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"EL ESTILO DE VIDA", CAP VI DE FILOSOFÍA DEL DINERO

La energía espiritual que caracteriza las manifestaciones típicas de la economía monetaria es el entendimiento, en oposición a
aquellas a las que en general se llama sentimiento o ánimo. Esta es en principio, la consecuencia del carácter del dinero como un
medio. Del mismo modo que la voluntad no puede elegir un contenido determinado a partir de sí misma, así tampoco la mera
conciencia de los contenidos del mundo, esto es, la inteligencia, puede determinar por si ningún tipo de fines. El dinero da lugar a esta
prolongación de los órdenes de fines en la medida en que crea un interés común y central entre otros que están muy alejados y, de
este modo, los pone en relación, de forma que el uno se puede convertir en preparacion del otro. El dinero se experimenta en su
calidad de fin, con ello, una gran cantidad de cosas que en realidad tienen el carácter de fines por sí mismas pasan a ser meros
medios. Sin embargo, el dinero es, antes que nada, un medio para todo, los contenidos de la existencia se incorporan, así, a una
interminable conexión teleológica en la cual ninguno es el primero y ninguno el último.

- La falta de carácter y la objetividad del estilo de vida. El carácter supone siempre que las personas y las cosas están
determinadas de modo fijo, individual. Dentro de los negocios financieros todas las personas tienen el mismo valor, no porque tengan
alguno sino porque ninguna tiene valor, únicamente el dinero es valioso. La falta de carácter de la inteligencia, como la del dinero,
inespecificidad. En las grandes ciudades modernas hay muchas profesiones que no muestran ninguna forma objetiva ni especificidad
de la actividad. En estas profesiones. La vida económica no tiene ningún contenido que se pueda establecer, fuera de ganar dinero; el
dinero, lo que está sin fijar de modo absoluto, es el punto central en torno al cual oscila la actividad de aquéllas. Para estas
profesiones están especialmente dispuestos los más desarraigados, por lo que recae sobre ellos la sospecha de la desconfianza

- El papel supra-personal de la inteligencia y del dinero. Las luchas económicas modernas únicamente suponen una contradicción
aparente, ya que aquellas están provocadas por el interés en el dinero. No es tan solo que en tales luchas el competidor a muerte de
hoy es el socio de mañana sino que se trata más bien de que las determinaciones que una esfera origina dentro de sí misma pueden
resultar completamente extrañas a aquellas otras que ésta comunica a las que están afuera de ella, bajo su influencia. Así por
ejemplo, una religión puede ser la misma paz para sus adeptos y al mismo tiempo extraordinariamente combativa respecto a los
herejes. Cuando compro algo por dinero, me es indiferente a quien le compro, siempre que sea lo que deseo y se ajuste al precio que
quiero pagar; sin embargo, cuando se compra algo a cambio de un servicio, se comprueba con exactitud con quien está uno tratando,
porque, fuera de dinero, no solemos dar ninguna otra cosa de nosotros a cualquier persona. Igual que aquel que tiene el dinero está
en situación de superioridad frente al que tiene la mercancía, el intelectual, como tal, posee un cierto poder sobre aquel otro que vive
más de impulsos y sentimientos.

