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Rolando Astarita La crítica de Rallo a la “reducción” de Marx

La crítica de Rallo a la “reducción” de Marx


Esta nota es continuación de “Rallo y su crítica a Marx: empecemos por lo elemental”
(​aquí​).

La​ ​“reducción” de Marx

En el capítulo 1 de ​El Capital​ Marx realiza una conocida operación de


“reducción” de los valores de cambio de las mercancías “a algo que les sea
común con respecto a lo cual representen un más o un menos”, y concluye que,
“si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, únicamente
les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo” (p. 46; edición Siglo
XXI). Y un poco más adelante precisa que no se trata de un trabajo productivo
determinado, sino de “trabajo humano indiferenciado”, esto es, “trabajo
abstractamente humano” (p. 47).

Este pasaje, clave en la teoría del valor-trabajo, ha suscitado una de las críticas
más frecuentes de los economistas austriacos a Marx, a saber, que este no habría
demostrado que el único elemento común de las mercancías intercambiadas es
que todas son fruto de trabajo humano. El primero fue Böhm Bawerk. Sostuvo
que incluso admitiendo que haya que encontrar algo en común entre las
mercancías, podrían mencionarse otros elementos distintos del trabajo, como
“su rareza en proporción a su demanda”; “ser objeto de la oferta y la demanda”;
o “haber sido apropiadas por el hombre” (1986, p. 447). Desde entonces este
argumento lo han repetido prácticamente todos los economistas de la corriente
austriaca.

Y es lo que hace Juan Ramón Rallo en “Refutación de la teoría del valor trabajo
y de la teoría de la explotación de Marx”
(​https://www.youtube.com/watch?v=-2yuOyI_ugQ​). Sostiene que las
mercancías pueden tener en común propiedades naturales, por ejemplo, el peso;
o ser fruto de la energía, y pregunta: ¿por qué las mercancías no se podrían
intercambiar según su peso? ¿O según la cantidad de energía utilizada en
producirlas? Agrega que entre los diversos tipos de energía se encuentra la
térmica, química, calorífica, electromagnética, nuclear, eléctrica, de animales o
plantas, iónica, del sonido, además de la humana. ¿Por qué Marx tomó como

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elemento en común solo la energía humana invertida en la producción? (véase


video, 19’). Pero además, las mercancías tienen en común que son escasas y
tienen utilidad. ¿Por qué entonces la utilidad y la escasez no determinan el valor
de cambio? Marx no discute ninguna de estas posibilidades, dice Rallo, y opta,
arbitrariamente, por un único elemento en común, el trabajo humano (o gasto
humano de energía), socialmente necesario. ¿Por qué esta elección? Precisemos
que ​la crítica de Rallo a la teoría del valor de Marx se basa casi enteramente
en esta objeción​.

Sin embargo, y​ contra lo que dicen Rallo y el resto de los austriacos, Marx
explicó, negro sobre blanco, que las propiedades físicas o químicas de la
mercancía no pueden determinar el valor de cambio de las mercancías​. La
razón es sencilla: el valor de cambio se refiere a una propiedad ​social​, no
natural, de las cosas. Más aún, Marx se refirió al peso como ejemplo de una
cualidad de la mercancía, que no puede ser la determinante del valor de cambio.
Ni el peso, ni ninguna otra cualidad física, como su color, o la cantidad de
energía natural que pudo haber sido incorporada en el proceso de producción.
Marx es explícito en esto. Enseguida del pasaje en el que se refiere a la
necesidad de encontrar el elemento común que hace comparables
cuantitativamente a las mercancías, escribe:

“Ese algo común no puede ser una propiedad natural –geométrica, física,
química o de otra índole de las mercancías. Sus propiedades corpóreas entran en
consideración, única exclusivamente, en la medida en que ellas hacen útiles a
las mercancías, en que las hacen ser, pues, valores de uso. Pero, por otra parte,
salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo que
caracteriza la relación de intercambio entre las mercancías. Dentro de tal
relación, un valor de uso vale exactamente lo mismo que cualquier otro, siempre
que esté presente en la proporción que corresponda” (p. 46). Es que como
valores de uso, “las mercancías son, ante todo, diferentes en cuanto a la
cualidad; como valores de cambio solo pueden diferir por su cantidad, y no
contienen, por lo tanto, ni un solo átomo de valor de uso” (​ibid​.). Los valores de
uso son distintos, ya que los usos son distintos. ​X​, por ejemplo, sirve para
comer, e ​Y​ sirve para vestirse. En ese respecto, no pueden equipararse
cualitativamente, y por lo tanto tampoco cuantitativamente. Por eso más

