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(ceo 7. Animales racionales Ni un bebé de una semana ni un caracol son criaturas ra- cionales. Si el bebé vive lo suficiente, probablemente llegara a ser racional, mientras que esto no es verdad con respecto al caracol. Si queremos, podriamos decir que los bebés son cria- turas racionales desde el comienzo porque probablemente lle- garan a ser racionales si es que sobreviven, o porque pertene- cen a una especie que tiene esa capacidad. No importa como lo digamos, sigue habiendo esa diferencia, por lo que respec- ta a la racionalidad, entre los bebés y los caracoles, por una parte, y las personas adultas normales, por la otra. La diferencia consiste en tener actitudes proposicionales como las creencias, los deseos, las intenciones y la vergiienza. Esto provoca la pregunta de cémo decir cuando una criatura tiene actitudes proposicionales; estamos de acuerdo en que los caracoles no las tienen, pero équé pasa con los perros o los chimpancés? La cuestién no es totalmente empirica puesto que subsiste la cuestion filos6fica de qué evidencias son relevantes para decidir si una criatura tiene actitudes proposicionales. Algunos animales piensan y razonan; consideran, someten. a prueba, rechazan y aceptan hipotesis; acttian por razones, algunas veces después de deliberar imaginando consecuen- cias y sopesando probabilidades; tienen deseos, esperanzas y odios, algunas veces por buenas razones. También cometen errores de cAlculo, actian en contra de su mejor juicio, 0 aceptan doctrinas basadas en evidencias inadecuadas. Cada uno de estos logros, actividades, acciones 0 errores es suficien- 141 te para mostrar que tal animal es un animal racional, Puesto que ser un animal racional es solamente tener actitudes Pro- posicionales, no importa cuan confusas, contradictorias, ab- surdas, injustificadas o erréneas puedan ser éstas. Propongo que ésta es la respuesta. La cuestién es: équé animales son racionales? Por supuesto que no pretendo dar nombres, aunque sea nombres de es- pecies u otros grupos. No intentaré decidir si los delfines, los monos, los embriones humanos o los politicos son ra- cionales, ni tampoco si todo lo que impide que los ordena- dores sean racionales esta en su génesis. Mi pregunta es qué es lo que hace que un animal (u otra cosa, si uno quiere) sea racional. Las actitudes proposicionales proporcionan un criterio in- teresante de racionalidad porque se dan solamente como un conjunto cohesionado. Es obvio que una rica pauta de creen- cias, deseos e intenciones es suficiente para la racionalidad; con todo, puede parecer demasiado riguroso hacer de esto una condicién necesaria. Pero de hecho, la rigurosidad se basa en la propia naturaleza de las actitudes Proposicionales, ya que tener una significa tener un amplio complemento.) 5)\7°.! Una creencia requiere muchas creencias, y las creencias re quieren de otras actitudes basicas tales como las intenciones, los deseos y, si es que estoy en lo cierto, que tengamos el don de lenguas. Esto no quiere decir que no aya casos dudosos. Sin embargo, el cardcter intrinsecamente holista de las actitu. xe des proposicionales hace que la distincién entre tenerlas yno tenerlas sea tajante. Hacer la distincién de manera tan marcada y hacer que de- penda del lenguaje provoca la acusacién de antropocentris- mo. La queja es justa, pero no deberia dirigirseme a mi. Yo so- lamente describo una caracteristica de ciertos conceptos. Des- pués de todo, no es sorprendente que nuestro lenguaje humano sea rico en recursos para distinguir a los hombres y las mujeres de otras criaturas, del mismo modo en que segiin se dice los Inuit tienen un vocabulario conveniente para cap- tar distintas variedades de nieve (se dice ahora que esto es un mito). Nos confabulamos con nuestro lenguaje para que tan- to ste como nosotros parezcamos especiales, 142 He prometido no discutir la cuestién de si son racionales determinadas especies particulares, pero serd imposible evitar la apariencia de hablar de las proezas y habilidades de las bes- tias porque gran parte de la discusién sobre la naturaleza del pensamiento se ha centrado tradicionalmente en los poderes mentales de los animales no humanos, Considero que este enfoque es solamente una manera colorista (y a veces cargada emocionalmente) de pensar acerca de la naturaleza del pensa- miento!. Norman Malcolm explica la siguiente historia para mostrar que los perros piensan: Supongamos que nuestro perro esta persiguiendo al gato de nuestro vecino. El gato corre directamente hacia el roble, pero de repente se desvia en el ultimo momento y desaparece en un arce que esta cerca. El perro no ha visto esta maniobra y al llegar al roble, se levanta sobre sus patas posteriores, da zarpazos en el tronco como si intentara escalar y ladra excita- damente a las ramas de arriba. Quienes observamos todo este episodio desde una ventana decimos: «Piensa que el gato ha subido a ese roble»?. (Malcolm afiadia que diriamos que el perro estaba ladran- dole al arbol equivocado.) Malcolm afirma que en esas cir- cunstancias alguien que le atribuyera esa creencia al perro casi con seguridad estaria en lo cierto; tal persona tendria exacta- mente la clase de evidencia que se necesita para justificar tal atribucién. Mis notas me muestran que antes de que escribiera este ensayo di no me- nos de diez charlas desde Valdosta, Georgia, a Auckland, con el titulo «Why ‘Animals can’t Think» [Por qué los ‘animales no pueden pensat) El titulo era tendencioso, ya que lo que argumentaba (como aqui) es que solamente las cria- turas con lenguaje pueden pensar. Sin embargo, lo que ocurre es que creo que solamente los hombres y las mujeres tienen lenguaje, o algo lo bastante pare- cido a un lenguaje como para justificar la atribucién de pensamientos propo- sicionales. Acerca de la cuestion moral de cémo deberiamos tratar a las criatu- as sin habla, no veo ninguna razén para set menos bondadoso con aquellos que no tienen pensamientos 0 lenguaje que con aquellos que lo tienen; mas bien pasa lo contrario. 2 Norman Malcolm, «Thoughtless Brutes», 13. 