre 1965 y 1995
Kate Nesbitt (1996). Nueva York: Princeton Architectural Press.
Fragmento traducido por R. Paredes para la clase de Teoría de Superior
Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
2.3 PARTE IIC. TEMAS POSTMODERNOS EN ARQUITECTURA ................................................................ 2
TEMA 1: HISTORIA E HISTORICISMO ...................................................................................... 3
TEMA 2: EL SIGNIFICADO ....................................................................................................... 7
2.4 TEMA 3: EL LUGAR .......................................................................................................................... 13
EL HOMBRE, LA ARQUITECTURA Y LA NATURALEZA ........................................................... 13
El LUGAR Y EL GENIUS LOCI ................................................................................................. 14
HABITAR Y CONFRONTAR ..................................................................................................... 15
EL LUGAR Y EL REGIONALISMO ............................................................................................ 16
2.5 TEMA 4: TEORÍA URBANA ............................................................................................................... 17
CONTEXTUALISMO ............................................................................................................... 20
TEORÍAS SOBRE LA LECTURA Y EL SIGNIFICADO .................................................................. 21
LA IMAGEN DE LA CIUDAD ................................................................................................... 22
EL URBANISMO EUROPEO: EL NEORRACIONALISMO Y LA TIPOLOGÍA ............................... 23
APRENDIENDO DE LA LINGÜÍSTICA ...................................................................................... 25
EDGE CITIES: EL PATRÓN CONTEMPORÁNEO DE DESARROLLO.......................................... 26
EL NUEVO URBANISMO NORTEAMERICANO: LOS CÓDIGOS DE CONSTRUCCIÓN ............. 27
2.6 TEMA 5: AGENDAS ÉTICAS Y POLÍTICAS ......................................................................................... 27
ÉTICA PROFESIONAL ............................................................................................................. 30
ÉTICA AMBIENTAL ................................................................................................................ 31
2.7 TEMA 6: EL CUERPO ........................................................................................................................ 32
CUERPO, SUJETO Y OBJETO .................................................................................................. 32
EL CUERPO EN LA ARQUITECTURA CLÁSICA: PROYECCIÓN Y ANTROPOMORFISMO ......... 33
EL FINAL DE LA PROYECCIÓN HUMANISTA .......................................................................... 33
LA RENOVACIÓN POSTMODERNA DEL CUERPO .................................................................. 34
NOCIONES POSESTRUCTURALISTAS DEL CUERPO COMO SITIO .......................................... 35
3 CONCLUSIÓN: LA NECESIDAD DE UNA TEORÍA POSTMODERNA ................................................... 37
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2.3 PARTE IIC. TEMAS POSTMODERNOS EN ARQUITECTURA
Entre los temas alrededor de los cuales pueden agruparse los problemas de la teoría cultural
postmoderna se incluyen la historia (el problema de la tradición disciplinaria), significado,
responsabilidad social (compromiso ético versus ejercicio autónomo) y el cuerpo. En el caso particular
de la teoría de la arquitectura se formulan posturas firmes respecto a la ciudad como artefacto cultural
y al lugar, en el sentido fenomenológico. Mientras que la mayoría de estos temas han caracterizado
también a la teoría arquitectónica del período precedente, se puede discutir que el lugar y el cuerpo no
eran reconocidos por el Movimiento Moderno porque su enfoque era el acomodar lo colectivo por sobre
lo individual, expresado en un lenguaje de universalidad, tanto tecnológica como abstracta. La
celebración de la máquina como modelo formal, por ejemplo, excluía el cuerpo. El arte juega un papel
más importante en la teoría arquitectónica postmoderna respecto a la tecnología, a medida que el
péndulo oscila entre los extremos de la arquitectura como arte y la arquitectura como ingeniería. Vidler
nos dice:
La cuestión del arte de la arquitectura, cerrada por la ética funcional, podrá bien ser abierta, con
todas sus perturbadoras implicaciones, por este nuevo intento en el mundo de las ideas… hasta
hace poco los arquitectos estaban más interesados en desarrollar máquinas para vivir que un
arte por el que luchar. La utopía positivista de la arquitectura moderna estaba de esta forma
basada en la represión de la muerte, el deterioro y el “principio del placer”.
Durante este período parecerá que a menudo las ideas con las que se está lidiando quedarán primero
expuestas en las artes (que están libres de las complicaciones de la habitabilidad, colaboración y
financiamiento) y luego pasarán a cuenta gotas hacia la arquitectura. Por ejemplo, Foster ha descrito
cómo las artes postmodernas crean un objeto y campo desestructurados, un sujeto humano
descentrado (tanto el artista como el espectador) y provoca una erosión de la historia. Estas ideas son
enfatizadas en la teoría reciente del cuerpo en la arquitectura.
Hay un tremendo cruce de problemas de estudio entre las artes y la crítica de arte postmodernas y la
teoría de la arquitectura, en parte porque los mismos paradigmas teóricos (el postestructuralismo,
notablemente) influyen a estas disciplinas. Entre los problemas comunes se incluye la constelación de
ideas alrededor de la construcción del artista, la definición de su papel como productor en la sociedad y
la recepción de la obra de arte. Estos temas pueden resumirse como los problemas de la autoría, la
autoridad y la autenticidad. El curador contemporáneo Howard Fox señala que
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En el mundo artístico de los años 1970 empieza a erosionarse la autoridad de ciertas ideas que
asociamos con el modernismo: originalidad, genio artístico, ejecución virtuosa, la noción de que
el objeto de arte es sacrosanto.
Mucha de las ideas que ahora son cuestionadas (remanentes de las concepciones del romanticismo del
siglo XIX) son las mismas que fueron desafiadas por el trabajo de los surrealistas a partir de 1910. Los
“ready mades” de Marcel Duchamp, en particular, plantean inquietantes y radicales preguntas sobre el
valor de la firma del artista; el papel de las manos en la manufactura; las ideas sobre lo original y lo
auténtico, y el estatus privilegiado de los lugares de exposición. La presentación y apropiación que hace
Duchamp de un objeto de producción en masa como objeto de arte anticipa el ensayo de Benjamin de
1936 titulado “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, que reconoce las condiciones
cambiantes de elaboración y apreciación del arte en la era industrial.
Ignasi de Solà‐Morales Rubio, teórico catalán, cita al Surrealismo como la postura crítica más
comprometida en contra del Movimiento Moderno, lo que explica por qué fascina a los artistas y
arquitectos postmodernos. Otra generación de artistas y teóricos (Robert Morris, Gordon Matta‐Clark,
Alain Robbe‐Grillet, etc) exploraron este legado a mediados de los años 1960. En arquitectura, Rossi
ocupará el primer plano al considerar y emplear el surrealismo, seguido por otros arquitectos como
Tschumi, Koolhaas, Elizabeth Diller y Ricardo Scofidio durante las décadas 1970 y 1980.
Una de las estrategias postmodernas para desafiar la noción de la originalidad es la apropiación: tomar
prestado –incluso reproducir literalmente‐ el trabajo de otra persona con el objeto de recontextualizarlo
o re‐presentarlo. Para las artistas feministas apropiarse de la obra de un artista masculino famoso es una
forma de llamar la atención sobre la marginalización de la mujer en la historia del arte. Es una manera
controversial de cuestionar el valor que da la sociedad a la originalidad. En la obra de Sherrie Levine, la
apropiación y re‐presentación de las fotografías de Walker Evans llama la atención sobre el aspecto
mecánico y seriado de la fotografía y, por lo tanto, su extraña relación con la manufactura tradicional en
las otras artes.
TEMA 1: HISTORIA E HISTORICISMO
Que estas cuestiones hayan sido planteadas indican que el modernismo perdió su agarre firme y
univalente en la escena del arte y la arquitectura, dejando abierta la posibilidad a nuevas formas de
expresión y a múltiples perspectivas teóricas. Subraya también la naturaleza autoconsciente, analítica y
orientada hacia imágenes del período postmoderno, en el que los artistas y los arquitectos se
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preocuparon por su “historia de influencia”. La postura postmoderna llama a la reconsideración, sino a
la adopción de la historia disciplinar, que había sido rechazada por la teoría modernista. La apropiación
es una forma agresiva de tratar con el pasado. Otra manera es la conciencia del presente como un
momento histórico distinto, que lleva a la “periodización”, la segregación de obras y eventos en
categorías cronológicas y estilísticas separadas.
La periodización es una perspectiva típicamente historicista, definida porque busca encontrar el
Zeitgeist, o el espíritu de la época, entendido como único en un tiempo presente y que requiere el
desarrollo de un estilo único. Resulta claro que la idea moderna del estilo depende de esta teoría de la
historia. Una cultura historicista entonces buscara el siempre cambiante “ideal emergente” en el modelo
de desarrollo orgánico o evolutivo de la naturaleza. Esta teoría de la historia, que data del siglo XIX,
subyace bajo el relativismo de la modernidad cultural, especialmente en las ideas sobre la necesidad de
una ruptura radical con el pasado que fueron propias de los movimientos de vanguardia.
En “Tres tipos de historicismo”, Alan Colquhoun señala: “en la vanguardia arquitectónica esto significó
la continua creación de formas bajo el impulso del desarrollo social y tecnológico y la representación
simbólica de la sociedad a través de estas formas”.
Como crítico postmoderno, Colquhoun descubre dos aspectos paradójicos del historicismo. La paradoja
primaria es que la búsqueda de una expresión del Zeitgeist condena a un patrón de cambio continuo.
Habermas profundiza sobre esta paradoja con su sospecha que “el valor colocado [por el modernismo]
en lo transitorio, elusivo y efímero da a conocer un anhelo por un presente puro, inmaculado y estable”.
En segundo lugar, Colquhoun indica que los ideales fijos y la “ley natural” del punto de vista clásico el
modernismo los sustituye por el “vuelo hacia el futuro”, una (positivista) progresión inevitable de
expresiones relativamente válidas de varios tiempos. La paradoja, según Colquhoun, es que algo pueda
ser tanto inevitable y como relativo. Otros problemas acerca del historicismo incluyen cómo puede
identificarse el zeitgeist desde el interior de la historia, para Eisenman en “El fin de lo clásico” este
problema lógico sugiere la necesidad de encontrar un nuevo propósito para la arquitectura.
El historicismo tiene dos definiciones adicionales que también son relevantes en la discusión de la
arquitectura postmoderna. Colquhoun nos da las siguientes: 1) una actitud preocupada por las
tradiciones del pasado 2) la práctica artística de emplear formas históricas. Los arquitectos
postmodernos historicistas emplean elementos clásicos y de otros estilos del pasado en un ejercicio
artístico de collage, pastiche o de reconstrucción, con lo que demuestran claramente que ellos
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consideran que las formas del pasado son superiores a las contemporáneas por las asociaciones y
significados que conllevan.
Uno de los eventos más significativos en la historia de la arquitectura reciente es la reevaluación de la
obra no conforme o no contenida dentro de la tendencia dominante de las escuelas del Movimiento
Moderno. La noción que la arquitectura moderna no es singular sino, más bien, compuesta por muchas
tendencias distintas caracteriza la obra de los teóricos italianos Manfredo Tafuriy Francesco Dal Co. Estos
marxistas historiadores de la arquitectura escogen un enfoque dialéctico que enfatiza la naturaleza
dispar de las obras modernas, que se presentan como pluralidad de historias. Arquitectos y edificios
anteriormente marginalizados (como aberrantes) son elevados para ser comparados con Le Corbusier y
Mies van der Rohe como significativas excepciones a la hegemonía del funcionalismo del Estilo
Internacional (promovido agresivamente como estilo por el MoMA e historiadores como Gideion). La
revisión postmoderna también busca las continuidades respecto a obras anteriores y manifiesta su
escepticismo respecto a la “ruptura radical” promovida por los movimientos de vanguardia. ¿Era esta
una meta deseable y alcanzable?
