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Buenos Aires
2010
ETIAM. Revista Agustiniana de Pensamiento: Volumen V, Número 5,
año 2010 / Coordinado por José Demetrio Jiménez. 1ª ed.-
Buenos Aires: Orden de San Agustín - Religión y Cultura, 2010.
388 p. 23x16 cm.
ISSN 1851-2682
1. Religión. I. Jiménez, José Demetrio, coord.
CDD 230
Director
José Demetrio Jiménez, OSA
Consejo de R edacción
Alberto Bochatey, Osa; José Guillermo Medina, OSA;
Julio Daniel Ríos, OSA; Emiliano Sánchez, OSA; Santiago Alcalde, OSA;
Gerardo García Helder; Luis Nos Muro, CM
Secretario
Pablo Daniel Guzmán
Editorial
José Demetrio Jiménez, OSA, Del espíritu y la letra.......................... 9
Estudios
Carlos Díaz Hernández, Educación: conocimiento y ética.............. 23
Á ngel B eleña L ópez , La base personalista de la crítica al
“consecuencialismo” en la “Veritatis splendor”.......................... 45
Arturo Purcaro, La economía al servicio de la misión. “Aparecida”
y el aporte de los agustinos........................................................... 57
Viviana Laura Félix, La filosofía a partir de la autopresentación de
Justino en el “Diálogo con Trifón”............................................... 97
Aldo Marcelo Cáceres, OSA, “De praescriptione haereticorum” de
Tertuliano. Algunas notas aproximativas...................................... 113
Federico R affo, Dios entre las mónadas. La centralidad del tema
Dios en algunas tesis metafísicas de G. W. Leibniz...................... 135
Temas de actualidad
R amón Eduardo Ruiz Pesce, “Yo, argentino” o la ética política.
Desafío filosófico del Bicentenario: la ética del “nosotros”........ 147
Alicia Di Paola, Reflexiones sobre el concepto de Nación................ 159
Celina A. Lértora M endoza , Centenario y Bicentenario. Dos
momentos para pensar Argentina................................................. 171
Félix García Moriyón, Una mirada católica desde España............. 185
Germán R amos, “A mitad de camino entre la verdad y la preferencia”.
El utilitarismo moral de Richard Rorty en “Una ética para laicos”. 211
Mario Alfonso, La llamada del “sommelier” es más persuasiva que
la llamada del predicador............................................................. 231
Textos y glosas
Marcela Borelli, Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca. 241
6 Índice
R incón Poético
Emanuel López Muro, Madre-luna y Vida simple............................. 337
Notas Bibliográficas
Obras de y sobre san Agustín
Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios (José Demetrio Jiménez, OSA). 343
Olmo Veros, R. del, San Agustín (Juan Manuel Millet)........................ 344
Cormio, P. (Ed.), Dio parla nel silenzio del Cuore. Vivere la Quaresima
con Sant’Agostino (Pablo D. Guzmán)................................................ 344
Orden de San Agustín y Espiritualidad Agustiniana
Marín de San Martin, L., Los Agustinos. Orígenes y Espiritualidad
(Pablo D. Guzmán).................................................................................. 345
Viñas Román, T., La Orden de San Agustín. Orígenes. Pervivencia.
Carisma. Espiritualidad. La institución monástica agustiniana
en su historia (José Demetrio Jiménez, OSA)................................... 346
Sánchez Pérez, E., Los agustinos cuyanos. Inventario archivístico y
documentación (siglos XVII-XIX) (José Demetrio Jiménez, OSA). 347
Bueno García, A., (Ed.), La labor de traducción de los agustinos
españoles (Julián Barenstein)................................................................ 348
7
Índice
Filosofía y antropología
Zanotti, G., Existencia humana y misterio de Dios (Martín Grassi). 355
Mosto, M., El mal y la libertad: Ensayos (Martín Grassi).................. 355
Pico della Mirandola, G. y Vives, J. L., De la Dignitat de l’Home
y Faula de l’Home (Julián Barenstein)............................................... 356
Trias M ercant, S., Diccionari D`Escriptors Lul.listes (Julián
Barenstein)................................................................................................ 358
Jouvenel, B., La ética de la redistribución (Karina De Lucca).......... 359
San Buenaventura, Obras completas I (Diana Fernández)................. 360
Ordine, N., El umbral de la sombra. Literatura, filosofía y pintura
en Giordano Bruno (Julián Barenstein).............................................. 362
Derrida, J., Carneros. El diálogo ininterrumpido: entre dos infinitos,
el poema (Eugenia Varela)...................................................................... 365
Aristóteles, Categorías (Martín Grassi)................................................. 365
Arellano, I.; Strosetzki, C.; y Williamson, E. (Eds.), Autoridad y
poder en el Siglo de Oro (Pablo D. Guzmán)..................................... 366
Teología y religión
Fray Luis de León, Dios y su imagen en el hombre. Lecciones inéditas
sobre el libro I de las Sentencias (1570) (José Demetrio Jiménez,
OSA)............................................................................................................ 367
8 Índice
El espíritu de la letra
En la Biblia se habla del espíritu de Dios que viene sobre sus elegi-
dos (cf. 1 Sam 16, 13; Jl 3, 1-2) y dirige sus pasos (1 Re 18, 12). Se dice
también que Dios es espíritu, en referencia a Egipto, que “es humano, no
divino, y sus caballos son carne, no espíritu” (Is 31, 3). Espíritu es pa-
labra polisémica. Su caracterización fundamental designa algo esencial
e inefable, principio de vida, soplo, hálito, aliento, fuerza vital. Espíritu
no es sólo alma. En el hombre ésta es el signo de la vida, pero no su
fuente. El hombre es viviente (nephesh) porque le ha sido concedido el
aliento de vida, rûah (Gn 2, 7). Dios “tiene en su mano el nephesh de
todo viviente y el rûah de toda carne humana” (Job 12, 10).
Los escritores de la Biblia eran creyentes. El problema para ellos no
es la existencia o la inexistencia de Dios, sino qué hace Dios en la vida
de los hombres, cómo se comporta, cuál es su desempeño. Quienes leen
la Biblia desde una perspectiva creyente suelen aceptar la proximidad
personal de Dios a cada uno de nosotros. Los judíos afirman que se trata
de una experiencia de encuentro a partir del estudio de un texto revela-
do, siempre abierto al descubrimiento de nuevos sentidos, infinitamente
lábil, nunca agotado, preñado de infinidad de significados que mani-
fiestan en la finitud de la escritura la infinitud de quien se dice en ellos.
Riqueza que se nos transmite en un texto que ha de ser cuidado hasta
en el más mínimo detalle, pues en él se halla concentrado el destello de
lo divino, siendo cada letra como un cofre que, cuando se abre, muestra
la grandeza de un tesoro. La infinitud de Dios se hizo finita en el texto
bíblico. Es así como se torna accesible al hombre. Tenemos, pues, la res-
11
Editorial
mientras que entre los orientales se emplea para simbolizar el luto (la
palidez de la muerte), tal como parece ser que se vestían también las
viudas de la realeza europea medieval (luto blanco). De lo que se infiere
que la verdad tiene que ver con la relación de enfoques diversos a partir
de dos polos de coherencia: de un lado lo que podemos llamar cosas,
de otro nosotros. Es lo que permite que una cosa ofrezca su significado
individual al servicio de un sentido más amplio y profundo, abarcativo
y a la vez concreto, en el que adquiere relevancia y sensatez. Un ramo
de flores no es “igual” cuando lo ofrezco por protocolo que cuando lo
deposito en la tumba de mi madre. En el primero va mi debido respeto,
en el segundo va mi persona.
Aun cuando afirmamos que las cosas son lo que son, tienen diversos
puntos de observación, y el nuestro no es único. Supongamos que las
cosas sean objetivables, es decir, que podamos hacernos una imagen
precisa de ellas. Pero el hombre no es objetivable, porque no es objeto
sino sujeto. No es igual que las cosas, porque es el que las nombra, tal
como refiere la tradición bíblica (Gn 2, 20). Desde el punto de vista
gnoseológico la verdad como relación supone que se da una polaridad
no unívoca, y que la aproximación a la verdad plena supone intersubje-
tividad, es decir, relación de sujetos que buscan la verdad desde sí, pero
abiertos a lo que les pueda venir desde más allá de sí. Se ha de evitar,
por ello, tanto la fagocitosis integrista (absorber la realidad en mi propia
visión) como el solipsismo relativista (encerrarme en mí para conocer
mi verdad). Puesto que la verdad gnoseológica supone relación, en ella
nos implicamos con lo que se genera del aporte mutuo, haciendo nuestro
legado a la tradición recibida, enriqueciendo la cultura que nos envuelve
con lo propiamente nuestro.
Concluyendo
Y para quienes no son creyentes, ¿qué es la Biblia? ¿Valdrá para
ellos esta reflexión? En su obra Poderosas palabras dice N. Frye que
“nadie osaría estudiar la cultura islámica sin empezar por el Corán, o
la cultura hindú sin empezar por los Vedas y los Upanishads: ¿por qué
entonces no iba a ser igualmente gratificante un estudio de la cultura
occidental a partir de la Biblia?” (1996:24).
Aunque la autoridad religiosa de la Biblia no alcance a quienes no
son creyentes, es posible el acercamiento a sus textos como indicativos
de una unidad imaginativa, simbólica e intelectual que ha marcado su
impronta en Occidente. En La historia más bella de Dios dicen sus pro-
loguistas: “Somos hijos de la Biblia. La Biblia continúa siendo el texto
fundador de nuestra cultura [occidental] … El mundo moderno, a fin de
cuentas, nació en Occidente, en el espacio geográfico que los cristianos
configuraron con la enseñanza de Cristo y de los Diez Mandamientos”
(1998:7-8). Es, al menos, “parte de nuestra historia, parte de nosotros
mismos. Conocerla y comprenderla mejor es conocernos y compren-
dernos mejor a nosotros mismos. Esta historia del dios único no nos
es indiferente, nos adhiramos al mensaje de la Biblia o lo rechacemos”
(1998:11).
Tal vez para ello puedan ayudarnos las aproximaciones ensayadas
por hombres de otras culturas y religiones. Porque también desde cultu-
ras diferentes se es cristiano y –si se me permite– judío. En perspectiva
cristiana porque no han faltado quienes, desde otras religiones, han
meditado con el Evangelio de Jesús en torno la vida del hombre y la
verdad de la realidad. Tarea que nos fascina y sobre la que intentaremos
dialogar en otro momento…
Bibliografía
Frye, N. (1996). Poderosas palabras. La Biblia y nuestras metáforas. Barce-
lona. Muchnik.
Miles J. (1996). Dios. Una Biografía. Barcelona, Planeta.
19
Editorial
Resumen
La educación es un tema de nuestro tiempo. Hablamos mucho de la edu-
cación en valores y de éstos como una necesidad vital en una sociedad cuya
crisis no sólo es económica. Valores como la solidaridad, la tolerancia y el
respeto a los demás son claves para la correcta integración del niño en la
sociedad que le acoge. Es una tarea en la que toda la sociedad ha de involu-
crarse: los padres deben inculcar esos valores y fomentarlos en el hogar, los
maestros, educadores y profesores en los centros educativos, y, en general,
deben participar todos los estamentos sociales preocupados por el bienestar
de las generaciones futuras. Educar en valores hoy es formar a ciudadanos
que sepan asumir conscientemente los desafíos de la globalización y puedan
comprometerse en la construcción de un mundo más justo y más inclusivo.
¿Cuáles son la tarea y el lugar de los educadores en esta misión?
¿Podría escribir una lista (en orden decreciente) de las diez actitudes
más importantes del maestro?
3.2. Orden
Nada que esté bien hecho se lleva a término sin orden, de ahí que
el orden sea la primera condición de toda obra. El maestro llamado a
infundir el hábito del orden en sus discípulos necesita primero vivir
él mismo una vida ordenada, ya que el desorden en la propia vida se
traduce en desorden en los hábitos de conducta, uno de los cuales es el
profesional.
Aunque la persona del maestro sea el principal agente del orden, no
estará de más el respeto de las reglas de juego, tanto el respeto de las re-
glas institucionales como el de las personales de cada agente educativo.
Un mínimo de lealtad a la institución es necesaria por parte de quienes
trabajan en ella. De lo contrario el desorden recaerá sobre el alumno, que
ante esa dualidad no sabrá a qué orden atenerse, si al demandado por la
institución, o al propiciado por el agente educativo.
Y, junto con todo lo anterior, que mande asimismo el reloj. Sin el
reloj no habrá personas de ley, ni hábito de disciplina.
Desarrollar personalidades ordenadas exige que el maestro tenga un
plan bien meditado de lo que haya de enseñar y un buen método peda-
gógico para desarrollar a un tiempo la mente del alumno y el contenido
de la enseñanza. Aunque la preparación remota del maestro sea sólida,
no debería olvidar los detalles de la preparación inmediata. Forme, pues,
un esquema de lo que se propone enseñar, divídalo en partes, y éstas en
29
Educación: conocimiento y ética
3.3. Sobriedad
Tampoco almacenaremos muchas ideas en cabezas ajenas. La ca-
beza no es un almacén, sino un lugar que debería estar bien amueblado,
libre de lo accesorio para encontrarse lo esencial. Ayudar a formar una
cabeza bien hecha es mejor que buscar una cabeza bien llena. Pocas y
buenas y bien digeridas ideas aprovechan más que muchas, demasiado
amontonadas, y confusas.
Junto a lo anterior, no dejar lo necesario por lo superfluo, ni lo útil
por lo meramente ornativo. La enseñanza no es pedantería ni erudición.
Enseñar es enseñar para la vida: alguna vez hay que aterrizar lo ense-
ñado, no se puede estar sobrevolando el aeropuerto sin aterrizar, porque
el combustible se acaba. Enseñar no es lanzar una cometa al aire para
que se mantenga siempre arriba, sino traer pasajeros para llevarlos a
mejores puertos.
Enseñar es tener hijos con la realidad, y no con la mera bibliografía.
Bibliografía que no sirve para cambiar el mundo no es sino erudición. Se
conoce a un erudito fundamentalmente por dos cosas: por su voracidad
para labrarse un curriculum egocéntrico, y por su simultánea incapa-
cidad para responder a las llamadas de la vida ayudando a quienes le
necesiten.
servación y progreso, pues de otra forma será cada vez menos maestro.
Maestro, no olvides esto: atiende a ti mismo. Tú eres el eje de la escuela
y, como sin eje el carro no marcha, antes que a los demás atiende a ti:
fórmate, conserva lo bien adquirido y pon al día lo no aprendido antes.
El maestro que se precia de serlo, y no sólo de parecerlo, siempre
estudia. Con cierta frecuencia se olvida que el maestro también olvida,
y que lo que aprendió se vuelve obsoleto al cabo de unos pocos años.
Si, por las circunstancias que fueren (económicas, personales, sociales,
etcétera), no se recicla, estará engañando al alumno.
Y con frecuencia también se engañará a sí mismo respecto de la
excelencia de su docencia, pues no hay nada más (auto) engañoso que
una ignorancia que lo es respecto de sí mismo.
La instrucción que quiera ser profunda y no detenerse en la superfi-
cie de las cosas exige estudio. El saber no ocupa espacio, pero requiere
tiempo. A más dedicación al estudio, mejor servicio. Una sociedad don-
de los maestros no estudian está condenada ella misma a no salir airosa
en la prueba de selectividad de la vida.
¿Cómo se explica que pueblos donde el atraso social predomina ten-
gan maestros incapaces de proponer soluciones correctoras a los males
de su pueblo? Por muchos motivos, pero especialmente por uno: porque,
aunque quisieran ayudar a salir del atraso ellos mismos, no sabrían qué
proponer para ello. Han estudiado poco, no han transpirado lo suficiente.
¿Y en los países ricos, cómo se explica el mantenimiento de la injusticia
y sobre todo el apego al dinero como aspiración suma? Porque aquí las
horas de estudio y la abundancia de medios tampoco se ponen al servi-
cio de la verdad, sino de la erudición.
No vemos contradicción en que la misma persona del educador
pueda ser a la vez educable. Lo impensable sería lo contrario. El buen
educador, el que sabe, sabe también que no sabe, y en lugar de defender
su propio orgullo ignorante acoge como un regalo el don de la enseñanza
del otro, venga de donde viniere; muchas veces esa enseñanza viene del
propio alumno, pues para ningún educador con oficio resulta un secreto
que se aprende enseñando.
31
Educación: conocimiento y ética
claro que tuve minutos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de
tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha
la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora. Yo era uno de esos
que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua
caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudieras volver a vivir, viaja-
ría más liviano. Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo
a principios de primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Daría
más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más
niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya ven, tengo ochenta
y cinco años y sé que me estoy muriendo”.
residencia de ancianos cerca de su casa. Pregunte qué día y qué hora son
las mejores para visitarlos.
A veces nos reciben con un cierto desconcierto que parece hostili-
dad. No hay tal. Es sorpresa y timidez. No están acostumbrados. Vuelva
a la otra semana y a la otra. Verá cómo le esperan. Es una emoción y
una experiencia inexpresables. Es preciso ser prudentes, pacientes, no
hacer preguntas innecesarias. Sobre todo, saber escuchar. No intentar
cambiar nada ni arreglar nada. Basta con que se sientan acompañados y
queridos, sin más. Es preciso abrirse al sufrimiento de los demás, a sus
necesidades, a sus alegrías que pueden no coincidir con las nuestras, a
sus realidades más verdaderas, suspendiendo el juicio, callando la crítica
frívola o el comentario imprudente. Es preciso aprender a amar a los
demás sin condiciones ni prejuicios, gratuitamente con amor de amistad
y sin esperar nada a cambio, sino la emoción de verse realizado en un
proyecto creativo en el que reconoceremos lo mejor de nosotros mismos.
A uno le gustaría ver multiplicados sus esfuerzos, la eficacia de su
labor, el efecto de su entrega. Y esto sólo se consigue sembrando ilu-
siones y esperanzas, abriendo a los demás a horizontes inmensos en los
que va urdida la savia nuestra. Con Rilke es bueno recordar que nada
extraño puede acontecernos fuera de lo que nos pertenece desde largo
tiempo. El drama es no saberlo y pasar de largo cuando tantas cosas y
vidas pueden depender de un momento de atención y de una actitud
inteligente. Emocionadamente inteligente” (García Fajardo).
Imperativo de la naturalidad
El saber sobre la naturaleza debe ser vivido desde el respeto a la
naturaleza misma, de forma que el vivir en el saber sea también un saber
en el vivir, y ambos un saber vivir.
Imperativo de la difusividad
La escuela permite a la persona sentirse hermana de sus semejantes,
potencia en ella el sentimiento de solidaridad haciéndola sentir continua-
dora de la obra de los antepasados, y espera que los sucesores harán lo
propio. Ello conllevará que frente a la injusticia proteste y luche.
Imperativo de la universalidad
Para un ser que vive en profundidad todo es escuela: para otro que
vive en superficialidad todo es anécdota, dato sin donación. Para quien
vive en profundidad, todas las escuelas forman parte de una escuela co-
mún, habiendo una universalidad inter e intracultural, en cierto sentido
43
Educación: conocimiento y ética
Imperativo de la felicidad
Una escuela contra la cual pueda lanzarse el gran argumento de que
nos hace humanamente desgraciados es una escuela incorrecta.
Imperativo de la radicalidad
Porque en última instancia la raíz de toda escuela es el sujeto, la
escuela no es un sector, sino una función global de la vida personal.
Imperativo de la deportividad
Para un ser que vive, la escuela constituye un proceso interminable.
No es posible ganar todas las carreras en la lucha contra la ignorancia;
se sale a jugar sabiendo que la victoria está en la adecuada participación.
Imperativo de la creatividad
Cuentan que un pequeño, vecino de un gran taller de escultura,
entró un día en el estadio del escultor y vio en él un gigantesco bloque
de piedra. Y que, dos meses después, al regresar, encontró en su lugar
una preciosa estatua ecuestre: “¿Y cómo sabías tú que dentro de aquel
bloque había un caballo?” (José Luis Martín Descalzo).
Imperativo de la humanización
La escuela se reconoce por su capacidad de crear vínculos, porque
conocer es co-nacer, irse incorporando cada vez más al caminar sinodal,
al caminar que hace camino acompañado. Cuando la persona se hace
mejor a través de la escuela, se hace igualmente más humana, evolucio-
na, asciende, pasa a la amistad convirtiéndose en humana entre seres
humanos y no en bestia entre bestias.
44 Carlos Díaz Hernández
Imperativo de la modestia
A pesar de todo, la escuela nos lleva a saber que nada sabemos al
final de la jornada sapiencial.
Imperativo de la trascendencia
La escuela, porque sabe que nada sabe, lejos de cerrarnos nos lanza
más y más hacia lo que nos trasciende, invitándonos a participar en la
aventura de lo uno, de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello, de lo eter-
no que eternizando salva y salvando eterniza.
La base personalista de la crítica
al consecuencialismo en la veritatis splendor
Resumen
Uno de los rasgos más característicos del pensamiento de Karol Wojtyla es
su infatigable reivindicación de la dignidad de la persona humana en conso-
nancia con su valor absoluto. Dicha noción, expresada en términos generales,
goza de una amplísima aceptación. Sin embargo, encaja difícilmente con la
corriente de filosofía moral acaso más influyente en las últimas décadas: el
consecuencialismo. La teoría ética consecuencialista, directa o indirecta-
mente, es objeto habitual de crítica en toda la obra de Karol Wojtyla1, pero
es rebatida muy expresamente en la Veritatis Splendor (VS), la que quizá fue
su encíclica más polémica, al tiempo que la más importante en cuanto a la
temática ética se refiere, por cuanto en ella se abordan los principios básicos
de la reflexión moral misma.
El consecuencialismo
Antes de abordar la crítica de Juan Pablo II en la VS, me parece con-
veniente recordar los principios fundamentales que enmarcan la teoría
consecuencialista, tomando pie en cómo es presentada en la propia VS.
La VS se refiere al consecuencialismo de un modo más directo en
los números que van del 71 al 83, explícitamente en el 75 (casualmente
el más largo de la encíclica), dentro del segundo capítulo, centrado en la
revisión de algunas tendencias de la teología moral actual. Concretamen-
te, al referirse a aquellas teorías éticas que para juzgar el acto moral “de-
dican especial atención a la conformidad de los actos humanos con los
fines perseguidos por el agente”, y según las cuales “el comportamiento
concreto sería recto o equivocado según pueda o no producir un esta-
do de cosas mejores para todas las personas interesadas: sería recto el
comportamiento capaz de maximizar los bienes y minimizar los males”
(VS, n. 74). Esta determinación de la moralidad a partir de la finalidad
que se pretende con la acción (en definitiva, los efectos o consecuencias
que se prevén alcanzar) explicaría su consideración como éticas teleo-
lógicas: “Este teleologismo, como método de reencuentro de la norma
moral, puede, entonces, ser llamado –según terminologías y aproches
tomados de diferentes corrientes de pensamiento– consecuencialismo o
proporcionalismo. El primero pretende obtener los criterios de la recti-
tud de un obrar determinado sólo del cálculo de las consecuencias que
se prevé pueden derivarse de la ejecución de una decisión. El segundo,
ponderando entre sí los valores y los bienes que persiguen, se centra más
bien en la proporción reconocida entre los efectos buenos o malos, en
vista del bien mayor o del mal menor, que sean efectivamente posibles
en una situación determinada” (n. 75).
El término consecuencialismo, empleado tanto en el ámbito de la
filosofía como de la teología moral, es en realidad relativamente reciente.
