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La pedagogía como profesión

1. ¿Qué pedagogo habrá que formar en la UPN para responder a las


necesidades sociales y educativas del México del siglo XXI?

Es imposible modelar completamente al pedagogo que se requerirá para la


segunda parte de esta centuria siquiera; más aún, ni siquiera es posible delinear los
caracteres de las prácticas profesionales que habrá de asumir, dentro de cinco años,
cuando esté –en el mejor de los casos- titulándose como licenciado por la UPN.
Sin embargo, no podemos disociar las competencias que se requiere tenga, de
las finalidades del sistema educativo y sus transformaciones, pues nuestra
universidad es una:
“… institución pública de educación superior, creada por decreto presidencial el 25 de
agosto de 1978. Tiene la finalidad de formar profesionales de la educación en
licenciatura y posgrado para atender las necesidades del Sistema Educativo
Nacional y de la sociedad mexicana en general.”1
La calidad de la formación de pedagogos radica en su concepción; es decir en el
plan y los dispositivos de formación que se construyan. En ese sentido y para efectos
del establecimiento de criterios que la orienten, habría que recuperar la propuesta de
Philippe Perrenoud; a saber:
1. una transposición didáctica fundada en el análisis de las prácticas y de sus
transformaciones,
2. un referencial de competencias que identifique los saberes y capacidades
requeridos,
3. un plan de formación organizado en torno a competencias,
4. un aprendizaje a través de problemas, un procedimiento clínico,
5. una verdadera articulación entre teoría y práctica,

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6. una organización modular y diferenciada,
7. una evaluación formativa fundada en el análisis del trabajo,
8. tiempos y dispositivos de integración y de movilización de lo adquirido,
9. una asociación negociada con los profesionales,
10. una selección de los saberes, favorable a su movilización en el trabajo. 2
Aunque cada uno de estos criterios merecería ser abordado a profundidad, por
la limitación de espacio, nos ocupamos a continuación sólo del 3er. punto.
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2. ¿Qué saberes necesitará un pedagogo para hacer su trabajo?


En la lógica de la construcción del currículum de Pedagogía debiera implicarse
una reflexión sobre los saberes que necesitarán nuestros egresados para no dar
cabida a la inclusión de contenidos nada más porque se piensan “imprescindibles” por
algún equipo de docentes.
Para iniciar una posible definición de necesidades es indispensable incorporar
lo que hace a prácticas profesionales y los ámbitos de actuación del pedagogo, pero
como la Propuesta de la Comisión de Cambio Curricular no contiene un diagnóstico
real sobre estos aspectos; se ha recurrido a referentes externos, internacionales3, que
si bien justifican la necesidad de redimensionar la formación del pedagogo para
atender prácticas emergentes en nuevos campos… no se puede abandonar el vínculo
que tiene la pedagogía con el sistema escolar, haciendo imprescindible atender la
formación en competencias para la docencia, la gestión, la supervisión, la
didáctica, la investigación y para la formación de docentes.
La formación por competencias en México, tiene largo itinerario, para
ejemplificar bastaría decir que los niveles preescolar, primario, secundario y de
bachillerato están diseñados con base en ese enfoque; por cierto, el enfoque también
ha recorrido largo camino, hasta llegar a incorporar los presupuestos teóricos del
constructivismo, que rebasan con mucho los primeros intentos de traslado mecánico
de la empresa a la educación.
El enfoque de competencias para evaluar la formación profesional en el campo
de la educación es el Examen General para el Egreso de la Licenciatura en Pedagogía-
Ciencias de la Educación,4 que fue elaborado a partir de la organización de las
capacidades en grupos de competencias genéricas y subcompetencias específicas; en
cuyo diseño, por cierto, participaron destacados miembro de nuestra comunidad
docente.
Las competencias genéricas del pedagogo que se evalúan son: conceptual,
metodológica-operativa, integrativa y ética.
La competencia conceptual está integrada por las subcompetencias en el
conocimiento: filosófico de la educación; social de la educación; psicológico; del campo
de la pedagogía y ciencias de la educación; de la historia de la educación y la
pedagogía; metodológico de la investigación pedagógica y educativa; didáctico y
curricular; de las políticas de la administración y la planeación educativa; y

