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Dr. Alfredo Vargas.


Guillermo Adán Murillo Olea.
Licencia Canónica de Filosofía.

Enéadas VI de Plotino.

Esquema de la Enéada VI.


VI, 4. Libro I. Que el ente siendo uno y el mismo, está en todo a la vez en todas partes.
VI, 5. Libro II. Que el ente siendo uno y el mismo, está en todo a la vez en todas partes.
VI, 6. Sobre los números.
VI, 7. Sobre cómo vino a la existencia la multiplicidad de las ideas y sobre el Bien.
VI, 8. Sobre lo voluntario y la voluntad del Uno.
VI, 9. Sobre el Bien o el Uno.

VI, 4. Libro I.
Que el ente siendo uno y el mismo, está en todo a la vez en todas partes.
En VI 4, 1, 1-29 introduce el problema acerca de la presencia del alma, sobre si está o no
en todas partes y de ello se deriva si es indivisa o no.
Y para explicación de lo anterior parte explicando sobre el Universo verdadero y
la copia del mismo (naturaleza del mundos sensible), de tal modo que el mundo sensible
esta contenido y depende del Universo verdadero (VI 4, 2, 1-12). Posteriormente dice que
todo aquello cuanto existe está en este Universo participa de él, lo recibe todo de él, y que
se haya presente en todo a la vez sin perder su propia unidad, y que la aparente división
por estar en todas partes es en realidad unidad (VI 4, 2, 13-25), además dicho Universo es
primordial y es Ente. De tal manera que el ente emite las almas (y por emitirlas no
disminuye), de ahí que las almas se encarnan en los vivientes, que manifiestan en estos
una potencia del Ente, pero que aún en esa sola potencia está todo el Ente, pero que el ser
que lo ha recibido a través del alma solo ha sido capaz de recibir esa sola potencia (VI 4,
3, 5-10). Y de entre todos los seres, hay algunos que tienen todas las potencias, y en esos
se manifiesta de una manera más clara el Ente, pero al tener todas las potencias se separa
porque se particulariza, y deja de ser un todo, de estar en todas partes y por tanto es de
otro accidentalmente (VI 4, 3, 11-14).
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A continuación explica la presencia del alma en el cuerpo, pero sin tener unidad
alguna con el mismo, no se mezcla con la materia y el cuerpo, pero cada parte del cuerpo
está iluminada por el alma, y este no dejarse poseer, no mezclarse le permite conservar su
unidad (VI 4, 2, 20).
Más adelante afirma que el Ente contiene a los entes (VI 4, 4, 1) 1 y partiendo de
esta afirmación se da la explicación de cómo el alma está presente en el cuerpo en su
unidad y de modo múltiple, afirmando pues que la naturaleza del alma le concede a esta
ser una e indivisa, pero que su unidad no aniquila su multiplicidad (su presencia en todo
el cuerpo)2. Y en seguida del VI 4, 5, 1-20-6, 1-21 habla ahora de la presencia del alma en
la transformación de la masa de los cuerpos y cómo se hace presente en ellos después de
mutar.
En lo que corresponde de VI 4, 7, 8-9 y VI 4, 10-13 aplica la situación anterior
primero al cuerpo y luego a la cuestión del Universo (Ente) y lo contenido y emanado de
él su presencia total en la multiplicidad, para posteriormente tocar el tema de la
participación de las almas con este Universo a través del Ente, almas que se manifiestan
en el mundo sensible y que en ese manifestarse muestran su origen y participación.
En VI 4, 14 habla sobre el problema del mal, que se hace presente en el alma,
respondiendo que dichas almas ya eran así, de tal modo que así estaban determinadas a
ser y de la misma manera pasaron al mundo sensible. Y con esta preexistencia del alma
afirma a su vez la del hombre, siendo un alma pura e inteligencia vinculada a la esencia
pura (VI 4, 14, 15-20) y esa alma se manifiesta en un cuerpo, pero cuando este deja de
existir el alma pasa a la región inteligible y la imagen que emite el alma en el cuerpo pasa
a la región inferior, y el alma de la región inteligible se reabsorbe en el todo y deja de
existir en acto (VI 4, 16, 40-45).

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De esto se puede ver la explicación de la cuestión de las procesiones en VI 4, 4, 20-25.
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VI 4, 4, 30-45.
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VI, 5. Libro II.


Que el ente siendo uno y el mismo, está en todo a la vez en todas partes.
En este segundo libro toca el tema respecto a la unidad y el ser absoluto (VI 5, 2, 5).
Donde afirma que todos los seres aspiran al bien, y el Ser por naturaleza es uno, es
unidad, y el mismo ser tiende a dicha unidad, por lo que el ser y el bien se identifican, de
modo que es a lo que tiende todo ser, por lo que se puede afirmar que el bien está en cada
ser por ser parte de su misma naturaleza, luego entonces el bien hay que buscarlo dentro
de la misma naturaleza del ser (VI 5, 1, 10).
En VI 5, 4, 10-20 se puede identificar la procesión o las hipostasis, cuando habla
sobre los Primeros, Segundos y Terceros, diciendo que un mismo ser está entero en todas
partes y que es indeficiente por estar en cada cosa, por lo que deja de ver la imagen de la
hipostasis. Y que lo que surge del Uno y emana de él, a su vez participa de él, y que esto
segundo que surge del Uno tiende hacia él, que es la correspondiente tendencia que el ser
al estar entero en todas partes ya no puede seguir dado que se particulariza.
Y en los números subsiguientes VI 5, 5-12 desarrolla de manera conjunta lo
concerniente al ser absoluto, su unidad, su multiplicidad, su participación y su presencia.