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adelante, y refiriéndose al equivalente (la chaqueta) en el que expresa su valor el


lienzo, Marx escribe: “En cuanto valor de uso el lienzo es una cosa
sensorialmente distinta de la chaqueta; en cuanto valor es igual a la chaqueta, y
en consecuencia, tiene el mismo aspecto que esta” (p. 64)

Pero también se puede decir que la valoración subjetiva de las utilidades (el
terreno privilegiado de los austriacos) es distinta. El productor ​A,​ que posee ​X​,
lo intercambia por 2 ​Y​ que posee el productor ​B​. Sin embargo, la utilidad que ​A
espera de 2 ​Y​ puede ser (y en general, lo es) incomparable, cuantitativamente,
con la utilidad que ​B​ espera de la posesión de ​X​. Lo cual no impide que ​X​ e ​Y ​se
igualen en cierta proporción cuantitativa. Por ejemplo, que 1 ​X​ = 2​Y​, que a su
vez se igualan a, por caso, $100. Esto es, hay una igualación a pesar de que los
usos son distintos, y las utilidades relativas derivadas de esos usos ni siquiera
pueden ser establecidas cuantitativamente. Por eso Marx sostiene que en la
misma relación de intercambio entre las mercancías el valor de cambio se revela
“como algo por entero independiente de sus valores de uso” (p. 47).

Puede verse entonces que ​no es cierto lo que afirma Rallo​. La realidad es que
Marx explicó por qué no tuvo en cuenta las propiedades físicas (el peso, por
caso) en el residuo que queda de la comparación de las mercancías. Y por qué
no tuvo en cuenta el valor de uso; en cuanto a la apreciación subjetiva de la
utilidad, no podía nunca considerarla como fundamento de una propiedad social.
Por eso, después de haber descartado estos elementos en común, dice “si
ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, les restará una
propiedad: la de ser productos del trabajo”. Más todavía, insiste en que “si
hacemos abstracción de su valor de uso, abstraemos también los componentes y
formas corpóreas que hacen de él [el producto del trabajo] un valor de uso” (p.
47).

Más adelante: “La objetividad de las mercancías en cuanto valores se diferencia


de mistress Quickly en que no se sabe por dónde agarrarla. En contradicción
directa con la objetividad sensorialmente grosera del cuerpo de las mercancías,
ni un solo átomo de sustancia natural forma parte de su objetividad en cuanto
valores​” (p. 58, énfasis añadido). También: “…las mercancías solo poseen
objetividad como valores en la medida en que son expresiones de la misma

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unidad social, del trabajo humano”… “su objetividad en cuanto valores, por
tanto, es de naturaleza puramente social” y por eso, “dicha objetividad como
valores solo puede ponerse de manifiesto en la relación social entre diversas
mercancías” (​ibid​.).

Marx insiste en el tema cuando habla del peso de los cuerpos y del rol de los
trozos de hierro cuyo peso ha sido previamente determinado, con el fin de
expresar la pesantez de otro cuerpo (el pan de azúcar, por caso). Dice que en esa
relación las cantidades de hierro representan “una mera figura de la pesantez,
una forma de manifestación de la pesantez” (p. 70), y de la misma manera en la
expresión de valor el cuerpo de la chaqueta (el equivalente) “no representa
frente al lienzo más que valor” (​ibid​). Sin embargo, enseguida señala que “la
analogía se interrumpe aquí”, ya que en la expresión del peso del azúcar el
hierro “asume la representación de una propiedad natural común a ambos
cuerpos”. En cambio, “la chaqueta, en la expresión del valor del lienzo,
simboliza una propiedad sobrenatural de ambas cosas: ​su valor, algo puramente
social​” (p. 70; énfasis agregado).

