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Los ladrones no son, regularmente, visionarios: contemplan más el medio que el fin.
Un corazón superior siempre da más de cuanto recibe; a menudo cuanto recibe rememora en él lo que
ya había dado. De ahí que el intento de dar a la medida de un corazón superior es osado, pues es tanto
como un intento de dar blancura a la amarilla estrella.
Nos vimos seducidos por un ideal y fuimos capaces de dar, en pos de él, nuestras mejores palabras, pues
no lo habíamos alcanzado; no habíamos tenido “necesidad” de crearnos ideales nuevos puesto que no
habíamos realizado anteriores ideales: lo natural y seductor comporta la dificultad del reconocimiento
de su estadio inferior.
Por una “purificación” bárbara -un refinamiento de nuestro pensamiento ante nuestra bestia- se ha
idealizado el dolor: donde hay caracteres sumisos es legible, frecuentemente, una voluntad de “deber”
que hace pensar en una “ética superior”: pero ello no es más que una VOLUNTAD DOLORIDA del
deber; y no una suma placer-deber que llevaría a los linderos emoción-acción-razón con mayor
probabilidad.
La locura de la felicidad implica ser capaz de inventarse las variaciones circunstanciales que harían o
hubiesen hecho de un suceso algo irrepetible y bello.
Quizá los críticos no han sido lo suficientemente sagaces de corazón (y sí denodadamente hirientes -¿o
envidiosos?-) para reconocer, debajo de catacumbas de lenguaje, bestialidad y arbitrariedad creativa,
bosquejos de grandeza.
Todo mundo antitético es contrario a mi voluntad del color (Wille zür Farbe).
El espíritu del “confort”, der silfism that I veo cada día, en mujeres y hombres, en tanto adelgaza los
límites y lleva al “ámame” antes que al YO AMO y reduce al hombre a una “actitud” (un histrionismo
del momento y la ocasión: un egoísmo limitado, al fin, como todo egoísmo), me confronta a la mayor
de las aberraciones contra natura humana más íntima (puesto que no se ha proyectado a suficiencia): la
incapacidad de amar por “amor” al momento, por “amor” al instante y colorido fugitivos, por amor a
asuntos parciales y triviales -del cual el sexo no podría definirse como tan “parcial”, ni menos como
“trivial”-, ha generado un tiempo no nihilista, sino depresor; una cercanía más a la “voluntad de la
nada” de que hablaba Nietzsche.
No digo sí o no a Dios por ti, sino que te pregunto cuánto valor tiene para tu vida y tu práctica y prédica
el que tú creas en Dios.
Cierta comodidad lleva a los espíritus leves a comprarse las mercancías dolorosas que les permitan
exigir (sin expresar) más ternura: quien mucho desea difícilmente será capaz de hacer desear.
Hallo en la bulimia y anorexia la “bella” cualidad sumatoria de dos dolores: el del cuerpo raquítico que
recuerda a Cristo en la cruz, y el de la “compra o adquisición” del mismo (que involucra demasiada
ingenuidad y ocio para el hallazgo de que, antes bien, la propia voluntad ha sido “adquirida” por un
“vicio de élite”). -¿No se halla en esto una necesidad de “consecución de “pureza” a través de una
“estética” -de la DEBILIDAD-?
No más amor, sino “mejor” (desciframiento de lo que para otro es amor, vía cuestionamientos, interés y
búsqueda “sin fin”) amor, sino un amor orientado por el conocimiento de lo que cada uno ama y quiere
lograr en su amor.
Acabamos por comprar una estética conformista del conocimiento; no una salvaje belleza o desolación
necesaria para el mayor conocimiento.
Cuando se sabe demasiado no es preciso anunciarse, ni mostrarse, sino, tal vez, ocultarse de la
necesidad de gesto ajena.
Un semblante de justicia -mesura en la palabra, lentitud de mímica, mirada directa, aumento de tono en
la negación del otro- es leído frecuentemente como “razón”. Pero la prédica de la razón es distinta de la
razón, puesto que muchas ocasiones se predica el anhelo y lo conveniente debido a que el mismo
organismo reconoce su alejamiento de una mejor realidad.
Tal vez sea más fácil llegar a las estrellas si se es luz -motivación para la similitud con lo amado-.
La fealdad sólo es recreada por una enorme belleza -una superación del gesto y del EGO hasta los
terrotorios de la sensibilidad del otro-.
