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Universidad Pedagógica Nacional.

La Ratio Studiorum en la Edad Media.


Docente: Maximiliano Prada Dussán.
Bernardo Galindo Mora.
Informe de Lectura N° 01.
Septiembre 16 de 2014

¿Cómo la idea de los Signos es un esquema conceptual para tener


conocimiento del alma y de Dios?

Acerca de cómo la idea del “Signo” se convierte en un esquema conceptual


para tener conocimiento del alma y de Dios, debo recurrir primero al significado
de la palabra “signo”. Una definición abreviada podría indicar que “lo más
frecuente es que el signo se entienda como objeto sensorialmente perceptible,
como acción o acontecimiento que señale, designe o represente otro objeto,
acontecimiento, acción, formación subjetiva, etc.”. (Esta definición de signo no
refleja la que da Agustín. Él no define el signo de este modo). IUDIN, pg. 422).
De manera tal, que los objetos sensoriales y las formaciones subjetivas, todas,
poseen un significado y nos remiten mentalmente a algún lugar, persona,
pensamiento e idea trascendente, conforme la significación que poseemos de
ellas.

Sin embargo, el “signo” es más basto en cuanto lo que se puede predicar de él.
El signo encierra una relación necesaria entre el significante y el significado. Es
una correspondencia entre la creencia y la visión que se pueda tener de ese
signo. Esta relación está establecida por las comunidades arbitrariamente, es
decir por convencionalidad. No hay una regla universal para definir los signos y
mucho menos su significado. Los signos, pues, están delimitados por un
contexto, que les da la garantía de significar lo que significan. Así pues un
signo como “la palabra” tiene diversos significados en diversos contextos y así
mismo tiene una representación con un objetivo claro.

El signo es la garantía para alcanzar la eternidad del conocimiento, pues su


intención es volver atemporal lo temporal. Un ejemplo de esto lo encontramos
al ver “Los conocimientos tradicionales de los chamanes del yuruparí”
(AMAZONAS, 2011). (AMAZONAS, 2011), quienes a través de los signos como
la maloca, el tabaco, las plumas, la coca encuentran una comunión con su
tradición, con su dios (yuruparí). Para ellos la cultura fundamenta la ciencia, la
sabiduría. Instrumentos como la coca que son temporales pasan a ser signos
atemporales ¿un signo atemporal?, ¿un signo de lo atemporal? ¿cómo puede
ser atemporal un signo? para la preservación de su tradición y para la unión de
la madre tierra con el ser humano.

Los signos requieren por lo tanto ser aceptados, creídos. Si no hay una
creencia en ellos, es poco probable alcanzar una visión de la totalidad.
Independientemente de desconocer el signo, se hace necesario creer en él;
esta disposición se adopta para poder buscar el significado del signo
desconocido. Y precisamente esa creencia está en la base de la comunidad, de
la cultura, como pasa con los chamanes del yuruparí. Sin embargo esa
creencia en los signos no puede ser de cualquier manera, no se puede caer en
un “fideísmo” (3) repentino. La creencia debe estar regulada por la razón. El
signo es la cosa material donde se revela la verdad, por ello es fruto de la
experiencia que es regulada por la razón.
Los signos pues tienen la intención de unir lo material con lo inmaterial.
Pareciera ser que el signo (lo material) es el puente entre la cultura (hombre) y
lo inmaterial (dios).

Lo anterior se sintetiza con un aparte del Tratado sobre la trinidad de Agustín:

“Entender es descubrir la verdad pensando, y luego el recuerdo se archiva en


la memoria. Pero existe también una profundidad más abstrusa en la memoria,
donde descubrimos, al pensar, esta primera realidad, y donde se engendra
aquel verbo íntimo que no pertenece a idioma alguno, como ciencia de ciencia
y visión de visión, y una inteligencia que se revela en el pensamiento,
procedente de la intelección que ya existía, aunque oculta, en la memoria.
Pero, a decir verdad, si el pensamiento no contara con una cierta
reminiscencia, no volvería, cuando ha estado pensando en otras cosas, sobre
lo que ha dejado en su memoria. (AGUSTÍN, 1956, pg. 917)” no se entiende
por qué esta cita “sintetiza” las ideas anteriores.

