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INTRODUCCIÓN
Los distintos enfoques psicoterapéuticos son reflejo de las escuelas más populares, y se basan
en supuestos teóricos. La escuela conductual niega la existencia de la mente y afirma que la terapia
debería partir de los principios clásicos y operantes del refuerzo. La teoría psicodinámica sostiene
que el comportamiento es la manifestación externa de motivaciones reprimidas o transformadas
que se filtran desde su origen en una naturaleza biológicamente instintiva más profunda.
Estos enfoques son tan solo la última adaptación y son adecuados para los trastornos del eje I,
sin embargo los trastornos de la personalidad son muy resistentes al tratamiento, y se consiguen
leves mejorías que pueden desaparecer en forma brusca, además de que tiende a complicar las
reacciones de transferencia y contratransferencia con aspectos no anticipados, y en consecuencia
provoca síntomas del Eje I.
A continuación se muestran los distintos tipos de técnicas terapéuticas más utilizadas con los
diferentes tipos de trastornos de la personalidad, y a continuación los tratamientos farmacológicos
de primera elección.
Las personas con un trastorno paranoide de la personalidad se caracterizan por una suspicacia
y desconfianza persistentes hacia el resto de las personas. Rechazan la responsabilidad de sus
propios sentimientos y la asignan a los demás. Suelen ser hostiles, irritables y coléricos. Los
intolerantes, los buscadores de agravios, los cónyuges patológicamente celosos y los litigantes
crónicos a menudo presentan un trastorno paranoide de la personalidad. Se ponen en contacto con
los servicios psicológicos solo a petición de otros, no se presentan diciendo “necesito ayuda” sino
que se presentan buscando el alivio del síntoma de la zona de irradiación de sus hostiles círculos
viciosos.
Psicoterapia:
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Kaplan y Sadock (2009) plantean que la psicoterapia es el tratamiento de elección para este
trastorno. Los terapeutas deben mantenerse firmes en todos sus contactos con estos pacientes. Si
el paciente observa alguna falta o error en el terapeuta, como impuntualidad en una cita, ser
honesto y disculparse es preferible a una explicación defensiva. Los terapeutas deben recordar que
la confianza y la tolerancia a la intimidad son áreas problemáticas para los pacientes que sufren este
trastorno. Así pues, la psicoterapia individual requiere un tono profesional y no un estilo
abiertamente cálido. La utilización excesivamente entusiasta de la interpretación (en especial, la
que hace referencia a sentimientos profundos de dependencia, preocupaciones sexuales y deseos
de intimidad) puede incrementar de forma significativa su desconfianza. Los pacientes paranoides
no progresan mucho en las terapias de grupo, aunque éstas podrían ser útiles para mejorar sus
habilidades sociales y disminuir su suspicacia mediante el juego de roles. Muchos no pueden tolerar
el carácter agresivo de la terapia de la conducta, que también se utiliza para el entrenamiento de
habilidades sociales.
La conducta de las personas con trastorno paranoide de la personalidad a veces puede ser tan
amenazadora, que el terapeuta debe controlarla o acotarla. Las acusaciones delirantes deben
tratarse de forma realista pero educadamente y sin humillar a los pacientes. Se sienten
profundamente asustados si perciben que quienes intentan ayudarles se muestran débiles o
incapaces; en consecuencia, los terapeutas nunca deberían ofrecerse a controlar la situación, a
menos que estén dispuestos y sean capaces de hacerlo.
Perspectiva interpersonal: sugiere que los paranoides ven la terapia como crítica y,
cuando finalmente se establece la confianza, el tratamiento va por buen camino. Dado que a los
paranoides les enseñaron a ser leales a la familia, normalmente son reacios a explotar las conexiones
entre el pasado evolutivo y su comportamiento en el presente. Confiar en el terapeuta equivale a
revelar los secretos de la familia a un extraño.
Según Benjamín se debe utilizar “la parcela no coercitiva”, que consiste en empatía
tranquilizadora y afirmación como antídoto para el abuso temprano. Además los paranoides
deberían darse cuenta finalmente de que sus propios sentimientos de vulnerabilidad no significan
automáticamente que han sido atacados, y que la expectativa del ataque procede directamente de
las experiencias con los progenitores, al darse cuenta que su hostilidad los pone en el papel de sus
abusadores, pueden explorar papeles alternativos.
Perspectiva cognitiva: Beck y Freeman (1990) señalan que las intervenciones cognitivas
tendrían que modificar la creencia del paranoide sin ser percibida como un ataque personal, de que
no se puede confiar en los demás y que éstos infligirán dolor intencionalmente siempre que sea
posible. Dado que los paranoides requieren seguridad son incapaces de relajar su vigilancia y su
defensa, factores centrales en la perpetuación del trastorno, por consiguiente, un acrecentado
sentido de autoeficacia debería conducir a cierta relajación de estos pacientes, haciendo accesible
los métodos cognitivos tradicionales, como la exploración de los pensamientos automáticos.
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Pretzer (1990) citado por Millon (2001) sugiere que la terapia empiece conductualmente
centrada en objetivos establecidos por el paciente y abordando primero los objetivos menos
amenazadores. Dado que estos problemas son consecuencia del sistema de personalidad total, las
cuestiones que el terapeuta suele seleccionar como punto de intervención son introducidas
inevitablemente en la acción. Hay dos formas básicas de aumentar la autoeficacia: Primero, los
paranoides suelen sobreestimar la intensidad de las amenazas objetivas o subestimar su capacidad
para resolver el problema. En este caso, las creencias más realistas conducen a un incremento del
sentido de eficacia. Segundo, si carece de las habilidades apropiadas, la intervención se pueden
centrar en enseñar habilidades de afrontamiento que pueden reducir el sentimiento del sujeto de
amenaza y ansiedad.
internas, no del entorno externo. Los pensadores psicodinámicos hacen enfasis en el valor de ser
empático con la visión del mundo y de las relaciones del paranoide a la vez que se sugieren también
interpretaciones alternativas.
Tratamiento:
Psicoterapia: El tratamiento de los pacientes con un trastorno esquizoide de la personalidad es
similar al de los pacientes con un trastorno paranoide de la personalidad. Sin embargo, las
tendencias a la introspección de los esquizoides son acordes a las expectativas de los
psicoterapeutas y pueden ser buenos pacientes, aunque se muestren distantes. A medida que
vamos ganando su confianza, los pacientes esquizoides pueden revelar, con gran intensidad, una
plétora de fantasías, amigos imaginarios y miedo a una dependencia insoportable, incluso con el
terapeuta.
- En primer lugar, debe encontrarse alguna cosa que el sujeto pueda asociar al placer.
- En segundo lugar, y siempre que la ansiedad social lo permita, se recomienda ampliar el
contacto con el mundo interpersonal.
- En tercer lugar, el individuo debe implicarse en el ámbito laboral o educativo, si es posible.
