Lei. Guobaon
mil _ 1774— Tellin, & Clinger %
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Esta es la concepcién del mundo de la politica cristiana, resu-
—— mida aqui en pocas palabras y, por tanto, deficientemente, pero
elaborada, en cambio, en Ja liturgia con abundancia de palabras,
imagenes, cdnticos, movimientos y acciones simbélicas que realizan
las aspiraciones mas profundas del hombre. En Ja liturgia, el hom-
bre se vive a si mismo como misterio en el que se vive el misterio
Dios. Para el hombre, el misterio hombre es el misterio primero y
fundamental: si no se vive a si mismo como misterio, se excluye a
sf mismo de todo lo que es misterio. En la metrépoli moderna se
lucha por alcanzar una imagen experimentalmente explicable y rea-
lizable del hombre, en la que el misterio sea un cuerpo extraiio. En
todos los descubrimientos, prestaciones y explotaciones del hombre
de la metrdpoli, la liturgia est4 en condiciones de manifestar efi-
cazmente el misterio y hacerlo consciente: el hombre reelabora lo
que ya est4 hecho; Jo que el hombre Ilama nuevo es nuevo para él,
pero no nuevo en si (nada nuevo bajo el sol). La liturgia penetra
P80 aes Pee
— a tag celebraciones litargicas, lo que importa eareliliombee yal
los libros y las acciones litirgicas, del mismo modo que en la _
piles Jo que importa no son los sistemas, sino el hombre. El sig-
nificado fundamental de Ja liturgia se conserva: servicio al y del
pueblo. Si la ciudad_es cristiana, la liturgia sigue una linea descen
x SchriDT, I, lee
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PY concn no sdlo en la liturgia, sino también en la Iglesia. La pre-
dicacién de la Escritura en Ja liturgia posee su hermenéutica propia.
La comunidad littirgica lee y escucha la Escritura no como libros
que proporcionan una informacién irrelevante sobre el pasado del
pueblo de Dios. Es Dios mismo el que, a lo largo de Ja Escritura,
se dirige concretamente a la comunidad local de hoy y, por medio
de su historia en la antigua y la nueva alianza, despierta al hombre, |
que escucha y medita a las acciones salvificas encaminadas a la con-
sumacién del reino de Dios. Con otras palabras: Ja lectura de la
icc se dirige a la accién concreta en el mundo de hoy; este
mundo debe reconocerse en la Biblia para convertirse y edificar una
comunidad evangélica,
Las lecturas de Ja Escritura en Jas celebraciones sacramentales _
| se encaminan a crear una accidn cristiana no/s6lo dentro de las
cuatro paredes de Ia iglesia, sino también fuera de ella, De aqui
que sean de desear celebraciones en lugares «profanos» como vi-
viendas, fabricas, centros de trabajo, campos, plazas, etc.*. En la
celebracién cucarfstica, el misterio pascual (el paso del Sefior) no
es sdlo anunciado, sino también vivido como una accidn catélica,
esto es, universal, y por este motivo la oracidn eucaristica es llama-
da Canon Actionis, norma de accién. Esta accién se inicia con la
disposicién al sacrificio y con la cena que repara las fuerzas y se
prolonga a través del éxodo en el mundo, como Io expresa la Tra-
ditio Apostolica con palabras cargadas de sentido en Ja conclusiénLe.
peu palabra desnuda de Ja Escritura no es Saienticiote en Ia litur-
porque en la Escritura no encontramos palmariamente la solu-_
fea a nuestros problemas. A través de la Escritura vemos las so-
luciones en forma de Ifneas maestras, pero no como modelos de
conducta plenamente elaborados. Nuestro modelo de conducta lo’
ae en Cristo, presente en medio de nosotros. Por esta razén
las lecturas de Ja Escritura en Ja liturgia van acompafiadas de di.
dascalias y seguidas de homilias, confesiones de fe y oraciones efec-
tuadas por los fieles. En estos elementos Cristo actiia concretamente
por medio de los que son servidores (ministri) de su palabra para
el pueblo reunido en ese momento, Ellos proyectan modelos de
conducta concretos, sacados de la fe en Dios, de la esperanza en la
consumacién final y del amor por Dios y por los hombres.
7 La cruz de Jess ocupa un lugar central en Ia liturgia. Siempre
y en todo lugar se celebra el misterio pascual en su plena realidad
y toda la vida es expresada y vivida escatolégicamente como camino
hacia la resurreccién del ultimo dia. Pero la visidn escatolégica de
Ja resurrecci6n nunca pierde de vista la_via que nos conduce a la
resurrecci6n es un viacrucis, Con el tino politico, la fuerza y el im-
perio de Ja cruz hacen realidad la comunidad ideal de los santos.
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En la liturgia, la cruz descubre valores escatolégicos para la vida
terrena: pecado y penitencia, condenacién y reconciliacién, justicia
y salvacién, sactificio y redencién, En este sentido, cuando verda-
deramente se trata de la tiltima alicnacién y de la redencién Gltima
del hombre, Pablo no querré conocer a nadie més que a Jesuctisto,
y a éste, crucificado (1 Cor 2,2)
Si bien es preciso rechazar toda vulgarizacidn politizante de la
cruz, no ha de olvidarse que la cruz fue también un hecho politico:
la sentencia de Pilato (figura en el credo), el letrero «Rey de los
judios», esto es, un pretendiente mesidnico, y, por tanto, para los
romanos un delincuente politico; la confesién de un soldado, un
hombre politico: «Verdaderamente, éste era el Hijo de Dios», etc.
