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pregunta.
Estas actitudes son irrazonables porque dejan aspectos de la realidad afuera, no tienen un
concepto verdadero de la realidad. No son adecuadas a todos los factores implicados en
el fenómeno.
Vaciar es no tomar en cuenta a la pregunta; pero, en la realidad el hombre no puede dejar
de hacérselas, aunque por tratarse de preguntas cuyas respuestas son difíciles de
encontrar, pretende evitarlas.
Las tres posturas a las que nos vamos a referir ahora tienen un denominador común:
toman, en cierta medida, en serio la realidad del estímulo que constituye la razón, pero la
reducen: una quedándose a mitad de camino, otra aniquilándose a causa de la discultad
de su respuesta y la tercera convirtiendo en instrumento del poder esas sagradas preguntas
en las que radica el sentido de nuestras vidas.
Evasión estética o sentimental:
Para esta postura, el hombre acepta las preguntas y las mide con su sentimiento, pero no
hay un compromiso personal del yo. Por la urgencia de encontrar sentido a la vida, esté
se convierte en un espectáculo de belleza, asume forma estética. Así, cuando nos
encontramos ante una desgracia nos conformamos con el sentimiento y no tratamos de
hacer algo. Sin embargo, cuando la desgracia nos toca lo hacemos, ya que no podemos
pararnos a mitad de camino, regodeándonos en una experiencia emotiva que se convierte
en evasión.
La negación desesperada:
Es la negación de que haya respuesta a las preguntas. Aquí la búsqueda se toma en serio
pero, al llegar a un determinado punto, la dificultad de las respuestas lleva a decir que no
es posible una respuesta.
Giussani dice que es la actitud más dramática porque pone en juego la libertad de opción
del hombre y lo que se debe hacer es permanecer abierto a la posibilidad o esperanza que
es lo que nos permite respirar, vivir.
La alineación (o progresismo):
Para la tercera y última postura la vida tiene un sentido totalmente positivo, pero niega
que este sentido contenga la verdad para la persona, y lo afirma en las ciencias que solo
pueden dar respuestas ciertas.
Sin embargo, los interrogantes últimos constituyen mi persona, se identifican con mi
corazón y mi conciencia, son el contenido de mi autoconciencia: Su solución, la
verificación de su significado, es algo que debe tocarme a mi, que me atañe directamente
a mí. No habrá respuesta si ésta no se da en mi y seria como disolver la identidad
irreductible de mi cuerpo el negarlo.
Las preguntas son mi yo, y en la solución progresista, ese yo no tiene respuesta, queda
alienado. Se trata de una solución que no se adecua a los factores en juego, y que, por
tanto, es irrazonable. Tendría que destruirse el yo para que la evolución de la realidad
tuviera lugar. Pero eliminar el factor principal y fundamental, que es el yo, es eliminar el
factor más incómodo y decisivo.