Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Primera Guerra Mundial, en 1918, Gran Bretaña ostentó el predominio político en el mundo. En
relación con el conjunto de los avances tecnológicos de la Primera Revolución industrial
subrayemos dos aspectos. Primero, que contribuyeron decisivamente al relevo de la estructura
feudal anterior por una nueva capitalista en un periodo de aproximadamente un siglo, desde la
segunda mitad del siglo xviii hasta finales del siglo xix; algunos fueron la culminación de
transformaciones anteriores al siglo xviii. El cambio no está reñido con ciertas continuidades, pues
de otro modo no se podría explicar la acumulación de conocimientos, factor clave del cambio.
Esfuerzos, experimentaciones, ensayos de prueba y error, perfeccionamiento, necesidades
antiguas y nuevas, felices concurrencias, azar. En definitiva, lo nuevo no acababa de nacer,
mientras lo antiguo, entre estertores, no terminaba de morir. Así que no todos los inventos y las
innovaciones se realizaron al mismo tiempo ni en todos los sectores productivos. Es más, algunas
novedades tuvieron consecuencias contradictorias. En algunas ramas se destruyeron oficios,
mientras que en otras se crearon nuevos empleos. E incluso, como veremos, la puesta a punto de
innovaciones en un sector repercutió favorablemente en el mantenimiento de ramas antiguas,
cuya modernización fue posterior. Las necesidades de uno de ellos espoleaba los avances de los
demás que acababan alumbrando nuevas soluciones para ellos mismos y para otras ramas
productivas. A título de ejemplos, el desarrollo de la energía de vapor se logró al cabo de
doscientos años (1698-finales del siglo xix); la energía hidráulica, que ya se utilizaba en la Edad
Media, seguía siendo perfeccionada a finales del segundo tercio del siglo xix; la fundición de
hierro, cuyos orígenes más modernos se sitúan en 1709, alcanzó la madurez (acero) en la segunda
mitad del siglo xix (1856, Henry Bessemer); la maquinaria motorizada para producir productos y
las máquinas herramientas fueron madurando al compás de la experiencia acumulada desde la
Edad Media, de los adelantos técnicos, de las nuevas necesidades y de las sinergias vinculadas. No
son parangonables los cambios revolucionarios de naturaleza política, que pueden ser muy breves
en el tiempo, con los equivalentes en el mundo de la economía, con cadencias más reposadas.
Pero, y en segundo lugar, lo relevante fue el resultado, un cambio profundo e irreversible, cuyas
consecuencias aún perduran hoy. El mundo, o por mejor decir, las islas británicas, habían largado
sus amarras.