El envio de los apéstoles fue un éxodo escatolégico y no una cam-
pafia politica. Pero las consecuencias del acontecimiento pascual se
hicieron sentir también politicamente en las relaciones sociales; en
ptincipio, de forma no pragmatica, sino indirecta. El mensaje del
fin de toda potestad y de toda violencia, de la radical liberacién
del hombre de toda su esclavitud, la quiebra del faturm, que da paso
a la esperanza, puso en movimiento también a la sociedad humana.
E] legendario lema del emperador Constantino I hoc signo vinces
ha sido interpretado correcta e incorrectamente. Se interpreté mal
en el periodo que lleva su nombre, como promesa de un triunfo
para el «corpus christianorum», como simbolo de prestigio. Se in-
terpreta bien como signo de Ia «via estrecha» de la imitacién ab-
negada. Por Ja cruz, la politica de poder y de dominio debe conver-
tirse en una diaconia politica. Por la voluntad de Dios, el cristiano
no puede retirarse de la politica, porque el camino de la cruz no
flota sobre las realidades terrenas, sino que las atraviesa con todas
sus consecuencias.# MEER 4-6 fame soul ap Le
) pM — 20h “105
fepeticién de experimentos. En aquélla, en cambio, queda uno re-
mitido a los fundamentos y a la tradicién y también a la fe de Ja
comunidad, que posibilita la celebracidn litirgica y vive de ella,
La «salvacién», la «gracia», el crecimiento en la fe, esperanza y
amor como «efectos» primarios del culto no son aprehensibles in-
mediatamente y en si mismos, sino sdlo a través de sus efectos en
Ja vida individual y social. Pero el proceso a través del cual se trans-
miten los efectos primarios del culto a la forma concreta de vida
se lleva a cabo, lo mismo que otros procesos intelectuales y cultu-
rales, de un modo especifico; por ejemplo, a través del lenguaje,
del arte, de Jas estructuras sociales de una cultura, que constituyen
su forma tipica y si sus propias leyes. Ademés, ese proceso no
marcha al mismo ritmo en el Ambito religioso-eclesidstico y en el
extraeclesial, sino que leva un cierto desfase’, porque en el prime-
ro Ja tendencia a Ia fijacién es mucho mds fuerte *,
Estas pocas indicaciones ponen ya de manifiesto lo delicada que
es la tarea de determinar Ja influencia del culto en la vida del 4m-
bito exterior a él. Ademds, hacen patente que nos hemos de con-
tentar fundamentalmente con resultados que atafien al proceso de
transmisién, porque el contenido transmitido mismo es accesible a
la fe, pero no a las ciencias histéricas, psicoldégicas 0 socioldgicas
y_a sus métodos.
En el marco de estas consideraciones metédicas previas hay que
incluir también Ja causa del hecho mencionado al principio: hasta
ahora ha sido més estudiado el influjo de los datos sociales y cultu-
rales en el culto que el influjo y los efectos de éste en la cultura
en la sociedad. ¢Es esto mera casualidad 0 se esconde ahi un pro-
blema referente a la propia naturaleza del mundo?
Un motivo relativamente patente del fendmeno indicado reside
en que la ciencia littirgica estaba y esté mds interesada en elaborar
una «explicacién genética» ° de su objeto que en investigar la cues-aganos, entre los cristianos quedaron eliminadas en gran medida
las diferencias de posicién social, de edad y de sexo, que en aquellas
desempefiaban un papel importante (cf. Gal 3,26-28; 1 Cor 7,
14-24; 11,1-22; 1 Tim 2,1-15). Mujeres, nifios y esclavos, gente
perteneciente a los més diversos estratos sociales y naciones, podian
participar juntos en la misma celebracién littirgica con la tinica con-
dicién de ser creyentes y no haber sido excluidos de la comunidad
por faltas ptiblicas graves (cf. 1 Cor 5). Incluso esclavos libertos,
como muestra el ejemplo del papa Calixto (217-222), podian ascen-
der a los cargos eclesidsticos mas elevados. El mismo papa abogé
también por que ctistianas notables pudieran casarse con esclavos.
pie Pero, a diterencia de las asambleas ctilticas de los
pi
Aganiy cilabelicidee .
ap Ya la Iglesia
( Ye la época apostélica habia creado con el ministerio de los didco-
nos un servicio en el cual se entremezclaban las tareas littirgicas y
sociales. Los testimonios de los escritores neotestamentarios y de
la época posapostélica ponen de manifiesto en su conjunto que la —
actividad caritativa eclesial estaba estrechamente vinculada con la
vida religioso-litirgica. Esto se hace patente ya en la terminologfa
utilizada: diakonia, koinonia, leiturgia, eulogia, charis, prosphora,
thysia, oferre, oblatio, operari, etc., son términos usados de conti-
nuo para cuestiones sociales y que al mismo tiempo tienen un ca-raccién
marcada p
i pecto al culto pagano, cuya preocupacién
en la correccién del acto ritual y que no podf:
ad moral del ctistianism