Vous êtes sur la page 1sur 2

REACCIÓN, NO GRACIAS

Te quiero presentar una escena de la vida real. Un hombre de tamaño


grande, más de dos metros, de complexión fuerte, se dirige hacia su casa,
después de una tensa jornada de trabajo. En la casa espera su familia. Hay
un niño pequeño de unos 6 años, correteando por el pasillo de entrada. De
vez en cuando dice alegre que viene su papá. Al llegar a casa, el hombre
abre la puerta, como siempre hace, girando la llave y empujándola para
que se abra del todo. El hijo que oye sonar las llaves, se dispone a salir
corriendo al encuentro de su padre, pero se le ocurre la idea de jugar a
asustarlo, como cientos de veces ha jugado con su padre, así que corre
pasillo arriba, gritando para asustar a su padre.

En ese momento, casi sin girar la cabeza, sin mirar apenas, lanza el brazo
con toda su fuerza, hacia donde oye un ruido y un movimiento inesperado,
golpeando con mucha fuerza el rostro de su hijo.

Es una reacción automática, no pensada, condicionada por lo que ese


hombre tiene guardado en su memoria, de lo que no es consciente, salvo
en momentos como este.

Por mucho que lo lamente, si se vuelve a producir una situación similar, su


respuesta automática será la misma. Reaccionamos como seres
programados, sin control aparente sobre nuestras acciones.

El hombre no golpea a su hijo. No lo ve. El hombre golpea a un peligro


imaginario. Ha aprendido a reaccionar violentamente a un posible peligro
o agresión. Puede que incluso pensara que estaba protegiendo a su hijo
que oía gritar, sin saber por qué.

Estamos profundamente condicionados por nuestras circunstancias


vitales. Ese condicionamiento, ese conjunto de reacciones, de
pensamientos, de sentimientos, sobre nosotros, sobre los demás, sobre el
mundo, sobre la vida, es lo que conforma nuestra personalidad, nuestro
carácter, nuestra imagen de nosotros mismos.

Si queremos vivir de forma equilibraba, en armonía sin sufrir, y sin generar


sufrimiento, no tenemos otro camino que el de conocernos a nosotros
mismos. Conocer, a través del espejo de la relación con nosotros mismos,
con los demás, con la naturaleza, todo nuestro condicionamiento. Y para
ello no disponemos de otra manera que la de la percepción alerta,
amorosa, carente de juicios, de interpretaciones, de comparaciones. Ver
los hechos como hechos, desprovistos de la distorsión de nuestra mirada
condicionada. Establecer un diálogo con nosotros mismos y con los demás,
investigando como haría cualquier científico, desde la duda, lo que hay, lo
que es.

Cuando la reacción se produce, no hay lugar para casi nada que no sea
lamentar lo sucedido. Es necesario el conocimiento de sí mismo para que
se disuelvan todas las viejas heridas que nos hacen ser como somos, antes
de que la herida nos haga comportarnos como seres programados.

Hay que poner orden en nosotros mismos, para que nuestro actuar sea
correcto, equilibrado, en armonía. Para que el motor de nuestra vida sea
el amor, amor hacia nosotros, hacia los demás y hacia toda la naturaleza,
hacia todo lo existente.

Vous aimerez peut-être aussi