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Zonas de indecibilidad de
la vida
Desde la Lectura de Vidas Desperdiciadas
Presenta : Claudia Rebeca Villacorta
Carnet: 00201782
Curso : Filosofía Española: “La identidad en una sociedad líquida”
Profesor: Dr José Ramón Catalán
San Salvador, 4 de Junio de 2010
Zonas de Indecibilidad de la vida
Contenido
INTRODUCCIÓN ...................................................................................................... 1
Conclusiones............................................................................................................... 8
INTRODUCCIÓN
Occidente y sus Estados nacionales viven hoy en una ficción llamada democracia
que permite la mayor exclusión conocida de la historia.
Zygmunt Bauman1 deduce que esta exclusión responde a lo más clásico del
progreso que cual lógica de máquina industrial, en su normal proceso de crear productos
también genera residuos. Y cuya eliminación de este residuo igualmente forma parte de
su labor productiva.
Las reflexiones de Bauman acerca de la forma de administración de la vida tal
como se ejerce en la actualidad son coincidentes con las ideas centrales de Giorgio
Agamben en cuanto a las figuras del Homo sacer y del Estado de excepción. Esta
coincidencia será utilizada en el presente trabajo para ahondar en el análisis de Bauman
acerca de los medios utilizados por los Estados soberanos para la producción de residuos
humanos.
I. La administración de la vida
La modernidad ha reducido la vida humana a vida abandonada; la ha vuelto
voluntad humana abandonada ante el Estado soberano para quien la individualidad
humana no existe, sólo existe en cuánto vida corporal.
La soberanía excluye todo aquello que pueda constituir una amenaza para el
Estado. Lo excluido por la ley es la vida misma y esto significa que tal vida no queda ni
fuera ni dentro de la ley, sino abandonada y expuesta por ella. Por lo mismo la relación
originaria de la vida con la ley está en el abandono.
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Bauman, Sociólogo Polaco, Premio Príncipe de Asturias de la Cultura 2010
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Zonas de Indecibilidad de la vida
Para Bauman, la producción de residuos no es un resultado fallido de la aplicación
de la norma, no es un accidente, es un efecto colateral y una condición sine qua non de la
misma. Aunque para quien ejerce de soberano éste es un asunto puramente técnico e
impersonal.
El estar fuera o dentro de la frontera de la exclusión pareciera ser resultado del
“natural” proceso del progreso y de los diseños de convivencia humanos. Sin embargo, y
alimentado sobre todo por los medios de comunicación, se nos vende la idea de que el
ser marginado es el producto de decisiones individuales erróneas. Bajo esta óptica, salir
de esa marginación también se vuelve una decisión personal. La marginación se ha
convertido en delito y ya no es más objeto de las políticas sociales sino que lo es de las
políticas criminales. Son enemigos todos aquellos que amenazan la vida de los
“establecidos”.
Los marginados son los intocables, son “ellos”, los peligrosos para la vida,
incurables e invisibles, es lo antisocial que se convierte en enemigo. Esta marginalidad no
es simplemente una cuestión de pobreza, es una categoría a la que se llega si no se ejerce
la “libertad” de consumir. La marginalidad es repulsiva e invasiva. Es el nombre que hoy
toma la inseguridad.
Como producto de la globalización los pueblos que no llegamos a vivir la
modernidad original y que hoy abusivamente queremos “gozar” de sus mieles, somos
condenados a vivir bajo sospecha. De nuestras casas salen los ladrones, los
narcotraficantes, las prostitutas y los terroristas. Nuestros gobiernos son obligados a
buscar pírricas soluciones locales a nuestra pobreza y a nuestro mundo hostil aun cuando
el origen del problema subyace a la globalidad. Entonces también los Estados elevan
internamente a enemigos a esos excedentes humanos y nos estamos acostumbrando a
sospechar de nuestros propios conciudadanos. Esto aunado, tal como lo señala Bauman, a
que los gobiernos hacen alardes de fuerza sobre los más débiles obviando que los
verdaderos enemigos son aquellos que ejercen el poder y que promueven la producción
de residuos y que a su vez los criminalizan.
Todos los nosotros, ciudadanos de a pie, podemos llegar a ser (¿o ya somos?)
“ellos”. Es una delgada línea la que separa a los fuera y a los de dentro. Es fácil
convertirse en enemigo… ha quedado demostrado después del 11S.
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La forma adoptada para la administración de la vida es el Estado de excepción. Así
como Carl Schmitt afirma, la estructura de la soberanía estatal es la de excepción que
deviene Estado soberano, y como tal, eliminador de vida política.