ACTITUDES POSTMODERNAS RESPECTO A LA MODERNIDAD
Probablemente el aspecto más confuso de la teoría postmoderna es la multiplicidad de términos
empleados para describir las distintas posiciones asumidas respecto a la condición moderna. Lo que
sigue pretende simplificar la gama de posibilidad y evitar el uso de términos que entren en conflicto o
tengan diferentes acepciones fuera de la disciplina. Las dos principales actitudes postmodernas pueden
clasificarse como antimoderna y promoderna. Dentro de este esquema básico uno puede encontrar
teorías críticas y afirmativas, resistentes o reaccionarias, progresistas o conservadoras.
TEORÍAS ANTIMODERNAS
Las teorías antimodernas buscan una “ruptura radical” con la modernidad, ofreciendo alternativas, tanto
orientadas hacia el futuro (nuevas visiones críticas) o con vista hacia el pasado (renacimiento
reaccionario de la tradición). Mientras que las primeras pueden ser consideradas como
neovanguardistas porque buscan una nueva expresión para un momento conscientemente definido
como postmoderno, las segundas incluyen propuestas de retaguardia que plantean salirse de la
modernidad para retornar a las condiciones preindustriales y premodernas.
La posición postmoderna de retaguardia dominante apela por el retorno de la historia. Refleja el
escepticismo sobre hasta donde los artistas y arquitectos modernos pueden actuar desde la tabula rasa
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que dicen origina su obra, así como el escepticismo acerca del valor del origen en sí. El retorno a y la
validación del clasicismo como transhistórico es un ejemplo de esta posición antimoderna comúnmente
conocida como postmodernismo neoconservador. Esta tendencia reaccionaria fue paralela a los
desarrollos políticos conservadores durante la década de 1980, con plataformas partidarias centradas
en el tradicionalismo y los valores familiares. En arquitectura, valores clásicos como la imitación fueron
defendidos en su rechazo al modernismo.
TEORÍAS PROMODERNAS
El enfoque postmoderno opuesto al anterior es la posición progresista que desea extender o completar
la tradición cultural moderna. El progresismo traslada muchas ideas del modernismo en su esfuerzo por
transformarlo. Algunos teóricos como Foster consideran que la “cultura adversaria” de las vanguardias
del siglo XX ha sido renunciada por los oponentes políticos reaccionarios con el fin de mantener el control
social. Esta estrategia de ataque se basa en equiparar al modernismo con la doctrina estética del
formalismo. La presentación reductiva del modernismo como formalismo ignora su potencial de crítica
social. Además, Foster está de acuerdo con Clement Greenberg al ver al modernismo como un
“programa autocrítico… comprometido a mantener la alta calidad del arte del pasado en la producción
actual” y asegurar la continuación de lo estético como un valor.
Habermas, quien amplía la obra de la Escuela de Frankfurt, es uno de los principales defensores de esta
rama del postmodernismo. El argumenta en contra de las acusaciones de los conservadores quienes
culpan al modernismo cultural de los males de la sociedad, al decir que de hecho es la modernización
económica y social la que causa alienación:
El neoconservador no descubre las causas económicas y sociales de las actitudes alteradas hacia
el trabajo, el consumo, el logro y el ocio. En consecuencia, atribuye todas sus consecuencias –
hedonismo, falta de identificación con la sociedad, desobediencia, narcisismo, retiro de la
competencia por logros o estatus‐ al ámbito de la cultura.
Para apoyar la distinción que Habermas hace entre los efectos de la modernización y el modernismo, se
puede citar la decepcionante falta de efectividad que tiene la arquitectura moderna para resolver los
problemas sociales. ¿Cómo puede el modernismo cultural ser responsable de las enfermedades sociales
cuando no puede provocar cambios? Empleando un tono marxista, Habermas aconseja resistir al
“sistema económico autónomo” mediante el desarrollo de un sistema de pesos y contrapesos.
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Habermas argumenta que el proyecto de la Ilustración y sus valores liberales no deberían engavetarse,
sino renovarse con esfuerzos que integren las tres esféras autónomas de la razón –el arte, la ciencia y la
moralidad‐ entre sí y con la vida. La reconciliación propuesta entre la vida y el arte, intentada
infructuosamente por los surrealistas, pretende alcanzar la emancipación social y personal.
Como postmodernista progresista Jean‐François Lyotard cita explícitamente el trabajo teórico de
Habermas, junto con la Teoría Estética de Adorno, La Miseria del Historicismo y La Sociedad Abierta de
Popper como esfuerzos por continuar el proyecto de la modernidad dentro de las esferas específicas del
arte y de la política. Habermas no está de acuerdo con el deseo de consenso de Habermas y duda de la
capacidad del arte para “cerrar la brecha entre los discursos políticos, éticos y cognitivos… para abrir el
camino hacia la unidad de la experiencia”. Lyotard ha identificado el papel de las grandes narrativas, o
metanarrativas, que han sido empleadas para legitimar las estructuras de poder, ideas como: la
hermenéutica del significado, la emancipación del trabajador (narrativa marxista), la creación de riqueza
(capitalismo), la justicia y la verdad. Sus esfuerzos por recuperar un modernismo crítico han
desacreditado las metanarrativas al revelar que operan para la consolidación del poder. Lyotard afirma
que la tecnología ha tomado posesión de todas las posiciones de poder. Para él como para otros
intelectuales interesados en el ideal de la libertad, sólo las pequeñas historias, y la multiplicidad de
significados pueden ser operativos en el período postmoderno. El colapso de las metanarrativas marca
enconces el fin de la era moderna y del consenso. La tarea postmoderna según Lyotard es declarar la
guerra contra la totalidad (y los esquemas intelectuales totalizantes) y evitar la nostalgia por la
integridad.
TEMA 2: EL SIGNIFICADO
La arquitectura deriva su significado de las circunstancias de su creación, lo que implica que
aquello que es externo a la arquitectura –lo que podría denominarse de manera amplia como su
conjunto de funciones‐ es de vital importancia.
FORMA / CONTENIDO: TIPO, FUNCIÓN, TECTÓNICA
Un elemento central en la discusión postmoderna acerca del significado es la definición de la esencia de
la arquitectura, sobre la que existe poco consenso. A menudo podemos encontrar que se proponen tres
elementos que no pueden ser removidos de la arquitectura: tipo, función y tectónica. Estos tres
elementos bien pueden relacionarse con los de la tríada vitruviana de deleite (belleza o forma ideal),
comodidad (utilidad o acomodo) y firmeza (durabilidad)
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El tipo a menudo se relaciona con otros dos términos; a la función mediante tipos basados en el uso y a
la tectónica mediante tipos basados en sistemas estructurales. La tipología puede verse como un
catálogo de soluciones generales a los problemas generales de disposición arquitectónica, idealizadas al
nivel más diagramático. Visto de esta forma, el tipo quizás constituya lo que Derrida ha denominado “la
arquitectura de la arquitectura”, o el equivalente a la estructura profunda del lenguaje.
La comunicación de significados es también parte del tipo por la redundancia de la forma, sea la
repetición de la forma raíz o elementos invariables (arquetipos). De forma consciente o inconsciente el
tipo crea continuidad con la historia, lo que da inteligibilidad a los edificios y ciudades dentro de una
cultura.
Para algunos postmodernistas, la elección entre imitación e invención como el origen de la forma es
evitada cuando se acepta la existencia de un inventario a priori de tipos disponibles para transformarse
en modelos. Ya que los tipos son demasiado genéricos (y no tienen estilo) para ser imitados, la invención
juega un papel importante durante el proceso de diseño. El tipo es, por tanto, “la estructura interior de
una forma o…un principio que contiene la posibilidad de infinitas variaciones formales y la modificación
estructural del tipo en sí”. El tipo proporciona un origen racional, sin valor (en oposición a la selección
por juicio de un edificio histórico específico como precedente) a partir del cual se puede articular un
método de diseño para la transformación.
Un escrito del teórico de la Ilustración Quatremère de Quincy subyace bajo el pensamiento postmoderno
sobre la tipología de los neorracionalistas italianos:
Los cimientos del neorracionalismo descansan sobre la concepción del proyecto arquitectónico,
cuyos límites han sido establecidos por la tradición arquitectónica y cuyo campo de acción esta
lógicamente enmarcado en el retorno constante a los tipos, plantas y elementos básicos: todos
entendidos sincrónicamente como permanentes e inmutables, arraigados en la tradición y en la
historia.
El papel del arquitecto es transformar el ideal o la esencia que es el tipo en un modelo físico. Solá‐
Morales Rubió llama a este proceso “figuración del diseño”, y señala que el uso del tipo en la arquitectura
de Rossi es mediado por su subjetividad poética y por su inspiración en el surrealismo. Otros unen el
ideal tipológico con la pragmática de la técnica constructiva, que muchas veces de basa en la
construcción vernácula regional. Giulio Carlo Argan, cuya teoría admite el desarrollo de nuevos tipos,
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sugiere un potente fusión del tipo con la tectónica para crear un punto inevitable de origen para el
diseño.
En el Movimiento Moderno, la comunicación de la función era el mayor problema de expresión. La
función se concibe como racional y científica, no gratuita o simplemente estética. La prioridad
depositada en la función como contenido podría sugerir que esta haya sido considerada como la esencia
de la arquitectura moderna. Asumir que la forma arquitectónica deriva de o es “transparente a la
función” implica que hay correspondencia directa entre formas específicas y funciones específicas. Esta
correspondencia requiere de códigos para crear significados, puesto que el significado no es inherente
a las formas, sino que es construido culturalmente. Todos estos asuntos y posiciones son revisadas
durante el período postmoderno en ensayos como “Neofuncionalismo”de Gandelsona,
“Postfuncionalismo” de Eisenman, “Función y Signo: Semiótica de la Arquitectura” de Eco y la seria
“Arquitectura y Límite”de Bernard Tschumi.
Eisenman plantea que la función ha sido un aspecto continuo de la teoría de la arquitectura desde el
Renacimiento y que esta conexión fundamental con el humanismo evita que la arquitectura se mueva
hacia el modernismo. El funcionalismo, no dice, “no es más que una fase tardía del humanismo”. Urge
al lector a “reconocer que la oposición forma/función no es necesariamente inherente a toda teoría
arquitectónica… y reconocer la diferencia crucial entre modernismo y humanismo.”
El postmodernismo otorga un mayor valor a la forma que a la función, al invertir deliberadamente o
polémicamente el dicho modernista de “la forma sigue a la función”. La posición formalista afirma que
la forma en sí es la esencia o contenido de la arquitectura. Este énfasis en la forma como significado es
paralela a algunos desarrollos lingüísticos en el estructuralismo y postestructuralismo. De manera
particular, el reto a la noción que el lenguaje es espejo de la realidad encuentra su contraparte teórica
en la arquitectura autoreferencial. La pintura moderna ha cesado de presentar imágenes reconocibles
de la vida, ¿por qué la arquitectura debería presentar algo que es externa a ella? Este razonamiento
sustenta la posición autonomista que considera incluso a la función como externa a la arquitectura.
Similares debates se dan sobre la centralidad de lo tectónico en la arquitectura. Algunos teóricos afirman
que sólo la obra construida puede ser considerada arquitectura, mientras otros insisten en que la
presencia física no es garantía por si sola. Peor si un proyecto debe construirse debemos confrontar el
problema de la tectónica, que resalta nuevamente la distinción entre la construcción y la arquitectura.