143 Voy a ofrecer un argumento preliminar pensado para po- ner en duda la afirmacién de Malcolm. Estd claro que la evi- dencia para afirmar que el perro tiene una «creencia» depen- de de tomar la creencia como un determinante de la accién y la respuesta emocional. Se nos pide que inferamos de lo que vemos que el perro quiere atrapar al gato, que corre ha- cia donde Io hace porque tiene este deseo y una creencia acerca de dénde ha ido el gato, y que al no haber sido ca- paz de seguir al gato hacia arriba, esta descargando su frus- tracion ladrando, escarbando el suelo, etc. No es necesario que los detalles sean correctos. La cuestién es hasta aqui ob- via: si estamos justificados en inferir creencias, también es- tamos justificados en inferir intenciones y deseos (y quiza mucho mis). ¢Pero qué pasa con la supuesta creencia del perro de que el gato subid a ese roble? Ocurre que el roble es dl isbol mis vie- Jo que estd a la vista. ¢El perro cree que el gato subié al arbol mas viejo que est a la vista? O que el gato subio al mismo drbol que la tiltima vez que lo Persigui6? Es dificil dar senti- } do a estas preguntas. Pero entonces no parece posible distin- guir entre cosas bastante distintas que podria decirse que el perro cree, Una manera de reconocer que estamos atribuyendo una actitud proposicional es notar que las oraciones que usamos paara hacer la atribucién pueden pasar de ser verdaderas a ser )falsas si, en las palabras que captan el objeto de la actitud, sus- \tituimos algunalexpresin_referencial por otra expresién que ‘se refiera a la misma cosa/La creencia de que el gato subid a [ese toble no es la misma creencia que la de que el gato subid lal arbol_més.viejo que estd_a la vista, Si uséramos palabras: como «cree», «piensa» y «pretende» prescindiendo del rasgo de la opacidad seméntica, se suscitaria la cuestién de si esta- mos usando esas palabras para atribuir actitudes Proposicio- nales, ya que desde hace tiempo se ha reconocido que la opa- cidad semantica distingue el hablar acerca de actitudes Proxl of posicionales del hablar de otras cosas, a Alguien podria pensar que la posicién que ocupa la expre- sién «ese roble» dentro de la oracién «El Perro piensa que el gato ha subido a ese roble» es _transparente (dicho en la termi- 144 nologia de Quine). La manera correcta de exponerla creencia 4" del perro —continua la propuesta— es «E| perro piensa, con respecto a ese roble, que el gato ha subido a él» o «Ese es el roble al que el perro piensa que ha subido el gato». Pero tales "I construcciones, aunque liberan a quien_ hace la atribucién de ¥#% 0. necesidad de u a descripcion del objeto que acep-. “° = el sujeto de la creencia, implican sin emb: que hay al- guna descripcién asi; descripcién deze identifica un objeto ¢... que el sujeto de la creencia podria identificar de alguna mane-“), ta, Utilizando una expresién popular aunque en} aiiosa, el pe- 7” rro debe creer, bajo alguna descripcién del Arbol, que el gato ha subido a él. éPero cual es la clase de descripcién que se aco- moda al perro? Por ejemplo, Zel perro puede creer de un ob- jeto que es un drbol? Esto pareceria imposible a menos que supongamos que el perro tiene muchas creencias generales acerca de los Arboles: que son cosas que crecen, que necesitan suelo y agua, que tienen hojas o que se queman. No hay una lista fija de cosas que deba creer alguien que tenga el concep- to de Arbol, pero sin muchas creencias generales no habria ninguna razon para identificar una creencia como una creen- cia acerca de un Arbol, y mucho menos acerca de un roble. Consideraciones similares se aplican al supuesto pensamiento del perro acerca del gato. Solamente cuando podemos ubicar los pensamientos deny tro de una densa red de creencias relacionadas, identificamos pensamientos, hacemos distinciones entre ellos y los describi- mos segtn lo que son. Si realmente queremos adscribir inteli- giblemente una creencia a un perro, debemos ser capaces de imaginar como decidirfamos si el perro tiene muchas otra’ creencias del tipo necesario para dar sentido a la primera Me parece que, empecemos por donde empecemos, muy pronto llegaremos a creencias sobre las cuales no tendremos idea de si decir que el perro las tiene, y que sin embargo son tales que sin ellas, nuestra confiada atribucién primera pare- ce inestable. Cada creencia no solamente requiere de multitud de otras creencias para darle contenido e identidad, sino que toda otra actitud proposicional depende para su singularidad de una wtltitud similar de creencias. Para creer que el gato subid al n 145 toble debemos tener muchas creencias verdaderas sobre los gatos y los drboles, sobre este Bato y este arbol, sobre el lugar, apariencia y habitos de los arboles y de los gatos, etc.; pero lo mismo ocurre si me pregunto si el gato subié al roble, si me temo que lo hizo, si espero que lo hiciera, si deseo que lo haya hecho o pretendo que lo haga. La creencia —de hecho, la creencia verdadera— juega un papel central entre las actitu. des proposicionales. As{ pues, voy a hablar de todas las acti- tudes proposicionales como Pensamientos. Como he sefialado anteriormente, no puede haber una lis- ta fija de creencias de la cual dependa ningin pensamiento particular. Sin embargo, se necesitan muchas creencias verda- deras. Algunas de las creencias del tipo que se necesita son ge- nerales, pero plausiblemente empiricas, como, por ejemplo, que los gatos pueden arafiar 0 subir a fos Arboles, Otras son Particulares, como, por ejemplo, que el gato que se ha visto co- trer hace un momento esta todavia en los alrededores. Algu- nas son légicas. Los pensamientos, como |as Proposiciones, tienen relaciones ldgicas.(Dado que la identidad de un pensa- “5 miento no puede separarse de su lugar en la red légica forma. ~- da por otros pen samientos, no se puede reubicar en la red sin Jc? ‘ que se convierta en un Pensamiento distinto.