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von uexküll

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sor ® perenne
Jakob Johann von Uexküll
CARTAS BIOLÓGICAS A UNA DAMA

Prólogo de Juan Manuel Heredia

Editorial Cactus
Perenne
Aquí la biología exacta trae la salvación,
devolviéndole al individuo lo que en
realidad le pertenece: su mundo
circundante. El sol de sus ojos vuelve a
girar en su cielo, desde donde sus estrellas
lo observan suavemente. Suyas son las
inmensas montañas, suyo el silencio del
bosque, suyo el aroma de las flores
y la belleza del día estival. Ningún poder del
mundo tiene derecho a disputarle su mundo,
que se vuelve tanto más grande y hermoso
cuanto más ahonda en él; y cu y a riqueza
aumenta con el anhelo de sus dones.

Jakov von Uexküll


Jakob Johann von U e xkü ll
CARTAS BIOLÓGICAS A UNA DAMA
von Uexküll, Jakob Johann
Cartas biológicas a una dama / Jakob Johann von Uexküll; con prólogo de Juan
Manuel Heredia. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Cactus, 2014. 160 p
.; 20x14 cm. - (Perenne)
ISBN 978 -987 -29224 -6 -7

1. Biología. 2. Filosofía. I. Heredia, Juan Manuel, prolog, II. Título


CDD 570

Título original: Biologische Briefe an eine Dame (1920)


© 2 0 14 Editorial Caeros

Traducción: Tomás Bartolerti y Laura Cecilia Nicolás


Diseño de interior y tapa: Manuel Adduci
Impresión: Gráfica MPS

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


ISBN: 978-987-29224-6-7

edito rialcactus<S)yahoo.com. ar
www.editorialcactus.com.ar
índice

Prólogo
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos 7

Carta primera (Sonidos) 37


Carta segunda (Colores) 47
Carta tercera (Tiempo) 55
Carta cuarta (Espado) 65
Carta quinta (Forma [G estalt]) 75
Carta sexta (Mundo circundante [U m w elt]) 83
Carta séptima (Origen [Entstehung]) 95
Carta octava (Especie [A rt]) 105
Carta novena (Familia) 117
Carta décima (Estado) 127
Carta undécima (Conformidad a plan [Planm äßigkeit]) 139
Carta duodécima (Ánimo) 151
Prólogo
Jakob von Uexküll, portavoz
de mundos desconocidos

La prim era vez que leí a Jakob von Uexküll fu e en el otoño del 2009y
mientras recolectaba elementos para arm ar el rompecabezas de una tesis.
Fue en una librería de usados, “Elrufián m elancólico”, donde di con una
edición de "Cartas biológicas a una dam a”. Sin fech a ni traductor y
visiblem ente roído p o r el tiem po, el libro había sido publicado —posiblem
ente hacia fin es de la década d el 40—por una editorial chilena, Zig-Zag.
Conseguir, aunquefu era en Buenos Aires, libros de Jakob von Uexküll no
era en modo alguno una labor que no entrañara múltiples dificultades. Pero
intem pestivam ente apareció uno. Yo ya había podido ver cóm o Deleuze lo
convertía al spinozismo, cómo Cassirer lo postulaba com o el superador de la
antinom ia mecanicismo/vitalismo en la biología teórica, cóm o Can-guilhem
lo ponía al final d e una serie que revolucionaba el concepto biológico de €m
ilieu” originariam ente heredado de la física de los

7
Prólogo

fluidos, cóm o H eidegger se inspiraba en él para luego discutirlo y celebrarlo,


cómo Agamben lo retomaba para m editar a H eidegger e, incluso, cóm o
Sloterdijk lo evocaba como fa cto r deconstructivo de la noción metafísica de
m undo universal Luego ca í en la cuenta de que, más allá d e las
recuperaciones que la filosofía operaba sobre él (a las cuales se fu eron
sumando Merleau-Ponty, von Bertalanjfy, Ortega y Gasset, etc.), el tipo
había sido un precursor oscuro y que, inclusive, existía una “ley de
UexkülT\ Precursor de la etología an ­ tes que Konrad Lorenz, p ero
precursor insospechado también de la (bio)cibernética y, más aún, fu n da
dor post m ortem de la corriente biosemiótica dentro de la biología
contemporánea.
Cuando m e dispuse a leer, prelim inarm ente, tres cosas me lla­ maron
la atención . Primero, indudablem ente, el título: Cartas biológicas a una
dama. ¿Un libro para asom brar mujeres con conocim ientos en biología?
La idea me residtó un tanto excéntrica
y lo cierto es que el libro estaba dedicado a su esposa, la condesa alemana
Gudrun von Schwerin, quien años más tarde publicaría una biografía de
Uexküll que haría las delicias de los muchachos de la “Sign Systems
Studies” de la Universidad de Tartu, uexküllianos de pura cepa. Quizá en
un acto de estricta justicia biológica, Gudrun haya decidido mostrar su
fascinante vida a l m undo para cerrar el círculo con aquel que —po r
interm edio de éste y otros libros—buscó mostrar al m undo la maravillosa
vida de los vivos. Sea com o fuere, lo cierto es que al ojear el índice y
sobrevolar el texto, se toma clara conciencia de que ese mismo era el plan:
exponer, con claridad y para el pueblo, el funcionam iento arm ónico y
exuberante de una naturaleza infinitam ente multiplicada a la p a r que
coordinada. Luego m e sorprendió que hubiese un capítulo dedicado a l
Estado y el hecho de constatar que, mientras la biopolítica se volvía una
estrategia universitaria para desrealizar la política, Uexküll decía con todas
la letras “el Estado, que debe crear las condicionesfísicas de

8
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

la existencia, habitación, vestido, alimento, no p u ed e ser una simple


sinfonía de libres sonidos; ha deform a r una verdadera estructura” M ás
tarde com prendí que su anti-liberalism o iba parejo con su anti-darivinismo.
Fue esto, al comenzar la lectura, lo tercero que m e llamó poderosam ente la
atención: la convicción y la intensidad de su lucha contra el darwinismo, com
o si detrás de dicha im agen de la econom ía de la naturaleza —signada p o
r la competencia, la adaptación y los presupuestos malthusianos—se
escondiese una im a­ gen em pobrecida y cuantitativa de la naturaleza, al
tiem po que un p orven ir funesto para todos los vivientes. Entre mate y m
ate p u d e term inar las “Cartas biológicas... " Apartir de ese día (o de las
altas horas nocturnas en que di p o r finalizada aquella lectura inaugural)
me convertí en un uexkülliano entusiasta y com encé m i peregrinaje en busca
de más obras... Desde entonces, así como los personajes de la novela 2666de
Bolaño buscan a su Benno von Archimboldi, estuve siguiendo las huellas de
Jakob von Uexküll.

1
El Barón Jakob Johann von Uexküll nace en Estonia en
1864. A los veinte años comienza a estudiar en la Universidad
de Dorpat (hoy Tartu), donde fuera profesor von Baer una
década antes, y se gradúa en 1889 con el título de K andidat
der Zoologie. Consternado por la visión simplista y especulativa
del darwinismo que ofreciera el zoólogo Julius von Kennel en
Dorpat, se vuelca al estudio de la fisiología y cifra en ella la
posibilidad de renovar los estudios biológicos depurándolos de
los modelos de causalidad físico-químicos.1Es así que en 18901

1 Cf. Kull, Kalevi, “Uexküll and the post-modern evolutionism” en Sign Systems
Studies 32 lA ,2004, p. 105-
9
Prólogo

comienza a estudiar fisiología en la Universidad de Heidelberg, en


el laboratorio de W ilhelm Kühne, especializándose en el campo de
la fisiología muscular de los invertebrados marinos. Sus primeros
materiales de estudio experimental son erizos de mar, pulpos,
moluscos, estrellas de mar, sipúnculas... y su gran pasión teórica es
Kant, al cual estudia con devoción durante toda la década del 90.
En 1899 publica, junto a Albrecht Bethe y Theodor Beer, un
artículo donde cuestiona la terminología antropomórfica empleada
por la fisiología sensorial y propone una nueva batería de conceptos
para designar la recepción de estímulos.2 El texto tuvo un gran
impacto, llegando incluso a influir en el desarrollo del conductismo
norteamericano y en los conceptos de reflejo de Pavlov y
Bekhterev.3 En 1907 recibe el doctorado honoris causa en
Heidelberg por sus investigaciones en fisiología muscular y,
particularmente, por sus estudios de regulación neuromotora (lo
que se dio en llamar luego la “ley de Uexküll”). Estos estudios, y su
desarrollo posterior en la noción de círculo funcional
(.Funktionskreis), constituirían algunos de los primeros modelos del
principio de retroalimentación4, noción capital en la cibernética.

Tras este primer período de investigación fisiológica, Uexküll


comienza a abrirse camino para la reformulación de la biología
teórica y, en 1909, publica una de sus obras más influyentes:

2 C f Rüting, Torsten, “History and significance o f Jakob yon Uexküll and o f his
institute in Hamburg” en Sig)j Systems Studies 32 Vi, 2004, p. 40.
3 C f Harrington, Anne, R eenchanted Science: Holism in German Culture
from Wilhelm II to Hitler, Princeton University Press, Princeton, 1996, p. 42.
4 Cf. Lagerspetz, Kari Y., “Jakob von Uexküll and the origins o f cybernetics” en
Semiótica 134(1/4), 2 0 0 1, pp. 6 4 3 - 6 5 1 ; Kuli, K., “Jakob von Uexküll: An
introduction” en Semiótica 134(1/4), 2001, p. 5; Rüting, T , op. cit., pp. 50-51-
10
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

Umwelt und Innenw elt der Tiere {Mundo circundante y m undo


interno de los animales) . En ella describe el comportamiento y el
funcionamiento corporal de diversas especies de invertebrados e
introduce el concepto que lo llevará a la fama. En efecto, con el
concepto de Umwelt (mundo circundante), Uexküll logra ofrecer una
imagen totalmente diferente de la naturaleza y sienta las bases
teóricas para el desarrollo de una “biología subjetiva’ de inspiración
kantiana^ y vocación antidarwinista. Abocado a dicho proyecto,
publica numerosos artículos y libros en los cuales va madurando y
enriqueciendo su teoría biológica con nuevos conceptos, entre los
cuales se destacan el de “círculo funcional” tFunktionskreis) y el de
“conformidad a plan” (.Planmäßigkeit). Este último, que a primera
vista restaura la tradicional teleología, se convierte en la idea
regulativa central de toda su teoría bioló­ gica. Tal es así que en su
Theoretische Biologie (.Biología Teórica) de 1920 Uexküll, quizá
recapitulando su propia historia, afirma programáticamente: “la
pregunta sobre la conformidad a plan es asunto de la biología, la
pregunta sobre el funcionamiento orgá­ nico pertenece ala
fisiología”.65 Un año antes, en 1919, Uexküll publica por entregas
sus Biologische Briefe an eine D ame {Cartas biológicas a una dama) en la
revista conservadora Deutsche Runds-

5 El diálogo con Kaut será permanente. Uexküll lo cita y lo emplea profusamente,


valiéndose no solo de sus conceptos e ideas sino también de su espíritu crítico. En
este punto, se destacan las recuperaciones que se operan sobre la Crítica d e la razón
pu ra (cuya “estética trascendental” amplía, incluyendo a las especies no humanas) y
la Crítica del ju icio (particularmente, su segunda parte, que le permite a Uexküll no
sucumbir ante las tentaciones del vitalismo metafíisico). En el libro que se presenta,
además, el influjo de la mora! kantiana también tiene lugar.

6 Cf. Uexküll, Jacob, T heoretical B iology, Trad. D. L. M acKinnon, Harcourt,


Brace & Co., New York, 1926, p. 125 .

11
Prólogo

chau. El mismo texto con ligeras modificaciones se reedita en 1920


y constituye la edición que se traduce en el presente libro.
En este punto, cabe subrayar que Cartas biológicas..., además de
ser una obra de divulgación científica que presenta la visión
biológica de Uexküll en general y la teoría del Umwelt en par­
ticular, constituye el primer antecedente de la introducción del
capital concepto de “círculo funcional” y, fundamentalmente, es
expresión de un Uexküll auténtico: teóricamente maduro, histó­
ricamente situado y expresivamente locuaz. ¿Por qué? En primer
término porque es un libro contemporáneo de su Biología Teórica,
considerada su gran obra. Luego porque permite vislumbrar, en
cartas como la décima, su voluntad de intervención política (anti-
República de Weimar), el furor germánico que lo asalta con la
Primera Guerra Mundial (se nacionaliza alemán en 1918) y el
creciente perfil anti-inglés y anti-liberal con que aderezaba su ya
adquirido anti-darwinismo. De hecho, ya en 1917 escribía un texto
fustigando a la moral inglesa a partir de la “economía de la
naturaleza” implicada en el darwinismo y en 1920, tras reeditar sus
Cartas biológicas..., extiende sus consideraciones “biopolíti-cas” al
publicar Staatsbiologie (.Biología del Estado) 7 Estas luchas teórico-
políticas se manifiestan en él con la fuerza de un destino y explican,
junto a su genio literario y científico, la insolencia y la elocuencia
que rebosan en su prosa. A su carácter situado quizá quepa agregar
que en 1917 la Revolución Rusa le expropia todos sus bienes en
Estonia y que, por esta y otras razones, sus simpatías con los
bolcheviques fueron nulas.
En 1925, gracias a las tratativas de Otto Kestner, Uexküll es
designado para reconstruir el Acuario de Hamburgo y, un año más
tarde, funda y dirige el Institut fü r U mweltforschung (Insti-7

7 C f Rüting, T , op. cic, pp. 40-45.


12
Jakob von Uexküí!, portavoz de mundos desconocidos

tuto de investigación d el M edio ambiente) de la Universidad de


Hamburgo. El instituto, que funciona hasta 1934, se convierte en
un vital centro de investigación y es visitado, entre otros, por
Konrad Lorenz —fundador de la etología—a principios de la
década del treinta. En su “período de Hamburgo”, se destacan las
publicaciones de D ie Lebenslehre (1930) ( Teoría de la vida) y de
Streifzüge durch die Umwelten von Tieren un d M enschen (1934)
{Paseando p or los mundos circundantes de animales y humanos).
Finalmente, a los 76 años, publica su última gran obra teórica,
Bedeutungslehre (1940) {Teoría d el significado), que luego se
convertiría en texto fundamental para el desarrollo de la biose-
miótica.8 Tras pasar en la isla de Capri con su dama los últimos
cuatro años de vida, Uexküll muere en 1944.

2
Al lector actual de este libro no podrán pasarle desapercibidos
enunciados uexküllianos tales como: “En el mundo biológico es
todo armonía, todo m elodía... Todo, hasta lo más pequeño,
muestra un orden, un sentido y un significado”; “No hay una
evolución, solo hay un origen '; “Variación sin plan, adaptación sin
plan y falta de planificación en la lucha por la existencia: esos eran
los tres motivos por los que Darwin negaba toda conformidad a
plan en el mundo viviente. Los tres son erróneos”; “Como un todo
inmutable y ordenada según un plan, la especie se dilata

8 Sobre esta cuestión, la bibliografía es sumamente extensa y se incrementa día a


día. Para una introducción al tema, bajo la forma de manifiesto científico, véase: Kuli,
K., Emmeche, C , Hoffmeyer, J, et alt, “Theses on Biosemiotics: Prolegomena to a
Theoretical Biology” en B iological Theory 4(2), 2009, pp. 167 -173 .
13
Prólogo

en el pasado de nuestra historia terrestre. Todo indica que se ha


originado como un todo, como lo han hecho todos los sujetos.”
¿Un “nuevo” íijismo? ¿Una restauración del vitalismo teleoló-gico?
¿Una variante de la teología natural devenida hoy In telligen t design?
La cuestión es compleja e irreductible a dualismos o an­ tinomias
peren n es (preformismo/epigénesis, fijismo/evolucionis-mo,
mecanicismo/vitalismo, racionalismo/romanticismo, etc.); un
estudio detallado obligaría a un rodeo histórico-conceptual que
excede las posibilidades de este prólogo.9 No obstante, para
responder sucintamente y situar la originalidad de Uexküll,
bosquejaremos algunas de las líneas que harán circuito en su
pensamiento y los principales tensores que animaban el campo de
las ciencias de la vida en la Alemania de mediados y fines del
siglo XIX.
En este punto, el ambiente en el cual se forma nuestro autor se
hallaba tensado por dos polos. Por un lado, el darwinismo y sus
promotores que, favorecidos por un clima propenso a las
explicaciones históricas, logran establecer la centralidad del en­
foque fiíogenético y presentan una imagen de la evolución de las

9 Elementos para un estudio histórico-conceptual de las transformaciones de la


biología continental en los siglos XVIII y XIX -constituyentes de las premisas del
pensamiento uexkülliano—se encuentran en: Gode-Von Aesch, A., El rom anticism o y las
ciencias naturales, Trad. De Brugger, I. T , Espasa-Calpe, Bs. As,y 1947; Cassirer, E., El
problem a d el conocim iento IV, Trad. Roces, W., FCE, México, 1998, Libro Segundo;
Canguilhem, G., La connaissance d e la vie, Vrin, Paris, 1971; Foucault, M ., Las palabras y
las cosas, Trad. Frost, E. C., Siglo XXI, Bs. As., 2002; Jacob. F., La lógica de lo viviente,
Trad. Senent, J. y Soler, M.R.,
Tusquets, Barcelona, 1999; Palti, E. J., “La metáfora de la vida\ La filosofía de la
historia de Herder y los desarrollos desiguales en las ciencias naturales’"en Aportas,
Alianza, Bs. As., 2001, pp. 133 -191; Palti, E. J., “Filosofía romántica y ciencias
naturales: límites difusos y problemas terminológicos” en Prismas. Revista d e historia
intelectual, Nro. 4, Bs. As., 2000.
14
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

especies (transformismo) que entroniza el modelo ilustrado de


causalidad físico-química como único válido. Por otro lado, la
embriología de Karl Ernst von Baer. Éste había logrado demos­
trar, a principios del siglo XIX, que en el desarrollo del embrión se
produce un proceso que va de lo homogéneo a lo heterogéneo
conforme una progresiva y ordenada diferenciación. Con ello, no
solo refutaba al preformismo clásico (que postulaba en el germen la
existencia de una estructura diferenciada que no hacía más que
crecer gradualmente), sino que además planteaba una serie de lí­
mites al concepto de causalidad físico-química pues, al demostrar
que cada embrión específico consta de una fuerza plasmadora
0Gestaltungskraft) y de un plan de desarrollo orientado a un fin
determinado (.Zielstrebigkeit), no era posible derivar el efecto de la
causa sin apelar a un concepto de causalidad teleológico, es decir,
no era ya posible pensar una causalidad puramente fisico­ química,
mecánica y accidental sino que había que reconocer un desarrollo
ontogenético ordenado temporalmente con miras a un resultado.10
Con ello, ya era imposible imaginar a los vivientes como máquinas
pues no existe máquina alguna que se construya

10 Elias Paid reconstruye este proceso y, desmontando las antinomias


reduccionistas (preformismo/epigénesis, fijismo/evolucionismo, etc,) con las que suele
organizarse la historia de las ideas biológicas, señala: “Contra las doctrinas preformistas
(Cuvier), von Baer afirmaba la idea de un proceso formativo progresivo a nivel
ontogenético. Contra las viralistas (Wolff), rechazaba el concepto de 'fuerzas motoras'
primordiales distintas de las formas en que éstas se manifestaban. El resultado será un
concepto nuevo de la preformación germinal, un modelo de formación progresiva en el
que lo que se encuentra preformado no es ningún conjunto de rasgos definidos, sino el
principio que los conforma.
El mismo, sin embargo, contra la idea de los vitalistas, ya no sería ninguna
substancia o Tuerza formativá sino un orden lógico de transformaciones sucesivas,
mutuamente correlacionadas -algo parecido a lo que boy llamamos un programa
genético'. En definitiva, al reformular los términos en cuestión, von Baer logra
finalmente conciliar dos conceptos como los de preformación y ‘evolución que,
15
Prólogo

a sí misma. Si bien esta imposibilidad ya había sido establecida en el


siglo XVIII por Blumenbach y avalada por Kant en la Crítica delp u
d o , el concepto del cual dependía (.Bildungstrieb o impulso
formativo) permanecía como postulado incognoscible y hubo que
esperar hasta las investigaciones embriológicas de von Baer para
que la epigénesis adquiriese una base epistemológica reconocida
(hoy enrolada en lo que se conoce como “biología del desarrollo”) .
Si bien en un primer momento estas tesis fueron opacadas por el
furor darwinista de mediados del siglo XIX y la centralidad de la
filogénesis, pronto comenzaron a emerger grietas en el esquema
evolucionista y, hacia fines de siglo, se revitalizan los enfoques
ontogenéticos y con ellos se relanza el problema de la teleología.111

en el marco del pensamiento ilustrado, resultaban mutuamente contradictorios.”


Paid, E., Op. cit., 2000.
11 Dos casos célebres, surgidos de estudios de regulación y regeneración de los
organismos, permiten ilustrar este relanzamiento. Por un lado, en 1890, el biólogo
alemán Gustav W olf hace el siguiente experimento: extirpa el cristalino del ojo de un
tritón (salamandra de agua) y constata que, tras un tiempo, el órgano se regeneraba
perfectamente y, más aún, que dicha regeneración se valía de tejidos diferentes a los
empleados en su desarrollo embriológico. Con ello, W olf concluía que existía una
“adecuación primaria a fin *en el organismo que era irreductible al modelo evolucionista
y que debía existir desde el mismo origen. En la misma línea, Hans Driesch realiza el
siguiente experimento: corta en dos el embrión de un erizo de mar y constata que, lejos
de producirse una división de la estructura orgánica, una malformación o estropearse el
proceso embriológico, nacen de cada parte dos erizos de mar perfectos aunque de la
mitad de su tamaño. De allí, Driesch concluía la existencia de una fuerza vital, la
“entelequia” o "psicoide”, de carácter inmaterial, intensivo y cualitativo que no sólo
sería irreductible a los factores físico-químicos sino que los dirigiría siendo un agente no
mecánico que lleva un fin en sí mismo. A partir de este postulado metafísico, Driesch
emprenderá una tenaz lucha anti-mecanicista convirtiéndose en el adalid del
neovitalismo a inicios del siglo XX. En este punto cabe agregar que, si bien Uexküll se
reconoce a sí mismo
16
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

En este contexto, Uexküll se vuelca a la investigación fisiológica


y toma partido abiertamente por Baer. Así, internándose en el
campo de los estudios ontogenéticos, Uexküll hereda toda una rica
tradición del pensamiento filosófico-biológico continental y la
problematiza en función de un cuestionamiento general al
darwinismo y, más específicamente, a la versión que Ernst Haeckel
popularizaba en Alemania. En esta lucha, resurgen como recursos la
anatomía comparada de Georges Cuvier, la N aturphi­ losop h ie de
Goethe y sobretodo Kant, autoridad en torno a la cual se organiza
la ofensiva. “Es urgentemente necesario volver a Kant”, gritaba
Uexküll en 1913 mientras desmontaba una por una las tesis basales
de darwinismo: contra el gradualismo evolutivo, avala el
mutacionismo de Hugo De Vries; contra la teoría de las variaciones
accidentales y acumulativas, afirma -recurriendo a Baer y a Gregor
Mendel—que cada especie posee un determinado “plan de
construcción' {Bauplan) en el cual se encuentran codificadas sus
reglas de formación y un conjunto de predisposiciones genéticas;
contra el mecanismo de la herencia de los caracteres adquiridos,
afirma—junto a August Weismann—la continuidad del “plasma
germinal” y niega que los hábitos em­ píricos puedan ser un factor
de transformismo; contra la imagen azarosa del devenir natural,
reactualiza la idea leibniziana de armonía como coordinación y
postula un modelo musical de la naturaleza; contra la omnipotencia
explicativa de la lucha por la supervivencia, advierte sobre el error
de tomar la parte por el todo y postula que los vivientes poseen
afinidades inmanentes que los llevan a entablar relaciones
asociativas entre ellos y con su mundo; contra el mecanicismo
darwinista afirmado en una

como vitalista y celebra algunos de los descubrimientos driescheanos, su posición


con respecto a la teleología es -com o veremos- singular y sumamente cauta.

17
Prólogo

lógica de causa/efecto, afirma una biología experimental que


analice en la naturaleza y en los vivientes relaciones de parte/todo.
Todo lo cual nos lleva al problema que abre este parágrafo
y al concepto de “conformidad a plan” (.Planm äßigkeit). ¿Qué tipo
de “teleología” defiende Uexküll? A principios del siglo XX,
nuestro autor señala:

“La lógica, la psicología, la matemática, no son


intuitivas; pero la biología es intuición, según su esencia.
Su problema consiste en revelar a nuestra inteligencia la
con form id a d a p lan del ser orgánico. Mas la conformidad a
plan sólo es dada en la intuición espacial. En eso se
diferencia de la tendencia a un fin> la cual añade el tiempo
como ulterior factor. Nosotros sólo podemos comprender
aquellas máquinas cuyas ruedas están puestas unas al lado
de otras en el espacio; máquinas cuyas ruedas están parte
en el porvenir y parte en el pasado son para nosotros
totalmente incomprensibles ”12*

Y, unas páginas antes, aclaraba:

“Bajo conformidad a plan no debe ser entendida otra


cosa que una determinada disposición de las diferentes
partes de un objeto que hacen de él una unidad. (...) La
unidad que resulta de esta manera es siempre ‘funcional’,
pues lo que se enlaza en unidad no es la forma, sino la
función de las diferentes partes.”15

12 Uexküil, Jacob, Ideas para una concepción biológica d el mundo >Trad. Tenreiro,
R. M., Espasa-Caipe, Bs. As., 195L p- 24. La primera edición en alemán se publica en
1913 .
15/tó., p. 19.
18
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

Con sobriedad kantiana, entonces, Uexküll procesa el rever­


decer de la teleología a partir de un enfoque mereológico que lo
distancia, a un tiempo, de las causas finales aristotélicas, del teo-
teleologismo que ve en el hombre el objetivo final de la Na­
turaleza, del neovitalismo metafísico de Driesch y, también, de la
preformación germinal de von Baer. En este sentido, la noción de
'conformidad a plan” opera como una idea regulativa y me­
todológica (Uexküll la llama “teleología estática”), y encuentra en la
anatomía, la fisiología y la observación experimenta! la posibilidad
de establecer “planes de construcción” [Bauplänen), esto es, formas
de cada especie, totalidades, que se definirían por relaciones
funcionales y sistemáticas entre partes. De este modo, desplazando
el concepto metafísico-trascendente de fin y declarando irresoluble
el problema del origen y la transformación de las especies14,
Uexküll establece un programa holístico para la biología. Este
movimiento sintoniza con la época y parece expre­ sar, dentro del
campo de los estudios de la vida, una mutación epistemológica más
general en la economía del saber occidental (esto es, el quiebre de
las perspectivas evolucionistas, mecanicistas e historicistas y el
ascenso de enfoques holísticos y sistémicos centrados en los
conceptos de forma y función; traslación del centro de gravedad de
lo diacrónico a lo sincrónico). Sea como fuere, lo notable en
Uexküll es que el análisis sistémico y funcio­ nal de las relaciones
entre partes no se limita a la anatomía y la fisiología de los vivientes
sino que, transgrediendo las fronteras de la piel, busca envolver el
mundo.

14 Sobre esta cuestión, véase la carta octava del presente libro y, también, la
décima, donde Uexküll vuelve sobre el problema de la producción de nuevos genes
haciendo una analogía con la invención técnica.
19
Prólogo

3
Si bien conserv ador, Uexküll no es un reaccionario. Crea una nueva
visión de la naturaleza y es reconocido-por sus contemporáneos1>>por

15 Heidegger, en su curso de Friburgo de 1929 -30, celebra las tesis de Uexküll


señalando que se trata de las reflexiones zoológico-biológicas más penetrantes
de la época (a partir de las cuales, agrega, “ha venido a ser habitual hablar del Umwelt
de los anim ales"), que “sus investigaciones concretas son de lo más fructífero que la
filosofía puede apropiarse hoy” y que las teorías de Driesch y Uexküll constituyen los
dos pasos esenciales de la biología contemporánea. En este sentido, Heidegger
dedica no menos de cien páginas a meditar en tomo a las implicancias del concepto
de Umwelt, en el marco de una consideración comparativa que aspira a deslindar eí
sentido de la noción de mundo, a partir de una triple tesis: la piedra es sin mundo; el
animal es pobre de mundo; el hombre configura mundo. Cf. Heidegger, M .,
Conceptos fundam entales de la m etafísica,
Trad. Ciria, A., Alianza, Madrid, 2007, pp. 2 4 3 ,318,223 -329 . Asimismo, resaltan las
similitudes de la noción de Umwelt c on el concepto heideggeriano de ser-en -el-m undo
{Sery Tiempo, 1927) y no resulta imposible, asimismo, tender líneas con la noción
husserliana de L ebenswelt Por otro lado, el otro gran representante de la filosofía
alemana de la época, neokantiano él, también manifiesta entusiasmo con las tesis
uexküllianas. En su Antropología filosófica (1944), Cassirer hace de Uexküll el eslabón
encontrado que permite pensar los mundos animales como precondición para pensar la
realidad simbólica del mundo humano y, en el cuarto tomo de su monumental obra
El problem a d el co?joci?niento (1957), lo postula como quien supera —
metodológicamente—la disputa entre mecanicismo y vitalismo, sentando las bases
para el desarrollo del holismo y las perspectivas organísmicas. Cf. Cassirer, E.,
Antropologíafilosófica, Trad. Imaz, £., FCE, México, 2009, pp. 45-49; Cassirer, E., op
.cit., 1998, pp. 242-262. Esto, por último, nos lleva a vincularlo con el fundador de la
teoría de los sistemas y continuador de su biología teórica en la década del treinta,
Ludwig von Bertalanffy, quien retoma su concepto de Umwelt, expone sus ejemplos y
lo unge como el inaugurador “de la actitud biológica moderna’. Cf. Bertalanfify, L.,
Teoría general de los sistemas, Trad.
Almela, J., FCE, México, 1989, pp. 239-242, 247,252 -253,256 . Finalmente, no puede
dejar de señalarse el decisivo influjo que Uexküll opera sobre el pensador español
Ortega y Gasset. Sobre esta cuestión, véase: Jordano-Barea, D., “Ortega y la ecología
de Jacob von Uexküll” en Boletín d e la Real Academia de Córdoba,
Nro. 105, pp. 10 8 -111, 1983.