Al parecer fue utilizado por primera vez en 1958 por Elizabeth Anscom-
be2 para referirse a aquellas teorías éticas que juzguen la responsabilidad
2
En su artículo –pienso que ya famoso– “Modern Moral Philosophy” (Anscom-
be, 1958:1-19; Hudson, 1969:175-195).
47
la crítica al consecuencialismo en la veritatis splendor
4
Algunos autores comprometidos explícitamente con estas posiciones serían
Fuchs (1982:74-91), Knauer (1965:356-376), Janssens (1972:115-156) y McCormick
(1975:85-100; 1978).
5
Una breve exposición, y crítica, de estos planteamientos puede verse, por ejem-
plo, en Santos Camacho, 1985. Una consideración más amplia de la problemática aquí
considerada acerca de estos autores puede verse en Molina, 1996.
6
“La prohibición de ciertas cosas simplemente en virtud de su descripción como
tales o cuales tipos identificables de acciones, sin tener en cuenta las consecuencias
adicionales, no es ciertamente toda la ética judeo-cristiana, pero es una notable ca-
racterística suya” (Anscombe, 1958:185).
50 Ángel Beleña López
11
Una defensa de esta concepción “perfectivista” de la moral, puede verse en “En
busca de una base para el perfectivismo en la Ética” (1957) (Wojtyla, 2005:135-152.
Así mismo, Wojtyla desarrolla una interpretación personalista del carácter normativo
de la ley natural en “El hombre y la responsabilidad” (2005:271-295).
53
la crítica al consecuencialismo en la veritatis splendor
ninguna hipotética ley moral, pero dando pie entonces, por otro lado,
a la posibilidad de cualquier atentado contra esa dignidad humana tan
“valorada” (pues si las circunstancias lo requieren…).
Además, la absoluta dignidad de la conciencia no radica sólo en su
pertenencia a un ser libre y responsable, sino, sobre todo, en su orien-
tación a la verdad: “la dignidad de la conciencia deriva siempre de la
verdad”, recuerda la encíclica (VS, n. 63). Por tanto, los juicios de la
conciencia comprometen su dignidad cuando no buscan sinceramente
la verdad y el bien últimos de la persona, es decir, cuando yerran cul-
pablemente (venciblemente). Es necesario que sean al menos subjetiva-
mente verdaderos. Sin embargo, cuando se produce un error de juicio
con respecto a la idoneidad de una acción y no se reconoce el bien de la
persona, por mucho que esta ignorancia sea no culpable (invencible), no
deja de ser cierto que tales actos no contribuyen al crecimiento moral de
la persona que los realiza, no la perfeccionan y no sirven para disponerla
al bien supremo (cfr. VS, n. 63)12.
Porque sólo si se admiten objetos del acto humano que contradicen
radicalmente el bien de la persona (que no son “ordenables” a Dios),
“actos que, en la tradición moral de la Iglesia, han sido denominados
intrínsecamente malos (“intrinsece malum”): [que] lo son siempre y por
sí mismos, es decir, por su objeto, independientemente de las ulteriores
intenciones de quien actúa, y de las circunstancias” (VS, n. 80), sólo
entonces pueden tener fuerza los enérgicos alegatos contra las diversas
formas de conculcación de la dignidad humana típicas de nuestro tiem-
po, como las ejemplificadas por el Concilio Vaticano II en la Gaudium
et spes: “Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cual-
quier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio
voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como
las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos
de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como
las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios,
las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de
12
Esta cuestión, en relación con el consecuencialismo, ha sido tratada en Inciarte,
1980:399-417.
54 Ángel Beleña López
Bibliografía
Anscombe, G. E. M. (1958). “Modern Moral Philosophy”: Philosophy, 33, 1-19.
Beleña López, Á. (2005), Obligación y consecuencialismo en los “moralistas
británicos”. Madrid. Servicio de Publicaciones de la Universidad Com-
plutense.
Concilio Vaticano II (1966), Declaración Dignitatis humanae sobre la libertad
religiosa, y Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el
mundo actual. Madrid. BAC.
Fuchs, J. (1982). ““Intrinsece malum”: Überlegungen zu einem umstrittenen
Begriff”: K erber, W. (Ed.) (1982). Sittliche Normen. Zum Problem ihrer
allgemeinen und unwaldelbaren. Düsseldorf. Patmos, pp. 74-91.
Gutiérrez, G. (1990). “La estructura consecuencialista del utilitarismo”: Re-
vista de Filosofía [MCM], III/3, 141-174.
Gutiérrez, G. (1993). “La “Veritatis Splendor” y la ética consecuencialista
contemporánea”: Pozo Abejón, G. (Dir.) (1993). Comentarios a la “Veri-
tatis Splendor”. Madrid. BAC, 233-262.
Hudson, W. D. (Ed.) (1969). The ‘is-ought’ question: a collection of papers on
the central problem in moral philosophy. London. Macmillan.
Inciarte, F. (1980). “Sobre la ética de la responsabilidad y contra el conse-
cuencialismo teológico-moral”: Illanes, J.L. (Dir.) (1980). Ética y Teolo-
gía ante la crisis contemporánea. I Simposio Internacional de Teología.
Pamplona. EUNSA, pp. 399-417.
Juan Pablo II (1993). Encíclica Veritatis Splendor. Madrid. Palabra (Vid.
Wojtyla).
13
Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 27
(recogido en VS, n. 80).
55
la crítica al consecuencialismo en la veritatis splendor
Resumen
El mundo globalizado de la economía fomenta el individualismo y el “te-
ner”, descuidando relaciones esenciales de amor y los ámbitos en que éstas se
cultivan, como la familia y la religión. Dios es comunión. El hombre, imagen
y semejanza suya, está llamado a desplegar comunitariamente su vocación.
La Iglesia es el pueblo de Dios. La santidad (perfección divina en el hombre)
y la espiritualidad (presencia del Espíritu en todo) expresan la riqueza de la
comunidad. La vida religiosa agustiniana es una forma de vida comunitaria.
El amor convierte la relación en comunión. Globalizar la santidad, la espiri-
tualidad, es el desafío del siglo XXI.
“No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje,
a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción
fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la
fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición
de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no
58 Arturo Purcaro
“El llamado a ser discípulo misionero nos exige una decisión clara por
Jesús y su Evangelio, coherencia entre la fe y la vida, encarnación de los
valores del Reino, inserción en la comunidad y ser signo de contradic-
ción y novedad en un mundo que promueve el consumismo y desfigura
los valores que dignifican al ser humano” (Mensaje Final 2).
1
La palabra comunión aparece 268 veces en un documento de unas 80 mil
palabras.
59
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
2
Idea tomada del texto introductorio a la XIII Asamblea General de la CLAR,
(Lima, Perú, 12-21 de junio de 1997) (CLAR, 1997:82).
60 Arturo Purcaro
con la primacía del amor que reinaba entre ellos. Habiendo dado este
primer paso, que significa la erradicación del individualismo a nivel de
la persona, los miembros de la comunidad centran su atención en de-
sarrollar una convivencia armoniosa entre todos, a nivel de corazones
y almas. Es importante comprender que en esta comunidad lo que más
interesa no es la renuncia de la posesión de bienes materiales sino el
amor, en todos los ámbitos de la existencia humana. Este paso luego les
permite dirigirse juntos, ayudándose mutuamente, hacia el sumo bien,
hacia Dios, con quien quisieran unirse definitivamente.
El concepto de comunión está “en el corazón del auto-conocimiento
de la Iglesia” (Juan Pablo II, 1987:553). La Congregación para la Doc-
trina de la Fe ha declarado: “para que el concepto de comunión pueda
servir como clave de interpretación de la eclesiología, debe ser entendido
dentro de la enseñanza bíblica y de la tradición patrística, en las cuales
la comunión implica siempre una doble dimensión: vertical (comunión
con Dios) y horizontal (comunión entre los hombres)” (Juan Pablo II,
1982:11). La comunión promueve una solidaridad espiritual y visible
entre los miembros de la Iglesia a la vez que se alimenta de la unión
íntima con Dios Padre en Jesucristo por medio del Espíritu Santo de
modo invisible (Rovira, 1997:77). La Iglesia de nuestro tiempo, enten-
dida como signo e instrumento de comunión, tiene algo que decir, una
Buena Nueva, con su palabra y con su testimonio de vida, especialmente
a la población empobrecida de América Latina.
El sujeto de la espiritualidad promovida por la Iglesia en el Concilio
Vaticano II es la misma Iglesia, la comunidad creyente, y no cada uno
de modo aislado. Después de casi cinco siglos en los que prevaleció la
perspectiva individual de la espiritualidad, la Iglesia pone especial én-
fasis ahora en la perspectiva comunitaria, recuperando así una tradición
antigua y primitiva en que el cristiano no sólo es un ser para los demás,
sino un ser con los demás. Entendida así, la espiritualidad de comunión
es la espiritualidad de las relaciones. Se descubre la clave de la reno-
vación pastoral promovida por el Concilio Vaticano II en una renovada
espiritualidad.
El documento de Aparecida desarrolla el concepto elaborado por
Juan Pablo II en Tertio Millenio Adveniente (n. 43), la espiritualidad de
61
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
“Los seglares deben asumir como tarea propia la renovación del orden
temporal. Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar au-
ténticamente los principios morales que hay que seguir en este terre-
no, a los seglares les corresponde con su libre iniciativa y sin esperar
pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la
mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comuni-
dad en que viven. Los cambios son necesarios, las reformas profundas,
indispensables: deben emplearse resueltamente en infundirles el espíritu
evangélico” (81).
63
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
3
La cursiva es del autor.
64 Arturo Purcaro
Unos años más tarde, en 1979, Puebla pidió a la Iglesia no sólo pro-
mover la comunión, siendo su instrumento, sino también ser ella misma
signo de comunión:
4
La cursiva es del autor.
65
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
5
La Conferencia Episcopal Peruana (2007:68) cita el cuidado del medio am-
biente frente a las empresas extractivas (66), la apropiación intelectual ilícita (67, 83),
la alerta sobre la realización de tratados comerciales (67), el cuestionamiento de la
laxa regulación de las empresas financieras (69), la alarma ante la corrupción (70),
el debilitamiento de los sindicatos (71), el prejuicio a los campesinos pobres (72) y la
explotación laboral (73).
67
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
6
Hablando de la ciudad de Hipona, expresa F. van der Meer la opinión: “Las
excavaciones no nos permiten estimar el número de sus habitantes, pero se le suponen
entre treinta y cuarenta mil” (Meer, 1965:46).
70 Arturo Purcaro
Propuesta
Con el afán de ofrecer elementos para un diálogo fructífero sobre
el tema, aquí se presenta una sugerencia sobre la manera en que la eco-
nomía diocesana y parroquial pueda servir de modelo alternativo de
comunión para la sociedad actual y estar al servicio de la gran misión de
la Iglesia, que es evangelizar (“anunciar con palabras y hechos la Buena
Nueva de Cristo”). En concreto, se trata de varios componentes:
1. Desvincular de modo radical la celebración de los sacramentos de
todo tipo de ingreso para el sustento del culto y sus ministros;
2. Fortalecer y promover la creación y buen funcionamiento del Con-
sejo Diocesano de Asuntos Económicos y el Consejo de Asuntos
Económicos a nivel parroquial, para encarnar de modo concreto la
eclesiología y espiritualidad de comunión;
3. Establecer, con la ayuda del Consejo Diocesano de Asuntos Econó-
micos y los Consejos de Asuntos Económicos a nivel parroquial, un
fondo común que garantice un ingreso mínimo para el clero y para el
sustento de la institución eclesiástica.
Todo eso, en función a liberar al pastor para poder privilegiar la
tarea evangelizadora en su labor pastoral, dejando más claro en el com-
portamiento institucional la prioridad y motivación de sus actividades
mientras testimonia por medio de la administración económica eclesial
los valores de corresponsabilidad y comunión de bienes al estilo de la
comunidad primitiva de Jerusalén.
Contexto histórico
La situación económica de la Iglesia en general ha sufrido un gran
cambio a fines del siglo XVIII y principios del XIX, principalmente
en Europa, pero ciertamente con consecuencias reales para los países
de América Latina. Hasta entonces una gran parte de las instituciones
eclesiásticas se sostenían principalmente con las rentas de su patrimonio
inmobiliario (Hertling, 1986:466). Como resultado de la confiscación de
los bienes eclesiásticos por el Estado y la consecuente reducción drástica
de ingreso percibido de sus rentas, la Iglesia sufrió un gran empobre-
74 Arturo Purcaro
7
20. Los presbíteros, entregados al servicio de Dios en el cumplimiento de la
misión que se les ha confiado, son dignos de recibir la justa remuneración, porque “el
obrero es digno de su salario” (Lc 10, 7), y “el Señor ha ordenado a los que anuncian
el Evangelio que vivan del Evangelio” (1 Cor 9, 14). Por lo cual, cuando no se haya
provisto de otra forma la justa remuneración de los presbíteros, los mismos fieles
tienen la obligación de cuidar que puedan procurarse los medios necesarios para
vivir honesta y dignamente, ya que los presbíteros consagran su trabajo al bien de
los fieles. Los obispos, por su parte, tienen el deber de avisar a los fieles acerca de
esta obligación, y deben procurar, o bien cada uno para su diócesis o mejor varios
en unión para el territorio común, que se establezcan normas con que se mire por la
honesta sustentación de quienes desempeñan o han desempeñado alguna función en
servicio del pueblo de Dios. Pero la remuneración que cada uno ha de recibir, habida
consideración de la naturaleza del cargo mismo y de las condiciones de lugares y de
tiempos, sea fundamentalmente la misma para todos los que se hallen en las mismas
circunstancias, corresponda a su condición y les permita, además, no sólo proveer a
la paga de las personas dedicadas al servicio de los presbíteros, sino también ayudar
personalmente, de algún modo, a los necesitados, porque el ministerio para con los
pobres lo apreció muchísimo la Iglesia ya desde sus principios. Esta remuneración,
además, sea tal que permita a los presbíteros disfrutar de un tiempo debido y sufi-
ciente de vacaciones: los obispos deben procurar que lo puedan tener los presbíteros.
Es preciso atribuir la máxima importancia a la función que desempeñan los sagrados
ministros. Por lo cual hay que dejar el sistema que llaman beneficial, o a lo menos
hay que reformarlo, de suerte que la parte beneficial, o el derecho a los réditos do-
tales añejos al beneficio, se considere como secundaria y se atribuya, en derecho,
el primer lugar al propio oficio eclesiástico, que, por cierto, ha de entenderse en lo
sucesivo cualquier cargo conferido establemente para ejercer un fin espiritual.
76 Arturo Purcaro
9
Canon 492 §1. En cada diócesis ha de constituirse un consejo de asuntos eco-
nómicos presidido por el Obispo diocesano o su delegado, que consta al menos de
tres fieles designados por el Obispo, que sean verdaderamente expertos en materia
económica y en derecho civil, y de probada integridad.
78 Arturo Purcaro
§2. Los miembros del consejo de asuntos económicos se nombran para un perío-
do de cinco años, pero, transcurrido ese tiempo, puede renovarse el nombramiento
para otros quinquenios.
§3. Quedan excluidos del consejo de asuntos económicos los parientes del Obis-
po, hasta el cuarto grado de consanguinidad o de afinidad.
Canon 493. Además de las funciones que se le encomiendan en el Libro V, De
los bienes temporales de la Iglesia, compete al consejo de asuntos económicos, de
acuerdo con las indicaciones recibidas del Obispo, hacer cada año el presupuesto
de ingresos y gastos para todo el régimen de la diócesis en el año entrante, así como
aprobar las cuentas de ingresos y gastos a fin de año.
Canon 494 §1. En cada diócesis, el Obispo, oído el colegio de consultores y el
consejo de asuntos económicos, debe nombrar un ecónomo, que sea verdaderamente
experto en materia económica y de reconocida honradez.
§2. Se ha de nombrar al ecónomo para cinco años, pero el nombramiento
puede renovarse por otros quinquenios, incluso más de una vez, al vencer el plazo;
durante el tiempo de su cargo, no debe ser removido si no es por causa grave, que
el Obispo ha de ponderar habiendo oído al colegio de consultores y al consejo de
asuntos económicos.
§3. Corresponde al ecónomo, de acuerdo con el modo determinado por el con-
sejo de asuntos económicos, administrar los bienes de la diócesis bajo la autoridad
del Obispo y, con los ingresos propios de la diócesis, hacer los gastos que ordene
legítimamente el Obispo o quienes hayan sido encargado por él.
§4. A final de año, el ecónomo debe rendir cuentas de ingresos y gastos al con-
sejo de asuntos económicos.
79
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
10
En las parroquias que han asumido la recomendación de Aparecida a sectorizar
los servicios parroquiales, el equipo responsable por cada sector se involucra en la
animación y promoción de las ofrendas voluntarias de las familias del sector.
80 Arturo Purcaro
sueldo del clero en la medida que sus parroquias van cumpliendo los
otros pasos hacia el objetivo que incluye asegurar un ingreso mínimo
para el clero desvinculado con la celebración de los sacramentos.
La garantía de este ingreso mínimo viene de la diócesis y entra en
vigor sólo si es que el Consejo de Asuntos Económicos de la parroquia,
debidamente constituido, cumple con la presentación anual al Consejo
Diocesano de Asuntos Económicos el presupuesto y el informe econó-
mico de la parroquia. Por su parte el Consejo Diocesano de Asuntos
Económicos revisa y autoriza el presupuesto, garantizando el gasto no
subsanado por los ingresos parroquiales.
Se trata de un ingreso mínimo garantizado para cada miembro
del clero trabajando en la parroquia o a nivel diocesano (no una suma
fija, sino una cantidad en relación a otro indicador de un sueldo justo
y adecuado para una persona –no una familia–, como por ejemplo la
mitad del sueldo del profesor). Este ingreso puede fijarse con un criterio
variable dentro de la diócesis, como por ejemplo el caso de miembros
del clero que trabajan en la sierra con un ingreso fijo superior a lo que
reciben los miembros del clero trabajando en la costa.
El logro de este objetivo requerirá un compromiso serio de parte
del clero a reunirse anualmente para uno o dos días para revisar y
refinar el plan, aunque la parte más pesada la llevaría el Consejo Dio-
cesano de Asuntos Económicos y los Consejos de Asuntos Económico
a nivel de parroquia (elaboración del presupuesto anual, organización
del recojo de los ingresos). Lograr el objetivo liberaría el clero de la
obligación asumida de recaudar fondos y ser responsable directo de
los aspectos más mundanos relacionados con la vida económica de
la parroquia (como contar la colecta dominical, controlar los ingre-
sos del despacho parroquial, por ejemplo), para poder dedicarse más
plenamente a asesorar espiritualmente al rebaño encomendado y a
acompañar el proceso sistemático de crecimiento en la fe de forma
progresiva y global.
81
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
Conclusión
Una Iglesia que, como pueblo de Dios, vive la comunión fraterna
en la necesaria comunicación de bienes será el signo e instrumento
82 Arturo Purcaro
ese ideal, Agustín también fue muy realista. Su brevísima Regla, de sólo
ocho capítulos cortos, reconoce en múltiples renglones la peculiaridad,
la particularidad, la unicidad de la identidad de cada religioso, con sus
limitaciones y defectos, mientras pide a todos poner por delante el bien
común, el bien de los demás. Se trata de construir una comunidad no
perfecta sino en camino, con tendencia consciente y firme hacia la per-
fección, hacia la comunión.
Hablar de comunión como algo más concreto que una vaga sensa-
ción de tinte literario romántico exige pensar en la manera concreta de
visibilizar la fraternidad, de encarnar los valores evangélicos del destino
universal de los bienes de la creación, una meta urgente para la huma-
nidad. La causa de los pobres sigue siendo el reto más desafiante para
la Iglesia y para la vida religiosa agustiniana dentro de ella en América
Latina. La opción preferencial por los pobres implica comprometerse
con el pobre, asumir su causa, trabajar para cambiar las estructuras
injustas que no favorecen esa causa.
La comunidad agustiniana está llamada a ser más consciente de
que la comunión se vive a nivel amplio, general, universal, pero es par-
cializada, preferencial, desde el pobre, en la práctica y la defensa de la
justicia.
Agustín ha afirmado públicamente no querer ser un obispo para sí
mismo, sino para los demás. De forma análoga, los agustinos no pode-
mos ser cristianos para nosotros mismos, en beneficio de nuestra propia
comunidad no más. Todo lo que hemos recibido es para compartir con
los demás, con el mundo; así se entiende el carisma al servicio de la nue-
va evangelización para un mundo mejor. Así los agustinos en América
Latina, al esforzarnos por constituir para el continente un modelo alter-
nativa de vida, tanto a nivel material como espiritual, serviríamos como
un dinamismo de renovación y conversión permanente para la Iglesia,
para la sociedad, en camino hacia la plenitud en Cristo.
84 Arturo Purcaro
Anexo
Arquidiócesis de Valladolid, España
I. Principios económico-pastorales
ción por los pobres y marginados”. Esta opción que manifiesta el buen
espíritu y generosidad de nuestros sacerdotes, para que sea auténtica y
se lleve a la práctica, debe cuestionar la forma como el propio sacerdote
administra su economía personal y la que, por su cargo, administra en
la Diócesis. No sería auténtica una opción por los pobres, si se viviera
desde una plataforma de seguridad y sin verdadero espíritu de pobreza
evangélica y, quien debe administrar los recursos económicos de la Igle-
sia a su cargo, debe hacerlo con la convicción de que no es dueño sino
administrador, y que está obligado, en conciencia, a actuar conforme a lo
establecido por la legislación canónica y con espíritu de justicia, caridad
y generosidad para que los fieles vean en él la doble imagen de Cristo
Pastor y Buen Samaritano.
Para ayudar al presbiterio a encontrar más claramente el camino a
seguir, publico ahora las presentes NORMAS para la administración
económica de la Diócesis. Son éstas, el resultado de una amplia consul-
ta y del detenido estudio de las normas legales que deben observar las
Asociaciones Religiosas, y manifiestan mi voluntad de cumplir con mi
tarea de servir a la Diócesis en un campo delicado y urgente.
Justificación
Ver:
• Como Iglesia que buscamos la Comunión y Participación, aún no
hemos concientizado de modo efectivo a los fieles a practicar su deber
de sostener, ayudar, solidariamente en el mantenimiento del culto y
los ministros… del proceso de evangelización diocesana.
• A pesar de los intentos de educar a los fieles para ayudar en el susten-
to de la obra de evangelización, se mantiene la concepción de que la
Iglesia tiene lo suficiente y que los pobres no deben dar sino recibir.
Los agentes pastorales no piden porque piensan igual.
• La pobreza económica y la constante crisis del agro golpea a nuestro
pueblo; a la vez, el pueblo en general es generoso y gasta su dinero en
cosas que le parecen importantes (fiestas, bailes, bebidas, reinados,
excursiones…). No es extraño que una pareja “colabora” con una
cantidad insignificante para la celebración del sacramento (inclusive
pidiendo “rebaja”) para luego tirar la casa por la ventana al realizar
la fiesta subsiguiente.
• Si bien la realización de bingos o actividades organizadas regular-
mente generan un ingreso a la parroquia, no compromete responsa-
blemente al pueblo y agentes pastorales en asumir una obligación en
el sostenimiento del culto y sus ministros.
• Creciente “privatización” de los sacramentos por motivos principal-
mente económicos (en una Iglesia que quiere darse a conocer como
“comunión y participación”, privilegiamos la celebración privada –no
comunitaria– de la misa, el bautismo y el matrimonio).
• Creciente comercialización o aceptación de la idea de “vender” sa-
cramentos como medio para sostener el culto y sus ministros (aunque
en este caso es principalmente para mantener el ministro).