Perspectiva interpersonal: El terapeuta debe determinar quién está implicado
activamente en la vida cotidiana del paciente. Debido a que muchos sujetos no mantienen
relaciones ni se casan, la terapia de pareja suele ser irrelevante. Siempre que exista una persona
significativa, se recomienda implicarla en el proceso terapéutico. El esquizoide es incapaz de
entender hasta qué punto su falta de apoyo emocional, la falta de comprensión y su propia
indiferencia han llegado a poner en peligro la relación. Si el individuo vive con la familia de origen,
en la terapia debe explorarse las actitudes hacia estas relaciones con el objetivo final de reunirse
con los miembros de la familia. Es bastante frecuente la indiferencia mutua: puede que ninguno sea
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hostil, pero es posible que el esquizoide ignore a la familia de una manera pasiva y que la familia
ignore activamente al esquizoide. Los padres pueden estar agotados, desilusionados y derrotados.
Pueden explorarse estos sentimientos y sustituir sus expectativas por objetivos más modestos para
permitir reforzar al sujeto en su vida cotidiana.
Debido a que los esquizoides valoran mucho los ratos que pasan solos, se les permite que pasen
algún tiempo absolutamente solos después de haber participado junto a los miembros de su familia,
quienes llevan un diario de sus interacciones e indicarán todo aquello que parezca placentero o
recompensador para el sujeto.
En la terapia individual los individuos pueden examinar sus interacciones y actitudes hacia la vida
familiar: ¿Considera que la familia es controladora o punitiva, se inmiscuye, sirve de apoyo, o nada
de lo anterior? Si el sujeto dice que no siente nada, cabe la posibilidad de administrar una escala de
evaluación en que figuran adjetivos para valorar la familia y examinar los aspectos más
sobresalientes, que pasarán a ser el punto de partida de la discusión. Además en el plan estratégico
global, el apoyo de la familia constituye la estructura fundamental a través de la cual el individuo
puede introducirse en otros contextos, como el trabajo o la escuela.
Deben realizarse otras dos valoraciones interpersonales. En primer lugar, el grado de ansiedad
social relacionado posiblemente a los fracasos interpersonales o con el sentimiento de torpeza.
Dicha ansiedad debe trabajarse con técnicas de relajación, sin embargo es indicativa de cierta
preservación afectiva, lo cual es signo de buen pronóstico. Y los rasgos esquizoides pueden estar
encubriendo aspectos de la personalidad evitadora, de modo que puede conseguirse una mayor
sociabilidad. O los rasgos esquizoides funcionan como una forma de defensa extrema, contra un
mundo hostil por abusos vividos en la infancia.
En segundo lugar, se debe intentar explorar el contenido de las fantasías del sujeto, que suelen
ser consideradas desadaptativas para los sujetos aislados, ya que compensan necesidades no
satisfechas o los defectos percibidos de sí mismos y proporcionan un material rico para la terapia.
Cualquier tipo de fantasías indica que el esquizoide tiene necesidades o deseos, y el terapeuta puede
hacer uso de ella como una puerta de entrada hacia el mundo privado del sujeto. Si su fantasía tiene
que ver con un superhéroe, indica que su percepción de sí mismo es débil y carece de poder.
Cualquier intervención que haga aumentar la competencia dará lugar a una autoimagen de mayor
competencia, con lo que se incrementa el deseo de relacionarse e implicarse en situaciones sociales
más gratificantes y realistas. En caso de decir que no tienen fantasía sería bueno fomentarlas para
conseguir tener información acerca de lo que es gratificante para ellos.
Por último en terapia puede estudiarse qué función desempeña el aislamiento en la vida del
individuo para conectarlo con el contenido de las fantasías.
Perspectiva cognitiva: Ottaviania en Beck y Freeman (1990) citado por Millon (2001),
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sugiere establecer una jerarquía de los objetivos de interacción social que el paciente esté dispuesto
a llevar a cabo. Puede utilizarse un registro diario para controlar pensamientos automáticos. El acto
de identificar pensamientos y emociones puede ser terapéutico en sí mismo, ya que los esquizoides
tienden a tener contenidos mentales muy pobres. Con la práctica, la capacidad de responder de una
manera adecuada y empática hará que las situaciones sociales sean más gratificantes. Para poner
en práctica las habilidades sociales pueden utilizarse el role playing y la exposición in vivo. El
feedback mediante grabaciones en audio y en video permiten ayudar al sujeto y al terapeuta a
identificar las áreas problemáticas, el registro y la escucha de la propia voz son útiles para que los
pacientes controlen el intervalo emocional de su voz, y las grabaciones en video les permiten ver
cómo les perciben los demás, y estimularles para que sean más adecuados socialmente.
Dado que los esquizoides suelen evaluar sus experiencias de una manera global. Ottaviani
asegura que pueden obviar aspectos de la experiencia muy gratificantes. Las preguntas que se
centran en aspectos positivos permiten que el individuo aprenda qué prefiere y por qué. Estas
actividades pueden repetirse para hacer que la vida sea más agradable.
Tratamiento:
mucho tacto. Estos pacientes presentan modelos peculiares de pensamiento y algunos están
involucrados en cultos, prácticas religiosas extrañas y ocultismo. Los terapeutas no deben ridiculizar
estas actividades ni enjuiciarlas, así como tampoco sus creencias.
Según Millon (2001), los esquizotipicos, suelen ser personas complicadas para tratar en
psicoterapia. El trastorno del pensamiento y la ideación paranoide que le acompañan funcionan
alterando la comunicación entre el terapeuta y el paciente e inhiben la formación de una alianza
terapéutica confiada. Debido a que son inherentemente aislados y no se relacionan en ocasiones el
terapeuta puede ser considerado una presencia intrusa. Dado que la alianza es la base principal de
la terapia, con frecuencia se requiere medicación antes de obtener un progreso definitivo, sobre
todos en sujetos que manifiestan el trastorno en forma grave.
Siempre que se conozcan estas ideas deben ser comprobadas en la realidad y refutadas con
tacto. En general, la terapia interpersonal debe mejorar el sentimiento de autovalía de estos
pacientes y estimular el reconocimiento de sus atributos positivos, paso importante para eliminar
el aislamiento, reconstruir la motivación y proporcionar la confianza necesaria para mantener
relaciones sociales adecuadas fuera del contexto de la terapia.
Perspectiva cognitiva: la psicoterapia debe adaptarse a los limitados recursos de atención
del esquizotipico y a su tendencia a introducir factores circunstanciales. Debido a que muchos
esquizotipicos son muy concretos o claramente abstractos, les resulta complicado generalizar los
aprendizajes a otros contextos o situaciones. Las técnicas cognitivas permiten identificar los
pensamientos automáticos característicos, como “no existo”, y así modificarlos posteriormente. De
ahí se desprende que la combinación de medicación y terapia cognitiva es especialmente efectiva.