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conocimiento de la evaluación educativa.
La competencia metodológica-operativa comprende subcompetencias relativas a la
utilización de: procedimientos e instrumentos de investigación; métodos didácticos y
curriculares; procedimientos de métodos y técnicas de la administración escolar;
métodos de orientación educativa; métodos, procedimientos y técnicas de la
comunicación educativa; métodos, procedimientos y técnicas de evaluación del
aprendizaje; así como el manejo de administración y planeación educativa.
La competencia integrativa cubre las subcompetencias de integración: teórico
metodológica; interdisciplinaria; y contextual.
Por último, la competencia ética está constituida por las subcompetencias en: valores
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profesionales; y de aceptación de la diversidad. 5


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Habrá que deslindarnos de las visiones reduccionistas en la formación


profesional por competencias y de las propuestas de “medición” con que se pretende
titular a los pedagogos; pero no podemos caer en la actitud maniquea o negar lo que
está pasando ya en otros niveles educativos del sistema, al cual están convocados a
servir los profesionales de la pedagogía que hemos de formar…

¿QUÉ MAESTROS NECESITAMOS PARA FORMAR A LOS NUEVOS


PEDAGOGOS?
Hasta aquí, se hace evidente otra ausencia: la tarea de evaluar la forma cómo
realizamos la práctica docente, los profesores que impartimos cursos o seminarios de
las diversas Líneas y Campos que integran el actual Plan de Estudios de la Licenciatura
en Pedagogía (1990); toda vez que toda transformación del currículum implica
cambios en el quehacer docente para ajustarlo a las nuevas demandas.
La docencia, como práctica profesional, en la cultura institucional, no constituye
-hasta ahora- un asunto relevante para nuestra universidad. Debe reconocerse que no
se habla de ella en los órganos académicos, no se evalúan las prácticas docentes y, no
se han tomado decisiones importantes respecto a planes para su mejora, en el marco
de la puesta en marcha del nuevo currículum.
En el mejor de los casos -nos atrevemos a afirmar- en la UPN, se considera que
lo único que sus profesores necesitan para desarrollar una función docente de
carácter profesional, es que sean expertos en su disciplina; esto le ha llevado a ofrecer
oportunidad y apoyo para que sus trabajadores académicos, adquieran grados de
maestría y doctorado. Bien visto, esta posición obedece a una tendencia dominante en
la formación de profesores universitarios, pero que no deja de tener serios
cuestionamientos.
Si bien es necesaria la experticia en la materia, esta no constituye condición
suficiente para ser enseñante.
No se niega la necesidad de incrementar los niveles de formación de los
docentes a maestría y doctorado; pero el principal énfasis es que éstos deberán
adquirir formación para la enseñanza; mediante cursos, seminarios o talleres que van

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desde la incorporación de la sistematización de la enseñanza de los años ‘70s, de
técnicas provenientes de la teoría de la dinámica de los grupos, y del uso de medios
audiovisuales; hasta lo que en la actualidad, se pretende, como el uso del pizarrón
electrónico, el cañón, las nuevas tecnologías computarizadas o vía satelital en el aula,
así como la incorporación de plataformas informáticas y la internet, como recursos
para la enseñanza. Sin embargo debemos reconocer, se carece de programas de
formación continua.
Más aún, el surgimiento de los nuevos enfoques del aprendizaje, nos obligan a
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propugnar por un modelo de formación de profesores universitarios, cuyo propósito