20
Jakob von Uexküil, portavoz de mundos desconocidos

nuevas generaciones16 e incluso hoy día17—por la invención de un


gran concepto. En efecto* la noción de U m w elt- introducida en
1909 y traducible como mundo circundante o medio am­ biente—
inaugura una nueva etapa en su pensamiento y habilita un campo de
reflexión que prontamente repercute en la filosofía alemana. En
Cartas biológicas a una dam a, particularmente* la noción juega un rol
bisagra* no sólo se encuentra a mitad del libro (es la sexta de doce
cartas) sino que marca un desnivel en la argumentación,
desencadena una aceleración e indica el pa­ saje del dominio micro-
biológico al macrobiológico. Esto es, el pasaje de una “estética
trascendental” de las especies animales a una “dialéctica
trascendental” dirigida a pensar la idea de mundo biológico, tránsito
que también designa -como vimos—el mo-

16 Georges Canguilhem lo sitúa en un lugar destacado en su bello artículo Le


vivant et son milieu. Cf. Canguilhem, G., op. cit., pp. 143*146. Maurice
Merleau'Ponty, en su segundo curso sobre el concepto de naturaleza, en 1957-58, le
dedica todo un apartado al análisis de “Las descripciones de J. von Uexküil” siendo,
sin embargo, posible rastrear su influjo en sus obras precedentes. Sobre esta cuestión,
véase: Ostachuk, A., “El Umwelt de Uexküil y Merleau-Ponty ’ en Ludus Vitalis, vol.
XXI, Nro. 39, 2013 . Las remisiones de Gilles Deleuze a la obra de Uexküil, que se
hacen presentes en Diálogos (1980) y en Spinoza: filosofa práctica (1978), se profundizan
en M il Mesetas (1980) y se consagran en ¿Qité es la filosofía? (1991), donde Deleuze y
Guattari le reconocen el carácter de <cobra maestra'. Véase: Heredia, JM, “Deleuze,
von Uexküil y ‘la naturaleza como música” en A parte Rei —Revista de Filosofía, Nro.
75, Madrid, 2 0 11 .
Finalmente, hay quienes -incluso - extienden el influjo uexkülliano a la obra de
Jacques Lacan. Véase, Chien, J-P, “From Animals to Humans: Uexkülls Umwelt as
read by Lacan and Canguilhem” en Concentric: Literary and cultural studies,
Nro. 32.2, 2006, pp. 43*67.
17 Véase Sloterdijk, P, Esferas III (Espumas), Trad. Reguera, L, Siruela, Madrid,
2006, p. 153; Sloterdijk, P, “Atmospheric politics” en Latour, B. and Weibel, P. (eds),
Making things public, M IT Press, 2005, p. 945; Agamben, G., Lo abieno,
Trad. Costa, F. y Castro, E., Adriana Hidalgo Ed., Bs. As., 2006, pp. 77*90; Latour,
B., Cogitamos, Trad. Bixio, A., Paidós, Bs. As., 2012, pp. 179 -183 .
21
Prólogo

vimiento del pensamiento uexkülliano de la fisiología sensorial con


animales marinos a una reflexión holística de la naturaleza.
Uexküll introduce el concepto de U m welt diferenciándolo de
dos nociones, la de U m gebung (entorno físico y geográfico,
característico de la percepción humana) y la de Welt (mundo o
universo de la ciencia); frente a ellas, el concepto busca captar la
construcción subjetiva específica del animal, su mundo de
percepción {Merkwelt), su semiósfera propia. De aquí que para un
mismo entorno físico y geográfico {Umgebung} haya innu­
merables mundos circundantes [U m welten), Dicho brevemente,
deconstruyendo la idea según la cual todos los vivientes y los
objetos habitan un mismo mundo universal (remedo del espacio
newtoniano y la mirada antropocéntrica), Uexküll demuestra que
cada especie tiene su propio mundo circundante, que cada animal
construye su medio asociado activamente a partir de regímenes de
percepción específicos, que cada viviente habita en su propia esfera
espaciotemporal y se relaciona con un número limitado de señales.

Ello implica, por un lado, dejar de ver a los vivientes sea como
animales individuales aislados y mecánicos, sea como poblaciones
estadísticas, y pasar a verlos como un complejo y activo sistema de
relaciones con el mundo (la unidad mínima de análisis deviene la
pareja individuo-medio asociado), y, por otro lado, dejar de pensar
al medio como espacio físico objetivo o terreno de la competencia
y pasar a considerarlo a partir de sus cualidades semiológicas.18 De
modo que, el primer movimiento

lß Esto es, “ia formulación [del concepto de U mwelt] opera un salto cualitativo
en el marco de la discusión biológica respecto del concepto de medio'. En efecto, la
biología naciente vio emerger un problema: ¿cómo pensar la relación del viviente con
su medio de existencia? En un primer momento, entre mediados del siglo XVII! e
inicios del XIX, se ofrecieron dos respuestas. O bien el medio

22
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

del concepto de U mwelt, nos impele a reconocer en cada especie


animal una particular forma de percepción. Cada viviente es
permeable sólo a un conjunto limitado de señales, o portadores de
significación {Bedeutuitgs träger)19, que lo desinhiben y lo dis­
ponen, siéndole totalmente indiferente e inaccesible el resto del
entorno, sus propiedades físicas y su multiplicidad de estímulos.
Unas pocas señales alcanzan para situarse y dotar de sentido fun­
cional al mundo, cada animal -“dice Uexküll—vive en su propia
esfera. Ahora bien, hasta aquí nos hemos referido a sólo uno de los
aspectos de la noción de Umwelt, el mundo de percepción
{Merkwelt), hace falta ahora restituir su complementario y abor­ dar
el mundo de efectos o mundo de acción ( Wirkwelt).
El mundo de efectos es el teatro de operaciones del animal y está
calcado sobre su mundo de percepción. Ambos son
complementarios y por ello el animal se haya atravesado por

era pensado como condición de posibilidad a p rio ri para la viabilidad del viviente y
el desempeño normal de sus funciones orgánicas (Cuvier), o bien el medio (como
concepto importado desde la física y la astronomía newtoniana), era pensado como
el conjunto de fuerzas físicas o físico-químicas -luz, calor, presión del agua y del aire,
gravedad, atracción, vibración, etc - que afectaban la morfología y el
comportamiento de los vivientes (Buffon; Lamarck; Comte). En un segundo
momento, con Darwin, el medio pasa a ser pensado como el conjunto de los otros
vivientes con los cuales se entra en relación directa. Así, el medio será imaginado
como un campo de lucha y competencia, en el cual se disputan los recursos escasos
y la posibilidad de prolongar la vida. En este caso, no es el modelo físico sino el
modelo de la economía clásica el que es importado por la biología. En suma, el
medio era o bien un a p riori, o bien un conjunto de fuerzas físico-químicas, o bien el
conjunto de vivientes próximos. Con Uexküll, el medio comienza a adquirir
cualidades semiológicas y, con ellas, se profundiza la consideración de la relación
entre percepción y comportamiento.” Heredia, JM, “Ecología animal, ontologíay
biopolítica en Jakob von Uexküll” en Filosofía e Historia da Biologin, Vol. 6, Nro. 1, Sao
Paulo, 2 0 11, p. 73
V)En el libro que se presenta, el concepto empleado por Uexküll para mentar esta idea es el de “portadores de

características” (Merkmalsträger).

23
Prólogo

una realidad simbólica. Retomando el sentido de Platón» cabe


recordar que los símbolos son analíticos y mantienen una relación
inmanente con lo simbolizado, son pares comple-mentados que
remiten a una totalidad previa (que, en este caso, hay que
reconstruir por sus efectos). Así, determinadas señales percibibles
para el animal son símbolos que convocan a su complementario
activo.20
Ahora bien, la relación entre el mundo de percepción y el mundo
de efectos, o mejor dicho, la relación entre señal y operación, no es
directa sino que se encuentra mediada por la actividad de un sujeto
y dicha actividad implica, en las condiciones que le son dadas, una
traducción y -con ella—la constitución del mundo circundante.
Para Uexküll, como para Kant, el sujeto es lo primero. Aclaremos
este punto, el sujeto animal lleva consigo un plan de construcción
{Bauplan) y un conjunto de predisposiciones genéticas que le abren
un campo específico de posibilidades perceptivas y activas. La
realización de dichas posibilidades depende de la dinámica
relacional de su mundo interior {Innenwelt), que Uexküll define
como un com­ puesto de órganos perceptivos y órganos activos (o
efectores) enlazados, controlados y regulados por un órgano
conductor (sistema nervioso central). El trabajo de traducción,
entonces, se opera en la relación amplificante del mundo interior
sobre el entorno exterior ( U m gebung) y da como resultado la
constitu­ ción de un mundo circundante (divisible ahora en un
mundo de percepción y mundo de efectos). Es interesante agregar
que,

~° En la octava caita de! presente libro, Uexküll señala: “Toda propiedad de un


ser vivo es expresión de una relación (...). Así, para completar la relación, le
corresponde a cada propiedad de un ser vivo una propiedad com plem entaria en el
mundo circundante.”
24
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

ante la aparente e q u iv o cid a d que asume el concepto de U m welt


desde su introducción en 1909, Uexküll se ve obligado a re-
explicitar sus intenciones en 1913:

“La palabra [ Umweli\ se ha naturalizado prontamente,


pero no la idea. Este término es empleado ahora para
designar lo que rodea inmediatamente a un ser vivo, en el
mismo sentido que antes la palabra m ilie u , De este modo
ha perdido su sentido peculiar. Es un afán totalmente
vano querer oponerse contra el uso del lenguaje, y
tampoco la expresión ‘mundo circundante' corresponde
con bastante exactitud al concepto que le es atribuido.
Por ello quiero poner en su lugar el término mundo
perceptible', M erk w elt, y significar con ello que para
cada animal haya un mundo especial, que se compone de
las notas distintivas recogidas por él del mundo exterior.
El mundo perceptible, M erk w elt, que sólo depende de
los órganos de los sentidos y del sistema nervioso central,
se completa por el ‘mundo de efectos , W irkungswelty que
abarca aquellos objetos a los cuales están acomodados los
instrumentos de comer y moverse del animal. En el
mundo de efectos se suele hoy pensar, ante todo, al hablar
del mundo circundante como m ilieu de un animal (...).
Pero aquí reside el error fundamental. La enumeración de
los diversos objetos del mundo general de efectos al cual
está acomodado el animal es de un interés totalmente
accesorio y fácil de ejecutar por la pura observación. Pero
el descubrimiento deí mundo perceptible de cada animal
es un trabajo principalmente nuevo y muy fatigoso, que
sólo puede ser resuelto mediante el experimento. Si se
quiere abarcar el mundo de efectos y el mundo
perceptible con el nombre de mundo circundante, bien
puede hacerse; pero debe uno darse cuenta enseguida de
que de los dos juntos no resulta ninguna unidad,

25
Prólogo

sino que para ello es imprescindiblemente necesario el


organismo del animal, que es el que crea la dependencia
entre ambos mundos/’21

Es por esto que puede decirse que el animal construye su medio


convirtiéndolo en mundo circundante y es por esto, también, que
realiza una actividad simbólica al correlacionar señales con
operaciones. Uexküll lo dice con todas las letras en la sexta carta
del libro que se presenta:

£<el mundo circundante se descompone en dos


partes: en un m undo p ercep tib le [Merkwelt], que va desde
el portador de características [la cosa] hasta el órgano
sensorial, y en un m undo de efectos [Wirkungswelt], que va
desde el efector hasta el portador de características. Hay
un efecto (...) que va de las características del portador de
características hasta el órgano sensorial del animal. En el
mundo interior, este efecto sufre diversos cambios y sale
a la luz como una acción del animal para ponerse en
funcionamiento en el portador de características. Así se
cierra un círculo que denomino círculo fu n cio n a l y que
siempre encierra a! portador de características y al
sujeto/’

De aquí se derivan varias cosas. En primer término, que el


análisis anatómico y fisiológico ya no sólo debe orientarse a los
órganos receptores que hacen posible el mundo de percepción,
sino también a los órganos actores o efectores (de defensa, ataque,
etc.) que definen lo que puede hacer un animal. En este punto es
central subrayar que Uexküll rechaza rotundamente toda tentativa
de acercamiento psicológico al fenómeno zoológico

21 Uexküll, J., op. cit.y 1951, pp.55-56.

26
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

y, particularmente, ai concepto de mundo interior dei animal. Ellos


resultan incognoscibles “en sí” y sólo es posible reconstruir su
estructura a partir de la observación. En segundo término, se
destaca la otra gran innovación conceptual de Uexküll: la no­ ción
de “círculo funcional” (.Funktionskreis). Con ella se explica
concretamente el mecanismo por el cual el animal construye su
mundo circundante y, por otro lado, se establece —contra el mo­
delo de causalidad física- un modelo de causalidad retroactiva.22
En efecto, con esta noción es posible dilucidar lo que más arriba
designábamos como traducción subjetiva pero, también, evadir la
tentación de “calcar la condición sobre lo condicionado” y abrir un
campo para pensar los procesos y las relaciones en su carácter
constituyente —relativizando así la instancia trascendental. Sea
como fuere, la idea según la cual el efecto opera retroactivamente
sobre la causa, permite a Uexküll combinar dinámicamente dos
nociones en principio antagónicas: el preformismo de los planes de
construcción específicos y el constructivismo de los animales al
territorializarse en el medio.
De este modo, en tanto vive, el animal construye progresi­
vamente un conjunto de montajes sensorio-motores y percep-tivo-
activos que recogen, sintetizan y relacionan en espiral las
características perceptibles de los objetos con las posibilidades
activas del sujeto. Dichos montajes, residentes en el mundo interior
del animal y constituyentes de su mundo circundante, se gestan en
relaciones puramente diferenciales y se amplifican conforme una
gradación que va desde las operaciones pura­ mente instintivas (que
actualizan capacidades e incrementan, empírica y progresivamente,
la eficacia de su ajuste funcional con la situación) hasta los actos de
experiencia (resolución de

22 Cfi Uexküll, J., op. c i t 1951, p. 39.

27
Prólogo

problemas que implican aprendizajes, conductas de rodeo, técnicas,


invenciones, etc.).2324

4
Esta construcción del mundo por parte del animal conduce,
ciertamente, a un subjetivismo generalizado. Un subjetivismo,
además, duplicado. Porque nos encontramos frente a una subje­
tividad de especie (basada cada una en un plan de construcción
\Bauplan] específico, estructurada genéticamente, dotada de
umbrales de percepción y de modelos operatorios, etc.) y, para­
lelamente, ante una subjetividad individualizada (construcción
diferencial y maquínica del mundo circundante por medio del
establecimiento progresivo de montajes sensorio-motores,
perceptivo-activos y, también, afectivo-emotivos).
Reconsideremos el asunto a la luz del ejemplo que nos ofrece un
animal diminuto cuyo mundo circundante resulta sumamente
simple. En su libro más resonante -traducido, al menos, en seis
idiomas-3"1, Uexküll analiza el modus vivendi de las garrapatas y,

23 Dentro de este abanico se juega la especificidad del ser humano, no jo separa


de los animales una diferencia de naturaleza sino de grado (la mayor frecuencia de
los actos de experiencia, el incremento de su capacidad resolutiva de problemas, ía
invención de lécnicas y herramientas, etc.; así como la capacidad de conservar y
transmitir todo ese conjunto de saberes mediante un lenguaje formalizado). Por otro
lado, sobre la cuestión de la invención en animales y humanos, véase: Simondon, G.,
Im aginación e invención , Trad. Ires, P., Cactus, Bs. As., 2013, pp. 157-207.

24 Streifzüge durch die Umwelten von Tieren u n d M enschen (1934) {Paseando p or los m
undos circundantes d e anim alesy humanos), traducido aí francés bajo el título M ilieu
anim al et m ilieu hum ain . Para un listado de todos los libros y artículos publicados
por Uexküll, así como de las traducciones de su obra, véase: Kuli, K., op. c i t 2001,
pp. 15-39.
28
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

en el marco de una discusión imaginaria entre un fisiólogo y un


biólogo, describe su mundo circundante a partir de tres círculos
funcionales: (a) la garrapata percibe una señal, el olor del ácido
butírico contenido en el sudor de los mamíferos, y, desde lo alto de
un árbol, se deja caer sobre el cuerpo del animal que pasa; (b) la
garrapata cae y, al sentir la señal del choque con los pelos del
animal, desactiva la modalidad olfativa, comienza a percibir ca­
racterísticas táctiles y deambula hasta encontrar una zona pelada;
(c) las señales de calor le confirman estar en el lugar adecuado y da
inicio a la succión de sangre.2>Uexküll se pone en el lugar del
biólogo y, contra el fisiólogo, argumenta que no hay que reducir
dicho fenómeno a una lógica físico-química sino, primeramente,
preguntarse por qué entre la multitud de estímulos y excitaciones
que habitan un bosque inmenso la garrapata solo es sensible a tres
señales que, además, enlaza con operaciones. Para Uexküll el
problema biológico —no el fisiológico—está en poder pensar esta
relación subjetiva, la cual convierte al animal no en una máquina
sino en un maquinista,2526
El mundo circundante de la garrapata, entonces, se compone
sólo de tres destellos. Todo el resto es, para ella, inexistente. La
situación, que espacialmente ya resulta reveladora, es aun más
impresionante en el plano temporal. Uexküll señala que en el Ins­
tituto zoológico de Rostock han demostrado que una garrapata
puede esperar hasta dieciocho años sin morir la llegada de dichas
señales. ¡Dieciocho años sin nutrirse y a la espera! Este hecho
notable nos permite —tras haber hablado mucho del espacio-,
referirnos a la temporalidad del sujeto viviente y desembocar

25 Cf. Uexküll, J., M ilieu anim al et m ilieu kiimain, Trad. Marcin-Freville, C.,
Rivages, París, 2010, pp. 40-42.
26 Cf. Ibid., p. 33.

29
Prólagu

en otra teoría no menos notable. Para empezar, Uexküll evoca a


Kant y afirma sin vueltas; “sin un sujeto vivo, no puede haber ni
espacio ni tiempo”.27 ¿Qué implica esto? Que la relación entre
espacio y tiempo es intrínseca, que el mundo circundante es para el
viviente su propia esfera espaciotemporal y que ya no es posible
pensar al tiempo como una línea objetiva y externa a los
fenómenos. Para explicar esto, Uexküll recurre a von Baer y a su
notable teoría de las “longitudes de momentos”. La tesis,
básicamente, es la siguiente: la vida de todo viviente se compone de
la misma cantidad de momentos pero la duración de dichos
momentos varía en función de la especie. Tras reponerla, en la
carta tercera del presente libro, Uexküll señala fascinado:

“Ahora bien, hay animales que viven solo un año y


otros apenas unos días. ¿Cómo se transforma la imagen
del mundo si ellos alojan en su vida la misma cantidad de
momentos que nosotros? (...) Los animales que viven solo
un día les hablarían a sus hijos de ese tiempo horroroso
como una vieja leyenda. Para algunos, día y noche serían
un mes; para otros, media vida. A estos seres vivos, todos
los sucesos en e! mundo les deberían parecer
extraordinariamente largos. Así, la bala que sale volando
de la pistola parecería estar suspendida en el aire.
Desconocerían también el crecimiento de los árboles, al
igual que nosotros el de las montañas. Por otro lado,
podemos pensar en seres vivos que extienden su cantidad
de momentos durante un mayor numero de años. Para
ellos, las estaciones cambian como para nosotros los
días- Todo ocurriría en un tiempo más acelerado. Las
hierbas brotarían de la tierra como de una fuente y
desaparecerían. Los bosques reverdecerían, crecerían y

27 C f Ibid., p. 45.
30
Jakob von Uexküll, portavoz de mundcs desconocidos

morirían como las praderas* No se vería el sol, solo un


haz centelleante aparecería brevemente en el cielo para
darle lugar a una corta oscuridad.”

Tras todo lo expuesto, el problema que surge es evidente:


¿Cómo se articula esta biología subjetiva con una visión holística de
la Naturaleza? ¿Cómo se pasa de este mundo pulverizado y
deconstruido a la construcción de un mundo biológico? Con su
elegancia habitual, Uexküll responde cantando una canción.

5
En las ultimas páginas de Cartas biológicas..., tras un largo
recorrido, Uexküll señala que sólo una pregunta lo 'agobia irre­
sistiblemente”: “¿es verdaderamente apta la época actual para
buscar en la conformidad a plan la esencia de lo viviente?”. El
modo de plantear el problema es sumamente sutil. Aquí no se
pregunta si la época es capaz de descubrir o reconocer la existen­
cia de un orden subyacente sino, simplemente, si está dispuesta a
orientar sus conocimientos en una determinada dirección. El
problema, efectivamente, es epistemológico pero la formulación, sin
dudas, está animada por un carácter ético-político. Lo que se
pregunta Uexküll es si somos capaces de volver a creer en el
mundo, si estamos preparados para volver a creer en la Natura­
leza, si podemos comportarnos en fundón de un proyecto para la
totalidad. Y todo esto nos lleva a retornar sobre el concepto de
“conformidad a plan”, principal idea de la razón biológica que
implica, como en Kant, un ideal de la razón. Uexküll dice en este
mismo libro: “Llamo conform idad a plan a l poder actuante en el m undo
animado con el que debe relacionarse el ajustamiento general de los seres
vivos\ y más adelante, “ Una fiierza supra-
31
Prólogo

espacial y supra-temporal sostiene, m ueve y form a todo: la confor­


m idad a plan\ Estas ideas aisladas, en esta época, conducen casi
inmediatamente al descrédito. Pero lo cierto es que no se trata aquí
de proposiciones científicas o postulados metafísicos sino de
cuestiones de carácter ético-político y metodológico que, por lo
demás, laten en nuestra época como problemática ecológica.
Ecologista sin ONG, Uexküll decide transmitir su visión holís-
tica de la naturaleza y del mundo biológico (idea culminante de su
“dialéctica trascendental” y, por ello mismo, vinculada con el plano
ético-político) mediante la metáfora musical. La naturaleza
conforme a plan es una inmensa sinfonía en la cual las células se
ordenan rítmicamente, los órganos dibujan melodías, los sujetos
devienen tonos singulares y las relaciones traman armonías.28 ¿Y
cómo se llega a esto? Recapitulemos: la conducta animal obedece,
como vimos, tanto a una partitura genética inmanente (Bauplan)
cuanto a una capacidad relacional constructiva, enlazadas ambas
por el concepto operativo de círculo funcional. Ahora bien, los
círculos funcionales —que definen el modo de hacer mundo de cada
anim al- se intersectan, se cruzan, forman circuitos, ponen a los
vivientes en relaciones de punto y contrapunto.
¿Estas relaciones son puramente contingentes? ¿Se trata de una
“simple sinfonía de libres sonidos”? No. Uexküll señala que todo
animal adviene al mundo dotado de ciertas predisposicio­ nes
genéticas y, entre ellas, hay “genes complementarios”. De este
modo, se explicaría el hecho de que el abejorro y la flor, o la abeja y
la orquídea (es decir, seres cuyo origen en nada se

Sobre la metáfora musical en Uexküll, véase: Buchanan, B., Onto-ethologies:


The animal environments o f Uexküll Heidegger,; Merleau-Ponty and Deleuze, State
University of New York Press, Albany, 2009, pp. 26 -27i Heredia, JM , ‘'Deleuze, von
Uexküll y da naturaleza como música’” en A-parte Rei —Revista de Filosofa,
Nro. 75, Madrid, 2011.

32
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

parece y cuyo desarrollo se da en distintos espacio-tiempos),


conjuguen sus círculos funcionales y desplieguen relaciones de
punto y contrapunto. Ambos seres poseerían genes complemen­
tarios y ello los predispondría a entablar relaciones funcionales
entre sí y a realizar la “conformidad a plan” de la naturaleza. Es esta
complementariedad la que explica que vivientes de especies diversas
entren en relaciones de lucha pero también de simbio­ sis y
asociación, relaciones éstas que la teoría de la adaptación darwinista
difícilmente puede explicar. Son dichas relaciones de co-
funcionamiento las que permiten a Uexküll, entre otras cosas,
postular la noción de “conformidad a plan” de la naturaleza como
idea de la razón.
¿Estas relaciones son puramente necesarias? ¿La misma com­
posición musical se repite una y otra vez? No. La Naturaleza no se
ciñe a una partitura única, no canta siempre la misma canción
porque, si bien la estructura de cada especie persiste, las relaciones
tonales, melódicas y rítmicas que entablan entre sí los vivientes son
fluidas e irreversibles. La canción nunca termina, se prolonga
indefinidamente renovándose a sí misma y produciendo nuevas
notas en la relación activa que los vivientes entablan entre sí y con
sus mundos: “Lo que une a todas las relaciones existentes en un cam bio
continuo pero reglado es la conform idad a plan. El medio para que esta
pueda imponerse lo constituyen los impulsos genéticos, actuantes en
elprotoplasma. Pero lo prim ario es la relación. ”29

Juan Manuel Heredia

29 Uexküll,}., carta séptima de la presente edición.

33
Jakob Johann von Uexküli
Cartas biológicas a una dama
Jakob Johann von Uexküll
Cartas biológicas a una dama
Dedicado a mi esposa
Gudrun Gräfin von Schwerin-Schwerinsburg.
Carta primera
(Sonidos)

El mundo que nos rodea está colmado de variadísimos objetos y


nos parece lo más natural ir directamente a su encuentro cuan­ do
queremos experimentar algo de ellos. Mordemos la manzana para
experimentar si es dulce; nos sentamos sobre la silla para
experimentar si e$ cómoda; y abrimos el libro para experimentar
qué hay en su interior. A diario, ampliamos nuestro conocimiento
sobre los objetos por medio de nuevas experiencias y, por ello,
concluimos con certeza que sin experiencia no sabríamos nada
sobre ellos.
A partir de esta convicción, las así llamadas ciencias empíri­ cas, a
las que pertenecen las ciencias naturales, se han abocado a
investigar los objetos de la naturaleza que nos rodean. Quienes las
fomentan no tienen dudas de que están por el buen camino,
cuando, con todos los medios de observación y experimentación,
37
Carta primera

se enfrentan a los enigmas que nos plantea descubrir la naturaleza


en los objetos. Con ayuda de una experiencia cada vez más amplia
y refinada, tienen la esperanza de llegar a resolver algún día el
enigma del universo. La solución consistirá en el descubrimien­ to
de las leyes superiores de la naturaleza, de las que dependen todos
los objetos de la naturaleza y, en último término, nosotros mismos
en tanto objetos de la naturaleza.
No solo las transformaciones sensiblemente perceptibles en
nuestro cuerpo, sino también los sentidos en sí —nuestros
pensamientos y sentimientos—es lo que anhelan investigar los
naturalistas a través de un conocimiento más profundo de nuestro
cerebro y de los procesos químicos y físicos que se producen en él.
Con ello, también esperan poder demostrar que dependen de las
pocas leyes naturales dilucidadas.
A todo este ímpetu arrollador de las ciencias naturales, que
afirmaron poder comprender el mundo en su totalidad con las leyes
naturales concebidas a partir de la experiencia, Kant le puso un
coto hace ciento cincuenta años al plantear la pregunta: “¿Cómo es
que se da una experiencia?”.
Kant mostró con genialidad incomparable que a cada expe­
riencia que realizamos debemos aportar precondiciones que la
hacen posible. Logró encontrar ciertas leyes de nuestro ánimo
[Gemüt]1que preceden cada experiencia y que son mucho más

