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Esto supone una nueva valoración de las ideas que son herederas de las tradiciones
anteriores y que en vista de adoptar nuevos paradigmas son rechazadas como
unidades de sentido o significación. El devolver el origen y la validez a tales ideas
intelectuales corresponde el primer esfuerzo del proyecto gadameriano de la
interpretación hermenéutica.
Si los proyectos de comprensión deben comprobarse en las cosas mismas que son
objeto de su análisis, el primer punto de la comprensión es identificar el prejuicio.
El punto de partida para la comprensión son las comprensiones anteriores, por lo
que deben ser tomadas en un sentido no arbitrario, sino partir de ellas para
reconstruir su origen y validez.
El humanismo español procuró una mayor reflexión política que el italiano, debido
en parte a la situación política profundamente distinta. Mientras en Italia había
pequeños estados en constante guerra, la España del siglo XVI era un estado
nación unificado bajo los reyes católicos, y con el descubrimiento de América pasó
a ser un imperio al mando de Carlos V. Es natural pensar que bajo tales
circunstancias, los intelectuales españoles tenían profunda preocupación sobre los
cambios sociales y políticos que suponía la expansión del imperio.
la tesis republicana de que el poder político de una autoridad se otorga por la sociedad
donde se ejerce ese poder y, por lo tanto, sin el libre consentimiento de la comunidad no
hay autoridad legítima es expuesta tanto en Alonso de la Veracruz como en Bartolomé de
las Casas.
2 Duda I, p,117.
3 De Regia Protestate, Segundo Principio IV.
inminentes en el desarrollo económico, social y cultural. Asimismo destaca una
ambivalencia entre estos procesos, por un lado se aceleran los mecanismos de
producción, y en ese sentido los de la civilización, y por el otro se desarrolla un
conflicto entre la tradición y modernidad, que se traduce a un diálogo entre las
formas antiguas de producción y las nuevas formas, lo que determina el presente
de la vida social.
En el arte barroco los detalles ornamentales que en la visión clásica del arte pasan a
segundo plano como una mera decoración de la forma, en el barroco la sobre
explotación de los ornamentos genera contradicción con la forma antes puesta,
pues gana protagonismo y pretende crear su propia ley formal, “no decora algo
sino que es decoración y nada más”. La nueva ley formal que se gesta en la
excesiva decoración puede llegar a convertirse en una obra diferente o
independiente de la original, pero esto supodnria un avandono de la forma inicial,
lo interesante del barroco es la conciliación de la forma inicial con la nueva ley
formal que se genera con la ornamentación, mostrando una obra transformada
como una propuesta alternativa pero que no se concibe como totalmente diferente
de la original, pues encuentra en ella su surgimiento.
El ethos barroco se manifestó en América dentro de las clases sociales mestizas del
siglo XVI y XVII, clases bajas y marginadas que como experiencia de la vida civil
eran presa de las leyes impuestas por la corona española. La necesidad de aceptar
los cánones europeos no se vio como una imposición desde fuera, sino que,
congruente al ideal de la modernidad, surgió en el individuo una reconstrucción
de la vida civil europea desde la vida practica de las ciudades conquistadas, vida
practica muy diferente a la europea, de tal forma se gestó en él una conciencia que
surgía del choque entre los valores europeos y los valores de la tradición
conquistada, dando como resultado una cultura europea fundamentalmente
Las tesis de los humanistas republicanos sostiene que la soberanía esta en el pueblo
y éste confiere el poder al gobernante por medio de su libertad. 5 En esta tesis
subyace la idea una condición igualitaria en cuanto a libertad política de los
hombres, donde la libertad está dada por Dios, pero si la libertad dada por Dios se
traduce en poder político se transgrede la ley divina cuando se viola la soberanía
del pueblo. En ese sentido, el ayuntamiento criollo pugnaba por la soberanía de la
Nueva España, pues ante la incapacidad del monarca español de ejercer su
legítimo dominio no quedaba más que el pueblo emitiera su libertad.
No es poder de autodeterminarse, sino sólo de gobernarse en cada circunstancia,
conforme a principios determinados, sin necesidad de tutelas ajenas.7 No reside en la
voluntad del pueblo, sino en una nación ya constituida
7 Ibíód, 46.