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Literatura, 6to año. Instituto French. Prof.

Candela Barroso Lelouche

Ficcionalización: la dimensión antropológica de las ficciones literarias,


Por Wolfgang Iser (Adaptación)
Universidad de Constanza Universidad de California, Irvine [1]

La mayoría de las personas asocia el término ficción con el ámbito narrativo de la literatura. Sin
embargo, su otra acepción alude a lo que el Dr. Johnson llamó “una falsedad; una mentira.” La equivocidad
de la palabra es reveladora, porque cada significado ilumina al otro. Ambos significados comprenden
procesos similares, que podemos denominar “sobreposiciones”: la mentira se sobrepone a la verdad, y el
trabajo literario se sobrepone al mundo real que incorpora. Por lo tanto, no sorprende que las ficciones
literarias hayan sido frecuentemente identificadas como mentiras, aunque presenten su no-realidad como si
esta sí existiera.
[…] Ficción y Ficcionalización comprenden una dualidad, cuya naturaleza depende del contexto: las
mentiras y la literatura son los diferentes resultados del proceso de duplicación y cada una sobrepone las
fronteras de su realidad contextual con sus propios modos. Considerando que esta dualidad precede sus
formas de realización, el cruce de fronteras puede concebirse como la característica principal del proceso de
ficcionalización.
El mentiroso debe ocultar la verdad, pero, de tal manera, la verdad está potencialmente presente en la
máscara que la disfraza. En las ficciones literarias, los mundos existentes se sobreponen y, a pesar de que
son aún individualmente reconocibles, están puestos en un contexto que los desfamiliariza. Por lo tanto, la
mentira y la literatura siempre contienen dos mundos: la mentira incorpora la verdad y el propósito por el
cual la verdad tiene que esconderse; las ficciones literarias incorporan una realidad identificable, sujeta a una
remodelización imprevisible. Así, cuando describimos la ficcionalización como un acto de sobreposición,
debemos tener en mente que la realidad sobrepuesta no queda atrás: se mantiene presente, por lo que imbuye
a la ficción con una dualidad explotable para diferentes propósitos. En lo que sigue, nos focalizaremos en el
proceso de ficcionalización, como un medio para dirigirnos a la cuestión de por qué los seres humanos, a
pesar de tener conciencia de que la literatura es ilusión, parecen necesitar de las ficciones.
I
Si hoy en día las ficciones literarias no son culpadas de mentir, de todos modos están estigmatizadas
como irreales, sin tomar en cuenta el rol vital que juegan en nuestra experiencia diaria. En su libro, Ways of
Worldmaking, Nelson Goodman muestra que no vivimos en una sola realidad, sino que en muchas, y que
cada una de estas realidades es el resultado de un proceso que nunca puede rastrearse hasta “algo sólido
subyacente”. No hay ningún mundo subyacente, pero nosotros, en su reemplazo, creamos nuevos mundos
desde lo experienciado, y todos ellos existen al mismo tiempo en un proceso que Goodman describe como
“hechos desde la ficción”. Por lo tanto, las ficciones no son el lado irreal de lo real, lo opuesto a la realidad
que nuestro “conocimiento tácito” todavía las lleva a ser; si no que, ellas son, más bien, condiciones que
permiten la producción de mundos, cuya realidad, en cambio, no ha de ser dudada.
[…] La forma de construir mundos de Goodman, muestra cómo podemos acceder a lo inaccesible
inventando posibilidades. […] Considerando que las ficciones poseen aplicaciones tan variadas, podríamos
preguntarnos perfectamente qué es lo que parecen ser, qué logran y qué revelan en literatura.
II
[…] Desde esta observación podemos derivar la fórmula básica de la ficcionalización: trae a la
presencia la simultaneidad de lo que es mutuamente excluyente. De todas maneras, como esto es una verdad
de la mentira, las ficciones literarias abrazan otra condición que las separa de la mentira: ellas descubren su
ficcionalización, lo que la mentira, en cambio, no puede permitirse. Por lo tanto, las ficciones literarias
contienen toda una serie de marcas convencionalizadas, que indican al lector que su lenguaje no es discurso,
sino “discurso espectacularizado” (escenificado, hecho espectáculo), indicando así, que lo que es dicho o
escrito sólo debe tomarse como si estuviese refiriéndose a algo, en donde fácticamente todas las referencias
están suspendidas y sólo sirven como guías para lo que debe ser imaginado.
[…] Si la duplicación es constitutiva de la ficcionalización y se vuelve operativa en el continuo cruce
de fronteras, entonces surge la pregunta sobre qué puede revelar una actividad tal. La Arcadia de Philip
Sidney provee una pista importante para esta respuesta.