Ambas profesiones comparten la necesidad de emplear sistemas estructurales y resolver juntas entre
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materiales, entonces ¿qué es lo que eleva la arquitectura sobre la construcción? El arquitecto Demetri
Porphyrios indica que la “mediación imitativa” en el manejo de los materiales distingue la arquitectura;
su ausencia explicaría por qué el modernismo sólo produjo construcciones. Por tanto, la meta de la
arquitectura debería ser “construir un discurso tectónico que, mientras atiende la pragmática del
albergue pueda, al mismo tiempo, representar su tectónica como mito”. Para Porphyrios esta afirmación
nos lleva a la conclusión que el clasicismo es la ruta hacia una gran arquitectura, basada en su habilidad
de mitificar la construcción vernácula.
Otros argumentan, de manera general, que la tectónica es una rica fuente de significados. Esta posición
está a menudo vinculada al interés fenomenológico por la “cosidad” de la arquitectura, es decir, su
habilidad para “recoger” (condensar significados en el ambiente). Como parte del “retorno a las cosas”
la construcción como proceso de devenir es un tema postmoderno. Por ejemplo, el Pabellón Pinecote
de Faye Jones muestra un techo parcialmente cubierto que revela su proceso de construcción por capas.
El énfasis en lo tectónico es una parte importante de la crítica postmoderna hacia el modernismo estéril
y el postmodernismo historicista superficial. Algunos arquitectos construyen una narrativa mediante el
material y el detalle. Esta narrativa es, a veces, caprichosa (usando eclécticamente el préstamo, aplique
y pastiche) y a veces pragmática (tomando el detalle requerido como una oportunidad para la
expresividad tectónica). El llamado de Gregotti para resituar el detallado como un problema
arquitectónico es secundado por Marco Frascari y Frampton en sus artículos publicados entre 1983 y
1984. Sus llamados en “El Detalle que Cuenta una Historia”, “Llamado al Orden, en Defensa de la
Tectónica” y “El Ejercicio del Detalle”, han sido escuchados por la profesión. En su búsqueda por la
esencia, Frampton sugiere que “debemos, en su lugar, retornar a la unidad estructural como la esencia
irreducible de la forma arquitectónica”. Para él, la unidad estructural refiere, en términos
fenomenológicos, a la conexión entre los componentes tectónicos –la junta‐ que es el “nexo alrededor
del cual el edificio llega a ser” y donde es “articulado como presencia”.
REPRESENTACION E HISTORICISMO POSTMODERNO
El debate de la forma versus el contenido, resumido anteriormente, es una parte de la preocupación
postmoderna por el significado. La representación y la figuración son también centrales a este tema. Los
artistas postmodernos reintrodujeron la figura humana y otras formas reconocibles en su obra, dando
fin al largo reinado de la abstracción que inició con el cubismo, constructivismo y suprematismo. En la
arquitectura postmoderna, el uso de estilos históricos o fragmentos identificables de estilos específicos
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tiene el mismo propósito: crear forma mediante asociaciones, llegando incluso a construir narrativas. En
su editorial sobre el detalle, Gregotti hace notar que la aparición de la cita estilística coincide con la crisis
del lenguaje arquitectónico. El sostiene que la (perversa, radical) citación historicista no es, de todos
modos, un sustituto adecuado al detalle tectónico, que articula la técnica constructiva como un
componente expresivo en el lenguaje arquitectónico.
La obra de Graves desde 1976, ilustra su interés en la “arquitectura figurativa”, con lo que él quiere decir,
arquitectura con una relación asociativa con la naturaleza y la tradición clásica. Su sugerente empleo de
fragmentos históricos en el Palacio Municipal de Portland vinculó su nombre con una vocabulario o
imagen formal reconocible, que lo convirtió en el favorito de las empresas de publicidad. Como indica
McLeod, en los preocupados‐por‐el‐estatus años 80, los arquitectos eran buscados para diseñar y avalar
productos que iban desde teteras hasta zapatos.
Los años 80 fueron glamorosos para los arquitectos y el “edificio de firma” estaba al alcance de una
sociedad opulenta. Pero el precio a pagar a cambio de atraer a las masas y un estilo reconocible es la
comercialización de la imagen propia y el fenómeno de la arquitectura de imitación. Los desarrolladores
y constructores de centros comerciales imitaron superficialmente el estilo y paleta de Graves, sin
comprender el asunto de la “arquitectura figurativa”. La versión comercial carecerá de los componentes
críticos de la versión original.
Esta obra y su asimilación por el mercado indican que podría tener validez la idea que la arquitectura
actúa como un sistema de signos. Nos referimos principalmente a las obras que abordan la dimensión
estilística de la arquitectura, ya sea de inspiración clásica o vernácula. Un buen ejemplo es el portafolio
de casas neotradicionales de Stern, orientadas a clientes conservadores y adinerados. Estos diseños
capitalizan al asociar los estilos arquitectónicos del siglo XIX con la riqueza, el estatus y la vida
aristocrática. La opinión de Stern, siguiendo lo manifestado por Rossi, es que el significado de una forma
se acumula a lo largo del tiempo mediante la función de la memoria cultural. Esto no quiere sugerir que
existan otras similitudes en los enfoques de ambos arquitectos.
Una estrategia compositiva característica del postmodernismo historicista es el pastiche, la citación
ecléctica de elementos históricos fragmentados. Foster ha interpretado este fenómeno como la
apropiación del pasado para los propósitos del presente. Esta apropiación es presentada como una
crítica al poco comunicativo minimalismo, pero Foster duda si el fragmento histórico emblemático
descontextualizado es más accesible que la abstracción. El pastiche tiende a venir acompañado por una
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actitud de parodia hacia los fragmentos históricos que desmiente el genuino respeto hacia el pasado. El
edificio para la AT&T (1978) Phillip Johnson ilustra este tipo de juegos de los arquitectos del
postmodernismo historicista, en este caso aumentando la escala de una pieza de mobiliario para
convertirlo en un rascacielos en Manhattan. ¿Cuál debería ser el significado de un edificio que se parece
a un mueble?
Stern ha señalado la tendencia “ornamentalista” de la arquitectura postmodernista historicista, que
depende de la pared decorada para transmitir un significado. Esta observación implica que la fachada
postmoderna, como máscara para ocultarse, sustituye a la elevación modernista que revela el interior.
(El cambio de la terminología empleada para la superficie de pared, es una característica del interés del
postmodernismo historicista en la tradición Beaux Arts.) Recientemente, la energía decorativa se ha
enfocado en el uso de materiales y el detalle como episodios expresivos de la edificación.
Como es de esperar, algunas críticas al postmodernismo historicista se enfocan en el problema
predominante de la representación. Remover fragmentos estílisticos de su contexto histórico trae como
resultado lo que autores como Frampton han llamado los efectos escenográficos de la arquitectura
deshistoriante. Ademas de la “simulación de lo clásico”, Porphyrios identifica otras dos manifestaciones
distintivas del postmodernismo arquitectónico: “high tech simulado” y la “transgresión”
deconstructivista. En su artículo “La Relevancia de la Arquitectura Clásica” critica toda la “cultura”
postmoderna por estar cimentada en el suelo inestable de la primacía del contexto y la “retórica del
estilo” una actitud ecléctica que ve a los estilos como dispositivos de comunicación. La arquitectura
postmoderna historicista resultante es el kitsch escenográfico, personificado en el “cobertizo decorado”
de Robert Venturi y Denise Scott Brown.
Porphyrios también piensa que la parodia y el pastiche son inapropiados en la investigación
arquitectónica. La alternativa, según él, es el renacimiento clásico, cuyo significado derive de la lógica de
la construcción y de su mitificación. Buscará ampliar las justificaciones para el retorno a lo clásico en la
ecología, el urbanismo y la cultura.
Algunos teóricos, como Diane Ghirardo, argumentan que la arquitectura postmoderna historicista tiende
a selectivamente interpretar mal la historia y a ignorar las responsabilidades ecológicas, políticas y
sociales. Critica esta renuncia a favor del formalismo y como ejemplo señala que durante la década de
1970 en los Estados Unidos los arquitectos desempleados prefirieron entretenerse en el fetichismo de
la “arquitectura de papel” , en lugar de diseñar utopías sociales.
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En oposición a la apropiación, muchas veces superficial, de las imágenes de la historia de la arquitectura
por parte de los postmodernistas historicistas, otros arquitectos han afirmado, en sus escritos y
proyectos, los valores positivos de la abstracción. Para el caso, el volumen inicial de la revista Pratt
Journal presenta varias discusiones acerca de la validez presente de la abstracción. De manera similar,
el concepto de sublime contemporáneo expuesto por Lyotard desafía la noción que la abstracción carece
de contenido e ilustra la obra de los artistas modernos como intentos “presentar lo impresentable” del
mundo de las ideas.
2.4 TEMA 3: EL LUGAR
En las últimas décadas ha quedado claro que este abordaje pragmático (funcionalismo) genera
un ambiente esquemático y sin carácter con insuficientes posibilidades para la vivienda humana.
El problema del significado en arquitectura, por lo tanto, ha pasado a primer plano.
EL HOMBRE, LA ARQUITECTURA Y LA NATURALEZA
La relación entre el hombre y la naturaleza es un antiguo problema filosófico que ha sido subrayado por
fenomenólogos como Norberg‐Schulz. En el pensamiento occidental, la naturaleza como “el otro”
respecto a la cultura ha sido un tema estabilizador durante siglos. Por ejemplo, la lucha del hombre
contra la naturaleza amenazante caracterizó las ideas acerca de lo sublime durante la Ilustración.
Desde la Revolución Industrial, el avance tecnológico ha reducido la urgencia de esta lucha por la
supervivencia. De hecho, los deconstructivistas han sugerido que la vieja oposición naturaleza/cultura
ha sido desplazada y convertida en irrelevante, junto con otras dicotomías. ¿Será cierto que esta
estructura binaria ha sido eliminada? Algunos plantean que después de haber conquistado la naturaleza,
la amenaza a la cultura proviene del otro extremo del espectro: del conocimiento humando y de su
forma instrumentalizada, es decir, la tecnología. Junto con el avance tecnológico, por ejemplo, la
humanidad ha creado una crisis ambiental global.
La arquitectura, simbólica y literalmente, vence las fuerzas de la naturaleza para proporcionarnos abrigo.
En el pasado pre industrial la producción de significados dependía de referencias estructuradas y su
asociación con la naturaleza. La arquitectura moderna abrazó la analogía de la máquina en lugar de la
analogía orgánica. Aunque las máquinas a menudo han sido diseñadas en base a sistemas naturales, el
uso de éstas como modelo formal evitó que la arquitectura se refiriera directamente a la naturaleza.
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Esto resulta problemático porque, a pesar del avance tecnológico, el simbolizar la posición del hombre
dentro del mundo natural constituye uno de los roles principales de la arquitectura.
El LUGAR Y EL GENIUS LOCI
Albert Einstein define el lugar como una “pequeña porción de la superficie de la tierra identificable por
un nombre… una forma de orden de los objetos materiales y nada más”. El historiador de la arquitectura
Peter Collins acepta esta definición y desarrolla sus implicaciones:
Bueno, este es precisamente el tipo de espacio involucrado en el diseño arquitectónico y uno
podría afirmar que una plaza es el espacio más grande con el que un arquitecto es capaz de lidiar
como obra de arte unificada.
Las teorías del lugar, surgen de la fenomenología y la geografía física, enfatizando la especificidad de la
experiencia espacial y, en algunos casos, la idea del genius loci, o el espíritu del lugar. El lugar nos brinda
una manera de resistir al relativismo de las teorías modernas de la historia a través de la implicación del
cuerpo y la verificación que de las cualidades particulares de un sitio.
La posición de Heidegger que la relación con la naturaleza es crucial para una experiencia humana
enriquecida es compartida por muchos arquitectos y teóricos contemporáneos como Gregotti, Raimund
Abraham, Tadao Ando y Norberg‐Schulz. Este último afirma que la responsabilidad del arquitecto es
descubrir el genius loci y diseñar de una forma (creando lugares) que dé cuenta de su presencia singular.