Ottaviani citado por Beck y Freeman(1990) señala que los esquizotipicos suelen pensar que no
gustan a los demás, se les debe enseñar a actuar como si fueran científicos ingenuos y contrastrar
sus pensamientos con la evidencia. Las emociones no reflejan necesariamente los hechos.
Debido al buen contacto con la realidad objetiva es la dificultad clave del planteamiento
cognitivo, pueden enseñarse determinados métodos a los esquizotipicos para captar la evidencia
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contraria. Por ejemplo los sujetos pueden mencionar los hechos que no coinciden con sus
predicciones. Más allá del contenido, pueden llevarse a cabo intervenciones de estilo cognitivo. Las
divagaciones pueden tratarse pidiendo afirmaciones resumidas y los enunciados globales se pueden
atajar si se les pide que los elaboren. Por último pueden utilizarse la situación grupal para los
esquizoides que no son muy paranoides, para poner en práctica la interacción social y proporcionar
feedback a las cogniciones distorsionadas.
Tratamiento farmacológico: La medicación antipsicótica puede ser útil para tratar las ideas de
referencia, las ilusiones y otros síntomas del trastorno, y puede utilizarse como adyuvante de la
psicoterapia. Los antidepresivos son de utilidad cuando existe un componente depresivo de la
personalidad
Algunos terapeutas creen que las posibilidades de cambio del antisocial se incrementan con la
edad. A medida que el trastorno comienza a apagarse por el declive físico, el deterioro
probablemente acelerado por los años de abuso de sustancias y de vivir al límite, algunos
antisociales pueden acabar agotándose por sus contínuos rozamientos con las fuerzas de la
sociedad.
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Trampas terapéuticas:
Para los antisociales, la terapia es otro juego, otro tropiezo molesto con las fuerzas limitadoras
de la sociedad. Desde su punto de vista, el objetivo es simplemente convertirles en una persona
diferente. Dado que la principal preocupación es evadir las limitaciones externas, en terapia tendrá
que hacer ver que desarrolla sentido de conciencia, expresar culpa y arrepentimiento, y manifestar
el deseo sincero de enmienda. Los antisociales saben además que el cambio tiene que ser
moderado, ya que una mejoría rápida podría levantar sospechas. Por eso es necesario cambiar
lentamente y , a poder ser, cuando el terapeuta haga preguntas escrutadoras y de confrontación.
Es probable que los terapeutas se vean embaucados muchas veces por las expresiones de
arrepentimiento aparentemente sinceras, que pueden ir desde la culpa por haber destruido
su propia vida y la propiedad, hasta la desesperación casi existencial por haber despilfarrado
su propia vida.
Los terapeutas suelen presentar diversas reacciones de intensa contratransferencia ante los
antisociales. Algunos se muestran tan suspicaces, enojados y resentido que pueden llegar a
obstaculizar cambios reales en los pocos sujetos con los que se ha conseguido establecer
una verdadera alianza terapéutica.
Los terapeutas suelen sentirse amenazados por los antisociales y los antisociales por ellos,
especialmente si son hombres ambos pueden llegar a desafiarse el uno al otro en busca de
dominio. Frances (1985), citado por Millon, 2001) recomienda que el terapeuta reconozca
abiertamente la vulnerabilidad de la terapia estableciendo las posibilidades de
manipulación, ya que la mayoría de los individuos aprecian este tipo de franqueza.
Los terapeutas con rasgos compulsivos pueden presentarse a sí mismos como símbolo
dogmáticos de acatamiento de las normas. Los compulsivos abatan las normas sociales de
manera rígida, mientras que los antisociales las violan a concienzudamente. Ambos
acabarán despreciándose.
Cuando el antisocial actúa para poner a prueba a un terapeuta compulsivo, el terapeuta
puede convertirse en una persona desaprobadora, con lo cual la terapia acabará siendo
saboteda.
Beck y Feeman (1990, citado por Millon, 2001) indican que los terapeutas que trabajan con
individuos con trastorno antisocial, deben tener las características siguientes: seguridad en
sí mismo, una objetividad fiable pero no infalible, un estilo interpersonal relajado pero no
defensivo, un sentido claro de los límites personales, y un gran sentido del humor.
Abordaje psicoterapéutico:
El objetivo final de la terapia con personas antisociales consiste en conseguir un
sentimiento de apego. Desde el punto de vista técnico, el objeto de apego es irrelevante. Sin
embargo, el primer objetivo de la terapia es encontrar la manera de afianzar al antisocial para
desarrollar una alianza terapéutica que supuestamente trascienda el deseo de estafar al clínico. Al
estar coaccionados por la terapia, muchos antisociales sienten una hostilidad muy intensa que debe
elaborarse antes de poder desarrollar confianza. Así mismo si el terapeuta es percibido como policía,
será imposible que algo llegue a ser auténtico en la terapia. En consecuencia, el terapeuta puede
señalar que la terapia ha sido obligada por fuerzas externas, que sería conveniente aprovechar el
tiempo de una manera constructiva, incluso aunque el terapeuta no se halle implicado en el
resultado. No se hace referencia a los tratamientos psicodinamicos dado que los antisociales no
pueden cambiar mediante la introspección.
Desde el punto de vista interpersonal, Benjamin (1996), citado por Millon y Davis
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(2001) sugiere que los antisociales no han tenido una historia de aprendizajes en la que hayan
estado presentes figuras que les proporcionasen el calor y los cuidados necesarios para acceder a
experiencias de unión y apego. Los individuos antisociales aprenden enseguida que es mejor
anticiparse y reaccionar ante la indiferencia y escasa fiabilidad del entorno con autonomía
defensiva, cuando no con suspicacia y hostilidad. Según este autor, el tratamiento desde una
posición de poder benévolo, supuesto básico de la educación efectiva, implica un ambiente muy
estructurado en el cual se conocen de antemano las recompensas y los castigos de los
comportamientos erróneos habituales.
Tratamiento farmacológico:
Según Kaplan y Sadock (2009) se utiliza el tratamiento farmacológico para tratar los síntomas
incapacitantes, como la ansiedad, la cólera y la depresión, pero como los pacientes abusan con
frecuencia de sustancias tóxicas, los fármacos deben administrarse de manera muy controlada. Si
un paciente presenta la evidencia de un trastorno por déficit de atención con hiperactividad, los
psicoestimulantes como el metilfenidato pueden ser útiles. Se ha intentado modificar mediante
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Psicoterapia:
Según Gunderson y Gabard (2002), las psicoterapias individuales han sido la piedra angular del
tratamiento del trastorno límite de la personalidad. Los pacientes ambulatorios con trastorno límite
de la personalidad referían haber tenido una media de seis psicoterapeutas hasta el momento. Pero
los tratamientos validados empíricamente y hacia el eclecticismo está provocando una reducción
sistemática de la frecuencia con que se ponen en marcha psicoterapias psicodinámicas a largo plazo.