Se hace de la misma vida un Estado de excepción. Y tanto la aplicación de las
normas como su suspensión, son posibles por cuanto toda norma se refiere a la vida.
Bauman concuerda con las posturas de Agamben en que es precisamente la ley la
que mantiene a los excluidos fuera del dominio de lo normado por ella misma. “No hay
ley para los excluidos”2.
II. Figuras de soberanía
La figura que Agamben utiliza, la del Homo sacer, para simbolizar a la nuda vida
abandonada, aislada de todo lo humano, es también usada por Bauman como “la principal
categoría del residuo humano en el curso de la producción moderna de los reinos
soberanos ordenados”3.
Esta es una de las figuras para develar a la soberanía. Es una vida a la que se
puede matar sin cometer homicidio, porque está fuera de la ley. El Estado es el que
determina la condición de homo sacer. Hay una predeterminación en su existencia. Este
se encuentra excluido del derecho humano y del derecho divino. Puede ser matado sin
que ello sea una violación. Sin embargo, no puede ser sacrificado, pues se sacrifica sólo
aquello que es puro.
No son rasgos continentes en el individuo lo que lo convierten en homo sacer. Lo
que constituye al homo sacer es la necesidad del sistema de mantener su soberanía.
“Ellos” representan al Estado de excepción. Es un insacrificable cuya vida pende en la
decisión del soberano. El sistema necesita una estructura así, un insacrificable al que su
mancha no le haga propicio a los dioses. El homo sacer es un constituyente fundamental
del establecimiento de la soberanía, pero que a la vez está excluido de la comunidad.
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Agamben, “Estado de excepción”
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Bauman, “Vidas Desperdiciadas”
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La sociedad occidental tal como se concibe, necesita crear fantasmas que le
amenacen. Necesita del Homo sacer. Es su propia proyección la que le obliga crear esos
monstruos para reafirmar su poder. Requiere reafirmarse como fortaleza sitiada.
Hinkelammert se refiere a esta dinámica como una invención de las imágenes en el
espejo. La necesaria construcción del monstruo crea espejismos con una clara intención
de legitimar la violación de derechos humanos con la bandera de la defensa de los
derechos humanos. Las propagandas se alinean a esta visión y no nos muestran la
realidad, nos muestran a los monstruos como imagen invertida de la realidad, de tal
manera que se logra el consenso social de que estos deben ser eliminados.
Bauman también señala que otro producto siniestro de la globalización es la
desregulación de las guerras. Esta desregulación implica la suspensión del derecho
internacional, la abolición de las garantías ciudadanas y la instauración institucional de la
tortura. Las guerras también se han convertido en negocio para las compañías de
seguridad privadas. A manera de ejemplo: en la guerra de Irak la participación de
paramilitares ha superado a la del ejército regular de los Estados Unidos. La mayoría
trabajan en las compañías propiedad del ex vicepresidente Cheney y de la ex secretaria de
Estado Condolezza Rice que en diez años de guerra han pasado de facturar 10 millones de
dólares a 120 mil millones por año.
III. Zonas creadas para invisibilizar la vida
Bauman señala que una de las estrategias para convivir con los marginados es
hacerlos invisibles, no pensarlos, dejarlos mudos. O simplemente aislarlos en basureros,
eso a lo que él llama “los héroes olvidados de la modernidad”
El mundo globalizado se ha convertido en un vertedero humano, la súper
producción de residuos ha ido reduciendo los lugares del mundo en donde la población
excedente pueda alojarse.
Es así como los antiguos Estados de bienestar están cayendo como castillo de
naipes y convirtiéndose cada vez más en Estados de exclusión. Son cada vez más Estados
policiales plegados a las órdenes de quien realmente ostenta el poder que es el mercado.
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Zonas de Indecibilidad de la vida
Se erigen muros, se crean guetos, se criminaliza al migrante, se le asocia con el
terrorismo. Ahora se ejerce un incremento del control político en contraposición de un
decrecimiento de los derechos ciudadanos. “Ellos” los migrantes‐terroristas viven a costa
del bienestar de “nosotros”. Ahora se apela a la seguridad nacional para desechar a los
migrantes. Son parte de una categoría que hoy significa amenaza. En antaño el migrante
estaba asociado a prosperidad y bienestar.
Los Estados son promotores de nuevos miedos sociales, llevan a las sociedades a
comprar la idea del “ellos” contra “nosotros”. Las políticas que vierten y comunican tejen
hábilmente en la conciencia del ciudadano el reflejo condicionado que donde hay peligro,
está un marginado. Los Estados contemporáneos tienen la misma lógica que los antiguos
(y modernos) campos de concentración. Bajo sus techos se vela por mantener la
homogeneidad del “nosotros”.