En otras palabras, Norberg‐Schulz invita a una intervención humana que intensifique los atributos
naturales de una situación. Algunos elementos significantes de la arquitectura han sido celebrados por
los arquitectos fenomenólogos como “encarnaciones de la diferencia”: “el contorno y el umbral son
elementos constitutivos del lugar. Ellos forman parte de una figura que revela la espacialidad en
cuestión.”
Gregoti eleva la creación de lugares a la posición de acto arquitectónico primigenio; colocar una piedra
en el suelo es el inicio de las “modificaciones” que transforman el lugar en arquitectura. El ve a la
arquitectura como constituida por relaciones estructurales (en particular, diferencias) en el ambiente
que, al igual que el lenguaje, permiten su comprensión. Esta noción de diferencia explica su énfasis en
la medición de intervalos en lugar de la presencia de objetos aislados. La tarea del arquitecto es revelar
la naturaleza por la ubicación en el sitio y el empleo del paisaje. El interés actual por la construcción del
sitio refleja el deseo de construir un lugar, promovido por Norberg‐Schulz y Gregotti.
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HABITAR Y CONFRONTAR
La inscripción del lugar por Raimund Abrahan demuestra su actitud de intervención agresiva en el
paisaje. Al describir este proceso en “Negación y Reconciliación”, no dice que:
Es la conquista del sitio, la transformación de su naturaleza topográfica, la que manifiesta las
raíces ontológicas de la arquitectura. El proceso de diseño es sólo un acto secundario y
subsecuente, cuyo propósito es reconciliar las consecuencias de la intervención, colisión o
negación inicial.
Los diseño y la obra teórica de Abraham revela su compromiso con el principio de implicación entre la
arquitectura y el paisaje. Habrá quizás formas menos violentas de conceptualizar y ejecutar esta
interacción, en las que el diseño es más que la remediación de la “conquista”. Otros arquitectos como
Ando, por ejemplo, plantean un papel más relevante y positivo para el diseño que lo propuesto por
Abraham
“Construir, pensar, habitar” de Heidegger propone una relación responsable respecto a la naturaleza
con su noción de cuidado de la tierra. Este cuidado libera a algo de su propia esencia. Puede significar
dejar un lugar para su habitación o respetar el lugar como ha sido encontrado. Ando cree en la
“necesidad que tenemos de descubrir la arquitectura que el sitio está buscando” porque “la presencia
de la arquitectura, a pesar de su carácter contenedor, crea inevitablemente un nuevo paisaje.”
Existe otra manera en la que los arquitectos y paisajistas contemporáneos establecen una relación
responsable con la naturaleza: su obra sirve de marco para la aprensión espiritual que es considerada
como fundamental para una existencia plena. En su polémica “Hacia Nuevos Horizontes en Arquitectura”
Ando subraya el papel fundamental que juega la arquitectura al permitir la presencia de la naturaleza en
la vida urbana moderna. El propone que la “arquitectura se convierta en el lugar donde la gente y la
naturaleza se confrontes bajo un estado sostenido de tensión… que despierte las sensibilidades latentes
en la humanidad contemporánea.” La noción del habitar de Heidegger se nos viene a la mente en este
contexto.
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EL LUGAR Y EL REGIONALISMO
El regionalismo crítico de Frampton se basa en parte en la fenomenología y explora la posibilidad de
habitar en una arquitectura de gran significancia experiencial. El expone su reconocimiento a la
edificación regional o vernácula y su sensibilidad a la luz, el viento y las condiciones de temperatura, que
en conjunto dictan una respuesta arquitectónica más apropiada a un lugar específico. El Regionalismo
Crítico promueve la idea que los diseños para un clima específico son más exitosos desde el punto de
vista ecológico y estético y que oponen resistencia a las fuerzas homogeneizadoras del capitalismo
moderno. Siguiendo lo escrito por Heidegger, Frampton resiste a estas fuerzas marcando un precinto en
el suelo y bajo el cielo. La aproximación arquitectónica que enfatiza la topografía del sitio nos serviría de
ejemplo.
Otro aspecto común de la obra del Regionalismo Crítico es su actitud crítica respecto al empleo de
productos de construcción producidos en masa. Aunque no propone un retorno a los medios primitivos
de construcción, Frampton recuerda la comprensión poética de Semper acerca de las diferencias
inherentes a los sistemas constructivos de marco (aéreo) y muro de carga (telúrico). La riqueza generada
por el contraste entre ambos sistemas de construcción y la articulación de su junta es fundamental para
la comunicación tectónica. Se puede transmitir una narrativa cargada de significado a través de los
elementos de construcción y su ensamblaje en lugar de usar imágenes escenográficas.
No todos los teóricos están de acuerdo con el valor del lugar. A pesar que sus escritos suponen una
posición fenomenológica, Pérez‐Gómez por ejemplo, critica al genius loci como una “vacía simulación
postmoderna sin profundidad reveladora”, en el contexto de nuestras ciudades con centros comerciales
y redes viales. El propone, en su lugar, la reinvención del sitio como una acción abierta y liberadora.
La posibilidad que el lugar fenomenológico sea nostálgico y anticuado es también compartida por
teóricos de la cultura post industrial. Jean Baudrillard, Christine Boyer y Ellen Dunham‐Jones, entre otros,
se han referido a los problemas de la transformación y desmaterialización del mundo físico por los
nuevos medios electrónicos. Encuentros como “Entre la Seducción Digital y la Salvación”(Pratt, 1992) y
“Edificios y Realidad: Un Simposio de la Arquitectura en la Era de la Información” (Universidad de Texas,
1986) han brindado oportunidades para reflexionar sobre el significado de estos cambios. Como nos dice
Peter Eisenman en “Visiones Desplegándose: Arquitectura en la Era de los Medios Electrónicos”: “El
paradigma electrónico desafía de forma directa a la arquitectura porque define la realidad bajo los
términos de medios y simulación, valorando la apariencia por sobre la existencia”. Nuestra actitud
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respecto al lugar se verá afectada por la sustitución de la experiencia espacial y táctil del cuerpo por un
paradigma virtual.
Estas críticas apuntan a uno de los problemas emergentes en la teoría arquitectónica: el cambio en la
definición de la realidad. ¿Será la definición o elaboración de un espacio físico, expresivo y de orden
privado o público, irrelevante, redundante o retórica en el futuro inmediato? ¿Cuál será el efecto de la
desmaterialización electrónica de la comunicación en arquitectura, cuya producción simboliza solidez,
permanencia y comunidad cultural? ¿ Cuál será su efecto en la arquitectura del paisaje que es efímera,
temporal y dinámica? ¿Están amenazados el lugar y el significado por la “aldea global” electrónica? En
un reciente artículo de opinión, Ezra Ehrenkrantz predice las drásticas consecuencias económicas y
sociales que sufrirán las ciudades estadounidenses por la dispersión de la población receptora de la
superautopista de la información. Sus preocupaciones están complementadas por una amplia gama de
teorías urbanas que surgieron cuando los arquitectos postmodernos redescubrieron a la ciudad como
campo para la actividad arquitectónica a distintos niveles: socioeconómico, político, histórico, formal,
poético y artístico.
2.5 TEMA 4: TEORÍA URBANA
Hacia 1960, la renovación urbana y las intervenciones drástica habían desgarrado el tejido urbana hasta
hacerlo irreconocible. Los arquitectos, que durante cuarenta años se habían enfocado principalmente
en la creación del edificio “objeto” independiente (como el museo Guggenheim o el edificio Seagram en
Nueva York) comenzaron a enterarse que no había un fondo contra el cual leer estos objetos. En lugar
de ello, los edificios flotaban en el infinito e indiferenciado espacio abierto moderno. El desarrollo de los
sitios de la edificación mediante jardines o paisajismo fue desatendido durante buena parte del siglo XX,
lo que ralentizó la sostenida evolución de la arquitectura paisajística a lo largo de 400 años de tradición.
Asimismo, puede establecerse un consenso alrededor de la afirmación de Rowe y Koetter que “la ciudad
de arquitectura moderna no ha sido construida aún. A pesar de la buena voluntad y buenas intenciones
de sus protagonistas, continua siendo un proyecto o un aborto.”
Esta situación crítica es reconocida por los planificadores y arquitectos quienes culpabilizan a los
primeros por la pobre implementación de las buenas ideas. Por ejemplo, la zonificación funcional
(implementada por primera vez en Nueva York en 1916) es atacada por los postmodernistas por su
abordaje negativo de la planificación. La zonificación busca proteger el valor de la propiedad y a sus
ocupantes de los conflictos de uso mediante la separación de los usos de suelo a través de la legislación.
‐ 17 ‐
Pero la zonificación también incrementa la distancia entre los hogares, las tiendas y otras necesidades
de la vida incrementando, en consecuencia, la dependencia de la sociedad en el automóvil. Más aún, los
estándares de diseño privilengian el movimiento de los carros, muchas veces a expensas de la circulación
peatonal y el sentido de vecindad.
En los Estados Unidos, la búsqueda por poseer una vivienda unifamiliar y el automóvil, han propiciado la
dispersión megalopolitana, a medida que sirgen nuevas áreas comerciales que buscan servir a nuevos
mercados residenciales muy dispersos. Eventualmente, los espacios de oficina se construyen cada vez
más en los suburbios para reducir los tiempos de tránsito desde localidades congestionadas en donde el
transporte público masivo no está presente. Los problemas de la dispersión –desarrollo sin rostro,
pérdida de lo natural, desorientación‐ y la posibilidad que los suburbios y ciudades crezcan de tal forma
que eventualmente se toquen entre ellos fueron previstos por el novelista Italo Calvino en su descripción
de las ciudades continuas:
Así continuas, pasando de una periferia a otra, y llega la hora de marcharse de
Pentesilea… La pregunta que ahora comienza a rodar en tu cabeza es más angustiosa: fuera de
Pentesilea, ¿existe un fuera? ¿O por más que te alejes de la ciudad no haces sino pasar de un
limbo a otro y no consigues salir de ella?
Podría estar describiendo la costa este de los Estados Unidos y su megalópolis “” Bos‐Wash”.
Los periodistas también se unieron a la crítica postmoderna de la ciudad. La publicación de libros en
reacción al urbanismo modernista es característica de este período. “La Muerte y Vida de las Grandes
Ciudades”de Jane Jacobs (1961) urge a reconsiderar las prácticas de renovación urbana. Ella argumenta
que la planificación institucionalizada no ha sido capaz de predecir los resultados de sus iniciativas.Desde
su perspectiva, es evidente que este tipo de planificación trae como consecuencia la degradación del
entorno, atribuible en parte a la falta de observación de la “ciudad verdadera” por parte de los
profesionales. Veinte años después, James Howard Kunstler , autor de “Geografía de Ninguna Parte”
(1993) clama en contra el patrón norteamericano de uso de suelo que ha continuado desde la Segunda
Guerra Mundial: dispersión urbana y desarrollo comercial a lo largo de la autopista. Sus clases urgen
adoptar el urbanismo neotradicional como antídoto para los males urbanos contemporáneos que
surgen, la mayor parte de las veces, como consecuencia del automóvil. El enfatiza que la solución a la
alienación, el crimen y la degradación ambiental está en el desarrollo de comunidades de pequeña
escala, amigables con el peatón modeladas según el pueblo “Main Street” norteamericano.
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La crítica de la ciudad moderna, iniciada en la década de 1960, incluye diseños utópicos,
reconstrucciones a gran escala, teorías prescriptivas y códigos de diseño urbano, y la defensa de
objetivos urbanos modernos no realizados aún. De todas estas propuestas se presenta en esta antología
tres posiciones urbanas postmodernas, seleccionadas por su influencia o relevancia en Norteamérica:
el contextualismo representada por Rowe, Koetter y Thomas Schumacher; el “populismo”o la Main
Street americana, representada por Venturi, Scott Brown y Steven Izenour (con la firma VSBA); y el
modelo global de “ciudad contemporánea”, representado por Koolhaas. Además de adelantar algunas
ideas de estas tres posiciones, esta introducción perfila algunos aspectos del neorracionalismo europeo,
los códigos urbanos norteamericanos y la aplicación de la semiología a la ciudad.
