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UNIVERSIDAD​ ​DE​ ​CHILE

Facultad​ ​de​ ​Ciencias​ ​Sociales


Departamento​ ​de​ ​Antropología
Cátedra:​ ​Arqueología​ ​II
Profesores:​ ​Andrea​ ​González​ ​y​ ​Nicolás​ ​Lira
Ayudante:​ ​Gabriel​ ​Rivera

PATRIMONIO​ ​CULTURAL​ ​Y​ ​PRÁCTICA​ ​ARQUEOLÓGICA​ ​EN​ ​EL​ ​NORTE


GRANDE:​ ​RECONSIDERACIONES​ ​EN​ ​DOS​ ​CASOS​ ​DE​ ​ESTUDIO
David​ ​Reyes​ ​V.

El presente ensayo tiene el propósito de reflexionar las concepciones que los arqueólogos tienen
acerca del patrimonio cultural. Se consideraron las posturas teóricas y éticas de distintos
profesionales nacionales para enriquecer la discusión. Se tomaron los casos de abordaje
arqueológico en comunidades vivas en las localidades de Belén, Arica y Ollagüe, Región de
Antofagasta.

El desarrollo disciplinario de la arqueología en el Norte Grande ha sido abarcado


sistemáticamente desde la segunda mitad del siglo pasado, con una gran atención en los
contextos funerarios y de forma secundaria en los contextos habitacionales. Es preciso
abordar los métodos y relaciones generadas entorno al protagonismo de la cultura material,
en un contexto sociohistórico especifico, dado que, el surgimiento de lo que actualmente
entendemos por patrimonio cultural y labor arqueológica, han sido caracterizados y unidos
en un constante dialogo que muchas veces, se aleja de los requerimientos que la comunidad
a​ ​estudiar​ ​exige.
Para ejemplificar y generar una discusión atingente, se considerará el trabajo de Jofré
(2003) en la comunidad de Belén, ubicada a 3.268 msnm, 143 km al interior de Arica
(p.329). Además, se tomará en cuenta el trabajo realizado por Ayala ​et al. ​(2003) en la
comunidad de Ollagüe, considerado como un territorio que “históricamente ha sido un
corredor de interacción entre el Altiplano Meridional y las cuencas del Loa y el Salar de
Atacama”​ ​(p.277).
El tratamiento que se le dio a los lugares ya mencionados, intento subsanar las practicas
disciplinarias que no consideraban el punto de vista de las comunidades que habitan dichos
sectores. Sin embargo, el apoyo teórico en un discurso por la diversidad resulta estéril al
momento de entender las dinámicas y requerimientos que la comunidad puede tener o
llegar​ ​a​ ​exigir​ ​sobre​ ​el​ ​patrimonio​ ​cultural​ ​que​ ​es​ ​susceptible
El presente trabajo pretende abordar en un plano general los planteamientos de algunos
arqueólogos nacionales respecto a la práctica arqueológica, el trabajo del patrimonio
cultural, las consideraciones éticas implicadas y los posicionamientos que deben aplicarse,
para así, dejar en evidencia las concepciones que deben y no deben aplicarse al momento de
hacer arqueología. Siempre debe tenerse en cuenta que hablar de patrimonio (concepto
impreciso​ ​y​ ​cuestionable),​ ​es​ ​hablar​ ​de​ ​ejes​ ​legales,​ ​académicos​ ​y​ ​comunitarios.
Concepciones​ ​y​ ​casos
Para pensar la noción de patrimonio cultural, González (2000) nos ofrece la idea de que
este concepto, ha sido creado a partir de las necesidades sociales de consumo cultural y las
posibilidades de actividad económica, engendrándose así, una nueva forma de entender el
vestigio arqueológico (p.10). Dentro de este ámbito, la autora agrega el factor atractivo que
el patrimonio tiene, el cual es perseguido por distintas entidades con diversos motivos. La
definición con la cual la investigadora dirige su postura por la mejora de este concepto
ampliamente utilizado sugiere ver al patrimonio como “el legado histórico y social del
pasado que pervivió a lo largo del tiempo y que es preciso conservar” (González, 2000: 10),
sin tardar en advertirnos, que es preciso definir como debe llevarse a cabo la preservación y
por​ ​qué.
El carácter histórico que supone el fenómeno patrimonial da cuenta de diferentes versiones
del término, los cuales “ilustran la diversidad y complejidad del mismo, así como las
diferentes posturas que supone su aplicación” (Adán ​et al.​, 2001: 620), en donde distintas
definiciones implican posiciones políticas igualmente diferenciadas que generalmente son
ocultadas tras cierta visión homogénea de nuestro patrimonio cultural. Dentro de esta línea,
Adán ​et al. (2001) entienden el uso del patrimonio cultural como recurso material en la
constitución de las memorias e identidades históricas nacionales, regionales y locales,
entendiendo papel de la arqueología y la antropología en el proceso, mediatizando la
práctica y ética profesional. Algo similar es lo que sugieren Ayala ​et al. (2003) al momento
