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LA MUERTE DEL SIGNIFICANTE

HECHO INSEPARABLE DEL SIGNIFICADO

POR MARTÍN CLETO GUTIÉRREZ

El hecho de que un habla viva pueda prestarse al espaciamiento en su


propia escritura, es lo que originariamente la pone en relación con su
propia muerte. Jacques Derrida

Con la perspectiva de Jacques Derrida, la metafísica occidental es puesta en


crisis por en el campo del lenguaje. Esto puede parecer algo negativo. Sin
embargo, puede tener otro enfoque si el fin consiste en buscar los puentes que
traten de vincular ambas posturas. Esto puede conducir al favorecimiento de
una filosofía más consciente en el campo de sus conceptos y sentidos
filosóficos.

La nueva influencia derridiana se tornó moda. Fue una especie de emancipación


atrayente que disminuía la importancia y el valor de la Metafísica tradicional.
Fue una mirada desde el ámbito secular hacia el campo de la tradición. Sin
embargo ¿qué se podría percibir desde un enfoque contrario? Es decir, desde
los parámetros metafísicos hacia la perspectiva descontructivista. Ya que para
algunos filósofos, la Metafísica es algo obsoleto. El desplazamiento de la tal
ciencia puede ser efecto de una mirada oriental. Sin embargo, pese al
menosprecio de occidente, no se debe hacer a un lado las nuevas formas de
presentar la reflexión contemporánea de la Metafísica. Pues en las academias
religiosas esta ciencia no pierde sentido ni estabilidad. Al contrario, es una base
estable del pensamiento teológico-cristiano-católico. Parece que la ausencia de
su enseñanza en el ámbito católico no es el caso como en las Universidades
seculares y, por ello, existen puntos de vista divergentes. Existe una escisión de
enfoques entre las universidades católicas y seculares. Las primeras tienden a
hacer una crítica repulsiva de los filósofos que atentan contra la Metafísica y las
segundas miran a las primeras como Institutos retrógradas que no se abren a la
novedad de la verdad.

Es cierto que ambas creen poseer la verdad sin una apertura al diálogo. Por ello,
es necesario crear una especie de ecumenismo filosófico. No con el fin de
aceptar ciegamente el punto de vista opuesto, sino de buscar la verdad que va
más allá de la manipulación del lenguaje. Por tal motivo, cabe preguntarse si
los problemas de la filosofía en realidad son problemas del lenguaje. Ya que se
ha propuesto a la hermenéutica como clave para dar solución a los problemas
del ser. Sin embargo, esta ciencia no logra tal fin cuando deja el campo abierto
al relativismo, interpretando el ser desde la perspectiva de cada sujeto.

Ahora bien, Derrida propone: ‘la muerte del significado’. Esto consiste en que
ningún significante es capaz de referir al significado satisfactoriamente. Parece
ser que la denominación ‘ausencia del significado’ o ‘letra muerta’ tiene una
aplicación adecuada. Asimismo el ser, no puede ser referido por ningún
significante accesorio sino solo por un significado trascendental que no existe
como tal. Por ello, para Derrida es imposible la ciencia de la Metafísica.

Es posible que la filosofía deconstructiva pueda proponer nuevas estructuras a


la tradición occidental, sin embargo, no es necesario pensar en crear una nueva
especie de Metafísica. Con ello, algunos filósofos no garantizan la presencia del
significado ni mucho menos su regreso a la conciencia. Al contrario, es una
mera ‘ausencia’; la experiencia del significado está en el olvido. Ciertamente,
no está perdido el significado de los significantes sino el significado de las
cosas. Ante ello, la postura de la tradición Metafísica llamada
logofonocentrismo, parece obstinarse en filosofar más sobre los conceptos que
en la experiencia del ser en cuanto tal. El hablar de la ‘ausencia del significado’
para los filósofos tradicionales es un sin sentido.

La perspectiva derridiana parece tener en cuenta su especial atención en la


historia de la escritura, en su correcta interpretación y en su aspecto práctico.
Es preciso considerar hasta qué punto la ausencia del signo puede orillar al
filósofo a un mero agnosticismo. O preguntarse si el significante, por no ser
contemporáneo, pierde la verdad del significado. Así, sucede que una
manifestación del significante fuera del horizonte histórico no refiere a una
verdadera manifestación del significado.

En realidad, el significante es la respuesta al deseo de entrar en comunicación


con otros hombres, incluso con el Absoluto. Es la respuesta a la naturaleza
material. Por ello, esta necesita la materia inmanente. El significante es, a un
mismo tiempo, inmanente y trascendente. Es preciso aclarar que tal propiedad
de trascendencia e inmanencia no son absolutas sino relativas. No se puede
pretender tener un signo trascendental absoluto, sino parcial.

