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CURZIO MALAPARTE

Curzio Malaparte (Prato, 9 de junio de 1898 – Roma, 19 de julio de 1957), nacido


Kurt Erich Suckert, fue un periodista, dramaturgo, escritor de relato corto, novelista
y diplomático italiano. El apellido elegido para firmar sus obras, que utilizó desde
1925 y significa literalmente 'de mal lugar', es un juego de palabras con Buonaparte,
en referencia a Napoleón Bonaparte. La obra literaria de Curzio Malaparte es una
de las más representativas de la Italia del siglo XX.
Entró luego en la carrera diplomática, asistió a la conferencia de la paz en Versalles
y después formó parte de la legación italiana en Polonia. En 1921 regresó a Italia y
abandonó la carrera administrativa. Atraído por la figura de Mussolini, entonces
todavía muy próximo a sus orígenes socialistas, se adhirió al partido fascista en
1922. Un año antes había publicado su primer libro (La revuelta de los santos
malditos) y se hacía llamar Malaparte. Un día Mussolini le preguntó por qué había
escogido este nombre funesto, a lo que contestó el escritor: "Napoleón se llamaba
Bonaparte y terminó mal, yo me llamo Malaparte y terminaré bien".
Durante algún tiempo fue delegado de las "haces" en el extranjero, pero no tardó en
presentar la dimisión. La decisión obedeció tan sólo a un deseo de independencia,
ya que Curzio Malaparte continuó siendo uno de los intelectuales más brillantes del
movimiento acaudillado por el Duce. Director del semanario fascista La Conquista
dello Stato, publicaba ensayos de títulos virulentos como Las bodas de los eunucos
(1922), Italia contra Europa (1923) o La Italia bárbara (1925), en los que exponía un
nietzcheísmo político basado esencialmente en la antítesis entre la plebe italiana
"que no quiere sufrir", y el héroe-superhombre (evidentemente Mussolini) que debía
convertirse forzosamente en un tirano si quería llevar al país al desempeño de un
gran papel histórico.
Con todo, en ese tiempo, Curzio Malaparte ya se permitía pequeñas rebeldías cada
vez más frecuentes con respecto a la disciplina del partido y del mismo Duce.
Administrador de las célebres ediciones de la Voce, a menudo entraba en conflicto
con los dirigentes fascistas. Pero a raíz del pacto de Letrán, en 1929, atacó
directamente a Mussolini en un breve libelo aparecido en una revista genovesa bajo
el significativo título de Don Camaleón. Las autoridades prohibieron su publicación
en volumen y Mussolini decidió alejar a Malaparte de Roma y confiarle la dirección
del gran diario turinés La Stampa.
Después de un largo viaje por Europa, África y Asia, nuestro autor abandonó
ruidosamente el partido fascista en enero de 1931. Refugiado en París, publicó allí
en francés dos obras capitales: Técnica del golpe de estado (1931) y Le Bonhomme
Lénine (1932), que le valieron por fin la vasta notoriedad que no había podido
alcanzar con su novela Aventure d'un capitano di sventura ni con su libro de
poemas, también autobiográfico, L'Archiitaliano, cantate di Malaparte.
Establecido en Londres, Malaparte iniciaba allí su carrera de corresponsal político
cuando Mussolini, en 1933, le ordenó que regresara a Italia. Malaparte obedeció,
por bravata, pero fue detenido al apearse del tren "por manifestaciones antifascistas
en el extranjero" (sus dos libros Técnica del golpe de estado y Le Bonhomme Lénine
estaban prohibidos en Italia y Alemania). Tras un encarcelamiento de algunos
meses, el escritor fue condenado a cinco años de confinamiento en las islas Lipari.
Allí escribió Fughe in prigione (1936) y Sangue (1937).
Cumplida la condena, pudo establecerse en Roma, pero quedó bajo la vigilancia de
la policía y fue detenido durante la visita de Hitler a Roma en 1938. Con todo, en
1939 fundaba Malaparte la revista de oposición Prospettive, en la que publicó textos
de antifascistas notorios como Alberto Moravia y, durante la guerra, poemas de Paul
Éluard e inclusive artículos de escritores judíos. Parecía, no obstante, que Mussolini
trataba a su antiguo discípulo con cierta benevolencia, por cuanto en 1940, a raíz
de la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial, Malaparte, que acababa de
publicar su novela Donna come me, recibió el nombramiento de corresponsal de
guerra y fue agregado a un regimiento de tropas alpinas.

