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LA CRISIS QUE NO FUE DEL CAPITALISMO

Los ideólogos del capitalismo al contemplar la caída de la comunidad socialista, afirmaron


que se había llegado al fin de la historia, lo que significaba que el capitalismo lo
declaraban eterno y que ya no tenía adversario ideológico, por lo que su esfera de
influencia pasó a ser global.
Las luchas contra las dictaduras impuestas por los Estados Unidos, se tomaron como
luchas ciudadanas por instaurar el “comunismo”.
La existencia de la comunidad socialista obligó al capitalismo en particular en los países
de Europa occidental, EE.UU. y Canadá a realizar avances en la salud, vivienda,
educación, salarios, empleos y respeto a los derechos humanos, con el propósito de
neutralizar o disminuir a la insignificancia los movimientos sociales y a restar militancia a
los partidos de izquierda, es decir, el capitalismo le quitó las banderas de lucha, para
evitar la ingobernabilidad y la desestabilización social que los condujera a la instauración
del socialismo.

La caída del Muro de Berlín en 1989, es un hecho simbólico que se ha interpretado


como la fortificación de la derecha mundial al convertirse incluso hasta Rusia al
capitalismo, los principales dirigentes del gobernante Partido Comunista Ruso se
transformaron ipso facto en capitalistas y varios de ellos en grandes empresarios.
En los países de Europa, debido a la crisis del capitalismo, y para mantenerlo de pie, los
organismos internacionales financieros han obligado a los gobiernos europeos a desmantelar
el estado de bienestar, lo que significa que se ha elevado en flecha la inseguridad, el
desempleo, los embargos inmobiliarios, los recortes presupuestarios y la mercantilización de
la educación y la salud, esta situación ha conducido a un deterioro de esos servicios, y un
acelerado empobrecimiento masivo de sus poblaciones.
El aumento de la violencia, la inseguridad ciudadana, el terrorismo y el calentamiento global
son expresiones del auge de capitalismo, este sistema y modelo político y económico
respectivamente, es brutalmente violento, no respeta razas, ideologías, religiones, soberanías
nacionales, seres humanos, ética, moralidad, arrasa o corrompe todo lo que le pueda estorbar,
con el propósito de hacer crecer a la “n” sus fortunas.
Esta situación conduce al aumento de la desigualdad social, como efecto del proceso
regresivo, que beneficia al sector élite financiero internacional y pernicioso a los ciudadanos
que con sus impuestos y consumo subsidian a la oligarquía mundial, y cada vez reciben
menos atención social de las instituciones del Estado .
Deterioro social y político
Los salarios han sido considerados como uno de los instrumentos que contribuyen al
desarrollo social y al crecimiento económico, porque mantiene el nivel de consumo de bienes
y servicios.
Asimismo los salarios contribuyen al fisco, para conservar cierta sanidad en los programas
sociales y en la construcción pública, que favorecen al efecto multiplicador del dinero que
mantiene el dinamismo en la economía.
Cuando Carlos Marx escribió los libros, Trabajo asalariado y capital, y Salario, precio y
ganancia, lo que estaba en su esplendor era la mecanización de las fuerzas productivas, en El
capital, realizó un minucioso análisis de la piedra angular del capitalismo, es decir, de la
plusvalía, que era la fuente de enriquecimiento del capitalista y trabajo no remunerado al
obrero.
Ahora con el alto nivel de desarrollo científico y tecnológico, existe una mejor mecanización
con las tecnologías digitales y la robotización del proceso productivo, lo que permite
aumentar astronómicamente la producción de mercancías a un costo marginal casi a cero, lo
que significa que la ganancia capitalista es sin límites, además el tiempo de trabajo se ha
acortado, el avance científico-tecnológico la elite global lo ha convertido en instrumento de
dominación.