Características del terapeuta: el servir para tratar pacientes límite en psicoterapia requiere
experiencia, formación y ciertas cualidades personales; en lo que respecta a la experiencia, sentirse
cómodo y competente con los pacientes límite exige normalmente 2-3 años de contactos
prolongados, preferiblemente interdisciplinarios.
-Es necesario llevar los casos a supervisión adecuada durante los primeros 1-2 años de tratamiento.
Solamente los psiquiatras y psicólogos que ya han visitado a pacientes límite de manera no intensiva
con la adecuada supervisión psicodinámica y que después inician una formación psicoterapéutica
avanzada son buenos candidatos para llevar a cabo terapias psicoanalíticas intensivas con pacientes
límite adecuadamente seleccinados, si tienen una supervisión adecuada.
- requiere por parte del terapeuta determinadas cualidades personales de carácter y actitud (es
decir, aquello que se a considerado despectivamente como el componente inespecífico de lo que
ofrecen los terapeutas. Normalmente los terapeutas que suelen funcionar bien son responsables,
algo audaces, orientados a la acción y alegres. Todo esto se traduce en ser activos y receptivos. Los
que no lo harán bien son remilgados, delicados, pasivos o controladores. Para Kernberg y Linehan
las cualidades personales son autoritarias, seguras, enérgicas y claras. Transmiten al paciente la
sensación de que están presentes, comprometidos y que son indestructibles. El paciente se siente
apoyado emocionalmente.
La siguiente tabla identifica actitudes que incrementan la probabilidad de que el terapeuta pueda
funcionar bien con los pacientes límite.
Fases terapéuticas:
Visión general
Construcción de la alianza: El concepto de alianza terapéutica ayuda a enmarcar los temas
que surgen tanto al inicio de la psicoterapia individual en pacientes límite como en los
procesos a más largo plazo. Tiene una especial relevancia en el TLP. El problema de los
abandonos se puede redudir en gran medida prestando especial atención al acuerdo en
cuanto a las expectativas de la terapia. Se consigue definiendo los papeles y objetivos y
estableciendo una estructura determinada. Este proceso constituye la forma inicial de
alianza, la alianza contractual. Este acuerdo incluye aspectos prácticos tales como los
honorarios, programación de los pagos, asistencia y confidencialidad. Este acuerdo implica
hasta dos sesiones como mínimo.
Secuencia genérica al cambio: Para avanzar hacia los objetivos terapéuticos y evaluar si los
tratamientos actuales están produciendo los progresos adecuados, es indispensable contar
con un esquema conceptual global para los procesos de cambio. Gunderson y Gabard (2001)
plantean que se espera que los cambios sigan una secuencia bastante predecible. La tabla
siguiente muestra el esquema de los cambios que se esperan.
Tabla 2.- Esquema de los cambios esperados
Áreas problemáticas Intervenciones relevantes Tiempo esperado de cambio
Estado subjetivo Atención validación. Semanas
Sentimientos de disforia Interpretación
Resolución de problemas
Reconocimiento del patrón
Durante los primeros años de tratamiento, las intervenciones familiares pueden reducir con
éxito las tensiones familiares, y los servicios de hospitalización parcial pueden reducir las conductas
dialéctico-conductual son las conductas más gravemente desadaptativas. A continuación se
abordan la tolerancia al estrés y el autocuidado y, posteriormente, los objetivos de la tercera fase,
que incluyen algunos intrapsíquicos, como potenciar el respeto por uno mismo y luchar por las
metas individuales.
Fases de cambio: la tabla 3 a continuación muestra los cambios que se espera a lo largo de
la psicoterapia psicodinámica con los trastornos límite de la personalidad.
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Actividades Interactivo, Clarifica las Identifica los conflictos Interpreta conflictos y No aplicable
del comprensivo, respuestas y atribuciones la transferencia;
terapeuta educa, y clarifica desadaptativas a erróneas, apoya las confronta la evitación
sentimientos (p.ej., capacidades
frustración), valida funcionales, conecta el
y empatiza; presente con el pasado.
desarrolla la
formulación.
Resultado Al paciente le Capaz de mantener Capaz de mantener Capaz para la Deja de
gusta el terapeuta un papel social con relaciones con mínimas competencia, presentar un
y se compromete mínimas exigencias exigencias amistades trastorno límite
con él. de la
personalidad.
Frecuencia y objetivos: Probablemente hacen falta dos sesiones o más de psicoterapia por
semana para corregir las introyecciones inestables o los patrones de vínculos inseguros. Las terapias
que pretenden que el paciente llegue a entenderse a sí mismo, casi siempre requieren más de una
sesión semanal. La excepción de esta regla es que se pueden alcanzar objetivos de la terapia
dinámica con una sesión semanal cuando el terapeuta ve a un paciente que viene apoyado porque
asiste tres veces por semana o más a un programa residencial o ambulatorio intensivo.
En cambio si el paciente asiste una vez a la semana, el terapeuta deberá proporcionarle las
funciones de apoyo (es decir, deberá involucrarse en la resolución de las crisis, las llamadas
telefónicas de urgencia, la medicación y otros aspectos de la “realidad” en los que la implicación del
terapeuta posee un importante significado transferencial que puede dar lugar a suposiciones
erróneas).
Fase II: Construcción de una alianza relacional: cuyo principal proceso de aprendizaje
consiste en el control emocional y conductual y en desarrollar una alianza relacional, que consiste
en establecer el carácter responsable y afable del terapeuta, así como la percepción de que se puede
esperar un futuro mejor. Hay evidencia creciente de que las intervenciones empáticas de apoyo son
cruciales en la segunda fase de la psicoterapia: Identificación de los sentimientos, validación e
introspección de las necesidades interpersonales, pueden facilitar el desarrollo de un alianza
relaciónal y preparan a los pacientes para las fases posteriores de cambio.
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Fase II: dependencia positiva: Entre los 6-18 meses de terapia, en las terapias que
funcionan con éxito, se debería desarrollar dependencia positiva. Dependencia no consiste en
desear que a uno se le diga lo que debe hacer; básicamente consiste en una sensibilidad extrema a
los estados de ánimo, actitudes y ausencias del terapeuta. El paciente en este caso suele confesar
“mi terapeuta significa demasiado” reflejando dependencia y aprensión sobre ello.
Fase IV: Conseguir no ser límite: Esta fase es la menos indispensable para la
rehabilitación mental, y es la de duración más indefinida.
Se ha formado una relación estable y cada vez más segura y, generalmente, se asume un alianza
de trabajo en colaboración. Al final se hace evidente la capacidad para una relación segura con el
terapeuta, entendiendo que es una relación en la que la ausencia puede provocar ansiedad u
objeciones pero que no necesita sustitutos ni objetos asociados al terapeuta. La relación deja de
estar contaminada por el temor a ser rechazado o abandonado, y las críticas, aunque no son
deseadas, pueden ser respondidas de manera efectiva.