VI, 6. Sobre los números.


En este apartado reflexiona sobre la naturaleza de los números así como de la existencia
de los mismos (VI 6, 1, 1-4).
En VI 6, 4, 10-15 cita a Platón que dice que los hombres llegaron a la noción de
los números por la sucesión de los días y las noches, atribuyendo así su concepción a la
alteridad de las cosas. Dice Plotino que el numero lo constituye el alma en la medida en
que esta pasa de una cosa a otra, y con esto retoma el problema de lo uno y lo múltiple,
respondiendo en esta ocasión que primero hay una Unidad en sí para luego ser unidad en
otro (VI 6, 5, 45), y que las cosas mismas han de pasarse en una sola Esencia, todas juntas
contenidas en una sola Naturaleza que es la inteligencia (VI 6, 7, 1-5).
Ya en VI 6, 15 habla sobre el ser Total, Verdadero que es Ser, Inteligencia y
Viviente perfecto, y que es todos los vigentes juntos, es Número total, ya que de lo
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contrario sería deficiente por algún número y si todos los vivientes no fueran contenidos
en él no sería Viviente perfecto.
En VI 15, 25 ubica el número en el ser, el cual viene de la inteligencia, y que
valiéndose del número el Ser genera los seres moviéndose según el número, luego
entonces el alma se identifica con el número. Pero el numero interior que es el acto de
sumar, contar, forma parte de la sustancia del hombre que participa del número y de a
armonía, por lo que se dic que el alma es número puesto que es sustancia, y el número que
forma parte del cuerpo es sustancia al modo del cuerpo y lo que forman parte del alma son
sustancia a modo de almas.
Y donde en VI 6, 17,40 y VI 6, 18, 1-50 trata respecto a las relaciones que existen
entre las diversas hipóstasis, siendo la más perfecta el Uno-Bien, la que lo contiene todo
de manera de unidad simple, donde el número no está limitado porque no es medido, sino
que son los seres que contiene (el ser en sí) la Medida, es, dice Plotino, la vida primaria,
la luz primaria, el número primario, que es de lo que viven las almas que contiene y de lo
que se nutren las almas del mundo sensible. El Uno Bien lo identifica pues, con el Ser,
donde todo es perfecto, y los seres desean alcanzar a ser lo que son para poder así
contemplar la vida plena que hay en el Ser (proceso de purificación que tratara más
ampliamente en VI 9).

VI, 7. Sobre cómo vino a la existencia la multiplicidad de las ideas y sobre el Bien.
En este número siete de manera muy general, aunque no reductiva, se puede rescatar el
análisis que Plotino hace de la relación de la hipóstasis de la inteligencia con el Uno-Bien.
Esto se puede constatar particularmente en dos pasajes: uno donde descubre el interior de
la propia inteligencia que es VI 7, 35, 19-30:
Pues también la inteligencia está dotada de una doble potencia: una intelectiva con la que
contempla los inteligibles que hay dentro de ella, y otra, con la que contempla al que está
más allá de ella mediante una intuición receptiva por la que, primero, veía solamente, mas
luego, sin dejar de ver, cobra inteligencia y se hace una misma cosa con su objeto. La
primera es la contemplación propia de una inteligencia cuerda; la segunda es inteligencia
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enamorada, cuando se enajena «embriagada de néctar»; y entonces es cuando,


desencogida y eufórica por la saturación, se vuelve inteligencia enamorada. Y más le vale.
Emborracharse con semejante borrachera a guardar la compostura.
- Entonces, ¿aquella inteligencia contempla sus objetos por partes, ora unos, ora otros?
-No. Es nuestra explicación la que, por razones didácticas, los hace sucesivos. Pero la
inteligencia posee ambas actividades inintermitentemente: la de pensar y la de no pensar
sino mirar a aquél de otro modo. Porque, al ver a aquel, concibe su propia prole y es
consciente de que la ha concebido y la lleva dentro. Cuando ve sus propios inteligibles, se
dice que piensa; a aquél, en cambio, lo ve con la potencia por la que está a punto de pensar.