\Por esto es im- posible que en las creencias se dé una incol erencia radical. Tener una actitud proposicional en particular es tener una Ié- gica en gran parte correcta, en el sentido de tener una pauta de creencias que son logicamente coherentes. Esta es una de Jas razones por las que tene actitudes proposicionales signifi- ca ser una criatura raci cional. Esta idea se extiende a la accion intencional. La accién intencional es la accién que puede ser explicada en términos de creencias y deseos cuyos contenidos X* proposicionales racionalizan la accién, De manera parecida, una emocién como la de estar satisfecho de haber dejado de fumar debe ser una emocién que sea racional a la luz de las creencias y valores que uno tenga. No es necesario decir que esto no significa negar la existen- cia de creencias, acciones y emociones irracionales. Uno pue- de tener razones para realizar una accién.que uno tiene mejo- Tes razones para.evitar. Una creencia puede ser razonable a la luz de algunas de las creencias de uno, pero no de su totali- 146 Pole, dad; y asi sucesivamente. La idea es que la posibilidad de irra- cionalidad depende de un alto grado de racionalidad. La irracio- x” nalidad no es la mera falta de razén sino una enfermedad o perturbacién dela raz6n, dk races Pree ee Ve Estoy suponiendo que un observador que esté en circuns- tancias favorables puede decir qué creencias, deseos e inten- Giones tiene un agente. De hecho, he apelado a esta suposi- cién cuando he sefialado que si una crigtura no puede hablar, no est claro que se pueda mantener la intencionalidad en las descripciones de sus supuestas creencias y demas actitudes. De manera similar, me preguntaba si en ausencia de lenguaje podria haber un faarneuts adecuado para atribuir las creencias generales que se necesitan para dar sentido a un pensamiento. Sin defender la suposicién de que podemos co- nocer las mentes de los demas, voy a distinguir esta suposi- cién de otras suposiciones mas fuertes. Afirmar meramente que en condiciones favorables un observador puede decir lo que algiin otro piensa no significa adoptar el verificacionis- mo, ni siquiera con respecto a los pensamientos. (La azn €8 yd. eens gue la suposicién de la observabilidad no implica que s€a PO wos) «1 -! sible enunciar explicitamente cules son las. evidencias necesa” ("1 jue | sible enur tias 0 suficientes para-determinar la presencia de_un_pensa- miento particular;no se esta sugiriendo que, de alguna mane- ra, pensar se pueda ‘reducir definicionalmente_a_alguna-otra cosa. La suposicién de la observabi dad no implica tampoco 4 que la tinica manera de determinar la existencia de Ui pensa- miento sea mediante la observacion. Al contrario, esta claro que normalmente las personas saben lo que creen, quieren 0 pretenden sin necesidad de observacion o de evidencias. ‘ ¥La suposicién de la observabilidad tampoco conlleva el conductismo! Un observador que no presencie nada mas que, la conducta puede descubrir actitudes proposicionales sin que ello implique que las actitudes sean de alguna manera re- ducibles a la conducta.} Existen lazos_conce| -ptuales entre las actitudes y la conducta que, con suficiente informaci6n acer- ca de la|conducta actual y potencial,/son suficientes para per- mitir hacer inferencias correctas de actitudes. Por todo lo que se ha dicho sobre la dependencia de las creencias respecto de otras creencias, y de otras actitudes pro- 147 Posicionales respecto de las creencias, estd claro que se debe observar una pauta de comportamiento muy compleja para que se justifique la atribucién de un solo pensamiento. O, di- cho més exactamente, debe haber una buena raz6n para creer que hay una pauta compleja de comportamiento. Y a menos que haya realmente tal pauta compleja de comportamiento, no hay pensamiento. Creo que solamente hay tal pauta si el agente tiene un len- guaje. Si esto es correcto, entonces Malcolm estaba justifica- do en atribuir Pensamiento a su perro solamente si creia, ba- sado en buenas evidencias, que su perro tenia un lenguaje. El punto de vista segtin el cual el Pensamiento —las creen- cias, los deseos, las intenciones y demas— requiere lenguaje €s controvertido, pero ciertamente no es nuevo. Se ha de dis- tinguir la version de la tesis que propugno de varias versiones relacionadas con ella. Por ejemplo, no creo que se pueda re- ducir el pensar a la actividad lingiiistica.|No encuentro plausi- bilidad alguna en_la idea de que los pensamientos puedan a identificarse nomoldégicamente o ser correlacionados con fe-/ nomenos caracterizados en términos fisicos o neuroldgicos. | Tampoco veo ninguna razon para mantener que no podemos pensar aquello sobre lo que no podemos hablar. Mi tesis no ¢s entonces que la existencia de cada pensamiento dependa de la existencia de una oracién que exprese ese pensamiento. tes bien, mi tesis es que una criatura no puede tener un » persia a menos que tenga un lenguaje. Para ser una criatura racional pensante, esa criatura debe ser capaz de ex- presar muchos pensamientos, y, sobre todo, ser capaz de inter- es el habla y los pensamientos de los demas. Como he sefialado anteriormente, esto se ha afirmado de manera frecuente; pero ésobre qué base? Dada la popularidad de la idea que abarca desde los racionalistas a los pragmatistas americanos e incluso a los filésofos analiticos contempord- neos, hay una remarcable escasez de argumentos, Hasta aqui he sefialado la dudosa aplicabilidad de la prueba de la inten- sionalidad cuando se trata de animales sin habla, y la necesi- dad de que haya una ri i provision de creencias generales “¢y verdaderas) ara que exista pensamiento. Estas consideracio- nes apuntan al Ienguaje, pero no equivalen a una demostracién 148 de que el lenguaje sea necesario para el pensamiento. De he- cho, lo que estas consideraciones sugieren es sdlo que proba- blemente no puede haber mucho pensamiento sin lenguaje. Contra la dependencia del pensamiento respecto del len- guaje se da la evidente observacion de que tenemos éxito en explicar, y algunas veces en predecir, el comportamiento dey animales sin lenguaje atribuyéndoles creencias, deseos € in- tenciones. Este método funciona igualmente para perros y ra- nas como para personas. Y podriamos aiiadir que no hay un marco alternativo practic y general para explicar el compor tamiento animal. {No conllevan estos hechos una justificacion de la aplicacién de ese método??. No hay duda de que comportan esa justificacién, pero to- davia quedaria un sentido claro en que seria equivocado con- cluir que esos animales sin habla (~incapaces de interpretar 0 mantener comunicacion lingiiistica) tienen actitudes proposi- cionales. Para ver esto solamente es necesario reflexionar en que podria ser muy bien el caso que alguien no tenga mejor alternativa o no tenga otra alternativa que no sea la de expli- car los movimientos de un misil que siga el calor mediante la suposicién de que el misil queria destruir un avion y creia que podia hacerlo moviéndose de la manera en que se observaba que se movia. Podria ser que este observador no informado estuviera justificado en atribuir un -deseo y una creencia al mi- sil; pero estaria equivocado. Por ejemplo, yo estoy mejor in- formado, no porque sepa cémo estan disefiados los misiles, sino porque sé que se mueven como lo hacen porque han sido disefiados y construidos por personas que tenfan el de- seo y las creencias que mi amigo ignorante asignaba al misil. Miexplicacién, aunque todavia sea teleologica y dependiente de la existencia de actitudes proposicionales, es una explica- cién mejor porque no atribuye al misil la potencialidad de un rico abanico de comportamientos del tipo que debe tener una criatura pensante. El caso de una criatura sin lenguaje difiere del caso del mi- sil en dos aspectos: muchos animales son mucho mas seme- Esta es la posicién que acentiia Jonathan Bennett en Linguistic Behavior. 149 jantes a los humanos por lo que se refiere al abanico de com- portamientos que tienen de lo que lo son los misiles, y fre- cuentemente no tenemos una manera mejor de explicar su comportamiento que asignandoles actitudes Proposicionales. Por ello para defender mi posicién necesitamos una caracter zacion de qué es lo que oftece el lenguaje que sea necesario para el pensamiento, puesto que si existe una condicion nece- saria de este tipo, podemos continuar explicando el compor- tamiento de las criaturas sin lenguaje atribuyéndoles actitudes Proposicionales, pero al mismo tiempo reconociendo que ta- les criaturas realmente no tienen actitudes Proposicionales, Estaremos obligados a reconocer que estamos aplicando un modelo de explicacién que es mucho més fuerte de lo que re- quiere el comportamiento que se observa Y que ese compor- tamiento observado no es lo suficientemente sutil pata dar un sentido pleno a tal explicacién. En lo que queda de ensayo enunciaré la condicién que se requiere para el pensamiento y que creo que solamente el len- guaje puede proporcionar, y expondré consideraciones a fa vor de mi posicién, Aunque presento estas consideraciones en forma de argumento, quedaré claro que hay varios puntos en mi razonamiento que pueden ponerse en cuestidn, EI «argumento» tiene dos pasos. Creo que he mostrado que todas las actitudes proposicionales Tequieren un trasfon- do de creencias, asi que me concentraré en las condiciones Para las creencias. Sin creencias no hay otras actitudes Ppropo- sicionales y asi pues no hay racionalidad tal y como la he ca- racterizado. En primer lugar argumentaré que para tener una creencia es necesario tener el concepto de creencia. En segundo lugar argumentaré que para tener el concepto de creencia se debe tener lenguaje. Norman Malcolm, en el articulo que he mencionado mas arriba, hace una distincion similar a la que yo quiero hacer en- tre(tener una creencia y tener el concepto de creencia, pero su terminologia difiere de la mia. He estado usando la palabra «pensamiento» para abarcar todas las actitudes Proposiciona- 150 les, Sin embargo, Malcolm restringe la aplicacién del término «pensamiento» a un nivel mas alto del pensar. Segun su posi- cién, el perro puede creer que el gato ha subido al roble, pero no puede tener el pensamiento de que el gato ha subido al ro- - ble. Malcolm sostiene que se requiere lenguaje para lo ultimo pero no para lo primero. Malcolm hace la distincién dicien- do que una criatura feramente piensa (cree) que p si se per cata de que p, pero que tiene el pensamiento de que p si se percata de que se percata de que p_Esta idea se acerca a la dis- tincion que hago entre creer que p y creer que uno cree que P- pa segunda es una creencia acerca de una creencia, y por ‘ello requiere el. reencia.) Haciendo una tosca comparacién: Malcolm mantiene que el lenguaje establece una linea divisoria entre criaturas que meramente piensan y criaturas que tienen el concepto de pensamiento; yo manten- go que para pensar se debe tener el concepto de pensamiento y que por ello se necesita el lenguaje para ambas cosas. x Donald Weiss se opone a Malcolm: Weiss piensa que es ~ posible hacer atribuciones sensatas de ciertos actos de perca- tarse a criaturas sin habla’, Puesto que pienso que su ejemplo puede despertar simpatia en otros, voy a parafrasearlo y a con- tinuacién lo citaré extensamente. Aqui va la historia. Arturo no es un perro, sino que, digamoslo asi, es un superperro de otro planeta. Arturo llega a la Tierra sin compafiia y aqui es cuando sale del cascar6n. No ha tenido contacto con, 0 cono- cimiento de, otras criaturas —se le observa a través de espejos de una sola direccisn—. Carece de lenguaje. De acuerdo con ‘Weiss, nos llegamos a convencer de que tiene una inteligencia teflexiva cuando observamos la siguiente escena: ‘Un dia Arturo se encuentra con un metal brillante, lo pone en el fuego y trata de aplanarlo con un martillo, pero descu- bre que aparentemente no es mas maleable de lo que lo era cuando estaba frio. Vuelve a intentarlo otra vez mas lenta y metédicamente, pero de nuevo obtiene el mismo resultado. La regularidad en la que Arturo creia —susurramos entre no- sotros— no es enteramente universal. Arturo ha descubierto ‘una ejemplificacién que no se ajusta a la regla general. 4 Donald Weiss, «Professor Malcolm on Animal Intelligence». 151 x dw! Arturo empieza a caminar agitadamente por todo el espa- cio en que vive. De repente se sienta; de repente se levanta otra vez; va y viene de un lado a otro. Se sienta de nuevo, pero esta vez se queda sentado. Pasan quince minutos sin que cam- bie de postura; los ojos de Arturo miran al frente. Entonces, de repente, se pone de pie e inmediatamente procede a apilar una gran cantidad de madera en el fuego... Entonces sumerge su metal recientemente descubierto en el fuego, y después de un tiempo, lo retira. Trata otra vez de aplanarlo con el marti. llo y esta vez tiene éxito. Aparentemente satisfecho con ello... se pone a preparse la comida de una manera relajada’, A>Weiss afirma que en ese momento tenemos una fuerte evi. -(\,. dencia de que Arturo ha reflexionado sobre sus Propias creen- (\.