Durante esta fase puede darse la expresión directa de odia hacia el terapeuta, que en la teoría
de Kernberg es necesaria para curar la psicopatología nuclear, esto es de gran relevancia para que
el paciente límite deje de serlo.
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En esta fase los problemas que se han negado durante mucho tiempo asociados a traumas
tempranos pueden retomarse de manera útil, o pueden explorarse los aspectos evolutivos de las
distorsiones de la imagen corporal.
La competencia es siempre deseable y conflictiva para los pacientes límite, puesto que
desencadena el temor a la agresión y al rechazo, Además de establecer estos temores, los
terapeutas deben impulsar activamente la competitividad en los pacientes límite. La competitividad
requiere que los pacientes límite tomen la iniciativa en su propio beneficio si sentirse culpables; el
hecho de ser autónomos y no tener que disculparse es un logro ganado con esfuerzo para alguien
que ha sido límite. La adquisición de relaciones estables, no sexuales e íntimas casi siempre es un
signo muy claro de que alguien ha dejado de ser límite. La terminación de esta fase viene
determinada por la plenitud de la vida del paciente: implicación y satisfacción en el trabajo y en las
relaciones fuera de la terapia.
Psicoterapia: Según Kaplan y Sadock (2009) los pacientes con trastorno histriónico de la
personalidad a menudo no son conscientes de sus verdaderos sentimientos, por este motivo, su
clarificación es parte importante del proceso terapéutico. La psicoterapia de orientación
psicoanalítica ya sea individual o en grupo, es probablemente el tratamiento de elección para el
trastorno histriónico de la personalidad.
Millon (2001) refiere que la terapia busca ayudar a las personas histriónicas a abandonar la
dependencia manipuladora, exigente y desesperada que causa los problemas de interacción social.
El estilo cognitivo superficial disperso y difuso surge de la necesidad de mantener al yo al margen
de cualquier reflexión sobre sus graves deficiencias. Todo lo que es superficial es protector, por
tanto si esa forma d. Si esta forma de no percepción pasiva fracasa queda la represión. Por tanto
los objetivos de la terapia que incluyen hacer consciente el inconsciente y procurar una experiencia
emocional profundamente corregida, van en contra de las necesidades del estilo histriónico.
Desde la perspectiva cognitiva Fleming (1990) citado por Millon (2001), sugiere que estas
personas deben aprender a centrar su atención. Ya que sus patrones de pensamiento son muy
superficiales, una agenda detallada puede tener un gran valor no sólo en términos de estructurar
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los objetivos a largo plazo, sino también para proporcionar un orden a una simple sesión. Sino se
tiende a distraer la atención a asuntos tangenciales, hablando de todo pero sin hacer nada. Fleming
sugiere que se dedique un breve periodo de tiempo al final de la sesión para hablar de este asunto
ya que los pacientes histriónicos tienden a hablar toda la sesión de sus experiencias emocionales.
Además este debe ser uno de los objetivos del paciente para que no se sienta amenazado y aburrido,
pero que a la vez sean razonables para la finalidad de la terapia. Los objetivos que prometen
gratificaciones más inmediatas pueden ayudar a mantener a los sujetos en la terapia mientras se les
ayuda a centrarse en una cosa cada vez. Ya que estos pacientes desean complacer a los terapeutas,
por tanto es importante que cumplan los objetivos. Las cuestiones globales pueden descomponerse
en objetivos más pequeños preguntando a los pacientes como podrían lograr sus propósitos.
La introspección debe ir ligada a la recompensa por lo cual se les debe preguntar por qué
han elegido un objetivo particular y no otro. El acto de reflexionar y de marcar objetivos favorece el
desarrollo de la identidad necesaria para llenar el vacío interior. El acto de concentrarse en las cosas
también les ayuda a aprender a identificar los pensamientos automáticos y a afrontar la tendencia
a la impulsividad, aunque al contrario de los pacientes que tienden a rumiar, no es probable que los
histriónicos registren sus pensamientos con gran detalle en un diario. Como esto podría resultarles
pesado, se les anima a que escriban de un modo vivo y a que desafíen los pensamientos
disfuncionales.
que estos objetivos sean razonables y exitosos depende del nivel de introspección del
sujeto, que a la vez depende de lo patológicas que sean sus relaciónes objetales. Los sujetos
más infantiles son también los más impulsivos, egocéntricos y menos capaces de situarse a
sí mismos en diferentes contextos y, por tanto, memos capaces de comprender cómo
perpetúan sus propios problemas. Benjamín sugiere que la terapia debe comenzar en este
caso con calidez y apoyo, en busca de una alianza que permita afrontar los patrones que
perpetúan viejos problemas.
La perspectiva psicodinámica afirma que los problemas tienen su origen en la dinámica de
cada grupo familiar. Una vez más, la independencia excesiva se contempla como un
conflicto inconsciente y no resuelto. Los patrones inconscientes se repiten en la relación de
transferencia, donde el sujeto puede recibir la atención y es posible explorar la dinámica
infantil, si el terapeuta es mujer y el paciente también mostraran el desden que muestran
por las mujeres en general pero si es hombre intentarán seducirlo. No debe intentar
formentar la introspección hasta que no se haya logrado una relación sólida entre terapeuta
y paciente. Un breve periodo de revisión al comienzo de cada sesión ayuda a establecer
continuidad a través del tiempo y a combatir las tendencias a la distracción, difusión, y
especialmente, represión de las ganancias previas. Los sujetos histriónicos necesitan gran
cantidad de elogios para obtener confianza y abandonar las actitudes y conductas
seductoras, lo contrario de su patrón psicodinámico infantil.
Tratamiento farmacológico:
El tratamiento farmacológico puede añadirse cuando los síntomas están bien definidos (p.ej., el
uso de antidepresivos para la depresión y las dolencias somáticas, ansiolíticos para la ansiedad y
antipsicóticos para la Desrealización y las ilusiones).
Tratamiento:
Psicoterapia: el tratamiento del trastorno narcisista de la personalidad es difícil, ya que los pacientes
deben renunciar a su narcisismo si quieren progresar. Psiquiatras como Kernberg y Heinz Kohut
recomiendan la utilización de terapias psicoanalíticas para conseguir cambios, pero se necesitan
nuevas investigaciones para validar el diagnóstico y determinar cuál es el mejor tratamiento.
Algunos clínicos recomiendan para estos pacientes la terapia de grupo para que puedan aprender a
compartir experiencias con otras personas, y bajo circunstancias ideales, desarrollar una respuesta
empática hacia los demás.
pretenciosidad, su envidia y su arrogante grandeza. Benjamin sostiene que estas personas requieren
una empatía amable, consistente y precisa, que refleje su propia experiencia interna desagradable,
a la vez que debe guiarse su consciencia hacia las causas subyacentes de esa experiencia. Los
narcisistas pueden tomar el cambio en consideración si creen que producirá respuestas más
favorables por parte de los demás. Sin embargo, es crucial identificar cuáles son las emociones con
las que el terapeuta debe mostrar empatía. Por ejemplo, la identificación con la arrogancia dirigida
hacia los rivales ignora la presencia de la envidia inconsciente, lo cual promueve el patrón narcisista.