• Existe poco conocimiento, aceptación o compromiso en cuanto a
asumir las normas diocesanas referente a los estipendios máximos
para los sacramentos de parte de los ministros, y deficiente disciplina
en corregir los errores más escandalosos.
89
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
Juzgar:
2 Corintios 8, 7
“Ustedes sobresalen en todo: en dones de fe, de palabra y conoci-
miento en entusiasmo, además que son los primeros en mi corazón.
Traten pues de sobresalir en esta obra de generosidad”.
Actuar:
a) Reunión extraordinaria del Consejo Presbiteral (primer semestre del
2007) para identificar y asumir el objetivo para este nivel de Admi-
nistración Parroquial. El encuentro de dos días incluye los siguientes
puntos:
• Presentación sobre Comunión de Bienes:
a. Las Sagradas Escrituras.
b. Historia de la Iglesia.
c. Derecho Canónico vigente.
• Presentar la propuesta diocesana que puede o no incluir los si-
guientes elementos:
a. Erradicar estipendios relacionado con la celebración de todos
los sacramentos.
b. Opción explícita por priorizar la evangelización sobre la sacra-
mentalización (no excluyente).
• Presentar y aprobar Normas Diocesanas referentes a la prepara-
ción para recibir los sacramentos.
• Definir y aprobar los pasos a tomar hacia el logro del objetivo
trazado (ver la propuesta de pasos que sigue).
b) Reunión del Consejo Pastoral en agosto del 2007 para socializar y
enriquecer el plan económico diocesano.
Lo que se quiere es suscitar ideas para sensibilizar al pueblo en este
plan.
c) En las visitas pastorales Monseñor se reúne con el CAEP y adminis-
tradores para sensibilizar en el plan.
d) El CAED se reúne (o a nivel diocesano o en cada parroquia) con el
CAE de cada parroquia para revisar el plan diocesano de Comunión
de Bienes (segundo semestre 2007).
91
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
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Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida – Brasil (13-31
de mayo de 2007).
95
La economía al servicio de la misión Aparecida y el aporte de los Agustinos
Resumen
Es en los primeros capítulos del Diálogo en donde se concentra la consi-
deración de la filosofía en esta obra de Justino, a diferencia de la Apología,
en la que la referencia a la cultura pagana, y dentro de ella a la filosofía es
constante. Esta reducción de la temática filosófica puede explicarse en función
de los destinatarios de la obra. Este punto es objeto de discusiones por parte
de los investigadores. Bobichon ensaya dar una respuesta mediante compa-
ración del contenido, modo de presentación de los temas en sendas obras del
apologista y las indicaciones que el mismo Justino hace acerca del proyecto y
motivaciones de la obra, concluyendo que el Diálogo está destinado principal-
mente a judíos y cristianos de ambiente helénico, aunque admite la apertura
a la lectura por parte de un público amplio, pero que no sería su principal
destinatario (cf. Bobichon, 2003:129-159).
1
El tema es desarrollado por Girgenti en dos publicaciones: un artículo: “Gius-
tino martire, il primo platonico cristiano” (1990:214-255) y un libro: Giustino mar-
tire. Il primo cristiano platonico (1995). En ambos textos está presentado el status
quaestionis.
2
Estos autores abordan en el tema en las siguientes obras: van Winden, 1971 y
Joly, 1973.
99
La filosofía a partir de la autopresentación de Justino en el diálogo con Trifón
“¿No tratan de Dios los filósofos en todos sus discursos y no versan sus
disputas siempre sobre su unicidad y providencia? ¿O no es objeto de la
filosofía el investigar acerca de Dios?” (Dial. 1, 3).
100 Viviana Laura Félix
Justino afirma que también para él Dios debería ser el tema central
de la filosofía, por lo que podemos inferir que comparte la concepción
de la filosofía de alguna de estas tendencias que surgen en torno al na-
cimiento de Cristo, como el platonismo medio. Veamos por ejemplo lo
que dice el Didaskalikos en el capítulo II describiendo la vida filosófica:
193, De Deo Socratis, III, 124), en estos últimos autores con un acento
más místico; y en última instancia todos remiten a Platón mismo3. En
esta línea más mística, pero fuera del platonismo escolar, encontramos
esta centralidad teológica en filosofías como el neopitagorismo, la de
los Oráculos Caldeos y el hermetismo. Justino manifiesta, en el mismo
Diálogo, conocer estos planteos cuando habla como platónico con el
anciano (cf. Dial. 2, 6 y 3, 7). Sin embargo, aquí Justino específica sobre
que puntos de la cuestión de Dios no se ocupan la mayoría de los filó-
sofos: 1) unicidad y multiplicidad, 2) providencia individual. Respecto
de la primera cuestión sólo es abordada de un modo vago y tangencial
entre sus contemporáneos, si consideramos que en esta época tenemos
las primeras sistematizaciones de doctrinas hipostáticas para explicar la
divinidad: la tendencia general en las escuelas que se ocupan del tema de
Dios es de afirmar la existencia de un Dios supremo y entidades divinas
subordinadas a él, sin problematizar si Dios es uno muchos, cuestión
muy cara al monoteísmo judío y al cristianismo en cuanto hunde sus
raíces en él, pero que no es parte de las especulaciones paganas.
Respecto de la cuestión de la providencia, Joly afirma que la
creencia en la providencia individual estaba muy difundida hacia los
primeros siglos de la era cristiana, por lo que los cristianos no tenían
la exclusividad respecto de la misma (como, según este autor, Justino
dejaría entender de modo tendencioso). En este punto, van Winden cita
a Pepin, quien afirma que subsisten trazos de un ataque pagano contra la
pretensión cristiana de conciliar una providencia universal e individual,
y esto sería prueba de que, en ciertos casos, la providencia individual
sería una “image de marque”, esa creencia incluso llega a ser entre los
cristianos un artículo de fe. Esto mostraría según van Winden que la
crítica de obrar tendenciosamente hecha por Joly a Justino, depende de la
mayor o menor benevolencia del comentador (cf. van Winden, 1977:187-
188). ¿Quiénes entrarían dentro del grupo de los negadores de la provi-
dencia individual? Según Bobichon, se trataría tanto de los estoicos, en
Cf. para conocimiento de Dios: Rep. , VI, 508 e, Banq., 210 a. y para asimi-
3
lación a Dios: Teetetos, 176 ab; Fedro, 253 a-b; República, X, 613 a, Timeo, 90 a-d;
Las Leyes, IV, 716 a-c.
103
La filosofía a partir de la autopresentación de Justino en el diálogo con Trifón
“No es difícil comprender a qué extremos los conduce esto: los que así
opinan, aspiran a la impunidad, a la libertad de palabra y de obra, a
hacer y decir lo que les dé la gana, sin temer castigo ni esperar premio
alguno de parte de Dios. ¿Cómo, en efecto, lo esperan quienes afirman
que las cosas serán siempre las mismas, llegando hasta pretender que
yo y tú hemos de volver a vivir vida igual a la presente, sin que nos
hayamos hecho ni mejores ni peores? Otros, dando por supuesto que el
alma es inmortal e incorpórea, opinan que ni aún obrando el mal han
de sufrir castigo alguno, como quiera que lo incorpóreo es impasible, y
siendo el alma inmortal, no necesitan ya para nada de Dios” (Dial. 1, 5).
4
Pepin descubre una argumentación en un contexto cirenaico similar a la que
propone Justino de que la afirmación de una providencia individual volvería superflua
toda plegaria. (cf. van Winden, 1977:186).
104 Viviana Laura Félix
5
Tengamos en cuenta la doble posibilidad de traducción de la expresión κατά
τινας λεγομένους Πλατωνικούς “según algunos, los llamados platónicos” (así Ruiz
Bueno, Bobichon y Hyldahl) o “según algunos platónicos” (así van Winden) (cf. Dial.
5, 1). De hecho el Didaskalikos afirma, manteniendo la inmortalidad, la creación de
parte racional del alma por parte del Demiurgo (cf. XVI, 2 [p. 171, 33ss.]).
6
Justino propone cuatro características que adquiere el alma cuando accede
a la felicidad eterna: inmortalidad, incorruptibilidad, impasibilidad y ausencia de
sufrimiento.
105
La filosofía a partir de la autopresentación de Justino en el diálogo con Trifón
7
De este modo traduce Visona el adjetivo ὅσιοι, que literalmente se traduce
como santos, sagrados o piadosos. Bobichon señala que el término santos aplicado
a los filósofos no es extraño a la filosofía griega apoyándose en un artículo de Bar-
dy, pero el que habla es el Justino converso, que conoce el sentido específicamente
cristiano de la expresión, aunque aquí no parece atenerse al sentido exclusivamente
cristino (cf. Bobichon, 2003: II 575). La traducción de Visona parece mantener mejor
la ambigüedad del sentido.
8
Ἔστι γὰρ τῷ ὄντι φιλοσοφία μέγιστον κτῆμα καὶ τιμιώτατον θεῷ.
106 Viviana Laura Félix
“Pasé con él bastante tiempo; pero dándome cuenta que nada adelan-
taba en el conocimiento de Dios, sobre el que tampoco él sabía palabra
ni decía ser necesario tal conocimiento, me separé de él” (Dial. 2, 3a).
“Me fui a otro, llamado peripatético, hombre agudo, según él creía. Este
me soportó bien los primeros días; pero pronto me indicó que habíamos
9
Es muy discutida la interpretación y la determinación de la fuente de esta idea:
para algunos se trata de la concepción de una filosofía primordial que podría haberla
tomado ya de Posidonio, ya de Ático, ya de Numenio; o de una concepción idealizada
de cómo debería ser la filosofía. Para las diferentes posturas cf. Bobichon, 2003: II
576-577, n. 9.
10
Acerca de a quien se refiere con “teóricos” hay muchas hipótesis. Parecería tra-
tarse de una glosa marginal introducida en el texto y que se referiría a los pitagóricos
(cf. Bobichon, 2003: II 576, n. 6).
108 Viviana Laura Félix
al conocimiento de lo inteligible [cf. Didask. VII (p. 161, 9ss)] Por otra
parte el platonismo medio tenía en mucha estima la sabiduría atribuida
a Pitágoras.
Finalmente, el platonismo:
Conclusión
Podemos observar en la autopresentación que Justino hace de sí
mismo cuales son sus convicciones y su visión respecto de la filosofía
de su tiempo. La primera parte pone de manifiesto que entiende él por la
filosofía, su noción aparece claramente influida por el platonismo espiri-
11
Sobre el tema de la influencia de las concepciones medioplatónicas en Justino,
con especial atención a la Apología puede verse nuestra ponencia en las IV Jornadas
de Filosofía Medieval (Félix, 2009).
110 Viviana Laura Félix
Bibliografía
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por J. Whittaker). Paris. Les Belles Lettres.
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Einleitung zum Dialog Justins. Kopenhagen. Acta Theologica Danica IX.
111
La filosofía a partir de la autopresentación de Justino en el diálogo con Trifón
Resumen
Ante la gran variedad de “textos y documentos” del cristianismo antiguo,
existe una rica y sólida obra, la de Quinto Septimio Florente Tertuliano, titu-
lada De praescriptione haereticorum (Vicastillo, 2001; cf. CCL I: 185-224). La
misma surge en el seno de la Iglesia Africana, en un contexto de heterodoxia
y de proliferación de varias herejías. Volver la mirada hacia ella, nos ayuda
por un lado, a no olvidar que esa comunidad fue muy fructífera. A desentra-
ñar las circunstancias, que día a día, tejían la vida de los creyentes en medio
del Imperio Romano. Por otro lado, nos permite familiarizarnos con la vida,
personalidad, doctrina y el testimonio de Tertuliano en su etapa como cris-
tiano. Por lo tanto, lo que pretendo es elaborar unas “notas aproximativas”
y rescatar unos breves “núcleos temáticos”, que nos permitan comprender
la razón de ser de esta obra. Pero, teniendo en cuenta el contexto biográfico,
socio-histórico y eclesial.
autores modernos. Unos sostienen que nació “hacia el año 155 d. C”,
otros “no más tarde del año 160” e incluso alguno afirma “hacia el 170”
(Steimann, 1967; Barnes, 1985; Daly, 1993; Rankin, 1995; Trevijano,
2009; Leal, 2010; Vidal, 2010).
Podemos sostener que era hijo de padres paganos y que quizás su
familia pertenecía a un sector social acomodado, al ordo equester1. Así,
su nivel social justificaría su completa educación, un perfecto dominio
del latín y del griego, como de la tradición literaria y filosófica. No solo
eso, sino que además, habría recibido una sólida formación jurídica y
retórica. No sabemos bien si fue rétor o causidicus, pero lo que no po-
demos negar es que era un hombre de una enorme cultura y con gran
capacidad para desenvolverse en ambos campos (Fredoulle, 1972:175;
Braun, 1992:6).
Parece ser que su vida ha transcurrido por cuatro períodos dife-
rentes: paganismo, cristianismo, semimontanismo y montanismo. La
mayor parte de su juventud permaneció pagano, hasta tal punto que
podemos afirmar que tiene mucho en común con los “romanos paganos”,
que con los paganos gétulos y mauri. Su alto grado de romanización lo
podemos deducir de su estilo de escritor, de su vasta cultura laica, de
su conciencia cívica y de su modo de vida. Para él, todo su universo era
el imperio, y fue allí con su gran inteligencia, sin ser ajeno a la vida y
acontecimientos de la época, donde logró desplegar una gran obra litera-
ria: original, de un elegante latín y brillantez expresiva. Como cristiano,
se caracterizó por un rigorismo moral y una gran agudeza teológica y sin
duda alguna fue el forjador del latín cristiano (Alcover, 2000:237-238;
Vidal, 2010:94).
Poco a poco, con su espíritu rigorista e inquieto empezó a enfren-
tarse con la jerarquía debido a ciertos aspectos de la práctica cristiana.
Sus excesos verbales, su espíritu exaltado, el creerse como el único
dueño de la verdad, hicieron que se ganase a pulso varios reproches y
desconfianza por varios miembros de la comunidad cristiana. Tertuliano,
(clase de los caballeros), que es distinta a la nobleza de los cargos públicos denomi-
nada orden senatorial.
115
De praescriptione haereticorum de Tertuliano
pensaba que se atenuaban las exigencias del cristianismo, por eso la ex-
pectación escatológica, el rigorismo ascético, el florecimiento espiritual
y el respeto a la regula fidei fueron los aspectos que sedujeron al afri-
cano por parte de la nueva profecía. Esto le llevó a identificarse hacia el
207-208, con la nueva doctrina que le permitía desarrollar su postura, el
montanismo. Si bien, éste movimiento al principio era considerado en
Cartago como una corriente extrema dentro del seno de la comunidad
católica, cuando pasó a ser considerado herético, llevó a que la gran Igle-
sia tomara la decisión de marginar al cartaginés (213-214). A pesar que
después abandonó esa comunidad, supo valerse de elementos cristianos
y montanistas, terminando sus días en la secta tertulianista. Finalmente,
parece que murió en soledad después del 220 (Grossi, 1987:57-70; Ram-
baux, 2005; Sotomayor y Fernández Ubiña, 2006:276-278; Meulenberg,
2006:331-340).
A pesar que así se dio su vida, destaca por su magnífica producción
literaria, que fue muy leída en todo el mundo cristiano. La mayor parte
de sus escritos coincide con el período del emperador Septimio Severo
(193-211 d. C) y su actividad como escritor cristiano se la suele fijar
en torno al 213, cuando se separa de la Iglesia de Cartago. Pero antes,
desde el momento de su conversión al cristianismo (alrededor del 193),
ya puso todo su bagaje cultural al servicio de la nueva religión (Leal,
2010:1371). Él con su carácter impetuoso y su ardiente energía se convir-
tió en un apasionado por la verdad, puesto que consideraba que todo el
problema del cristianismo y del paganismo se reducía a la vera vel falsa
divinitas. Así, pasó a ser un gran defensor del cristianismo y a atacar al
paganismo como a los movimientos heréticos (marcionistas, gnósticos y
judaizantes) por medio de una intensa labor literaria. En ellas combina
el discurso jurídico y apologético, y su inspiración básica se encuentra
en la Biblia y en la cultura pagana.
La misma vida y obra de Tertuliano nos lleva a situarnos en el con-
texto socio-histórico y eclesial del siglo II y III d.C. (Syme, 1971; Piga-
niol, 1981; Teja, 1990; Santos, 1996; Telfer, 1961:512-517). En pleno siglo
II, África era una de las principales provincias romanas, concretamente
en la época de los Antoninos (138-192), llegó a ser la zona más prospera
del Imperio. Se caracterizaba por tener una floreciente agricultura y
116 Aldo Marcelo Cáceres
2. El texto y su estructura
Nos enfrentamos a un tratado interesante, que versa sobre las he-
rejías en general, las cuales, según Tertuliano, se dedicaban a engañar
a los cristianos más débiles. Solían presentarse como cristianos fieles a
las Escrituras y muy celosos de su fe. De esta manera, ejercían un con-
siderable poder de seducción, hasta tal punto, que los cristianos corrían
el peligro de convertirse en apóstatas. Ante esta realidad, considerada
peligrosa para la comunidad cristiana, decide Tertuliano escribir esta
breve obra para orientar a los fieles y ponerlos a salvos de los herejes.
Pero además, para que conozcan el verdadero rostro de los grupos heré-
ticos y la inconsistencia de sus doctrinas.
2
“Nec quicquam tamen proficit exquisitior quaeque crudelitas vestra… semen
est sanguis Christianorum”.
119
De praescriptione haereticorum de Tertuliano
b) Destinatarios
Esta obra tiene como “destinatarios directos” los cristianos fieles de
la iglesia de Cartago, que contemplaban con admiración el vigor de las
herejías. Por lo tanto, Tertuliano, también admirado por la vacilación y el
desconcierto de sus hermanos en la fe, ante el poder seductor de las mis-
mas, decide dar a luz esta obra. Sobre todo piensa en los cristianos más
sencillos y débiles en la fe de su comunidad, para hacerles las debidas
advertencias y a la vez poder fortalecerlos ante la prueba. En cuanto, a lo
que yo llamo, “destinatarios indirectos”, son los movimientos heréticos
que pululaban por la zona, que son de esencia gnóstica. Sobre todo los
marcionistas y valentinianos. También lo podemos decir de otra manera,
identificando los padres de las herejías en cuestión: Marción, Valentín,
Apeles, Nigidio y Hermógenes. Pero con una aclaración, que los tres
120 Aldo Marcelo Cáceres
–Praefatio (1-14)
Desde el capítulo 1 al 5, versa sobre el vigor de la herejía: El punto
de partida del texto hace referencia a ese clima de “admiración” que
provocaban las herejías en Cartago y del peligro que suponían para los
fieles. Ante esa realidad, Tertuliano, lanza una advertencia: no admirarse
del poder de las herejías. La refuerza con una consolación: no hay que
alarmarse de su existencia, puesto que estaba previsto su existencia para
poner a prueba la fe (1, 1-2). Pero, a la vez, les ilustra con un lenguaje
duro, sobre lo que son capaces de hacer las herejías: considera que han
surgido para provocar “languidez y la muerte de la fe”, “la muerte eter-
na y el ardor de un fuego mayor”. También, se vale del ejemplo de la
fiebre, diciendo que así como la abominamos y hacemos lo posible para
evitarla, deberían combatir con fe recia el poder relativo de las herejías
(2, 1-8). Finalmente, pretende hacerles reflexionar, que no vale la pena
escandalizarse de los que se pasaron de una facción a otra, puesto que
todos somos de condición pecadora. Mucho menos convertirse en jueces,
puesto que no tenemos capacidad para juzgar el interior de las personas.
El único que conoce el secreto de cada corazón es Dios (3, 1-7). Pero, en
121
De praescriptione haereticorum de Tertuliano
–En la primera dice que estas palabras fueron dichas por Jesús al
comienzo de su ministerio, dirigiéndose a los judíos para que puedan
reconocer al Mesías. Sobre todo escrutando las Escrituras, para poder
percibir el mensaje de Dios sobre su Hijo. A quienes también se les
aplica el “llamen y se les abrirá”, puesto que por sus pecados se alejaron
de Dios (8, 1-8).
–En la segunda interpretación, considera que estas palabras iban
dirigidas a los paganos, para que acojan con fe las enseñanzas que los
Apóstoles trasmitieron motivados por el Espíritu Santo (8, 9-16).
–La última lectura sostiene que las palabras del Señor fueron di-
rigidas a todos, pero para que esa búsqueda sea llevada a cabo por el
creyente dentro de ciertos límites. No hay que buscar en el círculo de
los herejes, porque ellos enseñan doctrinas opuestas a la fe cristiana, ni
mucho menos cuestionar la “regla de fe”, puesto que fue enseñada por
el mismo Jesús.
En definitiva les pide a sus fieles, que si tienen fe, que custodien lo
que creen, lo que ya han encontrado. Y que por lo tanto, ya no hay nece-
sidad de búsqueda. Lo que salva es la fe y no la curiosidad (9, 1-14, 14).
discusión sobre las Escrituras”, porque considera, que para poder usar-
las, antes hay que aclarar quién es su legítimo propietario. Y además,
rechaza el debate en base a las Escrituras, porque el mismo Apóstol lo
ha prohibido, y porque es un recurso inútil ya que los herejes adulteran
los textos a su antojo y conveniencia (15, 1-17, 4). Ahora bien, admitir el
debate tiene sus efectos negativos: los cristianos pueden salir con más
dudas y los herejes les pueden acusar de que son ellos los que alteran el
texto y construyen falsas doctrinas (18, 1-3).
Seguidamente, en los capítulos 19, 1 al 21, 6, nos encontramos con
unas premisas fundamentales, un breve cuerpo argumentativo, para
pasar luego a las dos principales prescripciones:
–La primera premisa tiene que ver con lo siguiente: “lo que ahora
únicamente debe ser discutido: a quiénes corresponde la fe misma a
la que pertenecen las Escrituras” (19, 2). Dicho de otra manera: que el
legítimo propietario de la Escritura es el que posee la doctrina propia
de la Escritura.
–La segunda premisa brota de las siguientes palabras: “por quién y
por medio de quienes y cuándo y a quiénes ha sido entregada esa doc-
trina por la cual se hacen los cristianos” (19, 2). Por lo tanto, la podemos
expresar de la siguiente manera: sin necesidad de recurrir a las Escritu-
ras, uno puede saber quien posee la auténtica doctrina. Basta recordar
que la doctrina cristiana es una doctrina revelada.
–La tercera premisa es que allí donde se encuentre la verdadera
doctrina cristiana, tendremos la verdad de las Escrituras y su correcta
interpretación (19, 3).
Teniendo en cuenta que la doctrina cristiana ha sido revelada por el
mismo Cristo a sus Apóstoles, y que estos luego la transmitieron a las
iglesias fundadas por ellos y fue presentada a los paganos (21, 1-6). Se
sostiene que existe una única iglesia, la que fue fundada por los apósto-
les y de la cual todas proceden. Por lo tanto, tienen como única norma
reguladora la “trasmisión apostólica” de “un mismo sacramento”. Así,
llega a explicitar dos prescripciones:
–“si el Señor Cristo Jesús envió a los Apóstoles a predicar, no deben
ser admitidos otros predicadores que los que Cristo instituyó…” (21, 1).
124 Aldo Marcelo Cáceres
–“…eso no se debe probar de otro modo sino por medio de las mis-
mas iglesias que los Apóstoles fundaron, predicándoles ellos mismos
ya sea de viva voz, como se dice, ya sea, después, por medio de cartas”
(21, 3).
Para cerrar esta demostración, sólo le queda dar un paso más (21,
4-7): demostrar que es su comunidad y no la herética la que tiene la
doctrina de las iglesias apostólicas (verdad vs. mentira). Así, la piedra de
toque de la conformidad de cualquier doctrina con la tradición apostó-
lica es la regla de fe. Finalmente añade que las iglesias de África, están
en comunión con las iglesias apostólicas, cuestión que no cumplen las
comunidades heréticas.