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sea precisamente: que el docente deje de ser un transmisor para convertirse en


mediador y guía del aprendizaje de sus alumnos. (Díaz Barriga, Frida 1999)
Es claro que, transcurrida la primera década del siglo XXI, con el uso de la
computadora y la internet se ha producido el acceso -casi ilimitado- a una gran
diversidad de fuentes para el saber actual; con lo que, este ha dejado de ser una
posesión exclusiva de los docentes; más aún, la computadora y la internet han
contribuido de manera decisiva para que la función del enseñante se vea
desvalorizada frente a los recursos y fuentes que los alumnos tienen para aprender.
Desde nuestra modesta opinión, si el docente universitario de la UPN no quiere
verse condenado a ofrecer un servicio residual e incluso caduco, deberá adquirir las
habilidades, capacidades o competencias que le permitan dejar de ser el centro
gravitatorio en torno al cual giran los componentes del proceso enseñanza aprendizaje,
para ceder el sitio a los alumnos; convirtiendo su quehacer en el de un buen
organizador o diseñador de situaciones o entornos para el aprendizaje significativo de
los alumnos.
Así entonces, la actualización de los profesores que habremos de “poner en
escena” un nuevo Plan de Estudios de la Licenciatura en Pedagogía, cualquiera que
este sea, deberá centrarse en una tarea: ayudarnos a dejar de preocuparnos por la
enseñanza y empezar a hacernos cargo del aprendizaje de los alumnos.
Es menester asumir que:
 los profesores de un nuevo plan de estudios no sólo debemos poseer un
conocimiento profesional de los contenidos a enseñar (experticia);
 también tendremos que desarrollar habilidades para incorporar el uso de los
medios de comunicación de masas, la computadora y el internet como parte de
nuestro arsenal didáctico (formación para la enseñanza);
 pero, y sobre todas las cosas, atender el grave problema de falta de actualización
en los nuevos enfoques del aprendizaje (formación para el aprendizaje); que nos
lleve a comprometernos en la tarea de diseñar actividades, estrategias, recursos y
situaciones para el aprendizaje formativo de los pedagogos para el 2015 y los
siguientes años.

Los cambios en el currículum de nuestra licenciatura imponen cambios en el


modelo de docencia; cambios que se hacen imprescindibles, pues de otra forma, de no
realizárselos, el cambio de Plan de Estudios para la formación de pedagogos para el

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siglo XXI, se hará con prácticas docente del siglo XIX.

1
Portal de la UPN, Consultada el 4 de septiembre de 2009
http://www.upn.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=19&Itemid=225 (negritas sonmías)
2
PERRENOUD, Philippe (2001) “La Formación de los docentes en el siglo XXI” en: Revista de Tecnología
Educativa. (Santiago de Chile) Vol. XIV, N° 3, Pp. 503-523
3
TEJADA, José (2001) “El perfil profesional del pedagogo en la formación”. En: VICENTE, P. Y MOLINA, E.
(Coords.) (2001) Salidas profesionales de los estudiantes de Pedagogía, Grupo Editorial Universitario,
Granada; ARMENGOL, Carme (coord.) “Perfil y competencias de los pedagogos hoy”Consultado en:
4

http://www.um.es/facuedu/calicon/jornadas-2005/competencias_%20pedagogia_%20eees.pdf o, RIERA,
Página

Jordi y Mireia Civís “La pedagogía Profesional del siglo XXI”. En: Educación XXI, Nº 11. Barcelona: Facultad
de Educación, UNED. Pp.133-154
4
CENEVAL (2002). Guía para el Examen General para el Egreso de la Licenciatura en Pedagogía Ciencias de
la Educación. México, CENEVAL.
5
THIERRY, David René “La formación profesional basada en Competencias” Consultado el viernes 4 de
septiembre de 2009 de:
http://web.upaep.mx/DesarrolloHumano/maestros/cursosTemporales/PagThierry/Body/competencias/ART
%20-%20COMPETENCIAS.doc


A no ser que se considere como tal, la valoración que de los profesores hacen los alumnos, mediante un
cuestionario al término del curso, como requisito para el otorgamiento de becas; aunque sus resultados no
son conocidos por los profesores ni se los toma en cuenta para la asignación de grupos en el siguiente
semestre.

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