Bauman enriquece su reflexión apoyándose en las ideas de Giorgio Agamben
acerca de la excepción. Esta se configura como ese momento del derecho en el que se
suspende el derecho es para garantizar la continuidad del poder. Es ese espacio en el que
no es posible sustraerse de la regla pues es precisamente la misma regla la única que
puede dar pie a la excepción.
No hay orden sin caos. El espacio del orden es un espacio gobernado por reglas.
Pero la regla es regla en cuanto prohíbe y excluye. En las entrañas del orden está también
el necesario recorte y marginación. La búsqueda del orden conduce a la generación del
desorden.
Agamben usa la figura del campo de concentración como el espacio que se abre
cuando el Estado de excepción comienza a ser la regla.
Visto así, y desde las reflexiones de Bauman podemos afirmar que la forma como
se administra la vida en el mundo globalizado no se limita al horror del campo sino que
afecta a la misma democracia contemporánea. Toda la vida política es ahora vida en un
campo de exterminio.
Para esta lógica que genera sacrificios, es ese lapso parte del entorno requerido
para que se reproduzca el sistema. Es la instauración del Estado de excepción tornado en
Estado de emergencia permanente, lo que permite las prácticas de eliminación física no
sólo de adversarios políticos sino de los residuos que no resultan integrables al sistema
político. Y esto constituye ahora una práctica esencial para los Estados contemporáneos,
aun de los llamados democráticos.
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El Estado de excepción en el que se ven sometidos los prisioneros en las cárceles
en Guantánamo y en Irak evidencia las vidas de los prisioneros como nuda vida
abandonada. Ellas están en un grado de indeterminación tal que hace posible su
exterminio. Se precisa que su vida sea puesta en excepción para que la soberanía
mantenga su poder y con ella funcione el mecanismo “inconsciente” de la máquina del
progreso a la que nos referimos inicialmente. Es la estructura jurídica de estos lugares
pensados como zonas de suspensión de la ley, la que se instaura en las democracias
actuales. Es el caso, igualmente, de los migrantes retenidos en las fronteras quienes
permanecen allí en tanto “nudas vidas”, privadas de todo estatuto jurídico.
El Estado de excepción aunque está desprovisto de legalidad, se enmarca en
políticas y procedimientos que son diseñados y autorizados por las altas esferas del poder.
El Estado de excepción producto de la globalización, tiende de la misma forma a
globalizar sus paranoias, de forma que como nos refiere Bauman se ha criminalizado el
globo.
El Estado así concebido, torna en Estado inexistente, “líquido” como diría este
sociólogo polaco, para las funciones sociales y también perversamente para las
económicas, sin embargo esta licuefacción que genera anarquía, no es una respuesta
descontrolada, es más bien un atributo de su identidad.
IV. El Derecho que genera violencia
Es necesaria la distinción entre derecho y justicia. La finalidad del primero es
realizar un juicio, no ejercer justicia. A lo que estamos asistiendo es a la plenitud del
derecho que desde el soberano marca esa zona de indecibilidad entre lo que está dentro y
fuera de la ley.
Bauman ve como la legislación precede a la vida y por lo mismo nos advierte que
el derecho origina violencia. Que habría que acabar con el derecho para acabar con ella.
Hemos aprendido que no hay organización del poder sin víctimas.
La violencia dice Bauman es un producto ineludible de la sociedad de consumo,
siendo el consumo el rasero que mide el éxito, es también el que separa a los individuos.
Los excesos humanos que no producen ni consumen como los ciudadanos, deberían ser
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menos, la superpoblación de ellos es un problema para nosotros que consumimos la
mayor parte de los recursos del planeta.
La vida de los marginados se nos presenta como algo extraño a nosotros, es una
realidad a la que asistimos como espectadores desde un mirador lejano, como turistas con
la vida suspendida. El rostro de los excluidos no nos dice nada, no nos interpela, no son
“otros” para nuestra subjetividad, son más bien los objetos de nuestras suspicacias y de
nuestros miedos. Esto es paradigmático de la “liquida racionalidad moderna” a la que
Bauman nos hace constante referencia. En ese cúmulo de residuos ya no nos
reconocemos, no hay espacios para la responsabilidad por el otro, que es el llamado
insistente de Levinas.
Sin embargo, Bauman nos advierte que es aquí ante la violencia callada que
provoca la marginación donde aparece la violencia de los excluidos como parte de su
lucha y como un simple trámite para lograr la integración. A los de adentro su intento
por igualarnos nos asquea.
