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Concepción del existente. Recoge la influencia de Hegel, Husserl y Heidegger.

Parte
de un dualismo entre «el ser que es en sí» y «el ser para sí». El ser en sí es una entidad
«opaca, idéntica a sí misma y maciza», que corresponde al existente, al ser que es.
El para sí es «relación», conciencia intencional, dirigida a las cosas. Esta conciencia
sale fuera del en sí, nace como una negación de éste y, en la medida en que es
distinto a él, es no ser. Es separación y distanciamiento del ser. Entre ambos, está el
no ser. La actividad de la conciencia es su nihilización.
Sartre distingue la conciencia pre-reflexiva de la conciencia reflexiva. La primera
tiene un objeto intencional dado. La reflexiva aparece cuando el objeto intencional
es el propio yo, realizando un acto de conocimiento. Por ejemplo, un paisaje
contemplado es el objeto intencional de la conciencia pre-reflexiva, y vernos a
nosotros mismos contemplando el paisaje es propio de la reflexiva. En este segundo
caso, el mundo y la conciencia se dan al mismo tiempo.
El mundo. Aparece a la conciencia como un conjunto de cosas interrelacionadas. Si
la actividad de la conciencia desapareciera, sólo quedaría el en sí, pero los objetos
tienen sentido en la medida en que están dados a una conciencia. Sartre salva la
posible caída en el subjetivismo al considerar que, si los seres tienen proyectos o
intereses comunes, también las cosas tendrán un valor universal, válido para
cualquier sujeto.
Fenomenología del otro. Sartre explica el proceso por el cual pasamos a reconocer
a los otros como un sujeto distinto a nosotros. Si se observa un objeto, es la
conciencia pre-reflexiva la que actúa; pero si en el acto de la observación somos
vistos por otro sujeto, cobramos conciencia de él como objeto para otro sujeto. En
este caso, la conciencia reflexiva es la que lo hace posible. Esto nos muestra que el
campo de la conciencia del otro comprende nuestro campo, nos convierte en objeto
y experimentamos al otro como un sujeto libre y consciente.
Libertad y valores morales. Siguiendo a Hegel, dice que la conciencia se afirma como
algo distinto al en sí. El para sí es una «secreción de la nada», que escapa a las
determinaciones del ser y, por tanto, es libre. La libertad pertenece a la estructura
del ser consciente, a diferencia del en sí, que es necesariamente. Si la conciencia es
libre, se puede decir que el individuo se hace a sí mismo, que todo depende de él,
de su elección, porque la conciencia actúa proyectando, dando sentido al entorno,
buscando el ideal perseguido. Los valores morales cobran sentido como valores
escogidos por la persona, como ideales que canalizan la conducta. Se trata de valores
universales, comunes a todos, de manera que el individuo, siguiendo la libertad de
la conciencia, proyecta su propio ser y, al mismo tiempo, el de todos los otros
individuos en general. El individuo que busca su libertad busca la de los demás. La
consecuencia que extrae Sartre es que el ser humano es un sujeto libre que se auto
trasciende, busca la plenitud y la obtiene cuando, sin dejar de ser para sí, es también
en sí.
Existencialismo. Su existencialismo nos muestra que la persona es lo que ella misma
se hace. Empieza a existir y se abre al futuro. Es consciente de proyectarse hacia el
futuro y es lo que ha proyectado ser. La vida tiene sentido en la medida en que el
individuo le da sentido.

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