Tanto el contextualismo como el populismo pueden entenderse como desarrollo desde la academia, ya
que fueron cultivados por equipos de docentes y estudiantes que analizaron la ciudad para elaborar
propuestas de nuevos estrategias de diseño. Ya sea en la apreciación de las piazzas en Roma o la vía
comercial en Las Vegas, los estudiantes de Yale y Cornell contribuyeron a la formulación de teorías
influyentes , posteriormente publicadas. De hecho Schumacher, alumno de Rowe, publicó antes que su
mentor un artículo sobre el método de diseño urbano “collage”.
De manera similar, la provocativa y animada interpretación que hace Koolhaas de Manhattan en su obra
“Delirio en Nueva York” fue asistida por sus estudiantes del IAUS. Más que una crítica, una celebración
de la “Cultura de la Congestión”neoyorkina, el libro tiene una actitud común con el tratamiento que hace
VSBA de Las Vegas. El texto es un “argumento a favor de la segunda venida del Manhattanismo, en esta
oportunidad, como doctrina explícita que pueda trascender su aislado origen para reclamar su sitial
entre los urbanismos contemporáneos.” Así como “Aprendiendo de Las Vegas”la intención del libro es
contrarrestar la abrumadora cantidad de nociones negativas sobre Nueva York dentro de la profesión
arquitectónica. El análisis que Koolhaas hace de la característica formal definitoria de la ciudad es
indicativo de su abordaje:
La cuadrícula es, sobre todo, una especulación conceptual… en su indiferencia a la topografía,
hacia lo que existe, reclama la superioridad de la construcción mental sobre la realidad. Mediante
el trazo de las calles y bloques anuncia que el sometimiento, si es que no la obliteración, de la
naturaleza es su verdadera ambición.
El encanto de una ciudad que ha ‘removido su territorio tan lejos de lo natural como sea humanamente
posible” se hace evidente en las onírica y evocadoras secuencias narrativas y proyectos que Koolhaas
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presenta. En la década de 1980, extenderá su optimismo a los estudios urbanos de las edge cities de
Atlanta, Seúl y la periferia de París.
CONTEXTUALISMO
La obra seminal de Rowe y Koetter, “Ciudad Collage” (1975), proporciona algunas de las influyentes
estrategias de análisis y diseño que son promulgadas todavía en algunas escuelas de arquitectura.
Comienza en Roma:
Presentada como una especie de modelo que puede ser visualizado como alternativo al
desastroso urbanismo de la ingeniería social y del diseño total… el físico y la política de Roma nos
proporcionan, quizás, el ejemplo más gráfico de campos en colisión y de escombros intersticiales.
Su particular énfasis en las relaciones fondo‐figura, las plantas tipo Nolli, y en la villa de Adriano, les ha
ganado su estatura emblemática en el período postmoderno. Las similitudes de la villa con la
organización formal de la Roma del siglo XVII condice a “esa inextricable fusión de imposición y
acomodo,… que es simultáneamente una dialéctica de los tipos ideales más… el contexto empírico.” Esta
conjunción de opuestos, ampliada en su libro para incluir orden/desorden, simple/complejo,
privado/público, innovación/tradición, es similar en forma e intención a el argumento inclusivo
presentado por Venturi en “Complejidad y Contradicción”. Rowe, Koetter y Venturi fueron influidos por
la ambivalencia positiva de la teoría Gestalt, que permite múltiples lecturas. (Rowe también enfatizó esta
ambivalencia en el artículo “Transparencia: Literal y Fenomenal”.)
La Roma Imperial evidencia la esencia de lo que Rowe y Koetter denominan como “mentalidad bricolaje”
la alteración asistemática y no científica que resiste a cualquier impulso pernicioso de planificación
urbana totalizante. Entre otros fenómenos, critican el intento de aplicar la lógica positivista a algo tan
impreciso como la arquitectura o el diseño urbano. Los autores citan al “Ensayo sobre Síntesis de la
Forma” de Alexander por su admirable, aunque inalcanzable, esfuerzo por eliminar valores y prejuicios
personales del proceso de diseño para asegurar la universalidad. La posición antitotalitaria que domina
su discurso se apoya en los escritos a favor de la democracia de Karl Popper. Rowe y Koetterr proponen
una posición populista más genuina que la presentada en “Aprendiendo de las Vegas” por VSBA.
Rowe y Koetter distingue el bricolaje (término que toman prestado de Claude Lévi‐Strauss) del collage,
en el que “se importan, de manera bastante evidente, objetos y episodios que aunque retengan sus
connotaciones de su fuente y origen, ganan un impacto totalmente nuevo por el cambio de contexto”.
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Se puede ver el atractivo del collage como técnica urbana postmoderna cuando se le define como “una
manera de dar integridad a un revoltijo de referencias pluralistas” que “permite tratar a la Utopia como
imagen y en fragmentos”. Las técnicas gráficas de lectura desarrolladas por Rowe y la Escuela de Cornell
proporcionan un vocabulario (construido a partir de las relaciones sólido/vacío) y una sintaxis de
continua validez para describir y comprender la ciudad.
El término contextualismo no fue empleado por Rowe y Koetter, pero fue aplicado a su teoría por
Schumacher en su ensayo “Contextualismo: Ideales Urbanos y Deformaciones” (1971). Según Richard
Ingersoll, desde entonces el término ha significado poco más que “encajar dentro de las condiciones
iniciales”, considerándolo como “ideología teflón”. Schumacher reflexiona acerca de las distorsiones que
el término ha sufrido:
Después de la llamada “revolución postmoderna”, el término “contextualismo” comenzó a
vincularse a manifestaciones estilísticas –como ocurre con la mayor parte de las ideas adoptadas
en arquitectura. Se refirió a construir edificios de ladrillo rojo dentro de barrios con ladrillo rojo.
TEORÍAS SOBRE LA LECTURA Y EL SIGNIFICADO
Durante el período postmoderno, la semiología también tuvo impacto en la percepción de la ciudad, a
través de obras como “Semiología y Urbanismo” de Barthes (1967) que propone un proceso de lectura
de la ciudad como texto. Aplica un modelo lingüístico de significados que surgen de las relaciones
estructuradas entre los objetos en la ciudad. Así, nos dice:
La ciudad es un tejido… de elementos fuertes y neutrales [no demarcados]… [ sabemos que la
oposición entre el signo y la ausencia de signo, entre el grado completo y el cero, es uno de
procesos principales de construcción de significados.
Los arquitectos postmodernos adoptan la lingüística como una forma de codificar el significado de la
arquitectura dentro de un sistema, pero en su ensayo Barthes, evidenciando un desplazamiento hacia
el pensamiento postestructuralista, señala la “erosión del léxico” que había prometido una
correspondencia uno a uno entre significantes y significados, sobre la que descansan las ideas del
simbolismo. A pesar de esta erosión, la ciudad continua teniendo significado. Esta analogía resume su
postura respecto a la condición urbana:
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Toda ciudad es construida, elaborada por nosotros, un tanto a la manera de la embarcación
Argo, donde cada pieza será remplazada en algún momento pero que sigue siendo Argo, es decir,
un conjunto de significados bastante legibles e identificables.
La aplicación de estas ideas estructuralistas y postestructuralistas al diseño urbano fue investigada por
Agrest y Gandelsonas. El modelo interdisciplinario de crítica de Barthes es evidente en sus escritos,
particularmente en los ensayo sobre urbanismo de Agrest.
Resulta interesante que tanto Agrest como Tschumi proponen el estudio de la representación fílmica de
la ciudad y el uso de técnicas de filmación como formas de aproximarse a la experiencia de la
arquitectura en la ciudad. Agrest nos dice:
A inicios de este siglo – el referente [artístico] para la arquitectura fue la pintura. Este referente
no fue tan productivo cuando nos aproximamos a la arquitectura desde el campo urbanista. Un
referente más poderoso es el filme, u sistema complejo que se desarrolla en el tiempo y a través
del espacio.
LA IMAGEN DE LA CIUDAD
Es interesante comparar estas ideas sobre la lectura de la ciudad con las del planificador y urbanista
Kevin Lynch, cuyo influyente libro “Imagen de la Ciudad” (1960) describe cómo la gente se orienta en el
ambiente. Como crítica temprana a la ciudad de postguerra, Lynch insiste en la necesidad de un orden
visual memorable en el entorno humano. La legibilidad de la forma se convertirá, por lo tanto, en uno
de los principales atributos buscados por diseñadores urbanos y arquitectos preocupados por el
problema de la comunicación de significados. El significado estará en el carácter distintivo de la senda,
borde, nodo, distrito e hito, de acuerdo a Lynch. Barthes menciona a Lynch como el que “más se acercó
a los problemas de la semántica urbana”, pero hace notar que su “concepción de la ciudad sigue siendo
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más ‘gestáltica’ que estructural.” Las ideas de Lynch fueron empleadas por Norberg‐Schulz y otros
fenomenólogos para apoyar sus afirmaciones acerca de la significancia del lugar.
EL URBANISMO EUROPEO: EL NEORRACIONALISMO Y LA TIPOLOGÍA
Rossi también da crédito a Lynch por darle forma a su idea que la orientación espacial en la ciudad deriva
de la experiencia de episodios significativos, como los recintos monumentales. La idea estructuralista
que la ciudad puede ser legible a partir de la repetición de componentes elementales (irreducibles y
arquetípicos), dando significado a través de la memoria colectiva, define la lectura poética que Rossi
hace de la ciudad. Rossi investiga la función del tipo en la ciudad europea como depósito de la memoria
colectiva. Compara la operación de estos elementos urbanos permanentes con la función de las
estructuras lingüísticas fijas propuesta por Ferdinand de Saussure. En su libro “Arquitectura de la Ciudad”
(1966), Rossi detalla su intención de escribir un manifiesto sobre la tipología y el diseño urbano como
reacción en contra de la ciudad modernista. El trata a la ciudad como un artefacto, como un objeto
creado por el hombre en constante evolución y como representación de los valores culturales.
El recordatorio que hizo Rossi sobre qué es lo que la ciudad simboliza fue extremadamente importante
para reenfocar la atención en la idea de hacer arquitectura dentro del contexto urbano: “El contraste
entre lo particular y lo universal, entre lo individual y lo colectivo, emerge de la ciudad y de su
construcción, su arquitectura.”
Rossi reintrodujo la noción de tipología como herramienta analítica y como base racional para un
proceso de diseño de transformación. Al enfatizar que el “tipo es la idea propiamente dicha de la
arquitectura, la que está más cerca de su esencia”, Rossi revela su creencia en la noción –desmantelada
durante el período modernista‐ de que existen leyes fijas y tipos a priori. Los aspectos urbanos
permanentes como la vivienda y los monumentos son contrastados con los elementos “catalíticos”
primarios que “retardan o aceleran el proceso de urbanización”. Sus escritos, su labor docente y sus
influyentes obras (Teatro del Mondo, Seagrate Town Center, Cementerio de Módena) posicionaron a
Rossi como el líder del movimiento neorracionalista italiano conocido como La Tendenza. En su
introducción a la versión inglesa de “Arquitectura de la Ciudad” Eisenman disputa la recepción de estas
ideas como contextuales:
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A la luz del desarrollo reciente del llamado urbanismo contextual, que ha venido a dominar el
pensamiento urbano unos quince años después de la publicación de este libro, podemos ver el
texto de Rossi como un argumento anticipado en contra del “formalismo vacío” que resulta de
interpretar reduccionistamente al contexto como una relación fondo‐figura en planta.