Pero, dando una nueva prueba de su incurable espíritu de libertad, Malaparte se


puso a escribir su novela Il Sole e' cieco, condenación moral de la agresión contra
una Francia que se hallaba ya al borde de la derrota. El libro fue confiscado y
Malaparte, enviado al servicio armado, hizo la campaña de Grecia a bordo de un
avión de bombardeo. En 1941 pudo reintegrarse a sus funciones de corresponsal
de guerra y partió al frente de Rusia con el cuerpo italiano del general Messe. Pero
sus artículos desfavorables a Alemania originaron su expulsión del frente ucraniano
a fines de 1941.

Su estancia en la Europa del Este ocupada por los alemanes y sus sorprendentes
encuentros con jefes nazis como Franck, gobernador-títere de Polonia, e incluso
con Himmler, le suministraron la materia del más conocido de sus libros, Kaputt,
que fue publicado en 1944 en Nápoles (ocupado ya por los norteamericanos) y
rápidamente traducido a todas las lenguas.
Después de pasar el año 1942-43 en el frente de Finlandia, Malaparte se refugió en
Suecia y, a la caída de Mussolini, pasó a la parte de Italia controlada por los aliados
y luchó hasta la paz con los resistentes de la División Potente. Asqueado por el
espectáculo de la Italia de la inmediata postguerra (La Pelle, 1949), Malaparte
decidió en 1945 instalarse en París e incluso pensó en escribir solamente en
francés. En francés estrenó con poco éxito dos obras de teatro: Du coté de chez
Proust (1948) y Das Kapital (1949). Vuelto a Italia, vivió en su casa de Capri, donde
realizó algunas apreciables tentativas cinematográficas.
En 1956 hizo un gran viaje a China y afirmó sus simpatías por el régimen comunista.
Pero en 1957, poco después de la aparición de su último libro, Maledetti Toscani,
sufrió unos ataques pulmonares y cardíacos, secuela de sus heridas de guerra.
Llevado a Roma en avión, empezó entonces una patética lucha de cuatro meses
contra la muerte, que afrontó con gran valor y plena conciencia, hasta el punto de
registrar en una cinta magnetofónica sus impresiones de agonizante. Días antes de
su muerte, Malaparte, que era protestante y había visto su libro La Pelle incluido en
el índice en 1949, se convirtió al catolicismo.
Aun cuando es difícil emitir ahora un juicio sobre Curzio Malaparte, no parece
aventurado afirmar que fue uno de los más vigorosos temperamentos literarios de
su época. A pesar de las exageraciones voluntarias que contienen, libros como
Kaputt y La Pelle quedarán probablemente como testimonios decisivos de la
tragedia de los años 1939-45. Se le ha reprochado con razón el cinismo de que
hace gala, pero es posible que este cinismo no fuese para Malaparte más que la
máscara tras la que se ocultaba su lúcida desesperación ante la decadencia
europea.

