El director de una escuela urbana comentó: Hace una semana, recibí por correo los resultados que obtuvieron nuestros estudiantes en las pruebas SER 2008. Nos llegó la información tres años después de que fueron tomadas. Luego de abrir el sobre y observar los datos, me quedé muy inquieto. Las calificaciones de nuestros niños fueron muy pobres; sus promedios estaban, incluso, por debajo de la media nacional, que ya es muy baja. Fue un gran impacto para mí porque no imaginé que los resultados serían los que nos reportaron. Me reuní con el grupo de docentes y les pasé los datos oficiales. Ellos compartieron conmigo la preocupación. Abrimos un espacio de diálogo y reflexión para analizar las causas de la situación planteada y decidimos que, por el momento, lo más conveniente sería manejar esta información internamente. Lo primero que surgió en nuestro diagnóstico fue que los docentes y directivos éramos los primeros responsables de los resultados obtenidos. Regularmente, lo que pasa cuando algo sale mal es que les echamos la culpa a otros, a situaciones que no tienen que ver con uno, pero, en este caso, no fue así. De forma inmediata y con fuerza, nos enfrentamos a nuestras propias limitaciones en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Los docentes tienen dificultades para conducir el proceso eficazmente y los directivos no habíamos desarrollado estrategias adecuadas para impulsar la mejora del desempeño docente. Luego, analizamos la situación de nuestros estudiantes, que provienen de familias de escasos recursos económicos, que apenas logran cubrir sus necesidades básicas. De hecho, algunas no lo consiguen. Tenemos padres y madres que trabajan todo el día para aportar ingresos al hogar; muchas de estas familias no valoran la importancia de la educación de sus hijos y no apoyan la gestión de la escuela, ni siquiera para acceder al beneficio del desayuno escolar que ofrece el Ministerio de Educación. Finalmente, observamos la situación de nuestra escuela. Los recursos con los que contamos nunca son suficientes para las necesidades que tenemos. Lo que recibimos del Ministerio de Educación permite cubrir parte de lo requerido y el resto queda sin concretarse, porque no sabemos cómo financiarlo. Los directivos y maestros estamos preocupados, queremos tomarnos la situación en serio. El proceso de evaluación impulsado por la autoridad educativa nacional está cambiando la conducta de los docentes. Los nuevos procesos de evaluación y de formación que impulsa el Ministerio de Educación obliga a que los docentes nos esforcemos y capacitemos constantemente, para mejorar nuestros desempeños y continuar en la labor docente. Por esto, estamos con una mejor disponibilidad para trabajar en equipo, usar la tecnología, dedicar tiempo para nuestra capacitación. Por ahora, el estímulo proviene de la presión del sistema de evaluación y sus procesos, pero me imagino que llegará el momento en que eso funcione espontáneamente, por el interés en nuestro propio desarrollo profesional y en los resultados del proceso de aprendizaje de nuestros estudiantes. Creo que no va a pasar de inmediato, pero espero que podamos ver la diferencia en unos pocos años. Revisar esta situación nos impulsó a pensar que algo tenemos que hacer ante esta situación, porque, a pesar de las circunstancias, nos interesa mejorar la calidad de la educación de nuestros estudiantes. Sabemos que el cambio no va a ser rápido, pero confiamos en que va a ocurrir. Aún no hemos logrado armar un plan de acción, más sí hemos planteado varias ideas que queremos concretar. En la siguiente matriz, usted evaluará el estilo de relación pedagógica predominante que los docentes sostienen cotidianamente con los estudiantes de su institución. En la columna central, ponga una X en el lado izquierdo, si el rasgo más común está asociado con el criterio de la primera columna; o señale el lado derecho, si está asociado con el criterio de la última columna.