El arquitecto Leon Krier toma una postura diferente a la de Rossi respecto a la gama de tipos disponibles
aunque, en principio esté de acuerdo con su importancia en la constitución del ámbito urbano. Su fuente
de tipos es el neoclasicismo de la Ilustración y la ciudad preindustrial del siglo XVIII. A través de su
taxonomía de tipos de edificaciones urbanas (que incluye espacios, edificios y métodos de construcción)
y empleando una deliberadamente limitada y racionalizada gama de materiales, pretende reintroducir
el rigor a la arquitectura y el urbanismo. La re‐creación de la esfera pública requiere de lugares y
monumentos significantes que necesitan del apoyo de un tenso tejido de edificaciones.
Mientras Rossi está más interesado en hacer una intervención dentro del contexto de la ciudad, Krier
toma la reconstrucción a gran escala de la ciudad europea como su proyecto crítico. De hecho, afirma
que el proyecto sin construir es la forma más responsable de involucrar el pensamiento arquitectónico,
dadas las condiciones económicas actuales: “la reflexión arquitectónica sólo puede ser emprendida en
este momento preciso a través del ejercicio práctico como forma de crítica o bajo de forma de un
proyecto crítico.” La posibilidad de la obra visionaria utópica permanece abierta, según él, y es necesaria
por la degradación del urbanismo contemporáneo. Particularmente se preocupará por la reconstitución
de espacios públicos exteriores bien definidos –la calle, la plaza, etc.‐ como “parte de una visión integral
de la sociedad… como parte de una lucha política.” El espacio público simboliza las responsabilidades
éticas del ciudadano.
Krier la emprende también contra el mito de que la industrialización del proceso de construcción liberará
al trabajador. De forma irónica dice:
La industrialización ni ha creado técnicas de construcción más rápidas ni una mejor tecnología
de construcción. Lejos de haber mejorado las condiciones del trabajador ha reducido el trabajo
manual a una experiencia esclavizante y embrutecedora, degradando un oficio milenario y digno
a un ejercicio socialmente alienante.
Esto fundamenta la decisión de Krier de no construir, que posteriormente revertirá cuando tuvo la
oportunidad de construir su propia casa en Seaside, Florida. Él propone emplear materiales producidos
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industrialmente con una sensibilidad tectónica exagerada que pretende recordar la mitificación de la
construcción encarnada en los detalles clásicos.
APRENDIENDO DE LA LINGÜÍSTICA
Mientras “Complejidad y Contradicción” emplea precedentes europeos, “Aprendiendo de Las Vegas”
acepta como algo dado el desarrollo a lo largo de la autopista americana y expone un punto de vista
ostensiblemente más populista. En “Aprendiendo de Las Vegas”, Venturi, Scott Brown e Izenour (VSBA)
estarán influenciados por la teoría de comunicación y, en particular, por la semiótica. Su discusión acerca
del “pato” y el “cobertizo decorado” es, en esencia, un argumento sobre la reincoporación de la función
simbólica con la función literal como parte necesaria de la arquitectura. El problema radica en cómo
lograr esa simbolización: a través de la expresión en forma tridimensional con el “signo como edificio”
(el “pato” del funcionalismo moderno), o a través del rótulo bidimensional al frente del edificio (el
“cobertizo”postmoderno). Debe notarse que los aspectos simbólicos de la arquitectura moderna no
fueron reconocidos en aquel momento, ya que la teoría funcionalista sostiene que la arquitectura
simplemente trabajo a través del análisis científico del programa para determinar y albergar las
necesidades del cliente. Que muchas obras maestras del modernismo sean “patos” es una acusación
dramática por parte de estos teóricos postmodernos.
Este argumento –fundamentado en las condiciones existentes, incluyendo la economía de mercado, la
actividad constructiva y el urbanismo (o más bien su ausencia)‐ no es neutral. Afirma el statu quo del
desarrollo de los Estados Unidos a finales del siglo XX y resulta, por tanto, conservador. Además, la idea
de VSBA sobre la teoría de la arquitectura o “filosofía” del diseño surge con un carácter bastante utilitario
y prescriptivo: sólo es útil si “te ayuda a relacionar formas con requerimientos.” Como ejemplo de la
función apologética del libro, la discusión del pato respecto al cobertizo condensa su punto de vista
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acomodado. Ellos evalúan la reacción de los estadounidenses respecto al medio construido y descubren
que no se prefiere la calidad sobre lo kitsch. Asumen que esto es indicador de satisfacción con las
condiciones existentes y que su enfoque debe reflejar este fenómeno. En comparación al héroe
arrogante del Movimiento Moderno, la pretensión de VSBA es más bien modesta. Mientras intentan
corregir la percepción marcadamente negativa del mundo y sus objetos que caracterizó al Movimiento
Moderno, se aproximación acrítica pierde el rumbo. Montar una comparación entro dos extremos
igualmente ridículos es una estrategia retórica que VSBA ha empleado con buen efecto en muchas
instancias. En el caso de la autopista, quizás la meta real de VSBA sea encontrar una posición entre el
rechazo y la aceptación totales.
EDGE CITIES: EL PATRÓN CONTEMPORÁNEO DE DESARROLLO
También la obra de Koolhaas acepta generosamente las condiciones dadas de dispersión ilimitada y
deslugarización. El busca descubrir las virtudes en la situación de la periferia de la ciudad que ha sido
ignorada por otros a favor del centro mejor definido. El distingue su investigación en “Hacia la Ciudad
Contemporánea” de otras investigaciones postmodernas como “una alternativa paramoderna”.
Koolhaas aboga por una estrategia diferente al planificar el proyecto habitacional de la IBA (International
Building Exhibition) en Berlín. Otros arquitectos vieron la IBA como una oportunidad para la
reconstrucción masiva de la ciudad, siguiendo las líneas neotradicionales propuestas por Krier, mientras
que Koolhaas sugiere dejar que la ciudad devastada por la guerra continúe presentando su historia y
hacer de la ciudad “una especie de archipiélago territorial –un sistema de islas arquitectónicas rodeadas
de islas y lagos en el que puedan jugar las infraestructuras sin causar daño.” Al igual que los
postmodernistas historicistas, Koolhaas defiende la idea del siglo XIX de “remodelar sin destruir la ciudad
preexistente.” Las diferencias están en la selección del qué y el cómo construir. Su estrategia es
intensificar y clarificar las condiciones existentes a través del contraste entre el espacio abierto y el
desarrollo denso.
Koolhaas aprobará el enfoque tomado por Steven Holl respecto a las edge cities. Holl diseño un complejo
para el área de Phoenix, que denominó “barrera de retención espacial” y triángulos de desarrollo
arquitectónico intenso intercalados con triángulos verdes para la ciudad de Cleveland. Estos proyectos,
que resisten la dispersión mediante la construcción deliberada de límites, son consistentes con al interés
fenomenológico que Holl tiene por la especificidad del lugar, como aparece en su libro “Anchoring”
(1989). El significado de los límites, ya señalado por Heidegger, resulta fundamental para la
reconsideración del espacio moderno. El valor colocado en el espacio cartesiano anónimo e
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ininterrumpido, como expresión de libertad, debe ser sopesado frente a la necesidad humana de lo
familiar y de la seguridad que dan los límites. Las obras de gran escala de Holl y sus interiores más íntimos
(como la disposición flexible del proyecto habitacional de Fukuoka: espacio bisagra) juegan con esta
dialéctica. Proyectos como sus “Sectores espiroidales” en Dallas funcionan como una crítica en varios
niveles: de la planificación maestra, de la dependencia actual en el automóvil y los problemas
ambientales resultantes, de la hegemonía del sueño suburbano norteamericano y a los métodos y
materiales de construcción actuales.
EL NUEVO URBANISMO NORTEAMERICANO: LOS CÓDIGOS DE CONSTRUCCIÓN
Una de las manifestaciones teóricas recientes descrita equivocadamente como contextualismo es la de
los neotradicionalistas, que se reúnen regularmente en el Congreso para el Nuevo Urbanismo (CNU).
Estos teóricos del urbanismo postmoderno argumentan que los arquitectos deben resistir el dominio de
la edge city contemporánea. El trabajo prescriptivo en la elaboración de códigos para nuevos pueblos
que caracteriza el trabajo de Andres Duany y Elizabeth Plater‐Zyberk Architects (DPZ), reconocidos
líderes de este movimiento, pretende la coherencia estilística (a menudo respecto a un ideal victoriano)
así como la consistencia en los retiros, líneas de alero y cerca y en los tipos de edificios. La comunidad
parcialmente construida en Seaside les ha ganado la aclamación y ha generado tremendo debate,
colocando a los arquitectos a la defensiva de cara a las implicaciones estilísticas, sociales y ecológicas de
su trabajo. Mientras DPZ sostiene que su obra no va por el estilo, mucho de su apoyo proviene de
arquitectos postmodernistas historicistas. Y, como es de suponer, de los desarrolladores que corren por
contratar a DPZ y sus colegas del CNU para el diseño de nuevos pueblos en ubicaciones suburbanas.
Estos desarrollos apelan a lo paradójico, el deseo nostálgico estadounidense por el simulacro de la
tradición (y sus valores asociados), mientras se vive en una casa completamente nueva construida con
las últimas imitaciones petroquímicas de los materiales tradicionales.
2.6 TEMA 5: AGENDAS ÉTICAS Y POLÍTICAS
La crítica urbana postmoderna ha encontrado reflejo en la consideración de las cuestiones éticas y
políticas por parte de los teóricos de la arquitectura. En el corazón del debate está el problema de qué
tipo de papel debe jugar la arquitectura como disciplina dentro de la sociedad. Inmediatamente nos
vienen a la mente cuatro roles posibles: 1) la arquitectura puede ser indiferente a las preocupaciones
sociales y su expresión y representación; 2) la arquitectura puede ser un actor afirmativo que apoye el
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statu quo y la acepta las condiciones existentes; 3) la arquitectura puede guiar gentilmente a la sociedad
hacia una nueva dirección, 4) la arquitectura puede criticar y reconstruir radicalmente a la sociedad. La
selección del modelo depende de la respuesta a la siguiente pregunta básica: ¿Es la arquitectura un arte
o una profesión de servicio? Las distintas opiniones presentadas acá extraídas de una variedad de
artículos publicados desde 1975 son parte del creciente debate político y ético en la teoría de la
arquitectura.
El asunto del papel de la arquitectura en la sociedad está a menudo enmarcado en los términos de
posibilidad y moralidad de una posición autónoma. Como tema constante en los escritos de este período
, se puede entender la autonomía como ser neutral, crítico o reaccionario. La autonomía en la
arquitectura se asocia comúnmente a la creación de la forma a partir del discurso interno
autorreferencial. Esta acepción de autonomía es casi sinónima de formalismo, entendida como la
preocupación primordial por los problemas formales, a la exclusión de consideraciones socioculturales,
históricas e incluso constructivas. Esta posición de autonomía puede ser adoptada por el autor de la obra
o por el espectador o intérprete. El producto arquitectónico resultante es, a menudo, abstracto y no
representativo. Para identificar una posición autónoma, la teoría arquitectónica postmoderna pelea por
definir cuáles elementos son internos o únicos a un discurso: ¿son la forma, función, materialidad o tipo,
esenciales? ¿Puede la arquitectura sobre la arquitectura comunidad a un público mayor? ¿Puede ser
crítica?
Tschumi sugiere que la arquitectura nunca podrá ser autorreferencial. En “Arquitectura y Transgresión”
nos dice que “la arquitectura florece en su posición ambigua entre la autonomía cultural y el
compromiso, entre la contemplación y el hábito.” Mientras que la pieza de arte es contemplada por sí
misma en el entorno artificial de la galería, la arquitectura se convierte en un telón de fondo para la vida.