- El doble papel de la inteligencia y el dinero: con respecto al egoísmo y al individualismo. Esta justificación de la correlación
entre la inteligencia y la economía monetaria, basada en la objetividad y en la indeterminación carente de carácter, que son comunes
a ambas, encuentra una contraposición decisiva. El dinero, aun transformando los procesos impulsivos y subjetivos en otros objetivos
e impersonales, es el terreno de cultivo del individualismo y el egoísmo económico. La función dual que realizan el dinero y la
inteligencia resulta comprensible en la medida en que se separa su contenido del uso que de ella se hace. En el primer sentido, la
inteligencia tiene un carácter nivelador y hasta se podría decir comunista; ante todo, porque la esencia de sus contenidos es que estos
son comunicables universalmente. A ello hay que añadir que los contenidos de la inteligencia no conocen la exclusividad que tan a
menudo poseen los contenidos vitales prácticos (ciertos sentimientos como por ejemplo los que están unidos a determinadas
relaciones entre el Yo y el Tú). La concepción racionalista del mundo se ha convertido en la escuela del egoísmo contemporáneo y del
triunfo total de la individualidad. Para la concepción habitual, el Yo, constituye el fundamento evidente y el primer interés inevitable; los
motivos del desinterés no aparecen como naturales y autóctonos, sino como implantados posterior y artificialmente. El resultado de
ello es que lo único que parece real y lógico es la actuación en el propio interés. Toda entrega y todo sacrificio parecen manar de las
fuerzas irracionales del sentimiento y la voluntad, de modo que los seres humanos dedicados al entendimiento acostumbran a ironizar
sobre ellos, considerándolos como una prueba de falta de inteligencia. La validez universal de la inteligencia, siendo la misma en
cada caso individual, únicamente puede ocasionar una atomización de la sociedad, ya que, por medio y a partir de ella, cada persona
aparece como un elemento cerrado en sí mismo, junto a todos los demás, sin que esta universalidad abstracta pase a la concreta, en
la que el individuo, junto a todos los demás, constituye una unidad. Por último, la accesibilidad y posibilidad de reflexión interna de
los conocimientos teóricos, que en principio, no se pueden negar nadie, como sucede con ciertos sentimientos, provoca una
consecuencia que invierte su resultado práctico. Aquella accesibilidad hace que circunstancias que trascienden la cualificación
personal deciden sobre su aprovechamiento real. La aparente igualdad con que toda materia de enseñanza se ofrece es, en realidad
una ironía sangrienta, como todas las libertades del liberalismo, que olvidan que solamente quien tiene ventaja por alguna
circunstancia podrá apropiárselos.

- La relación del dinero con el racionalismo de la ley y de la lógica. Tanto el derecho como la inteligencia y el dinero se
caracterizan por la indiferencia frente a la singularidad individual. Si la igualdad caracteriza los fundamentos formales de las relaciones
entre los seres humanos, también pasa a ser el medio para expresar sus desigualdades individuales. Por servir a todos, también sirve
contra todos. Su accesibilidad y validez universales y su comunismo potencial derriban ciertas barreras en el caso de las personas
superiores, de las inferiores y de las que se encuentran al mismo nivel y que surgen de la limitación de clase de las formas de
propiedad.

- El carácter calculador de los tiempos modernos. Último rasgo del estilo de la época contemporánea. Las funciones espirituales,
con cuya ayuda la época moderna da cuenta del mundo y regula sus relaciones internas, se pueden designar, en su mayor parte
como funciones de cálculo. La sumisión del individuo a la mayoría no es tan evidente como hoy nos parece. El principio de que la
minoría se ha de someter implica que el valor absoluto o cualitativo del voto individual se puede reducir a una unidad de pura
significación cuantitativa. Esta esencia exactamente medible, pesable, y calculable de la época moderna es la configuración pura de
su intelectualismo, que, por encima de la igualdad abstracta, permite el crecimiento de la peculiaridad personalista de los elementos,
pues, el lenguaje designa como persona “calculadora” a aquella que lo es, fundamentalmente en sentido egoísta. Únicamente la
economía monetaria ha incorporado a la vida práctica el ideal de una calculabilidad numérica.

- El concepto de cultura. Son contenidos culturales, en la medida en que los consideramos como expansiones elevadas de simientes
y tendencias naturales. La cultura significa elevación y refinamiento de ciertas energías humanas, a cuya manifestación originaria
llamamos “natural”. Al cultivar las cosas, es decir, al aumentar su valor por encima del que conseguimos a través de su mecanismo
natural, nos cultivamos a nosotros mismos.

- El aumento de la cultura material y el retraso en la cultura individual. Frente a esta acepción del concepto de cultura aparece
una situación especial dentro de la cultura actual. Si se compara la época contemporánea con la de hace cien años, se puede decir
que las cosas que llenan y rodean objetivamente nuestra vida (aparatos, medios de circulación, productos de la ciencia, de la técnica y
del arte) están increíblemente cultivados pero la cultura de los individuos, al menos en las clases superiores, no está igualmente
avanzada e, incluso en muchos casos, hasta se encuentra en retroceso.