Desde el capítulo 22 al 28, tenemos la refutación a las tres objecio-
nes de los adversarios, que a la vez constituyen la defensa de las dos
principales prescripciones antes mencionadas:
• La primera objeción pone en duda la idoneidad de los apóstoles para
transmitir la doctrina de Cristo, por ser pocos instruidos o pocos
sinceros (22, 2). En definitiva, que no conocieron toda la revelación
de Cristo. Para poder probar la ignorancia de los Apóstoles, los he-
rejes se basan en el reprendimiento que Pablo hizo a Pedro y a los
que estaban con él. Se refieren al conflicto de Antioquía según Gal
2, 11-14 sobre el trato de los pagano-cristianos. Además, se atreven a
sostener que Pablo predicó un evangelio superior (23, 1.5). Tertuliano
rechaza totalmente esta objeción, porque va contra el Señor que los
envió a todos como maestros. Por lo tanto, lo supieron todo y además
recibieron el Espíritu Santo (22, 3-11). Además, sostiene que la razón
porque fue reprendido Pedro fue por un error de comportamiento y
no de predicación (23, 10). Puesto que Pablo y Pedro son partícipes
de la misma fe y predicación (23, 7).
• La segunda objeción viene a decir que los Apóstoles no comunicaron
todo a todos. Por lo tanto, hay dos tradiciones apostólicas: una pública
y otra secreta (25, 1-2). Tertuliano, se opone firmemente a esta argu-
mentación de los herejes, porque, se opone abiertamente al mandato
de Jesús de poner la luz sobre el candelero para que alumbre a todos
125
De praescriptione haereticorum de Tertuliano
(26, 2-4). Además, porque, sería negar la petición encarecida que hizo
Pablo de que todos tengan un mismo pensar y un mismo sentir, de
evitar los cismas y discusiones en la iglesia (26, 9-12).
• La tercera objeción pone en duda la idoneidad de las iglesias apostó-
licas para recibir y transmitir la enseñanza de los Apóstoles. Es decir,
que malentendieron el mensaje (27, 1). Buscan justificar esta objeción,
basándose en el hecho de que Pablo tuvo que reprender a los gálatas
y a los corintios (27, 2-4). Tertuliano debilita la lectura que hacen
los herejes, diciendo que las iglesias reprendidas se enmendaron y
prueba de ello es que viven en comunión con las iglesias alabadas
por Pablo. Es más, todas ellas comparten una misma doctrina (27,
5-6). En cuanto a la hipótesis de que todas las iglesias apostólicas
erraron, no se sostiene. Admitirla, supondría que el Espíritu Santo
descuidó el mandato de Jesús de guiar a las iglesias a la verdad plena.
Por otro lado, de que todas se equivocaron en lo mismo, puesto que
todas comparten la misma fe. Si de verdad, todas hubiesen herrado,
no reinaría en ellas la unidad, sino la diversidad (28, 1-4).
–Probatio (38-43)
La probatio tiene dos bloques concretos. En el primero demuestra
que los herejes manipulan las Escrituras. Y en el segundo, describe la
conducta de los herejes:
• Marción ha llevado a cabo una carnicería o total destrozo de las
Escrituras. Valentín, aún respetándolas, se ha atrevido a idear un
sistema conforme a las Escrituras (38, 1-10). Esta manera de proce-
127
De praescriptione haereticorum de Tertuliano
–Peroratio (44)
En la peroración final (44, 1-12), sostiene que todos deberemos
comparecer ante el Señor en el juicio final para dar cuentas de nuestra
fe. Por lo tanto, los herejes, también tendrán que hacerlo. Y con ironía,
se imagina las respuestas que darían los herejes al Señor. Alegarían, que
jamás fueron advertidos por Cristo y los Apóstoles sobre las herejías y
128 Aldo Marcelo Cáceres
a) Haeresis
A lo largo del tratado, Tertuliano, utiliza el término haereticus,
ya sea como sustantivo o como adjetivo. Por lo visto, emplea más el
término abstracto haeresis, que el concreto haereticus, quizás, porque
consideraba al fenómeno herético como una realidad autónoma (Mitre
Fernández, 2003; Marcos, 2009; Grossi, 1998:1017-1019). Pero, también,
nos define haeresis en el capítulo 6, 2, explicándonos que es de origen
griego y que significa elección. Teniendo en cuenta que haereticus de-
riva de haeresis, podemos decir, de una manera sencilla y general, que
el hereje es todo aquel que por elección individual va contra la regula
fidei. Es un adversario de la doctrina verdadera que por haber tomado
129
De praescriptione haereticorum de Tertuliano
b) Regula fidei
La regla de fe era una especie de compendio del contenido de la
fe cristiana, cuya verbalización no estaba fijada como el credo. Pero,
sin embargo, contaba de una serie de elementos que se repetían bajo
diversas formulaciones. En cuanto a su origen, parece ser la instrucción
catequética, destinada a los cristianos provenientes del paganismo, como
para los judíos conversos. Por lo tanto, la regula fidei, no surgió como un
arma para combatir a los herejes, sino, como un medio necesario para
la vida interna de la Iglesia: proponer condensadamente lo esencial del
contenido de la fe (Uribarri, 1996:374).
Tertuliano a veces contrapone regula y disciplina. La primera hace
referencia al contenido inalterable de la fe, la segunda tiene que ver con
todo aquello que no pertenece al ámbito de la fe: las leyes morales, los
ritos, las cuestiones disciplinares y aquellas doctrinas no expresadas
por la regula fidei (Munier, 1984:77-90). Pero, esta dicotomía no es
total, puesto que Tertuliano, a veces utiliza disciplina en el sentido de
doctrina fidei (20, 1-4), como regula fidei (37, 1) y como disciplina/doc-
trina (6, 4; 19, 2). Lo que nos interesa tener en cuenta es que, ante las
desviaciones doctrinales y la supuesta ortodoxia que querían defender
los herejes, Tertuliano, utiliza la regla de fe. Y lo hace como formula-
ción objetiva, normativa y vinculante de la fe de la verdadera Iglesia,
la cual se caracteriza por su autoridad suprema, porque, se remonta a
los apóstoles, y por medio de ellos a Cristo (Fernández, 2004:103-121;
Alcaín, 1990:84-91).
La regula fidei tiene otras características importantes. Por un lado,
se identifica con el contenido de la revelación, de esta manera, es equi-
valente a fe (13, 1; 14, 4). Por otro lado, sirve como elemento objetivo de
discernimiento, para saber si una doctrina es herética o no. Finalmente,
sirve como criterio objetivo para saber si hay una buena interpretación
131
De praescriptione haereticorum de Tertuliano
c) Mulieres haereticae
En el marco de la argumentación que hace Tertuliano de que los
herejes no tienen derecho a interpretar las Escrituras porque no son
suyas. Al final de la obra, en el capítulo 41, 5, hace una consideración
de la actividad ministerial de las mujeres en las comunidades heréticas:
“Las mujeres heréticas mismas, ¡qué procaces!, pues se atreven a en-
señar, disputar, realizar exorcismos, prometer curaciones, acaso hasta
bautizar”. Pero, estas palabras, no constituyen un ataque directo a las
mujeres, sino, más bien una crítica a los grupos heréticos por promover
ciertas desviaciones. Es más, la referencia a estas prácticas descaradas
llevadas a cabo por las mujeres, es para demostrar las irregularidades
y arrogancias que permitían los varones herejes. A la vez, nos ayuda a
tener en cuenta que para Tertuliano, los ministerios estaban destinados
a los varones laicos ortodoxos. Si bien creía que las mujeres poseían el
don de la profecía, consideraba que no tenían el derecho de acceder al
altar. Por lo tanto, podemos decir, que las mujeres quedaban excluidas de
exorcizar, curar y enseñar, por su sexo (Madigan y Osiek, 2005:255-267;
Marcos, 2006:17-40).
A modo de conclusión
Por medio de este breve recorrido, de acercamiento al De praes-
criptione haereticorum, teniendo en cuenta sus contextos, he tratado de
132 Aldo Marcelo Cáceres
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Diccionario
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Literatura Patrística. Madrid. San Pablo.
Dios entre las mónadas.
La centralidad del tema de Dios
en algunas tesis metafísicas de G. W. Leibniz
Federico Raffo
UCA – Buenos Aires
peri.episteme@gmail.com
Resumen
En el presente trabajo, cuyas ideas fundamentales fueron expuestas en
la revista Tábano, del Centro de Estudiantes de Filosofía de la Universidad
Católica Argentina (n° 6, 2010, 103-112), buscaremos introducir ciertas tesis
distintivas del pensamiento de Leibniz en lo que respecta a su metafísica, su-
brayando el papel de Dios en cada una de ellas. Fundamentalmente, las tesis
a tratar son la teoría de las mónadas y dos teorías que se siguen de ella: la
de la armonía preestablecida y la del mejor de los mundos posibles. Además,
buscaremos mostrar que las pruebas de la existencia de Dios (o al menos dos
de ellas: el denominado “argumento cosmológico” y el denominado “ontológi-
co”) poseen subyacentemente una fundamentación metafísica. En este sentido,
no nos centraremos en las pruebas mismas sino en su fundamentación.
1
Nos valemos de Mercer y Sleight Jr. (1998) para obtener una visión de conjunto
del pensamiento de Leibniz y para ordenarnos cronológicamente, donde se subraya
que el primer período o período temprano de su metafísica finaliza en 1686, aproxi-
madamente con su Discurso de metafísica. Recién 9 años después se publica el Nuevo
sistema…, y es por eso que lo utilizamos como un texto de la metafísica tardía, aunque
haya sido escrito 19 años antes que La monadología. Incluso, si bien en el Nuevo sis-
136 Federico Raffo
1. Las mónadas
Para poder abocarnos más de lleno al tema de Dios, cuestión que
aquí nos interesa, debemos dar inicialmente al menos una brevísima
presentación de la teoría leibniziana de las mónadas3.
El autor presenta a las mónadas como sustancias simples, lo cual
significa que carecen de partes (§1) y que, así, se distinguen de las sus-
tancias compuestas, las cuales son un aggregatum de sustancias simples
(§2). Estas sustancias simples, por ser tales, carecen de extensión, figura
y divisibilidad (§3). Estas mónadas tienen la peculiaridad de que no pue-
den ser cambiadas en su interior por otra mónada, lo cual significa que,
en términos del autor, “Las mónadas no tienen ventanas a través de las
cuales pueda entrar o salir algo” (§7). Esto no significa que las mónadas
no cambien; de hecho, es un presupuesto de Leibniz que todo ser creado
cambia (§10). Las mónadas sí cambian, pero no lo hacen en virtud de
una influencia externa de otras mónadas creadas sino en virtud de un
principio interno (§11).
Que las sustancias simples cambien no debe presentarse como algo
contradictorio. Ellas no dejan de ser simples por cambiar. Lo que sucede
es que poseen cierta complejidad interna (Rutherford, 1998:133) a través
de la cual se distinguen unas de otras por sus cualidades. Por eso, ade-
más del principio interno del cambio se requiere diversidad en aquello
que cambia (§12), lo cual produce la variedad de las mónadas.
Aquello que cambia debe comprender una multiplicidad en lo simple
(§13), lo cual explica que en el cambio algo cambie y algo permanezca.
tema… Leibniz no utiliza la palabra “mónada”, sí es cierto que es por estos años que
Leibniz la toma, empleándola en una carta (que no terminó de redactar) al Marqués de
l’Hospital, carta del 22 de julio de 1695. Ya desde 1696 comienza, de a poco, a utilizar
este término con frecuencia (Rutherford, 1998:166, nota 24).
2
Todos los opúsculos utilizados han sido sacados de Leibniz, 2004.
3
Nos basaremos en La monadología. Los parágrafos que marquemos corres-
ponden a este texto.
137
Dios entre las mónadas
4
Se puede apreciar que, respecto del cambio, de la dinámica, para Leibniz
existe, metafísicamente hablando, una fundamentación que no es la proveída por el
mecanicismo. Leibniz ha criticado al mecanicismo, sobre todo desde el punto de vista
metafísico. Él no basta para dar razón del movimiento. Dicho de otro modo, el me-
canicismo requiere una explicación metafísica que no sea mecanicista. Dice el autor
en Nuevo sistema…: “[al comienzo] Sus maneras elegantes de explicar la naturaleza
mecánicamente me encantaron, y despreciaba con razón el método de los que sólo
empleaban formas y facultades, que nada enseña. Pero después, habiendo procurado
profundizar los principios mismos de la mecánica para dar razón de las leyes de la
naturaleza que la experiencia hacía conocer, advertí que la sola consideración de una
masa extensa no bastaba y que era necesario emplear también la noción de fuerza, que
es muy inteligible, aunque de la incumbencia de la metafísica” (§2).
5
En este punto de nuestra exposición suponemos las pruebas de la existencia
de Dios, las cuales no trataremos. Las que aparecen en este texto, La monadología,
previas al parágrafo 47, son: el argumento por el conocimiento de las verdades eternas
(§§ 29 y 44), el cosmológico (§§ 36-39) y el denominado posteriormente en la historia
como el “argumento ontológico” (§§ 40-41, 45). Para este tema, ver Blumenfeld, 1998.
138 Federico Raffo
aquí en más nos proponemos analizar estas tres cosas, potencia, cono-
cimiento y voluntad, comparando cómo se presentan en las mónadas
creadas y cómo en Dios.
2. Potencia
Como hemos visto, Dios es la sustancia simple productora de las
mónadas creadas, las cuales “nacen por fulguraciones continuas” (§47),
fulguraciones limitadas, en las mónadas creadas, por la receptividad de
ellas. Esto no significa otra cosa sino que la mónada creada es limitada
(§47). Supuesto el principio de razón suficiente, el cual fundamenta la
prueba cosmológica6, Dios responde a la pregunta: “¿por qué existe algo
más bien que nada?” (Principios de la naturaleza y de la gracia, funda-
dos en razón, § 7). Existe algo porque Dios lo produce y porque tiene el
poder de producirlo. Poder creador, ilimitado, del que carecen las crea-
turas, y que es, por tanto, propio sólo de Dios. El poder se encuentra en
Dios eminentemente, así como todas las demás perfecciones (Principios
de la naturaleza y de la gracia, fundados en razón, § 9).
Las mónadas creadas, por su parte, carecen de este poder ilimitado.
En efecto, Leibniz subraya que éstas poseen acción y pasión (un poder
primitivo activo y un poder primitivo pasivo) (cf. Rutherford, 1998:139-
140). De este modo, Leibniz dice: “Así, se atribuye acción a la mónada en
tanto que posee percepciones distintas, y pasión, en tanto que son confu-
sas las que tiene” (§49). La acción es el cambio hacia nuevas percepciones
distintas; la curiosidad aquí está en cómo se presenta la pasión. Respecto
al poder pasivo, cabe subrayar que se trata de una suerte de resistencia
natural al cambio antedicho, en la medida en que conlleva un cambio
hacia percepciones confusas (cf. Rutherford, 1998:139-140), no distintas.
Es, por tanto, una limitación del poder activo consistente con el carácter
limitado o finito de la mónada creada. Evidentemente, en la medida en
que las perfecciones creadas se encuentran de un modo eminente en
Dios, Él no posee esta limitación (cf. Rutherford, 1998:168, nota 48).
6
Ver el punto 3 de este trabajo, Conocimiento.
139
Dios entre las mónadas
7
Ver en punto 3 de este trabajo, Conocimiento, a propósito de la distinción entre
las distintas clases de mónadas.
140 Federico Raffo
3. Conocimiento
Que en la mónada creada el conocimiento sea limitado, de acuerdo
al grado de imitación respecto de Dios, y que en Dios sea ilimitado, nos
subraya que la cuestión en torno al conocimiento es, primero y antes
que nada, una cuestión entitativa. En este sentido, el conocimiento se
nos va a presentar como el criterio para poder distinguir entre las dis-
tintas clases de mónadas (Rutherford, 1998:142). Así, Leibniz designa
con el nombre de entelequias o mónadas en general a las que carecen de
percepciones distintas y de recuerdos, con el nombre de almas a las que
poseen percepciones distintas y memoria, y con el nombre de espíritus,
finalmente, a las que, además, [a] tienen conocimiento de las verdades
necesarias y eternas y [b] pueden reflexionar acerca de su propia natu-
raleza (§§ 19-30).
[a] Conocimiento de las verdades necesarias. En un texto anterior a
La monadología (Discurso de metafísica, punto I. De la perfección di-
vina, y que Dios hace todo de la manera más deseable), Leibniz subraya
que las verdades necesarias y eternas son las de la metafísica, las de la
geometría y, además, las reglas de la bondad, de la justicia y de la per-
fección. La cuestión en torno a las verdades eternas se vincula directa e
inmediatamente con el tema de Dios, en tanto que Él es la sede y el fun-
damento de las verdades eternas: “Esto se debe a que el entendimiento
141
Dios entre las mónadas
4. Voluntad
En el punto dos de este trabajo, Potencia, hemos subrayado que Lei-
bniz se formula la pregunta: “¿Por qué existe algo más bien que nada?”.
Inmediatamente después, el autor propone otro interrogante: “Además,
puesto que algunas cosas deben existir, hay que poder dar razón de por
qué deben existir así y no de otro modo” (Principios de la naturaleza y
de la gracia, fundados en razón, § 7). Aquí lo que nos concierne es esta
segunda cuestión. Si las cosas fueron realizadas de un modo y no de
otro, fue porque Dios tuvo muy buenas razones para elegir un modo y
no otro: “Esto es cierto sólo para las verdades contingentes, cuyo princi-
pio es la conveniencia o elección de lo mejor, en tanto que las verdades
necesarias dependen únicamente de su entendimiento y constituyen el
objeto interno de éste” (§ 46). Dada la existencia de las mónadas y de
las verdades eternas, Dios ha dispuesto al mundo del modo más conve-
niente, del mejor modo posible.
Las cosas existen porque Dios las ha producido; las verdades eternas
existen porque Dios las ha entendido; como si esto fuera poco, las cosas
están de este modo y no de otro (y respetando siempre las verdades eter-
nas) gracias a Dios, gracias a su voluntad. Las cosas del mundo depen-
den de Dios no sólo en el hecho de ser y en lo que tienen de necesario
sino también en lo contingente. Sin embargo, que lo contingente esté
dispuesto de una manera y no de otra tiene su razón: en la medida en
que Dios es perfecto, no podría haber dispuesto las cosas de un mejor
modo. Dice Leibniz: “De la perfección suprema de Dios se sigue que, al
producir el universo, ha elegido el mejor plan posible, en el cual existe
la más grande variedad con el mayor orden; donde el terreno, el lugar,
el tiempo están mejor dispuestos; donde el efecto mayor se produce por
los medios más simples; donde las criaturas poseen el mayor poder, el
mayor conocimiento y la mayor dicha y bondad que el universo puede
consentir” (Principios de la naturaleza y de la gracia, fundados en
razón, § 10). Dispuestas las cosas del mejor modo posible dado que
éste es el mejor modo con el cual Dios supo disponer de las cosas, nos
encontramos en el mejor de los mundos posibles.
143
Dios entre las mónadas
Conclusión
Las tesis metafísicas que hemos considerado nos revelan patente-
mente la centralidad del tema de Dios en la metafísica leibniziana. Las
mónadas, la armonía preestablecida, las capacidades cognoscitivas de
las mónadas espirituales, el hecho de que este mundo sea el mejor de
los mundos posibles, son, ciertamente, el núcleo metafísico de Leibniz.
Y este núcleo metafísico pende, en su fundamentación, de la sustancia
simple originaria. Es imposible entender estos temas sin hacer alguna
referencia a Dios. El mundo, en su constitución, en sus posibilidades
y en sus necesidades, no puede entenderse sin una referencia directa
a Dios. Las cosas son por haber sido producidas por Dios; son de tal o
cual clase según el grado con que imitan a Dios; se conforman unas con
otras según un orden preestablecido por Dios; finalmente, el mundo en
su integridad es el mejor que pudo haber sido creado por Dios dado que,
en su perfección, no podría haber producido uno mejor. En su carácter
de perfecto, no pudo crear sino lo más perfecto posible. Una visión del
mundo sumamente optimista; optimismo que tiene un sentido plena-
mente teológico.
¿Es posible encontrar un autor que podamos llamar teocéntrico8
en la modernidad, período de la historia de la filosofía caracterizado,
8
Para evitar malentendidos: entendemos por “autor teocéntrico” aquel que pone,
en el centro de sus consideraciones, a Dios.
144 Federico Raffo
Bibliografía
Ariew, R. (1998). “G. W. Leibniz, life and works”: Jolley, 1998.
Blumenfeld, D. (1998). “Leibniz’s ontological and cosmological arguments”:
Jolley, 1998.
Jolley, N. (Ed.) (1998). The Cambridge Companion to Leibniz. Cambridge.
Cambridge University Press.
Leibniz, G.W. (2004). Tratados fundamentales. Discurso de metafísica (traduc-
ción de Vicente P. Quintero, introducción de Francisco Romero). Buenos
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Mercer, Ch. y Sleight, R. C. Jr. (1998). “Metaphysics: The early period to the
Discourse”: Jolley, 1998.
Rutherford, D. (1998). “Metaphysics: The late period”: Jolley, 1998.
Temas de Actualidad
“Yo, argentino” o la ética política
desafío filosófico del bicentenario:
la ética del nosotros*
“Yo, argentino” es, quizá, la expresión que mejor pinta nuestro ca-
rácter –o falta de carácter– político como argentinos. En esa fórmula se
pone de manifiesto nuestra grave falla ética, nuestro usual desprecio por
lo político y nuestra crónica falta de compromiso con lo público y con
el bien común de nuestra Nación Argentina; todo lo cual –va de suyo–
afectaría o afecta seriamente a nuestra argentinidad. Para dar cuenta
de si este diagnóstico es cierto o no hay que afrontar el desafío que nos
convoca el intentar “pensar la Nación (Argentina) hoy” desde el “aporte
de la filosofía”.
solo; todos –decía– nos educamos los unos a los otros en diálogo sobre
el mundo”. La esencia de la escuela es el diálogo; la escuela será libe-
radora si el diálogo es liberador y emancipador de todas las injusticias.
También el diálogo se dice de maneras equívocas. Frente a la verdadera
educación, de la verdadera escuela dialógica se vienen erigiendo las
escuelas de opresión e injusticia, las escuelas bancarias, que imponen
el monólogo autoritario. No es una coincidencia fortuita que el pensa-
miento educativo y emancipatorio de Freire coincide con el pensamiento
dialógico de Rosenzweig y Lévinas.
El escritor argentino Leopoldo Marechal enseñó que de los laberin-
tos sólo se puede salir por arriba; y el “arriba” del doble laberinto trágico
democrático y educativo que acabamos de reseñar consiste en la doble
revolución democrática y educativa que hemos de protagonizar. Y si no
lo hacemos nosotros, los hombres y mujeres comunes y corrientes, de
los pueblos y naciones, no lo podrá hacer nadie por nosotros. Es por ello
que para terminar esta acotada tarea de pensar la Nación Argentina hoy
desde la perspectiva filosófica, tenemos que acometer en esta instancia
una caracterización y ejemplificación de la Nación Argentina hoy: de
dónde venimos, a dónde estamos y a dónde queremos ir. Como decía
Sören Kierkegaard sólo podemos comprender quienes somos, echando
una mirada hacia nuestro pasado; y sólo podemos vivir cabalmente
nuestra existencia, mirando hacia nuestro futuro. Hacer justicia a nues-
tra argentinidad es dirigir una mirada al complejo y rico entramado de
las hebras que van entretejiendo nuestra historia, desde nuestros más
remotos orígenes hasta nuestro hoy; y realizar la verdad y la justicia
de nuestra destinación como Pueblo de la Nación Argentina es tener la
valentía y la inteligencia para soñarnos en los sueños de las utopías más
plenificadoras de las que seamos capaces: la de la pasión por la verdad y
la justicia y la del compromiso por el bien común, en una opción prefe-
rencial por los pobres; afrontando la responsabilidad infinita por el Otro
que nos dicta la Ética del Nosotros.