Antes algunos de los procesos productivos podrían durar meses o semanas, ahora es cuestión
de horas o de días, entonces por qué razón el trabajador en lugar de disminuir las horas
laborales y de ganar un mejor salario, recibe un ingreso que no corresponde al costo de la
vida y pierde sus derechos laborales conquistados hace más de un siglo, con la flexibilidad
laboral impulsada por los grandes consorcios multinacionales. “La desigualdad económica
crece rápidamente en la mayoría de los países. La riqueza mundial está dividida en dos: casi
la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte el 99%
restante” (OXFAM, 2014).
El trabajador en lugar de mejorar su condición de vida se le deteriora, en un extremo fortunas
exageradamente elevadas en trillones y, por el otro, salarios de hambre, que obliga a los
trabajadores convertirse prácticamente en esclavos del capitalismo, porque son forzosados a
endeudarse con las tarjetas de crédito, esta población tiene un futuro más que incierto,
sombrío. “Peor aún, tan sólo 225 personas en el mundo poseen un patrimonio medio de
15,000 millones de euros” (Beluche, 2014).
Las tarjetas de crédito no son utilizadas únicamente para completar el bajo salario, sino
también para satisfacer el consumismo compulsivo, instituido por los medios de
comunicación globalizados, enfocados en la mundialización homogénea del consumo y de la
cultura, crean necesidades falsas, además convierten la miseria humana en reality show, las
guerras y las catástrofes causadas por los fenómenos naturales en programas de
entretenimiento, deforman la opinión pública, es la banalidad de la realidad, que conlleva a
formar una parálisis social mundial.
“¿Cómo es posible y por qué el endeudamiento individual se ha convertido en imprescindible
para sobrevivir? George Caffentzis encuentra la respuesta en la devaluación progresiva del
trabajo –a pesar del aumento de la producción- que se vivió primero en EE.UU. y
recientemente en los países europeos” (Jiménez, 2014).
La pobreza fuente de enriquecimiento
Se ha causado una altísima productividad y concentración de la riqueza, por el otro lado, una
distribución desigual, existen ganancias multimillonarias de la elite financiera mundial y de
las transnacionales, mientras los trabajadores reciben salarios de hambre, por ejemplo el caso
de la transnacional McDonald’s.
El Instituto de Trabajo y Empleo de la Universidad de California, realizó la
investigación, Comida rápida, salarios de pobreza, publicada en el 2013, según este estudio,
las cadenas de comida rápida, “en general, las empresas no les pagan el seguro de salud”
(Zamorano, 2014).
Para el capitalismo el desempleo dejó de considerarse una reserva de mano de obra, que
permitía recurrir en cualquier momento, y que constituía el factor que hacía mantener los
bajos salarios, por haber más demanda de trabajo que oferta de empleos, en algunos
momentos los capitalistas se aprovecharon de las necesidades existenciales de los sin trabajo
y se utilizó en calidad de esquiroles.
Para el capitalismo los desempleados son desechos de la prosperidad, aparentemente
indetenible del desarrollo del capitalismo a niveles nunca antes vistos, esta situación es
global, pero en los países subdesarrollados se llega a situaciones aún más graves.
Esta problemática no puede ser abordada al tenor conceptual histórico, porque no es una
lucha tradicional entre burguesía y proletariado, sino que es una lucha entre clase trabajadora
y oligarquía mundial.
Es una lucha que ha traspasado las fronteras patrias, porque es el capital financiero y las
empresas transnacionales las que indirectamente a través de los organismos como el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), y los gobiernos “nacionales” los
que imponen la injusticia mundial, la cual afecta a casi todos los países del mundo, en
diferentes niveles de gravedad.
En el concepto de clase trabajadora, incluimos a los proletarios, clase media y burguesía,
porque las oligarquías “nacionales” ha pasado a convertirse en socios ínfimos o en empleados
ejecutivos de la oligarquía global, no hay que olvidar que las oligarquías “nacionales” le
entregaron a los hoy sus amos, las instituciones del Estado, permisos de depredación,
explotación y saqueo de los recursos naturales nacionales, los Tratados de Libre Comercio
(TLCs), etc. Hoy la lucha es global contra la voracidad sin límites de ninguna naturaleza del
capitalismo.