El “egoísmo” es, hasta ahora, la mejor vía de justificación que tienen muchos para estar en discordia
con su sentimiento personal de mediocridad.
Resulta que a menudo las personas más felices no pueden expresar de la mejor manera su sentimiento
vital: puesto que la felicidad es más acción que pensamiento.
La sazón del dolor-pasión, del “amor imposible” ,expresada en un deseo amoroso, en una necesidad
amatoria, en un anhelo, podría ser medida como algo “grande” en tanto que somos poseedores de más
sentimientos (aunque los hayamos asimilado como opuestos).
No se es lo suficientemente “grande” cuando se muestran los deseos, sino cuando se muestra que
hemos realizado lo deseado.
El parámetro “ser descomunal” es ocasión de la mayor intranquilidad humana (así sea en el amor): pero
a menudo la naturaleza crea a través de lo descomunal y lo salvaje, lo novedoso y sutil, aún en lo
terrible.
La negación del placer erótico y sexual ha llevado a una negligencia en la suma de bienes que harían
del concepto amor (directamente implicado en el amor que somos capaces de expresar y dar; de recrear,
en fin, como los caballeros provenzales), algo más extenso.
El ser humano es tan débil aún (tan poco cognoscente aún) que a menudo sus representaciones superan
a su expresión más auténtica.
Concibo la franqueza como un valor que debe ir más allá: cuando uno llega a la exultación dolorida
debido a haberse sentido escupido ante la crítica ajena, descubre después, con mayor meditación,
cuánto había de VALENTÍA en el enfrentamiento del otro a nuestro error (aunque no sea tal). Pero el
mayor valor de la emoción y la inteligencia, sugiere más de lo que critica.
Querer separar cuerpo de alma es una necedad, precisamente cuando lo mejor entre lo humano lo
concebimos y observamos como algo más dotado en todos los sentidos.
La ventaja del amor dadivoso es que, al no obtener correspondencia inmediata, sí genera culpabilidad
en un alma inclinada al deber.
El dolor nace casi siempre del temor, y el temor casi siempre es irracional: acometer, no en contra, sino
utilizando el temor para fines superiores, es ya embellecer el valor de la vida.
La pretensión de relegar lo grande es un atrevimiento del que sólo es capaz la envidia: segregar de
nuestra “grandeza”, de nuestra “sociedad”, de nuestros “placeres”, a lo enorme, sólo podría
engrandecerlo, pues los gigantes no se limitan, ya que su voluntad y su instinto así se los señala.
Únicamente nosotros podríamos aparecer como miopes ante la grandeza (así, finalmente, como
víctimas de nuestro orgullo, vileza y sentidos comunes).
Lo que de dificultoso tiene todo “sistema moral” es que un conjunto de ideas frecuentemente desconoce
cuanto significa el hombre: que todo hombre tiene abismos y regiones de moho, pues está limitado a
una acción y no a un conjunto de acciones múltiples (PREJUICIO NO DEMOSTRADO -DESEO DE
DEMOSTRACIÓN PERSONAL-); que en todo hombre hay un animal que halla su origen más estólido
y risible en el pretérito (su ascendencia); que cualquier conjunto de pensamientos y sentimientos en X
tiempo remite al hombre a un “no pude hacer más y cuán limitado fui” en Y tiempo (LINELIDAD DE
LA CONSCIENCIA EN RELACIÓN AL TIEMPO: ¿PREJUICIO?); que, en suma, estamos
constituidos por tantas cavernas y fuentes, por tantas galerías y catedrales y nubes y tormentas, que no
queda sino inventarse morales de conjuntos (dentro de un conjunto de morales) orientadas a las
características psicológicas más preeminentes en una serie de inviduos, por ellas, semejantes; y, en
algunos casos, acaso, alguna moralidad nueva.
Las preguntas de las nociones de las cosas absolutas sólo pueden emocionar y tener un sentido en la
mayor subjetividad.
¿Quién podría dejar de decir “pero hubo algo enorme” aún en el mayor crimen cometido por hombres o
mujeres bellos? La ligereza de juicio hace su aparición en el placer y la necesidad.
Reinventa el valor de lo negro con el valor de lo bello: ¿no se ha querido pecar contra lo “oscuro” por
temor?
A veces una pasión nace de un aburrimiento de la costumbre del temor ante algo, del cansancio de éste,
y de nuestra necesidad de cambios.