157
“Yo, argentino” o la ética política
Alicia Di Paola
Universidad Católica de Santiago del Estero
Sede Buenos Aires
alicia.dipaola@gmail.com
Estado – Nación
Estado
Estado y Nación se distinguen y vinculan. Se distinguen porque
el Estado es un tipo de sistema político cuyo principio organizador es
el orden jurídico, racional y convencional, orden jurídico que impera
sobre un espacio geográfico que se denomina territorio y que demarca
161
Reflexiones sobre el concepto de Nación
Nación
Ahora bien, ¿cuándo aparece el término Nación? Es en el Medioevo
y con las Universidades (Chabod, 1987) que este concepto adquiere un
uso que, si bien está alejado de la dimensión política a la que hacíamos
mención anteriormente, resulta novedoso y significativo. La universidad
era una institución que hoy podríamos llamar globalizada; a ella acudían
estudiantes de distintas zonas de Europa. Estos se organizaban conforme
a la lengua, las costumbres o los lugares de origen. La etimología de la
palabra Nación, es nacer. Así por ejemplo, Copérnico que había jurado
fidelidad al Rey de Polonia, cuando se inscribe en Bolonia lo hace en la
natio germanorum (Vernet, 1974). Nación desde este punto de vista no
significaba una dependencia jurídica, ni política.
En el Renacimiento y acompañando el lento surgimiento del Estado
en el sentido antes mencionado, el término Nación comienza a ser utili-
zado para referirse al “carácter” de los pueblos relacionando este carác-
ter con distintos factores, como el clima por ejemplo. Posteriormente,
estos factores se amplían. Como determinantes de ese carácter aparecen
la tradición histórica, la moral, la política o lo religioso, y se escriben los
ensayos sobre el carácter de las naciones. En 1691 Houdar de la Motte
en el ballet La Europa galante construye el imaginario de las naciones.
Así por ejemplo, los franceses son volubles e indiscretos; los italianos
celosos y violentos; los españoles fieles y novelescos… (Chabod, 1987).
Las naciones tienen un carácter, un modo de ser propio, pero hay que
advertir que éste se relaciona con un sistema político determinado. Los
análisis de las costumbres, del modo de ser colectivo, lo realizan hoy la
sociología o la psicología social y se hacen presente también en lo que
se denomina marca país.
En la construcción del concepto Nación pueden encontrarse dos
grandes corrientes filosófico-políticas: la voluntarista, ligada a la ilus-
tración, y la organicista, al romanticismo (Galli, 2004).
163
Reflexiones sobre el concepto de Nación
Nación y Bicentenario
¿Cuál es la relación entre la Nación y el Bicentenario? ¿Por qué
festejamos el 25 de mayo? Pregunta anodina podría pensarse. El 25 de
mayo es para nosotros, los argentinos, el inicio de la patria. Aunque
puede ser cuestionada desde el ámbito académico, si se le preguntara
de sopetón a un historiador profesional cuándo comienza la Argentina,
diría sin dudar el 25/5/1810 (Romero, 2007).
A esta imagen han contribuido los textos escolares, afirma Romero.
La Generación del 37 proclamó a Mayo como el momento fundador de
la nacionalidad; la bosquejó Sarmiento y Bartolomé Mitre escribió la
primera gran versión de la historia argentina que consagró en términos
científicos la idea de que la Nación había nacido en mayo de 1810 (Ro-
mero, 2007).
Pero fueron los historiadores que iniciaron con la moderna meto-
dología de su tiempo la profesionalización de la historia a principios del
siglo XX los que la legitimaron de forma erudita. Esta visión fue acep-
165
Reflexiones sobre el concepto de Nación
sus viudas estaban ya premiados, etc. Por las cuales este proyecto no se
llevó a cabo. No obstante, las realmente significativas se manifestaron a
lo largo del debate: ¿qué debía entenderse por “autores de la revolución”?
Tal debate ponía en evidencia un problema más importante, preludio
de lo que vendría: la disputa entre federales y unitarios. Por cierto, que
también se mostraban las pasiones todavía fuertes de aquellos que habían
intervenido en el hecho: “poco a poco, los oradores van tomando partido
entre los dos bandos en los que se había dividido la sala: el uno partida-
rio de la sanción con el Ministro de Gobierno a la cabeza y el otro con
Paso y Gorriti por su rechazo” (Molina, 1967). Como dijimos, la primera
cuestión se centró en el alcance de los términos autores de la revolución.
¿Quiénes eran los autores: los que la prepararon o los que la ejecutaron?
Gorriti responde a esta cuestión cuando afirma que los sucesos de
mayo habrían respondido a un movimiento general en toda América
pero, dado que la revolución porteña contaba con el respaldo de la fuer-
za, es acá donde tuvo éxito, mientras que en las provincias se corría un
gravísimo riesgo (Molina, 1967).
Repensar la revolución de mayo incorporando las posiciones de los
“provincianos” o de ese movimiento general en toda América ¿no abriría
a la gestación de una nueva identidad nacional? Repensar el relato para
crecer y para construir es una tarea racional y madura.
Aunque no siempre acordamos con los puntos de vista y fundamen-
tos sustentados en el libro ¿Qué es una nación?, la pregunta de Renan
revisitada nos resulta interesante esta compilación organizada en torno
a la significativa tarea de “repensar la Nación argentina”, incorporando
la espacialidad y la revisión de la definición de Renan.
Tomamos sólo uno de los artículos, ya que no es nuestro propósito
el análisis exhaustivo de la obra, sino mostrar la tarea reflexiva que se
está llevando a cabo en nuestro país, tarea que retoma investigaciones
actuales realizadas en otros espacios. En síntesis, mostrar de algún modo
la diversidad existente sobre el tema que nos preocupa. ¿Será porque el
búho de Minerva levanta su vuelo al atardecer?
El artículo seleccionado es Naciones y miradas de la historia, de la
autora Alcira Argumedo, quien re-visita la definición de Nación dada
167
Reflexiones sobre el concepto de Nación
Crisis de la Nación
Según Scannone, en los documentos del Episcopado sobre la si-
tuación argentina se nota un agravamiento de la crisis cultural y de la
identidad nacional argentina. Por eso hay un llamado a ser Nación.
Lo interesante es que se hable de crisis moral. La crisis conlleva
siempre perplejidad, cambio en las creencias, confusión… La crisis dice
acerca del final de algo conocido y el inicio de lo nuevo desconocido,
ante lo cual sentimos vértigo. Pero lo interesante de remarcar moral es
que entre ese final y el nuevo comienzo está nuestra libertad. De lo con-
trario no sería crisis moral. Puede haber lucha, drama, pero no agonía
trágica. Los hombres de mayo discreparon entre sí. Los de 1826, cuando
miraron la historia, también discreparon. Nosotros nos enfrentamos
asimismo con distintos puntos de vista para mirar y evaluar el pasado,
el presente y el futuro. Pero al decir crisis moral, se anuncia una buena
noticia, porque estamos afirmando que no hay determinismos inexora-
169
Reflexiones sobre el concepto de Nación
Bibliografía
Argumedo, A. (2004). “Naciones y miradas de la historia”: Vernik, E. (Comp.),
Qué es una nación. La pregunta de Renan revisitada. Buenos Aires.
Prometeo.
Bobbio, N. (1989). Estado, Gobierno y Sociedad. México. FCE.
Chabod, F. (1987). La idea de Nación. México. FCE.
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dez, V. M. y Galli, C. M., La Nación que queremos. Propuestas para la
reconstrucción. Buenos Aires. San Pablo, pp. 27-67.
Gevaert, J. (1980). El problema del hombre. Introducción a la Antropología
Filosófica. Salamanca. Sígueme.
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visión del mundo. Conferencia internacional sobre el nacimiento de una
nueva era, la era de la perspectiva. Buenos Aires, Sudamericana.
Molina, R. A. (1967). La primera polémica sobre la Revolución de Mayo:
1826. Buenos Aires [s.n.].
R enan, E. (1983). ¿Qué es una Nación? Madrid. Centro de Estudios Consti-
tucionales.
Romero, L. A. (Coord.) (2007), La Argentina en la escuela: la idea de Nación
en los textos escolares. Buenos Aires. Siglo Veintiuno.
Centenario y bicentenario.
Dos momentos para pensar argentina*
1. El Centenario
Fue una celebración fastuosa en lo externo y a la vez produjo gran
cantidad de material documental y literario. Una revisión, desde luego
6. La mujer. Aquí debemos una distinción. Por una parte, ver qué papel
tuvo la mujer como oradora de las celebraciones, por otra, qué se dice
de ella en los discursos, sean de hombres o de mujeres.
1° La mujer oradora: es interesante constatar una significativa pre-
sencia femenina entre los oradores seleccionados para publicar. Si bien
en su mayor parte son directoras, docentes o elegidas para hablar en
nombre de madres o de alumnas de las escuelas, hay también mujeres
que hablan en representación de sociedades de socorro o de comunida-
des, no siempre formadas exclusivamente por mujeres.
2° El tema de la mujer: está sorprendentemente presente, incluso
en discursos y en párrafos en que la mención resulta notoriamente for-
175
Centenario y bicentenario
Síntesis
La celebración tuvo un cariz –y un efecto– optimista.
Hubo una positiva valoración global del pasado.
Las “sombras” se explicaron causalmente y se consideraron no repeti-
bles.
Se afianzó la visión heroica de la historia, en las cabezas de San Martín
y Belgrano.
Se afianzó la idea de progreso, como marco, y especialmente en ciencia,
educación y producción.
Se valoraron positivamente todos los sectores: mujeres, niños, inmigran-
tes, trabajadores, porteños y provincianos, etc.
2. El Sesquicentenario
Tomo los datos de investigaciones presentadas en las VI Jornadas
de Historia de FEPAI, abril 2010 (en prensa).
180 Celina A. Lértora Mendoza
Síntesis
Al medio siglo del discurso de 1910 vemos las modificaciones del
imaginario:
–La celebración tuvo un cariz –y un efecto– optimista– Ya no lo es tan-
to, aunque una buena parte confía en el proyecto desarrollista.
–Hubo una positiva valoración global del pasado – Ya no, porque se
cuestiona la historia oficial y aparecen diversas miradas revisionistas.
–Las “sombras” se explicaron causalmente y se consideraron no repeti-
bles – No, se reafirma la idea del “continuismo sombrío”.
–Se afianzó la visión heroica de la historia, en las cabezas de San Martín
y Belgrano – Comienza a cuestionarse, significativamente los “héroes”
son poco mencionados; no tanto criticados como silenciados.
–Afianzó la idea de progreso, como marco, y especialmente en ciencia,
educación y producción – Precisamente se cuestiona el modelo de la
Generación del ‘80; se confía en general en los nuevos rumbos de la
educación (universitaria, después de la reforma del 18) y de la ciencia,
con la creación de institutos especialmente dedicados a la producción
científica, como el Conicet.
–Valoraron positivamente todos los sectores: mujeres, niños, inmigran-
tes, trabajadores, porteños y provincianos, etc. – Esto sí, e incluso se
reafirma.
3. El Bicentenario
Es una apreciación muy provisoria, puesto que el período de cele-
bración recién comienza.
182 Celina A. Lértora Mendoza
Conclusión
A cien años de distancia la sociedad argentina ha perdido, en gene-
ral, tres notas que están siempre presentes en las más variadas posicio-
nes expresadas en los temas anteriormente mencionados del Centenario
y que todavía tienen alguna relevancia en el Sesquicentenario, aunque
bastante disminuida.
Estas tres notas son: la fe en el progreso y el destino venturoso del
país, el respeto a sus próceres con su misión modélica y el orgullo de la
argentinidad.
La fragmentación del discurso que se aprecia a lo largo del siglo,
ha confluido –pareciera– en una “contravisión” en la cual aparecen (al
menos) otras tres notas: la fragmentación del tejido social (no se aprecia
al conjunto como relevante, sino a algunos sectores, casi siempre mino-
rías queer); la duda o el cuestionamiento a todos y cualesquiera de los
183
Centenario y bicentenario
Bibliografía
Lértora Mendoza, C. (2005). “La visión del Centenario según la Revista de
Derecho, Historia y Letras de Buenos Aires”: V Jornadas de Historia.
Hacia el Centenario, Buenos Aires, FEPAI, pp. 43-66.
Colmo, A. (1918). “El balance del Centenario”: Revista de Derecho, Historia
y Letras, año 20, tomo 61, 9-17.
Una mirada católica desde España
Introducción
Si bien el proceso de secularización y desencantamiento del mun-
do tiene ya más de dos siglos de historia a sus espaldas, en los últimos
tiempos en España se ha producido un profundo abandono de las refe-
rencias religiosas en la manera de ver el mundo y los seres humanos. El
desfondamiento religioso de la sociedad y la reaparición de un laicismo
militante parece que nos sitúa en un paisaje diferente al que se vivió
en las décadas del 60 y 70 del pasado siglo. Ello es compatible, por
otra parte, con el crecimiento fuerte de manifestaciones religiosas que
hasta el momento no tenían una aceptación muy grande. Dos de estas
son especialmente significativas: por un lado, una cierta espiritualidad
difusa que, inspirada muchas veces en filosofías orientales, combina un
hedonismo suave (búsqueda del bienestar y equilibrio personal) con una
fusión con la naturaleza y las fuerzas que la animan; por otro lado, un
fundamentalismo fuerte y militante que vuelve a definiciones tajantes de
la propia pertenencia religiosa, encontrando refugio a la desorientación
en la seguridad de la comunidad de creyentes (algunas sectas entrarían
en este modelo de vivencia religiosa).
Ambas tendencias se dan también en el seno de las religiones clá-
sicas, entre las que se encuentra la Iglesia Católica. Por un lado, hay
quienes buscan una práctica religiosa a la carta, en la que se toma del
cristianismo cuanto tiene de paz interior y encuentro con uno mismo;
se abandonan, sin embargo, las prácticas sacramentales habituales y se
mantiene una actitud distante frente a la enseñanza del magisterio ordi-
nario. En el otro extremo, adquieren cierto protagonismo las corrientes
eclesiales más fundamentalistas. Estas últimas están muy presentes entre
los católicos, un sector importante de los cuales parece volver al Sylla-
bus de Pío IX, texto publicado en 1864 para combatir el modernismo, o
186 Félix García Moriyón
1
Puede servir de referencia general el libro editado por Díaz-Salazar y Giner,
1993, con una interesante contribución de Juan Linz, “Religión y política”.
189
Una mirada católica desde España
Optimismo metafísico
El Libro en el que se basa la religión católica comienza con un relato
de la creación del mundo por Dios. A lo largo de los primeros versículos
2
Foucault ha llamado también la atención sobre el tema del control social en las
sociedades contemporáneas, anticuado en torno a la cárcel, el manicomio y la escuela.
193
Una mirada católica desde España
3
Un desarrollo más amplio de esta tesis lo he expuesto en García Moriyón,
1986:33-42.
195
Una mirada católica desde España
4
No deja de ser significativo que un autor como Savater, alejado de toda veleidad
religiosa, inicie su libro de divulgación filosófica con un capítulo significativamente
titulado “La muerte para empezar” (Savater, 1999).
198 Félix García Moriyón
este sentido Carlos Díaz cuando dedica una gran parte de su esfuerzo
intelectual, por no decir el núcleo del mismo, a mostrar precisamente
la necesidad de articular una antropología teocéntrica, pues sólo en la
medida en que referimos nuestra existencia a Dios, llevamos nuestra
vida hasta el límite de sus posibilidades y sacamos de nuestro interior
lo mejor que llevamos dentro5. No se trata además de una propuesta de
sentido basada en una pura opción de fe no racional, sino que se trata
de un convencimiento profundamente racional, puesto que la creencia
en Dios es razonable y conforme a todo lo que el ser humano exige para
ser libre y llegar a la plenitud de su vivir. Es en ese sentido en el que
se reivindica la oferta de sentido y se mantiene que sólo la relación con
Dios nos hará libres y verdaderos; sólo en Él se encuentra la posibilidad
de un humanismo profundo que ayude a los seres humanos, a todos y
cada uno de los serse humanos, a vivir plena e intensamente6. Se trata
de una buena noticia que queremos compartir, pero que nunca debemos
imponer, pues exige siempre el libre y racional consentimiento de cada
persona concreta.
Y esto nos permite retomar el lugar de la muerte en la creencia re-
ligiosa. Me interesa en este momento abordar el problema de la muerte
como mal, como el mal por excelencia porque es en ella donde aflora con
completa negatividad la finitud humana. Estoy pensando además en la
muerte del inocente, no en la que se produce al final de una larga vida
llena de satisfacciones y bienestar. La muerte absurda, de la que hablaba
Camus, o la muerte injusta de quien se la encontró sin merecerla, por
más que siempre quede la sospecha de que no es válido hacer referencia
a merecimientos cuando de muerte hablamos. Y mi planteamiento va
justo en la dirección contraria al que se dio al plantear el problema de la
5
Lo dejó bien claro ya en su libro Contra Prometeo. Una contraposición entre
ética autocéntrica y ética de la gratuidad (Díaz, 1991) y no ha dejado de insistir en
ese tema desde entonces, bebiendo sobre todo en las fuentes del personalismo con-
temporáneo. En línea con lo que estoy defendiendo aquí, es importante también su
libro Preguntarse por Dios es razonable (Díaz, 1989).
6
Una de las más sugerentes antropologías religiosas que he leído es la de José
Ignacio González Faus, Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre (González
Faus, 1987).
199
Una mirada católica desde España
7
Léanse con provecho las páginas que Carlos Díaz dedica a este tema en Pre-
guntarse por Dios es razonable (1989:484-487; o las de Juan Luis Ruiz de la Peña en
Teología de la creación (1986:157-175).
200 Félix García Moriyón
Dios es amor
Hay en el museo del Prado de Madrid dos cuadros que, por curiosas
coincidencias del destino, pueden verse casi al mismo tiempo, aunque
se encuentran en salas distintas. Uno es de Tiziano y nos muestra el
momento en el que Zeus, convertido en lluvia de oro, posee a la bella
Dánae y engendra a Perseo; el otro es de Tintoretto, y narra el momento
en el que Jesús, preparado ya para dar la vida por todos los seres hu-
manos, sus discípulos incluidos, les lava los pies. Desde los primeros
tiempos del cristianismo se tuvo conciencia de que había una profunda
diferencia entre los dioses griegos y los cristianos, poniendo el énfasis
en lo que desde entonces ha sido el hilo conductor del mensaje cristiano:
8
Encuentro muy sugerente la lectura de las obras de René Girard, en concreto
Veo a Satán caer como un relámpago (Girard, 2002).
201
Una mirada católica desde España
Dios es amor, y no hay mayor amor que aquel del que da la vida por sus
amigos, y más todavía por sus enemigos. Frente al eros defendido por
los griegos, se levanta el ágape cristiano que será conceptualizado como
la virtud de la caridad.
El discurso sobre Dios en el cristianismo no se puede reducir a nin-
gún tipo de antropologismo. Desgraciadamente, en torno al año 1000 se
cambió una larga tradición que había impedido realizar ninguna imagen
de Dios en el arte cristiano, siguiendo así la tradición judía que sí fue
mantenida a su vez por el Islam. Es entonces cuando se consolida en
la imaginería cristiana, sobre todo en la católica, esa figura de un Dios
Padre, de avanzada edad y aspecto bondadoso, un Dios Hijo y un Dios
Espíritu Santo, en este caso con la tendencia a representarlo como palo-
ma. Esta concesión encaminada posiblemente a favorecer la catequesis
de una población analfabeta, no hace en absoluto justicia a la auténtica
y profunda originalidad el mensaje cristiano, que hunde sus raíces en
el Antiguo Testamento pero que adquiere una renovada interpretación
en el Nuevo. Dios es lo totalmente otro, la más completa trascendencia
y cualquier discurso sobre Él debe partir del reconocimiento de su in-
adecuación. Incluso cuando hacemos referencia al rasgo que mejor lo
define, el amor. Lo expone bien von Balthasar: sólo el amor es digno
de fe, por lo que la teología debe poner en el centro de su discurso la
glorificación del amor divino, el Dios que se muestra no siendo más
que amor, el Dios crucificado hecho donación al hombre de una manera
total, gratuita y amorosa (von Balthasar, 1995)9. La donación es el eje
del mensaje cristiano: recibimos un don de Dios, sin merecerlo, un don
que Él nos da de forma gratuita y unilateral, sin pedir ni esperar nada a
cambio. Es puro amor y pura gracia, y sólo deformaciones provocadas
por prácticas históricas inadecuadas han podido ver en Dios el déspota
enemigo de la libertad del ser humano. Es Dios quien empieza amando,
nos ama primero y nos llama a dar una respuesta amorosa a su amor, lo
cual implica esencialmente el encuentro con el prójimo como encuentro
en el amor absoluto que siempre será mucho más que cualquier amor
humano.
9
La referencia la he tomado de Amengual, 1991:225-227.
202 Félix García Moriyón
El pecado y el perdón
El ser humano es libre y como tal ha sido creado por Dios. Así lo ex-
presa con claridad y firmeza San Pablo, para quien ya no hay ni hombre
ni mujer, ni judío ni gentil, ni siervo ni señor, con lo que se establece la
completa igualdad de los seres humanos y se apela a su libre aceptación
de la oferta salvífica de Dios. La libertad se entiende desde luego como
plenitud, y en ese sentido la obediencia Dios, la aceptación de su oferta
salvífica, constituye el camino más seguro para y desde su finitud y
fragilidad no siempre elige correctamente. Ahora bien, la libertad, lle-
vada hasta su más radical ejercicio, implica igualmente la posibilidad
de rechazar dicha oferta salvífica. Una vez más podemos volver al relato
10
Para profundizar algo más en la implicaciones de la doctrina trinitaria de Dios,
Moltmann, 1986.
204 Félix García Moriyón
liz culpa que mereció tal salvador. El lado positivo de la culpa se sitúa
precisamente en la posibilidad que abre a la intervención salvífica de
Dios. Judas no acaba de entender hasta qué punto Dios es capaz de per-
donar y busca en el suicidio una solución final a su impotencia; Pedro
parece entenderlo mejor y acepta la oferta de perdón, sin dejar de lado
la exigencia de arrepentimiento. El perdón cura del mal y abre la puerta
a la salvación, siempre que estemos dispuestos a pedirlo y a recibirlo
confiados. En el Barroco español, en plenas discusiones sobre la gracia
y la misericordia divinas con las otras confesiones cristianas, los grandes
autores clásicos españoles expusieron teatralmente la lectura católica de
esa aceptación de la gracia y es de eso de lo que tratan obras como El
condenado por desconfiado o La vida es sueño. La dialéctica del perdón
y el pecado es al mismo tiempo una dialéctica del amor de Dios y de la
confianza humana en ese amor. Está claro que nosotros podemos fallar,
pero sabemos con seguridad que no habrá fallos por el lado de Dios.
En ese sentido, el sacramento de la penitencia tienen un profundo
valor salvífico, y también terapéutico si nos limitamos al plano del equi-
librio personal de los seres humanos. Eso sí, no hay perdón en principio
para quien no lo pide como tampoco lo hay para quien no se arrepiente.