El derecho reinventa constantemente las formas de violencia hacia los excluidos,
Se dictan la manera de hacer la vida, las creencias, los hábitos y hasta el vestuario.
Se desestabiliza la vida incitando a guerras de excluidos contra excluidos, o se
financian actividades ilícitas para crear con ellos organizaciones de delincuencia cada vez
más complejas, en las que es difícil entrever que son estos las víctimas y no los victimarios.
La pérdida de identidad de los que no pertenecen a ninguna sociedad, como son
los migrantes y los refugiados, es asimismo agresión a la vida. Esto se nos ha vuelto
imperceptible en esta vida líquida que Bauman nos descubre, en donde el no estar atado a
ningún lugar adquiere rasgo de normalidad.
El lenguaje también es violencia en tanto se ha convertido en palabra enmudecida.
El rostro del otro ya no habla. Parafraseando a Freire, el lenguaje ya no “pronuncia” al
mundo, ni lo transforma. En el diálogo, como diría Levinas se igualan los hombres, sin
embargo el lenguaje ya no es, interpelación y respuesta, ni expresión del otro y mucho
menos respuesta en igualdad.
Ejercer la violencia es una cuestión de honor y una condición primordial para
mantener la homogeneidad de los de adentro. No hay nada que subyazca a la misma que
no pueda razonarse desde la necesidad y el derecho de protección de la propia vida.
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Los olores de la miseria nos incomodan a tal punto que la idea de eliminarla o
eliminarlos lo más eficientemente posible está tan interiorizada que no dudamos en
aceptar el uso de toda la fuerza de la ley para someter a los eternos sospechosos sin que
ello implique un atropello a la misma ley. Igualmente como un acuerdo tácito aceptamos
las políticas de mano dura, la libertad en el manejo de las armas, la incursión del ejército
en las calles porque esto nos alivia aunque sea de manera subrepticia la eterna sensación
de indefensión que nos produce la pobreza de los de afuera.
La peor de las violencias entendiendo a Bauman, es desterrar de nuestra mente en
efecto a esta realidad que genera violencia, el silencio ensordecedor de los testigos es el
máximo cómplice del crimen. Nos hemos convertido en testigo mudo que ha perdido la
voluntad y la consciencia, con los rasgos del Musulman de Agamben, quien no es más que
hombre desubjetivado que no puede testimoniar. Él representa lo más propio de la
humanidad en cuanto a su capacidad de negación y de parálisis ante de lo que ve.
Conclusiones
Zygmunt Bauman, nos presenta con mucha claridad de palabra, como el sistema
de vida occidental es una incesante producción de consumidores y desechos.
El mito del progreso, paradigma de la modernidad, va aunado a la imposición de
reglas que presuponen el ejercicio del poder. Esta imposición es administración de la
muerte en tanto que presume una negación de la vida humana en forma de exclusión.
Los atropellos de la globalidad encubiertos bajo los eufemismos de protección a las
libertades han dejado de ser clandestinos y se han convertido en algo público y a la vez
global. Las zonas de exclusión ya no son secretas, están en todos lados aunque
quisiéramos convencernos de que no existen.
"La biopolítica tiene un rostro siniestro...", nos dice Agamben, lo vemos sobre todo
cuando desde lo institucional se masacra el pensamiento y la palabra. Sin palabras se ha
intensificado la violencia y se nos mete ahora por todos los rincones.
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La modernidad líquida como concepción de la vida, que ha paralizado a la ética,
explica la ceguera que se practica en la actualidad.
La modernidad ha globalizado el miedo. Los países más poderosos del planeta
tienen miedo. Esta es una contradicción en toda regla, pero ¿cómo no tenerlo siendo tan
monstruoso el producto de su misma eficacia?.
Bauman piensa al igual que Dussel que se debe re‐escribir la historia para que se
rehaga la política, y rehaciendo la política, se dé un vuelco a las formas de administración
de la vida.
No se pretende con esto que surja una nueva autoridad mundial, sino una
autoridad de otra naturaleza distinta de la del soberano. Es la excesiva privatización de los
espacios lo que verdaderamente amenaza la vida, no el monstruo del terrorismo ni de la
migración.
Bauman que se define a sí mismo ni como optimista ni como pesimista, sin
embargo afirma que estamos obligados a tener esperanza.
Por lo que de él hemos leído, estamos también invitados a parar con la razón o con
la solidaridad, está lógica sacrificial de vida en común, de excluidos contra incluidos y a
construir un mundo donde la penuria de nuestro tiempo no sea la “última morada de lo
humano”.
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Bibliografía
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