- La objetivación de la mente. Esta relación universal y básica encuentra una analogía en sentido estricto en la que hay entre el
espíritu y la cultura objetivados y el sujeto individual. De igual modo que inferimos nuestros contenidos vitales del reino de
objetivamente valido, así también obtenemos la mayor parte de aquellos del almacenamiento del trabajo espiritual d la especie. La
cultura objetiva es la representación histórica o la condensación de aquella verdad objetivamente valida de la que nuestro
conocimiento constituye una copia. Aunque podemos decir que la Ley de la gravedad era válida antes de que Newton la formulara,
ello no supone que la ley residiera en las masas materiales reales, ya que no significa otra cosa que la forma en que sus relaciones se
representan en un espíritu organizado de determinado modo. En este sentido, tal ley no reside ni en las cosas objetivas ni en los
espíritus objetivos, sino en aquella esfera del espíritu objetivo de la que nuestra conciencia de la verdad va recogiendo un aspecto tras
otro en su camino hacia la consolidación de la realidad. Con la objetivación del espíritu aparece la forma que permite una
conservación y una acumulación del trabajo de la conciencia, se convierte en hecho histórico la heredabilidad de los caracteres
adquiridos. La totalidad del estilo de vida de una comunidad depende de la relación que existe entre la cultura objetivada y la cultura
de los sujetos.

- La división del trabajo como la causa de la divergencia de una cultura subjetiva y objetiva. La ampliación del consumo, por su
lado, depende del crecimiento de la cultura objetiva, puesto que, cuanto más objetivo e impersonal es un producto, resulta más
apropiado para un número mayor de personas. Para que el consumo del individuo encuentre un material amplio, ha de ser accesible y
atractivo para muchos individuos y no puede depender de diferenciaciones subjetivas de los deseos, mientras que, por otro lado, es
precisamente la diferenciación extremada de la producción la que puede producir los objetos de modo tan barato y masivo como
requiere el volumen de consumo. Así pues este último es como un lazo que pone en relación estrecha la objetividad de la cultura con
su división del trabajo. Si la división del trabajo (que entendemos aquí como división de la producción, fraccionamiento del trabajo y
especialización) separa a la persona creadora de la obra creada y permite que esta última gane una autonomía objetiva, algo parecido
sucede con la relación entre la producción y el consumidor. Resulta evidente en qué medida se ha de objetivar el carácter conjunto de
la circulación económica y como la subjetividad ha de desaparecer y convertirse en objetividad anónima cuando entre el productor y
aquel que compra sus productos se interpolan tantas situaciones intermedias que hacen que el uno pierda de vista al otro. Hemos
heredado la idea de que las capas inferiores trabajan para las superiores. Esta idea es completamente errónea, dado que las
necesidades de las masas inferiores están cubiertas por la gran empresa., que ha puesto a su servicio infinitas energías científicas,
técnicas y organizativas de las clases superiores. Este carácter circular de los servicios en el que las clases inferiores compran para sí
el trabajo de las superiores se da en una cantidad interminable de ejemplos. El mismo resultado que en esa diferenciación de las
cosas paralelas se da en las cosas que se suceden. El cambio de la moda interrumpe aquel proceso de apropiación entre sujeto y
objeto. La moda es una de esas instituciones sociales que unifican el interés por la diferencia y el cambio con el que se da por la
igualdad y la coincidencia. Toda moda es, moda de clase, esto es, determina en cada caso a una clase social que, por medio de la
igualdad en su apariencia, adquiere coherencia hacia el interior, al mismo tiempo que excluye a las otras clases hacia el exterior. En
cuanto la clase inferior se apropia de la moda de la clase superior, a la que tiende a imitar, la superior la abandona y crea otra nueva.