< \ ( cias;,lo que le impresiona especialmente es el echo de que oc Arturo en respuesta a su estado de aturdimiento, se siente con los ojos bien abiertos, completamente inmévil, y que luego de repente pase a realizar los actos que constituyen la solu- cién a su problema. No tendré en cuenta el vocabulario que Weiss usa para des- ctibir los movimientos de Arturo, el cual comporta una peti- cién de principio, puesto que pienso que Weiss esté en el buen camino: es esencial que podamos describir a Arturo como sorprendido. Lo que pienso que estd claro es que si esta sorprendido, tiene pensamientos producto de una reflexion ys Por supuesto, creencias, 34 Esto no significa afirmar que todo pensamiento sea auto- consciente, o que siempre que pensamos que p debamos per- catamos de que p, o creer que creemos que p, o pensar que pensamos que f. Mi afirmacién es mas bien Ia siguiente: para tener cualquier actitud proposicional es necesario tener el con~, cepto de creencia, tener una creencia sobre alguna creencia, Pero Este concepto de lengua o lenguaje es esencialmente el de David Lewis, «Languages and Language». 158 s La respuesta es que solamente empleando conceptos como palabra y oracién podemos dar una descripcidn sistematica de los aspectos lingiiisticos de la conducta y las aptitudes lin- giiisticas. Por ejemplo, no podriamos decir lo que hemos aprendido cuando aprendemos que «demain» significa mafia- na en francés si no pudiéramos hablar de palabras —aquellas misteriosas formas abstractas (actsticas) que comparten las proferencias de la palabra «demaim-—. Asi pues, una profe- rencia de la palabra «demain» se refiere al dia después del dia de la proferencia. Si no pudiéramos referirnos a palabras y oraciones, no habria una manera facil en que pudiéramos es- pecificar qué proferencias constituyen pro rencias de oracio- nes, y por ello constituyen proferencias inteligibles. Por tanto, la principal funcién del concepto de lenguaje y de sus conceptos concomitantes, como los de predicado, ora- cién y referencia, es capacitarnos para dar una descripcién co- herente del comportamiento de los hablantes y de lo que saben los hablantes y sus intérpretes que les permite comu- nicarse. No estoy diciendo que los hablantes y quienes les entienden puedan ofrecer tales descripciones de sus capacida- des y su conducta. Para ilustrar lo que he dicho: un hablante competente de una lengua (y un intérprete competente) co- noce las condiciones de verdad de un ntimero ce oraciones indefinidamente grande. Asi, la mayoria de los hablantes del inglés saben que una proferencia de la oracién «Montreal esta en Canada» es verdadera si y sdlo si Montreal esta en Cana- da; ademas, el hablante conoce hechos similares sobre una in- finidad de otras oraciones. El hablante no necesita mostrar este conocimiento en palabras. Pero xosotros no podemos des- cribir la totalidad del conocimiento que posee el hablante o el intérprete de tal lengua sin que nosotros mismos no tenga- mos una teorla —una teoria de la verdad, o algo parecido a ella— que sea parte de la descripcion del castellano. (Esta des- cripcién de lo que conoce el hablante del castellano no tiene por ae enunciarse en castellano y entonces no suena tan trivial.) Volviendo ahora a la cuestién con la que empecé: ¢Cudn- tos hablantes o intérpretes de una lengua debe haber para que haya un hablante? Voy a comenzar con una primera dificul- 159 tad clara. Para hablar una lengua, las proferencias de uno de- ben ser consistentes con la definicién de alguna lengua. El problema es que las proferencias son finitas, mientras que la definicién de una lengua asigna significados a un namero in- finito de oraciones. Habré, pues, infinidad de lenguas diferen- tes que concuerden con todas las proferencias reales de un ha- blante, pero que difieran con respecto a las oraciones no pro- feridas. {Qué es lo que hace al hablante un hablante de una de esas lenguas en lugar de otra? El problema puede ser atin peor, puesto que si un hablante profiriera todas las oraciones de una lengua (aunque esto es imposible), muchas otras len- guas serian consistentes con todo su comportamiento y sus estados internos, tal y como Quine ha mantenido y yo tam- bién acepto. El hecho de que todas las evidencias publicamente asequi- bles por lo que respecta a un hablante o grupo de hablantes, incluso si imaginamos que agota todas las evidencias posibles de ese tipo, puedan ser consistentes con muchas lenguas dis- tintas (en el sentido de «lengua» que hemos decretado tempo- ralmente) no deberia en si mismo Preocupamos, puesto que podemos estar de acuerdo en que es suficiente saber que el hablante habla cualquier lengua de entre un conjunto de len- guas empiricamente equivalentes, mientras que las constric- ciones empiricas definan al conjunto claramente. De modo que de ahora en adelante vamos a llamar simplemente a cual- quier lengua de este conjunto «la lengua» de un hablante‘, Esta estrategia es suficientemente buena para lenguas empiri- camente equivalentes si se imagina que las evidencias contie- nen una proferencia de cada oracién que pudiéramos contar como perteneciente a la lengua en cuestién. Pero, por supue: to, tales evidencias no son nunca asequibles. Asi pues, habra “ Considero que la existencia de lenguas empiricamente equivalentes (esto es, lenguas igualmente consistentes con todas las evidencias empiticas posi. bles) como algo que no es mas amenazador para la realidad u objetividad de la interpretacién correcta de las proferencias y de sus estados mentales conco. mitantes de lo que lo es para la realidad u objetividad de la temperatura o la Tongitud la existencia de diversas escalas que registran temperaturas 0 longita- des. (Véase el Ensayo 5.) 