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Parece una tarea titánica, pero la exigencia acerca de la obediencia a la Palabra de Dios es
para todos. Así como el hombre debe morir a él mismo para amar a su esposa como Cristo
amó a la Iglesia y entregarlo todo por ella, de igual modo la mujer tiene que estar dispuesta
a morir a sí misma a fin de poder rodear a su amado con una ayuda idónea, llena de honor,
respeto y admiración.
Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a
aquellos cuyo corazón es completamente suyo.
2 Crónicas 16:9
El «fariseísmo» es la práctica externa de ritos religiosos, pero sin transformación genuina
de la vida interior. Si nuestro corazón no cambia, nunca conseguiremos la victoria en nada
y menos en nuestra relación matrimonial. Hoy en día, podemos encontrar muchas mujeres
«piadosas» por fuera, pero conflictivas por dentro. Se trata de mujeres que siempre están
quejándose de todo y viven cansadas de sus problemas matrimoniales. Sin embargo,
¿sabías que los problemas matrimoniales no existen? Lo que sucede es que lo que nos
empieza a agobiar son los problemas personales que llevamos al matrimonio... ¡Tiene
sentido! ¿No es así? Por eso vale la pena que te preguntes: «¿A quién le pertenece mi
corazón? ¿Le pertenece a mis rencores? ¿A mis dolores y frustraciones? ¿A mi pasado?
¿A Dios? ¿A quién?».
La vida matrimonial está llena de diferencias y malentendidos. Estos provocan discusiones
y lo siguiente es una inevitable sensación de malestar con tu esposo. En esa búsqueda de
plenitud como mujer y como esposa puede hacer las stges preguntas ¿Por qué esta
hostilidad con mi esposo? ¿Por qué lo trato así? ¿Qué hay en él que me irrita y que no me
deja amarlo, honrarlo y respetarlo como a un hijo de Dios?
¿A qué se debe la actitud hostil que muchas veces las esposas toman en contra de sus
esposos?
Lo primero que debe producir Cristo en tu corazón es hacerte una mejor mujer, una mejor
amiga, una mejor hija, una mejor madre y, en especial, una mejor esposa.
Debes desechar el pensamiento de que todo lo haces y que estás cansada de ser siempre tú
la única persona a la que le importan las cosas. Debes dejar de pensar que nadie valora lo
que haces.
Estamos en una época en que muchos hogares, en vez de ser un lugar de descanso y
armonía, como Dios quiso que fueran, son un lugar de críticas, malestar, rechazo y
descontento. Santiago nos habla de un recurso que podemos utilizar para la más amorosa
bendición o para la más mortífera maldición... y es la boca.
Autoridad y sumisión. Siempre va a existir quien ejerza la autoridad y siempre habrá quien esté
sometido a ella. ¡La ausencia de gobierno es la anarquía! Y ninguna sociedad (y tampoco ninguna
familia) puede sobrevivir bajo la anarquía.
Nuestro sometimiento nunca significará inferioridad, solo piensen en esto: El Señor Jesús se
somete a Dios Padre, ¡pero en ninguna forma es inferior a Él! Asimismo nosotras nunca somos
inferiores al hombre.
Sé que éste no es un tema fácil de comprender, pero confío plenamente en que las siguientes
líneas te ayuden a comprender que el principio de la sumisión ha sido diseñado por Dios para que
puedas disfrutar con tu esposo de un matrimonio saludable. Estamos aquí para aprender cómo
hacerlo feliz ¿no es así? ¿Te animas a dar un paso más para saber cómo llegar a la plenitud que
Dios tiene para ti como esposa?
Yo sé que algunos esposos están pensando que nosotras hemos sido diseñadas para plancharles la
camisa, limpiar la casa y cocinar cosas ricas. ¡Pero Dios sabe (y nosotras también) que no es así!
cuando Dios nos creó a nosotras no había ropa que planchar ¡porque Adán andaba desnudo! ¿Y en
cuanto a la cocina? ¡Pues ambos comían lo que la naturaleza les daba!”. Así que ¡no fuimos
destinadas solo a eso! Otra cosa es que nosotras demos de nuestros talentos para ponerlos al
servicio de los demás ¡eso sí!
Es muy lindo atender a nuestros esposos ¡y vale la pena! Pero el propósito para el cual Dios nos
creó es mucho más grande y mucho más santo que eso.