En su lugar, se sugiere que el terapeuta identifique las personas que durante la educación del
paciente estuvieron emocionalmente centradas en el narcisista y que se conecte esta atención con
la situación actual. Si la madre estuvo completamente dedicada al paciente el terapeuta podría
preguntar: “que habría dicho su madre si supiera que su competidor acaba de salir en los
periódicos?”. En este caso, la idea es que el sujeto le ha fallado a su madre al ser incapaz de
convertirse en aquello por lo que fue tratado de un modo especial: el centro del universo. Al
incrementar el grado de conciencia sobre esta conexión, la envidia debería disminuir, aunque sólo
sea porque el narcisista no querrá otorgar a nadie más este tipo de control sobre su mundo interno.
En términos generales, las sugerencias de Benjamin (1996) parecen basarse en una orientación
paradógica de la terapia, dividir la patología contra sí misma. Describir el sentimiento de grandeza
como una necesidad lo convierte en incongruente con una autoimagen de fortaleza y
determinación. Según Benjamin, la tendencia de la personalidad narcisista a externalizar la culpa
puede ser abordada mediante la asunción por parte de terapeuta de la responsabilidad de pequeños
errores.
Otras técnicas consisten en terapia de pareja y familia que constituyen una buena oportunidad
para poner en práctica una negociación guiada con los otros significativos, ayudar a romper los
patrones que apoyan la conducta narcisista y crear interacciones nuevas y más genuinamente
gratificantes.
Tecnicas cognitivas: estas deben combinarse con las técnicas interpersonales y aplicarse
Simultáneamente con los mismos objetivos. Beck y Freeman (1990) sugieren que los pensamientos
narcisistas giran alrededor de sueños y expectativas no cumplidos, los defectos ajenos y la unicidad
de su desesperación, como si el narcisista fuera el primer ser humano que se deprime. Davis afirma
que los objetivos a largo plazo deberían incluir “la corrección de la visión de grandeza que el paciente
tiene de sí mismo, la reducción de la importancia cognitiva asociada a la devaluación por parte de
los demás, un mejor control de las reacciones afectivas a la evaluación u una mayor conciencia de
los sentimientos de los otros, que active más afectos empáticos y elimine la conducta de abusos”.
El sentimiento de grandeza y las fluctuaciones entre las evaluaciones completamente buenas y
completamente malas de sí mismo constituyen distorsiones cognitivas que deben corregirse a fin
de crear una autoimagen más realista, solida e integrada.
Así mismo las fantasías poco realistas deben ser sustituidas por fantasías sobre la recompensa
que supondrían logros más fácilmente obtenibles. En vez de convertirse en una estrella de rock, la
persona podría tocar en una banda local. Este tipo de fantasías se convierte en ensayos realistas
que desensibilizan al sujeto de la posibilidad de fracaso y aumentan su autoestima. Es posible
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En vez de elevarse sobre los demás deben buscar similitudes personales con los demás. Este
hallazgo crea las bases necesarias para el desarrollo de la empatía, que puede ser promovido
utilizando el role-playing para ayudar al narcisista a identificar con precisión las emociones de los
demás y determinar su significado. Por otra parte, pueden sugerirse formas alternativas de
relacionarse de forma efectiva, empezando quizá con algo tan simple como hacer un cumplido.
El modelo de Kohut predice que el narcisismo con sentimiento de grandeza es una detección del
desarrollo causada por una empatía defectuosa o inadecuada durante la infancia. Por tanto la
terapia intenta recrear las frustraciones tempranas mediante un terapeuta que proporciona una
empatía constante y un reflejo adecuado, que ayudan al paciente a evolucionar más allá de la
necesidad de un sí mismo con sentimientos de grandeza.
Las personas con un trastorno de personalidad por evitación muestran una extremada
sensibilidad al rechazo, lo que puede llevarles a una vida de aislamiento social. A pesar de ser
tímidas, no son personas asociales y muestran grandes deseos de compañía, pero acostumbran a
necesitar garantías sólidas de que serán aceptadas sin crítica alguna. Es frecuente referirse a estas
personas como individuos con complejo de inferioridad (la CIE-10 utiliza el término trastorno
ansioso de la personalidad).
Tratamiento:
Psicoterapia:
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El tratamiento psicoterapéutico dependerá de que el médico consiga una alianza con los
pacientes. A medida que crece la confianza, el terapeuta debe adoptar una actitud de aceptación
de los miedos del paciente (en especial, el miedo al rechazo). El terapeuta inicia al paciente a abrirse
al mundo y asumir lo que él percibe como grandes riesgos de ser humillado, rechazado y objeto de
fracaso. Pero el terapeuta debe ser muy precavido cuando da instrucciones para ejercitar nuevas
habilidades sociales fuera de un marco terapéutico; un fracaso puede reforzar la siempre baja
autoestima del paciente. La terapia de grupo puede ayudar a los pacientes a entender las
consecuencias que su sensibilidad al rechazo tienen sobre sí mismos y sobre los demás. El
entrenamiento asertivo o reafirmación personal es un procedimiento de terapia de conducta que
permite enseñar a los pacientes a expresar sus necesidades abiertamente y a mejorar su
autoestima.
Millon (2001) refiere que si bien el evitador es uno de los trastornos de la personalidad más
frecuentes en la práctica clínica, en él se combinan muchos factores que hacen que el pronóstico
sea malo. Los evitadores requieren gran paciencia y atención. Por lo tanto el terapeuta necesita
tranquilizarlo, ir despacio y la aceptación son esenciales. Si sienten impaciencia y ser juzgados,
criticados y atacados, su impulso inmediato será aislarse.
Estrategias:
Desde la perspectiva cognitiva Beck y Freeman (1990) citado por Millon (2001)sugieren que
una vez establecida la confianza se deben manejar los sentimientos de baja autoestima
atacando activamente pensamientos automáticos como “No soy bueno, soy un inútil.
Tengo defectos. Los demás se burlarán de mi”. Esto ayuda al paciente a descubrir errores
de pensamiento que comete en la vida diaria, errores que contribuyen a sus sentimientos
dolorosos y a sus problemas. Los sentimientos generalizados de minusvalía pueden ser
moderados y compensados integrando estas características positivas en un sentido de sí
mismo más completo y equilibrado.
Otras técnicas combinan elementos cognitivos y conductuales. Se puede mejorar la
tolerancia a las situaciones interpersonales haciendo que el paciente imagine situaciones
sociales que le generan emociones negativas para explorarlas junto al terapeuta en el
consultorio. Entonces se le pide que explique los pensamientos automáticos y se analizan.