Obras principales
Ensayo
 Viva Caporetto!, Prato: Stabilimento Lito-Tipografico Martini, 1921, luego
republicado con el título La rivolta dei santi maledetti ("La revuelta de los
santos malditos", Aria d'Italia, 1921)
 Le nozze degli eunuchi, Roma: La Rassegna Internazionale, 1922
 L'Europa vivente, Firenze: La Voce, 1923; en L'Europa vivente e altri saggi
politici, Firenze: Vallecchi, 1923
 Italia barbara, Torino: Piero Gobetti, 1925; Roma: La Voce, 1927
 Intelligenza di Lenin, Milano: Treves, 1930
 Technique du coup d'état, Paris: Bernard Grasset, 1931, 1948; publicado
primero en francés y luego traducido al italiano como Tecnica del colpo di
Stato, Milano: Bompiani, 1948
 I custodi del disordine, Torino: Fratelli Buratti Editori, 1931
 Le bonhomme Lénine, Paris: Bernard Grasset, 1932; publicado primero en
francés y luego traducido al italiano como Lenin buonanima, Firenze:
Vallecchi
 Mussolini segreto (Mussolini in pantofole), Roma: Istituto Editoriale di Cultura,
1944; publicado bajo el pseudónimo de "Candido"
 Il sole è cieco ("El sol está ciego", Vallecchi, 1947
 Deux chapeaux de paille d'Italie, Paris: Denoel, 1948, publicado en francés
 Les deux visages d'Italie: Coppi et Bartali, 1949; publicado en francés y luego
traducido al italiano como Coppi e Bartali. Milano: Adelphi, 2009
 Due anni di battibecco, 1955
 Maledetti toscani, Firenze: Vallecchi, 1956, 1959
 Io, in Russia e in Cina, 1958; Firenze: Vallecchi
 Mamma marcia, 1959; Firenze, Vallecchi; con Lettera alla gioventù d'Europa
e Sesso e libertà, postfazione di Luigi Martellini, Milano: Leonardo, 1990,
1992
 L'inglese in paradiso, Firenze: Vallecchi, 1960. Contiene los opúsculos
incompletos Gesù non conosce l'arcivescovo di Canterbury y L'inglese in
paradiso. Reúne artículos publicados entre 1932 y 1935 en el «Corriere della
Sera», algunos bajo el pseudónimo de Candido.
 Benedetti italiani, 1961; Firenze, Vallecchi
 Viaggi fra i terremoti, Firenze, Vallecchi, 1963
 Journal d'un étranger à Paris, en francés primero, 1966; en italiano como
Diario di uno straniero a Parigi, Firenze: Vallecchi
 Battibecco. 1953-1957, Milano, Aldo Palazzi, 1967
 Il battibecco : inni, satire, epigrammi, Torino, Fògola, 1982
Narrativa
 Avventure di un capitano di sventura, Roma: La Voce, 1927, al cuidado de
Leo Longanesi
 Don Camaleo, Genova: rivista La Chiosa diretta da Elsa Goss 1928 (después
en Don Camaleo e altri scritti satirici, Firenze: Vallecchi, 1946)
 Sodoma e Gomorra, Milano: Treves, 1931
 Fughe in prigione, Firenze: Vallecchi, 1936
 Sangue, Firenze: Vallecchi, 1937
 Donna come me, Milano: Mondadori, 1940; Firenze: Vallecchi, 2002.
 Il sole è cieco, Milano: Il Tempo, 1941; Firenze: Vallecchi, 1947
 Il Volga nasce in Europa, Milano: Bompiani, 1943; in Il Volga nasce in Europa
e altri scritti di guerra, Firenze: Vallecchi
 Kaputt, Napoli: Casella, 1944; Milano: Daria Guarnati, 1948; Vallecchi,
Firenze 1960, 1966; Adelphi, 2009
 La pelle ("La piel"), Roma-Milano: Aria d'Italia, 1949, 1951; Firenze: Vallecchi,
1959; Milano: Garzanti, 1967; Milano: Adelphi, 2010
 Storia di domani, Roma-Milano: Aria d'Italia, 1949
 Racconti italiani, 1957; Firenze: Vallecchi
 Il Ballo al Kremlino, Firenze: Vallecchi, 1971; Milano: Adelphi, 2012. Novela
incompleta que debía formar parte de una trilogía formada por Kaputt (1944)
y La Pelle (1949). Es un retrato de la "nobleza marxista" a fines de los años
veinte.
 Muss. Il grande imbecille (1999) Luni Editrice, ISBN 8879841777, ISBN 978-
8879841771
Teatro
 Du côté de chez Proust. Impromptu en un acte, en francés. París: Théâtre de
la Michodière, 1948
 Das Kapital. Pièce en trois actes, en francés. París: Théâtre de Paris, 1949
 Anche le donne hanno perso la guerra, 1954 con la Compañía Italiana de
Prosa, Guido Salvini (director), Lilla Brignone, Salvo Randone y Gianni
Santuccio en el Teatro La Fenice para la Bienal de Venecia
Poesía
 L'Arcitaliano, Firenze e Roma: La Voce, 1928 al cuidado de Leo Longanesi
(después en L'Arcitaliano e tutte le altre poesie), Firenze: Vallecchi, 1963
 Il battibecco, Roma-Milano: Aria d'Italia, 1949
Cine
 Director de Il Cristo proibito, Italia, 1951
OBRA LA PIEL
Las guerras ¿se ganan o se pierden?, casi al final del libro, Malaparte lo describe
así: “en el mundo no había más que hombres vivos y hombres muertos. Todo lo
demás no contaba… es una vergüenza ganar la guerra”. En La piel, la miseria
compartida de vencedores y vencidos es sólo uno de los puntos de partida de este
magnífico libro, que traspasa con creces, las barreras del tiempo y de quién la
escribió y su biografía, porque el Sr. Malaparte, pone al servicio de la gran literatura,
toda la maestría y experiencia como corresponsal de guerra, y nos ofrece un relato
en primera persona sobre la devastación no sólo material, sino moral, de una
ciudad, de un pueblo y de una raza, la humana, cuando por fin es liberada del yugo