Y el otro pasaje donde a través de un ejemplo muestra el retorno de la inteligencia hacia


el Uno-Bien a partir de lo contenido en sí misma, que se puede decir que le va
manifestando su origen y procedencia, y que es hacia lo que tiende para poder así
perfeccionarse (VI 7, 35 y 5, 1-15), donde también remarca el retorno del alma hacia la
inteligencia:
- Sin embargo, el alma se ha vuelto inteligencia y contempla como quien se ha vuelto
inteligencia y se ha instalado «en la región inteligible».
- Es verdad que, instalada en ella y mientras se ocupa de ella, piensa lo inteligible; pero
tan pronto como avista a aquél Dios, prescinde ya de todas las cosas. Es como si uno,
entrando en un palacio ricamente ornamentado y hermoso sobremanera, contemplara
maravillado una a una las filigranas que encierra antes de ver al señor del palacio. Pero
luego que hubiera visto a éste, asombrado de ver que no era de la misma naturaleza que
las estatuas, sino espectáculo digno de auténtica contemplación, en adelante,
prescindiendo de aquellas, no miraría más que aquél; y luego, mirándole sin quitarle ojo,
con la continuidad de la contemplación, ya no lo miraría como objeto, sino que su visión
se confundiría con el objeto de la visión hasta el punto de que en él lo que antes era objeto
de visión quedaría convertido en visión y se olvidaría de los demás espectáculos.

Este segundo pasaje entonces bien remite al retorno de las hipóstasis para poder
llegar a su centro que es el Uno Bien del cual han emanado, y en el cual se perfeccionan
al retornar sobre sí mismas, para así llegar a él.
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VI, 8. Sobre lo voluntario y la voluntad del Uno.


Desde VI 8, 1, 15-40 hasta VI 8, 7, 25 la situación de los actos del alma humana, partiendo
de su realidad en donde se expresa, esto es desde el mismo cuerpo, con la finalidad de
llegar a los actos del Uno-Bien y de su propio obras y así a partir de VI 8, 7, 30-11, 35 y
números subsiguientes comienza a describir el Uno-Bien y su actuar diciendo que:
1.- Está por encima de todas las cosas.
2.- No tiene principio.
3.- Obra según su naturaleza.
4.- Es único por sí mismo y no hay nada superior a él.
5.- Es él la misma autonomía y lo define como el propio Autodominio.
6.- Es el principio de todo.
7.- No vino a la existencia.
8.- En su propia esencia había ya voluntad.
9.- Las demás cosas existen en virtud de una participación en él.
10.- Existe por sí mismo.

VI, 9. Sobre el Bien o el Uno.


En VI 9, 1, 1 parte diciendo que es por lo uno que todos los seres tienen existencia, que es
la cuestión a tratar en este apartado, sobre la unidad y naturaleza del Uno-Bien, y la
relación de las demás hipóstasis con él.
De VI 9, 1, 15-2, 20-25 habla sobre la unidad contenida en el alma y en el Ser total
del que participan los demás seres, de tal modo que ellos poseen unidad pero también
multiplicidad más no se identifican con la Unidad.
Más en VI 9, 2, 30-40 dice que el Uno es el primero y que le sigue la Inteligencia
(que por su naturaleza se observa a sí misma y lo anterior a ella, VI 9, 2, 41-45), luego
siguen las Formas y el Ser. Es pues donde se da la descripción de identificación del Uno
con el Bien.
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Ya en VI 9, 3, 1 plantea la pregunta sobre la naturaleza del Uno, afirmando que el


Uno y el Principio (Bien) de todas las cosas es simple y que en él no hay multiplicidad
(VI 9, 5, 20).
Pero en VI 9, 5, 15-20 habla sobre la relación de la hipóstasis de la Inteligencia y
del alma, diciendo que la Inteligencia está entronizada en el alma y que es padre del alma,
esto para afirmar pues que ambas van en dirección del Uno que es anterior a la Inteligencia
y es principio de la misma (VI 9, 5, 25-30).
Vuelve a mencionar ciertas características respecto al Uno en VI 9, 6, 1-15
diciendo que no es inherente a un sujeto ni es indiviso al modo de lo mínimo pues es el
máximo de todos; es infinito por lo inabarcable de su potencia; es autosubsistente de lo
que se deduce su unidad; es causa para todo lo demás y todo por el subsiste (VI 9, 6, 25-
30); es anterior al movimiento (VI 9, 6, 40).
Desde VI 9, 8, 1-10 a VI 9, 9, 60 habla sobre la relación del alma y del Uno, y de
cómo el alma tiende hacia él. Así como dice del movimiento del alma que es como
circular, alrededor de un centro, poniendo como ejemplo el círculo, donde el centro del
círculo es el Uno, y es principio del alma. Y toda esta emanación de Uno, afirma Plotino,
no lo aminora sino que permanece siempre en el mismo estado, ya que de lo contrario
tendría que haber entonces algo superior a él. Por tanto todo lo que deriva de él, tanto el
alma como la inteligencia como todas las demás cosas, sean también permanentes porque
emanan de la verdadera vida que es el Uno.
El alma pues por su naturaleza ama a Dios, y desea aunarse a él, por su misma
naturaleza es que le busca, que tiende hacia él, por ello desde VI 9, 9, 30-60 a VI 9, 11, 1-
50 describe detalladamente cómo el alma puede alcanzar la verdadera visión-
contemplación del Uno-Bien sin que nada le obstaculice.

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