de debatir la puesta en valor, protección y administración del patrimonio cultural de la
comuna de Ollagüe. Sin muchos pormenores, estos autores no tardan en recalcar la falta de
“demandas patrimoniales, observándose más bien un proceso de desvalorización de su
patrimonio cultural, lo cual en más de una ocasión ha producido la destrucción y/o pérdida,
total o parcial, de importantes restos arqueológicos e históricos de la zona” (Ayala et al.,
2003: 278), identificando como de escasas las políticas y medidas de acción
gubernamentales orientadas a resguardar y proteger dicho patrimonio. Sin embargo, los
usos mencionados dan la impresión de una acción en vista de facilitar el acceso al registro
por parte de los arqueólogos, como un hecho más importante que la propia administración
local.
A pesar de que estos investigadores declaran que se deben “considerar los planteamientos
de las comunidades indígenas (…), ya que nos brindan la oportunidad de cambiar esta
relación a favor de un dialogo más horizontal entre los actores involucrados” (Ayala ​et al.​,
2003: 284), persiste en ellos la idea de que la conservación, preservación y puesta en valor
de un patrimonio cultural, pertenece y es herencia de la humanidad en su conjunto.
Expresiones como: “si las comunidades estuvieran más interiorizadas con el trabajo de esta
disciplina, su desarrollo histórico, sus intereses de estudio y la forma de abordar el registro
arqueológico e interpretar el pasado, paulatinamente cambiaría su actual percepción de la
misma” (Ayala et al., 2003: 283), no hacen más que apelar a intereses que nutren el campo
de trabajo, pero poco o nada tienen que ver con las ideas que surgen de la comunidad
misma.
Una situación similar puede evidenciarse en el tratamiento del patrimonio cultural de la
comunidad de Belén, en donde puede verse otro eje involucrado además del académico: dos
de sus asentamientos (Huaihuarani e Incahullo) fueron declarados como Monumento
Nacional Histórico. Jofré (2003) señala que ninguno de los sitios arqueológicos cuenta con
alguna medida de resguardo, señalética, puesta en valor o plan de manejo turístico,
patrimonial o educacional. Cabe destacar que la alarma desplegada por la arqueóloga dice
mucho de la reacción que se reproduce a nivel macro, pues la actitud de rechazo ante una
comunidad que administra su patrimonio cultural por parte del mundo científico no es más
que la reproducción a nivel micro de los códigos que organizan las disciplinas sociales
(Uribe​ ​y​ ​Adán,​ ​2003).
Las nociones acerca de que es patrimonio cultural, quien debe administrarlo y quien es su
dueño, no logran escapar al choque epistemológico entre sociedades y formas de pensar, ya
que, las categorías diferenciadas de tiempo y propiedad, se hacen patentes al momento de
debatir​ ​entorno​ ​al​ ​patrimonio.
La efectiva utilización del patrimonio cultural por parte de las comunidades puede
constituir la principal falencia al sostener la tesis de un equipo profesional que no considera
del todo el punto de vista del otro al momento de ejecutar sus estudios. Aun así, tener este
dialogo constante en mente, en conjunto con los procesos de etnogénesis que se conocen,
contribuye​ ​al​ ​entendimiento​ ​acabado​ ​del​ ​problema.
Práctica​ ​y​ ​Ética
No se debe olvidar, que el sustento material en el cual se basa el ideario de patrimonio
cultural, por lo general tiene una base material. Uribe y Adán (2003), abogan ​por generar
una discusión acerca del problema detrás de la idea de que el pasado está vivo, a pesar de
que los mediadores sean restos y objetos de los ancestros de las comunidades. Esta
situación denota e implica directamente, una toma de decisiones prácticas, las cuales
involucran la tripartición de ciencia-comunidades-patrimonio en relación con el
posicionamiento del investigador al momento de relacionarse y estudiar un contexto
determinado​ ​(Adán​ ​et​ ​al.,​ ​2001).
Si bien la teoría no siempre se ajusta con precisión al caso en particular, es de relevancia
considerar posturas como la “arqueología social”, que pretende asumir un rol activo dentro
de la sociedad actual y que se posicione frente a los problemas y debates contemporáneos
vinculados​ ​con​ ​el​ ​reconocimiento​ ​de​ ​la​ ​diversidad​ ​cultural​ ​(Ayala​ ​et​ ​al.,​ ​2003).
Para Endere y Ayala (2012), el caso del reconocimiento que los derechos indígenas han
tenido en el ámbito legal y en los códigos de ética profesionales, parecen haber generado un