de sus opresores. La originalidad de este relato está en el punto de mira del que
parte el narrador, que no es otro, que el de proporcionar heroicidad y grandeza a
aquellos que han perdido la guerra, pues en nada se diferencian de aquellos otros
que la han ganado. El derrumbe de la moral al que asistió el mundo con la llegada
de los totalitarismos, consiguió que vencedores y vencidos, marchasen de la mano
en pos de la única razón existente en el ser humano en ese momento: la salvación
de su propia alma. Una huida que llevó a toda una civilización a asistir impertérrita
a su debacle, propiciada por la falta de una moral y una ética que rigiese los
designios comunes de toda la Humanidad, que inmiscuida en su propia salvación,
renuncia a la altivez de unos principios sólidos de convivencia con tal de
salvaguardar su alma. Y lo hace sin reparar para ello en la senda escogida, que no
es otra que la de la miseria más abyecta del ser humano, y que Malaparte simboliza
en la piel que traspira, siente y nos derrota como seres humanos hasta convertirnos
en héroes de la mezquindad.
La piel, en principio se iba a titular La peste, pero Camus se adelantó unos meses
a Malaparte, lo que no disminuye la grandiosidad de este relato de un pueblo
hambriento y perdido, sino que lo encumbra junto a otra de las obras maestras de
la literatura universal surgida de una de las mayores barbaries de la Humanidad. En
este caso, Nápoles se ensalza entre los escombros de sus ruinas y la destrucción
de sus palacios, dejando entrever la solemnidad de sus frescos, sus imágenes
religiosas e iglesias, que conviven sin pudor con la mayor de las miserias, y que
Malaparte emplea como símbolo de aquello que los vencidos ofrecen a sus
liberadores; una extensa y profunda cultura clásica cargada de una grandeza de la
que los americanos (en este caso) carecen, pues sólo poseen la libertad exenta de
gloria. En este sentido, es digno de elogio, el esfuerzo y la vasta cultura clásica que
posee el narrador y que pone al servicio de aquello que nos cuenta, dejando un
espacio, aunque sea pequeño, a la belleza y el arte, como si se tratase de un gran
decorado del teatro del mundo; y que tiene su máxima expresión, en la entrada a la
ciudad de Roma, donde el ejército americano rinde pleitesía a todos los héroes y
villanos de la ciudad eterna, convirtiendo en apoteósica a la narración, y en
vencedora a la cultura sobre la guerra.
Entre tanta destrucción, Malaparte busca refugio en la poesía cuando precisa
alimentar a su alma de algo intangible, y lo hace con una prosa cargada de un
lirismo, al que dota de magistrales y bellísimas metáforas cuando se fija en el mar,
el Vesubio, el cielo o las nubes, y que se torna en una belleza trágica, cuando narra
la erupción del Vesubio en abril de 1944, que como un semidios, se levanta sobre
las cenizas del ser humano, en un símil muy acertado en el viaje a lo más profundo
del averno que vencedores y vencidos inician día tras día. En ese transcurso de las
vidas, marcadas por la salvación de la piel, también se contraponen a la misma,
sentimientos como la piedad y el agradecimiento, el orgullo y el menosprecio, la
ternura y la vergüenza, lo sarcástico y lo poético, porque todas ellas son
características del ser humano que gana y pierde guerras, y que más allá del
profundo agradecimiento que Malaparte expresa en multitud de ocasiones hacia la
generosidad de todos aquellos que han muerto por proporcionarle de nuevo a su
pueblo el don de la libertad, subyace el día a día de un relato que como recoge la
contraportada de esta novela clásica, nos muestra que la frontera última de nuestra
humanidad es siempre la piel (que simboliza la frágil barrera de la corrupción
humana): “La piel, nuestra piel, esta maldita piel. Usted no puede ni imaginarse de
qué es capaz un hombre, de qué heroicidades y de qué infamias es capaz con tal
de salvar la piel. Ésta, esta piel asquerosa. Antes soportábamos el hambre, la
tortura, los martirios más terribles, matábamos y moríamos, sufríamos y hacíamos
sufrir para salvar el alma, para salvar nuestra alma y la de los demás. Hoy en día
sufrimos y hacemos sufrir, matamos y morimos, realizamos hazañas maravillosas y
actos horrendos no ya para salvar el alma, sino para salvar la piel. ¡Nos convertimos
en héroes por algo bien mezquino!”, Malaparte dixit.
Casa Come Me, la llamó
Malaparte, nos dice Maurizio Serra, era un esteta que odiaba la decadencia, y ese
era sin duda un rasgo, más fascistoide que fascista, que le vinculaba a la exaltación
del héroe, pero también al oportunismo contumaz que tantas veces se le reprochó.
La admiración sincera que sentía por la voluntad poderosa que proyecta un líder,
fuera de derechas o de izquierdas, se tratara de Mussolini o de Mao Tse Tung, le
llevaba a rendirse ante él, des-confiando de la democracia parlamentaria, que, en
su opinión, no respondía más que con tópicos cuando la gente necesitaba
certidumbres.