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Los protagonistas de Sidney, viviendo el mundo histórico-político de Grecia y Asia menor, deben
enmascararse cuando cruzan hacia la Arcadia y nuevamente deben adoptar disfraces diferentes cuando
cruzan otra frontera dentro de la misma Arcadia. Ellos se someten a este cruce de fronteras porque desean
estar cerca de las hijas del rey, de las que se han enamorado. Bajo sus disfraces – con Pirocles como un
amazonas y Musidoro como pastor – entretienen a las princesas con cuentos de sus aventuras heroicas en el
mundo histórico-político […] Así, como los protagonistas quieren indicar algo otro de lo que dicen, los
cuentos de los hechos heroicos se tornan vías para un significado latente, sin cesar nunca de significar lo que
decían en primer lugar, ya que las princesas deben impresionarse por lo que los protagonistas hicieron.
Por lo tanto, el uso especial que se hace de los cuentos comienza por ficcionalizarlos, ya que se
vuelven signos para develar una realidad oculta, como si únicamente el significado ficcionalizado de la
narración pudiese traer a la luz lo que permanece esquivo. De todas maneras, si el primer significado (aquel
de los hechos heroicos) sirve como signo para otro significado (aquel del deseo de ser tomados por lo que
los protagonistas son), entonces un desplazamiento mutuo queda fuera de la cuestión, y así esta dualidad
inseparable se presenta a sí misma como la estructura de doble significado. Lo anterior implica que siempre
hay un significado manifiesto anunciando uno latente, el que se obtiene emergiendo desde lo que el
manifiesto dice.
Esta estructura del doble significado se asemeja a la de los sueños. Paul Ricoeur apunta: “Puestas
todas las preguntas de escuela de lado, los sueños atestiguan que constantemente significamos algo otro de
lo que decimos; en los sueños, el significado manifiesto se refiere infinitamente a significados ocultos; esto
es lo que hace de cada soñador un poeta.” […] El doble significado y la estructura de los sueños son
explícitamente equivalentes.
Una vez el significado manifiesto es liberado de lo que designa, se vuelve libre para otros usos. Si
ahora debe ser considerado como una metáfora, atrayendo algunas realidades ocultas a la luz, entonces,
claramente, se abre un espacio de juego entre el significado manifiesto y el latente. Es este espacio de juego
lo que hace de la ficcionalidad literaria una matriz para generar significados. Ahora bien, lo que es dicho y
lo que es mentado pueden correlacionarse diferentemente, y de acuerdo cómo sean vinculados, pueden
derivarse continuamente nuevos significados desde el manifiesto y el latente.
[…] Quizás, en este punto, podemos realizar un pausa para resumir lo argumentado hasta ahora. La
ficcionalidad literaria tiene la estructura del doble significado, que no es el significado por sí mismo, pero
una matriz para generar significados. El doble significado toma la forma del ocultamiento y revelación
simultáneos siempre diciendo algo, que resulta diferente de lo que mentaba, para anunciar algo que se
sobrepone a lo que esto refiere. […] De tal manera, la ficcionalización epitomiza una condición, que de otro
modo resultaría inaccesible en la forma en que la vida normal toma su curso.
[…] Si el disfraz permite que uno se pare más allá de las fronteras de lo que uno es, entonces la
ficcionalización puede también permitir que nos volvamos lo que queremos ser. Por lo tanto, ser “aparte de
uno mismo” resulta ser la condición mínima para crear al propio ser y al mismo mundo donde uno se
encuentra a uno mismo.
III
La ficcionalización en la literatura apunta a un patrón antropológico que es integral para el ser
humano: la estructura del doppelgänger, (el doble, alter ego). Una observación, hecha por el antropólogo
social Helmuth Plessner, es pertinente aquí para asistir una disposición como esta: “Nuestro auto-
entendiemiento racional puede formalizarse, a través de la idea de lo humano como un ser generalmente
inseparable de un rol social, pero no definido por un rol particular. El actor-del-rol o portador de la figura
social no puede identificarse con esa figura, pero no puede concebirse separado de ella sin que este pierda su
humanidad… Solo a través del otro de uno mismo uno tiene uno mismo. Con esta estructura del
doppelgänger, que vincula al portador del rol y a la figura del rol, nosotros creemos que hemos encontrado
una constante… La estructura del doppelgänger… hace posible todo auto-entendimiento, pero de ningún
modo deben colocarse una mitad contra la otra en el sentido de que es mejor por naturaleza.”
[…] el psicoanálisis habla de un núcleo-de-uno-mismo, que puede verse a sí mismo en el espejo-de-
uno-mismo. Sin embargo, como sus propios doppelgängers, los seres humanos son, cuando más,
diferenciables, al viajar entre sus varios roles que suplantan y modifican los unos a los otros. Los roles no