160 un sinfin de lenguas consistente con todas las proferencias de un hablante y ninguna de ellas sera «la» lengua que el hablan- te habla. Puede plantearse el problema de una manera temporal y di- rigirlo hacia el intérprete. Si usted (como intérprete) no sabe como va a continuar el hablante entonces no sabe qué lengua habla, sin que importe cudnto haya dicho hasta entonces. No servird de ninguna ayuda mencionar que el hablante ha actua- do de acuerdo con lo esperado, o que fue a la misma escuela que usted, o que pertenece a la misma cultura o comunidad, puesto que la cuestién tiene que ver no con el pasado sino con el futuro. Tampoco podemos recurrir a la idea de que el hablante ha dominado un conjunto de convenciones (équé convenciones?), 0 que ha aprendido un conjunto de reglas (équé reglas?). Para justificar o explicar el comportamiento lin- giiistico no puede recurrirse a los conceptos de convencién o regla, como no puede recurrirse al concepto de lengua; en el mejor de los casos estos conceptos ayudan a Aesebic (cs de- cir, definir) el comportamiento lingitistico. Esta dificultad, aunque pudo haber preocupado a Witt- genstein, y ciertamente preocupé a Kripke’, me parece que tiene una respuesta relativamente simple, Cuanto mds interpre- temos con aparente éxito a un hablante como alguien que ha bla una determinada lengua, una mayor confianza legitima ten- dremos de que el hablante esta hablando esa lengua —esto es, que continuaré siendo interpretable como un hablante de esa lengua—. Nuestras expectativas reforzadas estan tan bien fun- damentadas como lo permiten nuestras evidencias y la induc- cién comin. Estas expectativas son en su mayoria condicio- nales. Usualmente no sabemos lo que alguien dira, pero esta- mos preparados para interpretar cualquiera de entre el gran mimero de cosas que una persona podria decir. Nuestras dis- posiciones a interpretar y las disposiciones de un hablante para seguir de cierta manera no son oscuras 0 misteriosas: son rasgos reales de los cerebros y de los misculos. Es evidente que nuestras creencias sobre lo que es verdadero acerca de 5 Saul Kripke, Wittgenstein on Rules and Private Language. 161 otra persona, y por lo tanto, lo que esperamos que esa perso- ha signifique con lo que dice o podia decir, pueden muy bien estar equivocadas. Creo que tales creencias frecuente- mente estan equivocadas, pero mucho més frecuentemente es- tan en lo cierto, y las cosas de las que estamos en lo cierto usualmente nos sittian en posicién de corregir nuestra com- prensién de una proferencia que no pertenece a la lengua que pensabamos que se estaba hablando. En tanto que estamos en lo cierto sobre lo que hay en la cabeza de alguien, y por ello estamos en lo cierto sobre lo que significaria mediante un sinfin de cosas que no dice, estamos en lo cierto sobré «la» lengua que habla. Esta respuesta tan parcial a la pregunta de qué razones pue- de tener un intérprete para creer que un hablante est hablan- do una lengua en lugar de otra que sea igualmente compatible con el comportamiento lingiifstico que el intérprete ha obser- vado, no depende muy fuertemente de los detalles de como explicamos la interpretacién exitosa. La aportacién principal de la respuesta es que no hay dos Preguntas, una acerca de las razones para creer que un hablante esté hablando una lengua en lugar de otra, y una segunda acerca de cémo formamos ex- Pectativas de manera natural; la primera pregunta es simple- mente un caso de la segunda. Sin embargo, hay otro aspecto de Ja interpretacion que es esencial para nuestros propésitos: un intérprete interpreta (co- rrectamente) una proferencia de un hablante solamente si sabe que el hablante pretende que el intérprete asigne ciertas condiciones de verdad a su proferencia (la del hablante)®. Una explicacién completa de esta tesis requeriria una explicacién de la idea de «asignar condiciones de verdad» a una proferen- cia, y esta idea es sin duda tan dificil de comprender en los as- pectos relevantes como el propio concepto de significado. § Tal y como esté, esto es claramente inadecuado. Se puede mejorar afta diendo la condicin griceana de que el hablante pretende que el interprete lle gue a las condiciones de verdad correctas a través del reconocimiento del in. témprete de la intencién del hablante de que se le interprete asi. No argumen- taré aqui a favor del supuesto de que el conocimiento de les condiciones de verdad es adecuado para la interpretacién. 162 Pero mi propésito aqui no es resolver tal problema, sino sdlo el enfatizar, siguiendo a Grice, la importancia capital de la in- tencién en la comunicacién, Si como Grice, estuviéramos se- guros de que para significar o querer decir algo un hablante debe pretender tener un determinado efecto en un oyente u oyentes especificos, entonces se podria haber mostrado ya que el lenguaje es social en tanto que requiere la existencia de como minimo dos personas (ya que es defendible que uno no podria pretender tener un efecto en otra persona a menos que tal persona exista). No seguiré esta direccién tan directa y ten- tadora. Sin embargo, estamos en condiciones de decir que si la comunicacion tiene éxito deben existir estas intenciones por parte del hablante, y por lo tanto, si la comunicacion exi- tosa es esencial para el significado, estas intenciones son esen- ciales para el significado. La presencia de intenciones es im- portante, ya que da eareaiAG a la atribucién de errores al permitir la posibilidad de una discrepancia entre intenciones y logros. Una intencién, igual que una creencia 0 una expec: tativa, no requiere atencién o reflexién, y usualmente no se Ilega a las intenciones mediante el razonamiento consciente. Normnalmente, no se atiende a las intenciones mediante sen- saciones especiales, ni tampoco usualmente se Mega al conoci- miento de nuestras propias intenciones mediante inferencia 0 apoy4ndonos en la observacién. Con todo, la intencién tiene un alcance indefinidamente amplio, puesto que las intencio- nes dependen de la creencia de que uno puede hacer lo que pretende o intenta hacer, y esto fequiere que uno no crea que nada impedira la accién que se intenta realizar. Asi pues, pare- ceria que las intenciones tienen precisamente las propiedades necesarias para dar sentido a la idea de que un hablante no ha continuado como antes’. El concepcién que he esbozado trata sdlo de la interpreta- cién y por ello presupone un entorno social en lugar de ofre- 7 En esencia, estas cosas que he sefialado sobre la intencién ya las ha sefia- lado Crispin Wright al intentar quitarle fuerza, como yo, a la pretension de Kripke de haber extraido una «paradoja escéptica» esencialmente insoluble del andlisis del significado que hizo Wittgenstein. Véase Crispin Wright, «Krip- e's Account of the Argument against Private Language». 