1 La traducción del térm ino “G em üt” tiene una tradición extensa y


problemática. En Cartas biológicas a una dam a, Uexküll lo emplea para remitir al uso
que le da Kant cuando reflexiona sobre las condiciones de conocimiento. Por ello,
traducciones posibles como las de “alma” y “espíritu” quedan descartadas por su no
pertinencia conceptual, además de que ambos términos remiten a otros muy
específicos como “Seele” y “Geist” respectivamente. Así, la decisión de traducir
“Gemüt” por “ánimo” está vinculada a su arraigo en ia obra kantiana, en particular la
Crítica d e la razón pura (1781) en la que se expone la idea de una
38
(Sonidos)

importantes y más fundamentales que todas las leyes naturales


formuladas por los naturalistas.
Han pasado ciento cincuenta años. Los pensamientos de Kant
influyeron en el estudio de la naturaleza en reiteradas ocasiones. Al
margen de este estudio, esos pensamientos se han ido amon­
tonando como un cuerpo extraño que resiste a la mentalidad
general de la época. Los célebres descubrimientos de la química y la
física parecían darles la razón a los que esperaban alcanzar el
conocimiento del mundo exclusivamente a través de la expe-riencia
externa a los objetos.
Con la aparición del darwinismo, se fortaleció la convicción
generalizada de que las leyes de la vida son solo variantes de las
leyes físico-químicas, y la vida misma se explicó por medio de un
proceso quimiomecánico.
En oposición a esta creencia ingenua sobre la fuerza redentora
de la experiencia externa, se ha desarrollado en las últimas décadas

filosofía trascendental. En elk; Kant afirma básicamente que, aunque nuestro


conocimiento comience con la experiencia, son los objetos los que se ajustan a la
constitución de las facultades del sujeto (KrV, BXVI1). La reflexión trascendental es
entendida aquí como una investigación sobre la naturaleza del “Gemüt” humano
y los rendimientos que le son constitutivos. De hecho, a cada una de las críticas
kantianas le corresponde el análisis de alguna de las facultades constitutivas de
“Gemüt”. Nos referimos a la “facultad de conocer” {Erkenntnisvermögen), la
“facultad apetitiva” {Begeknmgsvermögeii) >el “sentimiento de placer y displacer”
{Gefiihl der Lust und Unlust). Al proporcionar el equivalente latino de “Gemüt”,
Kant elije animus. De la misma manera, el traductor al latín F. G. Born, cuya versión
fue publicada en cuatro volúmenes entre 1796 y 1798, también toma este término. No
obstante, las versiones castellanas de Crítica de la razón pura (1781) han elegido
distintas traducciones para * Gemüt™, tales como ‘espíritu ' (Perojo), “alma”
(García Morente), “psiquismo” (Ribas), “mente” o “ánimo” (Caimi). De acuerdo
con la rigurosa edición realizada por Caimi, “Gemüt” puede ser traducido tanto por
“mente” o como por “ánimo”. Para un análisis más detallado sobre este tema, ver
Mambrú, A. (2013) “Dificultades en la traducción de Gemüt y sus variantes en
español”, Revista de historia de la traducción 7. (N. deT.)
39
Carta primera

la biología moderna que remite a los fundamentos de Kant y que


ante todo promueve la investigación de las condiciones de toda
experiencia.
A cada experiencia le corresponde un sujeto que la realice y un
objeto con el que esta experiencia sea realizada. La negación del
sujeto por parte de las ciencias empíricas las ha hecho incurrir,
como expliqué, en errores cada vez más profundos de los que nun­
ca consiguen librarse. Pues el conocimiento del sujeto es mucho
más importante que el conocimiento del objeto, a no ser que se
admita que el objeto como tal se convierte en el sujeto. Pero no se
trata de eso. Las relaciones entre objeto y sujeto se basan siempre
en efectos que parten del objeto y se encuentran con los órganos
sensoriales del sujeto. En los órganos sensoriales, los efectos, sean
químicos o físicos, se transforman en excitaciones nerviosas.
Los órganos sensoriales de todo ser vivo, que en tanto sujeto se
enfrenta a un objeto, son apropiados para recibir un grupo muy
determinado de efectos, que llamamos 'estímulos”. Las propiedades
del objeto que emiten estímulos se llaman caracte­ rísticas
[Merkmale]. Desde un principio se supo que, cuando se le presenta
un mismo objeto a dos sujetos que poseen distintos órganos
sensoriales, las propiedades del objeto que actúan como
características deben ser distintas para cada uno de los sujetos. Por
lo tanto, las experiencias de ambos, aunque se refieran al mismo
objeto, necesariamente se contradicen, porque el objeto posee
distintas propiedades para cada sujeto.
La función de los órganos sensoriales consiste en poner al
alcance del sujeto un mayor o un menor grupo de estímulos del
mundo exterior, pero también en opacar todos los efectos
restantes. El acceso al sujeto de los estímulos no es directo, sino
que está mediado por excitaciones nerviosas. La excitación con­
tinúa siendo un proceso ínexplicado, pero parece ser el mismo
40
(Sonidos)

en todos los nervios. En consecuencia, todos los estímulos, por


más distintos que sean, son transformados en el mismo proceso
fisiológico. Las diferencias que existen entre los estímulos pueden
ser captadas en la medida en que provocan la misma excitación en
distintos nervios. Los nervios aislados conducen la excitación a
distintos centros, principalmente a las células ganglionares. Al
conjunto de nervios y al centro se lo llama, conjuntamente, persona
nerviosa.
Las personas nerviosas de órganos sensoriales tienen multiples
conexiones con las personas nerviosas de los órganos efectores,
músculos y glándulas. Estas conexiones conforman el aparato
conductor del cuerpo en todos los animales.
A través de esta disposición, se consigue inducir el mecanismo
corporal a acciones diversas. Se habla entonces de reflejos o accio­
nes reflejas. Arco reflejo se llama al conjunto del aparato sensorial +
el aparato conductor + el efector, que se activa con un reflejo.
Distintas características pueden provocar distintos reflejos.
Distintos sujetos podrán desempeñar distintas acciones aplicadas
tanto a características diferentes, -accesibles a ellos por medio de
diferentes estímulos—como a características iguales —accesibles a
ellos por medio de estímulos iguales—, puesto que, además de los
distintos órganos sensoriales, pueden albergar distintos órganos
conductores, incluso cuando los órganos efectores sean los mismos.
Si nosotros mismos somos los sujetos que enfrentamos al
objeto, también respondemos en casos particulares con reflejos,
como cuando un cuerpo se acerca de repente a nuestros ojos y
parpadeamos. Pero, en general, respondemos al estímulo que se
encuentra con nuestros órganos sensoriales con una sensación.
Si, por ejemplo, una vibración del aire con una determinada
longitud alcanza nuestros oídos y transforma el estímulo en una
41
Carta primera

excitación nerviosa que llega a su vez hasta el cerebro de la per­


sona nerviosa, tenemos una sensación sonora mu y determinada.
Todo este proceso es una experiencia. ¿Qué de esto le pertenece al
objeto y qué al sujeto? Evidentemente, solo la vibración del aire le
pertenece al objeto que la produce. Pero para devenir ex­ periencia
debe estar disponible el oído del sujeto con su aparato nervioso y
su posibilidad sensorial, de lo contrario el proceso se reduciría, en
el mejor de los casos, a un reflejo.
Nosotros nos apartamos de la sensación sonora y la conside­
ramos como una cualidad del objeto que para nosotros se con­
virtió en característica. Por ello, la posibilidad de experimentar un
sonido está ligada tanto a la actividad fisiológica del cuerpo como a
la actividad psicológica del ánimo de nuestro sujeto.
Los procesos corporales se pueden representar fácilmente (ver
imagen 1). Desde una campana, en tanto objeto, se propaga la
vibración del aire que, para nuestro oído, poseedor de un arpa
resonante, se transforma en la excitación nerviosa de una perso­ na
nerviosa determinada. Por ello, este aparato tan importante
también puede ser llamado resonador o transform ador. Pero la

Aire
IMAGEN 1

42
(Sonidos)

excitación de la persona nerviosa debe ser acompañada por una


sensación sonora, de lo contrario solo hay cambios físicos en el
mundo exterior y procesos fisiológicos en nuestro cuerpo; pero no
sonidos.
Para la experiencia sonora se requiere, ante todo, la sensa­ ción
sonora. Esta debe existir ya en el sujeto, incluso de forma latente,
antes de que la experiencia ocurra. Sólo así posibilita la experiencia.

Si intentamos representarnos una sensación sonora, nos


convenceremos de que dicha sensación es aquello que acos­
tumbramos a llamar un elemento. Puede ser más fuerte o más débil,
es decir, puede cambiar su intensidad. Pero su cualidad es algo
totalmente inmutable e indivisible. Tampoco puede decirse mucho
más sobre esto. Si hacemos dos sonidos, no sólo obten­ dremos
dos sensaciones separadas que nada tienen que ver una con la otra,
sino que también sabremos inmediatamente que un sonido es más
alto que el otro; esto quiere decir que colocamos ambas sensaciones
en relaciones regulares. Pero estas relaciones se tornan muy
estrechas, en cuanto los sonidos consuenan o crean una disonancia.
Siempre que aparezcan nuevos sonidos, las co­ nexiones serán más
ricas y nos sorprenderemos al reconocer que todas estas
sensaciones elementales, que participan de algo tan independiente,
pertenecen a una especie de comunidad o paren­ tela que las
comprende y las somete a leyes bien determinadas.
Las leyes de afinidad que relacionan las sensaciones sonoras entre
sí están totalmente fuera del espacio. De esta manera, la tríada es
una estructura regular, pero los tres sonidos de los que se compone
no están uno al lado del otro, a pesar de poder ser diferenciados
entre sí.
La distinción de los sonidos en altos y bajos es solo un recur­ so
provisional para tener una idea de sus relaciones regulares.
43
Carta primera

Asimismo, la gradación de los sonidos en una escala no es otra


cosa que un intento por encontrar una expresión para el orden
conocido de las leyes de afinidad, una expresión que nos pro­
porcione una visión general de estas relaciones que se dan en su
totalidad fuera del espacio.
Se puede ir más allá y transformar la escala en una escalera en la
que cada tramo comprende ocho escalones. De esta manera,
ilustramos la ley de las octavas. Al traducir espacialmente las leyes
de las sensaciones, sensaciones completamente ajenas al espacio, no
debemos convencernos de que es posible atribuir estas leyes a
disposiciones espaciales en el mundo corpóreo de nuestro cere' bro.
El ánimo con sus numerosas sensaciones que se someten a un
orden establecido prescinde de todo tipo de expansión y solo
nuestra torpeza para superar ese orden sin la intuición común de
espacio nos conduce a hablar de un organismo anímico.
Una parte de la organización anímica se constituye con la
organización de las sensaciones sonoras que traemos con ante­
rioridad en cada experiencia sonora. Esta organización ya existe
antes de toda experiencia. No puede deducirse de la disposición en
la que están las personas nerviosas, porque estas personas en tanto
estructuras corpóreas solo pueden poseer una disposición en el
espacio. De la misma manera, tampoco pueden deducirse de las
formaciones espaciales del oído interno, que se parecen, de hecho,
a una escalera cuyos escalones se vuelven cada vez más angostos.

Por último, las leyes de las vibraciones aéreas en el espacio


tampoco están en condiciones de influir en la organización aní­
mica. Aquí también se han buscado analogías, con la esperanza de
someter la ley del ánimo a una ley natural. Pero una mayor o menor
regularidad de las vibraciones del aire no puede ser considerada la
causa de la consonancia o disonancia, porque la
44
(Sonidos)

excitación de las personas nerviosas, incluso con estimulación


directa en los nervios auditivos, provoca en nosotros los mismos
sonidos con las mismas leyes sonoras sin que intervengan ni las
vibraciones aéreas ni la escalera del oído interno.
En cada experiencia sonora, los sujetos traen consigo una
organización anímica ajena al espacio. Esta organización llena el
mundo de sonidos tan pronto como los estímulos apropiados
despiertan la excitación nerviosa en el órgano sensorial del oído.
Los estímulos sonoros tienen sus propias leyes, que dependen de las
propiedades físicas del aire. Las excitaciones sonoras tienen sus
propias leyes, que dependen de las propiedades fisiológicas de los
órganos sensoriales y de las personas nerviosas. Y las sensaciones
sonoras tienen sus propias leyes, que dependen de las propiedades
psicológicas del ánimo.

45
Carta segunda
(Colores)

Al llegar al oído interno, las grandes vibraciones aéreas se en­


cuentran con un arpa que tiene numerosas cuerdas, de modo que
pueden resonar cientos de vibraciones distintas. Ante la retina del
ojo, las más pequeñas vibraciones del éter se encuentran con
numerosas, pequeñísimas arpas, de las que cada una resuena con
pureza a cuatro vibraciones [los colores primarios].
La imagen 2 reproduce esa arpa que debemos imaginarnos en
cada terminación de la retina. Las cuatro cuerdas del arpa tienen
también la función de transformar en excitación nerviosa las vi­
braciones por las que resuenan. Por eso, cada cuerda resuena no
solo por una vibración, sino también por las vibraciones vecinas. A
la excitación de una de las personas nerviosas la acompaña una
sensación del color. En este sentido, habría que suponer la
existencia de solo cuatro colores: rojo, amarillo, verde y azul. Pero
47
Carta segunda

se agregan dos sensaciones más, que no nacen de determinados


estímulos vibratorios: el blanco y el negro. Se ha comprobado que la
sensación del blanco se da cuando actúan simultáneamente los
transformadores del verde y rojo o los del amarillo y el azul.1

[MAGEN 2

En consecuencia, es preciso vincular a las personas nerviosas del


blanco con el entrecruzamiento nervioso de las personas nerviosas
“complementarias”, azul-amarillo y verde-rojo. De esta manera, se
indica que en el caso de que ambas excitaciones

1 Aquí, Uexküll hace referencia a las investigaciones del fisiólogo alemán Ewald
Hering (1834 -1918) quien en 1892 propone, contra la teoría tricromática de Thomas
Young y Hermann von Helmholtz, su teoría de los colores oponentes y con ella la
inclusión del amarillo en la paleta de colores primarios. Según esta teoría, la
recepción fisiológica y nerviosa dei color se organiza en torno a tres pares oponentes
(rojo-verde, amarillo-azul, blanco-negro) y la sensación de color resultante depende
de la intensidad del estímulo de cada miembro de un par. En este sentido, cuando la
excitación del rojo y del verde (o del amarillo y del azul) afecta a los receptores
nerviosos de modo simétrico y equivalente, la sensación de color resultante tiende al
blanco, (N. de). M. H.)
48
(Colores)

nerviosas lleguen al cruce al mismo tiempo estarían tomando un


tercer camino.
Llegué a demostrar que en los erizos de mar la afección por la
sombra depende de un aparato nervioso que conserva la excita­
ción durante la exposición a la luz y que luego la libera cuando se
acaba dicha exposición. Debe aceptarse entonces que la persona
nerviosa para el negro se sustenta a partir de dicha memoria para la
excitación. Pues la sensación negro se produce solo cuando no hay
exposición a la luz.
En el oído no tenemos una formación análoga, ya que, si cesan
las ondas aéreas, no se genera ningún sonido.
El resonante que está integrado a los conos de la retina, más las
seis personas nerviosas anexadas a él, podría provocar, al parecer,
solo seis sensaciones de color. Pero esto se contrapone al hecho de
que nosotros percibimos muchos colores. ¿Cómo se resuelve esta
contradicción?
Me remito a lo que dije acerca de la tríada de acordes. En estos
acordes también se origina una sensación nueva que no siempre
puede atribuirse a sus tres componentes. Esto vale tam­ bién para
los colores. Todos los colores, excepto los seis colores
fundamentales antes mencionados, son bien una tríada o bien
acordes bitonales a partir de los que siempre se puede recuperar los
colores fundamentales que los componen. Eso no sería posible si
existieran personas nerviosas específicas páralos colores mixtos.
Así, para nosotros es completamente imposible diferenciar si el
blanco se compone de la combinación amarillo-azul, rojo-verde o
de los cuatro colores.
Podemos concluir entonces que el origen [Entstehung] de los
colores mixtos es obra de nuestra organización anímica y no, como
el blanco, obra de nuestro cuerpo, cuya producción por mezcla
permanece oculta a nuestro ánimo.
49
Carta segunda

Cuando se habla de una escala de colores y se la equipara a la de


los sonidos, no debe olvidarse que son cosas muy distintas. Si se
toman los sonidos particulares como escalones de la escala de
sonidos, la escala de colores
Ne^ro
solo tendría seis escalones. Si
se quiere incluir todos los co­
lores mixtos, se puede hablar
de una escala solo en un acor­
de bitonal, indicando como
escalones, por ejemplo, todos
los colores mixtos del azul al
rojo. De ello se deduce que
todos esos escalones se com­
ponen tanto del rojo como
del azul, pero que aumenta
la intensidad de uno de los
colores fundamentales, en IMAGEN3
tanto que la intensidad del
otro color decrece.
Ahora bien, los acordes bitonales puros se dan en muy raras
ocasiones. Por lo general, son tríadas en las que participan el blanco
o el negro. Para visualizar estas intrincadas relaciones, debe tomarse
un octaedro y, tal como aparece en la imagen 3, pintar los seis
vértices con los seis colores fundamentales, y de cada vértice pintar
con intensidad decreciente el color fundamental hasta la mitad del
octaedro que le corresponde. Luego, habrá colores puros en los
vértices, acordes bitonales en los cantos y tríadas en las superficies.
Faltan en el octaedro los dos acordes del blanco y el negro, que
caracterizamos con gris. Se pueden representar a través de una
diagonal que va del vértice negro al vértice blanco. No hay otras
diagonales, porque tanto el rojo y
50
(Colores)

el verde como el azul y el amarillo se mezclan, como sabemos,


hasta conformar el blanco.
El octaedro brinda una buena imagen de las relaciones de
afinidad de los colores entre sí, y por eso también representa las
relaciones de afinidad de las sensaciones de color. Pero no refleja
las relaciones de los colores como propiedades de los objetos, ya
que dichas relaciones se constituyen tanto por medio de las leyes
fisiológicas de las excitaciones en las personas nerviosas como por
medio de las leyes físicas de la interferencia y de la refracción de las
ondas etéreas.
Todo esto pone en evidencia el complejo problema que sub­
yace a la experiencia más simple de color. No basta con tener
conocimiento sobre las relaciones de afinidad de las sensaciones de
color, tal como lo muestra el octaedro de colores. Junto con este
factor psicológico, también hay que considerar el factor fisiológico
del aparato óptico y nervioso de nuestro órgano sensorial. Pues este
crea las leyes de los efectos de contraste y complementariedad de
los colores. No forma solamente los pares de colores
complementarios al blanco, sino que también aumenta el efecto de
los colores complementarios cuando aparecen juntos o de manera
sucesiva.
Por último, entra en juego el factor físico, que constituye por sí
solo una ciencia que se ocupa de las leyes de las ondas etéreas.
Cuando un sujeto se topa con un objeto que emite ondas
etéreas, lleva consigo sus sujeciones fisiológicas y psicológicas,
porque tiene una organización corporal y anímica propia. El sujeto
recibe estímulos a los que responde con sensaciones de color.
Proyecta sensaciones de color hacia el exterior y reviste el objeto
con propiedades de color. No son solo objetos coloridos, sino
también blancos, grises y negros, a pesar de que no existan ondas
etéreas para colores negros y grises.
51
Carta segunda

Por ello, la precondición para la presencia de colores en el


mundo exterior es solamente el ánimo del sujeto. Sin su organi­
zación anímica, habría movimientos físicos y procesos nerviosos
fisiológicos, pero no colores.
Así también la organización anímica es la precondición de toda
experiencia. Incluso en las intervenciones quirúrgicas del sistema
nervioso ocular, cuando se suprimen los aparatos nerviosos y
ópticos de la retina, la organización anímica permanece intacta.
Como solo experimentamos algo por medio de nuestra organi­
zación anímica cuando está activo, no se puede resolver la cues­
tión de si la ceguera de colores es un defecto de la organización
fisiológica o anímica. Uno puede imaginarse perfectamente que la
organización del ánimo de un hombre contiene las sensaciones
para el rojo y el verde, pero que nunca son despertadas porque se
atrofiaron las personas nerviosas correspondientes.
Sólo a partir de la errónea doctrina de los materialistas de que las
sensaciones son funciones de las células cerebrales, dicha cues­ tión
pudo definirse parcialmente. Todas las células cerebrales son
estructuras corpóreas y solo pueden activarse corporalmente en un
tiempo y espacio según la ley de causa y efecto. Sin embargo, las
sensaciones son incorpóreas. Cómo podemos pensar sus relaciones
con las células cerebrales es sobre lo que trataremos más adelante.
Ante todo, queremos dejar establecido que las sensaciones de
color con su organización ya existen en nuestro ánimo an­ tes de
cualquier experiencia, solo se necesita de una situación externa para
entrar en actividad, actividad que se manifiesta en que dichas
sensaciones se vuelven conscientes. Solo entonces el mundo
exterior se adorna con colores que no son otra cosa más que
sensaciones proyectadas por nosotros. Estos colores, luego, se
convierten para nosotros en características del mundo exterior. La
organización del aparato ocular y nervioso en su
52
(Colores)

conjunto solo sirve para llamar a nuestras sensaciones cuando es


necesario conservar para nuestra vida las características más seguras
del mundo exterior. Esto explica que la falta de estímulo luminoso
actúa como un estímulo especial, no así la falta de estímulo sonoro.
Una sombra cada vez más cercana es siempre una característica
para un movimiento en el mundo exterior, pero no ocurre lo
mismo con un silencio.
Lo dicho sobre las sensaciones sonoras y de colores, en tér­
minos generales, también vale para el resto de las sensaciones. Por
doquier podemos constatar sensaciones individuales que están
conectadas entre sí a través de una organización anímica. Cuando
ocurre una experiencia, siempre hay sensaciones y una
organización. Siempre le dan el contenido a la experiencia. Pues se
trata a las sensaciones como propiedades de los objetos y se las
proyecta hacia afuera.
Las sensaciones olfativas han sido clasificadas recientemente, y
su organización se puede ver a través de un prisma. Para las
sensaciones de lo agrio, dulce, amargo y salado todavía no se
estableció un esquema de sus relaciones. Las sensaciones de tem­
peratura se miden en una escala de tres: cálido, templado y frío. Es
interesante que en nuestra piel haya solo dos transformadores para
los estímulos de temperatura. Uno está conectado con las personas
nerviosas que generan la sensación “calor’ y el otro con las
personas nerviosas que generan la sensación “frío”. Cuando ambos
transformadores se activan al mismo tiempo, producen las
excitaciones que llegan a las personas nerviosas para “lo caliente”.
Las sensaciones táctiles se basan solo en dos grandes sensacio­
nes, “duro” y “blando”, y en algunas sensaciones mixtas que se
combinan en una escala sencilla.
Se ha dicho que los cinco sentidos son los cinco dedos con los
que el ánimo toca el mundo exterior. Sería mejor comparar los
53
Carta segunda

sentidos con otras manos y que cada una de ellas tenga una mayor
o menor cantidad de dedos según las sensaciones fundamentales de
cada sentido. El trabajo conjunto de muchos dedos sensoriales
produciría un acorde bitonal, una tríada o sensaciones mixtas.
Pero todos los intentos por explicar en cosas corporales las
prestaciones [Leistung] de nuestras sensaciones nunca deben
inducirnos a que le atribuyamos relaciones espaciales a las sensa­
ciones. Las relaciones son completamente ajenas al espacio y su
dependencia conforme a una ley [gesetzmäßig] es una mera regla.
Dicha regla expresa más que la existencia de cierta semejanza y
determina también su actividad común.

54
Carta tercera
(Tiempo)

Las sensaciones sensoriales ofrecen, como hemos visto, el


material para toda experiencia. Ver, oír, sentir, oler y gustar des­
criben los cinco círculos sensoriales [Sinneskreis] a los que debe
agregarse el círculo de calor de las sensaciones de temperatura.
Cada círculo sensorial consta de un mayor o menor número de
sensaciones que se diferencian según el tipo (cualidad) y la fuerza
(intensidad). Las sensaciones sonoras se distinguen unas de otras
por medio de su tipo o cualidad. Además, cada sonido se presenta
con una fuerza e intensidad distinta. La afinidad de los sonidos no
se ve influenciada por su intensidad, aunque no ocurre lo mismo
con los otros sentidos. Los colores mixtos forman una tríada que
puede determinarse fácilmente en el octaedro de colores. Por
ejemplo, el marrón es una tríada compuesta de negro, amarillo
55
Carta tercera

y rojo. Los distintos colores del marrón se diferencian según la


fuerza de sus tres componentes.
Algo similar ocurre con los acordes bitonales del sentido de la
temperatura. Así, lo tibio se forma a partir de los componentes
calor y frío, que pueden aparecer en distinta intensidad.
Las sensaciones que se encuentran entre lo blando y lo duro
están determinadas a través de la diferente intensidad de estas
sensaciones básicas.
También podemos afirmar la misma influencia de la inten­ sidad
en las sensaciones olfativas y gustativas. La intensidad es
importante, entonces, en todos los canales sensoriales.
No obstante, hay sensaciones que solo conocen cualidad pero
ninguna intensidad. Estas sensaciones nunca aparecen de manera
independiente, sino solo en relación con una o más sensaciones de
los mencionados círculos sensoriales. Tampoco funcionan como
elementos del contenido de la experiencia, sino solo para ordenar
las sensaciones que se dan en ella. Estas sensaciones de­ terminan el
lugar, la orientación y el m om ento de la experiencia. Para
diferenciarlas de las sensaciones de contenido, se las puede reconocer
como sensaciones de orden. Las sensaciones de lugar, de dirección y de
momento no tienen grados de intensidad. La sensación azul,
proyectada a un lugar, no puede estar proyectada con una mayor o
menor intensidad a ese lugar. Tampoco puede estar dirigida con
mayor o menor intensidad a una dirección ni aparecer con mayor o
menor intensidad en un momento.
En el nivel más básico, se encuentran las relaciones de las
sensaciones de momento. Dichas sensaciones constan de una sola
cualidad que se repite de manera constante. La repetición
ininterrumpida de la misma sensación del momento produce la ley
de afinidad, ley que asocia los momentos a una organización que
llamamos tiem po. Cada sensación de contenido, donde sea
56
(T iem po )

que aparezca, siempre se asociará a una sensación de momento que


fija el punto en la serie temporal en la que se ordena dicha
sensación. Cada momento vivenciado se diferencia de ios otros
momentos únicamente por el sentimiento de la vivencia hecha, del
mismo modo que cualquier sensación se constituye por me­ dio de
ese sentimiento ante cada repetición de dicha vivencia.
Las sensaciones de contenido se ordenan en forma unívoca por
medio de signos temporales de momentos y se las incorpora a la
serie temporal, ya que todos los momentos tienen un “antes” y un
“después” gracias a su manera de asociarse conforme a una ley.
El tiempo como ley de afinidad de momentos precede nece­
sariamente a cada experiencia, experiencia que consta de signos
temporales con sensaciones de contenido. Como el tiempo forma
una cadena irrompible, perdura en la conciencia del sujeto cuan­ do
vivencia un momento particular, momento que se asocia a su antes
y a su después, a su pasado y a su futuro. De esta manera, a
diferencia de las reglas de afinidad de los círculos sensoriales
respecto a las sensaciones de contenido, el tiempo se proyecta en el
mundo exterior con los momentos particulares como un todo y
forma uno de los pilares de nuestro mundo. El tiempo nos permite
secuenciar y desplegar en serie nuestras sensaciones de contenido
que, de otro modo, coincidirían.
Si recordamos la comparación que representaba los cinco
círculos sensoriales como los cinco dedos de nuestras manos, el
tiempo nos permite utilizar los cinco dedos sucesivamente. Y si
comparamos los círculos sensoriales con manos con muchos
dedos, el tiempo nos da la posibilidad de que las sensaciones
funcionen en forma sucesiva e independiente unas de las otras.
El tiempo separa las experiencias unas de otras y por ello se
convierte en el fundamento de toda nuestra experiencia vital. No
sorprende que, al igual que el contenido de las experiencias, el
57
Carta tercera

tiempo se proyecte en el mundo exterior que, por ello, se forma


como una sucesión constante de variables en la que cada suceso se
une con seguridad con uno pasado y con uno futuro.
Sin tiempo tampoco sería posible el concepto de realidad, que
indica las causas que preceden y los efectos que siguen.
Por el uso impreciso de la lengua, que muchas veces emplea la
palabra realidad [Wirklichkeit] por la de existencia [Dasein],
estamos inducidos a designar como irreales todas las formas de
existencia que no se sometan a la ley de causa y efecto y, con ello,
negarles su condición de existentes. En verdad, la ley de causa y
efecto se refiere solo a los sucesos ligados unos con otros en forma
inmediata a través del antes y el después de la secuencia temporal.
En dicha secuencia temporal hay ciertas conjunciones que
denominamos ritm o y cuya existencia ya conocemos en las
sensaciones sonoras. Llamamos m elodía a los sonidos asociados
rítmicamente que conforman una unidad. En cada melodía se
acentúan solo determinados momentos que están separados por
una secuencia más corta o más larga de momentos no acentuados.
De ello surgen formas que deben su estructura únicamente al
tiempo, en el que se expanden como superficies en el espacio.
Las melodías deben su existencia solo a nuestra organización
anímica. No se presentan en el mundo exterior. El sujeto las forma
con ayuda de sus sensaciones sonoras y signos temporales y puede
transmitirlas al mundo exterior produciendo sonidos conjugados y
estructurados rítmicamente. No obstante, sin un segundo sujeto
que pueda reproducirla por su cuenta, la melodía queda sin efecto
en el mundo exterior. Sin espacio y sin cuerpo, esta estructura
formada según el tiempo no podría actuar sobre las formas
corporales del mundo exterior. Los cuerpos actúan unos sobre
otros según la ley de causa y efecto. Pero la melodía se sustrae a esa
ley, porque está formada según la ley del tiempo.
58
(Tiempo)

Existen estructuras corporales» como nuestras cajas de mú­ sica,


que pueden producir melodías. Pero esta capacidad de las cajas de
música fue condicionada por el artesano que la fabricó y que ya
tenía formada la melodía en su organización anímica antes de
construir la caja de música. Por lo general, el artesano procede de la
siguiente manera: primero construye un cilindro giratorio al que
rota de manera uniforme por el movimiento de unos muelles y
luego le coloca unas púas que hacen sonar una serie de lengüetas
vibratorias, Gracias a la disposición de estas púas, el artesano puede
hacer que suenen las distintas lengüetas en cualquier serie. De esta
manera, elige una disposición tai que, al rotar el cilindro, la
secuencia de púas se corresponda con la secuencia temporal de su
melodía. El artesano usa así la ley de causa y efecto que hace que las
púas toquen las lengüetas en determinados intervalos. Los
intervalos espaciales que hay en el cilindro entre las púas se utilizan
para generar los intervalos temporales cuando rota el cilindro.