No se quiere la belleza, sino las “muestras” de la misma. La belleza nace del concocimiento y
generalización de lo atractivo; pues las propiedades atribuidas a lo màs abstracto frecuentemente tienen
el origen de los sentidos.
Ha sido un verdadero pecado la falta de reconocimiento que se ha dado a lo sensible y bello por
considerarle un “pecado”: la multiplicidad de juicio ante lo bello, pasando desde lo prosaico hasta la
hecatombe de lo incomunicable, es una estética más conforme a la mía.
El odio no está cerca del amor si no por la bestilidad de lo voluptuoso, en donde el arrebato salvaje, la
posesión, el dominio y un cierto grado de destrucción, acompañan al encanto de los sexos.
Hay un amor que siempre desea elevar y elevarse, y uno que siempre ver o verse hundir y destrozar.
Una profundidad en la mujer es una aberración de las más jóvenes o un ocaso hormonal de las adultas:
la mujer agrada por su belleza al hombre y para ello le ha sido precisa la reconcentración en su cuerpo:
una “sabiduría somática” dicho poética, sutil y, acaso, sardónicamente. ¿Qué haría la mujer si el
hombre hiciera manifiesta una “indiferencia” del agrado de su sexo, de su ficción de “mejor mujer” a
través de cualquier ornamento (maquillaje, joyas, viajes, normas morales, vestidos, zapatos);
seguramente , con su curiosidad ilimitada para las cosas fugaces, con su estética del momento -que
hace, incluso, del momento, un “carácter”: una voluntad de eternizar los instantes dolorosos o
placenteros en que identifica el “bien” con un “me da lo que deseo” y “mal” con ironía (dificultad en el
señalamiento de su necesidad de ser poseída) o una oposición al “bien” ya señalado -, se vería más
arrastrada al “misterio” de la indiferencia aún en el hombre más salvajemente astuto.
Se ha querido dividir el alma del cuerpo: por eso se ha hallado más atracción en que la mayor creación
de belleza implique, incluso, dolor físico. La voluntad antitética ha hecho de esto un “heroísmo”; pero
acaso sería más heroico-natural hallar una voluntad de indiferencia, u olvido frecuente, o falta de
consideración del tema, del dolor, en reconocimiento a nuestra grandeza y en consideración a nuestro
futuro: esto mientras no formarmos cuerpos más a la medida de nuestras aspiraciones.
Para mí, los estados de dispersión son superables por los estados de memorización.
El instinto -y no sólo un instinto sexual, sino una flecha que ha sido temida, como lo es el amor- ha
hecho que el hombre haya llevado la Belleza hasta el Amor: un diálogo que sólo puede elucubrar quien
no desee oponer, sino sumar imperios de voluptuosidad.
El mejor sexo es una expresión ultraista del amor y la belleza. (NO CONOZCO, DEL TODO, EL
SIGNIFICADO DEL ULTRAÍSMO).
Una defensa de juicios, una “argumentación” es tomada como paliativo, frecuentemente, contra el dolor
vivido o interpretado por nosotros.
Reconozco que los momentos más felices de mi vida (cuando me sentía más cercano a la mujer, pues
comprendía en mis sentimientos lo que varias mujeres llevan casi exclusivamente dentro de sí y que
sólo es legible en su adorno, aunque yo lo externaba sin mayores disimulos, como cualquier hombre,
con la vista y los tonos, con la fuerza y el ritmo mímico) han sido todos aquellos en que mi cercanía
natural al logro de mis deseos más íntimos y simples y naturales han parecido más reales -esto toda vez
que no lo han sido-. Ahí, mi memoria era superior, como lo es la de la mujer; ahí, mi esgrima verbal era
más extenso y creativo-reactivo ante todo “ataque” y toda visualización: pero en sacrificio de tal
afeminación, en pos del juicio prudente que conlleva el puntillismo de la abstracción y el número, tuve
que “descender” a niveles más melancólicos, pues la especie humana requiere más nutrición de sus
potencialidades todavía (en defensa de un “averío” legible por un cualquiera. ¿Qué lerían los “no cualquiera”?)
El daño que puede sentir un hombre sólo es comparable a su capacidad de necesitar y exigir amor.
Tal vez, sin mucha conciencia, consideremos que podemos adquirir alguna inteligencia al pretender
“arrebatarle” a ésta, hecha hombre, sus deseos: la envidia es el único monstruo imaginable por algo
inferior por lo cual éste aspira a la magnificencia.