Tschumi, ciertamente hace referencia al comentario de Walter Benjamin sobre a recepción de la
arquitectura bajo un “estado de distracción”, que es el modo habitual en la ciudad moderna.
Tschumi también puede estar haciendo referencia a otro miembro de la Escuela de Frankfurt, Adorno,
y su teoría sobre el arte comprometido, un arte progresista y abiertamente político. Como neomarxista,
Adorno escribe en un ensayo “Compromiso” (1962) que la resistencia política en el arte sólo puede
alcanzarse mediante la autonomía. A través de la eliminación de la refriega, fuera de las condiciones
normales de representación, es que puede establecerse un lugar para la resistencia. La obra de arte
autónoma es gobernada por su estructura inherente, no por su recepción. De esta manera, la función
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crítica podrá sostenerse por más tiempo. Adorno rechaza el arte comprometido porque puede ser
fácilmente asimilado o cooptado por los conservadores. El arte comprometido políticamente construye
en territorio familiar, y por tanto tiene un acuerdo con el mundo. Puede ser empleado por todo tipo de
partidos en ambos extremos del espectro político, lo que disminuye nuevamente su potencial crítico.
Escribe que “la noción de una ‘mensaje’ en el arte, incluso políticamente radical, contiene ya un
acomodo al mundo…”Adorno considera que una posición de silencio, distinta a la del “arte por el arte”
podrá ser más fructífera como vehículo de resistencia.
La arquitectura por su naturaleza está incrustada socialmente, es experimentada por el hábito no por la
deliberación. Por tanto, la aplicación de las ideas de Adorno al campo de la arquitectura resulta difícil,
ya que la arquitectura tiene este problemático acuerdo con el mundo. ¿Podría uno salirse de las
convenciones de representación en arquitectura para crear una arquitectura de resistencia? Ando, para
el caso, argumenta que la abstracción y la austeridad de medios en arquitectura despertarán al
espectador a una experiencia más consciente de la arquitectura y de su espiritualidad personal. Este es
el cimiento de su posición crítica y autónoma.
Otros teóricos, incluyendo los editores de VIA 10, “Ética y Arquitectura” toman una posición contraria a
la autonomía de la arquitectura al afirmar: “Porque la arquitectura pretende ser comprendida y usada
por la sociedad, no puede ser autónoma y mantener a la vez su relevancia. La Arquitectura, en este
sentido, no puede ser libre de valores”. En otras palabras, la arquitectura debe comunicar y dentro del
contenido de esta comunicación se incorporan valores, que deben ser conocidos por el arquitecto. Por
esta razón, los editores abogan por un retorno al estudio de la ética, que “cuestiona qué es lo apropiado,
y principalmente, cómo determinar qué es lo apropiado”. Ellos nos dejan la siguiente definición de ética:
Ética es el estudio de los problemas y juicios morales los cuales forman las bases de la conducta
en la sociedad. Un conjunto consistente de juicios morales nos permite determinar un propósito
y, por tanto, actuar intencionalmente… el conocimiento ético, la compresión de estos valores, es
ganado por la práctica y la acción en la cultura.
En línea con su énfasis en el conocimiento ético encontramos el artículo escrito por el arquitecto Philip
Bess, en el que afirma que existe una “relación genuina e intrínseca entre la arquitectura y la ética” en
la que los edificios manifiestan una ética ya sea comunitaria o individualista. Él se enfoca en la necesidad
de valores compartidos para el funcionamiento exitoso de una comunidad. Bess argumenta que el
desarrollo personal narcisista ha sobrepasado a la socialización (al menos en las sociedades
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democráticas), lo que ha resultado en una cultura de individualismo radical nietzscheano. El culpa a la
potente influencia del individualismo de la ausencia de un sentido de comunidad en la vida
contemporánea. Aunque el individualismo es, con seguridad, parte del zeitgeist moderno, puede
discutirse ampliamente sobre su base en los valores del positivismo científico, el capitalismo y la
mentalidad de frontera norteamericana. Bess hace notar que la ciudad tradicional simbolizaba la virtud
cívica y la autoridad legítima, por lo que las comunidades actuales deben revivir la idea del bien común
y representarla en la arquitectura. (La creencia en el bien común es esencial para el éxito del movimiento
ambientalista, que solicita cambios voluntarios de comportamiento, que posiblemente conlleven
dificultades o incomodidades, para alcanzar el mejoramiento global.)
Una acuciante cuestión política para las posiciones éticas que hemos perfilado es la capacidad de lograr
un consenso social que pueda ser representado por la arquitectura. A la luz de la diversidad de la
sociedad, esta meta parece ser ingenua y elusiva para muchos teóricos, o totalitaria y amenazante para
otros.
ÉTICA PROFESIONAL
El Código de Ética y Conducta Profesional del AIA (1993) es un documento interesante respecto al asunto
del consenso. Establece una serie de recomendaciones de conducta no vinculantes para sus miembros,
que han acordado acatar dicho código. El alcance del documento incluye metas tan amplias como:
considerar el impacto social y ambiental de las actividades arquitectónicas (evitando la discriminación,
por ejemplo); el respeto y la conservación del patrimonio natural y cultural; luchar por la mejora del
ambiente y de la calidad de vida; respetar los derechos humanos e involucrarse en los asuntos
ciudadanos. El hecho que todos estos puntos importantes sean no vinculantes indica que son también
los más difíciles de definir, de hacer respetar, y en los que se pueda desarrollar consenso dentro de la
comunidad arquitectónica.
Otra rama de la ética en la teoría arquitectónica postmoderna apela por el involucramiento en la esfera
política. Esto puede adquirir diversas formas, incluyendo el llamado a la resurrección del papel de
arquitectura de bienestar social, similar al del período moderno. Son casos emblemáticos de este
período las seidlung, viviendas diseñadas por arquitectos sobresalientes durante la década de 1920 y
construidas en Alemania y Holanda. Revivir este modelo de compromiso ético y político es una manera
de rescatar a la arquitectura, según Ghirardo.
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Escritos de Ghirardo como “Arquitectura del engaño”, plantean preguntas provocadoras sobre el papel
primario de la arquitectura como arte o como servicio. Ghirardo claramente dice que es el segundo y
adopta una posición crítica demandando responsabilidad social y política. Los arquitectos, insiste, deben
investigar las estructuras de poder que cobijan en la sociedad a sus clientes adinerados, en lugar de
retirarse a una posición dependiente en la pureza del arte de la arquitectura.
Al notar que el medio construid no es autónomo a la economía de mercado, se dispone a “discernir las
relaciones entre las intenciones políticas, realidades sociales y la edificación.” En otras palabras, ella
sugiere que los miembros de la profesión se cuestionen la política de la edificación: quién construye qué,
dónde, para quién y a qué precio. No cuestionar la autoridad es ser cómplice del status quo. Y de cara a
la falta de techo, el racismo y el sexismo, esa complicidad no es ética, nos dice.
Este tipo de análisis de las manifestaciones físicas de las estructuras de poder ha interesado siempre a
los planificadores urbanos y críticos marxistas. Durante el período postmoderno, también sobresale en
lo proyectos y escritos de arquitectos socialmente responsables. El modelo de compromiso social y ético
de Ghirardo proporciona una alternativa convincente a las aproximaciones tradicional de la historia del
arte que subrayan las preocupaciones formales excluyendo todas las demás, corriendo el riesgo de
degenerar en una discusión sobre el estilo.
Ghirardo también se muestra sospechosa del despliegue inconsciente de los críticos de ideologías y
esfuerzos reaccionarios que buscan denigrar las utopías de las vanguardias arquitectónicas del siglo XX.
Aunque reconoce que los sueños y planes de cambio social de las vanguardias fueron fallidos e ingenuos,
aplaude, sin embargo, el involucramiento enérgico y optimista de los arquitectos en asuntos sociales,
políticos y económicos. Es precisamente este tipo de compromiso el que está ausente, según ella, en la
arquitectura postmoderna de todos los tipos estilísticos. Su conclusión es que “sólo cuando arquitectos,
críticos e historiadores acepten su responsabilidad por construir – con todas sus ramificaciones‐ será
que nos acercaremos a una arquitectura con sustancia”.
ÉTICA AMBIENTAL
Una agenda política emergente está representada por el movimiento de la “arquitectura verde” que
plantea la necesidad de una ética ambiental de la construcción. Esta teoría busca desarrollar una relación
menos antagónica con la naturaleza, resistiendo la dispersión urbana mediante el desarrollo de alta
densidad y mediante el uso de recursos reciclados, no contaminantes o renovables. El movimiento de la
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sostenibilidad se apoya en la idea fenomenológica que la relación con la naturaleza es esencial para la
autorrealización humana en este planeta.
William McDonough, arquitecto y ambientalista, afirma que las implicaciones éticas del trabajo del
arquitecto incluyen el reconocer el derecho que tienen las generaciones futuras y otras especies de un
ambiente sano. Él toma la guía ética del AIA y piensa que el status de la profesión mejorará en la medida
que tenga una visión más amplia sobre los servicios que proporciona. Como otras posiciones éticas, el
ambientalismo incorpora una crítica tanto a la arquitectura modernista como a las condiciones
materiales de la modernidad.
Para McDonough, la continuación de los hábitos actuales de la profesión arquitectónica, a la luz de la
toxicidad de ciertos materiales y procesos de construcción, es negligencia. Su posición radical llama a la
redefinición de la prosperidad, productividad y calidad de vida. Esto comienza con la reconciliación del
hombre con el mundo natural. Para comprender que la naturaleza no es inmutable requiere una actitud
de integración con y un compromiso para renovar y restaurar la tierra y sus sistemas vivientes.
2.7 TEMA 6: EL CUERPO
El cuerpo y la naturaleza, ambos sistemas orgánicos, han existido en relación antagonista en el
modernismo. Entre los modernistas, Le Corbusier fue quizás el único que buscó un sistema proporcional
basado en el hombre, el Modulor. La relación entre el cuerpo y la arquitectura fue, en la mayoría de los
casos, ignorada por los arquitectos funcionalistas excepto cuando se trataba de la acomodación
pragmática de la forma humana. Otra ruta postmoderna hacia la revitalización de la arquitectura
converge en el cuerpo humano como el sitio de la arquitectura. El interés en el cuerpo adopta varias
formas: fenomenológica, posestructuralista y feminista.
CUERPO, SUJETO Y OBJETO
El cuerpo es la sustancia física del ser humano, a menudo representado en oposición a la mente o el
alma. Algunos filósofos definen a la “persona” o “ser” como una entidad constituida por el cuerpo y el
alma. El componente psíquico, considerado como sujeto, recibe atención de la psicología moderna, la
psiquiatría y la epistemología. Epistemológicamente el sujeto es un individuo “que conoce”, un ego, o
un acto consciente. En otros campos el sujeto es el “individuo sometido a observación”. Por sus
connotaciones políticas, este significado es común en la obra de los pensadores posestructuralistas
como Foucault, que nos da la siguiente definición: “Hay dos significados de la palabra ‘sujeto’: sujeto a
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alguien más por el control o la dependencia o enlazado a su propia identidad por la conciencia y el auto
conocimiento”
EL CUERPO EN LA ARQUITECTURA CLÁSICA: PROYECCIÓN Y ANTROPOMORFISMO
En la arquitectura clásica, el cuerpo humano sirve como parte de un mito originario mediante su uso
como modelo figurativo y proporcional para proyectar la organización en planta, fachada y detalle. Vidler
señala que la imagen del cuerpo puede “inscribirse matemáticamente” a través de las proporciones y la
escala o ser “pictóricamente emulada”. El cuerpo representa metonímicamente a la naturaleza en
general, y a la elegante manera que ésta tiene para organizar funciones complejas.