De esta manera, el artesano materializa la estructura temporal de


la melodía en la estructura espacial de la caja de música. En la caja
de música todo sigue leyes mecánicas, excepto la disposición de las
púas en el cilindro giratorio, que debe su existencia a las leyes
temporales en el ánimo del artesano.
A menudo, se intenta fijar en el cerebro humano estructuras
similares a las de la caja de música. Por ahora no se ha logrado.
Pero incluso si se lograra demostrar que el protoplasma morfo'
genético es capaz de formar un aparato nervioso que estimule las
personas nerviosas para sensaciones sonoras en un ritmo
determinado, no por eso la melodía dejaría de ser productora del
aparato. Pues las disposiciones nerviosas, que estarían deter­
minadas a fijar los intervalos de estimulación, quedarían también
dispuestas por la melodía.
59
Carta tercera

Por lo tanto, es completamente imposible reducir las melodías a


cualquier estructura corporal, ya que estas existen gracias a la
organización anímica. Si la organización anímica de un hombre no
fuera capaz de formar melodías, se podrían producir las más bellas
secuencias de sonidos, su oído y sus personas nerviosas
reaccionarían ante dichas secuencias y se despertarían en él las
sensaciones sonoras en los intervalos justos. Sin embargo, en su
ánimo no se generarían unidades.
Por eso, es completamente inútil comenzar buscando cajas de
música en nuestro cerebro. Las formas temporales de las melodías
pertenecen únicamente al ánimo.
Si debemos desechar el supuesto de un órgano de melodías en
nuestro cerebro, eso no define todavía la cuestión de si existe un
órgano sensorial para el tiempo. Por eso, la sensación del momento
y su inserción en el tiempo es obra del ánimo, pero queda
pendiente la cuestión de cómo se despierta la sensación de
momento a través de la excitación en la persona nerviosa
correspondiente.
Como en todas las experiencias, en la experiencia temporal
debemos preguntarnos por tres factores: el físico, el fisiológico y el
psicológico.
En el mundo exterior no existe una fuente eterna que envíe
estímulos al sujeto en intervalos iguales a lo largo de toda una vida.
Sin embargo, todos los estímulos del mundo exterior vienen
acompañados de signos rítmicos de momento. Por eso, debemos ir
en busca de una fuente interna de estímulos dentro del cuerpo que
sea capaz de latir durante toda la vida como nuestro corazón. Esta
fuente representaría entonces el factor fisiológico. No podemos
pensar en un péndulo mecánico, pero sí en un proceso químico que
sea capaz de fortalecer todo estímulo interior y exterior de tal
modo que envíe ondas de excitación
60
(Tiempo)

rítmica a la persona nerviosa que haga resonar el momento. Los


momentos como sensaciones se colocan en serie sin ninguna otra
organización que la de su serie temporal. Por medio de un aparato
rítmico semejante, el sujeto sería capaz de imponer todos los
sucesos internos y externos a su propio compás. El compás de este
péndulo químico interno podría medirse en los sucesos rítmicos del
mundo exterior.
Karl Ernst von Baer! fue el primero en lograr medir la longi­ tud
del momento para los hombres. Es decir, logró establecer la
velocidad de los movimientos que se producen en el mundo
exterior y que sentimos como momentáneos. Cada movimiento por
debajo de la décima de segundo no es percibido. De ello se puede
deducir que en cada décima de segundo el órgano sen­ sorial para el
tiempo emite una excitación a la persona nerviosa para que sienta
un momento. Esas cifras solo se aplican a la vida normal. Si el
sujeto se encuentra en estado de gran excitación, los estímulos
temporales se apiñan unos a otros y ulos minutos se nos hacen
eternos55.
Tales vivencias dicen mucho sobre la existencia de un órga­ no
sensorial para el tiempo que se activa en forma potenciada,
mientras la organización anímica permanece inmutable. En cada
caso, la cantidad de momentos sucesivos repite la duración de la
vivencia. Medido de acuerdo con los sucesos del mundo exterior,
dicha duración puede ser más corta en un caso o más larga, en otro.

Estos hechos le sirvieron a Karl Ernst von Baer para pensar una
tesis muy ingeniosa. Este supone que la vida de diferentes1

1 Karl Ernst von Baer (1792 -1876). Zoólogo, naturalista y biólogo de origen
estonio-alemán. Reconocido como el fundador de la embriología moderna. (N. deJM
H)
61
Carta tercera

seres vivos contiene la misma cantidad de momentos pero de


distinta duración, de modo que algunas veces duran centésimas de
segundos y otras veces horas. Ahora bien, hay animales que viven
solo un año y otros apenas unos días. ¿Cómo se trans­ forma la
imagen del mundo si ellos alojan en su vida la misma cantidad de
momentos que nosotros? Si estos animales tuvieran el
entendimiento humano, los viejos padres de un año, al morir en
otoño, les dirían a sus hijos que ahora les queda por delante un
largo período en sus vidas en el que deberán atravesar los horrores
del frío y la nieve. Y también les dirían que no deben perder las
esperanzas porque en la juventud ellos tuvieron que atravesar los
mismos horrores y luego llegaron tiempos mejores. Los animales
que viven solo un día les hablarían a sus hijos de ese tiempo
horroroso como una vieja leyenda. Para algunos, día y noche serían
un mes; para otros, media vida.
A estos seres vivos, todos los sucesos en el mundo les deberían
parecer extraordinariamente largos. Así, la bala que sale volando de
la pistola parecería estar suspendida en el aire. Desconocerían
también el crecimiento de los árboles, al igual que nosotros el de las
montañas.
Por otro lado, podemos pensar en seres vivos que extienden su
cantidad de momentos durante un mayor número de años. Para
ellos, las estaciones cambian como para nosotros los días. Todo
ocurriría en un tiempo más acelerado. Las hierbas brotarían de la
tierra como de una fuente y desaparecerían. Los bosques
reverdecerían, crecerían y morirían como las praderas. No se vería
el sol, solo un haz centelleante aparecería brevemente en el cielo
para darle lugar a una corta oscuridad.
B aer señala que el tiempo en el que percibimos los movimien­
tos del mundo exterior coincide con el resto de nuestras capa­
cidades. Esto se explicaría aceptando la suposición de que hay
62
(Tiempo)

un órgano sensorial para el tiempo construido según el mismo plan


que el resto de nuestros órganos.
La experiencia temporal tiene un carácter subjetivo marca­ do, al
igual que el resto de las experiencias, dado que, para la sensación
del tiempo externo, no existe un órgano que se excite rítmicamente
por estímulos externos. Por el contrario, el ritmo es creado por el
órgano interno que enmarca los estímulos del propio cuerpo. Pese
a esto, siempre se considera el tiempo como una propiedad
objetiva del mundo exterior y se le atribuye una duración eterna.

Si la ley de la organización anímica para el sentido temporal


consiste en la relación del momento con un momento anterior y un
momento posterior, estamos concibiendo que no se pueda pensar
ni un momento primero ni un momento último. Al igual que todas
las sensaciones que proyectamos, convertimos las sen­ saciones de
momento en propiedades del mundo exterior. Por ello, el mundo
parecería tener, para quien lo mire acríticamente, una duración
eterna.
La serie temporal que comprende las sensaciones de momento
como su organización es única en su tipo. Por eso, nunca habrá
más que un tiempo y todos los períodos que consideremos de­
bemos introducirlos necesariamente en ese único tiempo.
Considerando el todo, el tiempo nunca será contenido de una
experiencia, sino solo un parámetro subjetivo para cada expe-
riencia. La estructura del parámetro es para todos los hombres la
misma, ya que consta de unidades elementales idénticas que se
conectan en serie por medio de un antes y un después, como los
centímetros en un metro. Pero la unidad de cada medida temporal
es diferente entre los seres vivos. Linos miden por minutos, otros
miden por segundos.

63
Carta cuarta
(Espado)

Mientras que los signos temporales acompañan cada sensación y


la incorporan en la serie temporal, las sensaciones de lugar siempre
son solo una parte de las sensaciones de contenido. Unicamente al
tocar y al ver, somos concientes del lugar exacto en el que estamos.

Todas las otras sensaciones de contenido suelen relacionarse en


nuestra conciencia con sensaciones táctiles más o menos cla­ ras y,
a través de la mediación del sentido táctil, adquieren una referencia
más o menos precisa de su lugar.
Esto muestra un hecho significativo para nuestra organización
anímica: podemos proyectar al mismo tiempo y en el mismo lu­ gar
una sensación de cada uno de los círculos sensoriales —pero no
dos sensaciones independientes de un mismo círculo sensorial-. El
mismo lugar del mundo exterior puede ser azul, salado, duro,
65
Carta cuarta

frío y oler a rosas y producir un sonido. Pero no puede ser al


mismo tiempo azul y rojo, salado y amargo, duro y blando, frío y
caliente, oler a rosas y a heliotropo, ni producir dos sonidos. En
tanto estén proyectadas en el mismo lugar y no difieran en su
espacio, todas las sensaciones del mismo círculo sensorial se
someten a las leyes de su círculo y deben tomar posición unas
respecto de las otras. De esta manera, cuando ocupan el mismo
espacio, el rojo y el azul se convierten en violeta y dos sonidos se
convierten en un acorde.
Esto es un hecho tan cierto que se podría decir que, si dos
sensaciones aparecen en el mismo lugar al mismo tiempo, no
pertenecen al mismo círculo de afinidad.
Como se señaló, solo el sentido óptico y el táctil están
relacionados directamente con la sensación de lugar y de ellos
tomaremos más informaciones para sentir el lugar en que estamos.

El mundo exterior no nos transmite ningún estímulo espe­ cífico


de lugar. En este caso, también falta el factor físico. Por ello, en los
órganos del sentido óptico y táctil, buscaremos un factor fisiológico
que nos suministre los estímulos necesarios. Probablemente, estos
mismos órganos sensoriales son los que, cuando los estímulos
externos se transforman en excitaciones de las personas nerviosas,
desvían una parte de dicha excitación a la persona nerviosa de la
sensación de lugar.
La organización anímica para todas las sensaciones de lugar que
podrían acompañar como “signos locales” al sentido táctil o al óptico
es siempre la misma; es decir, se trata de una doble vecindad.
Mientras las sensaciones de momento o “signos tem ­ porales” se
asocian solo a un vecino para el antes y a otro para el después, los
signos locales se unen a dos pares de vecinos: “arriba y abajo5' e
“izquierda y derecha'.
66
(Espacio)

A diferencia de los signos temporales que forman una única


serie, los signos locales forman superficies, cuya forma de afinidad
es la “extensión .
Cada sensación de lugar proyectada al exterior proporciona un
lugar como propiedad. No existe un lugar sin vecinos, todo lugar
supone la existencia de vecinos a través de la ley de afini­ dad al
igual que el momento tiene los suyos. En consecuencia, la
organización anímica de las sensaciones de lugar, es decir, la
extensión, es proyectada al exterior de la misma manera que el
tiempo es proyectado como la organización anímica de las
sensaciones de momento.
Llamo a la extensión proyectada al exterior “lo extenso \ Por la
particular distribución del órgano sensorial táctil sobre toda nuestra
piel, resulta necesario que lo extenso nos rodee y envuelva.
Como la extensión forma una única superficie, lo extenso surge
de todo lo que nos rodea como la cara interna de una esfera hueca.
La organización anímica de los signos locales de la vista tam­
bién es una superficie. Proyectado hacia el exterior, está lo extenso
rodeándonos también, ya que en cualquier posición siempre
veremos delante de nosotros lo extenso.
Así, según manifiestan los signos locales de ambos sentidos,
estamos encerrados dentro de una esfera hueca compuesta por
localidades.
Para que el espacio se establezca, es necesario otro signo sen­
sorial al que pronto haré referencia.
La extensión, en tanto organización anímica de nuestros signos
locales, no se asemeja a la forma de nuestro órgano sensorial táctil
ni de nuestro órgano sensorial óptico, ya que no es otra cosa que
una superficie infinita en la que cada lugar tiene dos vecinos a
ambos lados. La piel, como soporte del órgano senso­ rial del
sentido táctil, consta de una composición de múltiples
67
Carta cuarta

superficies que se superponen unas con otras. La retina del ojo,


como soporte del sentido visual, es una envoltura semiesférica que
posee un borde en el que los transformadores no tienen ve­ cinos
en ninguno de los dos lados. No obstante, las sensaciones de lugar
generadas por la retina siempre tienen vecinos. Mientras la
superficie visual tiene sus límites, la superficie local que se proyecta
en simultáneo es ilimitada.
En todos los otros canales sensoriales, si quisiéramos tener una
idea general de las relaciones de afinidad, estamos obligados a
buscar una estructura espacial que comprenda relaciones simila­
res. Así surgió la escala de sonidos, el octaedro de colores, etc. Por
primera vez, esto no es necesario, ya que la forma de afinidad de
una superficie infinita es inmediatamente asible. Pero así como las
estructuras auxiliares espaciales nada tienen que ver con las formas
anatómicas de nuestros órganos sensoriales, la superficie infinita de
la extensión tampoco tiene relación con las formas de los órganos
sensoriales que envían excitaciones a las personas nerviosas de los
signos locales.
Entretanto, habremos avanzado lo suficiente como para notar
que, por mucho que su forma se corresponda con una forma
intuitiva de la organización anímica, un órgano corporal exis­ tente
nunca puede sustituirla. Pues las sensaciones, incluso las de lugar,
no residen como factores completamente incorpóreos en las
estructuras espaciales, lo que las separaría unas de otras en el
espacio. Las sensaciones recién aparecen cuando un proceso
fisiológico hace posible su liberación. Luego, se manifiestan
rápidamente como miembros de una organización que antes
carecía de espacio. Las sensaciones particulares devienen entonces
propiedades. Las de lugar, por su parte, se convierten en lugares,
cuya organización del ánimo, carente de espacio, se extiende con
ellas espacialmente.
68
(Espado)

Si se compara las sensaciones de contenido con dedos que le


sirven al sujeto para entrar en contacto con el mundo exterior, las
organizaciones de las sensaciones de orden les dan la posibi­ lidad
de actuar de manera individual y conjunta en un amplio espectro.
El tiempo les permitió actuar una tras otra, mientras que la
extensión les permitió actuar una junto a la otra.
Como en muchas sensaciones, la cantidad de signos locales está
ligada al número de personas nerviosas que, al producir la
excitación, resuenen en nosotros. Por ello, también es limitada la
cantidad de lugares que aparecen en lo extenso y está sujeta a
variaciones individuales.
Ernst H einrich Weber1ya demostró que existen grandes dife­
rencias en nuestra piel respecto a la precisión de las sensaciones de
lugar. Si se apoyan sobre la nuca las dos puntas de compás a una
distancia de un centímetro y, sin modificar dicha distancia, se las
desliza por la piel de la espalda hacia abajo, se irán acercando cada
vez más nuestras sensaciones y se fundirán en una. En la piel de la
espalda entran en excitación menos personas nerviosas para las
sensaciones de lugar que en otras zonas de la piel del torso, sobre
todo, en las puntas de los dedos y la lengua. Pero eso no modifica
el orden de los lugares en lo extenso.
En nuestra retina, la precisión de las sensaciones de lugar alcanza
su máximo nivel. Está sujeta a grandes variaciones individuales, lo
que se advierte mejor cuando se comparan las pinturas de distintos
artistas. Las pinturas de van Eyk y de Holbein nos llevan a un
mundo con una riqueza de lugares que,

1 Ernst Heinrich Weber (1795 -1878). Médico, psicólogo y anatomista de origen


alemán. Reconocido como uno de los fundadores de la psicología experimental. (N.
de JMH)

69
Carta cuarta

bajo ningún aspecto, pueden equipararse con el mundo del


observador común.
Si aumentan los lugares en nuestro mundo visible, tal como hizo
K arl Ernst von Baer para los momentos, o disminuyen en forma
notoria, la imagen de mundo cambia de igual manera. En un
mundo que aloje diez veces más lugares, los movimientos se darán
mucho más rápidos, porque usan el mismo tiempo para recorrer
cien posiciones en lugar de diez. Así, para determinar diez veces
más lugares en la bóveda celeste, ésta debe extenderse
proporcionalmente. El sol, que recorre en el mismo tiempo su arco
inmenso, debe hacerlo con un tiempo bastante más rápido.
De la misma manera, en un mundo empequeñecido por la falta
de lugares, la vida transcurre en un tiempo mucho más largo. El sol
podrá tomarse con calma recorrer un arco celeste más pequeño, ya
que tiene el mismo tiempo para un trecho mucho más corto.

Esto también puede emplearse para todos los movimientos. El


hecho de que haya sensaciones de lugar simples, indi visibles y
elementales que transformamos de signos locales en lugares
del mundo exterior ha sido de importancia decisiva para todo el
pensamiento de los físicos y químicos contemporáneos. Los indujo
a investigar átomos en todos los objetos estudiados, es decir, que
buscaran en ellos unidades elementales espaciales que sean
indivisibles y que no tengan forma. Pero estas unidades son solo
lugares que expresan sensaciones de lugar. Recién cuando todos los
objetos sean descompuestos en átomos, se los considera
completamente investigados. Tomamos como base de nuestro
conocimiento cósmico, incluso de manera inconciente, la organi­
zación anímica que existe de antemano en nosotros. Y con razón,
ya que no podemos indagar más profundo que la conformidad a
una ley [Gesetzmäßigkeit] dada en nuestro ánimo.
70
(Espacio)

Si queremos hacernos una idea de cómo se produce algo extenso


que consta de lugares aislados, basta con que recorde­ mos el
cosquilleo que aparece en las extremidades “dormidas”. Pues ahí
nos damos cuenta de una superficie que se compone de numerosos
lugares. Los lugares siempre están ordenados por sus relaciones de
contigüidad, pero permanecen completamente desconectados. Para
formar una superficie continua, les faltan los trechos “más
pequeños”, que fusionan por todos lados los lugares contiguos.

Para la relación de contigüidad d e4arriba y abajo” falta todavía


el vínculo que solo puede dar un “hacia arriba y hacia abajo”. De la
misma manera, para “izquierda y derecha” está el corres­ pondiente
“hacia aquí y hacia allá”. Y falta también el “paso más corto’' para
franquear el “trecho más pequeño”. Para ello, se requiere una
sensación básica especial que, en la mayoría de los casos, resuena
con tal evidencia que no se le presta atención.
Se trata, pues, de una sensación elemental de movimiento que
debemos investigar para poder completar la imagen del mundo
exterior. Pero no podremos buscarla en las sensaciones de conte­
nido antes mencionadas. Por el contrarío, debemos analizar las
sensaciones que se presentan en nuestros propios movimientos.
Esto es relativamente fácil. En todos los movimientos volun­
tarios de nuestros miembros, podemos separar las sensaciones de
movimiento de las sensaciones simultáneas de músculos y tendones
(son similares a las sensaciones táctiles). Pero el problema se
complejiza cuando nos planteamos la cuestión del factor fisiológico
que transforma los estímulos en excitaciones, excitaciones
destinadas a las personas nerviosas para las sensa­ ciones de
movimientos.
A partir de experiencias con enfermos nerviosos, se ha de­
mostrado que se trata de un órgano sensorial central que no
71
Carta cuarta

obtiene sus estímulos de los músculos y tendones periféricos, sino


directamente de los nervios motores, y lo hace antes de que sus
excitaciones lo envíen a órganos efectores. El impulso de movi­
miento que realizamos al mover nuestro brazo se convierte en
ondas de excitaciones en los nervios motores del brazo y, antes,
esas ondas emiten el estímulo para el órgano sensorial central que
produce las sensaciones de movimiento.
Los signos de movimiento están mucho más ligados con nues­
tros impulsos voluntarios que con las sensaciones musculares. Al
impulso más breve le corresponde el signo de movimiento más
pequeño. Siempre se lo orienta en alguna dirección, por lo que se
puede hablar de “sensaciones de d irección 5o “signos de dirección \ Las
sensaciones de dirección se pueden clasificar en tres pares
correspondientes: “hacia arriba y hacia abajo”, “hacia aquí y hacia
alia5y “hacia atrás y hacia adelante”. La organización anímica que
comprende a todos ellos es el “movimiento”.
Si proyectamos las sensaciones de dirección en el mundo
exterior, debemos hablar de “grados de dirección”. Los grados de
dirección más pequeños unen, como sabemos, los lugares
contiguos más próximos. Son los que transforman lo extenso en un
continuum recopilando todos los lugares en la superficie de lo
extenso.
Las relaciones de afinidad entre los signos de dirección son más
ricas que aquellas que se dan entre signos locales. Los signos locales
poseen, como vimos, una contigüidad doble, mientras que los
signos de dirección tienen una triple. Se agrega un “hacia atrás y
hacia adelante” que en lo extenso no existe. Por ello, la posibilidad
de movimiento que crean los signos de dirección es mucho mayor
que aquella que puede ofrecerles lo extenso.
Por ello, la organización anímica de los signos de dirección
proyectados al exterior no es una superficie como lo extenso, sino
72
(Espado)

el propio espacio ilimitado. Este espacio es ilimitado porque en


cada lugar, y mientras estén separados, los signos de dirección
siempre poseen una contigüidad triple gracias a su organización
anímica y pueden dirigir sus pasos en tres direcciones.
Sin embargo, es un error afirmar que nuestros ojos nos dan la
intuición de un espacio ilimitado, los mismos ojos que, además de
suministrarnos las sensaciones de contenido del sentido óptico y
los signos locales vinculados a ellas, nos proveen los signos de
dirección gracias a su delicado aparaco motor.
Recibimos los signos locales para “hacia arriba y hacia abajo” y
para “hacia aquí y hacia allá” a través de los músculos que mue­ ven
el globo ocular. Si no hubiera otros signos de dirección, el mundo
nos parecería una cavidad pintada que nos rodea y que está siempre
a la misma distancia.
Pero también están los músculos del aparato de acomodación
que se aproximan y que nos suministran los signos de dirección
para los “hacia delante” y “hacia atrás” de acuerdo con la posición
del cristalino. Por ello, ciertas partes de la gran superficie de lo
extenso se aproximan a nosotros en mayor o menor medida y sé
colocan como bastidores delante de todo el fondo universal que
parece cerrarse detrás de ellos.
Este fondo, sin embargo, no está infinitamente alejado de
nosotros, sino que se nos aparece como una proximidad comple­
tamente finita. Se estima que el horizonte está entre cuatro a seis
horas a pie y el cénit de la bóveda celeste entre dos y tres horas.
Tan pronto nuestros ojos están adaptados para la lejanía, los
músculos de acomodación están completamente distendidos y, por
ello, no pueden suministrar más signos de dirección para el “hacia
adelante”.
En tanto, la distancia del horizonte se aplaza porque apren­
dimos a usar la magnitud y la posición de los objetos conocidos
73
Carta cuarta

como signos de distancia. Sin embargo, este medio también tiene


sus límites y, por ello, llegamos a lo extenso que rodea el cielo
como una superficie azul.
En la noche, las estrellas se ponen en mayor o menor medida
detrás de la superficie uniforme, ahora negra, de lo extenso.
Lo extenso se parece al lienzo de una pintura sobre el que se
pintan los colores y del cual se acercan o separan los objetos
pintados debido a los signos de distancia.
Así es el mundo que tenemos delante de nosotros y que en nada
pueden cambiar los astrónomos con sus distancias calcu­ ladas en
siglos luz. Tampoco lo cambian en nada los telescopios; por el
contrario, acercan las estrellas a nuestra visión en lugar de
aplazarlas al infinito.
Las sensaciones de lugar y las sensaciones de dirección con su
organización anímica crean marcos para el escenario cósmico en el
que nosotros observamos. Estos marcos, es decir, el espacio
limitado, no existen antes de la experiencia. No obstante, surgen
naturalmente en cada experiencia del mundo exterior, ya que los
factores del animo que lo forman existen en nosotros antes de
cualquier experiencia y también porque todos los estímulos del
mundo exterior activan esos factores del ánimo sin importar cuáles
sean los signos de contenido que despiertan en cada caso.

74
Carta quinta
(Forma [Gestalt])

Los caminos que hemos transitado hasta aquí fueron espi­


nosos, porque nada es más difícil que el inicio en la crítica de
nuestra propia experiencia. Especialmente cuando el montón de
hechos empieza a hacerse homogéneo, adquirimos un suelo firme
debajo de nuestros pies y podemos caminar hacia adelante con
cierta seguridad*
Si miramos hacia atrás, vemos entonces cómo las distintas
organizaciones anímicas conforman las estructuras claramente
definidas en el espacio* Conocemos la escala de notas, el octaedro
de colores, el prisma de los olores, el grado de las sensaciones
táctiles, etc. Sin embargo, la cuestión es cuál es el significado de
esas cosas particulares que son espaciales pero que se expresan en
relaciones no espaciales.
75
Carta quinta

El significado está en que con estos medios estamos en con­


diciones de afirmar lo que ocurre con dos sensaciones cuando
ambas se encuentran en un mismo momento y en un mismo lugar.
Pero luego no se desarrollan a través de las sensaciones de orden,
sino que permanecen juntas como hojas de un capullo en el brote
de su organización anímica. Lo que surge en estos casos lo
podemos notar y afirmar de las reproducciones espacia­ les de los
órganos anímicos, cuyas propiedades comunes deben concederle el
lugar a dichas sensaciones.
Tan pronto ambas sensaciones aparecen en distintos tiempos y
lugares, surge en el fondo el significado de su organización anímica.
Entonces se desarrollan y pueden convertirse cada una para sí en
una propiedad de su lugar.
Para ser preciso, no se debe hablar de un mismo lugar, sino de
lugar y posición. Pues los signos de dirección para 'adelante y atrás”
tienen la capacidad de moverse hacia el mismo lugar desde la
extensión que va de nosotros hacia otra posición en el espacio y,
con ello, hace posible el desarrollo de otra perspectiva.
De esta manera, el tiempo y el espacio nos dan la posibilidad de
desarrollar la variedad de nuestros órganos anímicos con diversidad
de sensaciones y adornar cada posición del espacio en cualquier
momento con una sensación de todos los tipos de contenido. Así
se completaría el mundo con miles de átomos distintos. El número
de todos los distintos átomos posibles puede ser fijado por
permutación de todas las sensaciones de todos los círculos de
contenido.
Pero el mundo no está lleno de átomos ni de grupo de átomos,
sino de objetos que, aparte de las propiedades que les dan las
sensaciones de contenido, tienen también algo especial llamado “fo
r m a ”.
¿Cómo se origina la forma?
76
(Forma [Getso/t])

Es evidente que la forma no representa otra cosa que una reía­ is


ción espacial determinada de lugares que pueden ser adornados con
distintas propiedades. Sin embargo, las relaciones espaciales de lugar
a lugar crean los grados de dirección. La forma es tam­ bién un tipo
de esqueleto espacial revestido por las sensaciones
de contenido con la carne de las propiedades.
Ya hablamos de relaciones similares cuando tratamos las melo­
días. También en las melodías se produce una sensación de orden;
es decir, los signos temporales como esqueleto de ritmos que se
llenan de carne de sonidos producen la melodía que representa una
unidad extendida en el tiempo.
Precisamente, en esta dirección queremos ir: hacia la investiga­
ción del origen [Entstehung] délas formas. Realmente llegamos a
conocer lo suficiente una forma cuando volvem os a reconocerla,
una vez que hemos asimilado en nosotros sus contornos a través
del registro de nuestra mirada.
Esto nos conduce también a comprender algo más profundo
que llamamos m em oria. Nuestra memoria, que tenemos en uso
prolongado en el reconocimiento cíe los objetos, normalmente no
se constituye de imágenes que mantenemos delante de los objetos y
que más o menos los cubren, sino que se basa en un conocimiento
de secuencia visual que fue efectuado antes en el registro de los
objetos. El objeto permanece en nosotros en la memoria no como
imagen terminada sino como una secuencia de signos de dirección
que también nos impregna una melodía. La secuencia de signos de
dirección que genera la forma tiene un rol importante en el
reconocimiento de los objetos tanto como lo tiene la secuencia de
signos temporales que genera el ritmo en el reconocimiento de las
melodías. Por eso, nos resultaría mucho más simple reconocer un
objeto de muchos colores en una visualización blanco y negro y lo

77
Carta quinta

mismo ocurriría con la melodía de una percusión solamente


compasada del ritmo.
Siguiendo a Kant, llamo “esquem a” entonces a los signos de
dirección de la secuencia conservada en la memoria, signos que
resuenan cuando registramos un objeto con nuestra mirada y
producimos con ello una nueva serie de signos de dirección.
No hay forma sin esquema como no hay melodía sin ritmo.
Esquema y ritmo representan ambas reglas de los signos de orden
que son capaces de formar unidades en relación con signos de
contenido. La memoria representa un órgano anímico que tiene la
facultad de conservar reglas y disponerlas para el uso. Dado que las
reglas dominan tanto las sensaciones de lugar como las de tiempo,
el órgano no es en sí mismo ni espacial ni temporal.
También las imágenes son conservadas en la memoria. Son
usadas a diario para obtener una impresión general de muchos
objetos en su entorno [Umgebung] y no para formar formas.
En definitiva, una imagen guardada en la memoria no es otra
cosa que una regla fijada de una sensación de lugar con un signo de
contenido.
Por lo tanto, en los órganos anímicos de la memoria tenemos
tres tipos de reglas, una para cada uno de los tipos de signos de
orden. Al recordar, estas reglas son buscadas en el interior del
ánimo, es decir, en la memoria, para formar con su ayuda los signos
de contenido. Así, se originan las melodías, las formas y las
imágenes. Estas reglas parecen estar sometidas a oscilaciones
individuales y estar formadas en el sujeto principalmente por estas
tres capacidades. La capacidad siempre debe estar disponi­ ble por
medio de los esquemas para formar las formas, ya que es
imprescindible para producir objetos claramente definidos. Por el
contrario, la capacidad de producir imágenes y melodías parece
indicar una construcción muy artificial.
78
(Forma [Getso/t])

Si definimos la memoria como un órgano que conserva reglas,


nos queda entonces el órgano que las ejecuta. Un órgano que
esencialmente forme unidades por medio de reglas para las s e n ­ sa
cio n es de orden a partir de aquellas sensaciones de contenido que
despiertan en nosotros los estímulos del mundo exterior.
Distinguimos las sensaciones de contenido existentes (que se
remiten a los estímulos del mundo exterior) y las sensaciones de
orden correlativas (que se remiten a los estímulos de nuestro
cuerpo) como el material a partir del cual el órgano formativo
forma unidades recurriendo a las reglas ya listas en la memoria
(particularmente para las sensaciones de orden). El órgano anímico
formativo se caracteriza por su fuerza formativa y esa fuerza
representa el principium movens de todos los órganos anímicos
subordinados.
Kant llama apercepción a la fuerza formativa en su actividad
sintética y la coloca en el punto medio de su reflexión sobre todas
las funciones del ánimo en el campo de la actividad sensorial. Esta
fuerza es el escenario que crea y sobre el que ocurren los
acontecimientos del mundo exterior, ordenando el material
sensorial existente con las reglas disponibles. Pero también es capaz
de producir nuevas reglas que, conservadas por la memoria,
provean el aglutinante de los signos sensoriales para experiencias
posteriores.
El órgano de la apercepción representa, por lo tanto, el miembro
dominante en el organismo anímico que convierte la experiencia en
una acción unitaria e independiente del sujeto.
La auto-actividad es la propiedad preponderante del órgano de
apercepción. Su fuerza formativa, que es incesante en el trabajo de
crear unidades y con las cuales poblamos el mundo, es como una
fuente viva que concibe su actividad por sí misma. Una condición
significativa subraya este importante órgano anímico:
79
Carta quinta

tan pronto se activa, es acompañado por su siempre igual signo


sensorial que imprime su sello a cada experiencia. Este signo
sensorial es el “Yo” que, como dice K anty representa la unidad
continua en la apercepción.
Cuando vemos en actividad cómo todo ese aparato sensorial del
ánimo forma su material correspondiente de las sensaciones para
poblar el mundo exterior, la pregunta es: ¿qué es lo que realmente
queda como algo original del mundo exterior?
Todo el marco espacial y temporal del mundo es obra del áni­
mo. Todos los objetos situados en él se componen de propiedades
que son sensaciones del ánimo. El ordenamiento de las propie­
dades se basa en las reglas del ánimo. Cuando tocamos una cosa
con un dedo sensorial, por así decirlo, se obtiene una propiedad. Si
intentamos ir detrás de su carácter verdadero tocando con un
segundo dedo sensorial, se obtiene una segunda propiedad. Así la
vibración de aire que se percibe en el oído como tono se convierte
en zumbido cuando lo analizamos con el órgano táctil de la piel. La
onda etérea que los ojos perciben como color se convierte en calor
cuando se encuentra con el órgano de temperatura. La forma que se
percibe con los ojos se convierte en algo firme para el órgano táctil
y así sucesivamente...
¿Y qué más son las vibraciones si no los efectos de los signos de
dirección relacionados con las sensaciones de contenido? ¿Qué
surge del elemento originario del mundo, el átomo, que no sea otra
cosa que un signo local que ora se relaciona con este ora con aquel
signo de contenido?
Nada, ni la física ni la química nos conducen fuera del dominio
de nuestra organización anímica. Sus leyes, tan abstractas como
puedan ser, es decir, tantos signos de contenido como puedan
tener, se encuentran de este lado de los límites de la sensorialidad,
ya que no pueden existir sin sensaciones de orden. El mundo
80
(Forma [6e¿bo/¿])

entero se derrumbaría, si se quitaran los lugares, las direcciones y el


tiempo.
Sin añadidura subjetiva no se puede conducir a ningún lado el
impulso por comprender io puramente objetivo. Si tuviéra­ mos
cientos de ojos y oídos para estar a la escucha del mundo y miles de
sensaciones sensoriales que nos revelasen los rasgos más finos,
todavía quedarían nuestros sentidos y su resultado sería algo
puramente subjetivo. No nos es posible salir del círculo vinculado a
nuestros órganos anímicos, ya que todos nuestros medios de
experiencia son al mismo tiempo los límites de nuestra experiencia.