Los TLCs impulsados en el contexto de la Organización Mundial de Comercio (OMC), por
las elites globales financieras y las empresas transnacionales para imponer la eliminación de
las barreras arancelarias, lo que ha perjudicado la producción, industrialización y distribución
del sector productivo de los países, especialmente del Sur.
Con la eliminación de las fronteras comerciales han convertido al mundo en su mercado, para
que circulen libremente sus mercancías y productos agropecuarios, a bajo costo, donde los
productores e industriales de los países del Tercer Mundo no pueden competir, porque
además no cuentan con ningún tipo de subsidio ni seguros estatales, etc.
Ocaso del capitalismo
El fin del capitalismo no va a ser el resultado de una lucha global de la humanidad en contra
los desastres ambientales, económicos, políticos, culturales y sociales que genera.
La defunción del capitalismo será provocada por uno de dos factores, por una Tercera Guerra
Mundial (el teatro bélico no estará ubicado en una zona geográfica determinada, sino será un
una guerra global , por primera vez tocará suelo estadounidense) o por una crisis financiera
internacional, ambos escenarios están en construcción, lo que no podemos afirmar cuál de
los dos será el detonante, es fuerte probable que ocurra en la primera mitad del presente siglo.
El réquiem del capitalismo será dado por manifestaciones y desordenes sociales
multitudinarios a nivel planetario, para pedir la honra fúnebre de la causa de los males
nacionales y mundiales, para que los gobiernos retomen el control y dejen de ser vasallos de
las élites financieras, transnacionales y de los organismos internacionales imperialistas.
El capitalismo y el imperialismo dañan a la población, incluso a la estadounidense.
Actualmente, existe una indignación generalizada por los sectores trabajadores y
desempleados en el orbe, por la involución social y económica que está produciendo el
capitalismo en esta última fase financiera y de servicios, que le ha permitido apropiarse de
recursos naturales; sobornar a jefes de Estado y a altos funcionarios de gobiernos, de casi
todos los países del mundo, lo que significa que hay un supra gobierno mundial.
Han surgido movimientos internacionales contra el capitalismo para crear un mundo mejor,
tales como Observatorio de la Deuda y de la Globalización, Indignados, Ocupa Wall Street,
Huelga de la Deuda, Movimiento Antiglobalización, Movimiento Altermundista, Foro Social
Mundial, etc. Estos sujetos sociales agrupan a miles de organizaciones que pertenecen a los
movimientos sociales nacionales y de ONGs, en suma, representan a millones de ciudadanos.
Lucha contra las élites globales
Las élites globales no reconocen leyes nacionales, por tanto es necesario crear una Instancia
Económica Internacional, con el mismo nivel y estatus de la Corte Penal Internacional y el
de la Corte Internacional de Justicia, para que controle el fiel cumplimiento de sus códigos
de conducta, cuyas violaciones sean multadas y penalizadas.
Asimismo, crear un impuesto a las ganancias globales, con el propósito de constituir un fondo
económico, con el objetivo de realizar préstamos a los países con tasas preferenciales y
facilidades de pago, para promover el desarrollo de los Estados.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calculó que para el año 2006,
“las transacciones financieras en el mercado cambiario sobre pasaba los mil millones de
dólares por día, y que un impuesto de 0.1% produciría algunos 150 mil millones de dólares
por año. Este monto bastaría suficientemente para erradicar la pobreza en el mundo” (Busino,
2006).
Crear un nuevo orden económico internacional basado en la solidaridad y equidad, de igual
forma reestructurar la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el contexto de la actual
realidad de las relaciones internacionales, en este mismo sentido, desmercantilizar la
educación, la salud, la vivienda, desaparecer los paraísos fiscales y regreso al patrón oro.