- La importancia ocasional de la cultura subjetiva. Que también sucede lo contrario lo demuestra la objetivación opuesta de ambas
formas del espíritu. Aquí se ha logrado una elevación cultural de los sujetos aislados a costa de que la cultura del objeto quede
relativamente retrasada. Esta discrepancia se manifiesta de la forma más decisiva en las instituciones sociales propiamente dichas,
cuya evolución se caracteriza por mostrar un ritmo más lento y más conservador que la del individuo. Aquello que las personas están
capacitadas para producir o autorizadas para desear ya no encuentra lugar en las formas objetivas de la empresa. Las formas y
costumbres del matrimonio, coercitivas y fijas, se enfrentan a un desarrollo personal de los cónyuges, especialmente de la mujer. Los
individuos están hoy acostumbrados a una comprensión, una igualdad de los derechos y la cultura para los cuales la vida matrimonial
no ofrece ningún espacio adecuado. El espíritu objetivo del matrimonio, esta retrasado en su desarrollo, con respecto a los espíritus
subjetivos. Lo mismo sucede con el Derecho. El progreso y estancamiento pueden ser paralelos de modo inmediato y ello no en
esferas diferentes de la vida espiritual, sino también en una sola de estas, según que se considere la evolución del sujeto o la de las
construcciones que, siendo aportaciones de los individuos, han ganado una vida espiritual propia y objetiva.

- La relación del dinero con los agentes de estas tendencias opuestas. Si por un lado, la configuración contemporánea de esta
relación está determinada por la división del trabajo, por otro es también un resultado de la economía monetaria; y ello porque el
fraccionamiento de la producción en tantas realizaciones parciales requiere una organización que funcione con exactitud. Cualquier
otro tipo de relación entre el empresario y el trabajador habría de contener elementos incalculables, en parte porque el pago en bienes
naturales no es tan sencillo de determinar y, en parte, porque únicamente el vínculo monetario tiene el carácter meramente objetivo y
automático, sin el cual las organizaciones muy diferenciadas y complicadas no pueden existir; y, por último, porque el motivo esencial
por el que el dinero aparece resulta más eficaz en la medida en que la producción se sigue especializando, puesto que , en la
circulación económica, se trata de que el uno dé lo que el otro desea cuando este otro hace lo mismo por el primero. En la medida en
que los contenidos objetivos de la vida se van haciendo más objetivos y mas impersonales, aquello que no se puede cosificar se hace
más personal y mas innegable propiedad del Yo.

- Alteraciones en la distancia entre el Yo y los objetos como manifestación de los diferentes estilos de vida. Una de las
imágenes que se acostumbra a utilizar para poner de manifiesto la organización de los contenidos vitales es su ordenación en un
círculo en cuyo centro se encuentra el Yo. Existe una forma de relación entre este Yo y las cosas, personas, ideas e intereses, al que
únicamente se puede designar como distancia entre ambos. La significación interna de los estilos artísticos se puede interpretar como
una consecuencia de la distancia distinta que establecen entre nosotros y las cosas. Todo arte transforma la perspectiva en la que,
originaria y naturalmente, nos situamos frente a la realidad. Por un lado, el arte nos aproxima a esta realidad, por otro lado, todo arte
implica un alejamiento de la inmediatez de las cosas, hace que se reduzca el carácter concreto de los atractivitos e interpone una
especie de velo entre éste y nosotros.

- Tendencias modernas hacia el aumento y la disminución de esta distancia. El interés estético de los últimos tiempos se orienta
hacia el aumento de la distancia frente a las cosas. En todo esto se muestra un rasgo de la sensibilidad cuya degeneración patológica
es el “miedo al contacto”, es decir, el miedo a entrar en contacto demasiado estrecho con los objetos. Esta tendencia no seria, quizá,
tan influyente si, paralela a ella, no apareciera la opuesta. La relación espiritual con el mundo, que procura la ciencia moderna, de
hecho se puede interpretar en ambas direcciones. Cierto que, por medio del microscopio y del telescopio, hemos salvado distancias
enormes entre las cosas y nosotros; pero precisamente, nos hicimos conscientes de ellas en el momento en que las superábamos. La
debilitación creciente de la cohesión familiar, la importancia creciente de la individualidad, todo este distanciamiento corre paralelo con
el establecimiento de relaciones con lo más alejado, el surgimiento del interés por lo más remoto. Igual que la evolución cultural es
causa de que lo que antes era inconsciente posteriormente acontezca con pleno conocimiento, mientras que, por otro lado, muchas
cosas para las cuales precisaba una gran atención y un esfuerzo consciente ahora pasan a ser costumbre mecánica, así, también
aquí, lo más alejado se hace próximo a costa de aumentar la distancia respecto a lo más cercano.