Por ello, debemos conformarnos y empeñarnos en indagar el


mundo dentro de los límites subjetivos dados con los medios
subjetivos dados.
Desistiremos de afirmar que sabemos qué es el mundo real­
mente. Que los físicos afirmen “el mundo no es otra cosa que un
remolino infinito e inmenso de átomos que dura por la eter­ nidad
sin principio ni fin” suena mucho más pomposo que la siguiente
frase: “el mundo, tal como se nos aparece en el tiempo y el espacio,
está anudado a las relaciones existentes en nuestro ánimo para
nuestras sensaciones de orden. Debemos llenar el mundo de
lugares, direcciones y momentos. Como ninguna de estas
sensaciones puede ser pensada sin vecindad, el mundo se nos
aparece necesariamente infinito y eterno.”
Algo así podría ser la explicación biológica. Si bien esto suena
muy sencillo, es también muy cierto.

81
Carta sexta
(Mundo circundante
[Umwe/t])

Vimos cómo la apercepción ordena el material sensorial que está


a disposición y cómo convierte los signos de dirección ma­ nifiestos
en formas que pueden ser vistas con signos de conte­ nido de
cualquier tipo. La resonancia de las sensaciones sucede
independientemente de la apercepción, pero les confiere forma y
contexto.
Por lo tanto, el mundo está lleno de formas coloras, tonales,
olorosas, gustosas, calientes o frías, duras o blandas que caracte­
rizamos como objetos” [Objekte].1

1 Uexküll emplea el término de raíz latina “Objekt” y lo distingue de su


equivalente alemán “Gegenstand”. Sí bien ambos confrontan con “sujeto”,
confrontación heredada de Descartes, “Gegen-stand” significa literalmente “estar
enfrente de” o “estar en contra de”. Al no encontrar una traducción equivalente,
optamos porque el lector la distinga por las cursivas. (N. de T.)

83
Carta sexta

No obstante, la apercepción se ocupa de otras reglas según las


cuales se pueden agrupar los objetos [Objekte], Una de las reglas
más importantes la ofrece la 'prestación” [Leistung]. Nosotros, los
hombres, estamos rodeados de objetos casi por todos lados,
objetos que están vinculados de alguna manera con nuestras
acciones cotidianas. Estos objetos permiten o mejoran
determinadas acciones que culminan en ellos y que realizamos
nosotros mismos. Las llamamos prestaciones. Los ob­ jetos nos
suministran sus co jitra p resta cio n es [Gegenleistungen]
correspondientes, algo que nos resulta conocido en nuestros
objetos de uso diario. La silla sirve para sentarse, el carro para
andar, la casa para habitar, etc. Llamo o b jeto s [Gegenstände] a
todos los objetos [Objekte] que realizan una contraprestación en
servicio del hombre.
Por lo tanto, un ob jeto [Gegenstand] es un objeto [Objekt] que
se caracteriza por una contraprestación, de la misma manera que el
objeto [Objekt] es una forma que se caracteriza por signos de
contenido. La forma es una secuencia de signos de dirección
ordenada mediante un esquema.
La distinción m eridiana entre objeto [Objekt] y o b jeto
[Gegenstand] no es común para un observador ingenuo. Para tal
observador, todos los objetos [Objekte] son ob jetos [Gegenstände],
ya que los percibe solo en sus relaciones con los hombres,
relaciones en las que siempre se producen pres­ taciones y
contraprestaciones. El suelo sirve para sostener a los hombres, el
sol para iluminarlos, el agua para darles de beber, los árboles para
ofrecerles sombra. Además, divide a los animales en útiles y
peligrosos.
Solo la observación científica de la cosa [Dinge] que prescinde
de estas relaciones nos muestra que, a diferencia de los objetos de uso
[Gebrauchsgegenstände] sin los cuales
84
(Mundo circundante [Um welt])

los hombres no podrían existir, hay objetos [Objekte] que llevan


una propia existencia que es totalmente independiente de los
hombres.
De los objetos [Objekte] se producen muy variados efectos que
no pueden ser unificados en un único efecto y, por ello, no pueden
ser llamados ni prestaciones ni contraprestaciones.
Pero además de los ob jetos [Gegenstände] hay seres vivos en los
que se producen efectos unitarios que se relacionan con las
prestaciones humanas como contraprestaciones. Por eso, no
forman ni objetos [Objekte] ni objetos [Gegenstände], sino que son
sujetos activos con prestaciones independientes como los hombres.

Los seres vivos y, en especial, los animales son capaces de rea­


lizar prestaciones que no son solamente efectos de sus propias
propiedades, sino que también pueden unirse por medio de un
plano de construcción [Bauplan] unitario a ciertas acciones. Como
sujetos independientes con un plano de construcción propio se
presentan al mundo en el que forman nuevos centros para agrupar
de nuevo los objetos [Objekte] y convertir una parte de sus
propiedades en características nuevas.
Por ello, el estudio de los animales es particularmente apro­
piado para explicar la posición del hombre en el mundo exterior.
Por supuesto, en este estudio también estamos ligados a todas
las relaciones de nuestra organización anímica. Conocemos a los
animales solo gracias a nuestras sensaciones, los vemos delante de
nosotros en el tiempo y en el espacio, creamos esquemas para sus
formas y, por ultimo, formamos unidades con sus acciones,
análogamente a las reglas de prestación de nuestras propias
acciones.
El reciente análisis de las experiencias nos permite rechazar con
pleno sentido crítico el tipo corriente de psicología comparada.
85
Carta sexta

No sabemos nada de las sensaciones de los animales, Pero vemos


que algunas propiedades del mundo exterior tienen efectos en ellos
como características. Y cuando por pereza conservamos las
propiedades que nos son conocidas por nuestras sensaciones como
marcas de características para los animales, no somos conscientes
de que, por ejemplo, el color azul de la campánula que atrae al
abejorro no necesita despertar la sensación de azul en el ánimo del
abejorro.
La vida anímica de los animales que los poetas entienden narrar
con tanto encanto está bloqueada para el investigador-observador
naturalista que puede investigar solo lo que es accesible a sus
sentidos y que sabe muy bien que ninguna sensación como no sean
las suyas le podrán enseñar experiencia alguna.
Para investigar el sujeto animal en la parte del mundo exterior
con la que se relaciona y que llamo su “mundo circundante”
[Umwelt], el biólogo dispone tanto de los factores físicos del
mundo exterior como de los factores fisiológicos del cuerpo animal.
Debe renunciar así a los factores psicológicos.
Esto nos permite esbozar un plano de situación que dé cuenta
del sujeto en su mundo circundante. En el punto medio coloca­
mos el sistema nervioso central del animal que se compone de un
órgano perceptivo y un órgano actor. Ambos se conectan por
medio del órgano conductor. En el órgano perceptivo se sitúan los
centros nerviosos de todas las personas nerviosas que envían sus
mensajes nerviosos a los órganos sensoriales (S y S 1), los cuales
transforman en excitación nerviosa los estímulos producidos por
las características.
En el órgano actor se encuentran los centros nerviosos de cada
persona nerviosa que envían sus nervios a los efectores (E y E l), a
las glándulas y a los músculos de los miembros. El órgano
conductor que se conecta con ambos contiene todos los centros
86
(Mundo circundante [Umw e it]}

M undo perceptible

Xy Z: Portadores de características P: Organo perceptivo


S y SL: Órganos sensoriales C: Ó rgm o conductor
E y Ep Efeciores A: Órgano actor

IMAGEN 4

nerviosos, cuyos mensajes suministran al órgano actor los canales


del órgano perceptivo.
Todas las partes mencionadas pertenecen al mundo interior
[Innenwelt] del animal.
En el mundo exterior nos encontramos con objetos [Objekte] y
seres vivos que se relacionan con el animal de dos maneras. Por un
lado, suministran características que son accesibles para los órganos
sensoriales y, por el otro, son “tratados” por los efectores. Los llam
o portadores de características [Merkmalsträger] (X y Z).

87
Carta sexta

Como se ve, el mundo circundante se descompone en dos


partes: en un m undo perceptible [Merkwelt],2 que va desde el
portador de características hasta el órgano sensorial, y en un mundo
de efectos [Wirkungswclt], que va desde el efecior hasta el portador
de características.
Hay un efecto, como lo indican las flechas, que va desde las
características del portador de características hasta el órgano
sensorial del animal. En el mundo interior, este efecto sufre di­
versos cambios y sale a la luz como una acción del animal para
ponerse en funcionamiento en el portador de características. Así se
cierra un círculo que denomino círculo fu n cion a l [Funk­ tionskreis]
y que siempre encierra al portador de características y ai sujeto. La
vida exterior de todo animal se compone de un número mayor o
menor de círculos funcionales. El resultado del funcionamiento
siempre es una destrucción o transformación del portador de
características. La destrucción sucede a través de la huida del animal
ante un enemigo, con la que el portador de características se aleja
del mundo circundante, o a través del aniquilamiento de la presa
por medio del sujeto-animal. En muchos casos, ocurre una
transformación del portador de características. Por ejemplo,
mientras que en un inicio la presa solo se manifiesta por medio de
las características del olfato, lo que también muestra características
visuales, con el acercamiento del animal empiezan a tener efecto las
características táctiles y, por último, las características gustativas.

2 En esta edición, se han señalado las palabras cuya raíz remita a “Merk-*, puesto
que con ella Uexküll conforma un tejido conceptual difícil de reproducir en la
traducción castellana. Todos estos términos aluden a lo perceptivo y lo perceptible y
constituyen en el pensamiento uexkülliano el fundamento para una concepción
biosemiócica de la naturaleza. (N. deT.)
88
(Mundo circundante [Umwelt])

Los portadores de características no necesitan aparecer como


objetos [Objekte] formados en el mundo perceptible del animal
para que el animal efectúe acciones que se correspondan con ello.
Así, por ejemplo, la abeja no posee ninguna característica del ser
fluido de la miel, sino solo ía característica olfativa y, sin embargo,
la tratará con su trompa, que es una bomba de fluidos.
Esto nos advierte sobre un hecho fundamental que es muy
significativo para la comprensión de los seres vivos. El organismo
general de cada ser vivo siempre se ajusta de la manera más precisa
a los portadores de características de su mundo circundante, inde­
pendientemente de cuántas de sus propiedades se conviertan en
características para el sujeto a través de la mediación de estímulos.
El ajustamiento [Einpassung]3del animal a su mundo circun­
dante es el fundamento de su existencia y solo es determinante para
el tipo de construcción de sus órganos sensoriales como lo son sus
efectores. No hay animales que se adapten [anpassen] más o menos
en forma perfecta a su mundo circundante. Todos se ajustan
[einpassen] perfectamente a su mundo circundante.
Con esto, se derrumba toda la teoría de la adaptación [Anpas­
sung], teoría que ha provocado hasta ahora tantas confusiones. La
teoría de la adaptación comparó cada ser vivo individual con todo
el mundo exterior accesible a los hombres, a pesar de

3 El término “Einpassung” empleado por Uexküil confronta teóricamente con el


de "Anpassung' de Darwin (en inglés “adaptation’), cuya traducción castellana ha
sido “adaptación’. En esta edición decidimos traducir “Einpassung” por
“ajustamiento” intentando ser fíeles al marco conceptual mentado por el biólogo
estonio, incluso pese a no poder reproducir el guiño morfológico que propone al
modificar el prefijo “A n -” por “Ein-” manteniendo la raíz “-passung”. La
posibilidad de emplear el término “adecuación’ -intuitivamente consonante con
dicho guiño- no nos pareció acertada, dado que este término es utilizado como
equivalente de “adaptación” y respondería así a la tradición de la teoría de la
evolución de la que, precisamente, Uexküil quiere desprenderse. (N. deT.)

89
Carta sexta

que cada animal se relaciona solo con una parte limitada de los
objetos existentes en el mundo de los hombres. La delimitación de
esta parte como el mundo circundante que le pertenece ai sujeto-
animal hizo posible el hecho de que se reconociera que el
ajustamiento les otorga a todos los animales la misma perfección.
Por medio de esta perfección la vida entera del animal gana en
visión general y comprensibilidad, ya que nos es posible distin­ guir
cada animal con su mundo circundante como una unidad
correspondiente con el resto del mundo exterior y nos permite
observarlo por separado.
Por el momento, haremos bien en delimitar para el sujeto-animal
en cuestión el espacio próximo del espacio restante y con ello
rodear, como con una cáscara de huevo, c<Io extenso” más
pequeño que le corresponda. Fuera de esta cáscara, no existe
ningún otro mundo para el sujeto-animal.
En el interior de la cáscara se encuentra el animal rodeado por
sus portadores de características con los que se relaciona por medio
de círculos funcionales. Durante el desarrollo de su vida, el animal
se pone en contacto con portadores de características siempre
nuevos que no solo cercan los senderos de su vida, sino que cierran
todos sus lados. A través de ellos, el mundo circundante siempre se
extiende y se convierte en un túnel que encierra la vida entera.

La construcción interior de semejante túnel de la vida le trae al


investigador una cantidad de problemas nuevos, ya que también
describe los períodos de vida en secuencias rítmicas, o sea, el
dormir y el despertar, el hambre y la saciedad, el celo, etc.
El ajustamiento [Einpassung] aparece evidentemente-cuanto más
nos sumergimos en las relaciones que lo dominan—como el
problema más importante de la biología. Mientras se puso en
relación a los seres vivos con todo el mundo circundante humano,
90
(Mundo circundante [Umwelt])

se pudo cerrar los ojos ante la perfección del mundo de los seres
vivos y se logró que, con ello, fueran suficientes las lecciones de
todo tipo que dedujeron una adaptación [Anpassung] mejor o peor
de tales y cuales causas físicas o fisiológicas.
Ahora bien, esto será distinto cuando se tome en considera­ ción
el engranaje íntegro del cuerpo animal con sus portadores de
características y cuando se deba hablar de que la vida entera de los
animales se basa en el mecanismo sin fallas de los círculos
funcionales. Mientras se restrinja al desarrollo de las funciones
dentro del cuerpo animal, no se podrá negar el ajustamiento mutuo
de los órganos. Pero el orden que aquí resulta se refiere siempre a
un cuerpo que proviene de un embrión unitario en eí que se intenta
develar todas las estructuras químicas y mecánicas posibles que
deberían provocar una conformación unitaria del cuerpo.

Sin embargo, si se confronta con el hecho de que cada cuerpo


animal se ajusta a su portador de características al igual que como lo
hacen sus órganos entre sí (aunque los animales y los porta­ dores
de características tengan un origen [Ursprung] distinto), no puede
negarse la impresión de que estamos frente a una ley universal que
tiene para los seres vivos la misma importancia que la ley de la
conservación de la energía para el mundo inanimado.
Llamo “ conform idad a plan [Planmäßigkeit] al poder actuante en
el mundo animado con el que debe relacionarse el ajustamien­ to
general de los seres vivos.
Un panorama más feérico se presenta ante nuestros ojos in­
telectuales en tanto pretendemos imaginar el reino de la confor­ m
idad a plan en los miles de mundos circundantes de hombres y
animales. El todo se llena con pompas de jabón multicolores que
surgen y perecen siempre nuevas. En cada una de ellas hay un
mundo entero —tan pequeño y modesto como rico y maravi-
91
Carta sexta

lioso-. Ningún libro de cuentos se equipara con la fantasía que se


realiza en estos mundos. Los animales unicelulares, cuyo mundo se
constituye de características asustadizas, siempre ahuyentan al ser
fugitivo hasta que llega a un lugar que no le envía ningún estímulo
—allí encuentran su alimento—.
La medusa brillante no conoce nada del mundo más que su
propia bogada, la cual recibe y expulsa la corriente nutritiva del
agua del mar. Con el mismo impulso, que también es su latido
cardíaco, nada y respira como flota y reposa completamente aislada
en sí misma.
Con cien ojos, la ostra jacobea no acecha en su mundo más que
un determinado movimiento. Pero este movimiento actúa como
una señal a la que responden aleteando los largos flecos olfativos.
La característica olfativa que asimila la reposa o bien se transforma
en una excitación superior que activa los fuertes músculos, y el
animal huye nadando. En este caso, el porta­ dor de características
ha sido el enemigo de todas las ostras: la estrella de mar.

Así se puede seguir avanzando hasta una diversidad siempre


mayor en la que los mundos circundantes comprenden a los
sujetos. De forma cada vez más evidente aparecen los portadores
de características en el mundo perceptible. Pues estos portadores
contienen formas. Al principio, son pocas y sencillas. Luego, son
cada vez más numerosas, más distintamente estructuradas y teñidas
con más colores.
Después de haber visto miles de mundos hasta el cansancio,
consideramos mundos circundantes particulares en forma más
precisa y siempre nos vemos sorprendidos por un mundo nuevo, al
contemplar la concordancia íntegra de la organización corporal con
el mundo circundante. Nada queda librado al azar -todo se ajusta
mutuamente—. El sol del mundo circundante porta la
92
(Mundo urcundante [Umwe/t])

medida del ojo y el ojo del ser vivo porta la medida del sol de su
mundo. Así de distintos son los ojos de los seres vivos como de
diferentes los soles y los cielos de sus mundos circundantes.
A menudo, los objetos adoptan en los mundos circundantes
ajenos formas singulares, según los esquemas que las forman. Solo
podemos conocerlas en el marco de nuestros propios esquemas.
Pero eso alcanza para descubrir la conformidad a plan superior que
ajusta las formas de los portadores de características a las
necesidades vitales de los sujetos.
Cuán radicalmente distinta es esta imagen biológica del mun­ do
de aquella imagen física, pese a que no podremos dejar los marcos
de nuestra propia imagen del mundo y solo nos quede lamentar que
no somos capaces de pintar los miles de mundos con sus propios
colores, ni escuchar sus sonidos ni vivenciar su tiempo y espacio, ya
que no reconocemos las sensaciones de los sujetos ajenos.

El mundo físico que incomprensiblemente interpretamos como


el único real porque solo se construye sobre la base de las
sensaciones de orden y se desatienden las sensaciones de conteni­
do es sencillamente más pobre incluso que el mundo de los seres
más pobres. Este mundo no es otra cosa que un baile incesante e
infinito de miles de átomos en el que solo tiene validez la ley de
causa y efecto que enlaza todos los movimientos como una red
rígida sin principio ni fin: una necesidad ciega. Ningún color,
ningún sonido u olor existen en ese mundo. Sin calor se mueven
sistemas amorfos de puntos, sin sentido y sin verdadero orden: un
mecanismo yermo que no significa nada ni produce nada.
En el mundo biológico es todo armonía, todo melodía, ya que,
aunque los momentos no estén allí para encadenar los movimien­
tos unos a otros, subrayan las sensaciones de contenido de los
colores y de los sonidos en una secuencia oscilante de silencios,
93
Carta sexta

breves y largas. Descomponen las formas rígidas en fenómenos


cambiantes por períodos. Todo, hasta lo más pequeño, muestra un
orden, un sentido y un significado. Todo produce formacio­ nes
crecidas a tal punto que desaparecen para dar lugar nuevo a otras.
Por todos lados y en una ronda siempre cambiante se unen el
principio y el fin. Una fuerza supraespacial y supratemporal
sostiene, mueve y forma todo: la conformidad a plan.

94
Carta séptima
(Origen [Entstehung] ) 1

Me escribes: “Estoy sentada bajo los rayos del sol en los es­
calones de la glorieta, observo un abejorro que vuela sobre el

1 Pese a que la asociación teórica puede ser evidente, cabe mencionar que en
particular tanto este capítulo como el siguiente, en los que Uexküll se dedica a “el
origen” y “la especie”, se está aludiendo léxicamente a la obra de Charles Darwin On
the Origin o f Species by Means o f Natural Selection, or the Preservation ofFavoured Races
in the Struggle fo r Life (1859) [El origen de las especies p or medio de la selección natural,
o la preservación de las razas favorecidas en la htcha por la vida]. La primera versión
alemana de este libro, publicada en I860, fue intitulada Über die Entstehung der
Arten im Thier—und Pflanzen-Reich durch natürliche Züchtung oder Erhaltung der
vervollkommneten Rassen im Kampfe ums Daseyn.
A partir de ello, Uexküll discute sobre “el origen” [Entstehung] y “la especie” [Art],
(N. deT,)
95
Carta séptima

angosto cantero, desde una boca de dragón2a la otra. Las flores, de


colores suntuosos, ofrecen a su vuelo una meta segura. Al sentir la
presión del cuerpo pesado del abejorro, el capullo cerrado abre su
orificio elástico, que vuelve a cerrarse una vez que el abejorro
abandonó la flor. La cavidad de los pétalos deformados parece
estar hecha a la medida del abejorro. La miel, los estambres y el
pistilo proporcionan una aparente contrapartida a la visita del
abejorro, sin duda por propio interés.
Antes, todo esto parecía poder explicarse fácilmente. Se asu­ mía
que el abejorro y la flor variaban sin regla alguna, hasta que sus
variaciones concordaban y, con ello, prevalecían tanto sobre las
demás que estas sucumbían frente a ellas en su lucha por la
existencia.
Tal vez ese razonamiento era completamente erróneo, pero tenía
un efecto enormemente tranquilizador. Ahora aparece la
conformidad a plan [Planmäßigkeit] y coloca tanto a la flor como al
insecto bajo una ley común. ¿De qué modo podrían la formación
de la boca de dragón y la organización del abejorro seguir la misma
ley, cuando difieren por completo en su origen, tanto espacial
como temporalmente, y no pueden causar el más mínimo efecto
una sobre la otra? Hay en ello algo inquietante y desconcertante.”

Tienes razón, los grandes problemas de la vida inquietan y


desconciertan, porque aluden a un algo desconocido que tene­ mos
en común, nosotros y todos los seres vivos, y que nos toca mucho
más de cerca de lo que generalmente queremos reconocer.
También tienes razón al sostener que la concordancia mutua de
dos sujetos que sirven como portadores de características1

1 A ntirrhinum m ajus. Especie de planta nativa originaria de la región del


Maditerráneo. (N. de T )
96
(Origen [E nts te hun g])

uno al otro constituye uno de los problemas más difíciles de ia


biología.
Cuando todavía seguía al d a rw in ism o, que resuelve todos los
procesos de formación sirviéndose de variaciones sin regla alguna,
me parecía extraño que todos los animales -al menos en un
punto—no variasen nunca. De hecho, en todos los animales que
poseen patas, las piernas pertenecientes al mismo par tienen
siempre la misma longitud. Allí parece subyacer una ley fija, que
escapa a toda variación.
Pero no fue sino la inspección de los procesos por los que se
originan los animales a partir del embrión la que me demostró cuán
insostenible es la teoría de las variaciones.
Si tengo que intentar describir estos procesos por demás extra­
ños e inverosímiles, debo comenzar por refutar un concepto muy
popular. No hay una evo lu ció n ; solo hay un origen [Entstehung]. El
capullo terminado -cuyas hojas se cierran, plegándose unas sobre
otras—se abre, evoluciona. Pero las hojas debieron origi­ narse en
un principio del embrión del fruto de la tierra. Pues en principio, un
embrión no posee mayor estructura que una célula, ya sea que se
trate de embriones animales o vegetales.
Los errados caminos recorridos por los naturalistas en la bus-
queda de una estructura invisible del embrión —de la que puede
derivarse la estructura del adulto—fueron tan numerosos como
decepcionantes.
Solo la experimentación trajo claridad. Si, tal como se suponía,
existiera una estructura del embrión correspondiente a la ulterior
estructura del cuerpo, dividiendo el embrión debería entonces
quedar dividida la estructura, y ambas mitades deberían producir
dos animales por la mitad. Sin embargo, no es este el caso: de
medio embrión resulta siempre un animal entero, aunque de la
mitad de tamaño.
97
Carta séptima

Este conocimiento, que debemos a D riesc¡?\ derribó toda la


teoría de la evolución. No hay en el embrión nada involucionado
que pueda evolucionan En el embrión hay solamente m aterial y
fiterzas, a partir de las cuales debe originarse el ser vivo en su
totalidad, como algo completamente nuevo.
Lo único fijo que hay es la regla según la cual se origina el nuevo
ser. Pero una regla no puede partirse con un cuchillo, como no
puede partirse una melodía. Mientras haya material y fuerzas, la
regla se accionará como un todo y se producirá como un todo.
No sin premeditación probé que una caja de música nunca
puede crear una melodía, sino que cada caja de música debe su
existencia a una melodía: puesto que el origen de todo ser vivo se
asemeja punto por punto a una melodía -solo que ordena
rítmicamente células en lugar de sonidos-, es inútil buscar en las
células una caja de música que cree dicha melodía. La caja de
música en sí misma seria siempre producto de la melodía.
Observando el origen de un ser vivo a partir del embrión,
tenemos ocasión de escuchar atentamente una melodía que la
naturaleza ejecuta ante nosotros, sin servirse de ningún aparato.
Al comienzo, todo embrión consta de una célula. Al reprodu­
cirse, cada célula se divide en dos células hijas, que se reproducen
de la misma manera. En cada una de estas reproducciones se
origina un órgano divisor particular en las células, que separa
cuidadosamente el material nuclear. Una vez efectuada la divi­ sión,
el órgano divisor desaparece, para regenerarse una vez más en la
siguiente división. Este proceso nos recuerda al origen de los
pseudópodos de las amebas que, luego de haber llevado a cabo

3 Hans Driesch (1867 -1941). Diálogo, naturalista y filósofo de origen alemán.


Reconocido por sus estudios experimentales en embriología y biología del
desarrollo, y principal promotor del neovitalismo en Alemania, (N. de JMH).
98
(Origen [Entstehung])

su tarea, son reabsorbidos y licuados. Solo que los pseudópodos


van por fuera, mientras que los instrumentos de los órganos
divisores lo hacen por dentro.
El material celular, producido por la división, es desplazado
siguiendo una regla fija y es separado en recintos embrionarios
delimitados. En este proceso, las células no sufren ninguna
modificación apreciable: continúan siendo puras células proto-
plasmáticas. Solo cuando los recintos embrionarios ya están
formados y la forma del cuerpo ya comienza a dibujarse, se pone
en marcha un nuevo proceso: en las células individuales se originan
pequeños instrumentos que, una vez formados, encajan unos con
otros como tuerca y tornillo, y representan el meca­ nismo
uniforme del cuerpo que ya se encuentra en condiciones de
trabajar. Solo queda un resto de protoplasma en cada una de las
células, cuya función es el restablecimiento de instrumentos
gastados o averiados.
Mientras los recintos embrionarios consten de células proto-
plasmáticas, puede sustraérseles una parte de su material. A pesar
de ello, producirán un órgano completo con todos sus acceso­ rios,
solo que será más pequeño que el normal. Por supuesto, et órgano
más pequeño no encaja en el contexto de órganos vecinos de
tamaño normal. Por lo que también aquí gobierna una regla que
escapa al cuchillo de lo anatómico: los procesos de formación. Al
mismo tiempo, reconocemos que la regla parcial que forma al
órgano no es sino una melodía automáticamente decreciente que
carece de una visión global del conjunto de materiales y que elabora
su propio material sin tener en cuenta el defectuoso efecto final.