En lo que respecta a los países de América Latina, en la medida que construyan sus propios
paradigmas económicos, políticos, jurídicos, sociales y culturales, se alejen del
etnocentrismo, del sistema financiero y monetario internacional, refunden sus Estados,
construyan instrumentos de integración económica y política, se acerquen a Rusia, China,
India e Irán, es decir, busquen nuevos mercados para exportar sus productos y realizar
intercambio comercial, lograrán surfear de mejor forma la profundización de la crisis
internacional del capitalismo.
Una de las relaciones comerciales de América Latina con los países desarrollados es de
abastecedora de materias primas, necesarias para el funcionamiento de las economías
centrales, es una relación de interdependencia con los países europeos, sin embargo, éstos
con los TLCs han tratado de aumentar la dominación y explotación en algunos países con
gobiernos anti nacionales y pro imperialistas.
En Europa, “podríamos decir que sin la importación de materias primas minerales habría un
peligro para 271 millones de puestos de trabajo, directos o indirectos, y gran parte de estas
materias primas minerales vienen de América Latina” (Preciado, 2013).
América Latina ha dado pasos importantes para hacerle frente al colonialismo de parte de los
países capitalistas centrales, a través de instrumentos de integración, por ejemplo la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Alternativa Bolivariana
para los Pueblos de América (ALBA), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Unión
de Naciones del Sur (UNASUR), el Acuerdo de Cooperación Energética con algunos países
del Caribe y de América Central con el gobierno Bolivariano de Venezuela
(PETROCARIBE).
A este esfuerzo anticapitalista e imperialista se le suma el nuevo Banco de Desarrollo,
acordado en el 2014, por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), con un capital de
100.000 millones de dólares, que aspira a convertirse en una entidad de desarrollo alternativo
más importante del mundo.
BIBLIOGRAFÍA
Beluche, O. (2014). Capitalismo, globalización y desigualdad social. Ssociologos.
Busino, G. (2006). Les sciences sociales et les défis de la mondialisation. Revue Européenne
Des Sciences Sociales. European Journal of Social Sciences, XLIV-134.
Jiménez, P. (2014, 07). Debemos desmercantilizar el sistema. Diagonal Global. Barcelona.
Moron, A. (20014). El desmantelamiento del Estado del Bienestar. Ssociologos.
OXFAM. (2014). Gobernar para las élites: Secuestro democrático y desigualdad
económica (No. 178). OXFAM.
Preciado, J. (2013). Paradigma social en debate; aportaciones del enfoque geopolitico crítico.
La CELAC en la integración autónoma de América Latina. In América Latina en la crisis
global: problemas y desafíos (CLACSO.). México: FronterAbierta.
Zamorano, A. (2014, September 4). El precio oculto de las hamburguesas baratas. BBC
Mundo.

EL DESMANTELAMIENTO DEL
ESTADO DEL BIENESTAR

1. Medidas regresivas y rechazo popular


El bloque de poder liberal-conservador de la UE, con una gestión regresiva, antisocial y
autoritaria de la crisis, quiere imponer un modelo económico y social más desigual y una
democracia más débil. Su política de austeridad y recortes sociales está acelerando el proceso
de desmantelamiento del Estado del bienestar, que considera ‘insostenible’. Es la tendencia
dominante.
Pero esta reestructuración regresiva carece de suficiente legitimidad ciudadana. Hay una
fuerte pugna distributiva, política y cultural sobre la gestión de la crisis y el modelo de Estado
y sociedad. Existe una amplia corriente social indignada, con una actitud cívica de justicia
social, que rechaza esa dinámica. La cuestión es si hay fuerzas sociales consistentes para
frenarla y hasta dónde. ¿Cuál es el impacto de una ciudadanía activa contra esa política
regresiva y qué significado tiene un proyecto alternativo de un modelo social más igualitario,
solidario y democrático?.