163 cer un argumento para ello. Sin embargo, en este momento resultard util tener en cuenta ciertos aspectos de la concep- cién que creo que Kripke atribuye a Wittgenstein. (Por razo- nes expositivas atribuiré esta concepcidn a Kripke.) En rea- lidad, Kripke no dice claramente que la acepte y no estoy se- uro de que recoja el punto de vista de Wittgenstein. Asi que quiz no refleje el punto de vista de nadie. Kripke se con- centra en la idea de seguir una regla. De acuerdo con esta idea hablar una lengua es seguir teglas. Las reglas especifican en qué consiste seguir «de la misma manera; por ejemplo, como utilizar una palabra. Sin embargo, no hay un acto o proceso mental interno de «captar» o de «seguir» una tegla, de modo que ningun estudio o conocimiento de lo que hay dentro del hablante revelard si esta siguiendo un determinado conjunto de reglas u otro. Los intérpretes simplemente juzgan que un hablante esta siguiendo la misma regla que ellos (que sus in- térpretes) si el hablante prosigue como ellos lo harian, Dicho en términos de significado: juzgamos que un hablante signi- fica 0 quiere decir lo que pitas © querriamos decir nosotros si profiriéramos las mismas palabras si ese hablante prosiguiera como nosotros lo hariamos®, Deberiamos preguntarnos sobre la adecuacién del concep- to comtin de seguir una regla para describir lo que supone ha- blar una lengua. Cuando hablamos de teglas del lenguaje, usualmente pensamos en las descripciones que los gramaticos © los lingitistas hacen de la practica real (generalizada e ideali- 1ué quiero decir cuando digo que el instructor juzga que, en ciertos casos, el slumno debe dat la ope “comrecta"? Quiero decir que el instruc. tor juzga que el alumno ha dado la misma respuesta que él mismo darla.. si en suficientes casos concretos, las inclinaciones de Jones concuerdan con lat de Smith, Smith juzgard que verdaderamente Jones esta siguiendo la regla» (Kripke, Wittgenstein on Rudes and Private Language, 9-1). Al siguiente pasaje se le puede dar tal interpretacién: «alguien se guia por un indicador de caminos solo en la medida en que haya un uso estable, una costumbre....ZEs lo que lla mamos “seguir una regla” algo que podria hacer s6lo um hombre sdlo ira vee en la vida?... Seguir una regla, hacer un informe, dar una orden, jugat una Partida de ajedrez son costumbres (usos, instituciones)» (Philasopbical Investga. ons, §§ 198, 199). He obviado un aspecto muy importante de la discusion de Kripke, a saber, su afirmacién de que la «solucién» de Wittgenstein al proble. ma del significado es wescéptica». 164 zada), o en las prescripciones que los gramaticos desean que se sigan. Las reglas pueden servir de ayuda para aprender una lengua, pero sdlo podemos disponer ae esa ayuda en la adqui- sicién de una segunda lengua. La mayor parte del aprendiza- je de cémo usar las palabras se logra sin aprender explicita- mente ningtin tipo de reglas®, Por supuesto que Wittgenstein trata el significado de manera muy similar a como trata el se- guir algiin procedimiento como, por ejemplo, la suma en arit mética. Pero hay una distincién clara entre ambos casos que explica por qué normalmente usamos la palabra «regla» en un. caso y no en el otro. En el caso de la suma hay un procedi- miento explicito para llegar a la respuesta; podemos aprender y describir ese procedimiento y es apropiado llamar regla a este procedimiento o a su descripcion. Normalmente no se- guimos un procedimiento al hablar; nada en el habla normal corresponde a la suma de una columna de numeros. Si el con- cepto de seguir una regla no es lo suficientemente apropiado para describir lo que es significar algo al decir algo es también cuestionable, incluso si estamos de acuerdo en que el uso de una lengua requiere un marco social, si deberiamos aceptar sin dudar la idea de que significar algo exige una convencién, costumbre o institucién (por contraste con implicarlo algunas veces)!0, Una cuestién mds importante tiene que ver con la idea de que la comunicaci6n lingiistica requiere que un hablante siga en la misma direccién que los demds, que para significar algo al hablar, debemos significar la misma cosa y con las mismas palabras que los demas. La explicacién que he ofrecido mas arriba 2 clase de expectativas que se deben satisfacer para que una persona comprenda a otra no sugeria que esas perso- nas tuvieran que hablar la misma lengua. Tampoco queda cla- ® Deberia ser evidente que la afirmacién de que hay reglas internalizadas 0 implantadas genéticamente es irtelevante en este contexto; las sreglas» de Wittgenstein y Kripke tienen que ver con lo que significan las palabras de las lenguas particulares. 1 He expresado mi escepticismo acerca del poder explicativo de los con- ceptos de seguir una regla y de convencién en el estudio del Lenguaje de ma- ‘era més amplia en «Communication and Convention», ensayo 18 en Ingui- ries into Truth and Interpretation. 