Esto cambia de golpe, apenas los instrumentos están listos y


ponen en marcha la labor común. Luego una regla de fu n cion a ­
miento uniforme dirige el crecimiento ulterior de los órganos,
99
Carta séptima

inhibiéndolo o fomentándolo en pos del interés de la producti­


vidad conjunta e, incluso, volviendo a compensar intervenciones
considerables.
Vemos entonces dos melodías en marcha: una melodía de ori­
gen o melodía de form ación que rige las células protoplasmáticas,
y una melodía fu n cion a l que rige las células instrumentales. Una
rige los organismos en desarrollo, la otra rige los organismos aca­
bados. Una representa al constructor, la otra al supervisor técnico
de nuestras máquinas.
Si se comparan las melodías de formación de distintas especies
animales, se verá que, en todas las formas afines, las melodías
permanecen idénticas durante un largo tiempo y solo comienzan a
diferir en los últimos estadios. Cuanto menor sea la afinidad, más
rápido difieren. A menudo sucede que, en el transcurso de la
melodía, órganos ya establecidos se transforman una vez más,
produciendo otros órganos definitivos completamente diferentes.
Estos acontecimientos son muy significativos para la
determinación de afinidades.
Consideradas en conjunto, todas las melodías de formación
ofrecen el aspecto de una enorme fuente de agua que enseguida se
divide en muchos chorros. Unos caen rápido, mientras que otros
suben más alto y más alto, volviendo a dividirse. Pero cada chorro
manifiesta su propia e ininterrumpida melodía, quede es
característica, incluso si comparte los primeros compases con
muchas otras.
La melodía de formación resulta de la intervención rítmica de
unos factores llamados genes. Los genes rigen todas las modi­
ficaciones de las células protoplasmáticas hasta el momento en que
estas ya formaron los instrumentos que se agrupan, dando como
resultado la organización corporal. Por un lado, deben concederse a
los genes propiedades corporales para que actúen
100
(Origen [Entstehung])

sobre los tejidos en el protoplasma; por otro, estos genes obede­


cen a impulsos desconocidos que no se dejan reducir a relaciones
causales. El surgimiento de los impulsos está sometido a otra regla,
como lo están los sonidos respecto de una melodía. Por eso, se
habla preferentemente de “impulsos genéticos” que están unidos entre
sí por un sistema propio.
La melodía de formación se convierte -por medio de esta
reducción a sus elementos—en una m elodía impulsiva, que es ca­
racterística de la vida y de la que carecen los procesos inorgánicos.
Los genes, como estructuras corpóreas, constituyen unidades
elementales autónomas y posiblemente residan en la sustancia
coloreable del núcleo de la célula embrionaria.
Durante la división de la célula, estos van repartiéndose pau­
latinamente por las nuevas células hasta que las células definiti­ vas
solo albergan los genes necesarios para la formación de sus
instrumentos especiales.
Si el mecanismo del cuerpo está por fin terminado, significa que
los genes cumplieron su función. De allí en más sirven únicamente
para reponer instrumentos destruidos o dañados.
Los casos en los que —n el transcurso de la vida—se crean
nuevos órganos o partes de ellos constituyen una excepción. Pues
toda nueva creación excede las capacidades de un mecanismo.
Conocemos tres casos de este tipo de intervenciones supra-
mecánicas en la formación de los impulsos genéticos creadores:
primero, en las acciones de los organismos unicelulares; segundo,
en las acciones instintivas; tercero, en las acciones de los animales
superiores.
Las amebas, a falta de órganos permanentes, están encargadas
- en cada caso- de formar nuevos pseudópodos con los que se
desplazan, pero que luego repliegan y disuelven en su líquido
contenido corpóreo. Los infusorios construyen, alrededor de una
101
Carta séptima

gota alimenticia integrada, una vejiga que va transformándose en


esófago, en estómago, en intestino y, finalmente, en ano.
Si bien las acciones instintivas de muchos insectos funcionan
conforme a una ley [gesetzmäßig], no lo hacen, sin embargo, por
constricción; de manera tal que no puede inferirse la existencia de
una caja de música en el órgano conductor. El mejor ejemplo lo
proporciona el gorgojo (rhynch i tes). Este gorgojo, de apenas unos
pocos milímetros de largo, recorta en la hoja del abedul una de las
más dificultosas líneas matemáticas que le permite enro­ llar la hoja
como un cucurucho, teniendo que prestar atención a las
resistencias elásticas de la hoja y al transporte de savia por las
nervaduras. En estos casos resulta imposible pensar en una caja de
música tan compleja que pudiese regir los movimientos del
pequeño animal. Este tipo de procedimiento solo puede ser
ejecutado por aquellos impulsos genéticos cuya melodía efectúe
una reformación [Umgestaltung] duradera del órgano conductor,
de manera tal que satisfaga diversas exigencias.
Las acciones de los animales superiores, siempre y cuando no
constituyan reflejos necesarios, requieren siempre nuevas confi­
guraciones del órgano conductor frente a la abundancia siempre
cambiante de las características. Una estructura acabada no puede
proporcionarnos esto: necesitaría, además, que intervinieran los
impulsos genéticos.
De esta manera —sirviéndonos de la analogía de las melodías
musicales- podemos formamos una idea aproximada de las me­
lodías de formación, lo que resulta mucho más difícil en el caso de
las melodías funcionales de los animales adultos.
Es cierto que el asunto es muy sencillo si se quiere considerar a
las melodías funcionales únicamente como una mera regla de
funcionamiento, como las que conocemos en todas nuestras
máquinas y las que podemos comprobar en el funcionamien-
102
(Origen [tntstehung])

to de todo organismo. Sin embargo, las cosas no resultan tan


evidentes como quisiéramos. La melodía funcional no es una regla
derivable de la estructura ni dependiente de la formación de ruedas
dentadas o pistones, sino un factor que vela sobre el curso
ordenado de las funciones. Regula el crecimiento según las
necesidades del funcionamiento, reglando de manera constante el
mecanismo del cuerpo. En una palabra, no es una regla derivada,
sino una regla regente.
Si se lo observa más de cerca, esta regla es —como regente del
organismo que trabaja—el auténtico fin hacia el que tiende la
melodía de formación.
No sin motivo, K E. Von Baer atribuyó a todos los seres vivos
xmzfinalidad [Zielstrebigkeit], demostrando que cada organismo
formado no es una forma sin relación alguna —como lo es un
cristal—, sino que posee una variedad de relaciones recíprocas con
el mundo en todos los sentidos. El fin de toda formación
embrionaria consiste en llenar plenamente este lugar interco­
nectado en el mundo.
Si consideramos el conjunto de los círculos funcionales
[Funktionskreis] que unen al animal con sus portadores como el
contenido de la melodía funcional, queda dicho entonces que sobre
ella descansa todo el ajustamiento.
Así, el ajustamiento es el fin viviente al que tiende, desde un
principio, toda formación de organismos. Esto implica que la
sucesión melódica de los impulsos genéticos -que crea las pro­
piedades de los organismos—ya se encuentra bajo el dominio del
ajustamiento. Pero entonces el ajustamiento en sí mismo no es una
relación reconocida por nosotros entre cosas tan heterogé­ neas
como animal y portador, sino que, en realidad, es un rasgo activo
que, mediante su poder de formación, reconcilia al sujeto con su
mundo circundante.
103
Carta séptima

La conformidad a plan es la potencia del mundo que crea


sujetos. Pero un sujeto no es un mecanismo estructurado cual­
quiera, sino un organismo arraigado en todos los sentidos, y forma
con su mundo circundante un haz agrupado y uniforme de
relaciones activas.
Así, la relación activa representa en el mundo de los organismos
el último factor decisivo que reconcilia como un imán aquello que
se repelía.
Lo que une a todas las relaciones existentes en un cambio
continuo pero reglado es la conformidad a plan. El medio para que
esta pueda imponerse lo constituyen los impulsos genéticos,
actuantes en el protoplasma. Pero lo primario es la relación.
Si ahora observas desde este punto de vista las visitas del
abejorro a las bocas de dragón, ya no verás en ellos dos seres
heterogéneos que en el fondo nada tienen que ver el uno con el
otro, sino que divisarás en sus relaciones recíprocas de apa­ riencia
maravillosa el factor creado por sus formas mutuamente
complanen tarias.

104
Carta octava
(Especie [ A r t ] )

Toda propiedad de un ser vivo es expresión de una relación que


puede ser descubierta escogiendo la propiedad correspondiente del
portador de características. Así, para completar la relación, le
corresponde a cada propiedad de un ser vivo una p ro p ied a d com
plem entaria en el mundo circundante.
El reconocimiento de la relación como factor genético de las for­
mas no nos exime de la tarea de indagar el origen de las relaciones.
La atribución de las propiedades de los seres vivos a las pre­
disposiciones de las propiedades o a los genes contenidos en el
embrión alimenta la esperanza de que nos aproximemos a la
conformidad a plan como fuente de toda vida.
Si consideramos el embrión de un abejorro junto con el de una
boca de dragón, podremos establecer que una cantidad de genes de
ambos seres vivos se condicionan mutuamente, lo que significa que
son genes complementarios.
105
Carta octava

Los genes de la coloración de la boca de dragón se correspon­


den con los genes del órgano visual del abejorro. Los genes de las
glándulas aromáticas de la boca de dragón se corresponden con los
genes del órgano olfativo del abejorro. Los genes que en la boca de
dragón forman la articulación elástica de los pétalos se
corresponden con los genes de la contextura maciza del cuerpo del
abejorro. Todas estas relaciones son necesarias para que el abejorro
encuentre siempre un recipiente de miel bien cerrado.

Por otro lado, los genes de la vellosidad del abejorro se co­


rresponden con los genes de las anteras y los pistilos en la boca de
dragón, porque con estas relaciones se realiza la polinización
necesaria para ella.
Está claro que si todos los abejorros y todas las bocas de dragón
estuvieran provistos de los genes complementarios, no sería
necesario ajustar cada abejorro en particular a cada flor en
particular. Bastaría con que ambas especies se ajustasen la una a la
otra mediante sus genes complementarios.
Y aquí coincide la pregunta por el origen de los genes y la
pregunta por el origen de las especies.
Para poder aproximarse a la pregunta por el origen de las espe­
cies, debemos procurarnos una idea de lo que es una especie para
saber cuál es el aspecto de la cosa cuyo origen queremos explorar.
Con este fin tomamos prestada de un hada bondadosa una varita
mágica que tiene la propiedad de obligar a todos los miembros de
una especie a ejecutar con el mismo compás todos sus quehaceres
vitales cotidianos al mismo tiempo. Este medio sencillo nos
permitiría encontrar a los miembros de una misma especie en
cualquier lugar. Veríamos cómo la especie consta de diferentes
pueblos que a menudo viven lejos unos de otros, pero todos
parecen animados por el mismo pulso vital. Para no
106
(Especie [A rt] )

exigir demasiado nuestra capacidad intuitiva, nos limitaríamos a un


corral de gallinas y dejaríamos que todos los huevos, al ser
empollados, desarrollasen su formación al mismo tiempo. Todos
los pollitos saldrían a tempo del cascarón, picotearían al mismo
tiempo sus granitos y sus lombricecitas, correrían al mismo tiempo
hacia su madre, crecerían al mismo tiempo, dormirían y velarían en
los mismos momentos. Los gallos cantarían como obedeciendo a
una señal. Las gallinas pondrían sus huevos y empollarían al mismo
tiempo. Y así sucesivamente.
Cuanto más nos concentremos en este aspecto, más profunda
será la impresión de hallarnos frente a un único ser que, aunque
compuesto por individuos separados, está sin embargo movido por
los mismos hilos, como una marioneta.
De hecho, estos hilos existen, ahora su acción se pone de ma­
nifiesto con nuestro pequeño artificio. Son los mismos círculos
funcionales comunes a todos los seres individuales. Si los dejamos
activarse al mismo tiempo, advertiremos su identidad. Idénticas son
las reglas del funcionamiento y de la formación. Idéntico es el plan
de construcción [Bauplan].
Así, es una la ley que rige esta especie. Se distingue de todas las
demás leyes específicas o planes de construcción porque dispone de
otras relaciones que son características de otras especies. La ley de
todas las especies es una ley periódica, porque las reglas de
formación del embrión y las reglas de funcionamiento del adulto se
alternan unas con otras. Por consiguiente, la especie misma es un
ser construido periódicamente que consta alternadamente de un
individuo acabado y de un embrión en formación. Su forma da
cuenta de una estructuración temporal: alternando separaciones y
reunificaciones. Ambos períodos se suceden permanentemente.
Así, toda especie se remonta hasta tiempos remotos,
irrevocablemente igual a sí misma.
107
Carta octava

Si se quiere llevar al papel el esquema de una especie, resul­ tará


un entramado bastante simple (ver imagen 5) que puede
prolongarse a gusto.
Del cruce de las líneas resultan dos nuevas líneas que preten­
den indicar la nueva generación. Las líneas parentales cruzadas
acompañan durante algún tiempo las líneas de los hijos. La unidad
continua del entramado queda asegurada por la fusión siempre
renovada de los individuos parentales.
La inmutabilidad de las especies ha sido definitivamente de­
mostrada por investigaciones recientes. En animales unicelulares —
que se reproducen por división-, Jennings' pudo demostrar que cada
segmento desprendido que forma el embrión de un nuevo
individuo produce una y otra vez el mismo ejemplar, sin la más
mínima divergencia, por más de cinco mil generaciones. 1

m --------- — >

1 Herbert Spencer Jennings (1868-1947). Zoólogo, genetista y microbiólogo de


origen estadounidense. Reconocido por sus investigaciones sobre el comportamiento de
los organismos menos complejos. (N. de JMH).
108
(Especie [/\rt])

Gracias a Johannsen2 sabemos que todos ios descendientes de


una pareja que poseen las mismas disposiciones cualitativas son
idénticos a sus padres.
Si - ta l corno asumíamos tácitamente hasta ahora—todos los
miembros de una especie fueran efectivamente idénticos, nunca
podría haberse puesto en duda la inmutabilidad de las especies.
Habría saltado a la vista. Pero en todas las especies, los individuos
contemporáneos se diferencian entre sí, y no poco
significativamente. Esta diferenciación obedece, en parte, a las
diferentes influencias a las que está sometido el embrión durante su
formación y el joven ser durante su crecimiento. Esto atañe
particularmente a las plantas para cuyo crecimiento es de decisiva
importancia su lugar de arraigo.
Pero esta diferenciación de los individuos adultos obedece en
parte a una diferenciación de sus genes en el embrión. Si, junto a
Johannsen, llamamos gen otip o al conjunto de los genes y fen o tip o
al conjunto de las propiedades derivadas de ellos, podemos decir
que la diferenciación de los individuos de una especie obedece, por
un lado, a causas genotípicas y, por el otro, a causas fenotípicas.

Nos interesan aquí principalmente las primeras, porque nos


muestran que la especie —considerada como un todo- posee más
disposiciones cualitativas que los seres individuales y, por eso, está
ligada con su mundo circundante en un mayor número de

2 W ilhelm Ludvig Johannsen (18 5 7 -19 2 7 ). Botánico, fisiólogo vegetal y


genetista de origen danés. Reconocido por introducir en 1909 el término
g e n (en contraposición al de p a n g e n del neodarwinista Hugo De Vries) y en 1 91 1
los conceptos de gen otip o y fen otip o . Cabe aclarar que estos conceptos tienen, para
Johannsen, un sentido poblacional y no individual. (N. de JM H ),
Carta octava

relaciones diferentes que el individuo. El genotipo de la especie es


más rico que el del individuo.
Gracias a los maravillosos descubrimientos de M endefi co­
nocemos el modo en que, al cruzarse individuos de diferentes
genotipos, se efectúa el intercambio de los genes. Cada embrión
contiene todos los genes maternos y paternos, pero para formar su
fenotipo se sirve solamente de los denominados genes dominantes;
Sin embargo, en las células sexuales también se conservan los genes
que aún no se han manifestado, llamados genes recesivos. Y como
estos genes pueden estar allí separados de los genes dominantes,
pueden determinar conjuntamente la estructuración en la próxima
generación. Como los genes -en tanto factores completamente
autónomos- están igualmente repartidos en todas las células se­
xuales, en cada una de esas células se forma un genotipo propio
para un individuo entero. Los genotipos de las células sexuales ya
presentan todas las permutaciones de los dos genotipos de los
padres. Y todas ellas pueden manifestarse en la segunda genera­
ción, con una cantidad suficiente de descendientes.
Durante un largo tiempo, estas permutaciones a partir de los
genes de los padres han aparentado una verdadera variación, sobre
la que Darwin basaría su teoría.
Ahora sabemos que tanto la adaptación como la variación, dos
pilares del darwinismo, son erróneos.
No hay ninguna variación. El genotipo de la especie —consi­
derado como un todo— s fijo e inmutable, independientemente de
las permutaciones en las que se manifieste.

3 Gregor Johann Mendel (1822U 884). Botánico, naturalista y genetista de origen


austrohunga.ro. Reconocido tardíamente como uno de ios fundadores de
la genética moderna por el descubrimiento, a partir de experimentos con plantas de
guisantes, del mecanismo de la herencia (hoy conocido como las “leyes de MendeD .
(N .deJM H )
110
(Especie [-Art])

Con esto se suprime también la posibilidad de remitir la especie


a una única pareja de padres, ya que el genotipo de una especie es
siempre más rico que el de ambos genotipos de los antepasados
hipotéticos.
Hasta ahora, nunca se ha observado el origen de nuevas es­
pecies.
Lo que podemos observar se limita siempre a una formación en
grupo de individuos semejantes que se separan de la especie cru­
zándose únicamente los unos con los otros. En este caso surgen
dos nuevas subespecies de la vieja especie. Pero ambas son más
pobres en genes que aquella. De esta manera, resulta imposible el
origen de nuevas especies que posean nuevas propiedades.
Sobre el origen de nuevos genes no sabemos nada ni podemos
esperar ninguna aclaración, dado el estado actual de nuestro
conocimiento. Pues cada gen es solo una expresión incompleta de
una relación, y la relación —como fuerza natural efectiva—se
sustrae a nuestro conocimiento tal como lo hace la gravedad que,
en esencia, no es sino una relación entre masas.
Si comparamos las leyes del mundo orgánico, que rigen las
relaciones entre cantidades y cualidades -entre las que hay que
incluir a las formas—con las leyes del mundo inorgánico, que solo
rigen las relaciones entre cantidades, obtendremos entonces los
fundamentos para todas las leyes naturales. La relación es tan
decisiva para el calor, la electricidad, el magnetismo, el peso y los
enlaces químicos, como lo es para todas las conexiones entre los
sujetos y los portadores de características. Los sucesos del mundo,
tal como lo expresa C ham berlain4, se basan -en todas partes- en
oposiciones polarizadas.

AHouston Stewart Chamberlain (18 5 5 -19 2 7 ). Escritor y ensayista de


origen inglés, nacionalizado alemán durante la Primera Guerra Mundial.

111
Carta octava

Debemos entonces demostrar que las relaciones biológicas se


manifiestan con la misma necesidad natural que las relaciones
inorgánicas. Y, efectivamente, debemos demostrarlo sirviéndonos
íntegramente del ajustamiento. Si consideramos que el ajusta­
miento observado siempre tiene que ver con el fenotipo de un
sujeto que, como consecuencia de los múltiples influjos exterio­ res,
pone de manifiesto el genotipo solo de modo aproximado,
podemos entonces afirmar que en loís genes la ley relactonal se
encuentra puesta en práctica de manera íntegra, y que los genes
obedecen a su ley relacional tan estrictamente como obedece a la
gravitación la piedra que cae.
Por supuesto, siempre habrá una diferencia fundamental en­ tre
las relaciones del mundo inorgánico y del mundo orgánico. Las
relaciones inorgánicas enlazan siempre de modo directo los factores
complementarios, mientras que los factores orgánicos entran en
relación mediante un sujeto. En consecuencia, las relaciones físicas
carecen de sistema; las biológicas obedecen a uno, gracias a la
conformidad a plan del sujeto.
Sin tener en cuenta el entrelazamiento de las relaciones en la
conformidad a plan del sujeto, podemos exigir que en el mundo
biológico -al igual que en el inorgánico—, cada propiedad deri­
vada de un gen posea siempre una propiedad complementaria en el
mundo exterior.
Pero no podemos esperar que en cada caso particular la re­
lación latente se actualice. Si hacemos que un pollito salga del
huevo bajo el agua, ninguna de sus relaciones se actualiza y el

Considerado como uno de los precursores ideológicos del nazismo por las tesis
racistas y pangermanistas que plantea en su obra más influyente [D ie
G rundlagen des neunzehnten Jahrhun d erts (1899) (Los fundamentos del siglo
XIX)]. (N. deJM H )

112
(Especie [ A rt ])

animal perecerá, porque sus relaciones con el mundo exterior


constituyen las condiciones de su existencia.
En cada gen está encarnada la relación conductora, que puede
ser actualizada tras la formación de la propiedad, al entrar en
contacto con su propiedad complementaria en el mundo circun­
dante. Por lo tanto, el gen no está ligado física o químicamente a la
propiedad complementaria, sino indirectamente, es decir,
biológicamente.
El enlace biológico puede poner en relación una propiedad
cualquiera de un sujeto con varias propiedades complementa­ rias.
Sin embargo, estas relaciones no necesitan utilizarse todas en el
plan de construcción del mismo sujeto, sino que pueden pertenecer
a los planes de construcción de diferentes sujetos.
El peso y tamaño del cuerpo del abejorro, que se adaptan al
orificio de la boca de dragón, confieren al vuelo del abejorro una
fuerza vital que basta para desgarrar una telaraña, la cual resulta
funesta para otros insectos más sencillos. Pero, al mismo tiempo, el
cuerpo del abejorro resulta visible para los pájaros, de los que a
menudo es víctima. La vellosidad del cuerpo del abejorro encuentra
en el aire frío una propiedad complementaria que pertenece a su
propio plan de construcción. Pero, al mismo tiempo, ella misma es
complementaria de la forma y posición de los estambres y el pistilo
de la boca de dragón que pertenecen al plan de construcción de la
planta.
Nada es tan instructivo como la investigación de estas restric­
ciones mutuas de las relaciones que yo denomino ajustamiento
[Einpassung], ya que nos enseñan que también la lucha p o r la exis­
tencia representa solo un eslabón de la conformidad a plan general.
Con esto se derrumba el último pilar del darwinism o. Variación
sin plan, adaptación sin plan y falta de planificación en la lucha por
la existencia: esos eran los tres motivos por los que Darwin
113
Carta octava

negaba toda conformidad a plan en el mundo viviente. Los tres son


erróneos.
Con el estudio de la lucha por la existencia se ha establecido que
aquellos seres vivos que contienen en las propiedades de su cuerpo
numerosas superficies atacables (esto quiere decir, complementos),
compensan la pérdida de individuos mediante un número creciente
de descendencia. La capacidad de una descendencia numerosa
también obedece a determinados genes.
Este hecho nos ofrece Ja clave para la verdadera comprensión de la
especie. Como vimos, la especie posee una estructuración tempo­ ral.
Esta comprende, alternadamente, los embriones en formación y los
cuerpos ya formados con todos sus círculos funcionales.
Pero no hay ninguna prestación [Leistung] conjunta de la especie
que esté formada por las prestaciones individuales de los
individuos. Por el contrario, se puede hablar de una arm onía de
todas las prestaciones individuales de los individuos, incluso
cuando no obedecen al mismo compás. Esto nos permite calificar a
los individuos particulares como factores arm ónicos. Hasta aho­ ra,
únicamente la especie podía considerarse como una armonía
rítmicamente recurrente en la formación y la prestación de los
factores armónicos.
Ahora nos enteramos de que también el número de los fac­ tores
rítmicos está comprendido en la armonía la cual, por esta
circunstancia, se mantiene.
Con ello, la especie se revela como una armonía que no solo
rodea los sonidos, sino que también los crea. Se convierte así en un
ser natural excepcional, en cuya contemplación debemos
adentrarnos peculiarmente, porque carecemos de una analogía que
esté —aún remotamente- a su altura.
Como un todo inmutable y ordenada según un plan, la es­ pecie
se dilata en el pasado de nuestra historia terrestre. Todo
114
(Especie [/Art])

indica que se ha originado como un todo, como lo han hecho


todos los sujetos.
Las probabilidades de llegar a saber algo más preciso sobre el
origen de las especies son muy bajas. Como máximo, podemos
decir: desde este o aquel momento aparece la nueva armonía. Existe
un nuevo genotipo de la especie que comprende armóni­ camente
numerosos genotipos individuales. Lo que no sabemos es qué
genotipos se han modificado ni qué nuevos genes se originaron. La
conformidad a plan ha comenzado a esbozar un nuevo entramado.

115
Carta novena
(Familia)

Con el reconocimiento de la especie como un ser vivo acabado y


autónomo concluye el destino de la comedia del mono de H aeckel
y D arwin, que durante un tiempo amenazó con degenerar en una
querella religiosa. La especie “humana” es un ser vivo en sí, con
leyes propias y con un origen [Ursprung] propio.
Es cierto que los hombres y los monos tienen muchos genes en
común, y es cierto que la melodía de formación del embrión
humano, durante un largo tiempo, corre paralela a la melodía del
mono. Pero el sujeto humano, que fue formado por una melodía de
formación, es completamente único y, por eso, diferente del sujeto
“mono”.
Es cierto que los humanos presentan entre ellos grandes
diferencias, especialmente en sus mundos perceptibles. Para
establecer esto, no es necesario ir al Africa salvaje. Uno puede
117
Carta novena
(Familia)

Con e! reconocimiento de la especie como un ser vivo acabado y


autónomo concluye el destino de la comedia del mono de H aeckel y
D arw in, que durante un tiempo amenazó con degenerar en una
querella religiosa. La especie “humana5es un ser vivo en sí, con
leyes propias y con un origen [Ursprung] propio.
Es cierto que los hombres y los monos tienen muchos genes en
común, y es cierto que la melodía de formación del embrión
humano, durante un largo tiempo, corre paralela a la melodía del
mono. Pero el sujeto humano, que fue formado por una melodía de
formación, es completamente único y, por eso, diferente del sujeto
“mono”.
Es cierto que los humanos presentan entre ellos grandes
diferencias, especialmente en sus mundos perceptibles. Para
establecer esto, no es necesario ir al Africa salvaje. Uno puede
117
Carta novena

convencerse en la propia patria. No obstante, el plan conjunto


[Gesamtplan] de todas las disposiciones humanas es ajeno al plan
conjunto del tipo mono.
A causa de la frecuente división en subespecies y razas, la deli­
mitación de las especies no siempre resulta sencilla. Pero en líneas
generales la especie constituye algo fijo y forma los fundamentos de
toda la sistemática de la zoología y la botánica.
No podemos concebir la forma de la especie -semejante a un
entramado enorme—mediante la simple contemplación de nuestra
mirada, como sucede con las formas espaciales de nues­ tro mundo
circundante. Pues, por un lado, la especie consta de formas
individuales separadas espacialmente de manera íntegra y, por el
otro, la observación del origen temporal de estas formas también es
necesaria para descubrir la forma de la especie.
La especie no es invisible sino “supravisible”, lo que significa
que la posibilidad de su identificación excede las capacidades de
nuestros órganos sensoriales. Aunque no podamos obtener una
intuición sensorial inmediata de ese extraño ser que llamamos
“especie”, no por eso se sustrae la especie a nuestra facultad de
entendimiento. Y, al mismo tiempo, la profundización de las
relaciones recíprocas de las especies se enriquece y multiplica
nuestro mundo circundante.
Divisamos entonces las grandes líneas directrices de la estruc­
tura del mundo. Pues todos estos componentes supraindividuales
del mundo encajan unos en otros con la mayor exactitud y no
solamente en todas sus propiedades espaciales, sino también en las
temporales.
Al observar el cielo estrellado, el astrónomo ve cómo su per­
sona se reduce a un fútil e insignificante granito de arena. Del
mismo modo se siente el biólogo respecto de la construcción del
mundo viviente, reducido a un simple componente en medio de
118
(Familia)

millones y millones de otros componentes que fueron utilizados


desde tiempos inmemoriales en esta construcción. No obstante, se
siente creado por las mismas leyes cósmicas que crearon esa
construcción e, insertado en el todo, no fútil e insignificante, sino
necesario y metódico.
Mientras ante nuestra vista tenemos el destino de un indivi­ duo,
la casualidad parecería jugar un rol principal, ya que con frecuencia
las relaciones del individuo con el mundo circundante permanecen
en potencia, escapando así a nuestra observación. Las relaciones se
actualizan y se tornan perceptibles solamente cuando conocemos
una cantidad considerable de individuos. Solo entonces es posible
abarcar la totalidad de los círculos funcionales y establecer el
ajustamiento del individuo con su mundo circundante.