Toda necesidad de carácter, de símbolo, de muestra de los demás, es tal en tanto así se reconoce nuestra
inseguridad y miedo.
Lo que exige toda pasión es disciplinarse para así, transformarse y recrearse, mientras se enorgullece.
La falta de afabilidad en la ambición del dinero es lo que me hace remitirla a un conjunto de acciones
que me parecen aún, no más que simples, en tanto CUALQUIERA desea tal dinero.
Los elefantes no temen a las ratas, sino que éstas les dan asco y miramiento en la prudencia de
alejárseles, porque les recuerdan la vileza en la sordidez del mundo.
El afán de dominio que necesita la mujer común identifica la prudencia del hombre con retardo y
estupidez:
el amor al momento de la mujer ama el encantamiento, aun cuando signifique engaño y yugo.
Lo que el hombre quiere tomar para sí, la mujer está dispuesta a arrebatarlo para sí y la transmutación
de su incompletud. EXPRESIÓN DOLOROSA.
Tanto el hombre, como la mujer, cuando conocen a alguien cuya sagacidad e inteligencia de lo humano
es elevada, armónica y unificadora, hasta el límite del amor, son prontos de sospechas y de destrucción:
Dios “debe” estar en el cielo y NO tener sus asuntos a través de “cualquier” corazón humano (indica la
envidia o temor de la posibilidad de encontrarse frente a algo grande); menos si éste no es como el
suyo.
Lo que más me extraña es que mujeres de “baja reputación” tengan el temeroso “pudor” de la
masturbación de los otros en sus cuerpos: ya deberían haber reivindicado su ars corporea.
Quien advierte la distancia entre gesto e inteligencia, entre apariencia y realidad, es más agudo y digno
de suspicacia que cualquier otro.
*La ironía es un gusto que exige educación e instinto elevado: una “buena” ironía sólo puede darse con
alguna quietud, sin demasiada hipérbole mímica y con alguna indicación de duda. Es frecuente que,
quienes no reconocen el valor caústico, supongan a otro como un estólido de amor hacia sí mismo;
aunque sería congruente decir que “se ha nacido del intestino grueso de un dios” e insultar a los demás
-sutilmente- aseverando su creencia en un “sello de Espíritu Santo”.
*Lo que Dios ha hecho en el genio es transigir. Todo gran “desarrollo” humano (no habría por qué
defenderlo así en los límites de la razón) es resultado de una brutalidad intelectual natural formada en el
genio. Lo que impulsa a éste no es, sino muy raramente, gracias a alguna extrañeza más, la nobleza y su
didáctica.
El valor de los instintos, de la seducción, de los aromas y la creacción, sólo son posibles gracias a un
refinamiento de los sentidos, a un acrecimiento en la voluntad y en el sentimiento. Se es rico en
expresiones y se barrunta mímica, pues se teme al amor, que frecuente y sencillamente, dice mil en dos
palabras; se es humillador pues se teme ante el menor “desperfecto” del otro, ante la amenaza de que el
otro “llegue a ser superior” y nos aplaste. Pero un mejoramiento sólo es posible si se concatenan los
tejidos y lo biológico a los sentimientos humanamente deseables; si se forma un ghetto de lo no
deseable, tal vez, a través de la indiferencia, antes bien, que del odio y la discriminación: ESO SE
LLAMA SENTIMIENTO SUPREMO DE VALORACIÓN DE SÍ, aunque puede llevar al odio
“supremo” de la venganza.
¡Pegále, asesina a tu monstruo interior! Él no tiene consideración contigo: así que debes luchar contra
él, y, si es preciso, ser como él.
Quien ve más allá adivina que hoy debe ser destrozado lo que destroza, para que no se propague. La
visión más íntima del hombre señala que hay una enorme necesidad de decir amor, pues se grita lo
contrario.
Aire, cielo claro, quietud: no hay como ellos para trasmutar la ira y el rencor; la tensión y el disgusto.
Lo que hace que casi toda mujer sea “difícilmente comprensible”, “ininteligible”, “ideal”, “perfecta”,
“representante ideal del arte” es su elevada sofisticación en la indecisión a través de la inconformidad,
del “buen gusto” (el gusto de las bolsas, de las pieles y joyas, de los paseos de “mundo”, los viajes; no
el gusto de las flores, del desvelo, de la lectura filosófica), etc.: casi ninguna mujer posee la disciplina y
profundidad necesarias para acceder a un sentimiento o conocimiento duradero, en la delicadeza o el
dolor.