Una biografía puede ser un medio de reparación, una estrategia de memoria


Malaparte era, en fin, un apátrida ideológico, capaz de echarle un capote a Mussolini
y comprender la Revolución bolchevique. Capaz de escribir valientemente Técnicas
de golpe de Estado (1931), el libro que Fidel Castro echaría de menos en la
biblioteca de Fulgencio Batista.
Maurizio Serra, diplomático italiano fascinado por los intelectuales de entreguerras
(Drieu La Rochelle, Aragon, Malraux, Marinetti) analiza las ideas y motivaciones de
aquel hombre singular, con fama de donjuán pero reacio a las mujeres, entregado
a sí mismo, ligeramente maquillado a partir de cierta edad y amante de los perros,
en su opinión la mejor compañía del ser humano. Un hombre que quiso medirse, a
su modo, con Napoleón: su Santa Elena fue la casa construida al borde mismo de
un acantilado en la isla de Capri. Casa Come Me, la llamó.

El grano y la paja
Para Serra no tiene demasiado sentido reprocharle a Malaparte, como hizo Guerri,
su flexibilidad con la moral o su olfato para huir de la quema. Porque siendo así, eso
no es todo; sus libros sugieren algo muy superior y son documentos excepcionales
de los conflictos vividos en Europa en la primera mitad del siglo XX. Excepcionales
por lo amplio de la visión que ofrecen y el rico cromatismo de su paleta.

Malaparte era un esteta que odiaba la decadencia y un apátrida ideológico


Malaparte conocía muy bien Europa y las circunstancias de su destrucción: fue
soldado garibaldino en la Gran Guerra y cronista militar en diversos frentes del Este
en la Segunda Guerra Mundial. Asistió, atónito, a cenas fastuosas en el Palacio
Belvedere de Varsovia mientras los judíos polacos morían en Auschwitz. ¿Cómo
hacer compatibles ambas realidades sin romperse por dentro? Kaputt y La piel son
libros que expresan la vergüenza impotente de un hombre ante la crueldad y el
hundimiento de lo humano.
Maurizio Serra es una especie de Virgilio que nos conduce por el laberíntico,
resentido, crudo y exaltado mundo del escritor toscano de ascendencia alemana (su
nombre real era Kurt Erich Suckert). Ante una personalidad tan compleja, deslinda
por nosotros el grano de la paja, la verdad de las leyendas; sopesa con cuidado
aciertos y errores de una vida que no fue muy larga, en un ejercicio de una solidez
admirable.

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