Pero solo cuando dirigimos la mirada hacia la totalidad de la


especie reconocemos que las casualidades de la existencia indi­
vidual están incluidas en el plan del conjunto.
Si bien el abarcamiento de la estructura conjunta de las espe­ cies
que sostiene la vida del mundo a nuestro alrededor excede nuestra
capacidad de comprensión, alcanzamos sin embargo un
entendimiento de la unidad en esa abrumadora variedad cuando
echamos un vistazo retrospectivo sobre la historia de la Tierra.
Entonces se yergue ante nuestros ojos asombrados un palacio cuya
cantidad de pisos se corresponde con la cantidad de períodos
geológicos. En cada piso se pone en práctica un pian distinto, que
imprime su sello característico, comenzando con la simple
convivencia de los radiados y crustáceos inferiores con los
cefalópodos cableados en el silúrico y llegando hasta las más
grotescas flora y fauna del cretáceo.
Sería muy deseable que algún día se construyera un museo
gigantesco según este plan, para -mediante la visualización de
119
Carta novena

los representantes de todas las clases animales de cada época-


procurarnos una idea de los diferentes estilos de cada piso del
palacio terrestre.
Luego de haber conocido la especie como un todo y de haber­
nos detenido en la constitución de las especies en las diferentes
épocas terrestres, volvemos sobre los elementos a partir de los
cuales se compone la especie. Los elementos de la especie son los
individuos. Proporcionan el gran entramado que representa a la
especie y que se extiende sobre espacios amplios y tiempos
inabarcables.
Lo primero que percibimos en los individuos de todas las es­
pecies es su división en dos sexos. De la unión de dos individuos
de diferentes sexos se desprende siempre la nueva generación. El
apareamiento es necesario para producir la mezcla siempre
renovada de los genes. A partir de esta nueva mezcla se originan
nuevos individuos, que mantienen una relación armónica entre sí.
En lugar de hablar de una armonía de la especie, se habla de un
carácter específico, que está particularmente marcado en las
subespecies bajo la forma de carácter racial y que entonces aparece
de forma clara.
A lo largo de su vida, a cada individuo le es dado -adem ás de su
organización propia—un determinado tesoro de genes que en el
futuro apareamiento han de servir para constituir una nueva
mezcla.
En la organización corporal están comprendidos los órganos
sexuales, que sirven como instrumentos de apareamiento. Pero
cada individuo debe estar provisto, además, de determinados
órganos sensoriales que le permitan “percibir” al individuo del sexo
opuesto. El individuo debe estar equipado también con
propiedades exteriores peculiares para poder “ser percibido” por el
sexo opuesto.
120
(Familia)

Ambos sexos deben servirse mutuamente como portadores de


características para que los círculos funcionales de la pareja puedan
acoplarse.
Si la reproducción se llevase a cabo sin apareamiento y cada
individuo ofreciera el tesoro de genes que le fue dado solo para su
formación, la mezcla resultaría entonces imposible y, por los
tiempos de los tiempos, los sucesores igualarían a los antecesores
en una monotonía aburrida, permaneciendo idénticos excepto en
su fenotipo, que presenta una débil variación. No habría, en­
tonces, ninguna especie con su extenso y multicolor entramado,
sino solo cadenas rotas de individuos eternamente iguales.
Para formarse íntegramente, muchos animales necesitan -ade­ más
del material alimenticio contenido en el embrión, en el huevo o en la
irrigación sanguínea materna- un suministro alimenticio compuesto
por la presa recogida por los padres. Esto exige acciones especiales por
parte de los padres, comprendidas bajo la expresión crianza. En
muchos casos, la crianza comprende la construcción de viviendas,
apropiadas, como nidos o cuevas, así como medidas preventivas
contra enemigos y otras cosas por el estilo.
Para cumplir realmente con su función, las acciones de las que se
compone la crianza no pueden quedar supeditadas al azar o a la
experiencia adquirida medíante prueba y error.
Los padres han de realizar determinadas acciones regladas para
que los pequeños crezcan sanos. A estas acciones se las denomina
acciones instintivas,
¿Cómo se efectúan las acciones instintivas?
Está claro que, si en el mundo perceptible de un animal muchas
características emiten al mismo tiempo sus estímulos, las acciones
del animal han de presentar una gran inseguridad. Este o aquel
círculo funcional comenzaría pronto a actuar, lo cual llevaría a
confusiones.
121
Carta novena

Por eso, la naturaleza ha tomado ciertas medidas preventivas


contra el exceso de características.
En los animales inferiores el número de características es, en sí,
ínfimo. Pero en los animales algo superiores con varios círculos
funcionales el número de características no se deja limitar sino por
medio de la introducción de un 'umbral de estimulación”, que
anula la efectividad de una u otra característica.
El umbral más conocido está constituido por el sueño, que
suprime todos los estímulos. El que le sigue en importancia es el de
la saciedad, que anula todas las características de la presa. Pero
existen muchos más umbrales que nosotros denominamos de
forma inapropiada con el nombre d e“sentimientos humanos”,
como el temor, el amor, etc. Nada sabemos de tales sentimientos
en los animales. Unicamente podemos notar el hecho de que en
ciertos casos el umbral de un círculo funcional se ve fuertemente
reducido, mientras que el de todos los demás aumenta. El ejem­ plo
más notorio de esto nos lo ofrece el comportamiento de los
animales durante el celo: en este período solo entran en vigor las
características de los animales del sexo opuesto, pero desaparecen
las del enemigo o las de la presa.
Cuando un animal, por medio de la disposición del umbral (que
uno puede imaginarse como una inhibición fisiológica de la
excitación en el órgano perceptivo) se torna accesible solo para las
características de un círculo funcional, entonces puede resultar de
aquello una sucesión regulada de sus accio­ nes si las características
relevan un determinado orden en el mundo circundante.

Así, a la característica aromática de la presa sigue necesariamen­


te la característica óptica, tan pronto como la fiera, al percibir la
primera característica, se acerca ala presa, Al percibir la segunda
característica perteneciente al mismo círculo funcional, el animal
122
(Familia)

se topa con la presa y la despedaza con los dientes, percibiendo la


tercera característica; la del gusto.
Pero el mundo circundante mismo no proporciona en todos los
casos la seguidilla de características que regula la secuencia de
acciones. Por ejemplo, cuando un animal no devora la presa cap­
turada, sino que la consigue para sus crías, el mundo circundante
fracasa. Entonces la secuencia de acciones debe ser suscitada por
una regia internamente establecida de la secuencia de umbrales. En
este caso, la presa capturada no actúa como característica para los
propios movimientos del devorar, sino como característica del
acarreo de la presa a la guarida.
Gracias a los bellos trabajos de Fahre1conocemos muy bien la
secuencia de acciones de los cuidados parentales del icneu­ món
que arrastra a la presa paralizada hacia la cueva cavada por él
mismo, en la que se halla su cría. Como ha podido mostrar Fahre, la
secuencia de acciones se basa en una secuencia de ca­ racterísticas
típicas para el icneumón, y se interrumpe en cuanto se elimina una
característica necesaria. En este caso, la oscuridad de la cueva
constituye un eslabón necesario de la secuencia de características. Si
se la quita, dejando al descubierto la cueva, el icneumón pierde su
orientación que, de lo contrario, es muy segura. Desconcertado,
corre entonces de aquí para allá con su presa, pisoteando
desconsideradamente a su propia cría.
Tales ejemplos nos hacen ver claramente que en los mundos
circundantes de la mayoría de los animales solo aparece una
característica por vez, y que la sucesión de características está
establecida por una regla interior.

1 Jean Henri Fahre (1823-191!)). Naturalista, entomólogo, escritor y poeta de


origen francés. Reconocido por sus estudios sobre la vida y la conducta de los
insectos. (N. de JMH)
123
Carta novena

Dicha regia puede adquirirse también por experiencias repeti­


das con frecuencia: entonces decimos que se trata de acciones de la
experiencia. De hecho, numerosos experimentos relacionados con
esto, en los que se coloca animales en un laberinto en el que deben
orientarse para llegar a su alimento, demostraron que es posible —
incluso en cangrejos de m ar- establecer los principios de la
formación de reglas de la experiencia. Pues los cangrejos aprendían
a encontrar el camino más corto y más tarde lo reco­ rrían
nuevamente con bastante seguridad.
Pero las reglas adquiridas por medio de la experiencia siempre
carecen de la seguridad absoluta y de la inmutabilidad de aquellas
otras reglas que, previas a toda experiencia, poseen las acciones
instintivas de los animales.
Las acciones instintivas pueden constar de una seguidilla de
acciones individuales que son producidas únicamente por una
característica. Se trata entonces de procesos regulados por el
órgano conductor.
No obstante, la mayor parte de las veces, lo que subyace a las
acciones instintivas es una sucesión de características previamente
establecida. Entonces, las características deben existir siempre en el
mundo circundante normal de los animales: ya sea por haber sido
creadas mediante acciones precedentes de los animales, ya sea por
pertenecer necesariamente a los portadores de caracte­ rísticas
normales.
La construcción de los nidos de las aves obedece a estas series
de características instintivas. Todo pájaro, incluso ha­ biendo sido
extraído del nido antes de romper el cascarón, es capaz de construir
el nido con toda seguridad. Tan pronto como consigue el material
necesario para la construcción, se apodera sin titubear de la paja
conveniente y la lleva hacia el nido. Lamentablemente, todavía
desconocemos cuáles son las
124
(ram íüa)

características que lo guían en esta tarea. Pero lo cierto es que lo


guían con absoluta certeza.
Así, la naturaleza crea las propiedades y las acciones de forma
inmediata en los dos sexos de una especie, sexos que están de­
terminados a formar una familia. Forma también a los humanos en
dos sexos y los provee de reglas impulsivas que, sin embargo, casi
siempre se ven oscurecidas por las reglas de la experiencia.
En la vida familiar, la armonía de individuos pertenecientes al
mismo genotipo debe manifestarse. La comunidad familiar es tan
estrecha que, involuntariamente, los miembros familiares
individuales siempre hacen notar unos a otros las nuevas caracte­
rísticas del mundo circundante, de modo tal que, estimulando al
otro, cada uno amplía sus características hasta que, finalmente, un
mundo conjunto de características envuelve a toda la familia.
Si nos imaginamos la vida familiar extendida con igual libertad
por sobre un pueblo entero y, al mismo tiempo, a las familias
unidas entre sí por un contacto fraternal, entonces el pueblo entero
resonará —como resuenan miles de campanas- cuando un
pensamiento nuevo y hermoso atraviese el mundo humano.
En Nápoles, donde el canto popular sigue manteniéndose vivo,
los compositores cantan sus canciones primero a los cantores
callejeros. Los aficionados las toman y las transmiten en sus fiestas
familiares. Pocos meses después, los compositores vuelven a
escuchar sus propias canciones, a menudo enriquecidas por
extrañas variaciones. Y solo entonces, estas canciones aparecen
impresas en papel.
Si todas las familias de un pueblo formaran parte de ello, lo que
acontece en Nápoles con la canción popular podría volverse una
hermosa realidad en todo arte, en toda religión y en toda filosofía.
Pero, para eso, el ideal popular de libertad, igualdad y fraternidad
debería haberse puesto en práctica, entendiéndolo
125
Carta novena

como una posibilidad de confirmación de las capacidades indi­


viduales de cada familia en fraternal armonía.
Solo entonces podría sonar una verdadera sinfonía de miles de
campanas afinadas todas de un modo diferente. Por el contrario, si
la igualdad les es impuesta a las familias, todo termina en un vano
cascabeleo.

126
Carta décima
(Estado)

Si tomamos al pie de la letra el famoso lema “libertad, igualdad,


fraternidad”, constituye una contradicción en sí mismo, ya que la
libertad es lo que permite al humano revelar su desigualdad. De
manera literal, el lema significa: “que viva la desigualdad, la igualdad
y la fraternidad”.
Hay humanos que no pueden sobreponerse a esta contradic­
ción lógica y no pueden comprender que semejante absurdo
entusiasme a las masas.
Los lógicos olvidan que la tarea principal y originaria del lenguaje
humano no consiste en designar determinadas cosas externas o
internas -tales como objetos, acciones o sentimien­ tos-, sino que
las secuencias sonoras representan, según su esencia, solo estímulos
que parten de una persona para provo­ car una excitación en otras
personas. Resulta completamente indiferente cuál es la secuencia
sonora utilizada como estímulo,
127
Carta décima

tanto si está compuesta de palabras como si estas palabras al­


bergan una contradicción. Como lema para las masas el “que viva
la igualdad, la desigualdad y la fraternidad” es tan bueno como
cualquier otro.
En cambio, la exigencia de convivir fraternalmente los unos con
los otros en igual libertad expresa un verdadero ideal popu­ lar.
Puede pedirse que todo aquel que posea sensibilidad moral se
declare a favor de este ideal popular y esté dispuesto a vivir
conforme a él. Libertad, igualdad y fraternidad, comprendidas en
este sentido, constituyen una exigencia m oral impuesta a cada
individuo particular.
Pero si todo concluyera con el reconocimiento de esta exigencia
moral, entonces no se comprendería por qué los humanos no viven
ya desde hace mucho tiempo en conformidad con ella.
De hecho, hay un pueblo que parece vivir siguiendo riguro­
samente este ideal: se trata de los veddas de Ceylán, que andan
desnudos por doquier, viven en los árboles y se alimentan de los
frutos del bosque.
El resto de los pueblos que viven en condiciones naturales
menos favorables, están compelidos a procurarse vestimenta,
vivienda y alimento mediante el trabajo común antes de poder
dedicarse al cumplimiento de las exigencias morales. Para sa­
tisfacer las necesidades de la existencia física, constituyen una
comunidad de trabajo que denominamos “Estado \
Dado que ni la vestimenta ni la vivienda ni la alimentación de los
humanos son proveídas directamente por la naturaleza, estos se
ven obligados a construir herramientas con las que obtener los
productos necesarios para vivir.
Pero cada herramienta obedece a ciertas leyes técnicas que
dependen, por un lado, de la formación del cuerpo humano y, por
otro, de la cualidad del material proveído por la naturaleza.
128
(Estado)

Así, por ejemplo, la laya más simple guarda relación con la mano
humana, con el pie humano y con el espesor de la tierra.
Además, cada herramienta supone tres acciones humanas: 1. Su
invención. 2. Su fabricación. 3. Su uso. Estas acciones corres­
ponden a distintos individuos en el Estado. Al inventor le siguen
muchos fabricantes y muchos usuarios de la herramienta para que,
por fin, todos puedan participar del usufructo del producto
proporcionado por la herramienta.
De esto se desprende que debe haber diferentes mundos
circundantes para los individuos encomendados a las diferentes
acciones, y que estos mundos circundantes deben adecuarse unos a
otros para que el producto resulte accesible para todos. Cuantas
más herramientas se utilicen en la vida estatal, tantos más
individuos con mundos circundantes distintos deben existir, y tanto
más complejo será el engranaje de los mundos circundantes.

Si uno quiere hacerse una idea intuitiva acerca de estas rela­


ciones, tan difíciles de aprehender, debe representarse el mundo
circundante de cada uno de los individuos participantes en la vida
del Estado como una sola celdilla, anexada a muchas otras celdillas
vecinas. Así se obtiene la imagen de un panal que repre­ senta al
Estado. En cada celdilla, como en el mundo profesional, reside un
individuo. Por un lado, este encuentra allí las caracte­ rísticas
determinantes de su labor profesional y, por el otro, el instrumento
apropiado para sus efectores.
La conexión entre las diferentes celdillas puede explicarse fá­
cilmente: cuando un trabajador ha removido la tierra con la pala, el
siguiente labra los terrones con el pico, y el tercero allana la tierra
con el rastrillo. Cada uno de ellos posee diferentes mundos
perceptibles [Merkwelt] y mundos de efectos [Wirkungswelt]. El
efecto generado por el primer trabajador se convierte en
129
Carta décima

característica para el segundo que, a su vez, genera otro efecto, que


se convertirá en característica para el tercero.
En el esquema, el portador de características se colocará de tal
modo que conecte el mundo de efectos de un individuo con el
mundo de las características del siguiente. Entonces los mundos
circundantes de las celdillas que realizan un trabajo conjunto se
conectan mediante el mismo portador de caracte­ rísticas (imagen
6).

I II

A: Órganos actores
S: Órganos sensoriales E: Efecto res
P: Órganos perceptivos PC: Portador de características
C: Órganos conductores I y II: Celdillas de panal

IMAGEN 6

Las tareas con las que tiene que lidiar cada individuo en su
celdilla profesional son de índole puramente técnica. Cada uno
debe ganar confianza con algunas leyes técnicas, si no quiere
realizar su trabajo como un simple autómata.
Pero lo más importante es la investigación del panal del Es­
tado. Aquí, principalmente, son leyes puramente técnicas las que
rigen el engranaje de las distintas herramientas y máquinas.
130
(Estado)

Pero también se añaden leyes biológico-técnicas que debemos


cumplir. Cada celdilla del mundo circundante puede ser o de­
masiado grande o demasiado pequeña. Si es demasiado grande,
impondrá —mediante su gran número de características—dema­
siadas exigencias a la capacidad perceptiva de un individuo o a su
destreza manual cuando use su herramienta. Si la celdilla es
demasiado pequeña, el trabajo monótono atrofiará las capaci­ dades
normales del individuo.
Finalmente, debemos considerar las leyes puramente biológi­
cas, si tomamos en cuenta las celdillas del mundo circundante de
los inventores. Se espera que el inventor descubra nuevas
relaciones en la naturaleza. Aquí nos tropezamos directamente con
el punto que nos resultó tan misterioso en la contemplación de la
especie: la producción de nuevos genes.
Cada nuevo invento no consiste en otra cosa que en la fa­
bricación de una nueva relación con la naturaleza, relación que
antes no existía. Nada es tan instructivo como la historia de los
grandes inventos. Todos, sin excepción, se reducen a una “ocu­
rrencia” repentina, en la que el inventor “vislumbró” una nueva
conexión. A una propiedad del mundo exterior se le encuentra
repentinamente una “propiedad complementaria ’ y se establece así
una nueva relación.
Si observamos todo el panal del Estado como un gran orga­
nismo, entonces mediante esta “ocurrencia” en la celdilla del
inventor penetra un nuevo gen, que conduce a la producción de
una nueva herramienta.
Que en el organismo del Estado las celdillas individuales no
puedan ser trocadas unas con otras es algo que nadie pone en duda.
Pero sin embargo muchos piensan que es posible que los
individuos sean trasladados a voluntad de una celdilla a la otra, sin
dañar la estructura conjunta. Esto es un error; la vida
131
Carta décima

en una celdilla de labor determinada presupone siempre un


minucioso aprendizaje de las características y de las maniobras.
Dicho aprendizaje, tras un ejercicio laboral prolongado, une la
actividad conjunta de los órganos perceptivo, conductor y actor a
trayectorias fijas que son de utilidad para la actividad enton­ ces
emprendida permitiendo potenciar su prestación, pero que
constituyen un obstáculo insuperable para iniciar una nueva labor.
Ni un cartero puede volverse deshollinador, ni un sabio volverse
granjero y viceversa.
Una vez que uno se ha familiarizado con la idea del Estado
como un panal, ya no resulta tan difícil bosquejar la imagen de un
Estado cualquiera. Basta con tomar un mapa en el que figuren los
campos, los viñedos, las minas de carbón, etc., y con recordar
cuáles son las características y de qué especie son las he­ rramientas
que pertenecen a las celdillas del mundo circundante de los
individuos particulares. Luego hay que unir las celdillas del mundo
circundante que sirven a la fabricación de un mismo producto
sirviéndonos de líneas que deben poner en evidencia cómo,
durante su elaboración, el producto pasa de mano en mano, de
herramienta en herramienta; el trigo se vuelve pan, la uva se vuelve
vino, etc.
Entonces se reconocerá cuáles son los órganos digestivos que
posee el Estado, dónde están los orificios bucales que ingieren las
materias primas, hacia dónde son transportadas y por qué vías se
abastece a las celdillas individuales de los consumidores con los
productos acabados.
Las minas serían comparables a pulmones que llevan el
combustible al organismo estatal. También podríamos ir más lejos,
comparando la circulación monetaria con la circulación sanguínea,
porque el dinero -en tanto instrumento generaliza­ do de
intercambio—contiene en potencia todas las provisiones
132
(Estado)

necesarias. Los grandes bancos serían entonces corazones cuyos


latidos rigen el torrente sanguíneo. En la red burocrática también
podría reconocerse un sistema nervioso que, al igual que este, rija el
engranaje temporal del conjunto del funcionamiento.
Finalmente, en la cúspide monárquica -poco importa su nom­
bre- reconoceríamos al estatolito, esto es, la piedrita que, balan­
ceándose en un pelo fino, mantiene nuestro cuerpo en constante
equilibrio, estableciendo una justa proporción entre la tensión de
los músculos y la gravedad. Si elimináramos los estatolitos, el
cuerpo se desplomaría. De igual manera, la cúspide monárquica
otorga a todos los mundos circundantes una dirección común
constante. Si la elimináramos, el panal se desintegraría.
Así, el Estado está regido en todas partes por leyes técnicas y
biológicas. Estas no pueden decretarse a voluntad, sino que deben
buscarse por medio de exhaustivas investigaciones.
Solo cuando la anatomía y la fisiología del Estado sean investi­
gadas y enseñadas en academias apropiadas se formarán médicos
estatales capaces de investigar las causas de las irregularidades en las
enfermedades del Estado y de prescribir los remedios apropiados.

Algún día, el método preferido ahora—consistente en interro­


gar al mayor número posible de ignorantes—dará la impresión de
ser un fantasma proveniente de la oscura antigüedad. Estaríamos
más que agradecidos si, en caso de enfermedad, se establece me­
diante la consulta popular lo que nos hace falta y qué medicina
deberíamos tomar.
El hecho de que todavía hoy haya parlamentos en los que los asuntos
referentes ai bienestar estatal se decidan por votación mayo-ritaria,
obedece a la inexplicable confusión entre pueblo y Estado, El pueblo
prospera más -bajo la suposición tácita de que el Estado haya creado
todas las condiciones para la existencia de los particu­
133
Carta décima

lares- cuando cada familia puede desenvolverse de la manera más


libre posible dentro de su singularidad. Conforman así los sonidos
de la gran sinfonía popular, sonidos que han de expresarse con la
mayor pureza posible. Para lograr esto, a cada uno se le impone la
exigencia moral de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Pero el Estado —que debe crear las condiciones físicas de la
existencia, de la vivienda, de la vestimenta y de la alimentación-no
puede ser una mera sinfonía compuesta de libres sonidos, sino que
debe formar una verdadera estructura que se componga de celdillas
muy diferentes, ajustadas unas a otras obedeciendo a una regla
común de funcionamiento.
El Estado está regido por las mismas leyes técnico-biológicas
que nuestro organismo corporal. Mientras que en una máquina el
impulso regular se ejerce por transmisión de movimientos (ruedas
dentadas, palancas), las células de nuestro cuerpo están unidas unas
a otras por transmisión de estímulos. Dado que todas las células
poseen una fuente de energía propia, no se parecen a cada una de
las partes de una máquina, sino más bien a máqui­ nas
independientes, dispuestas en trabajo conjunto mediante la
transmisión de señales.
Si queremos tener en cuenta este hecho, debemos tomar la parte
del círculo funcional que transcurre en el mundo interior
[Innenwelt] del sujeto, dividirlo en partes individuales y proveer­ lo
de ranuras y mechas (imagen 7) para indicar que todas ellas están
relacionadas entre sí mediante la transmisión del estímulo. Cada
célula, empezando por la célula sensorial y llegando hasta la célula
muscular del efector, es estimulada desde afuera, entra así en
excitación y estimula luego a la célula que le sigue.
Si las células crecen al mismo tiempo unas con otras, forman el
Estado celular del cuerpo; si continúan siendo individuos libres,
forman el panal del Estado.
134
(Estado)

S: Órganos sensoriales C: Órganos conductores


n: Nervios A: Organos actores
P; Órganos perceptivos E: Efectores

IMAGEN 7

Pero en ambos rigen leyes mecánicas, cuyos presupuestos son la


coacción, la diferenciación y la subordinación. Si en lugar de las
leyes mecánicas se coloca la ley moral de la libertad, la igual-dad y la
fraternidad, las celdillas individuales se dividen, y los individuos —
arrancados de su mundo circundante profesional-constituyen ahora
masas, es decir, abscesos en lugar de órganos, en los que los
particulares se tambalean confusos y sin rumbo, a merced del
estímulo sin escrúpulos de cualquier lema.
Reemplazar el Estado por el pueblo es igual que intentar cons­
truir una casa utilizando la moral en lugar del mortero.
Pueblo y Estado constituyen una contradicción tan pronun­
ciada que nunca aparecen juntos en el mundo animal. O bien los
animales viven como familias libres y forman pueblos, o bien
renuncian a la formación familiar y confían la reproduc­ ción a una
determinada cooperativa de trabajo. Entonces esta cooperativa se
incorpora como órgano especial en el cuerpo-Estado, como sucede
ante nuestros ojos en el caso de las abejas y de las hormigas.

135
Carta décima

Los Estados-animales también forman panales en los que las


celdillas individuales trabajan en conjunto mediante transmisión de
estímulos. En los Estados-animales conocemos también un
lenguaje de signos, que —al igual que el nuestro- es utilizado como
estímulo para la producción de excitaciones. Contraria­ mente al
Estado-humano, la mayoría de las herramientas en el Estado-
animal están unificadas con los individuos particulares y, si son
elaboradas por ellos, como las células de la miel, la fabricación se
produce mediante acciones instintivas y no de la experiencia, como
en el caso del Estado-humano. Las acciones instintivas basadas en
impulsos genéticos fijos permiten a las leyes naturales técnicas
aplicarse inmediatamente, mientras que en las acciones déla
experiencia recién pueden hallarse mediante “prueba y error”.

En el Estado-abeja conocemos, además de un órgano digestivo -


formado por las obreras recolectoras de miel—, un órgano repro­
ductor, compuesto por los zánganos y la reina. Al mismo tiempo la
abeja reina conforma, en tanto “reina”, el estatolito del Estado. Si
se elimina a la reina, las abejas obreras se precipitan sobre la miel
que ellas mismas recolectaron y la devoran. El permanente influjo
ejercido por la reina sobre todos los subordinados es lo único que
impide que estos consuman la miel al recolectarla. Si se suprime
este impedimento, desaparece el umbral que con­ vierte en la abeja
la acción refleja sencilla de comer en la acción instintiva de devorar.
Luego se desintegra el Estado.
Los animales, que solamente poseen un mundo circundante, no
son capaces de producir dos estructuras tan opuestas como el
Estado y el pueblo. Solo el humano puede tanto encerrarse en la
celdilla del Estado —que configura su mundo circundante durante
su actividad profesional—como formar un mundo circundante
para su vida familiar por fuera de su profesión.
136
(Estado)

Pero, ya que ambos mundos circundantes descansan en prin­


cipios opuestos, el humano debe mantenerlos rigurosamente
separados y darle al Estado lo que es del Estado; y al pueblo lo que
es del pueblo.

137
Carta undécima
(Conformidad a plan
[Planmäßigkeit])

Una vez te pregunté qué había de novedoso en lo que percibió


N eivton cuando dejó caer la manzana del árbol, si todo el mundo
sabe que una manzana pesa. Entonces me respondiste: “Vio hilos
de goma invisibles que la tiran hacia el suelo.”
Esta respuesta da en el núcleo del problema. El gran físico tuvo
ante sus ojos las relaciones invisibles de la naturaleza como
verdaderos fenómenos. Más tarde vio los mismos hilos de goma
tensados entre la luna y la Tierra. Vio con los ojos intelectuales la
atracción mutua de las masas y descubrió así la gravitación.
Pero ahora hay que levantar la manzana caída de N ewton e
intentar atisbar otro hilo de goma invisible que, aunque sin ma­
nifestarse, expresa su efecto con la misma seguridad. Si observas
más de cerca, notarás que la manzana no se desprendió de un lugar
cualquiera, sino que su cabo tiene una muesca que encaja
139
Carta undécima

en la hendidura de la rama. Aquí yace el lugar preformado en el que


ocurre regularmente la separación entre manzana y árbol.
Al alcanzar cierto peso, la manzana está predeterminada a caer.
Cuando la tracción de la gravedad adquirió suficiente potencia, la
muesca cede y la manzana cae. Así, el árbol se amputa a sí mismo.
La auto-amputación —que en el caso del manzano constituye
una norma y, por eso, se actualiza casi sin excepción—se da tam­
bién en muchos animales, pero en ellos permanece generalmente
de forma potencial.
Por ejemplo, ios cangrejos de mar poseen en todas sus ex­
tremidades lugares preformados en los que la pata o la pinza
pueden quebrarse sin sufrir una hemorragia, porque una fina piel
recubre la herida. Esta disposición permite al cangrejo zafarse del
abrazo del potente calamar, deshaciéndose de una parte menos
importante de su cuerpo, que más tarde volverá a regenerarse.