Los signos son, además, un estímulo que excita la memoria para recordar lo
que ha estado en nosotros de manera innata. Pero no sólo es cuestión del
significado inherente el que encontramos impreso en el alma; se trata de
reconocer esa “primera realidad” que, para San Agustín, es Dios en nosotros,
que a través del signo podemos llegar a conocerle (sí, pero no describe la
relación entre los signos y esa primera realidad). Esa primera realidad que se
revela en el pensamiento y a la cual nosotros podemos acceder mediante una
respuesta. La respuesta no es más que la aprehensión del signo revelado. Ese
signo y esos signos que representan “La primera realidad” que me hacen como
soy y me permiten ser como soy.

La idea del signo es un esquema para conocer a Dios y el alma, en la medida


en la que reconozco en el signo una representación para elevar mi espíritu a un
ser trascendente. En San Agustín este trascendente es Dios, pero lejos de la
creencia del Dios de Jesucristo, de un ser superior, llámese buda, alá, o
llámese como se llame, pienso más en esa primera realidad que a manera de
pistas a dejado los signos como la materialización para reconocer la
inmaterialidad, la atemporalidad y dar sentido al hombre respecto de su
existencia. El asunto está apenas anunciado. No hay un desarrollo acerca de
cómo esto es posible ni de cómo se accede a esa primera realidad a través de
los signos.

Todo lo anterior lo podemos aplicar de una manera práctica. Observemos el


siguiente texto:

“En el principio existía la Palabra, la palabra estaba junto a Dios y la palabra


era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella
nada se hizo. Lo que se hizo en ella era la vida, y la vida era la luz de los
hombres; y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” Juan 1,
1-5 BIBLIA DE JERUSALÉN, 1998).

Lejos de hacer una exégesis bíblica y decir que la “Palabra” tomada en sentido
estricto es Cristo, sólo deseo hacer notar cóomo en este texto, hay esquema
conceptual, a través del signo, para conocer a Dios. La Palabra existía desde el
principio no. es necesario seguir la distinción de verbum, presente en el libro
XV del De Trinitate (signo), quien cree
(hombre) en este signo de palabra
revelada (significado), entiende que todo
se hizo por ella y lo que no existe es
también por ella; que es la palabra
producto de la vida y la vida es luz de los
hombres.
Y ese brillo en las tinieblas no es más
que la oscuridad que nos aleja de él
(Dios) cuando no creemos en ese signo
llamado palabra. Es una especie de
configuración con el ser trascendental.

De manera sencilla, este esquema se


puede representar de la siguiente
manera:

Es una emanación y un retorno que se logra mediante la idea del signo que es
producto de nuestra cultura, nuestra experiencia y del previo conocimiento de
las cosas, gracias a la “primera realidad”. En Agustín no hay emanación.

Ojo: se salió de Agustín. Elaboró una teoría del signo por fuera de sus
parámetros conceptuales. Por lo mismo, no alcanzó un desarrollo satisfactorio
de la pregunta planteada.
2.8
Bibliografía
AGUSTÍN, S. (1956). TRATADO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. En S. AGUSTÍN, TRATADO DE LA
SANTÍSIMA TRINIDAD (pág. 917). MADRID: LA EDITORIAL CATOLICA S.A.

AMAZONAS, F. G. (24 de 11 de 2011). LOS CONOCIMIENTOS TRADICIONALES DE LOS


CHAMANES JAGUARES DEL YURUPARÍ. (N. G. T.V., Productor, & T.V., NATIONAL
GEOGRAPHIC) Obtenido de LOS CONOCIMIENTOS TRADICIONALES DE LOS CHAMANES
JAGUARES DEL YURUPARÍ: https://www.youtube.com/watch?v=Gq4dg-KmSms

BIBLIA DE JERUSALÉN. (1998). BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER; S.A.

IUDIN, M. R. (s.f.). DICCIONARIO FILOSÓFICO. BOGOTÁ: EDICIONES NACIONALES.

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