Ser “dueño de sí mismo” es una cualidad del sentimiento que solo puede lograrse con un pensamiento
en que se ha logrado un olvido continuo y diario de esa persona llamada “yo”.
Por mil razones de dolor se complace a un suicida, por mil sinrazones de muerte se desprecia a quien
busca complacer.
La humanidad es tan o más brutal que antes: todos los actos de amor para con alguien no pueden causar
sino aburrimiento, y los de odio, más odio.
Todo suicidio, tiene, finalmente, una condición de irresponsabilidad: tanto si la carga de dolor es tanta
que ya no puede soportarse, y, al fin, hay que “librarse” a través de la muerte, para acceder a algo
mejor, como si lo que se quisiera fuera el mayor sufrimiento posible, nada lleva a favor o contra de él
EN LOS MÁS ALTOS RASGOS. Si se trata de quitar carga, se puede hacer esperar a la vida, e intentar
reconquistar o conseguir algo nuevo en esta vida; si lo que importa es el dolor, nada es tan cruel como
someterse a un dolor continuo y de hastío a lo largo de toda la vida, antes que a un dolor cuyo fin
podría ser anularse.
1.2) Es fácil convertirse en lo opuesto (en actidud, en idea, en miras y etcétera): la mera
inconformidad es para caracteres prodigos de idiocia.
5) Lo que me acerca a Dios es mi falta de identificación con lo idiota, con lo débil, con lo “naco”,
con lo “fresa” (en estos dos está lo plurivalente, lo cual me impediría alguna autenticidad, es el
principio rector). Él, como yo, estamos hechos de polvo y aire, de infantilismos, nada y fuego...;
así, todas nuestras indiferencias son estéticas.
10) Hay una voluntad en el sentir en la que no se ha elucubrado bien aún: parece, de
comienzo, personal, pero sus raíces más hondas son algo menos personales: el amor proviene
de allí.
11) Lo que nadie podría perdonarme es mi exceso de sinceridad: mi superioridad como niño
entre los hombres. Fui capaz de establecer el no frente a la mera negación de la otredad; fui
capaz de aventurarme a la vitalización de variedades posibles acerca de cualquier suceso
personal ajeno con SUPREMA MAJESTAD DE COLOR. Nadie me ha podido perdonar, hasta
ahora, que yo sepa, esta perseverancia.
12) Respecto a la perseverancia sólo sé algo: en el supremo amor la “perseverancia” es, para
cualquier estólido de amor, una “necedad” y una “obsesión”. Pero yo digo que sin los
obsesionados de arte, sin los extralimitados respecto a la realización de sus sueños-impulsos,
nada hubiese sido creado. Y ninguna creación es más íntima y más expansiva que el amor-
pasión.
13) Si no sólo deseas mirar las estrellas, sino en el interior de ellas, debes llegar a generar luz.
14) Allí donde la realidad es insuficiente, la imaginación debe presentar sus diez vertientes
contrarias: una nueva imaginación lleva a un nuevo deseo, y muchos nuevos deseos a muchos
nuevos motivos de acción.
15) Una mujer que sólo toca nuestro corazón, lee y guarda nuestra poesía, no hace sino
putecer todas estas cosas.
17) Las verdaderas “putas” no son quienes prodigan su sexualidad, sino quienes la reprimen.
INSTINTATA
Rocío de la vejiga,
río de luz cristalina,
toca la vida en mierdaluces,
en la dermaflexia de las putas
que restringen su sexo
haciendo desdén de naturaleza.
Habría que reinventarse siempre una palabra para decir tus manos,
para formar en pensamientos cada instante de uno sólo de tus besos:
habría que ser -difícilmente- un genio sabio, luego de tanto corazón por tu entrecejo,
un bruto mesurado y un canto de osos y tigresas, de pumas y clamores;
como un río de sonidos que no escucha otra cosa que tu cuerpo;
un tiempo sobre el tiempo para ti;
un asunto escaldado del fragor de los dolores.
Tendrían que recorrer los cuervos y palomas mil rutas coloreadas del deseo;
que escapar los gritos gélidos que suenan a lo contrario de su anhelo
cuando se mientan putamadres temerosas desde la aurora
hasta la rúbrica negra que nos deja el sol en luna y sueño.