No importa si se trata de la tracción constante de la gravedad


(como en el caso del manzano) o de la tracción eventual del ca­
lamar (como en el caso del cangrejo de mar), en ambos casos la
naturaleza tejió una relación como un hilo de goma invisible entre
este fenómeno exterior y el cuerpo del ser vivo, otorgándole a este
una propiedad complementaria. Así, la influencia exterior queda
incluida en el círculo de la conformidad a plan del organismo.
Cuando durante la erupción volcánica se forma árido sulfú­ rico,
sabemos con certeza que el ácido sulfúrico puede disolver la cal.
Existe entonces una relación fija, solo que no tiene abso­ lutamente
ninguna influencia en el surgimiento de la cal. Pero si en las
glándulas del gran caracol marino, el dolium galea> encontráramos
ácido sulfúrico, veríamos allí una propiedad complementaria y
concluiríamos que en el mundo circundante del caracol debe haber
cal.
140
(Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

Ves que aquí hay un hilo de goma invisible que une la cal con el
ácido sulfúrico, que es retomado por la conformidad a plan y
entretejido en la organización corporal del sujeto viviente.
Aunque el fósforo brilla en la oscuridad, a nadie se le ocurre
postular la dependencia de la existencia del fósforo respecto de la
oscuridad. Pero cuando una luciérnaga hace resplandecer su suave
luz (proceso muy similar al del brillo del fósforo), entonces
sabemos con certeza que se trata de un animal nocturno.
Así interpretamos las propiedades de los seres vivos como
propiedades complementarias y buscamos en el mundo circun­
dante su contraejemplo.
Las relaciones que las propiedades del aire, del agua y de la tierra
mantienen con los cuerpos elásticos y rígidos fueron empleadas por
la conformidad a plan en la estructuración de los cuerpos animales
mediante la formación de propiedades complementarias de manera
tan evidente que, a primera vista, ya podemos decir si estamos ante
un animal aéreo, ante uno acuático o ante uno terrestre.

Relaciones físicas y químicas actúan en el mundo inorgánico por


doquier; en el mundo viviente encontramos las mismas relaciones.
Solo que aquí se encuentran unidas unas con otras en una
interacción mecánica y sometidas a leyes técnicas.
En lugar de darlo por sentado, se ha intentado esclarecer de
todas las maneras posibles este hecho simple y fundamen­ tal,
evidente a la m irada de todos. Recientemente, Jen n in gs aún
buscaba explicar la seguridad técnica de la naturaleza orgánica al
estructurar los cuerpos de los seres vivos y la inalterabilidad de las
acciones instintivas mediante la acep­ tación de que la naturaleza
ensaya sin plan alguno hasta que finalm ente alcanza el fin. Este
excelente investigador cree que todo ordenamiento de la naturaleza
debe reducirse a
141
Carta undécima

acciones de la experiencia, porque estas acciones resultan


corrientes en la vida humana.
Esta humanización de la naturaleza no nos acercará al objetivo.
Si, en cambio, seguimos el ejemplo de las ciencias exactas que,
buscando fuerzas naturales en el mundo inorgánico encontraron
leyes físicas y químicas fundamentales, entonces nos toparemos —n
la búsqueda de las fuerzas formativas del mundo viviente— con
leyes técnicas que tendrán exactamente el mismo derecho a ser
reconocidas como fuerzas naturales. Con esto se abre la posi­ bilidad
de considerar también a la biología como ciencia exacta.
Por una vez intentemos seguir el camino opuesto y representé­
monos el origen [Entstehung] de un objeto muy conocido según la
manera en que la naturaleza origina sus productos. Así, por
ejemplo, una campana no se produciría fundiendo el bronce en un
molde con su forma, sino que el metal líquido, al enfriarse en la
caldera, adoptaría por sí mismo la forma de una campana con
badajo y todo.
En este caso no cabría la menor duda de que la ley técnica de la
campana fue la que provocó su modelado. Solo que bajo la
expresión “ley técnica de la campana” no hemos de entender
únicamente la regla de funcionamiento del campaneo, sino el
conjunto de las relaciones espaciales y materiales que constituyen el
cuerpo de la campana junto con las relaciones temporales que
conducen al golpeteo del badajo y la producción del sonido.
La ley técnica de la campana, concebida como fuerza natural
inmediata y efectiva, debería ser capaz de formar la campana a
partir de la materia prima apropiada y mediante su modelación
material y espacial, del mismo modo en que las leyes de crista­
lización dan forma al cristal.
Profundizando en este ejemplo —con el que no hicimos otra
cosa que representarnos una conocida ley técnica como fuerza
142
(Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

natural efectiva- nos resultará


sencillo, al observar un pro­ ID
ceso natural, descubrir como
causa efectiva una ley técnica
también conocida. Hay una 3
ameba que estira un pseu-
dópodo, cuya extremidad se
transforma en una ventosa con
la que el animal se adhiere a las
superficies lisas, utilizándola IMAGEN 8: Formación
para desplazarse hacia ade­ de la ventosa de una ameba

lante. La imagen 8 reproduce


de manera esquemática este
proceso.
La ley técnica encarnada en
la ventosa nos resulta completamente conocida, ya que nosotros
también sabemos elaborar productos semejantes. Se basa en la
utilización de la presión atmosférica, como la estructura del tallo de
la manzana se basa en la utilización de la fuerza de gravedad.
Para describir íntegramente una ley técnica, debemos re­
montarnos hasta la materia prima de la que se desprende el
producto. Del mismo modo que un carpintero atribuirá la ley
técnica de una silla a la madera, el fundidor de campanas lo hará
con el metal con el que está compuesta la campana. Así, si
queremos adquirir una representación de las leyes técnicas que dan
forma a los seres vivos individuales, debemos remontamos a la
materia prima a partir de la cual se desprende todo lo que vive: el
protoplasma.
El protoplasma representa una espuma líquida, comprendi­ da
en el constante intercambio de materia y forma. Pero este
intercambio no ocurre sin plan alguno, sino que es dirigido y
143
Carta undécima

mantenido permanentemente por riendas químicas, provenien­ tes


de los genes que dominan el núcleo de la célula embrionaria. Los
genes, llamados a la actividad mediante impulsos, entran en
funcionamiento como impulsos genéticos de las leyes técnicas.
El primer estadio, idéntico en la intervención de todas las leyes
técnicas —con excepción de los animales unicelulares—, consiste
en la configuración de un material celular uniforme, repartido luego
en los distintos recintos embrionarios.
En el caso de la campana, esto significaría que el bronce fundido
se divide en un recinto embrionario para el exterior de la campana y
en otro recinto embrionario para el badajo, en los que luego se
inicia el trabajo técnico de formación. Es com­ prensible que al
extraer una parte del material correspondiente al badajo, el trabajo
técnico de formación nos proporcione un badajo demasiado
pequeño. Lo mismo puede establecerse en el caso de los seres
vivos. Tan pronto como el material celular es repartido en los
recintos embrionarios, las reglas técnicas de configuración de los
órganos individuales se ponen en marcha simultánea pero
independientemente, hasta que la estructura global está terminada y
la regla de funcionamiento entra en vigor. Pero la regla de
funcionamiento conforma solo una parte de toda la ley técnica que
ahora, en tanto regla de funcionamiento, rige el cuerpo trabajador y
dirige uniformemente el crecimiento de los órganos individuales.

Así como la campana está compuesta por un exterior y un


badajo - y cada uno de ellos está sujeto a una regla parcial par­
ticular que, a su vez, constituye en conjunto la ley técnica de la
campana—, del mismo modo los órganos individuales obedecen a
sus reglas parciales, que constituyen en conjunto la ley corporal.
Toda ley técnica no alude meramente a las relaciones regulares
de las partes entre sí, sino que aparece en relaciones regulares con
144
{Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

ciertos factores del mundo exterior. Así, la campana llega a ser un


todo que funciona mediante sus relaciones con el aire, en el que
produce amplias vibraciones. Del mismo modo, el águila, mediante
sus relaciones con el aire, llega a ser la reina del vuelo, surcando el
espacio con sus alas, mientras que el tiburón se re­ laciona con el
agua mediante su poderosa aleta que lo dirige tan lejos como llega
el océano.
Son estas las relaciones que crean el mundo circundante de los
seres vivos. Todas ellas son radiaciones de la ley técnica, que
conecta al sujeto con el mundo circundante por medio de miles de
hilos de goma.
En estos hilos de goma reconocemos sin más los círculos
funcionales que conectan a los portadores de características con el
sujeto. Todo portador de característica se pone en marcha en su
círculo funcional porque, por un lado, envía a los órganos
sensoriales estímulos que sirven como características; por el otro,
recibe la acción de los efecto res del sujeto.
Precisamente en este caso se manifiesta la superioridad de las
leyes naturales técnicas que regulan inmediatamente eí objeto por
sobre el tratamiento técnico que nosotros, los humanos, otor­
gamos con nuestro conocimiento siempre aproximado de este.
Desde el más simple infusorio hasta los mamíferos superiores,
los efectos del aparato digestivo sobre los alimentos muestran una
seguridad en la aprehensión de las relaciones químicas entre las
diferentes materias, seguridad que nunca podría alcanzarse en el
estudio de las características. Aquí las relaciones químicas actúan
inmediatamente, si bien incorporadas en la estructura mecánica del
cuerpo.
Los demás efectores de todos los animales muestran la mis­ ma
inmediatez en sus efectos sobre las propiedades químicas y
anatómicas de la presa. Cuando el cercópido se las arregla para
145
Carta undécim a

extraer de la leche venenosa una savia completamente atóxica,


entonces nos quedamos atónitos ante este truco químico. Igual­
mente sorprendidos estamos al ver cómo un icneumón paraliza al
gusano de un picotazo, introduciendo su aguijón hasta el centro
nervioso mismo, pincelándolo con su suave veneno, al que la presa
sobrevive, aunque sin volver a recobrar el dominio sobre sus
órganos motores.
Los procesos en el mundo perceptible [Merkwelt] resultan más
comprensibles que los procesos en el mundo de efectos
[Wirkungswelt] de los animales. Generalmente se trata aquí, en los
animales inferiores, de pocos estímulos que parten del portador de
características y que, en muchos casos, estamos en condiciones de
imitar. “Engañamos” a los animales cuando, mediante el empleo de
los mismos estímulos a los que se adecúa la ley técnica,
provocamos el curso de acciones sin que exista el objeto al que las
acciones están ajustadas.
Estos “engaños” ocurren también en la naturaleza. Una
mariposa (la esfinge ocelada) ahuyenta al pájaro que la sigue
mediante movimientos de sus alas adornadas por manchas con
forma de ojos, porque el pájaro, por su parte, está predeter­
minado a huir al ver los ojos en movimiento de los pequeños
animales carnívoros.
El engaño más conocido es el que producen las velas en las
mariposas nocturnas, las cuales están predeterminadas para volar
hacia la luz de la luna, que las conduce entre el ramaje fuera del
bosque oscuro.
Estas experiencias nos dan a conocer los límites de las leyes
técnicas según las cuales están estructurados los sujetos. No se trata
nunca de omnisciencia, sino de perfección de la única ley técnica
que —si bien sujeta a las relaciones específicas por ella
comprendidas—las domina sin embargo de manera intachable.
146
(conformidad a plan [Planmäßigkeit])

Todas las leyes técnicas de la naturaleza viviente se mani­ fiestan


en la forma de unidades subjetivas que forman siempre un nuevo
centro del mundo que, a su vez, presenta relaciones —a veces más
ricas, a veces más pobres—con su mundo circun­ dante, pero
siempre representa una perfección acabada en sí misma. Las leyes
técnicas que surgen como fuerzas naturales no son inmediatamente
perceptibles, como tampoco lo son las leyes físicas y químicas de la
naturaleza inorgánica. Pero, como estas, son indivisibles e
indestructibles. A diferencia de ellas, no están limitadas en su
número y especie; ya que todo el tiempo florecen nuevos
individuos que -en la producción de especies nuevas—están
provistos de capacidades mejoradas y de un mundo circundante
más rico.
Las leyes técnicas son las que provocan el ajustamiento; no rigen
solamente las relaciones espaciales de un animal con su mundo
circundante correspondiente, sino que también rigen las relaciones
temporales de su túnel de características estructurado de manera
periódica. Sirven de base a la especie, a la familia y al Estado.
Forman en su conjunto la conformidad a plan, que sostiene y
forma al mundo entero, en tanto poder supraespacial y
supratemporal.
Como vimos, la conformidad a plan se pone de manifiesto en la
estructura corporal de todos los seres vivos, tanto en sus acciones
reflejas como en las instintivas. Pero las acciones de la experiencia
de los humanos, que deben funcionar mediante prueba y error para
encontrar las reglas de su sucesión, están dispuestas según un gran
plan. A ellas se les agrega el dolor que —como vigía siempre
alerta—castiga toda intrusión en contra del plan de la naturaleza.
Precisamente el humano, que cree llevar el cetro de la libertad, no
puede subsistir sin el azote de la naturaleza.

147
Carta undécima

No es sorprendente entonces que, en todos los tiempos, la


conformidad a plan -aún bajo la imagen de las más diversas
deidades- haya desempeñado un papel decisivo en la vida de los
pueblos.
Recién en los últimos decenios los hombres se han convencido
ilusoriamente de que en el mundo no hay conformidad a plan, de
que el mundo no es sino un juego ciego de átomos inánimes.
Las consecuencias de esta doctrina fueron realmente desas­
trosas para los mundos circundantes de los individuos. El cielo
retrocedió ante un espacio infinito en el que esferas luminosas giran
unas en torno de las otras según una fórmula matemática que nos
es indiferente. Plantas y animales, incluso los humanos mismos,
debían su existencia a un juego no planificado del azar. Era como si
el mundo se hubiera declarado en quiebra: cada uno intentaba
salvar lo necesario para su seguridad y ventaja perso­ nales. Como
modelo de esta última coronación del desarrollo de la humanidad
se grabó en mi memoria un naturalista estadou­ nidense que ya no
tenía el menor interés en ningún problema; solo cuando se hablaba
de dinero, daba un puñetazo en la mesa y exclamaba: “That’s reality
\
Aquí la biología exacta trae la salvación, devolviéndole al
individuo lo que en realidad le pertenece: su mundo circun­ dante.
El sol de sus ojos vuelve a girar en su cielo, desde donde sus
estrellas lo observan suavemente. Suyas son las inmensas
montañas, suyo el silencio del bosque, suyo el aroma de las flores y
la belleza del día estival. Ningún poder del mundo tiene derecho a
disputarle su mundo, que se vuelve tanto más grande y hermoso
cuanto más ahonda en él; y cuya riqueza aumenta con el anhelo de
sus dones.
Y si dirige su insaciable ojo intelectual hacia los mundos
circundantes del resto de los seres vivos, entonces el universo lo
148
(Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

colma de una tal abundancia de exquisitos dones, que apenas puede


empezar a sobreponerse hasta que percibe en el montón de sonidos
la melodía que enlaza a todos los seres entre sí; luego reconoce y
siente lo que solo de modo alusivo expresa la palabra
“conformidad a plan5.

149
Carta duodécima
(Ánimo)

Volvemos ahora a nuestro punto de partida, las sensaciones, tras


haber conocido las estructuras que creamos sirviéndonos de ellas.
Esta excursión enriqueció en gran medida nuestro conocimiento.
Pudimos convencernos de que nuestras sensa­ ciones revelan su
verdadera utilidad cuando se emplean en la construcción de las
formas.
Aquellas formas que se distinguían por sus prestaciones se con­
virtieron en seres vivos que, en tanto sujetos autónomos, crearon
un mundo circundante a su alrededor, mundo circundante que
construido sobre relaciones regidas por leyes permite reconocer el
reinado de las leyes naturales técnicas.
Se reveló ante nuestros ojos una legalidad generalizada que
conecta todos los fenómenos del mundo y que también mani­ fiesta
su acción en nuestro cuerpo.
151
Carta duodécima

Sabemos que nuestro cuerpo no es un mero mecanismo, sino


que —resultado de una ley natural técnica—fue construido con
ayuda de los impulsos genéticos en nuestro plasma embriona­ rio.
Sabemos que los impulsos supramateriales actúan también durante
nuestras acciones en el protoplasma de nuestro cerebro.
Dado que nuestro cerebro mismo debe su formación a nuestro
ánimo, podríamos concluir que, del mismo modo, la ley natural
técnica debe repercutir en él. Para ganar claridad al respecto,
debemos centrar nuestra atención en las relaciones entre nues­ tro
cerebro y nuestro ánimo. El cerebro que -como todas las
estructuras corporales que conocemos—está basado en nuestras
sensaciones de contenido y de orden posee además relaciones
especiales con nuestro ánimo, relaciones de las que el resto de las
estructuras corporales carece. Si se estimula un nervio sensorial,
entonces se genera en nuestro ánimo una sensación que depende
de la persona del nervio estimulado.
De este hecho derivó Johannes M üller1la ley de las energías
específicas de los sentidos. La ley indica que en las personas
nerviosas excitadas se produce un efecto que no puede ser con­
siderado como consecuencia del movimiento prolongado de la
excitación nerviosa, sino que alude a un carácter único que no nos
recuerda a ningún cambio conocido de las estructuras corporales.
De hecho, solo en las personas nerviosas se genera una cone­
xión entre nuestro cuerpo y nuestro ánimo que no tiene nada que
ver con los procesos espaciales, ya que nuestro ánimo es com-

' Johannes Peter Müller (1801-1858). Anatomista y fisiólogo de origen alemán.


Reconocido por sus estudios en fisiología de los sentidos y por el establecimiento de
la ‘'teoría de las energías específicas” según la cual la naturaleza de la sensación se
define no por el carácter del estímulo sino por las estructuras nerviosas que
transmiten la información incidente y que son, para cada sentido, específicas. (N
.deJM H )
152
(Animo)

pietamente aespacial. El proceso espacial de la onda excitadora es


contestado en las personas nerviosas por el proceso aespacial de
una sensación.
Si solo supiéramos de nuestro cerebro que en él ocurren
procesos espaciales de excitación de índole química o eléctrica,
entonces la energía sensorial específica que actúa en las personas
nerviosas quedaría completamente aislada y resultaría abso­
lutamente inconcebible. Pero ahora sabemos que en nuestro
cerebro actúan también impulsos, cuya peculiaridad consiste
asimismo en ser completamente incorpóreos, supraespaciales y
supratemporales, ya que dominan en gran medida los cambios
tanto espaciales como temporales de un cuerpo.
Resulta entonces plausible equiparar los impulsos—de los que, por
su carácter aespacial, solo podemos reconocer sus efectos— con las
sensaciones, y atribuirles por eso un contenido intuitivo. En un
principio, se aducirán dudas respecto de esta equipara­ ción, porque
los impulsos -en tanto formadores de formas, tal como los hemos
aprendido- poseen un carácter absolutamente activo, mientras que la
sensación -que se produce en la persona nerviosa—parece tener, por
el mismo motivo, un carácter pasivo. Al observarlo más
detenidamente, resultará incorrecto asumir que las sensaciones
tienen un carácter pasivo. Por el contrario, toda sensación posee el
carácter de una orden. “Debes ser azul” decimos al objeto del
mundo exterior, tan pronto como las on­ das etéreas emitidas por él
alcanzan nuestra vista y la excitación
causada por estas se topa con nuestra persona nerviosa.
Lo mismo vale para el resto de las sensaciones que con su
presencia prescriben al mundo su forma y su contenido.
La ley de la energía sensorial específica puede entonces ser
expresada de la siguiente manera: toda excitación de una persona
nerviosa provoca el impulso correspondiente a dicha persona
153
Carta duodécima

nerviosa, impulso que se diferencia de todos los demás mediante la


sensación que lo caracteriza.
Los cambios en el sistema nervioso -que provoca el impulso al
aparecer—no dependen de causas fisiológicas, sino de la co­ nexión
psicológica con otros impulsos, creada por medio de la
apercepción. De este modo, podemos representarnos los procesos
incorpóreos en el ánimo actuando en el mundo corporal fisioló­
gico del cerebro. De manera similar, D riesch pensaba la acción del
ánimo —que él denomina 1psicoide”—sobre el cerebro,
Gracias a la estrecha relación entre el ánimo y el cerebro, es po­
sible tratar la organización del ánimo —tan difícil de comprender­
en relación con la organización del cerebro, y crear una imagen
intuitiva de aquella, como hicimos para la organización parcial de
los círculos sensoriales particulares. Por supuesto, no puede tratarse
de un verdadero paralelismo entre cerebro y ánimo, ya que los seres
aespaciales no pueden ser paralelos a las estructuras corporales.
Pero, al esbozar el esquema anímico, no se trata en absoluto de un
conocimiento verdadero, sino meramente de un medio para
ordenar, de manera clara y según cierta analogía, los factores del
ánimo.
Del mismo modo que todo cerebro se divide en una parte
sensorial y una motora, en un órgano perceptivo [Merksorgan] y en
un órgano actor [Handlungsorgan] -unidos mediante un órgano
conductor—así se descompone también el ánimo (imagen
9) en un órgano sensorial [Empfindungsorgan] y uno volitivo
[Willensorganj, unidos por un órgano del juicio.
En el órgano sensorial coloco los ya conocidos círculos senso­
riales 1 a 6, que podemos imaginar con las formas ya esbozadas del
octaedro de colores, de la escala de sonidos, etc. Todas ellas se
conectan con el órgano aperceptivo (AP), que a su vez se re­
laciona con el órgano de la memoria que contiene las reglas para
154
(Ánimo)

Organos sensoriales Organos volitivos

1-6: Círculos s-eiisoriales SM: Órgano senrimentaJ


I-Vi: Órganos para ordiu.ar acciones CO: Órgano de la conciencia
AP: Órgano »perceptivo j: Organo Je) juicio
M: Organos. Je la in entura V: Órgano volitivo

IMAGEN 9

crear los esquemas. La apercepción se encuentra también bajo el


influjo del órgano sentimental (SM), que posee la capacidad de
reforzar o reprimir las características de los diferentes círculos
funcionales, como ya expuse en el caso del mundo circundante de
los animales.
Del órgano aperceptivo se abre una vía hacia el órgano del
juicio, que también representa un órgano de regias, ya que tanto las
reglas de la experiencia como los fundamentos y las ideas influyen
en el juicio. Del órgano del juicio trazo una vía hacia el órgano
volitivo que, por su parte, activa los órganos de orden de acciones
particulares I a V, etc. Aquí también opera un órgano de la
memoria, que contiene las reglas del movimiento.
Lamentablemente sabemos muy poco acerca del órgano vo­
litivo, ya que los impulsos que aparecen aquí no poseen ningún
signo sensual y —además de un conocimiento general sobre la
intervención de los impulsos voluntarios—solo recibimos algu­ na
noticia del movimiento iniciado mediante la manifestación
155
Carta duodécima

de signos direccionales. A su vez, los signos direccionales son


utilizados por la apercepción (cosa que no podía representarse
apropiadamente en el esquema).
Es interesante comprobar que notaremos de manera muy
incompleta los procesos que tienen lugar en el ánimo mediante
nuestra conciencia, ya que todas las reglas son perceptibles para
nosotros solo cuando entran en actividad.
Debemos pensar en otro órgano que es de decisiva importan­ cia
para la unidad del ánimo. Me refiero a la conciencia (CO) que —
además de su constante influjo sobre el órgano del juicio“ también
puede producir el dolor moral. Así como el dolor físico rige todos
ios umbrales del órgano sentimental y solo se abre paso hasta llegar
a un primer plano, de la misma manera el dolor moral rige todos
los umbrales en el órgano del juicio que, de lo contrario, son
impuestos por las diferentes reglas del juicio. El dolor moral
pronuncia su propio juicio, que es inapelable. Así fortifica al mismo
tiempo el peso del órgano del juicio, que la mayoría de los hombres
prefiere ignorar para tomar una decisión rápida que, a su vez, en
todos los casos de sentimentalismo fuerte los conduce sin reflexión
desde la apercepción hasta la deter­ minación voluntaria —como
indiqué con una línea punteada—.
Todo intento por esbozar un esquema del ánimo debe sucum­
bir al reproche de ser, al mismo tiempo, arbitrario e incompleto.
Sin embargo, estimulará la reflexión y dará lugar a correcciones. Así
se alcanzará la meta.
Pues siempre que se investigue el ánimo se comprobará una
cosa: que se trata de un organismo que -encontrándose fuera del
tiempo y del espacio- constituye sin embargo una estructura que
alude a la actuación de una ley natural técnica. Pero esta ley no
puede separarse de la ley natural técnica que se manifiesta en la
organización corporal.
156
(Ánimo)

Todo —incluso la distribución consciente de los impulsos


decisivos y las reglas que entran en acción- habla a favor de la
existencia de un plan que abarca al individuo entero.
El engranaje sistemático de los diversos factores del ánimo da
cuenta de una coacción regular continua. Únicamente la con­
ciencia parece escapar a esta coacción, porque ella misma dicta
constantemente imperativos al órgano del juicio, sin recibirlos de
ningún otro órgano del ánimo. Así parece participar de manera
autónoma en la regulación y, por lo tanto, ser libre.
Solo el hombre que se dice a sí mismo “debes” tiene derecho a
la libertad.
Así, tras el descubrimiento de las leyes técnicas dominantes
como fuerzas naturales, la biología llega a los más elevados pro­
blemas de la filosofía: Dios, libertad[ inm ortalidad. La divinidad se le
manifiesta como la conformidad a plan que, siendo ella misma
supraindividual, crea los sujetos según leyes técnicas in­ dividuales.
La libertad solo puede ser hallada en la participación de la legislación.
Desde luego, la inm ortalidad está dada en la indestructibilidad de las
leyes naturales técnicas.
Aquí el biólogo suelta la pluma de su mano; su camino está
recorrido, su meta fue alcanzada y encontró la conexión con las
grandes preguntas de la humanidad. No penetrará en las altas
montañas de los problemas psicológicos, metafísicos y místicos.
Deja a los entendidos en estas materias la tarea de encontrar ios
caminos que siguen.
Solo una pregunta lo agobia irresistiblemente: ¿es verdade­
ramente apta la época actual para buscar en la conformidad a plan
la esencia de lo viviente? Vivimos en un Estado que se encuentra en
una putrefacción total. Dentro y fuera de la patria se impone la
infamia desvergonzada y ésta amenaza con destruir todo el
patrimonio cultural. Por doquier triunfan los bandidos
157
Carta duodécima

que arrastran su propia conciencia por la suciedad y que dan vía


libre a sus instintos bestiales.
Una mirada a través de la ventana nos dará la respuesta. La
primavera llegó: el fresco verdor despunta en las ramas secas de los
árboles por doquier. El círculo de la naturaleza también incluye —
siguiendo la conformidad a plan—la putrefacción de los Estados.

Pero en lo que al triunfo de los bandidos se refiere, basta con


que nos coloquemos por una vez en un punto atemporal,
supratemporal, y que abarquemos con nuestra mirada el túnel de
características de nuestra vida como un todo acabado. Desde este
punto de vista, no hay nada transitorio. El tonto consuelo de los
necios que dice que lo pasado está enterrado para siem­ pre se
derrite como nieve al sol. Toda nuestra vida aparece ante nosotros
inmutable, como fundida en metal.
Pronto el tiempo, con su apariencia engañosa de transitorie-dad,
habrá pasado para nosotros, humanos vivos. Entonces el punto de
vista extratemporal será el único que podremos adoptar. ¿Serán
entonces dignos de envidia los que —a pesar de todo éxito
exterior- tuvieron una vida que, como dice Lutero, no es sino un
zanjón apestoso?
Seria, terriblemente seria, como una campana del destino,
resuena para cada uno la doctrina de la vida. Pues la vida es eterna
y ante la eternidad se desvanece la broma.
El joven de Sais no tuvo la fuerza para mirar la vida a la cara. Sin
miedo, yo pude conducir tu fuerte corazón a la alta cima desde la
cual la biología contempla el universo.

158
Esta primera edición se terminó de imprimir en el
mes de Abril de 2 0 14 en Gráfica MPS, Santiago del
Estero 328, de la ciudad de Lands, Buenos Aires,
República Argentina.
jakob von uexküll
cartas biológicas sene perenne
a una dama Buenos Aires - 2014

U na escena es todo: Estoy sentada bajo los rayos del sol, observo
un abejorro que vuela sobre el cantero, de una flo r a otra. Así
comienza una de las cartas, titulada “Origen”. Quien pinta
la escena es la que fuera mujer de Jakob von Uéxkull,
destinataria de estas Cartas biológicas, de 1920. Ella pregunta
por dos seres que no tienen en apariencia nada que ver
pero que parecen estar hechos uno para el otro. Pregunta
musical, pregunta por el amor del mundo. En otra carta
habla de los hilos invisibles que hacen caer la manzana de
Newton. Otra escena... y luego desaparece.
El biólogo toma su pluma, busca explicar(se) la vida de
los mundos. A poco de andar descubre que, en tanto se
considere a los seres-sujetos, no hay un mundo, sino
muchos, tal vez uno por cada ser. La noción de umwelt
(mundo circundante) surge brillante, llamada a tener la
más vasta influencia sobre el devenir de la biología, la
etología, la filosofía. La visión antropomórfica, que nos
emplazaba a todos en un mismo mundo, nuestro
espacio-tiempo, se derrumba. Brotan mundos de
colores variados, cada uno llega hasta donde puede,
pero lo hace de manera implacable. Hay entre los
mundos relaciones musicales, de punto y contrapunto,
de abejorro a flor. Nada queda librado al azar, todo se ajusta
mutuamente. Hay un orden, una armonía, un plan.
La conformidad a plan es la potencia del mundo que crea sujetos.
A través de ella se percibe en el montón de sonidos la melodía
que enlaza a todos los seres. Se manifiesta en la estructura
corporal de todos los seres vivos, pero también de los humanos,
quienes en su vana ilusión creen ser un imperio dentro
de otro. De allí el origen del dolor. Uexküll se lamenta: ISBN 978-387-29224-6-7
El humano, que cree llevar el cetro de la libertad\ no puede
subsistir sin el azote de la natíoaleza. Su consuelo: Solo hay que
devolverle su mundo circundante. 9 789872 922467 >

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