impacto desigual entre los investigadores, cuyas actitudes podrían resumirse en cuatro tipos
básicos: “los que se niegan y resisten (aunque cada vez menos abiertamente), los que
aceptan pero no cambian sus metodologías de trabajo, los que tienen un discurso
claramente reivindicativo e intentan aplicarlo en sus prácticas profesionales y los que
adoptan una militancia activa en beneficio de los indígenas” (p.46). Acerca de los casos
mencionados, podemos evidenciar que las posturas al respecto pueden asociarse con los
primeros dos tipos básicos, dada la casi nula materialización de las conversaciones con las
comunidades que el equipo investigador dice haber sostenido al momento de escribir sus
informes.
Otro aspecto a considerar, es el rol que juega la Ley de Monumentos Nacionales, ya que, “a
pesar de que esta institución afirma reconocer el vínculo de las poblaciones originarias con
el patrimonio arqueológico, en la Ley de Monumentos Nacionales los indígenas siguen
siendo tratados como cualquier ciudadano chileno, ya que no reconoce las particularidades
y derechos culturales de estas poblaciones” en dónde “al igual que los restos arqueológicos,
los restos humanos encontrados en sitio que comprenden territorio nacional son
Monumentos Nacionales de propiedad estatal” (Endere y Ayala, 2012: 48). La fuerza que
una ley estatal puede ejercer nos invita a reflexionar y a redirigir el foco de discusión,
puesto que el poder de acción y alcance que el arqueólogo puede tener al momento de
aplicar sus códigos éticos queda supeditado a las resoluciones que el aparataje burocrático
determina. El posicionamiento debe estar dado por y para la comunidad, estando el
arqueólogo, al servicio y comprometido con los problemas identificados de forma
dialéctica.
Conclusiones
El desinterés de los arqueólogos que señalan algunos autores (Endere y Ayala, 2012; Ayala
et al., 2003) en lo que respecta a sus implicancias profesionales, no cabe en la correcta
realización de la práctica arqueológica. La noción de patrimonio cultural debe ser un objeto
de reclamo, entendiendo que “las decisiones respecto del mismo no quedan solo libradas al
criterio​ ​del​ ​profesional​ ​que​ ​[actúa]”.
La arqueología debe posicionarse en su contexto histórico, siempre en conciencia y alerta,
en otras palabras, “se trata de seguir haciendo ciencia, pero en conciencia” (Uribe y Adán,
2003: 303), develando así, la carga ideológica que encierran los conceptos como pasado y
patrimonio​ ​cultural,​ ​los​ ​cuales​ ​operan​ ​para​ ​fines​ ​específicos.
El rol de arqueólogo pasa por la relación sostenida entre el mundo académico, consigo
mismo, con el aparato burocrático que lo rige y con el contexto que pretende estudiar,
reconstruir e interpretar. La neutralidad disciplinaria es difícil de sostener, y más vale el
intento de alejarse de los aparatos de conocimiento que objetualizan insidiosamente a las
comunidades que estudian: por ejemplo, la falta de una perspectiva crítica en los autores
trabajados al momento de entender el patrimonio cultural como un “bien”, que solo se
entiende desde un nosotros occidental dentro de lógicas de mercado y propiedad; la
utilización del concepto de patrimonio que es etimológicamente pernicioso y excluyente; el
uso de una noción de tiempo occidental que distingue tres tiempos, la cual no se ajusta a el
entendimiento del espacio y las formas de habitarlo que otras sociedades puedan tener (p.e
la comunidad de Belén y Ollagüe como representantes de las practicas sistematizadas en el
Norte​ ​Grande).
Una posible solución para ser desarrollada en un futuro trabajo, intentando resolver las
problemáticas identificadas en este ensayo, sería la búsqueda de políticas públicas en dónde
la comunidad arqueológica tenga derecho a autorizar la participación de los pueblos ligados
históricamente a los hallazgos encontrados. De esta forma podría entablarse una
arqueología en el plano de lo legal, en dónde el voto cultural de un pueblo tenga cabida,
para efectos de una administración de los hallazgos de forma material y/o simbólica mucho
mas​ ​autónoma​ ​y​ ​servicial​ ​de​ ​parte​ ​de​ ​los​ ​instrumentos​ ​burocráticos​ ​estatales.
Destaco que el presente trabajo se desarrolló mediante la utilización de información que se
generó hace años, situación que supone un punto endeble al momento de discutir su validez
actual, pero, aun así, creo que se incentiva el dialogo y a la complementariedad que esta
discusión pueda generar al momento de pensar temas como patrimonio cultural y práctica
arqueológica.