La Metafísica no puede prescindir de anclarse en la historia y época


determinada. Esta ciencia debe poner en tela de juicio la postura de la ‘ausencia
del significado’. Para Derrida, el significado ha muerto en el transcurso de la
historia a causa de la exterioridad del significante. Empero, se debe preguntar
si el significado ha muerto o sólo lo que ha sido centralizado por medio del
logofonocentrismo occidental, o si ha muerto todo significado incluso de las
cosas presentes.

El significado tiene una estrecha relación con el mundo y se vincula en la


historia por medio del significante. Surge de nuevo en la mente con la
reintelección del significante. Si se extirpara de la historia haciendo del
significante una presentificación del significado entonces esta reintelección
asumiría una cierta negación del significante materializado.

Según Derrida, el significante es obra de la Metafísica tradicional. Pero ¿todo


lo que se dice de significante corresponde a tal ciencia? ¿Esta filosofía se
contenta con la ausencia del significado? ¿La reintelección de los significantes
es capaz de un conocimiento verdadero? ¿Es posible una intelección carente de
ellos?

La intelección jamás había sido cuestionada como ahora al negar la


significación del significado. Y es que hay momentos el contenido formal de
este no se puede conocer por medio del significante. Hay un tiempo en que no
es nada sino sólo contenido inteligible en potencia. Es un momento en que el
hombre vive sin el producto artificial del signo material. Es como una
‘afirmación’ de la Metafísica, pues queda ‘fuera’ o ‘más allá’ del aspecto físico
del signo. No puede pronunciar, ni escribir, hablar o experimentar la presencia
del sentido del significante.

Antes de develar el ser del significado, existe un silencio. Por ello dice
Heidegger que la voz del ser es muda, es silenciosa. La muerte del significado,
de su eterno silencio, es causada por el significante. De este modo Derrida sólo
proclama la ‘letra muerta’. Sin embargo, la filosofía no debe contentarse con la
‘muerte del significado’. Si la Metafísica quiere ser superada, se debe considerar
a la conciencia como la causa de tal muerte. Al mismo tiempo, para la
reinteligibilidad del significado es necesario despreciar o desear la muerte del
significante; aunque ello conlleve también el anhelo de ‘dar muerte’ a la
Metafísica. Si el significante ha de hacerse materia en nuestro mundo, debe ser
materia sensible. En consecuencia, debe negar las formas de inteligibilidad que
efectúan un compromiso no dialéctico entre la materia sensible y la inteligible.

Un significado que de verdad se hace materia deja de ser algo puramente


inteligible. Del mismo modo, como en la simple abstracción algo material
deviene inteligible dejando de ser algo material. El significado en la
materialización del significante sigue siendo algo significado. Algo del
significado yace en lo verdaderamente absurdo de la materia. En consecuencia,
el lenguaje más adecuado para la materialización del significado es una
dialéctica respectiva de campos opuestos. Cuando el significado se abra a lo
más terrible del caos material es entonces cuando podrá nuevamente recibir
forma en el contenido intelectual.

¿Por qué muchos filósofos denigran la oscuridad del significante, si se sabe que
en este existe la posibilidad de conquistar la oscuridad misma y que el
significado estará todo él en el significante presente en todo?

Por el significado, el lenguaje se quiebra y se disfraza en oposiciones. El


problema consiste en la ausencia del significado. Pero no es por la falta de
capacidad o por la ausencia que provoca el significante. Ya que no se habla de
la ausencia de la experiencia del significado, sino de la experiencia de la
ausencia del significado. Porque este es una realidad experimentada, pero no
objetivada. Sin este, el hombre se convertiría solo en un ser que espera, en su
inmanencia; espera que el mundo se le dé, pero no podría trascender. Por eso,
no le queda más que tomar la oscuridad de la materia y dar forma a todo lo que
sea posible con el fin de salir al encuentro del ‘otro’ para expresar lo inteligible,
con todo el poder inteligible que posee la materia de modo potencial. Entonces,
el significante es un medio para estar frente al otro. Por la existencia del
conocimiento sensible, de cual no se puede prescindir, es necesario ‘dar muerte’
a lo inteligible (significado). La ausencia del significado no consiste en no creer,
en no tener sentido o buscar suplementos mediante nuevas determinaciones del
ente sino en un proceso cognitivo de abstracción para volver al significado
mismo.

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