Caben dos hipótesis extremas: ¿Es realista el catastrofismo fatalista o la idea de la
inevitabilidad de la eliminación total de los derechos sociales, los servicios y prestaciones
públicos o el propio Estado democrático y de derecho?. ¿Es adecuada la idea contraria de
que el futuro del Estado del bienestar está asegurado o que las ‘reformas estructurales’ lo
hacen más fuerte y sostenible?.
Aquí se mantiene una posición intermedia: no es previsible la destrucción inmediata y
generalizada del Estado del bienestar, en el ámbito económico e institucional es dominante
esa dinámica regresiva pero existe una importante oposición ciudadana que la condiciona; el
horizonte inmediato es su reducción, segmentación y desmantelamiento, hacia otro modelo
cualitativamente diferente, particularmente en el sur europeo. Pero el futuro no está decidido
y depende de dinámicas sociopolíticas. Así, desde ese marco y con un enfoque crítico, se
analizan estas tendencias ambivalentes y los discursos que pretenden legitimarlas.
Las consecuencias sociales derivadas de la prolongada crisis socioeconómica (paro masivo,
incremento de la desigualdad, nuevas brechas sociales…) se están agravando. Las
necesidades de protección pública se han ampliado frente a los mayores riesgos para la
cohesión social. Las características principales de la política social dominante son la
limitación del porcentaje de gasto público social por habitante respecto del PIB per cápita,
la disminución de la intensidad protectora pública y una reestructuración institucional con
mayor segmentación y privatización de servicios públicos. Al mismo tiempo, la mayoría de
la población demanda empleo decente y garantías de derechos socioeconómicos y laborales.
Los recortes y contrarreformas sociales, en este periodo, están condicionados por esa doble
dinámica, con dos opciones básicas de salida de la crisis: 1) regresiva, con un proceso de
desmantelamiento del Estado del bienestar, particularmente para el sur europeo, o 2) más
equilibrada y equitativa, con una pugna sociopolítica prolongada por la garantía de unos
derechos sociales y laborales fundamentales.
En definitiva, las reformas en distintos países tienen particularidades. No obstante, el proceso
se puede definir como cambio cualitativo, fundamentalmente regresivo. No hay una
destrucción inmediata y total del Estado del bienestar, aunque haya presiones relevantes hacia
su desmantelamiento gradual. Tampoco se mantiene el statu quo anterior, y menos hay una
mejora global. Las características principales de esa reestructuración son tres: 1) contención
del gasto público-social, con limitación del esfuerzo público -en relación al PIB- per cápita y
recorte de derechos sociales y acción protectora pública; 2) ‘racionalización’, reajustes
globales regresivos de derechos sociolaborales y diversas adaptaciones –neutras o mejoras
parciales-; 3) incremento de la diferenciación interna, con mayor segmentación institucional
y de la calidad de los servicios públicos junto con el desarrollo de privatizaciones parciales.
Supone adaptar las políticas sociales a la segmentación laboral y de rentas y a la
fragmentación social, y una transformación institucional hacia sistemas mixtos, públicos y
privados.

Fuente: CIS – Estudio 2930 – enero de 2012, y elaboración propia.


Para completar este diagnóstico solamente se seleccionan unos datos oficiales de una
encuesta del CIS (gráfico adjunto), especialmente significativos para el tema que nos ocupa.
Aunque fue diseñada durante el gobierno anterior socialista, los resultados están publicados
en enero de 2012, ya con el Gobierno del PP, que trató de esconderlos porque, evidentemente,
la opinión mayoritaria de la población iba en contra de sus planes de recortes sociales. La
interpretación de la exigencia mayoritaria de incrementar ese gasto social es todavía más
contundente ya que se confronta con la idea de subir impuestos, que oficialmente es
denostada y tiene cierto apoyo entre sectores acomodados. Junto con otros datos similares
explican la persistencia de una amplia cultura cívica, democrática y de justicia social, una
cultura ‘popular’ progresista frente al poder y sus políticas regresivas.