Si tu esposo es un verdadero hombre de Dios, un hombre correcto, él tiene la capacidad de liderar
a la familia y tú debes confiar en su liderazgo. Yo no te estoy hablando de esos esposos que son
como “Peter Pan”, que aunque tengan 50 años siguen siendo unos niños por los cuatro costados,
te hablo de hombres responsables, a quienes tenemos que apoyarlos en su liderazgo ubicándonos
en el lugar que Dios nos ha dado. ¿Y cuál es ese lugar? Pues ser la ayuda idónea. Eso quiere decir
que va a haber muchísimas veces en que voy a dar un paso hacia atrás y darle el lugar de adelante
a él. Eso, lejos de hacernos esclavas, nos libera.
Léelo y grábalo en tu corazón: No debes ponerte ni los zapatos ni el saco que no te corresponde,
sino ¡aprende a ser una mujer que levante el liderazgo del esposo en el hogar. Cuando él es
honrado y respetado, él va a tener toda la disposición de amarte como tú siempre has querido que
él lo haga. Imagínate… ¿a qué hombre le va a dar ganas de proteger a una mandona o a una
sabelotodo? ¡Al contrario! ¡Si tú eres así no necesitas de nadie! La esencia del hombre es querer
proteger a la mujer que está a su lado, por eso la mujer sabia debe dejarle saber al hombre de su
pacto que él es quien protege.
Ocasionalmente puedo escuchar a mujeres quejándose de sus esposos diciendo: “¡Él es un hijo
más!” “¡Pero si es un bueno para nada!” “¡Él ya perdió toda autoridad con sus hijos!” ¡Cuando
nosotras somos las que nos hemos encargado de desvirtuar y mutilar su hombría y tirarla por los
suelos con nuestros comentarios! Pregúntale a Dios ¿qué es lo que deseas de mí con todo esto de
la sumisión? ¿Por qué yo tengo que someterme a mi marido?
Olvídate si él tiene o no tiene detalles contigo! Solo preocúpate por tenerlos tú ¡y en gran medida!
Puede ser desde un simple beso de despedida hasta una palabra de elogio por algo que él haya
hecho (sin escatimar, por supuesto, en los abrazos). Él necesita detalles que le digan: “¡Te aprecio
y te amo porque eres la fuente de mi felicidad!”. “¡Te valoro y respeto por todo lo que eres!”. No
lo dudes, ¡tu esposo lo puede todo!…
¡Solo si tú lo crees primero! Ten fe en que Dios terminará la hermosa obra que empezó con él.
Pídele a Dios por tu esposo, nuestro Señor es el más interesado en que esta relación funcione.
Todo cambiaría si tú decides creer en que Dios hará la obra en el corazón de tu esposo. Esfuérzate
por establecer el Reino de Dios en su corazón a través de los halagos, elogios, palabras de
afirmación... ¡Dale ánimo y aliento! Verás cómo poco a poco ocurre el cambio. Quizás no se dé tan
rápido como lo deseas, ¡pero sé que vendrá porque nuestro Dios es justo y Él siempre honra a los
que lo honran!
Cuando te digo que a tu esposo lo alimentes con elogios y palabras de afirmación, no es porque se
me ocurrió que puede ser bueno ¡lo dice la Palabra de Dios! ¿Has notado lo claro que es Pablo
cuando le da instrucciones a un joven predicador del evangelio llamado Tito con respecto al
comportamiento de las mujeres? “Ser dueñas se sí mismas, atender a su familia y sujetarse a su
esposo” ¡Eso lo dice todo! Pero esta porción de la Biblia tiene mucho más para escudriñar, y toda
la Biblia está llena de ejemplos de mujeres que han hecho las cosas conforme Dios se las dictaba.
¡Tienes que aprender a apreciarlo a él y lo que hace! A veces minimizamos tanto lo poco o mucho
que ellos hacen… ¡Siempre nos quedamos con la sensación de que ellos deberían hacer más! Pero
es imposible que hagan las cosas exactamente como nosotros quisiéramos que las hagan, ¡porque
ellos son totalmente diferentes! Y esas diferencias es algo que veremos detenidamente más
adelante.
Nuestros esposos necesitan que los elogiemos, que los animemos, que creamos en ellos. ¡Ellos
deben saber que son una bendición! Es increíble pero hasta cuando nos compran algo, muchas
veces en vez de decir gracias y estar cautivadas por el detalle, nos quedamos pensando, nos entra
algo de insatisfacción y hasta puede entrar la pregunta que para muchas es “fija”… ¿Y cuánto
costó?
La Palabra de Dios dice que la vida y la muerte están en poder de la lengua, por lo que día a día
debes decidir si hablas para hacer morir tu matrimonio o si hablas y declaras bendición sobre tu
esposo para hacer vivir tu relación.