Bibliografía
● Adán, L., Uribe, M., Godoy, M., Jiménez, C. y Salazar, D. (2001) Uso del
Patrimonio Cultural en la Construcción de Memorias e Identidades Históricas
Nacionales. ​IV Congreso Chileno de Antropología​. Colegio de Antropólogos de
Chile​ ​A.​ ​G,​ ​Santiago​ ​de​ ​Chile.
● Endere, M. y Ayala, P. (2012) Normativa legal, recaudos éticos y practica
arqueológica. Un estudio comparativo de Argentina y Chile. ​Chungará, Revista de
Antropología​ ​Chilena.​ ​44-1:​ ​39-57
● Ayala, P. et al. (2003) Vinculaciones entre una arqueología social y la comunidad
indígena​ ​de​ ​Ollagüe​ ​(Región​ ​de​ ​Antofagasta,​ ​Chile).
● González, M. (2000) Memoria, historia y patrimonio: hacia una concepción social
del​ ​patrimonio.​ ​Trabajos​ ​de​ ​Prehistoria.​ ​57-2:​ ​9-20
● Jofré, D. (2003) Una propuesta de acercamiento al patrimonio arqueológico de la
comunidad​ ​de​ ​Belén​ ​(Región​ ​de​ ​Tarapacá,​ ​Chile).
● Uribe, M. y Adán, L. (2003) Arqueología, patrimonio cultural y poblaciones
originarias: reflexiones desde el desierto de Atacama. ​Chungará, Revista de
Antropología​ ​Chilena.​ ​35-2:​ ​295-304

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