165 TO por qué esto es necesario. Quizé el lenguaje no habria exis- tido a menos que pudiera depender de la tendencia natural de los animales a imitarse los unos a los otros. Aunque tengo mis dudas puede que fuera asi, pero seguramente podria haber sido de otra manera. Si usted y yo fuéramos los tinicos ha- blantes del mundo y usted hablara sherpa y yo inglés, nos po- driamos entender, aunque cada uno de nosotros seguiria- mos distintas «reglas» (regularidades). Por supuesto que lo que importarfa es que cada uno de nosotros deberiamos propor cionarle al otro algo que se pudiera entender como una len- gua. Esta es una intencién que deben tener los hablantes; pero llevar a cabo esta intencién, aunque pueda requerir un cierto grado de lo que los demas perciben como consistencia, no implica seguir reglas 0 convenciones compartidas. Podria darse incluso el caso de que, debido a diferencias en nuestras cuerdas vocales, no pudiéramos hacer los mismos sonidos y entonces no podriamos hablar la misma lengua. No conozco ningun argumento que muestre que en tales circunstancias la comunicacién no pudiera tener lugar. Asi pues, aunque pue- da ser verdad que hablar una lengua requiere que haya un intérprete, no se sigue que més de una persona deba hablar la misma lengua. Esto esta bien porque si somos precisos so- bre lo que constituye una lengua es probable que no haya dos personas que realmente hablen la misma lengua. Con- cluyo que el criterio de Kripke de lo que es hablar una len- gua no puede ser correcto; hablar una lengua no puede de- pender de hablar como alguien mas lo hace (0 muchos otros lo hacen)". 1! Mi madre, como lo hacen las madres entusiastas, registraba la lengua que yo hablaba cuando tenia tres afios. Ciertamente no era la lengua que hablaban otras personas de la familia ni, imagino, por nadie mds. Sin embargo, ella afi ‘ma, correctamente, que me entendia y yo a ella, Yes comiin que personas que no pueden o no hablan ni escriben francés contesten en inglés cartas escritas en francés. En «A Nice Derangement of Epitaphs» he defendido que la comunicacién no requiere que se comparta una lengua. La misma posicién la defiende Noam Chomsky, Language and Problems of Knowledge, 36-7. Para un tratamien- to mds extenso de este tema dirigido directamente a Kripke, véase Chomsky, Knowledge of Language: Its nature, Origin and Use, 223-37. 166 Supongamos entonces que la prueba de que se habla una lengua se modifica para acomodar esta idea; afirmaremos ahora que hablar una lengua no depende de que dos o mas hablantes hablen de la misma manera; solamente requiere que cada hablante se haga intencionalmente interpretable al otro (el hablante debe «seguir m4s o menos como el otro es- pera, o al menos como esté equipado para interpretarlo). ta es ciertamente una condicién necesaria para la comunt- cacién exitosa. Pero épor qué es una condicién que se deba sa- tisfacer para que se diga que se habla una lengua? éPor qué no puede ser que alguien siga del mismo modo —es decir, satis- faga todas las condiciones para ser interpretable— sin que real- mente sea interpretable?!, Es verdad que nuestras evidencias sobre si alguien habla una lengua particular se basan principalmente en el hecho de que sigue como esperamos que un hablante de esa lengua siga. Por supuesto que hay muchas otras clases de evidencias; las ropas del hablante, sus compafieros, su ubicacion en la tie- ra; todas ellas pueden ser pistas de su lengua. Con todo, po- demos estar de acuerdo en que el concretar las cosas al final debe depender de los detalles del comportamiento lingiiisti- co. El problema es que la cuestién original no tiene que ver con las condiciones para la comunicacién ni con la cuestién de qué evidencias podria tener una persona de que otra esta- ba hablando una lengua particular; el tema era por qué la uni- ca lengua del hablante o la primera no podria ser privada. Nuestro anilisis ha conducido a una modificacién o eluci- dacién del concepto de lengua o lenguaje privado: con esto entiendo, no una lengua o lenguaje que solamente habla una persona, sino una lengua o lenguaje que entiende solamente 2 Kripke parece admitir que se deberia juzgar que Robinson Crusoe estaria hablando una lengua en tanto que se le podria incluir en una sociedad, inclu- so side hecho no esté (Zo no ha estado nunca?) en un marco social. Con todo, deberia haber una sociedad (0 al menos otra persona) para juzgar legitima- mente que Robinson Crusoe significa algo mediante los ruidos que emite. Chomsky piensa que al admitir el caso de Robinson Crusoe, Kripke contradi- ce su tesis principal. Quizé si; pero pienso que Chomsky se equivoca en pen- sar que es posible el caso puro de Robinson Crusoe. Por caso puro quiero de- cir un Robinson Crusoe que nunca se ha comunicado con otras personas. 167 una persona, La cuestién ahora es, {por qué no puede haber una lengua o lenguaje que sdlo entienda una persona?!?, La res- puesta que Wittgenstein parece ofrecer en el pasaje que sirve de encabezamiento a este ensayo es Ia siguiente: sin un intér- prete no se puede dar contenido a la afirmacién de que el ha- blante se ha equivocado —que ha dejado de seguir en la mis- ma direccién. Pero al eliminar la condicién de que el hablante debe se- guir como el intérprete (u otros) lo haria(n), éno hemos des- truido al mismo tiempo inadvertidamente toda oportunidad de caracterizar el error lingiiistico? éSi no hay practica social con la cual comparar la actuacién del hablante, no ocurrird que sea lo que sea lo que diga el hablante éste estard, como se- fala Wittgenstein, en concordancia con alguna regla (esto es, en concordancia con alguna lengua)? Si el comportamien- to lingiiistico de los demas no proporciona la norma al ha- blante, équé lo puede hacer? La respuesta es que la intencién del hablante de ser interpretado de cierta manera suministra esa «norma»; el hablante no realiza su intencién si no habla de tal manera que sea entendido tal como él pretendia. En las circunstancias usuales un hablante sabe que tiene mas opor- tunidades de ser entendido si habla como lo harian sus oyen- tes, y por tanto pretender4 hablar como piensa que ellos lo harian. Por tanto, no cumplira una de sus intenciones si no ha- bla como lo hacen los demés. Creo que este simple hecho contribuye a explicar por qué muchos filésofos han ligado el significado de las proferencias de un hablante a lo que los de- mas significan mediante las mismas palabras (donde el térmi- no «los demas» se refiere a una comunidad lingiiistica, a los expertos, o a una élite de una clase u otra)!4, En mi explica- Por supuesto que puede haber una «lengua o lenguajer que comprenda solamente una persona, por ejemplo un cédigo secreto que se use en un dia- rio. La cuestién es si una primera lengua puede ser privada. Como ejemplos de esto véase Hilary Putnam, «The Meaning of “Mea- ning”»; Tyler Burge, «Individualism and the Mental»; Michael Dummett,

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