Para NecroPoÉtica
PARA FRAGMENTARIO
PARA VAHO (libro de brevedad; citatorio con la prontitud del “presentismo” moderno)
PARA NECROPOÉTICA
Érase una vez un niño que todo lo que creía se convertía en realidad, excepto alguna cosa.
Su vida fue, por el comienzo, un trozo de sensibilidad en que las caricias de las mujeres le fueron más
prodigadas: tal vez por su cabello de volutas y su timidez magistral.
Y alguna tarde, llegó a la casa Llanto después de recibir la bofetada de un niña hermosa.
Entonces comenzaba el “florecimiento” de llevar los pensamientos a otros lados: pero lo que el
muchacho quería no se convertía en realidad, pues era amar.
Érase el mismo niño hecho adulto quien, cerca de unos ojos cafés, quiso mirar café en la mar.
Bajaban al rumor del subconsciente los dolores, y a veces parecían orgullo y vanidad.
Para Fragmentario
Por la tarde, mientras se toman mano y mano el leve azul del día y la majestad nocturna, en medio de
pueblos pajizos y grises, entre universidades y amontonamientos de señoras y sonoridades
instatisfechas, yo te tomo a besos tu terrestre pubis de cielo -sutilmente acomodado entre tus piernas
gloriosas, al crepúsculo de tus caderas, en que mis manos encuentran la cognición de las curvas de
fuego-, y escucho las conminaciones de las orquídeas y los abetos, de los pitidos quejosos que espetan
los conductores, con la mayor exigencia, en el invierno: hay tantas razones de envidia y egoísmo para
que yo no bese el territorio de tu cuerpo.
De noche tú escuchas la declinación de los televisores y crees que “se te ha ido el tiempo”, y hablas de
las palomas y los trabajos cumplidos con falta de esperanza y probidad y nuevos anhelos. Entonces te
digo: “Tus ojos no tienen metáfora porque tienes lo que la naturaleza amó a través de nuestra alma y
mil silencios, e intempestivos ruidos del pensamiento. No hay en la naturaleza más extensa una como
tú, para la circulación de mi aliento”.
El mundo es una lucha de arroz, maíz y sonrisas muy breves aún, que no se pronuncia capaz de
reconocer ¡Vida! cuando estamos entre tu valles abdominales y mis besos faltos de comprensión a toda
eternidad.
En tu pronunciamiento silente a favor del amor y del día que sigue, y de los grandes días con que
habremos atravesado el tiempo, hay un fulgor que murmura lo que vendrá tras el azar guerrero de todas
estas estaciones fugitivas.
Exijo la prodigalidad de los besos en el enamoramiento; la estética del amor que trasciende la mera
vanidad fisiológica de lo honesto; la música del lenguaje que haga transigir sobre las rosas y el tiempo;
la reivindicación from every fall in love hasta el respeto sumo du elevation amoureuse que yergue hasta
las exigüas astillas accionadas por los hombres plagados de multicor envileciemiento.
Cantos Indeferentes
Ruedo de mis amigos hacia otros amigos, como si algo y alguien hayan sido,
pero únicamente los sé porque creo en la imagen que veo.
¡Qué más!:
Caricia “blasfémica”
Al Dios de tu cuerpo,
a Medusa en tus cabellos,
a Plutón en tu monte de Venus
lo quiero, cuando exploto y deseo,
y lo deseo más, al quererlo.
Escupe con gestos nobles la impúdica patria de madres que ves en mi querencia.
Lléga continuamente hasta mi vacío mortal, de sangre a sangre quimérica.
(Que yo esté cansado de besos del viento, de ser el rey del silencio.
Que tú no seas para mí... ¡Ah, ah..., que tú no seas!)
¡Dime, dime!:
quiero saberlo, saberlo
hasta que tú seas conmigo.
Como hojas de otoño, caen tus cabellos rubios sobre tu espalda infinita.
Y en una rosa de agua pienso tu desnudez de alegría.
Yo le he visto pasar
en medio de los pesares,
le he visto mirar “hacia allá”
no diciendo más que “allí”:
era mejor soñar
hasta necesitar más realidad.
Aromavida
Creacción
Héron (garza) (h sobre c)
Sueñasol
Vidalma
Somalma
BElle
r
o
s
Anatomía estelar
CantaCroMágIa (Camarillo Mtz. Israel)
Cantaroma
PensaMiento
Poemagia