Esta técnica combina elementos cognitivos e interpersonales, que se pueden utilizar para
probar nuevos comportamientos con un determinado nivel de ansiedad, antes de
enfrentarse directamente a las situaciones sociales reales. Una vez que comienza a sentirse
más cómodo con estos ensayos experimentales, se puede elaborar una jerarquía completa
en la que consten todas las situaciones ansiogenas ordenadas según el grado de ansiedad
que provocan, y se le pide al paciente que intente hacer una predicción exacta de lo que
ocurriría en cada situación. En el mejor de los casos el individuo pondrá en prácticas estas
predicciones en la realidad y los resultados se comentaran en las sesiones. En el caso de
personas reacias a aplicarlas, se pedirá que hagan un role-playing en el que el terapeuta
asume las funciones de la otra persona. Para ayudar a prevenir las recaídas los pacientes
pueden ser entrenados para utilizar la ansiedad como signo para evaluar los pensamientos
automáticos desadaptativos, registrar los pensamientos que producen comportamientos
evitadores y obtener las pruebas necesarias en contra de las propias creencias irracionales
y planear con tiempo estrategias para afrontar las situaciones difíciles.
Finalmente, debido a que las técnicas cognitivas implican no estar de acuerdo con el sujeto,
interrumpirlo o redirigirlo, se recomienda explorar desde el principio los aspectos
transferenciales que se generan a consecuencia de estas actividades. Los pacientes pueden
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valorar el feedback del terapeuta en una escala de 0 a 100% y considerar así su confianza
en función del feedback obtenido. Estas actividades aumentan la competencia social, a la
vez que consigue evaluar la validez de los pensamientos automáticos, según los cuales es
muy doloroso manejar cualquier nivel de malestar.
El aislamiento social de los evitadores puede trabajarse mediante técnicas de la perspectiva
interpersonal, el pobre autoconcepto que tienen les hace vulnerables y pueden fácilmente
ser heridos por el terapeuta. Benjamin sugiere que bajo la apariencia de rechazo y
desasociego, descansa una importante reserva de ira. Debido a su hipersensibilidad, la
sugerencia más leve puede ser considerada una humillación, temen hablar de esas heridas,
y el antídoto es la empatía precisa y el apoyo sin críticas. Debido a que el mensaje
interpersonal subyacente en el evitador durante su infancia ha sido “no confíes en los
demás, tienes tantos defectos que solo tu familia podrá quererte”, estos sujetos pueden
experimentar sentimientos de deslealtad cuando hablan de su historia familiar. La terapia
por tanto debe ser un lugar tranquilo, cálido que ayude a estos pacientes a expresar estos
sentimientos de una manera segura.
Las terapias familiar, de pareja y de grupo pueden resultar beneficiosas para desmontar
los patrones que perpetúan la conducta evitadora. Debido a que los evitadores temen
especialmente situaciones sociales, la terapia de grupo que se lleva a cabo en un ambiente
de aceptación y apoyo pueden resultar de incalculable valor, siempre que el grupo sea
sensible a los temores del individuo y pueda responder de una manera empática. La
aceptación calidad por parte de las diferentes personas del grupo constituye un potente
contrapunto al rechazo temprano de la familia.
Las teorías psicodinámicas encuadran el comportamiento evitativo como algo derivado de
la vergüenza de no adaptarse a las exigencias del ideal del yo. El evitador teme las opiniones
de los demás porque no cumple las normas que vienen internalizadas y se consideran
débiles, con deficiencias y que no agradan, algunas veces hasta el punto de disociarse como
una manera de huir del dolor que les genera su mera existencia. El tratamiento se centra
en entender de manera empática la experiencia de humillación y malestar, y analizar los
recuerdos de la infancia para clarificar las raíces del trastorno. Debido a que los evitadores
emplean la fantasía como mecanismo principal de afrontamiento, suelen aportar un
importante material interpretativo al proceso terapéutico. Las fantasías de éxito,
aceptación y autorrealización pueden ser contrastadas con su vida actual y relacionadas con
los recuerdos de la primera infancia. Se valoran los sentimientos embarazosos como una
consecuencia de la comparación de sí mismo con las normas de un superyó cruel y punitivo.
Por tanto debe prestarse atención al papel que desempeñan las figuras parentales en la
creación de patrones de autocondena. Es necesario que los evitadores se aparten de esas
introyecciones malsanas.
Las personas con un trastorno de personalidad por dependencia subordinan sus propias
necesidades a las de los demás, dejan que otros asuman su responsabilidad en las principales
parcelas de su vida, carecen de confianza en sí mismos y pueden sentirse incómodos cundo están
solos durante un períodos de tiempo que no sea breve. Este trastorno se denominado
“personalidad pasivo-dependiente”. Freud describió una dimensión oral-dependiente de la
personalidad que se caracterizaba por dependencia, pesimismo, miedo a la sexualidad,
desconfianza en sí mismo, pasividad, sugestionabilidad y falta de perseverancia; su descripción es
similar a la categoría de trastorno de la personalidad por dependencia del DSM IV-TR.
Tratamiento:
Psicoterapia: El tratamiento de los pacientes con trastorno de la personalidad por dependencia
suele ser satisfactorio. Las terapias orientadas a la introspección permiten a estas personas
comprender los antecedentes de su conducta y, con el apoyo del terapeuta convertirse en más
independientes, asertivos y adquirir mayor confianza. La terapia conductual, el entrenamiento
asertivo, la terapia familiar y la terapia de grupo también se han utilizado (en muchos casos con
buenos resultados).
Pueden aparecer un obstáculo en el tratamiento cuando el terapeuta anima al paciente a
modificar la dinámica de una relación patológica (p.ej., que una esposa maltratadas recurra a la
policía). En este momento, el paciente puede experimentar ansiedad y mostrarse incapaz de
cooperar en la terapia; puede sentirse en la disyuntiva de elegir entre la obediencia al terapeuta y
la pérdida de una relación externa patológica. Los terapeutas deben mostrar un gran respeto por
los sentimientos de vinculación de estos pacientes, sin importar lo patológicos que parezcan.
Según Millon (2001), los objetivos estratégicos al trabajar con dependientes son los mismos que
para cualquier otra personalidad. Cada tipo de personalidad debe aprender a desempeñar sus
potencialidades y minimizar sus debilidades. De esta manera se asumirá un conocimiento de estas
debilidades y el deseo de incidir e interrumpir los patrones previos de relación y percepción que
son generadores de círculos viciosos.
El role playing y el modelado pueden proporcionar al paciente las habilidades básicas para
desarrollar un nuevo repertorio de comportamientos independientes y nuevas formas de
relacionarse en el contexto seguro del consultorio.
El entrenamiento en asertividad puede utilizarse para señalar los comportamientos de
sumisión cuando tengan lugar en la sesión.
La terapia de grupo puede ser de particular utilidad. Muchos grupos suelen aceptar bien a
los demás, y los miembros veteranos del grupo son expertos en la identificación de patrones
desadaptativos en las relaciones. Los aspectos de abandono pueden ser menos intensos en
la terapia de grupo, ya que el dependiente puede apoyarse en alguien más que el terapeuta.
