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La cara oculta del placebo: el

nocebo

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Es muy común que cuando evaluamos la eficacia de las terapias alternativas recurramos al
famoso efecto placebo, es decir, la expectativa de que el tratamiento va a ser beneficioso
puede dar lugar a una recuperación de síntomas no demasiado graves.

Este efecto es muy conocido en medicina y por eso en todos los ensayos clínicos serios se
incluye un grupo experimental denominado placebo al que se le administrará un tratamiento
que tendrá las mismas características que aquel que se está evaluando (por ej. si se trata de
una pastilla, al grupo placebo se le dará una pastilla exactamente igual pero sin el principio
activo).

Esto no es información nueva porque ya se sabe hace muchos años pero, ¿qué ocurre si las
expectativas del paciente, en lugar de ser positivas son negativas? En ese caso existe la
probabilidad de que los síntomas de la persona empeoren y que tenga lugar lo que se
denomina efecto nocebo, que sería la cara oscura del placebo.

Antes de meternos en faena, una apreciación de tipo lingüístico. Hay autores a los que no les
gusta hablar de “efecto placebo” o “efecto nocebo” porque en esa expresión subyace la idea
de que el tratamiento en sí produce un efecto (lo igualaríamos a un efecto farmacológico), por
eso algunos optan por llamarlo reacción o respuesta placebo/nocebo, ya que es en realidad
eso, una respuesta de nuestro organismo a las expectativas que tengamos con respecto a la
eficacia del tratamiento.
Hecha esta distinción previa, pasemos a hablar de la respuesta nocebo.

La respuesta nocebo
Hay situaciones en las que un alto porcentaje de la gente tiene expectativas negativas sobre
un cierto tratamiento. El ejemplo ideal es el de la visita al dentista. Sin embargo, por más que
he buscado no he encontrado estudios en relación con esta profesión y el efecto nocebo
(podrían ser catastróficos para su imagen).

Bromas aparte, la respuesta nocebo ha sido demostrada experimentalmente en ciertos


trabajos. Por ejemplo, en la revista Pain se publico un estudio en el que se evaluaba la
efectividad de diversos tratamientos contra las migrañas y se observó que los individuos del
grupo placebo mostraban un alto porcentaje de efectos adversos (en algunos casos de hecho
eran sólo los individuos de este grupo los que mostraban tales efectos secundarios).

En otro trabajo se mostró que de 75 personas a las que se les inducían náuseas de forma
artificial, 25 de ellas presentaban incluso más náuseas cuando les era administrado un
placebo.

Parece ser que la expectativa del paciente es fundamental en la aparición de la respuestas


placebo y nocebo. Un trabajo mostró en los años 80 que el informar sobre los efectos
secundarios de ciertos tratamientos podía dar lugar a un incremento en la aparición de
enfermos de corazón.

El estar asimismo informado sobre efectos negativos de algo que no los produce también
puede dar lugar a la aparición de la respuesta nocebo, como si se tratase de una infección.
Así, en el año 62 trabajadores de una fábrica textil comenzaron a sufrir dolores de cabeza,
irritación de la piel o náuseas que atribuyeron a la presencia de un mosquito que habría
llegado de Inglaterra entre una partida de telas.

Sin embargo no se encontró al mosquito en cuestión y sí que se observó una “infección


psicogénica masiva” alrededor del mundo que afectaba por lo general a comunidades
pequeñas y que se extendían más rápidamente entre mujeres que habían visto a otras sufrir
esa misma condición. Y es que este es otro de los factores que influyen en la aparición de la
respuesta placebo/nocebo, la empatía.

Si se observa en alguien un efecto beneficioso o perjudicial de un determinado tratamiento y la


empatía con esa persona es grande (si es un amigo o familiar cercano), habrá más
probabilidades de que esa persona dé lugar a una respuesta placebo o nocebo en función de
las circunstancias.

Este último aspecto podría tener mucho que ver con el famoso “a mí me funciona” que corre
de boca en boca sobre todo en el caso de las llamadas terapias alternativas. En general el
placebo y nocebo se ven como extremos de un continuo donde los mismos condicionantes
pueden llevarnos de un extremo a otro en función de las circunstancias.

Efecto nocebo y respuesta cerebral


Y, a nivel del encéfalo, ¿qué regiones estarían implicadas en estas respuestas?
Un estudio reciente observó la actividad del cerebro en respuesta a un potente analgésico en
función de las expectativas de los individuos acerca del tratamiento (inducidas en cierta
medida por los investigadores).

Lo que se observó es que aquellos que presentaban una expectativa positiva mostraban un
incremento de la actividad de regiones relacionadas con el control del dolor (por ej., la
sustancia gris periacueductal), mientras que en aquellos que presentaban expectativas
negativas esas regiones no se activaban y sí otras como el hipocampo.

En cuanto a las moléculas que podrían dar lugar a estas respuestas, se ha visto que la
colecistoquinina, que media, entre otras cosas, respuestas de dolor, podría estar implicada en
la hiperalgesia (sensación incrementada de dolor) producida por la respuesta nocebo.

Algunas peculiaridades del efecto


nocebo
Por último, existen casos extremos del efecto nocebo. Por ejemplo, algunas muertes
producidas por el uso de magia negra o vudú. No son muy frecuentes pero personas
especialmente susceptibles pueden verse afectadas de forma muy negativa por la expectativa
negativa que estas prácticas generan en ciertas culturas.
Y no debemos olvidar que incluso algunas terapias alternativas pueden dar lugar a respuestas
nocebo, por lo que no serían tan inocuas como sus defensores suelen defender.

La existencia de estas respuestas placebo y nocebo plantean cuestiones éticas importantes


en el tratamiento médico. Por ejemplo, si sabemos que la información sobre efectos
secundarios de un tratamiento puede disparar la respuesta nocebo, ¿debe primar entonces la
información del paciente sobre las posibles consecuencias negativas de esa información?.

Se sabe, por ejemplo, que si a un paciente al que se está administrando un analgésico por vía
intravenosa se le informa de que ese tratamiento ha sido detenido pero en realidad sigue
siendo administrado el efecto analgésico de ese tratamiento se ve reducido.

Otra cuestión interesante al respecto es si debe fomentarse entre los médicos el adquirir
estrategias para fomentar la confianza de los pacientes en los tratamientos, incluso aunque a
veces se exageren algo los resultados, para así favorecer las respuestas placebo. Son estas
cuestiones que deberán ser estudiadas en tiempos venideros.

Una nota curiosa pero anecdótica: me contaba el otro día un veterinario que a veces cuando
les llega gente con su perro o su gato diciendo que su mascota está apática, que ya no juega
con ellos, etc (imagino que sabéis a lo que me refiero) muchas veces le inyectan solución
salina a la mascota y los dueños se van tan tranquilos. ¿Sería eso efecto placebo de segundo
orden?

Fuente con Licencia CC2.0: El cerebro de Darwin – La cara oculta del placebo: el nocebo por
Pedro Garrido.

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