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RESUMEN

LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPIRITU DEL CAPITALISMO


Weber comienza hablando de un fenómeno que ocurre “en casi todos los lugares
donde el desarrollo capitalista tuvo mano libre para organizar profesionalmente la
población y transformar su estructura social de acuerdo con sus propias
necesidades”. Este fenómeno atañe al hecho de que la población protestante tiene
mayor participación en la posesión de capital que el resto, ante esto weber intenta
atribuirlo a razones históricas.

La primera relación causal la encuentra en la fábrica, donde los individuos de la


religión católica en su mayoría entraban como obreros y se convertían en maestros
artesanos, en cambio los individuos protestantes en su mayoría participaban en las
actividades fabriles en tareas que requerían de cualificación máxima como obreros
y de funcionariado industrial. Esta relación weber la explica por “las características
mentales adquiridas por la educación en este caso por la educación generada por
la atmosfera religiosa de la familia y de la localidad” la que determinaron de cierta
forma la elección de la profesión.
La conexión entre las esferas del mundo capitalista y el protestantismo “no se puede
hacer desde el supuesto goce mundano, más o menos materialista o anti ascético,
sino que en sus rasgos puramente religiosos.”
Pero para hacer esto antes se debe explicar el objeto, que explica la configuración
histórica. Ese objeto es el “Espíritu del capitalismo” el cual constituye un conjunto
de factores entrelazados, que generan esto. Este concepto es un concepto
construido históricamente y no así un concepto genérico abstracto.
El espíritu del capitalismo refiere a la idea del hombre que tiene como deber
imperante, como fin en sí mismo el aumento su capital, pasando por alto, el riesgo,
la moral y sus posibles satisfacciones humanas por medio del dinero (ascetismo). Y
enfocándose únicamente en el aumentar su patrimonio. En este sentido emerge una
cierta visión utilitarista, al medir todo en cuanto me sea útil para aumentar el fin de
incrementar el patrimonio capital, incluso los valores” morales”, como la puntualidad
al devolver un préstamo es valorado únicamente por la apertura de la posibilidad de
tener mayores ingresos en el futuro y no por que la acción en si misma sea o no sea
correcta.
El verdadero enemigo del espíritu del capitalismo es el tradicionalismo.
Tradicionalismo en el sentido de la conformidad del hombre frente a las condiciones
presentes, que le brindan las comodidades necesarias para vivir. Frente a esto, el
incentivo positivo hacia el obrero para que trabaje al máximo, no lo motiva a dar lo
mejor de sí, ya que el incentivo en dinero no es significativo, y este tiene lo justo y
necesario para vivir y se conforma con eso. Por lo tanto Frente a esto el empresario
moderno opta por el incentivo negativo, restándole parte del dinero necesario para
vivir para que de esta forma tenga que dar el máximo para lograr el estado donde
tiene lo necesario para vivir.
Sin embargo esta estrategia tendería a fracasar frente, a trabajos comerciales en
los cuales se necesita mayor cualificación, ya que el capitalista producto de su
“profesión”-desde el punto de vista, de ver la obtención de dinero como un fin- se
inclinaría por escoger la mano de obra barata en el “ejército de reserva”, que no
necesariamente son los más cualificados para este tipo de tareas, dificultando el
desarrollo de estas, ya que el trabajo barato, baja considerablemente el rendimiento.
Este tradicionalismo es consecuencia de la educación religiosa, y se busca
desplazarlo por medio de la educación, al ver el trabajo como una profesión; como
un fin en sí mismo, de esta forma eliminando el conformismo tradicionalista.
“El desarrollo del espíritu capitalista se podría entender sencillamente como un
fenómeno particular dentro del desarrollo global del racionalismo…” por lo tanto el
protestantismo influiría netamente en un sector particular del racionalismo. Por
racionalismo practico entendemos que es el estilo de vida que referido a los
intereses del individuo este juzga el mundo, y es precisamente este punto el que
abre la brecha en la que el mundo se puede racionalizar desde diferentes puntos de
vista.
“La palabra profesión – beruf y calling- tienen origen religioso, que da a entender
que es una tarea impuesta por Dios”, “esta concepción implica un ámbito de trabajo
sin límites, en el sentido de conllevar con esta una actitud vital para el espíritu”. En
el protestantismo a esta palabra se le asignó una nueva significación, el cual implica
valorar el cumplimiento del deber en las profesiones profanas como el contenido
más elevado que puede tener una actuación realmente moral. El cumplimiento de
la profesión como un deber es la forma de agradar a dios, donde todas las
profesiones licitas valen lo mismo ante Él. El afán de lucro material que sobrepasa
las propias necesidades del individuo es reprochable. Esta visión de profesión está
anclada en el tradicionalismo, ya que habla del destino, escogido por dios y el
conformismo que debía tener el hombre ante este deber, ya que esta constituía su
salvación eterna.

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