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Capitulo 6 - Actitudes irrazonables frente al interrogante último: Vaciar la

pregunta.

Estas actitudes son irrazonables porque dejan aspectos de la realidad afuera, no tienen un
concepto verdadero de la realidad. No son adecuadas a todos los factores implicados en
el fenómeno.
Vaciar es no tomar en cuenta a la pregunta; pero, en la realidad el hombre no puede dejar
de hacérselas, aunque por tratarse de preguntas cuyas respuestas son difíciles de
encontrar, pretende evitarlas.

Negación teórica o teórica de las preguntas:


Para esta postura las preguntas no tienen respuesta, son inútiles y no tienen sentido, las
frases que expresan tales preguntas son puramente formales. Por eso responderían a la
inmadurez del sujeto. Pero, decir que la verdad absoluta no existe implicaría que no es
verdadera la verdad que estoy diciendo. De ahí, que Giussani diga que alguien que anula
la cuestión no es alguien humano.

Situación voluntarista de las preguntas:


Está nos dice que en lugar de buscar el sentido de las cosas, se lo debe sustituir por un
moralismo o voluntarismo. Por tanto, la energía que nos impulsa a obrar se reduce en este
caso a la afirmación de uno mismo, y el instrumento para esto es la voluntad.

Negación práctica de las preguntas:


Por ultimo, esta postura es una actitud existencial por la que simplemente se vive y es
necesario plantearse la vida de tal modo que las preguntas no afloren (“no pienses en
ello”).
Es un error de la sociedad actual olvidar las premisas, las cuales están en la conciencia
del hombre, de donde brotan las preguntas últimas, ya que no se puede vivir suprimiendo
las exigencias. Por eso, la única alternativa digna es el compromiso con una vida religiosa
(comprometido con las preguntas últimas). Nunca debemos pensar que como no es
posible dar respuestas a estas preguntas es necesario anestesiarnos frente a ellas. El
hombre digno y sabio es aquel que se entrena en el dominio de sí mismo y constituye un
equilibrio totalmente racional para si.

Capitulo 7 - Actitudes irrazonables frente al interrogante último: reducir la


pregunta

Las tres posturas a las que nos vamos a referir ahora tienen un denominador común:
toman, en cierta medida, en serio la realidad del estímulo que constituye la razón, pero la
reducen: una quedándose a mitad de camino, otra aniquilándose a causa de la discultad
de su respuesta y la tercera convirtiendo en instrumento del poder esas sagradas preguntas
en las que radica el sentido de nuestras vidas.
Evasión estética o sentimental:
Para esta postura, el hombre acepta las preguntas y las mide con su sentimiento, pero no
hay un compromiso personal del yo. Por la urgencia de encontrar sentido a la vida, esté
se convierte en un espectáculo de belleza, asume forma estética. Así, cuando nos
encontramos ante una desgracia nos conformamos con el sentimiento y no tratamos de
hacer algo. Sin embargo, cuando la desgracia nos toca lo hacemos, ya que no podemos
pararnos a mitad de camino, regodeándonos en una experiencia emotiva que se convierte
en evasión.

La negación desesperada:
Es la negación de que haya respuesta a las preguntas. Aquí la búsqueda se toma en serio
pero, al llegar a un determinado punto, la dificultad de las respuestas lleva a decir que no
es posible una respuesta.
Giussani dice que es la actitud más dramática porque pone en juego la libertad de opción
del hombre y lo que se debe hacer es permanecer abierto a la posibilidad o esperanza que
es lo que nos permite respirar, vivir.

La alineación (o progresismo):
Para la tercera y última postura la vida tiene un sentido totalmente positivo, pero niega
que este sentido contenga la verdad para la persona, y lo afirma en las ciencias que solo
pueden dar respuestas ciertas.
Sin embargo, los interrogantes últimos constituyen mi persona, se identifican con mi
corazón y mi conciencia, son el contenido de mi autoconciencia: Su solución, la
verificación de su significado, es algo que debe tocarme a mi, que me atañe directamente
a mí. No habrá respuesta si ésta no se da en mi y seria como disolver la identidad
irreductible de mi cuerpo el negarlo.
Las preguntas son mi yo, y en la solución progresista, ese yo no tiene respuesta, queda
alienado. Se trata de una solución que no se adecua a los factores en juego, y que, por
tanto, es irrazonable. Tendría que destruirse el yo para que la evolución de la realidad
tuviera lugar. Pero eliminar el factor principal y fundamental, que es el yo, es eliminar el
factor más incómodo y decisivo.

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