Perspectiva cognitiva: La eficacia de las técnicas interpersonales pueden combinarse con
Técnicas cognitivas para enfrentar el pensamiento dicotómico propio del dependiente. Las técnicas
cognitivas pueden ser más útiles al principio de la terapia, ya que este tipo de pensamiento puede
contribuir a la creencia de que el objetivo de la terapia es la independencia y, en consecuencia, la
soledad, cuando en realidad consiste en profundizar paulatinamente en las competencias
adaptativas. Puede pedirse a los clientes que registren sus percepciones y sentimientos en un diario
de pensamientos a lo largo de toda la semana, y se pueden procesar los contenidos en una sesión
para aclarar los pensamientos automáticos que les lleven a funcionar de forma sumisa. Las
interacciones con las personas significativas son particularmente importantes. Sea cual sea la
técnica cognitiva utilizada, el objetivo es implicar activamente a los dependientes en un estilo más
activo de resolución de problemas y llevarlos hacia una autoimagen más competente. Además,
durante la sesión, los dependientes pueden utilizar al terapeuta como un referente para llevar a
cabo una comprobación de la realidad de sus pensamientos automáticos.
Las técnicas psicodinámicas pueden ayudar a explicar la base evolutiva a partir de la cual
aparecen los patrones disfuncionales de dependencia. Ayuda a los dependientes a que
entiendan el origen de dichos problema, aunque seguramente, la mera introspección no
será suficiente para provocar un cambio en la personalidad. Si se consigue que los
dependientes entiendan el papel que desempeñaron sus cuidadores cuando eran
pequeños, también entenderán que, sin sus propias intervenciones conscientes, su futuro
vendrá determinado por su pasado. Entender el papel de la introyección y la idealización en
el presente es importante para interrumpir la nueva aparición de patrones de relación
patológicos. Lograr imágenes menos idealizadas de los demás implicará tener que
enfrentarse a intensos sentimientos de culpa relacionados con imágenes más realistas y no
tan perfectas de los padres y del cónyuge, pero debe entenderse el papel que desempeña
la culpa en perpetuar la sumisión y la baja autoestima, ya que de no ser así su presencia
subyacente erosiona continuamente cualquier posibilidad de autonomía.
Para el dependiente el final de la terapia significa una pérdida del vínculo con el terapeuta
y un posible retorno a los sentimientos de soledad e indefensión “la muleta desaparece”.
Pueden aparecer síntomas fóbicos y sentimientos depresivos de repente, acentuados.
Pueden encontrarse atrapados ambos terapeuta y paciente sin embargo en la mayoría de
los casos suelen tener buen pronóstico.
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Tratamiento:
Psicoterapia: Según Kaplan y Sadock (2009), los pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo de
la personalidad acostumbran a ser conscientes de su sufrimiento y buscan tratamiento por propia
iniciativa. Al haber sido educados y socializados de manera excesiva, estos pacientes valoran mucho
la asociación libre y la terapia no directiva. No obstante, el tratamiento suele ser largo y complejo,
y son frecuentes los problemas de contratransferencia.
Las personas con un trastorno depresivo de la personalidad se caracterizan por rasgos del espectro
depresivo presentes durante toda su vida. Son pesimistas, anhedónicas, llenas de dudas,
desconfiadas e infelices de manera crónica. El trastorno es de reciente aparición en el DSM IV TR,
aunque algunos psiquiatras europeos como Ernst Krestchmer, ya describieron una personalidad
melancólica.
El sadismo es el deseo de causar dolor a los otros, bien abusando sexualmente de ellos, bien
abusando física y psicológicamente, en un sentido más general.
El masoquismo, es la obtención de gratificación sexual infligiéndose dolor a sí mismo. En general
las personas masoquistas buscan la humillación y el fracaso más que el dolor físico.
Las observaciones clínicas indican que en la misma persona suelen estar presentes elementos
sádicos y masoquistas. El tratamiento con psicoterapia orientada a la introspección, incluido el
psicoanálisis, ha sido eficaz en algunos casos. Como resultado de la terapia, los pacientes toman
conciencia de la necesidad de autocastigo secundario a una culpa inconsciente excesiva, y también
pueden llegar a reconocer sus impulsos agresivos reprimidos, que se originan a principios de la
infancia.
CONCLUSIONES:
Existen actualmente tres tendencias en psicoterapia que son la terapia breve, la búsqueda de
factores comunes y el eclecticismo terapéutico. Estas terapias por sí solas solo mejoran
temporalmente los trastornos de personalidad. Son útiles para los trastornos del eje I.
Se propone como alternativa la psicoterapia integracionista cuyo objetivo es la estabilización de la
personalidad y no el cambio. Se basa en la selección de técnicas derivadas de cada una de las áreas
de la personalidad.
- La psicoterapia para el trastorno paranoide de la personalidad tiene el objetivo de
tranquilizarlo darle afirmación y cambiar las distorsiones de que están siendo atacados,
darse cuenta que realizan patrones de conducta propios de sus abusadores para lograr
explorar nuevos roles.
- La terapia en los trastornos esquizoides de personalidad el objetivo es mejorar sus
relaciones interpersonales.
- En los trastornos esquizotipico de la personalidad se busca disminuir la ideación paranoide,
mejorar la comunicación y establecer un patrón más normal de relaciones sociales a través
de la empatía, el reflejo y el interés incondicional. No se recomienda el uso de terapias
psicodinámicas por la tendencia a la fantasía.
- Con el trastorno de personalidad antisocial la terapia busca desarrollar el sentido de
conciencia, expresar culpa y arrepentimiento y manifestar el deseo sincero de enmienda.
- El trastorno límite de la personalidad el objetivo es serenar las relaciones caóticas, prevenir
los ciclos acting out; enseñarlos a rechazar las imágenes dicotómicas de sí mismos y en los
demás.
- En el trastorno histriónico de la personalidad el objetivo de la terapia consiste en ayudarles
a abandonar la dependencia, centrar su atención por su tendencia superficial, reflexionar y
marcar objetivos para favorecer el desarrollo de la identidad.
- El trastorno narcisista de la personalidad puede estabilizarse disminuyendo la envidia y
pretenciosa grandeza a través de la división de la patología contra sí misma, identificando
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Gunderson, John G., y Gabbard, Glen O.(2001). “Psicoterapia en los trastornos de la personalidad”.
Ars Médica. Barcelona España.
Kaplan & Sadock (2009) Sinopsis de Psiquiatría. 10ma Edición. Wolters Kluwer/Lippincott, Williams
& Wilkins.
NICE Clinical Guideline 77. Antisocial Personality disorder, treatment, Management and Prevention.
January 2009, Modified, March 2013.disponible en
http://guidance.nice.org.uk/CG77/NICEGuidance/pdf/English.