Toda la práctica de la confesión en la tradición católica, más allá o más
acá de las acertadas críticas contra sus posibles desviaciones enfermi-
zas y opresoras, es sobre todo una práctica liberadora que invita al ser
humano tanto al reconocimiento de su propia fragilidad pecadora como
a la conversión completa para seguir la exigencia evangélica de llegar a
ser perfectos como lo es el Padre celestial. Los manuales de confesores
dejaron siempre muy claros los cinco pasos necesarios para acceder al
perdón. El primero de ellos, el examen de conciencia, es una petición
de ser honestos con uno mismo, de no engañarnos ni buscar falsos sub-
terfugios a nuestra debilidad. Sigue el dolor de corazón, como muestra
del impacto emocional que en nosotros debe tener el reconocimiento
de lo que hemos hecho mal, cuidando de ese modo el ejercicio de los
adecuados sentimientos morales, entre los que se cuenta claro está el
de la vergüenza por la conducta indigna. No hay posible perdón para
quien no se plantea un serio propósito de cambiar, para quien no está
dispuesto a enmendar los pecados cometidos y convertirse para alcanzar
207
Una mirada católica desde España
más conservadoras del orden social, tal y como funciona, y parece que le
resulta más sencillo a la jerarquía movilizar a los fieles para condenar el
matrimonio de homosexuales o la presencia de la religión en las escue-
las que para salir a la calle defendiendo la paz y condenando la guerra
de Irak, por limitarme a ejemplos recientes de la vida española. Parece
como si no se atreviera del todo a propiciar las necesarias transforma-
ciones sociales que hagan efectivamente posible los requerimientos de
justicia y amor fraterno contenidos en el evangelio, incompatibles con
una sociedad que convierte en legal una desigualdad social que hace que
unos escupan sangre para que otros vivan mejor. Parece igualmente que
se mueve con más facilidad en el terreno de la caridad, entendida como
la organización de instituciones dedicadas a la atención de los más des-
favorecidos, mientras que no plantea ninguna demanda seria de cambio
estructural que provocaría un notable descenso del número de personas
necesitadas de auxilio caritativo.
Queda de todos modos clara la necesidad de no guardar la luz
debajo de un celemín o de ser sal de la tierra. Y eso entendido no sólo
como necesidad imperiosa de proclamar la buena nueva del reino de los
Cielos y el mensaje de salvación ofrecido por Jesús, sino también en el
sentido de exigir que aquí y ahora colaboremos en la construcción de
una sociedad en la que la justicia y la paz se besen. Nada de quedarse
en casa, reunidos con familiares y amigos y disfrutando de ese modo de
una tranquila vida; tomando las palabras prestadas a Blas de Otero, salir
a la calle y a las plazas públicas, pues “ya es hora de pasear el cuerpo y
mostrar que, pues vivimos anunciando algo nuevo”. Hay una renuencia
fundada a dejar en manos del estado la plena gestión de la vida públi-
ca, pues se detecta en esa estatalización una peligrosa tendencia a la
implantación de mecanismos potentes de control social., y de ahí que
se haya insistido siempre en la importancia de la acción subsidiaria de
la sociedad civil, con capacidad para llevar adelante la gestión de sus
propios asuntos. Pero nada tiene eso que ver con posibles políticas al
estilo de las que actualmente promueve el neoliberalismo más radical.
El compromiso debe seguir siendo siempre el mismo: dar la cara por los
más débiles y buscar estructuras sociales más justas. Y luchar porque
las leyes que rigen la vida social de los seres humanos se adecuen a las
210 Félix García Moriyón
exigencias del evangelio. No hay salvación sin liberación, por más que
esta última no agota a la anterior.
Bibliografía
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“A mitad de camino
entre la verdad y la preferencia”.
El utilitarismo moral de Richard Rorty
en Una ética para laicos
Germán Ramos
UCA – Buenos Aires
haga más felices, no que se los redima, porque no son seres degradados,
almas inmateriales apresadas en cuerpos materiales, almas inocentes
corrompidas por el pecado original” (2009:22). Rorty sostiene que la
creencia de que el hombre necesita ser redimido proviene de una su-
posición singular, que consiste en diferenciar entre una parte inferior
del alma y otra superior. La parte inferior es terrena y mortal, mientras
que la superior es espiritual e inmortal. La redención ocurre cuando la
parte superior del alma logra imponerse y gobernar a la parte inferior.
Este esquema puede entenderse de distintas maneras: como la razón
que doma y controla las pasiones de la sensibilidad, o como la gracia
que transfigura la naturaleza y derrota al pecado. En ambos casos, sin
embargo, la convicción de fondo es la misma. El hombre es el escenario
de la lucha entre estas dos tendencias del alma, a saber, aquella que se
contenta con su finitud, y aquella otra que anhela el infinito.
Es esta lucha y este anhelo por lo infinito la que mantiene con es-
peranzas a la fe, según Benedicto XVI. La fe se adecua a la naturaleza
del hombre porque le marca el camino hacia su propia realización. Sólo
Dios puede llevarnos hacia la infinitud anhelada. Sólo Dios puede re-
dimirnos. Y la finalidad de esa redención consiste, como ya dijimos, en
trascender la finitud, en vencer la mortalidad y el sufrimiento, de modo
tal que la existencia del hombre se vea transfigurada y elevada a la espi-
ritualidad más pura. La tradición en la que se inserta el Papa identifica la
inmortalidad con la inmaterialidad y la espiritualidad. Rorty reconoce,
por su parte, que a quienes disienten con esta tradición se los critica por
carecer del sentido de lo espiritual. Pero es él mismo quien advierte que
el término espiritualidad puede ser entendido de dos formas diferentes,
y que la pertinencia de esa acusación depende del sentido en que se
tome el término: “Si por espiritualidad se entiende una aspiración a lo
infinito, esta acusación está perfectamente fundada; pero si en cambio
se considera la espiritualidad en el sentido elevado de nuevas posibili-
dades que se abren a los seres finitos, entonces no lo es. La diferencia
entre estos dos significados del término espiritualidad es la diferencia
entre tener la esperanza de trascender la finitud y tener la esperanza de
un mundo donde los seres humanos lleven vidas largamente más felices
que aquellas que viven en la actualidad” (Rorty, 2009:24).
219
“A mitad de camino entre la verdad y la preferencia”
De aquí se puede ver con más claridad que el relativismo moral, tal
como lo presenta Rorty, aspira a la realización de un bien determinado,
aunque no identifica ese bien con el anhelo de inmortalidad y de tras-
cendencia. Los relativistas sostienen que el hombre debe esforzarse por
maximizar su felicidad, por acrecentar significativamente su satisfac-
ción. Es en sentido que debemos entender el relativismo, y no como la
teoría absurda del “todo vale”. Ahora bien, aun cuando esta concepción
escapa a esa versión ingenua y falaz, no deja de ofrecer, sin embargo,
ciertas dificultades que no pueden ser pasadas por alto. El principio de
maximización de la felicidad consiste en “cerrarle las puertas” al anhelo
de trascender el mundo y su finitud, y abocarse, en cambio, a conse-
guir aquello que incremente la satisfacción. El problema surge cuando
intentamos fundar la moralidad en base a este principio. Es cierto que
para Rorty la búsqueda de un fundamento de la moralidad es una tarea
inútil, ya que no existe algo trascendente a los ideales morales que les
sirva de cimiento. Quien no reconoce que la fuente de la moralidad está
en la imaginación del hombre, y en la capacidad que ésta tiene de pos-
tular nuevos ideales, se engaña. La fundamentación de la moralidad en
base a la estructura de la naturaleza humana es una “superstición”, una
ilusión que desarrolló la metafísica occidental, y que Rorty se esfuerza
por combatir. Si bien esto es cierto desde el planteo rortyano, también
es cierto que la moralidad basada en este esquema puede ser problemá-
tica a la hora de pensar en la convivencia social. En última instancia, la
moralidad tiene que ver más con el orden social –el orden en el que se
establecen las relaciones entre los individuos– que con el orden privado
y personal. ¿Cómo podemos imaginar una sociedad en la que cada uno
de sus individuos busque maximizar su propio beneficio, al margen de
los intereses del resto? ¿Qué sucedería en el caso de que la maximiza-
ción de mi satisfacción esté abiertamente en oposición a la satisfacción
de otro? ¿Cómo se podría realizar un juicio en un caso semejante? Estas
figuraciones bastan para poner de manifiesto que cuando se rechaza la
suposición de que nuestros ideales se fundan en un orden trascendente,
que está por encima –o mejor dicho, “por debajo”, como fundamento–
de los deseos de los individuos, entonces la moralidad choca contra un
cúmulo de contradicciones.
220 Germán Ramos
y tolerancia con respecto a los deseos de los demás. Sin duda que para
que este esquema moral funcione debe existir una reciprocidad en la
tolerancia y el respeto; sólo puedo exigir tolerancia si soy tolerante con
los demás. Y la tolerancia se funda a su vez en la imposibilidad de deter-
minar la moralidad de modo objetivo. No hay forma de juzgar los deseos
o ideales, y esto porque, sencillamente, no hay deseos buenos o malos
en sí mismos, más allá de lo que dicta el principio de equidad. Esto es
justamente lo que rechazan aquellos que sostienen una moralidad basada
en el fundamentalismo. Rorty cree que, con respecto a estas cuestiones,
el relativismo es más provechoso para el progreso moral de las perso-
nas. Para apoyar sus afirmaciones, cita el caso de la visión que los ricos
tenían de los pobres, y afirma que el cambio de esta visión significó un
progreso a nivel social: “El ejemplo más obvio de esta ampliación es
el cambio que se produjo cuando los ricos empezaron a considerar a
los pobres como conciudadanos suyos, antes que personas cuyo lugar
en la vida había sido decretado por Dios (…) Sólo cuando llegaron a
esa coyuntura pudieron empezar a considerar riqueza y pobreza como
instituciones sociales modificables, antes que como partes de un orden
inmutable” (2009:26).
Resta tan sólo volver a plantear, por última vez, la cuestión relativa a
la elección o la preferencia entre una moral fundamentalista y una moral
relativista. Es que Rorty se da cuenta, y lo admite con toda sinceridad,
que la inclinación por una moral relativista no tiene otra justificación
más que la preferencia. Se inclina por el relativismo moral porque con-
sidera que de este modo el hombre progresará moralmente y alcanzará
la maximización de la satisfacción. Y rechaza el fundamentalismo por
la razón inversa, es decir, porque a partir de él el hombre se estanca en
una concepción moral que reduce significativamente esa misma satisfac-
ción. No hay otro argumento que justifique la inclinación por una moral
relativista más que la preferencia por determinado destino para el hom-
bre. La discusión en torno al problema moral se reduce, en definitiva, a
lo siguiente: Rorty cree que es preferible inclinarse por el relativismo;
Benedicto XVI cree, por su parte, que el fundamentalismo es preferible.
Ambos tienen razones de peso para apoyar sus preferencias. Pero el
hecho es que ninguna razón puede volver necesaria una preferencia. A
222 Germán Ramos
Discusión
La ética de Rorty, tal como la acabamos de esbozar, debe ser interpre-
tada en la clave del “pensamiento débil” de Vattimo. Si bien es este último
quien es reconocido como el filósofo del pensiero debole, sin embargo Rorty
se emparenta mucho con él. De hecho, ambos filósofos se reúnen en el libro
El futuro de la religión. Solidaridad, caridad, ironía para explicitar cómo el
pensamiento débil está en la base de la racionalidad posmoderna. El libro de
Rorty que estamos comentando debe ser leído e interpretado en esta clave.
Y uno de los principios fundamentales del pensamiento débil es el rechazo
de los “absolutos”, sean estos de orden moral, religioso o epistemológico.
No podemos apelar, cree Rorty, a criterios de carácter absoluto cuando pen-
samos en el fundamento de la moralidad, como son el orden natural, la ley
divina, la naturaleza humana. No podemos apelar a ellos porque implican
una concepción particular de la moralidad, que consiste, como ya hemos
visto, en la creencia de que los ideales morales deben fundarse sobre algo
que sea ya real. Esto último es lo que Rorty entiende por fundamentalismo, y
la negación de esta afirmación es lo que entiende por relativismo. En ambos
casos, lo que define la moralidad no es un absoluto, sino, por así decir, un
absoluto relativo, esto es, cierta preferencia por un determinado futuro para
el hombre. Rorty no utiliza el término absoluto relativo –que, por lo demás,
es contradictorio– pero afirma que tanto el Papa como él son absolutistas,
aun cuando sus planteos son diametralmente opuestos: “Si hay voluntad de
formularlo de este modo, puede decirse que ambas partes creemos en los
absolutos. El papa cree en absolutos distintos a aquellos en que creemos los
filósofos como yo. Reconozco, por ende, que todos cuantos tienen convic-
ciones morales son absolutistas exactamente como los demás; pero querría
agregar que ése no es el punto en torno del cual discuten los filósofos. Más
bien discuten acerca de la pregunta de si necesitamos o no la metafísica, si
necesitamos o no la teología, si necesitamos una representación del mundo
que ya tenga en sí los ideales que querríamos postular como en trance de
ser” (2009:31-32).
224 Germán Ramos
Bibliografía
Rorty, R. (2009). Una ética para laicos. Buenos Aires. Katz.
Taylor, Ch. (1996). “La diversidad de bienes”: La Política: Revista de Estudios
sobre el Estado y la Sociedad, n. 1.
La llamada del sommelier es más persuasiva
que la llamada del predicador
Vodka
El prototipo de las bebidas fuertes, de los machos– machos, de los
cosacos, de los mongoles de las estepas rusas que ya hemos visto hoy en
día solo tienen unos humildes 40 grados como el femenino pipermint o
el anís de las ancianitas.
En sus tiempos se hacía de patata. Esta, cuando estaba bien, la
comían los humanos. Cuando se estropeaba se la daban a los cerdos y
cuando estaba tan dañada que ni estos la querían se empleaba para des-
tilarla. Cada casa tenía un alambique artesanal obteniéndose un líquido
de 80 a 95 grados que ningún humano actual soportaría. Un líquido tan
fuerte y tan malo que se impuso, y todavía se mantiene, el beberlo de un
trago sin posibilidad de paladearlo o saborearlo. Tras el trago se esperaba
el efecto explosivo en el estómago y su brusca subida al cerebro rezando
por no morir en el intento. Fue en 1908 cuando el ruso Smirnoff empezó
a destilar por medios científicos y llevó a lo que ahora conocemos, pero
hasta aquella época era un líquido para estómagos sólidos y cerebros
de piedra. En la actualidad se obtiene vodka de las papas, remolacha,
centeno, trigo y todo producto rico en almidón.
Como anécdota digamos que la famosa botella del Absolut Vodka
fabricado en Suecia es la copia de un envase de producto farmacéutico,
ya que en los siglos XVII y XVIII el vodka se vendía en las farmacias
como medicamento para todo, desde los cólicos hasta las plagas. Otro
día les contaré el mundo del alcohol en la terapéutica, en la farmaco-
logía, como remedio. Les adelanto que el whisky irlandés elaborado
clandestinamente se empleaba como bebida, como analgésico, como
espasmolítico, llegando a antirreumático en forma de fricciones.
Esto de no poder saborear las bebidas también lo tenemos en Amé-
rica. En Méjico antes de atreverse con un trago de tequila tenían que
meterse en la boca zumo de limón y sal, cuya mezcla anestesia las papi-
las gustativas y así era posible tragar ese líquido. Ahora con los nuevos
mecanismos de destilación podemos beberla sin anestesia previa, aunque
el rito de la sal y el limón se mantiene.
Lo que nos lleva a un dato original: El saborear la bebida. Esto era
totalmente desconocido hasta hace escasos cien años. Nadie podía pala-
234 Mario Alfonso Sanjuán
Whisky
Se dice que si todo whisky escocés que se bebe en el mundo proce-
diese de Escocia, el peso de las botellas hubiese hundido ese territorio
en el mar. La triste realidad es que es la bebida más falsificada en el
mundo, hay destilerías de pseudo whisky desde el Ártico al Antártico,
pasando por todos los países de África. Lo sorprendente es beber una
botella auténtica. Otro dato original es que el whisky más vendido en
el mundo no es escocés sino japonés y parece que el más fino, ya que
lo que solemos beber, rasca desde el esófago hasta el alma. El japonés
Masakatsu Taketsuru se fue a Escocia en 1918, aprendió todo lo habido
y por haber sobre la fabricación del whisky y tras vuelta a su país abrió
unas destilerías que están ganando las medallas de oro, tanto en el single
malt como en el best blended. No es pequeña proeza derrotar a los esco-
ceses Glenmorangies o Balvenies. Parece ser que las tierras de Hokkaido
reúnen características similares a las Highlands de Escocia.
236 Mario Alfonso Sanjuán
Marcela Borelli
UBA – CONICET
Buenos Aires
1
Tanto en Petrarca como en muchos otros autores, la disputa con la filosofía
escolástica toma un fuerte acento nacionalista, en los términos de los italianos que
se consideran los genuinos herederos de la antigua Roma contra los ‘bárbaros’ galos,
representantes por excelencia del escolasticismo (cf. Rico, 2002).
246 Marcela Borelli
2
De hecho, en 1349 Clemente VI le concedió a Firenze la institución de una
universidad. Boccaccio y otros admiradores de Petrarca presionaron a las autoridades
comunales para que invitaran al poeta a cubrir una cátedra, que finalmente decidió
rechazarla (cf. Dotti, 2004).
3
Muchos autores han querido ver en la falta de sistematicidad y en las aparentes
contradicciones de los textos humanistas una señal de la poca relevancia que tenían
247
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
sus textos para el pensamiento filosófico (cf. Kristeller, 1979), otros, sin embargo
argumentan que ello responde al fenómeno de una filosofía que está cambiando y
buscando nuevas fuentes y medios de expresión (Garin, 1958).
4
Secretum, I: Ista quidem dyaleticorum garrulitas nullum finem habitura, et
diffinitionum huiuscemodi compendiis scatet et immortalium litigiorum materia glo-
riatur: plerunque autem, quid ipsum vere sit quod loquuntur, ignorant (…) Contra
hoc (…) iuvat invehi: – Quid semper frustra laboratis, ah miseri et inanibus tendiculis
exercetis ingenium? Quid, obliti rerum, inter verba senescitis, atque inter pueriles
ineptias albicantibus comis et rugosa fronte versamini?
248 Marcela Borelli
“Existe aquel que sabe una infinidad de cosas sobre las bestias feroces,
sobre los pájaros y sobre los peces: cuántos pelos tiene en la cabeza el
león, cuántas plumas en la cabeza el buitre, con cuántas espirales el pul-
po envuelve un náufrago (…) Todas estas nociones o son en gran parte
falsas (…) o bien no han sido ciertamente verificadas por quien las re-
porta, (…) aún admitiendo que respondieran a verdad, no contribuirían
en nada a nuestra felicidad. ¿De qué puede servir, por Dios, conocer
“Es más (…) puesto que les falta el coraje de echar fuera sus propios
errores, tienen la costumbre de declarar formalmente que por el momen-
to discuten dejando del todo aparte a la fe. Y esto ¿qué otra cosa es sino
buscar la verdad repudiando la verdad y abandonando, por así decirlo,
el sol, calarse en los abismos más profundos y oscuros de la tierra en
busca de la luz en medio de las tinieblas?”9.
7
De ignorantia II, “Multa ille igitur de beluis deque avibus ac piscibus: quot
leo pilos in vertice, quot plumas accipiter in cauda, quot polipus spiris naufragum
liget (…) Que quidem vel magna ex parte falsa sunt (…) vel certe ipsis auctoribus
incomperta, (…) que denique, quamvis vera essent, nichil penitus ad beatam vitam.
Nam quid, oro, naturas beluarum et volucrum et piscium et serpentum nosse pro-
fuerit, et naturam hominum, ad quod nati sumus, unde et quo pergimus, vel nescire
vel spernere?”.
8
Ec. 1, 18, “Cuanto mayor la sabiduría, mayores son los problemas; mientras
más se sabe, más se sufre”, dice Agustín (conf. 8, 8, 19).
9
De ignorantia II, “Quinetiam (…) ubi ad disputationem publicam ventum est,
quia errores suos eructare non audent, protestari solent se in presens sequestrata
ac seposita fide disserere; quod quid, oro, est aliud, quam reiecta veritate verum
querere, et quasi, sole derelicto, in profundissimos et opacos terre hiatus introire, ut
illic in tenebris lumen inveniant?”.
250 Marcela Borelli
“Por mi parte, creo que Aristóteles fue una personalidad de gran relie-
ve y de mucha doctrina, pero era un hombre y por ello sostengo que él
pudo ignorar algunas cosas, es más, muchas (…) Yo creo, ciertamente,
y no tengo dudas que él equivocó del todo el camino, como se dice, no
sólo en argumentos de poca monta, en los cuales el error es leve y poco
peligroso, pero también se equivocó en cuestiones importantísimas que
arrastran con sí la suprema salvación”10.
10
De ignorantia IV, “Ego vero magnum quendam virum ac multiscium Aristoti-
lem, sed fuisse hominem, et idcirco aliqua, imo et multa nescire potuisse arbitror; (…)
credo hercle, nec dubito, illum non in rebus tantum parvis, quarum parvus et minime
periculosus est error, sed in maximis et spectantibus ad salutis summam aberrasse
tota, ut aiunt, via”.
251
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
“Pero estos, como hemos dicho, están de tal modo capturados por el
amor de un solo nombre que consideran un sacrilegio expresar sobre un
argumento cualquiera un parecer distinto del suyo”13.
11
Se sabe que entre el siglo XIII y el XIV muchos otros teólogos hicieron de
la denuncia de los ‘errores’ de Aristóteles un motivo no secundario de la estrate-
gia orientada a remarcar las insuficiencias de toda aproximación ‘naturalística’ y
puramente racional a la comprensión de la realidad: la Collatio in Haexämeron de
Buenaventura, el De erroribus philosophorum de Egidio Romano, el Exigit ordo de
Nicolás de Autrecourt, etc. (cf. Bianchi, 2003:113 y ss.).
12
La frecuentación de los códices de los autores antiguos y el refinamiento de las
herramientas filolológicas en las generaciones humanísticas posteriores – que tienen
como referentes a Valla y Poggio Bracciolini– imprimió en ellos una sensibilidad
nueva y nuevos horizontes. Las auctoritates que para los escolásticos no tenían ni
tiempo ni rostro, y estaban, de algún modo, desprovistas de su dimensión humana,
devendrán luego hormbres con una biografía y una historia, con pasiones, opiniones,
serán interlocutores de los humanistas. Esto agudizará la conciencia de la diversidad
de hombres y de la singularidad de cada uno (cf. Rico, 2002).
13
De ignorantia IV: “sti vero, ut diximus, sic amore solius nominis capti sunt, ut
secus aliquid quam ille de re qualibet loqui sacrilegio dent”.
252 Marcela Borelli
14
De ignorantia IV, “Video nempe virtutem ab illo egregie diffiniri et distingui
tractarique acriter, et que cuique sunt propria, seu vitio, seu virtuti. Que cum didici,
scio plusculum quam sciebam; ídem tamen est animus qui fuerat, voluntasque eadem,
ídem ego. Aliud est enim scire atque aliud amare, aliud intelligere atque aliud velle.
Docet ille, non infitior, quid est virtus; at stimulos ac verborum faces, quibus ad
amorem virtutis vitiique odium mens urgetur atque incenditur, lectio illa vel non
habet, vel paucissimos habet”.