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son disfraces con los cuales se completen finalidades pragmáticas; ellos son medios que permiten al sí
mismo ser otro que cada rol individual.
Por supuesto, el rol individual será determinado por la situación social, pero, a pesar de que esto
condiciona la forma, no condiciona el nivel del doppelgänger de la humanidad: coloca un timbre en la
división, pero no la limita ni la elimina. Por lo tanto, despliega la dualidad de la humanidad en una
multiplicidad de roles. Esta dualidad en sí misma surge de la posición descentrada del ser humano – nuestra
existencia es incontestable, pero al mismo tiempo inaccesible para nosotros.
IV
Como hemos visto, la estructura del doble significado vincula la ficcionalidad literaria al sueño. Sin
embargo, la primera no es por ningún motivo una representación y menos una repetición de lo último. De
hecho, aunque el soñador este consciente de que él está durmiendo, todavía permanece en los confines de su
sueño. En cambio, la ficcionalización en literatura conlleva a la condición de “éxtasis”, que permite a uno
ser simultáneamente uno mismo y aparte de uno mismo.
La ficcionalización, ilumina un modo diferente, de acuerdo al que, una disposición básica humana, es
capaz de manifestarse a sí misma. Si el uno mismo humano es el punto de encuentro de sus múltiples roles,
las ficciones literarias muestran a los seres humanos como aquello que ellos hacen de sí mismos y aquello
que entienden que son ellos mismos. Para este propósito, uno debe salir de uno mismo, de forma que pueda
exceder las propias limitaciones de uno. Por lo tanto, podríamos describir la ficcionalidad literaria, como una
conspicua modificación de la conciencia, que hace accesible lo que meramente sucede en los sueños. El
soñador esta inevitablemente atado al mundo que él crea, pero la ficcionalización en literatura permite
soltarse de estas ataduras. […]
Las ficciones literarias que se muestran a sí mismas “como sí”, se revelan como una apariencia
opuesta a un ser; muestran que nuestra habilidad de transmutarnos a nosotros mismos en diferentes formas
no puede ser reificada. Al mismo tiempo, esta apariencia permite constantemente a la humanidad inventarse
a sí misma de nuevo. Y finalmente muestra que no hay un último marco de referencia para lo que hacemos
de nosotros a través de la ficción, aun cuando la ficcionalidad funcione como una extensión del ser humano
y así de la impresión de que es en sí misma un marco de referencia tal.
Por lo tanto, la ficcionalidad literaria puede tomarse como una indicación de que los seres humanos no
pueden estar presentes para ellos mismos – una condición que nos hace creativos (incluso en nuestros
sueños), pero que nunca nos permite identificarnos a nosotros mismos con los productos de nuestra
creatividad. Esta constante puesta en escena de nuestra modelización de uno mismo nunca encuentra
restricciones, aunque el precio que ha de pagarse por esta libertad de extensión es la falta de definición y
permanencia de todas las formas asumidas. Si la ficcionalización provee a la humanidad con las
posibilidades de la extensión de uno mismo, también expone la deficiencia de los seres humanos – nuestra
inaccesibilidad fundamental a nosotros mismos.
V
La ficcionalización es la puesta en escena de la creatividad de la humanidad y como no existen límites
para lo que puede ser espectacularizado, el proceso creativo, en sí mismo, carga la inscripción de la
ficcionalidad: la estructura de doble significado. En este sentido, ofrece la paradojal y (quizás por esa misma
razón) deseable posibilidad de ser ambos significados en la mitad de la vida y en el mismo instante estar
fuera de ellos. Esta simultánea imbricación y desprendimiento de la vida mediante la ficción, que
espectaculariza la imbricación y por consecuencia conlleva al desprendimiento, ofrece un tipo de totalidad
intramundana que de otro modo es imposible en la cotidianidad. Así, la ficcionalización pone en escena
nuestro ser en la mitad de las cosas, volviendo esta misma imbricación en un espejo para sí. Sin embargo, lo
que esperamos obtener de esta desprendida vinculación a través de la ficcionalidad, nos da la impresión de
que sabemos qué es estar en la mitad de la vida.
Podríamos considerar un pasaje de la novela La insoportable levedad del ser [donde] Las
posibilidades de las que habla Kundera yacen más allá de lo que es, aunque no podrían existir sin lo que es.
Esta dualidad es evidenciada a través de la escritura, que es motivada por el deseo de sobreponer la realidad
que rodea al novelista. Por lo tanto, él no escribe sobre lo que es, y su sobreposición está relacionada a una
dimensión que retiene su equivocidad, porque depende de lo que es, sin embargo no puede derivarse de lo
que es. En una mano, la realidad del escritor se desvanece a un rango de sus propias posibilidades, y en la