2.Alcance del desmantelamiento, percepción y acción colectiva progresista
Se puede constatar la existencia de un proyecto regresivo del sector más neoliberal que no
tiene límites y pretende acabar con todo. No obstante, conviene analizar las dificultades para
su materialización o bien las tendencias o factores que condicionan la realización de ese
programa de máximos de acabar con (destruir o desmantelar totalmente) el actual Estado del
bienestar (Estado social, democrático y de derecho) o en otro sentido, consolidar un
capitalismo especulativo e ‘inhumano’, con un sistema político autoritario, con dilución de
su carácter social y democrático, aun conservando algunas formas mínimas de representación
y legitimación política.
En primer lugar, hay que señalar el carácter destructivo de ese proyecto para el bienestar
social de la mayoría de las sociedades europeas, su cohesión y vertebración, así como la
deslegitimación que produciría en las clases políticas gobernantes. En las actuales
circunstancias, la base de apoyo social para esos objetivos máximos sería muy limitada, por
lo que el poder tendería a generar dinámicas de división popular con chivos expiatorios o
falsos culpables: nacionalismos, racismo y xenofobia, populismos autoritarios. Podría
acompañarlo de la involución política y democrática, fuerte control social y autoritarismo
institucional (más o menos tecnocrático).
Sin embargo, un factor que condiciona o frena esa dinámica extrema es la propia mayoría de
la sociedad con su cultura democrática y de justicia social; la cuestión es su grado de
activación, la articulación en movimientos sociales de presión y de representación política e
institucional progresista, como agentes sociales que reequilibren esa tendencia dominante.
Por tanto, el resultado de esa doble tendencia puede significar la no implantación total del
proyecto neoliberal y autoritario extremo.
Se ha abierto una profunda y prolongada pugna sociopolítica con el telón de fondo de
posiciones contrapuestas: el reparto más o menos desigual de los costes de la crisis, el
refuerzo o el desgaste del poder financiero con mayor o menor subordinación de las capas
populares, el alcance de los procesos de deslegitimación de la política de austeridad y las
élites gestoras junto con la tendencia hacia una democracia débil o una democratización
profunda.
Y en el campo cultural y de la conciencia social la incógnita está entre dos dinámicas: a) si
la mayoría ciudadana asume los retrocesos democráticos y de bienestar social, bajo de
argumento central de contener las demandas populares por su ‘insostenibilidad’ económica
y con el refuerzo de los poderosos; b) si, dada la inmensidad de la riqueza generada, los
derechos adquiridos por la ciudadanía y la amplia conciencia de justicia social, es la
economía la que debe servir a la sociedad y se apuesta por una distribución más equitativa,
una salida de la crisis más justa, solidaria y progresista y una regeneración democrática del
sistema político.
Las opciones básicas son dos: 1) profunda reestructuración regresiva del Estado del bienestar
europeo, con un retroceso de su modelo social, los derechos sociolaborales y la calidad
democrática, así como una relegitimación de las actuales élites gestoras y los grupos
dominantes de poder financiero; 2) dinámica sociopolítica que impida esa salida y apueste
por una democratización del sistema político, una renovación profunda de las élites
gobernantes, una regulación institucional de los mercados financieros, con una fiscalidad
progresiva, y un refuerzo de un Estado del bienestar más avanzado, con empleo decente.
En definitiva, lo que se ventila es la concreción del modelo social europeo, entre una salida
de la crisis regresiva o justa y equitativa, entre el desmantelamiento del Estado del bienestar
o las garantías para una ciudadanía social plena en una Europa más democrática, igualitaria
y solidaria. El futuro no está predeterminado, depende del desarrollo de la pugna
sociopolítica.

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