15
En efecto, el manuscrito Par. 6458 contiene algunas obras de Aristóteles que
formaron parte de la biblioteca personal de Petrarca, de las cuales anotó sólo dos, la
253
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
Política y la Ética a Nicómaco, con algunos signos marginales, pero pocos, lo cual
demuestra que verdaderamente Petrarca estudió con poco interés los textos de Aris-
tóteles (cf. Nolhac, 1892:335-338).
16
De ignorantia IV; “Quid profuerit autem posse quid est virtus, si cognita non
ametur? Ad quid peccati notitia utilis, si cognitum non horretur?”.
17
De ignorantia IV: “Nam quod clare quis intelilgit, clare eloqui potest, quodque
intus in animus suo habet, auditoris in animum transfundere”.
254 Marcela Borelli
El sentido literal que remite al aspecto histórico o material del texto; el sentido
19
alegórico, que trasciende el sentido material para dirigirse al espíritu que anima la
letra funciona, a su vez, como velo o integumentum que esconde profundas verdades
bajo la literalidad. Éste sentido alegórico admite, a su vez, una subdivisión entre el
255
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
sentido anagógico, que reviste un carácter de ascensión espiritual que eleva al alma
a las realidades sublimes; y el sentido moral, que remite al plano de lo inmanente.
20
Petrarca, 2004: IX. (traducción propia): “Sed, si tempus non deforet, nec vere-
rer auribus vestris inferre fastidium, possem facile demonstrare poetas, sub velamine
figmentorum, nunc fysica, nunc moralia, nunc hystorias comprehendisse, ut verum
fiat quod sepe dicere soleo: inter poete et ystorici et philosophi, seu moralis seu na-
turalis, officium hoc interesse, quod inter nubilosum et serenum celum interest, cum
utrobique eadem sit claritas in subiecto, sed, pro captu spectantium, diversa. Eo
tamen dulcior fit poesis, quo laboriosius quesita veritas magis atque magis inventa
dulcescit; hoc non tam de me ipso, quam de poetice professionis effectu dixisse satis
sit, neque enim, quamvis poetarum more ludere delectet, sic poeta videri velim, ut
non sim aliud quam poeta”.
256 Marcela Borelli
21
De ignorantia III: “neque ulli hominum humano studio rerum omnium scien-
tiam fuisse cognoscere”.
22
Ver nota 14.
257
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
“La cultura pertenezca por tanto a éstos que me la quieren quitar (…)
A mí se me reserven la humildad y la consciencia de mi ignorancia y
de mi fragilidad. (…) Para ellos ha sido escrito: “La devoción a Dios es
sabiduría”24, y de mis discursos ellos serán más y más confirmados en
su convencimiento de que yo soy un hombre honesto, pero sin cultura”25.
“Pero, mientras tanto, hasta que no llegue el fin de este exilio, con el
cual tendrá fin esta nuestra imperfección, me consuelo –dentro de los
límites que por ahora nos son concedidos– considerando la naturaleza
a todos común; (…) y me refiero al metro del saber humano, que. en sí
mismo es siempre limitado si se lo relaciona al espacio restringido en el
cual está comprendido y asume grandeza sólo en comparación con otros
23
De ignorantia IV: “Nam et cognosci ad plenum Deus in hac vita nullo po-
test modo, amari autem potest pie atque ardenter; et utique amor ille felix semper,
cognitio vero nonnunquam misera, qualis est demonum, qui cognitum apud inferos
contremiscunt”.
24
Agustín, De Civitate Dei, XIV, 28.
25
De ignorantia II: “Litere igitur sint, vel horum qui illas michi auferunt, (…)
Mea vero sit humilitas et ignorante proprie fragilitatisque notitia et nullius nisi mundi
et mei et insolentie contemnentium me contemptus, de me diffidentia, de te spes;
postremo portio mea Deus, et, quam michi non invident, virtus illiterata”.
258 Marcela Borelli
hombres. Por otra parte, cuán mísera cosa es este saber, Dios mío, por
grande que sea, que es concedido de abrazar a una mente humana; es
más, qué nulidad es el saber de un hombre, sea quien fuere si, se lo com-
para no digo con el saber de Dios, sino con su ignorancia personal”26.
29
Contra medicum II: “Illam certe premeditari, contra illam armari, ad illius
contemptum ac patientiam componi, illi si res exigat occurrere, et pro eterna vita,
pro felicitate, pro gloria brevem hanc miseramque vitam alto animo pacisci, ea de-
mum vera philosophia est, quam quidam nichil aliud nisi cogitationem mortis esse
dixerunt. Que philosophie descriptio, quamvis a paganis inventa, cristianorum tamen
est propria, quibus et huius vite contemptus et spes eterne et dissolutionis desiderium
esse debet”.
260 Marcela Borelli
Conclusión
Frente a la insatisfacción de una filosofía que se revelaba inadecuada
para las exigencias de la vida y de una sociedad que estaba cambiando,
Petrarca se vuelca a la exploración del hombre interior, espiritual, y ha-
cia la formulación de una nueva visión de la historia. Hemos visto cómo
en él se gesta una toma de conciencia y una formulación de una antro-
pología que dista mucho de ser aquella del fisicismo y de los tecnicismos
de la escolástica. Su concepción de la filosofía se opone a las disciplinas
científicas (lógica y natural) que, de algún modo, dejaban abandonados
los problemas humanos de la vida más concreta.
Las respuestas a estas inquietudes las encontró en los autores clá-
sicos romanos y en los Padres de la Iglesia, sobre todo en Agustín. En
ellos halló una cultura más humana, los studia humanitatis –gramática,
retórica, poesía, moral, historia–, distinta de la escolástica. Encontró,
también, una vuelta hacia la interioridad, una meditación sobre el indivi-
duo real y su destino, sobre su historia terrena y sobre su actuar en ella.
A partir de ellos, mostró que la lógica de los asuntos humanos dis-
taba mucho de ser aquella de Aristóteles (Garin, 2005:47 y ss.), que no
era palabra divina, sino que era un producto histórico, de un hombre
sumergido en un contexto histórico, un hombre a fin de cuentas, con
quien se podía dialogar pero que distaba de ser una auctoritas, como una
verdad adquirida de una vez por todas e incuestionable.
30
Contra medicum II, “Postremo, eorum qui certius probant philosophum, nichil
habes: non vitam, non animum, non mores, non ingenium, non linguam”.
261
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
31
Esta lista de sus libros preferidos la hallamos en un folio del manuscrito BNP
lat. 2201, que contiene, entre otras obras, el De vera religione de San Agustín.
262 Marcela Borelli
Ambos son los apodos con los que Petrarca se referirá a ellos en sus obras, sus
32
verdaderos nombres eran Lello di Pietro Stefano dei Tosetti, un romano, y el flamenco
Ludovico Santo di Beringen, cantante en la capilla del cardenal respectivamente. A
Sócrates dedicará en 1350 el conjunto de sus Epystole Familiares.
263
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
plares sacados de fuentes literarias e históricas que llegan hasta personajes modernos,
entre ellos el rey Roberto d’Angiò.
265
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
Bibliografía
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267
Los inicios del humanismo: Francesco Petrarca
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268 Marcela Borelli
I
En un siglo caracterizado por la dispersión de escuelas de pensa-
miento –o, mejor aún, por una diversidad de doctrinas en las que resulta
difícil encontrar verdaderas “escuelas” de pensamiento en sentido es-
tricto–, Nicolás de Autrecourt suele ser señalado como un típico hombre
del Trecento. Difícil de caracterizar, su pensamiento nos ha llegado en
forma fragmentaria, pero con la suficiente densidad como para merecer
un estudio atento, circunstancia que en las últimas décadas parece haber
ganado ímpetu gracias a la publicación de diversos escritos dedicados a
su vida y a su obra1.
A pesar de esa fragmentariedad, resulta posible encontrar, en los
pocos textos conservados de Nicolás, las hebras de lo que pudo haber
sido el hilo conductor de su pensamiento. En ese sentido, resulta insos-
layable referirse a su sostenido esfuerzo por desmantelar el complejo en-
tramado de la filosofía de corte aristotélico elaborado en el siglo anterior,
esfuerzo que subyace a sus dos principales obras conservadas, el tratado
Exigit ordo y la correspondencia con Bernardo de Arezzo y Gilles du
Foin. El objetivo del presente trabajo es analizar en qué medida la crítica
a las categorías aristotélicas de pensamiento no conlleva, en el caso de
1
El punto de inflexión en las investigaciones dedicadas a Nicolás de Autrecourt
lo constituye sin duda el impresionante trabajo de Zénon Kaluza (Kaluza, 1995). A
partir de la obra de Kaluza, continuada en diversas publicaciones dedicadas a aspectos
particulares de la vida y obra de Nicolás de Autrecourt, siguieron nuevas ediciones y
estudios de sus textos conservados que permitieron superar la imagen un tanto unidi-
mensional que hasta ese momento se tenía del filósofo lorenense. Al final del trabajo
se consigna una bibliografía actualizada de los estudios ultricurianos.
270 Gustavo Fernández Walker
II
En primer lugar, es necesario caracterizar brevemente estos tres
tipos ideales. A grandes rasgos, la historia del pensamiento medieval
muestra un paulatino pasaje de (a) a (c). La figura del sabio agustiniano,
que entendía la filosofía como una escuela de vida y preparación para la
muerte, va dejando paso a un perfil de filósofo que se consolida como
un profesional de una determinada scientia, de clara inspiración aris-
totélica. Y si bien esa creciente profesionalización no es un exclusivo
producto de la reaparición de los textos de Aristóteles por mediación de
la cultura árabe –en efecto, el proceso se inicia con bastante anterioridad
a la reintroducción del corpus aristotélico en el Occidente latino–, no es
menos cierto que la confrontación con un modelo árabe de pensamiento
científico de corte aristotélico aceleró profundamente los cambios que ya
271
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
2
A excepción, tal vez, de la adscripción de Juan de Salisbury al “Achademico-
rum more investigandi” profesada en su Policraticus (cf. Porro, 1994:229-253).
3
Por caso, la distinción entre “academicismo” y “escepticismo” presente en
Sexto Empírico es omitida en las discusiones medievales, que toman ambos términos
como sinónimos.
272 Gustavo Fernández Walker
III
Es en ese marco en el que cobra sentido la crítica de Nicolás de
Autrecourt:
4
El propio Nicolás alude a esta deceptio, un término caro a muchos autores de
la época, en EO, 198, 3ss. Cf. la cita completa infra, n. 26.
5
Las filosofías extrauniversitarias, de creciente importancia a partir del siglo
XIV (piénsese en Raimundo Lulio o Petrarca), quedan deliberadamente fuera del
marco de este trabajo.
273
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
6
Nicolás de Autrecourt, Exigit ordo, 197, 39ss: nam doctores qui ad invicem
excercitii causa conferunt in determinationibus suis replent quaternos et processus
formant longos in verba Aristotelis exponendo. Nunc autem si praecise verba Aristo-
telis accipiant esse vera propter rationem evidentem, eis superfluum omnino videtur
sic considerationem dimittere rerum et se ad verba hominis convertere, nam dubium
non est alicui quod brevius fieri poterat si a quolibet exprimeretur ratio propter quam
tenebat conclusum. Sigo la edición del Exigit ordo realizada por O’Donnell (1939),
incorporando las enmiendas sugeridas por Zénon Kaluza en su trabajo mencionado
supra y por Antonella Musu en la traducción italiana del tratado.
274 Gustavo Fernández Walker
7
Ibid., 198, 14ss: Itaque proposui inter cetera contra sic deceptos aliquas con-
clusiones quas certum fuisse de intellectu Aristotelis […] ostendere ab eis nullo modo
fore scitas. In cujusmodi processu erant quam plurimae conclusiones super <quibus>
non determinando sed dubitando inquiretur.
8
Ibid., 181, 6ss: Primo inspexi doctrinam Aristotelis et ejus commentatoris
Averrois et vidi quod mille conclusiones, vel quasi, in occultis et specialiter in illis
quorum cognitionem maxime desiderat intellectus erant ab eis demonstratae. Verum
est quod non inveni rationes demonstrativas ad oppositum in omnibus, sed occurre-
runt rationes aliquae per quas mihi visum fuit quod ita probabiliter possent teneri
conclusiones oppositae sicut propositae ab eis.
9
Ibid., 197, 12ss: Adduco aliqua signa et aliquas verisimiles conjecturas quae
debent in hac materia sufficere.
275
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
todos los ingredientes para completar el perfil del académico que traza
Agustín:
superstición, en la que yo te precipité conmigo. Porque ella enseña, y con razón, que
no se debe dar culto ni estimación a lo que se ve con los ojos mortales, a todo lo que
es objeto de la percepción sensible. Ella promete mostrar con claridad al verdaderí-
simo y ocultísimo Dios, y ya casi lo está mostrando a través de transparentes nubes.)
Como se verá, Nicolás no compartirá la crítica a los sentidos (cf. infra, sección IV).
12
Porro se refiere al aristotelismo como “nuova filosofia dogmatica per eccellen-
za” (cf. Porro 1994:253). Bianchi y Randi, por su parte, apuntan: “In settant’anni [se
refieren al lapso transcurrido entre mediados del siglo XIII y las primeras décadas
del XIV], la filosofia aristotelica si trasforma da peggior nemico a principale alleato
dell’ortodossia” (cf. Bianchi y Randi, 1990:60).
13
Nicolás de Autrecourt, Exigit ordo, 181, 16ss: Omnes propter logicos ser-
mones Aristotelis et Averrois deserebant res morales et curam boni communis (…)
cum insurrexit amicus veritatis et suam fecit sonare tubam ut dormientes a somno
excitaret, emiserunt suspiria, omnino fecerunt signa tristitiae, et resumpto spiritu
quasi armati ad capitale proelium in eum irruerunt. Se trata de uno de los pasajes
más citados del tratado, al punto de que de él toma Kaluza el título de su monografía.
Esa notoriedad del pasaje es, en parte, la que justifica cierta predisposición en la bi-
bliografía secundaria a privilegiar el aspecto crítico de la filosofía de Nicolás por so-
bre su pars construens: en efecto, en el pasaje citado, la crítica a los reverendi patres
se hace desde un ángulo moral y no desde una filosofía que pretende avanzar según
los procedimientos científicos (es decir, los propios de una scientia, aún entendida en
términos aristotélicos: cf. infra, sección IV).
277
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
14
Agustín sólo alude a las reglas de conducta de los Académicos, si bien no las
explicita como tales. Cf. supra n. 11.
15
Nicolás de Autrecourt, Exigit ordo, 182, 36ss: Et ut veritas videatur ponam
unam regulam, regulam moralem quae mihi videtur esse notabilis et utilis multum
et est ista: omnis homo ad quem veniunt, et praecipue quasi naturaliter et ex se non
receptive ab alio, omnes conceptus super aliquibus quaesitis qui veniunt ad aliquam
totam multitudinem super illis et ultra quos quasi ex se non receptive ab alio veniunt
conceptus ita, alii clari sicut isti et clariores, per quos ipsas res magis videtur attin-
gere et sibi magis intimare, intellectus omnis talis potest ponere sine hoc quod sit
caymotes vel praesumptuosus aliquas conclusiones in illis quaesitis praeter illas quae
sunt positae a tota communitate, immo directe oppositas eis et cum certitudine satis
sufficienti suo judicio.
278 Gustavo Fernández Walker
que una persona así no presenta una falsa opinión de su propio juicio,
no cae en la falta a la que se aludió más arriba”. Ahora bien, yo soy una
persona así”16 [R 2].
18
Agustín, Contra Academicos, II, 11, 26: Id probabile vel verisimiles Academici
vocant quod nos ad agendum sine assensione potest invitare.
19
Cf. las páginas que Kaluza dedica a reconstruir la formación en derecho civil
de Nicolás y su posible influencia en su obra filosófica en Kaluza, 1995:23-31.
20
Nicolás de Autrecourt, Exigit ordo, 184, 32ss: Nunc in speculativis non
quaerimus nisi ipsum scire ut res veniat in apparentia apud animam. Non est sicut
in observantiis legalibus ubi quaeritur non cognitio sed opus; et ideo ibi talibus
argumentis utitur legislator ut homines inducat ad assensum; nam scit quod assensu
posito sequitur opus. Sed hic non quaerimus nisi evidentiam, et ideo non videtur
quod dignum sit uti talibus argumentis; sed quaeramus veritatem quaesitorum in
propositionibus per se notis et in experimentis.
280 Gustavo Fernández Walker
IV
En su primera carta a Bernardo de Arezzo, Nicolás le reprocha que
su aceptación de la tesis según la cual “el conocimiento intuitivo claro
es aquel por el cual juzgamos que una cosa existe, exista ella o no” con-
duce a un escepticismo radical. La posición del franciscano, deudora de
ciertas afirmaciones de Guillermo de Ockham, se apoya sobre la distin-
ción entre causas naturales y causas sobreneturales. Brevemente, podría
decirse que la omnipotencia divina es capaz de hacer por sí misma lo
que hacen las causas subalternas. Así, alguien podría experimentar la
percepción de un objeto, aun cuando ese objeto no exista realmente,
puesto que la intervención divina sería capaz de generar la experiencia
del objeto en el sujeto que conoce. Bernardo pretende salvar la experien-
cia afirmando que, de no producirse esa intervención sobrenatural, el
curso natural de las cosas justifica nuestro asentimiento a la experiencia.
Nicolás repara, sin embargo, que el sujeto que conoce no tiene la capaci-
dad de discernir si se está produciendo efectivamente una intervención
sobrenatural o no, puesto que desde su punto de vista, la experiencia en
uno u otro caso sería la misma. Y puesto que no tiene forma de discernir
si la experiencia es producida por el objeto o por la intervención divina,
se concluye que no puede afirmar con certeza la existencia del objeto
como causa próxima de esa experiencia. Nicolás va aún más lejos: no
sólo Bernardo no puede afirmar la existencia de los objetos que percibe
mediante los sentidos, sino que tampoco puede dar cuenta de sus propios
actos, puesto que se requiere una segunda intención para dar cuenta de
la primera, con lo cual el esquema se repite para las afecciones del alma.
Por eso, concluye Nicolás,
“me parece que de tu posición se siguen cosas aún más absurdas que
las que resultan de la posición de los Académicos. Y por lo tanto, para
evitar esos absurdos, en mis disputas en el Aula de la Sorbona, sostuve
que poseo conocimiento evidente de los objetos de los sentidos y de mis
propios actos”21.
21
Nicolás de Autrecourt, Prima epistola ad Bernardum, 17: Et, ut michi appa-
ret, absurdiora sequuntur ad positionem vestram quam ad positionem Academicorum.
281
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
23
Cf. Nicolás de Autrecourt, Exigit ordo, 266, 28ss.
283
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
V
A modo de conclusión, podría decirse que una lectura cuidadosa de
los prólogos del tratado Exigit ordo sugiere que el perfil de filósofo que
Nicolás parece promover es uno más cercano a aquella descripción de
la filosofía como scientia, si bien con reservas: las críticas a la práctica
24
Nicolás de Autrecourt, Exigit ordo, 198, 3ss: Tertium signum est in docen-
tibus qui in suis quaestionibus de decem rationibus vix unam plenarie resolvunt,
sed solum pro majori propositione vel minori allegant dictum Aristotelis seu ejus
Commentatoris, ubi tamen propositiones sicut appareret eorum quaternos intuenti
nec sunt notae ex terminis nec de his sunt quibus assentit naturaliter intellectus nec
est aliquod quod experimur in nobis. Haec omnia et plura talia vidit animus meus in
quibus esse errorem arbitratus et deceptionem non modicam, quocirca caritatis zelo
ductus opinioni eorum succurendum existimavi. Scit Deus non amore gloriae, sed
quia credo quod per inquisitionem ex principiis regnavit veritas in anima et amplius
non erit locus falsitati.
285
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
25
Mutatis mutandis, se trata de la misma tensión tantas veces referida en el
ámbito de la filosofía política en la Edad Media: si la vida terrena es un tránsito a
la vida eterna, ¿cómo no esperar que las autoridades eclesiásticas se inmiscuyan en
los asuntos terrenales, en los que puede decidirse la salvación de los fieles? No es
muy distinto lo que ocurre en el ámbito científico: ¿puede la filosofía aspirar a una
verdadera autonomía? Si la scientia es parte del plan divino, ¿se puede dejar de lado
el mandato de la fe en una investigación que se reclama puramente racional? La res-
puesta excede el presente trabajo, pero permanece en el horizonte en tanto incide de
algún modo en la caracterización del verus philosophus. Cf. al respecto el interesante
trabajo de Max Lejbowicz y su interpretación del artículo 175 de la condena de 1277
(Quod lex christiana impedit addiscere) (Lejbowicz 1997:203-229).
286 Gustavo Fernández Walker
“el verdadero filósofo, para apartarse del camino del vulgo, no debe
aceptar ciertas cosas por delante de sus principios sólo porque sean
famosas”26.
Bibliografía
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Quaestio, 2, 267-289.
Grellard, C. (2004). “Comment peut-on se fier à l’experience? Esquisse d’une
typologie des réponses médiévales au problème sceptique”: Quaestio, 4,
113-135.
26
Ibíd., 197, 37ss.: Verus philosophus viam vulgi deserens non debet accipere
aliqua pro principiis eo quod famosa sint.
287
La crisis del siglo XIV: Nicolás de Autrecourt
Julián Barenstein
UBA – CONICET
Buenos Aires
aneleutheroi@yahoo.com.ar
1
Lossky, V. (2009). Teología mística de la Iglesia de Oriente. Barcelona. Her-
der, 207 pp.
298 Julián Barenstein
Introducción
El presente trabajo tiene por objetivo reflexionar sobre el pensa-
miento y las iniciativas sociales que llevó a cabo monseñor Roberto
Tavella, durante su desempeño como arzobispo de la provincia de Salta
(1935-1963). Particularmente, analizaremos aquellas tareas emprendidas
desde 1948 hasta 1956. Para ello, serán tenidos en cuenta los argumentos
presentados por su biógrafo, Arsenio Seage, quien publica tres tomos
en los que sintetiza la vida y obra de Tavella, desde sus inicios en la
actividad religiosa y hasta su muerte. El estudio se complementará con
los resultados de las investigaciones que fueron realizadas durante la
década de 1970 por los historiadores Colmenares (1973) y Chiericotti
(1977), vinculados al Instituto San Felipe y Santiago.
En primer lugar, consideramos que es posible especificar las ca-
racterísticas esenciales de la trayectoria formativa del obispo, a los
efectos de interpretar las formas en que implementó su plan pastoral en
el contexto social salteño, logrando intermediar –como actor político y
religioso– entre las políticas del gobierno provincial y las demandas del
304 Mario Gustavo Parrón
“pueblo salteño”, y de acuerdo con las directivas que eran emitidas desde
el cuerpo eclesiástico a nivel nacional1.
En tal sentido, identificar y entender las lógicas de las acciones
pastorales llevadas a cabo desde y en las parroquias que conformaron
la arquidiócesis, nos posibilitará aseverar cómo se logró, no sólo cana-
lizar las demandas de la propia sociedad por medio de las constantes
intervenciones del arzobispo en los ámbitos parroquiales y en sus insti-
tuciones laicales, sino también controlar las instancias de movilización
social por medio de un constante proceso de interiorización ideológica
que, evidentemente, manifestó la fuerza de la influencia de la Iglesia
Católica a nivel local2.
Sin embargo, será necesario realizar estudios futuros en los que nos
permitamos resignificar el protagonismo de aquellos actores sociales y
políticos que, si bien no pertenecieron a la jerarquía eclesiástica –cuya
historia aún no está escrita–, formaron parte, por tradición o adhesión,
de la mencionada institución.