Enseguida dice: “Cuando la forma relativa del valor de una mercancía, por
ejemplo el lienzo, expresa su carácter de ser valor como algo absolutamente
distinto de su cuerpo y de las propiedades de este, por ejemplo, como su carácter
de ser igual a la chaqueta, ​esta expresión denota, por sí misma, que en ella se
oculta una relación social​” (pp. 70-1; énfasis agregado). Por eso la mercancía es
valor cuando este posee una forma de manifestación propia, la del valor de
cambio, “distinta de su forma natural, pero considerada aisladamente nunca
posee aquella forma: únicamente lo hace en la relación de valor o de
intercambio con una segunda mercancía, de diferente clase” (p. 74).

Este aspecto social del valor aparece todavía más claro en la forma general del
valor, esto es, cuando una mercancía (por ejemplo, el oro), separada de las
demás, sirve de expresión del valor de todas las demás mercancías. “Se vuelve
así visible que la objetividad del valor de las mercancías, por ser la mera
“existencia social” de tales cosas, únicamente puede quedar expresada por la
relación social omnilateral entre las mismas; la forma de valor de las

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mercancías, por consiguiente, tiene que ser una forma socialmente vigente” (p.
81).

Por último: “Hasta el presente, todavía no hay químico que haya descubierto en
la perla o el diamante el valor de cambio” (p. 102).

La “reducción” es determinada por la concepción social

La insistencia de Marx en que el valor es una propiedad social pone en


evidencia que la reducción, por medio del análisis, al “rasgo común” que hace
equiparables cuantitativamente a las mercancías ​no es abstracta, sino concreta,
esto es, determinada​. Es que si la reducción no es concreta, lo más probable es
que se termine en la abstracción vacía de contenido. Por ejemplo, se puede decir
que toda mercancía tiene la propiedad de “ser”. Pero con esto estamos en un
elemento común que es vacío; es la abstracción absoluta, de la cual nada
podemos decir. El rasgo común “ser útil”, por su parte, es más determinado que
el ser en general pero, como ya apuntamos, no deja de ser abstracto con respecto
a lo social: la utilidad que el consumidor obtiene de un bien ​X​ es una cuestión
subjetiva (así la calcule en el margen, admitiendo que esto sea posible), y por
ende tampoco puede ser el determinante de una propiedad social, como es el
valor.

No es lo que sucede, sin embargo, con el trabajo. Su contenido es


inherentemente social, como recuerda Marx en el mismo capítulo 1: en primer
lugar, se trata de gasto energía humana, y como tal, en segundo término,
siempre interesó a los seres humanos la cantidad de ese gasto. En tercer lugar, el
trabajo siempre fue social (pp. 87-88). De ahí la necesidad de comparar tiempos
de trabajo. Por eso Marx, en una famosa carta a Kugelman, del 11 de julio de
1868, dice que el problema no es demostrar que los seres humanos comparan
tiempos de trabajo, sino explicar por qué los comparan a través de los precios de
las mercancías. Sostiene que “… el análisis de las relaciones reales hecho por
mí contendría la prueba y la demostración de la relación real de valor” (Marx y
Engels, 1983, p. 148). Es que en cualquier sociedad la primera necesidad es
producir y reproducir las condiciones de existencia mediante el empleo de
trabajo humano.

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En consecuencia, no es necesario demostrar que los trabajos humanos en la


sociedad productora de mercancías se comparan, sino explicar cómo lo hacen, y
en particular, ​explicar por qué se comparan como valores de cosas​. Y por esta
razón, la abstracción que critican Rallo y el resto de los austriacos ​es
determinada​. En otros términos, el algo en común que se equipara en el
intercambio –que se equipara de hecho, aunque los productores no sean
conscientes del mismo- no es cualquier elemento elegido al azar, sino el
elemento común que es constitutivo de la economía, a saber, el tiempo de
trabajo relativo, en tanto gasto humano de energía, empleado en la producción.

En definitiva, además de ocultar lo que Marx explicó una y otra vez -por qué el
peso, o cualquier otra característica natural no puede ser el fundamento de una
propiedad social como es el valor-, Rallo pasa por alto el carácter determinado
de la “reducción a elemento común” realizada por Marx. Pero por esto mismo
su crítica a la teoría del valor de Marx se derrumba por completo.

Textos citados​:
Böhm Bawerk, E. von (1986): ​Capital e interés. Historia y crítica de las teorías
sobre el interés​, México, FCE.
Marx, K. (1999): ​El Capital​, México, Siglo XXI.
Marx, K. y F. Engels (1983): ​Letters on “Capital”​, Londres, New Park
Publications.

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