EL FINAL DE LA PROYECCIÓN HUMANISTA
Entre los cambios a la visión clásica antropocéntrica y a su construcción del sujeto humano aparece la
posición existencialista que plantea que la verificación de la existencia del hombre se encuentra y
depende del mundo material. Jean‐Paul Sartre afirma en “El Ser y la Nada” (1959) que el cuerpo deriva
su conocimiento de sí mismo a partir de los objetos en el mundo. Eisenman explica que lo que caracteriza
el cambio del humanismo al modernismo es:
El desplazamiento del hombre fuera del centro de su mundo. Él ya no es visto como un agente
originario. Los objetos son entendidos como ideas independientes del hombre. En este contexto,
el hombre es una función discursiva entre otros sistemas complejos y existentes de lenguaje.
Vidler observa que desde la caída de la tradición clásica se ha dado un retiro progresivo del cuerpo del
edificio. Este proceso, que ha resultado en la “pérdida del cuerpo como base fundamental de la
arquitectura”, está marcado por tres escenarios cada vez más abstractos de proyección corporal: el
edificio es un cuerpo; el edificio representa o encarna los estados del cuerpo o de la mente; el ambiente
tiene atributos corporales u orgánicos. Esta tendencia distanciadora del modernismo es debida al
alejamiento de la figuración para seguir una agenda de abstracción, que fue, ciertamente, influenciada
por la industrialización del edificio.
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LA RENOVACIÓN POSTMODERNA DEL CUERPO
Hay varias reacciones postmodernas respecto al tratamiento del cuerpo. El trabajo historicista de
Graves, por ejemplo, comenta la pérdida de significado que ha resultado de la pérdida del ideal
humanista del antropocentrismo. El hombre no puede sentirse como centro en el espacio continuo del
modernismo, argumenta, incluso en obras ejemplares como el Pabellón Barcelona, que sufre de falta de
elementos claramente diferenciados como piso, cielo, pared y ventana. En Argumento a Favor de la
Arquitectura Figurativa, escribe:
El Movimiento Moderno se basó ampliamente en la expresión técnica –lenguaje interno‐ y la
metáfora de la máquina dominó su forma edificada. En su rechazo a la representación humana
o antropomórfica de la arquitectura previa, el Movimiento Moderno debilitó la forma poética a
favor de geometrías abstractas no figurativas.
El papel del lenguaje poético de la arquitectura es proporciona una orientación en el ambiente. En su
ausencia, “el efecto acumulativo de la arquitectura no figurativa es el desmembramiento de nuestro
antiguo lenguaje cultural de la arquitectura.” La arquitectura de Graves busca reintroducir el
antropomorfismo a través del empleo de dispositivos clásicos significantes, que establecen y simbolizan
la relación del hombre con la naturaleza y el cosmos.
Pérez‐Gómez formula una propuesta fenomenológica para la “renovación del cuerpo” como nuestra
“posesión indivisa, que nos permite el acceso a la realidad” (definida como el continuo cuerpo‐mundo)
y brinda al mundo su apariencia a través de la proyección. Pérez‐Gómez hace notar que las grandes
obras de la arquitectura moderna refieren necesariamente a una imagen corporal diferente a la de la
arquitectura clásica, que estaba basada en un “cuerpo unitario objetivado”. Una forma de referencia
postmoderna, como la practicada por Hedjuk, apunta en su lugar a “las cualidades de la carne”. Pérez‐
Gómez explica su idea:
Nuestra imagen corporal renovada solo puede ser capturada analógicamente, indirectamente,
a través lo mismos instrumentos y objetos que median entre el cuerpo y el mundo, capturando
la huella de la conciencia incorporada.
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El concluye que el “interés auténtico de nuestro tiempo por el significado en arquitectura debe
acompañarse por la renovación consciente o inconsciente del cuerpo”.
Como se ha dicho, la contribución de Vidler al problema del cuerpo es el estudio de lo inquietante, que
“se abre a los incómodos problemas de la identidad del yo, el otro, del cuerpo y su ausencia”. Él nota
que la experiencia de lo inquietante es la proyección del estado mental del individuo que “elude las
fronteras entre lo real y lo irreal para provocar una ambigüedad perturbadora”. Como herramienta
crítica, Vidler emplea lo inquietante para enfocarse en la personificación antropocéntrica, el género y el
otro. El fin de la representación antropocéntrica en la arquitectura ha conducido hacia una sensación
inquietante de presencia de una ausencia y al “edificio adolorido”.
Tschumi también comenta sobre la ausencia del cuerpo. En “Arquitectura y Límites III” critica “la
exclusión usual del cuerpo y su experiencia de todo el discurso [contemporáneo] sobre la lógica de la
forma” como característica de las interpretaciones reduccionistas [formalista] de la arquitectura. La
elusión, incluso la represión del cuerpo es un aspecto puritanista que él ha observado en la arquitectura.
En lugar de reducir, Tschumi ofrece el exceso dionisíaco y la transgresión de los límites racionales para
revelar [de forma positiva] el erotismo inútil del espacio. Algunas porciones de su ensayo “El Placer de
la Arquitectura” tienen connotaciones fenomenológicas: el describe la orientación del cuerpo en las
condiciones espacialmente diferentes del plano y caverna, de calle y sala, y admite que “llevado al
extremo, el placer del espacio nos inclina hacia la poética de lo inconsciente”.
NOCIONES POSESTRUCTURALISTAS DEL CUERPO COMO SITIO
Otros teóricos, en su rechazo al antropocentrismo, buscan establecer una comprensión
posestructuralista de la relación entre el cuerpo y el medio físico. En oposición al concepto de proyección
de la interioridad (el estado mental del sujeto), aparecen los retos posestructuralistas a la centralidad
del hombre en el cosmos que asumen esta interioridad. El ideal humanista del hombre creando orden
en el mundo al proyectar su imagen corporal es invertido por la noción de exterioridad de Foucault: el
mundo exterior de instituciones y convenciones determina al hombre. Por tanto, la proyección de la
interioridad colapsa.
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examinar el mecanismo de apropiación simbólica mediante el cual se logra la represión del cuerpo
femenino. Agrest explica que:
En un conjunto complejo de operaciones metafóricas a lo largo de estos textos [renacentistas],
el género del cuerpo y sus funciones sexuales son intercambiados en un movimiento de
transexualidad por el cual la siempre presente fantasía procreativa del hombre es promulgada.
Así, el ombligo, como centro del cuerpo [femenino o masculino] se “convierte en el objeto metonímico
o variador en relación al género”. Agrest toma como préstamo la idea del variador como “significante
que abre hacia otros sistemas”, del lingüista Roman Jakobson. La recuperación del papel central del
cuerpo femenino en la arquitectura requiere abrir el sistema, por ejemplo, permitiendo que el variador
transforme el cuerpo en geometría, y la naturaleza (asociada con lo femenino) en arquitectura. Las
feministas han jugado un papel importante en la reintroducción del cuerpo en la teoría.
En los proyectos de Diller y Scofidio subyace una visión posthumanista de la relación cuerpo/mundo. En
su artículo “Problemas del Cuerpo”, Robert MacAnulty cita sus recientes investigaciones teóricas sobre
las estructuras espaciales y las costumbres sociales que ordenan nuestros cuerpos, como los hábitos
domésticos. Escribe: “Estamos aquí confrontados con un modelo de espacio en donde el significado del
cuerpo no está en ser fuente figural para la proyección mimética, sino como sitio para las inscripciones
del poder”. Basándose en este trabajo crítico, MacAnulty sugiere reformular el cuerpo en “términos
espaciales, textuales y sexuales” en lugar de los términos “figurales, proyectivos y animistas”de los
fenomenólogos.
Eisenman plantea un desafío similar a la proyección del cuerpo que, según él, tiene lugar mediante
nuestra facultad primaria: la visión. Su análisis indica que la visión ha determinado el dibujo
arquitectónico, especialmente la perspectiva, y que las convenciones de dibujo limitan las ideas
espaciales. Pérez Gómez coincide con Eiseman al decir que “el principal supuesto [que debe ser
repensado] es que los dibujos arquitectónicos son proyecciones necesarias”. Recordando otro tema
similar, Eisenman afirma que la arquitectura no saldrá de la visión renacentista del mundo si no cambia
la representación. El busca un nuevo tipo de dibujo no proyectivo que sea capaz de confrontar el sesgo
antropocéntrico de la cultura occidental. Eisenman aboga, además, por que la arquitectura problematice
la visión a fin que criticar su dominio y traer una nueva compresión del espacio.
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3 CONCLUSIÓN: LA NECESIDAD DE UNA TEORÍA POSTMODERNA
A pesar de sus muchos aspectos confusos existen muchas razones para estudiar la teoría postmoderna.
Los escritos del período abarcan un rico repertorio de temas arquitectónicos, que se enmarcan en
paradigmas teóricos fascinantes. Estos nos ayudan a iluminar la heterogénea producción arquitectónica
de los últimos 30 años y explicar su relación con la arquitectura modernista.
La teoría postmoderna es crítica, optimista e intelectual; desafía y celebra la capacidad de la mente y
nos da modelos de pensamiento crítico y ético. En este sentido, la teoría puede pedagógicamente
analizar comparativamente las distintas posiciones de los autores y la lógica de sus argumentos. El
componente ético establece, a su vez, un modelo para el comportamiento responsable como arquitecto,
enfatizando el vínculo entre la actividad del diseñador y la sociedad.
Los ensayos postmodernos de esta antología están relacionados a la larga tradición de la teoría de la
arquitectura por virtud de la continuidad de algunos temas, como el significado de la arquitectura, su
relación con la naturaleza, la ciudad, la tecnología y los precedentes históricos. La ponderación de estas
preocupaciones, y las posiciones tomadas al respecto establecen la diferencia respecto a los esfuerzos
teóricos previos. Esta diferencia es debida la influencia de los potentes paradigmas teóricos
extradisciplinarios en la profesión de la arquitectura. Por ejemplo, la idea que la teoría puede ser un
catalizador del cambio social es inspirada en el marxismo y la crítica neomarxista de la Escuela de
Frankfurt.
Esta antología pretende presentar una visión balanceada de las ideologías prevalecientes; ninguna
escuela de pensamiento puede considerarse o debe presentarse como una representante de este
período pluralista. En su lugar, los autores de los ensayos son introducidos y se permite el debate entre
ellos. Esta parece ser la manera más honesta en la que se puede retratar la situación. Algunos escritores
aparecen frecuentemente en estas páginas debido, en parte, a su involucramiento particular con la
profesión: como editor, como docente, decano o curador de una exposición y, en cualquier caso,
escribiendo. El género preferido es el ensayo, que es una “muestra, ejemplo, práctica; intento;
composición de longitud moderada sobre un tema particular, o un aspecto de un tema, que implica un
propósito.”
El resultado de toda la fluidez de la profesión en estos años es un discurso que es a la vez provocativo,
anticipatorio, especulativo e indeterminado. Los resultados de esta teoría son impredecibles y variados.
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La orientación crítica de esta Nueva Agenta es configurada por el clima social del momento, que abarca
el activismo político por los derechos de la mujer y de las minorías étnicas y sexuales. La resistencia a
cualquier tipo de estructuras, instituciones o formas de pensar totalizantes fue el grito de batalla de la
década de 1960 y 1970. Mientras que la escala de las causas promovidas se redujo durante la década de
1980, el impulso crítico persistió. La crítica postmoderna a la arquitectura modernista fue emprendida
tanto por aquellos afianzados en poderosas instituciones como por las voces de los “otros” marginados.
Tres temas de teórica crítica fueron los emergentes a mediados de los años 90: el feminismo y el
problema del cuerpo en la arquitectura, la estética contemporánea de lo sublime y la ética ambiental.
Desde sus posiciones fuera o dentro del discurso dominante, y operando con el ensayo fragmentario
como herramienta, los teóricos postmodernos abordan los temas recurrentes y emergentes de la
arquitectura
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