- El papel jugado por el dinero en este proceso dual. El alcance de la función del dinero se hace visible, primeramente en la
superación de la distancia. A través del dinero es posible que un capitalista y un obrero alemán participen en la producción de las
minas de oro africanas. No obstante, parece más importante la función del dinero como vehículo de las tendencias opuestas. Aquella
debilitación de los vínculos familiares, se produce en función de los intereses económicos especiales de los miembros aislados, lo que
únicamente es posible en una economía monetaria. El hecho de que el ser humano haya de habérselas con un número tan enorme de
personas, como sucede en las relaciones comerciales, profesionales y sociales de la cultura urbana moderna, haría que los hombres
cayeran en la desesperación si aquella objetivación del carácter de la circulación no trajera consigo una frontera y una reserva
interiores. El carácter monetario, establece una distancia invisible entre los seres humanos que supone una protección y regularidad
internasen contra de la cercanía excesiva y de las proximidades de nuestra vida cultural.

- Crédito. Así como el dinero nos aleja de las cosas, pero al mismo tiempo nos aproxima a ellas, también la orden de crédito tiene una
relación doble con nuestra fortuna personal. Muchos individuos entregan su dinero en metálico en gastos inútiles con más facilidad
que si lo dejan en depósito de un tercero. Por otro lado, sin embargo, los cheques constituyen una invitación a la ligereza del gasto,
por no desprenderse directamente de una gran cantidad de dinero. Por un lado, los cheques nos alejan del dinero pero por otro lado
nos facilita la acción con él. Aquel que reclama crédito es un caballero. La circulación crediticia aparece como la más elegante, debido
a dos tipos de sentimientos: porque requiere confianza y porque la acumulación de deudas, hasta llegar al pago con el cheque, da
lugar a una cierta reserva del comprador frente al comerciante, se suprime la reciprocidad inmediata que se da con el dinero, y tiene
un carácter estético; es decir, la forma de un tributo, de una oferta a un poderoso.

- La preeminencia de la tecnología. Hoy tenemos luz eléctrica, en lugar de lámparas de aceite, no obstante, el entusiasmo por los
adelantos de la iluminación hacen olvidar que lo importante no es ésta, sino aquello que hace más visible; el delirio en que la telefonía
ha sumergido a los hombres, hace que olviden que lo importante es lo que se ha de comunicar. Esta preponderancia de los medios
sobre los fines sucede en muchas otras esferas. En la esfera de la producción se dice que las maquinas que habían de liberar al
hombre del trabajo de esclavo en la naturaleza, lo han rebajado incluso a la categoría de esclavo de la misma máquina.

- El ritmo o la simetría, y su opuesto, de los contenidos de la vida. Vamos a tratar otra determinación del estilo de vida, el tiempo.
Nuestra vida, en todos sus órdenes, depende del ritmo, el cambio del día y de la noche, que determina nuestra forma de vida, nos
muestra también el ritmo como esquema general. Gracias a su disposición sobre los alimentos y la protección frente al clima, el
hombre cultivado se ha independizado, de modo que no tiene más que seguir sus impulsos personales y no estar determinado de
modo necesario y rítmico. Cuando la cultura no solamente supera el espacio sino también el tiempo, ello implica que la determinación
de los aspectos temporales ya no constituye el esquema forzoso para nuestra acción y nuestro disfrute, sino que éstos dependen de
la relación entre nuestra voluntad y nuestro poder y de las condiciones puramente objetivas de su aplicación.

