y Allport han aportado a la crítica del ideal de sincerity en América; como honrado suele ser considerado sobre iodo, incluso en el ámbito científico, aquel que piensa lo que todos piensan, ajeno a la presunta vanidad de querer vislumbrar algo especial, y por ello dispuesto a emitir los mismos berridos. Tampoco la linearidad y la sencillez son ideales absolutos en los casos de singular complejidad de la cosa. Las respuestas del sano sentido común extraen en ral medida sus categorías de lo en ese momento existente, que tienden a reforzar su velo, en lugar de penetrarlo; en lo tocante a la linearidad tampoco resulta tan fácil antici- par la vía por la que se accede a tal o cual conocimiento. A la vista del actual estadio de la sociología más bien me inclinaría a poner todo el énfasis, entre los criterios de cualidad científica citados por Popper, en la audacia y singularidad de la solución propuesta —solución siempre sujeta, desde luego, a nuevas críticas. Por último, no con- viene demeritar tampoco la categoría de problema. Todo aquel que controle con alguna imparcialidad su propio trabajo, acabará por tropezar con un estado de cosas cuya aprehensión le resultará dificultada por el tabú de la pre- sunta falta de supuestos básicos. Soluciones se tienen a menudo; uno tiene interés por algo y construye el proble- m a s posteriori. Cosa que no es en modo alguno casual: la preeminencia de la sociedad como algo en sí clausurado y trascendente a sus diversas manifestaciones se expresa en el conocimiento social mediante juicios que hunden sus raíces en el concepto de sociedad y que en los diversos problemas sociales de naturaleza particular únicamente se transforman en virtud de una ulterior confrontación de lo anticipado con el material especial. Dicho de manera más general: las teorías del conocimiento, tal y como de mane- ra relativamente autónoma han sido desarrolladas desde Bacon y Descartes por los grandes filósofos, y nos han sido transmitidas, fueron concebidas, con inclusión del empirismo, desde arriba. Sin adaptarse en modo alguno al conocimiento tal y como éste se consuma de manera viva, lo organizaban - d e acuerdo con un proyecto de ciencia ajeno y exterior al m i s m o - a la manera de un continuo inductivo o deductivo. Entre las tareas necesarias de la teoría del conocimiento no sería la última - c o m o Bergson vino a intuir— la de reflexionar acerca de cómo se conoce realmente, en lugar de describir por adelantado el rendi- miento cognoscitivo de acuerdo con un modelo lógico o científico al que en verdad el conocimiento productivo no corresponde en absoluto. El concepto de problema vierte acompañado, en la arti- culación categórica popperiana, por el de solución. pro- ponen y critican soluciones. Subrayando el carácter central de la crítica se avanza definitivamente frente a la doctri- na, en verdad primitiva y ajena a la naturaleza del conoci- miento, del primado de la observación. El conocimiento sociológico es, en efecto, crítica. Pero lo importante en este contexto son más bien los matices, ya que las diferencias decisivas en lo que se refiere a las posiciones científicas más