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otra, estas posibilidades sobreponen lo que es y en consecuencia lo invalidan. Pero esta penumbra de
posibilidades no podría llegar a ser si el mundo, al cual construye en el horizonte, hubiese quedado atrás. En
cambio, ellas empiezan a descubrir lo que permaneció oculto en el mundo mismo, ahora refractado por el
espejo de posibilidades, exponiéndolo, de tal modo, como una trampa.
Entonces, en la novela coexisten lo real y lo posible, porque es sólo la selección y representación
textual del mundo real hecha por el autor, […] Este resulta un proceso negado a nosotros en la vida real –
tener lo real y lo posible y aun así mantener, al mismo tiempo, la diferencia entre ellos, solo puede ser
espectacularizado como un “como si”. De otro modo, por mucho que esté atrapada en la realidad, es
imposible experimentar la posibilidad, y viceversa.
Ahora bien, ¿en qué sentido el mundo es una “trampa”, y qué nos convoca a sobreponer sus fronteras?
Todos los autores de ficcionalización hacen esto, y así, también, lo hacen los lectores de ficción, quienes
continúan leyendo a pesar de su conciencia de la ficcionalidad del texto. […] Los fundamentos desde los
cuales somos permanecen insondables e invisibles para nosotros. Malone de Samuel Becket dice: “Vive e
inventa”, porque no sabemos que es vivir, por lo tanto debemos inventar lo impermeable. […] Por
consiguiente, si deseamos tener lo que permanece impenetrable, somos conducidos más allá de nosotros
mismos; y como no podemos ser, al mismo tiempo, nosotros mismos y la instancia trascendental hacia y
desde nosotros mismos que resulta necesaria para predicar lo que significa ser/existir, nos catapultamos
hacia la ficcionalización. Beckett dio voz a lo que Plessner había propuesto como un problema: esto es, que
la auto-modelización propia es la respuesta para nuestra inaccesibilidad con nosotros mismos. La
ficcionalización comienza donde el conocimiento se escapa y esta línea divisoria se vuelve el origen de las
ficciones, a través de las que nos extendemos a nosotros mismos más allá de nosotros mismos.
[…]
Por consiguiente, las posibilidades que no pueden derivarse de lo existente sólo pueden ser narradas,
pero la narrativa enaltecerá, únicamente, el modo de su existencia y no nos dirá nada sobre dónde proviene.
En los sueños construimos constantemente mundos desde cero. Como lo señaló Gordon Globus – siguiendo
a Leibniz–, podríamos denominarnos las posibilidades de nosotros mismos, pero, ya que somos los
originadores de estas posibilidades de nosotros mismos, no podemos, en efecto, serlas – por lo que nos
balanceamos entre-medio de lo que hemos producido. Para descubrirnos como posibilidades de nosotros
mismos y – en vez de consumirlas para satisfacer las demandas pragmáticas de la vida cotidiana –
desplegarlas por lo que son en un medio creado para tal exposición, las ficciones literarias revelan una
disposición profundamente engranada de nuestro constructo. ¿Qué puede ser esto? Las siguientes respuestas,
como la necesidad de la ficcionalidad, se sugieren a sí mismas: sólo podemos presentarnos a nosotros
mismos en el espejo de nuestras propias posibilidades; estamos determinados como mónadas, al cargar todas
las posibilidades imaginables dentro de nosotros mismos; sólo podemos lidiar con la apertura del mundo,
mediante las posibilidades que derivamos y proyectamos hacia el mundo desde nosotros mismos; o, al
espectacularizar nuestras propias posibilidades, estamos batallando incesantemente para posponer nuestro
propio final.
Pero, en el último análisis, la ficcionalización no puede igualarse con ninguna de estas manifestaciones
alternativas. En cambio, ilumina ese estado entre-medio, cuyas trazas indelebles marcan la estructura de
doble significado, aquella del doppelgänger, como también aquella de las ilimitadas opciones de auto-
modelización. La ficcionalización, entonces, puede considerarse como la apertura de un espacio de juego
entre todas las alternativas enumeradas, y, por consiguiente, la instalación de libre juego, que milita contra
toda determinación, tratándolas como restricciones insostenibles. […] Henry James dijo una vez: “El éxito
de una obra de arte... puede medirse por el grado mediante el que produce una cierta ilusión; esa ilusión nos
hace creer, que hemos vivido, por un tiempo, otra vida – de que tuvimos una milagrosa extensión de la
experiencia.”

Notas:
[1] Iser, Wolfgang, “Fictionalizing: The Anthropological Dimension of Literary Fictions”, en New Literary History, Vol.
21, 1990, pp. 939-955, traducción y notas por Vicente Bernaschina Schürmann. En este documento, Iser plantea, a través del
concepto de “ficcionalización”, la facultad y proceso inherente del ser humano de realizar una duplicación, un doble pliegue, en
las narraciones, por lo que sería un proceso que estaría en directa relación con la ficcionalidad. (N. del T.) Artículo completo
publicado en Cyber Humanitatis Nº 31 (Invierno de 2004)
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