- La secuencia y simultaneidad de ritmo y simetría. Se puede considerar que el ritmo es la simetría proyectada sobre el tiempo
igual que la simetría se puede ver como el ritmo en el espacio. A fin de poder atribuir a las cosas ideas, sentido, armonía, hay que
empezar por representarlas de modo simétrico, por igualar las partes del todo y ordenar éstas en torno a un punto central. La
ordenación simétrica tiene una esencia racionalista y facilita la dominación de lo mucho y de los muchos a través de un punto central.

- Desarrollos análogos en el dinero. La esencia de la simetría es que cada elemento de una totalidad adquiere su posición , su
razón y su sentido únicamente por referencia a otro elemento y a un centro común a ambos; mientras que, por el contrario, en cuanto
cada elemento se obedezca solo as i mismo y únicamente se desarrolle a partir y en función de sí mismo, la totalidad aparecerá como
algo asimétrico y casual. Precisamente esta contradicción aparece como el motivo de todos los procesos que se dan entre una
totalidad social y sus propios individuos. La totalidad del todo se encuentra en lucha perpetua contra la totalidad del individuo. La
esencia del dinero reside en la altura abstracta que alcanza por encima de todos los intereses aislados, y sin embargo, se sitúa al
servicio de un deseo o configuración vital particulares. Y dentro de la igualdad general, del dinero con estructuras como la religión, el
Estado, la espiritualidad metafísica del ser, se da una extraña diferencia con éstas. Todas ellas, al descender del orden de los
intereses y posiciones singulares en los que aparece un conflicto de dos opuestos, se ponen del lado de una de las partes. El dinero,
en cambio, se pone a disposición de casi todas las tendencias y no adquiere la forma del antagonismo contra cualquier otra, como
hacen los demás poderes, una vez que pasan de su sentido general a uno particular. El dinero conserva la universalidad de su
sentido, incluso en la indiferencia con que se presta a los dos elementos de una contradicción.

- El ritmo y las alteraciones de la vida y de la oferta monetaria. Hay por último, una tercera influencia por medio de la cual el dinero
ayuda a determinar el contenido de la vida, su forma y su orden, se trata de la distinta velocidad en el discurrir de éstos, a través de la
cual se diferencian las diversas épocas históricas, las zonas del mundo y los individuos del mismo círculo. Efecto objetivo de un
aumento de dinero es la elevación proporcional de los precios. Acarrea transformaciones psicológicas: difícil pagar un precio superior
al que se venía pagando aunque haya aumentado el ingreso propio, un aumento de ingreso nos impulsa a despilfarros, sin reflexionar
que está igualado por el aumento de precio. El aumento de la cantidad de dinero, incrementa el gasto, lo que a su vez, implica un
aumento del volumen de intercambio de mercancías y por lo tanto un incremento, aceleración y multiplicación de las relaciones
económicas. Los efectos aceleradores que ejerce el aumento del dinero en el recurso de los procesos económicos-psíquicos se
manifiestan del modo más claro en la evolución del papel moneda depreciado. La movilidad del dinero es mayor cuanto peor es éste,
puesto que cada cual buscará deshacerse de él cuanto antes.

- La concentración de la actividad monetaria. Escala de objetos económicos: agricultura, fábrica, centro industrial, negocio
financiero.

- La movilización de los valores. La Bolsa. En ella los valores e intereses económicos reducidos por completo a su expresión
monetaria, alcanzan su unificación espacial más estrecha y, con ella, también su igualación, distribución y equilibrios mas rápidos.
Esta condensación doble de los valores en la forma monetaria y circulatoria en la bolsa hace posible que, en el tiempo más breve, los
valores pasen por el mayor número de manos.

- La constancia y el flujo como categorías para comprender el mundo. La realidad, por tanto, se encuentra en movimiento
perpetuo y aunque por falta de agudeza en la visión, no podamos constatarlas, las formas y las constelaciones de los objetos se
fortalecen en la aparición del objeto duradero. Permanencia y movimiento.

- El dinero como símbolo histórico del carácter relativo de la existencia.

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