Una de las características esenciales de la formación presbiteral de
Tavella, está vinculada con su desempeño como eclesiástico y su espíri-
tu patriótico3 (la voz de la Iglesia), asumidos al momento de contrastar
con sus proyectos sociales y políticos, las tendencias secularizadoras de
las tres primeras décadas del siglo XX; que habían sido internalizadas
en las instituciones de la sociedad civil o en aquellas que constituían
el aparato estatal. En efecto, dichas manifestaciones anticlericales se
expresaron en el pensamiento liberal y socialista de la época y se cons-
tituyeron en objeto de confrontación y conflicto permanente en relación
con su acción pastoral4.
Desde su vinculación con la obra salesiana5, Tavella asesoró a los
Círculos Católicos Obreros, y a los centros de ex alumnos salesianos y
cofradías religiosas de la provincia de Buenos Aires6, incentivándolos
a formarse –en las periódicas reuniones– en el estudio de la Doctrina
Social de la Iglesia7, a los efectos de adquirir “conciencia y criterios para
juzgar y actuar”.
3
Su responsabilidad como eclesiástico y principal referente de la Iglesia Cató-
lica, consiste en asumir una postura defensiva respecto a los principios democráticos
y el progreso social de la patria. He aquí la fusión o tensión que se puede observar
entre la Iglesia y el Estado, en relación con determinados objetivos, tales como el de
rescatarla de la perdida paulatina de su ingerencia en la sociedad.
4
Arsenio Seage expresa que para Monseñor Tavella el fin último de sus tareas
pastorales estuvieron motivadas por el celo apostólico de preservar la pura tradición
y la cultura del pueblo.
5
Como salesiano, Tavella estuvo muy vinculado con la obra salesiana en la
Argentina, de allí su peculiar formación eclesiástica.
6
Tres metas fueron objeto del asesoramiento espiritual de Tavella, a saber:
mejorar el nivel cultural y religioso, ahondar las enseñanzas de la sociología cristiana
y ampliar la eficacia asistencial. Su apostolado fue emprendido en sus inicios en la
parroquia de Bernal, localidad de la provincia de Buenos Aires.
7
Seage señala que la referencia documental que enriqueció su proceso forma-
tivo lo constituyó la Encíclica “Rerum Novarum”, “verdadera constitución de un
306 Mario Gustavo Parrón
9
Tavella conoció varios institutos y casas de formación sacerdotal y peregrinó
a diversos santuarios de Europa.
10
Tavella señalaba constantemente la importancia que tenía las Humanidades
Clásicas en la formación de la mentalidad de los jóvenes.
309
Ideas y acciones sociales de Monseñor Roberto Tavella
11
Las consideraciones surgieron de la lectura de otras cartas y de los diarios
peronistas de Buenos Aires, La Prensa y Democracia.
12
La cursiva es mía.
310 Mario Gustavo Parrón
hace referencia a los sujetos que fueron perseguidos durante esos años
conflictivos, resalta la figura de monseñor Tavella para el caso de Salta,
al momento de definirlo particularmente por su fuerte personalidad y
capacidad para interpretar correctamente los deseos del pueblo. A su
vez, presenta a Tavella como un “santo”, es decir, aquél que supo enca-
minarse y conducir al pueblo hacia el camino correcto de la prudencia y
del bien, porque era hombre de fe, fiel a su madre, la Iglesia.
Si bien el biógrafo logra reconstruir los hechos ocurridos en la ciu-
dad de Salta, destacando la labor de muchos civiles que a través de la
distribución de panfletos repudiaban las acciones que el gobierno federal
cometía en Buenos Aires, resulta interesante observar cómo se detiene a
destacar el protagonismo de Tavella que junto a otros militantes católicos
habían sido objeto de opresión –especialmente aquellos que formaban
parte de las filas de la Acción Católica– por parte de la policía federal,
miembros de la CGT y directivos del peronismo.
Para contrarrestar y neutralizar la acción persecutoria, Tavella
propuso la realización de la novena en honor de las sagradas imágenes
del Señor y Virgen del Milagro. Esta experiencia de devoción es inter-
pretada por Seage como una instancia de revalorización del fin último
de la Iglesia consistente en la toma de conciencia “sobre su peregrinar
histórico y su presencia en la formación de la mente y cultura argentina”
(1978:421). Sin embargo expresa, en mí entender, la fuerte injerencia que
tiene la Iglesia en la sociedad y su capacidad movilizante sobre el laica-
do, incitándolo a mantener fidelidad a los santos patronos y a “purificar-
se de las propias culpas”, causa de toda persecución contra la religión.
Al respecto, resulta interesante la información que Seage recoge de
la gente más allegada al arzobispo, entre ellos familiares y miembros
del clero arquidiocesano. En los testimonios orales, se destaca en todo
momento el temple de monseñor Tavella como hombre conciliador y
pacífico, con un gran dominio sobre sí y sus acciones pastorales, pues
“tuvo oportunidad en forma muy destacada, no sólo de ser modelo de
absoluta adhesión a Cristo y a su iglesia sino que llegó, en fuerza de su
pública actuación, a constituirse en arquetipo de los demás” (1978:428).
Es factible que ello sea un indicador de los múltiples contactos que el
arzobispo estableció con los diferentes sectores políticos y sociales de
312 Mario Gustavo Parrón
15
Por ejemplo, las familias Cornejo y Remy Aráoz.
313
Ideas y acciones sociales de Monseñor Roberto Tavella
Bibliografía
Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios históricos de Salta.
Boletín Oficial de la Arquidiócesis de Salta. Números desde 1946-1955.
Bruno, C. (1966). Historia de la Iglesia en la Argentina. Buenos Aires. Don
Bosco.
Casado, R. (s/f). La Acción Católica Vanguardia Evangelizadora de la Iglesia.
Chiericotti, O. (1977). El Primer Bachillerato Humanista Argentino, Salta.
Colmenares, L. O. (1973). El Arzobispo Tavella, fundador de la primera casa
universitaria de Salta. Salta. Instituto de Humanidades de Salta.
Cuadernos Franciscanos (1965). Convento San Francisco de Salta. Año X,
nn. 29-32, agosto.
Ghio, J. M. (2007). La Iglesia Católica en la política Argentina. Buenos Aires.
Prometeo Libros.
Seage, A. (1975). Tavella, Primer Arzobispo de Salta, Tomo I. Rosario. APIS.
Seage, A. (1981). Tavella. Primer Arzobispo de Salta, Tomo II. Salta. Talleres
Gráficos del Servicio Penitenciario de la Provincia de Salta.
Seage, A. (1987). Arzobispo Tavella. Primer de Salta, Tomo III. Córdoba.
Oficinas Buena Prensa.
festividad del Milagro, que forma parte de la concepción de la Iglesia Católica como
comunidad imaginada basada en la dimensión de la fe.
Aproximaciones a un nuevo
modelo de racionalidad propuesto
por Carlos Díaz: la razón cálida
las referencias bibliográficas. Mala costumbre que otros filósofos antes que él ya
hicieran como Heidegger o el español Zubiri.
319
Aproximaciones a un nuevo modelo de racionalidad
Bibliografía
Díaz, C. (1994). Entre Atenas y Jerusalén. Madrid. Atenas.
Díaz, C. (2000). Soy amado, luego existo, IV volúmenes. Bilbao. DDB.
Díaz, C. (2010). Razón Cálida. La relación como lógica de sentimientos. Ma-
drid. Escolar y Mayo Editores.
Primer Congreso Internacional
Cusano de Latinoamérica.
El problema del conocimiento en Nicolás de Cusa:
genealogía y proyección
Nadia Russano
UBA – Buenos Aires
1
Este segundo coloquio abordó el pensamiento de Nicolás de Cusa en torno
al problema de la relación entre Identidad y Alteridad, tema pasible de ser abordado
desde muy diversas perspectivas, puesto que constituye uno de los hilos conductores
fundamentales que estructuran el pensamiento del cusano. El encuentro contó con la
presencia de importantes personalidades del ámbito académico, como por ejemplo,
Klaus Reinhardt, Claudia D’Amico, Jorge Machetta, Francisco Bertelloni, Gerhard
Krieger y Oscar Federico Bauchwitz. En la revista Patristica et Mediaevalia, editada
por los miembros de la Sección de Estudios de Filosofía Medieval y cuyo director es
Francisco Bertelloni, se ha publicado en el volumen XXX del año 2009 un artículo
informativo sobre cuestiones temáticas y organizativas concernientes a este congreso.
326 Nadia Russano
Un ángel de sol
te brilla en el vientre.
Él te alimenta
te serena
te cubre de lunas,
de cálidas noches,
de verano.
Él aliviará tus pechos,
recorrerá el valle de tu angustia.
Y serás palacio,
abrigando su luz.
Él te adoptará sin dudas.
Aceptará su nombre
Hará reverdecer el tallo de tus ojos.
y te llenará de versos pezones.
un ángel de sol
te juega en el vientre...
con su desnudez,
con su frágil latir
de blancos perfumes,
te devolverá todo...
(el abrigo), ...el silencio...
(el nido), ...el viento...
(la pureza), ...la espera...
(el jazmín), ...la piedra...
la feliz entrega
Y habrá una sola idea.
un ángel de sol te brilla en el vientre.
Él te dará a luz.
Vida simple
quiero
en este viaje
bailar ligero
reír cada caída
y jugarnos en vida, la vida en el juego
quiero
profundidades oceánicas
en nuestros charcos
y descalzos
nuestros pies
verdes de pasto
quiero
los ojos
probando flores
y la piel
339
Rincón Poético
de la luna
quiero
quiero
los pájaros,
pájaros
Es un deseo
que primavero:
una vida simple,
quiero.
Notas Bibliográficas
Obras de y sobre san Agustín
Olmo Veros, R. del, San Agustín, EDIBESA, Madrid 2010, 158 pp.
Cormio, P. (Ed.), Dio parla nel silenzio del cuore. Vivere la Quaresima con
Sant’Agostino, Città Nuova, Roma 2009, 222 pp.
la riqueza y la belleza del estilo de literario de san Agustín. Estamos, sin duda, ante
un interesante aporte para la meditación y la espiritualidad agustiniana. Felicitamos
al autor y a la editorial.
Pablo D. Guzmán
Marín de San Martin, L., Los Agustinos. Orígenes y Espiritualidad, Institutum His-
toricum Augustinianum (col. Studia Augustiniana Historica, 16), Roma 2009, 311pp.
El año 2009 vio luz de imprenta este encomiable trabajo del teólogo e historiador
agustino Luis Marín, en una cuidada edición, revisada respecto de la edición Religión
y Cultura (Agustinos: novedad y permanencia, Madrid 1990) y aumentada con el
capítulo IV: La espiritualidad de la Orden de San Agustín (pp. 195-242), ampliación
del estudio anteriormente publicado en San Agustín, un hombre para hoy. Congreso
Agustiniano de Teología. 1650 aniversario del nacimiento de San Agustín. Buenos
Aires 26-28 de agosto de 2004, vol. 1. Religión y Cultura. Buenos Aires 2006, pp.
295-346.
La obra ofrece un acercamiento integrador a la historia y espiritualidad de la
Orden. La amplia bibliografía, así como los detallados índices, permiten al lector el
conocimiento de las fuentes de la espiritualidad de la Orden. Interesante la presen-
tación realizada por el también agustino e historiador P. Miguel Ángel Orcasitas,
Presidente del Instituto Histórico de la Orden, particularmente en lo que se refiere a
las fechas fundantes como Orden mendicante. Relevante igualmente el prólogo del
agustino Enrique Martín Sanz, presentando el papel que juegan figuras relevantes de
aquel tiempo en la emergencia histórica de la Orden, recepcionando en su tiempo la
espiritualidad de san Agustín, padre espiritual e inspirador –también en el siglo XIII
y en adelante– de esta forma de vida en la Iglesia y para el mundo.
Pablo D. Guzmán
346 Notas bibliográficas
Viñas Román, T., La Orden de San Agustín. Orígenes. Pervivencia. Carisma. Espi-
ritualidad. La institución monástica agustiniana en su historia, Ediciones Escurial-
enses, San Lorenzo del Escorial 2010, 236 pp.
Bueno García, A., (Ed.), La labor de traducción de los agustinos españoles, Estudio
Agustiniano, Valladolid 2007, 424 pp.
Los artículos décimo, décimo primero y décimo segundo versan sobre la traduc-
ción literaria. El primero de ellos, “La traducción literaria y la Orden Agustina: los
márgenes de una labor” de Juan Miguel Zarandona Fernández, califica a la traducción
literaria de “labor marginal” en la Orden Agustiniana, apoyando esta declaración en
dos casos paradigmáticos de traducción del inglés al castellano: el de Juan Mateos,
traductor agustino de Robert Hugh Benson (1871-1914) al español y el de Celso
García Morán, traductor agustino de William Shakespeare (1564-1616) al español.
En el segundo de estos artículos, “Las traducciones de los clásicos griegos en fray
Luís de León” de Manuel García Teijeiro, el autor, después de efectuar una correcta y
esquemática contextualización del biblismo español en los siglos XII y XIII, aborda
la necesidad de la traducción española de la Biblia, o, al menos, partes de la misma.
El recorrido de su investigación lo llevará a mostrar, finalmente, que la traducción
del Libro de Job por parte de fray Luís de León ha de comprenderse como una propia
biografía espiritual. El tercero de estos trabajos, “La traducción del Libro de Job, de
fray Luís de León” de Rafael Lazcano González, no sólo complementa el artículo
anterior, sino que pasa revista a la traducción de autores latinos, de los Salmos, del
Libro de Job y del Cantar de los Cantares. Revisa, asimismo, las traducciones del
griego y de la poesía clásica, i.e., de Píndaro, y pone en evidencia los conocimientos
filológicos de fray Luís de León.
El artículo décimo tercero, “La traducción de textos científico-técnicos de los
agustinos españoles” de Hugo Marquant esboza un panorama de la traducción, sobre
todo científica, dentro de la Orden de San Agustín, principalmente en las áreas de
ciencias naturales, matemáticas, medicina y agricultura, con el objeto de dar cuenta
de la modernidad de los traductores agustinos.
El peculiar artículo décimo cuarto, “Los guiones sobre la vida de San Agustín”
de Ana Ma Mallo Lapuerta, analiza un guión cinematográfico sobre la vida de San
Agustín, titulado “Hasta descansar en ti” de 1954, escrito por Desiderio Blanco. En
2004 a partir de dicho guión, la Federación Agustiniana Española produjo una pelí-
cula en formato DVD con una duración de 45 minutos, la cual fue traducida al inglés
y al italiano.
El décimo quinto, “La obra traductora de los agustinos españoles desde la len-
gua alemana” de Carmen Cuéllar Lázaro, ofrece una catalogación de treinta y cuatro
textos y quince traductores agustinos de lengua alemana. En el cuerpo del trabajo se
reseñan los escritos de los traductores, añadiendo gran cantidad de datos de interés.
El último texto, “Traductores agustinos del Real Monasterio de San Lorenzo de
El Escorial (1885-2005)” escrito por Modesto González Velazco, es un catálogo de
traductores del Real Monasterio del Escorial entre los años 1885 y 2005. Se trata de
setenta y cinco traductores distribuidos en cinco categorías fundamentales: lenguas
semíticas, lenguas clásicas, lenguas modernas, versiones del español a otras lenguas
351
Notas bibliográficas
Julián Barenstein
O’Loughlin, Th., The Didaché. A Window on the Earliest Christians, Baker Aca-
demic, Grand Rapids-Michigan 2010, 185 pp.
siglo de la era cristiana desde el interior mismo de una comunidad creyente y abrir
así una ventana al hombre de hoy para considerarla.
Por tratarse de una introducción, no abunda en aparato crítico ni en notas. No
obstante, al final del libro ofrece una buena guía para su lectura y estudio, así como
un detallado índice bíblico y de textos antiguos, de nombres y materias. Estamos,
pues, ante un interesante estudio introductorio, accesible, que pone frente a nosotros
información suficiente y necesaria para el conocimiento de una comunidad cristiana
del siglo I, interesante y valioso tanto para el creyente como para el académico.
Nieva, J.M., Ver en el no-ver. Ensayo crítico sobre el “De Mystica Theologia” de
Dionisio Areopagita, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de
Tucumán (Colección Tesis), Tucumán 2010, 226 pp.
Filosofía y antropología
Zanotti, G., Existencia humana y misterio de Dios, UNSTA, Tucumán 2009, 57 pp.
Martín Grassi
Mosto, M., El mal y la libertad: Ensayos, Sabiduría Cristiana, Buenos Aires 2009,
208 pp.
hombre que termina por subsumir la existencia personal en el devenir de una historia
que legitima el mal y la violencia y que arroja al hombre a un absurdo sin salida. Son
las experiencias del amor, ante todo, las que desencadenan el movimiento creador
del hombre y la fortaleza suficiente para enfrentar el inextirpable mal que yace en
el fondo de la existencia como una herida abierta y que es producto también de sus
actos libres, elevándose así el hombre a una dimensión trascendente y teológica que
lo libera de la ceguera de un sistema ideológico alienante y mutilante dominado por
una razón instrumental que lo fragmenta y destruye. En efecto, para la autora, la
vida humana tiene un carácter esencialmente intencional y dialogal que hace posible
la revelación de un otro en quien es posible redescubrirse y realizarse. Pero en esta
apertura se comprende también al hombre como un icono vivo, como un ser en quien
se manifiesta la Mirada Creadora del Dios Padre, única que sostiene la existencia y
fuente de todas las miradas. La existencia humana se revela así como imago Dei y
como irradiación de la Luz divina.
Martín Grassi
En este libro, el Prof. Andreu Grau i Arau de la Universitat Ramon Llull, es-
pecialista en filosofía de la Edad Media y el Renacimiento europeo, presenta la tra-
ducción del latín al catalán de dos obras clásicas del pensamiento occidental, escritas
por autores de fama universal: la celebérrima Oratio de hominis dignitate (Discurso
acerca de la dignidad del hombre) de Giovanni Pico Della Mirandola (Mirandola
1463-1494) y la no menos conocida Fabula de homine (Fabula del hombre) de Joan
Lluís Vives (València 1492 – Bruges 1540).
La Oratio de Pico de 1486, animada por el espíritu de la escuela neoplatónica de
Florencia, no fue concebida como una obra individual. Es el discurso que el Miran-
dolano pensaba ofrecer a sus interlocutores como antesala a la discusión de 900 tesis
o conclusiones sobre omni re scibile. Se trataba de un conjunto de tesis redactadas
según el método escolástico de París que habría de ser sometido a discusión ante una
asamblea de sabios procedentes de todos los rincones de Europa. Pico pensaba argu-
mentar en forma de ataque y defensa con la esperanza de poner así en evidencia los
principios de una pax philosophica que oficiaran como fundamento para la pax fidei,
cuya búsqueda había sido compartida por los espíritus más elevados del convulsio-
nado quattrocento. El propósito de la Oratio es pues, variado: templar el ánimo de
357
Notas bibliográficas
Julián Barenstein
358 Notas bibliográficas
Trias Mercant, S., Diccionari D`Escriptors Lul.listes, Edicions Universitat de les Illes
Balears (Col. lecció Blaquerna, 6), Palma 2009, 481 pp. + CD.
El profesor Sebastià Trias Mercant (1933-2008) fue uno de los escritores lulistas
más prolíficos y profundos del s. XX y de la porción del XXI que le tocó vivir. Entre
sus muchos méritos destaca el de haber sido rector de la Maioricensis Schola Lullis-
tica en el período 1987-1993 y vocal del Consell Rector de l’Estudi General Lul.lià
durante el año 2001. Esta obra póstuma que aquí presentamos bien puede ser vista
como una muestra de su trabajo y de su conocimiento acerca del “asunto luliano” en
toda su complejidad.
En la introducción al cuerpo del diccionario, el autor señala que la historia del
lulismo ha estado dividida entre dos grupos de personajes: uno constituido por los
seguidores, admiradores y defensores de Llull y otro por los traductores de sus obras,
biógrafos, apologistas e intérpretes de las doctrinas lulianas. Al mismo tiempo, este
segundo grupo ha sido clasificado de acuerdo con tres modelos: el bibliográfico, el
doxográfico –propio de los siglos XVII y XVIII– y el histórico. El prof. Trias Mer-
cant, por su parte, se propone desarrollar un modelo ausente hasta el momento: el del
diccionario. Así pues, habiendo optado por el criterio de la brevedad, se ha centrado
en unas pocas notas para la redacción de cada artículo: (1) la geografía y la cronología
del autor reseñado, (2) una pequeña biografía de su actividad intelectual y su situa-
ción lulista, (3) la relación de sus escritos con la tradición manuscrita o las ediciones
correspondientes y (4) una bibliografía analítica de su personalidad científica y de
los libros escritos.
Así las cosas, aquí son considerados escritores lulistas aquellos que han dedi-
cado su investigación a estudiar la biografía y obra de Llull –como Anthony Bonner,
Lola Badia Pàmies, Jordi Gayà Estelrich, Fernando Domínguez Reboiras y el autor
mismo–, aquellos medievalistas que, aprovechando alguna relación con sus estudios,
han escrito tangencialmente sobre el doctor illuminatus y su obra –como Miguel Asín
Palacios y Fernand van Steenberghen– (en este caso se trataría más bien de lulólogos
que de lulistas), y aquellos que, habiendo leído las obras del filósofo mallorquín, han
asimilado su pensamiento en su propia filosofía –como Giovanni Pico Della Miran-
dola, Nicolás de Cusa y Giordano Bruno–.
A fin de evitar la ocasionalidad, el diccionario se limita a registrar lulistas que
han escrito por lo menos tres artículos sobre Llull o sus seguidores, así como aquellos
que, a pesar de haber escrito solo uno o dos artículos, pertenecen a alguna institución
luliana, aquellos cuyos trabajos han abierto nuevas vías de investigación luliana o
consolidado las ya existentes y a los escritores pioneros en la investigación lulista en
su país. Asimismo, solo han sido incluidos en el diccionario los autores comprendidos
en el espacio que se extiende desde el s. XIV (el de los discípulos directos de Llull y
359
Notas bibliográficas
los primeros copistas de sus obras) hasta 1991 (año en que la revista Estudios Lulia-
nos, cambia su nombre por Studia Lulliana).
Por último, se ha de mencionar que la obra cuenta con una gran cantidad de
bibliografía actualizada hasta el año 2003 y un apéndice de clasificación cronológica
de los autores.
Todo el material presente en la obra hace que el Diccionari D`Escriptors Lul.lis-
tes sea una verdadera historia bibliográfica del lulismo, de profundo interés para todo
lector de lengua catalana que desee emprender o perfeccionar sus estudios lulianos.
Julián Barenstein
Jouvenel, B., La ética de la redistribución, Katz, Buenos Aires 2010, 126 pp.
bien entendido. Ahora bien, ¿es ético desmotivar a quienes anhelan su bienestar,
como derecho del hombre? He aquí el primer cuestionamiento del autor, muy bien
fundamentado.
Por otra parte, el receptor de esos ingresos es el estado, siendo quien decide qué
hacer y qué no hacer con los mismos. De esta manera se transforma en “adminis-
trador” de recursos destinados a una clase social determinada, por ejemplo, parte de
esos recursos irán a un hospital público para que puedan ser atendidos aquellos que
no pueden acceder a un sistema privado de salud. Pero como prima la igualdad de
derechos hacia todos los individuos, ese mismo hospital podrá atender a una persona
que no pase necesidades básicas.
Cabe destacar que esta traslación monetaria dota al estado de cierto poder de
decisión sobre el futuro de la gente, pudiendo corromperse y favorecer más a unos
que a otros. Entonces, ¿puede el estado cumplir en forma correcta con su tarea de
redistribución de la riqueza, o tiende a la corrupción favoreciendo a una clase social
determinada y perjudicando a otras? Nos encontramos aquí con el segundo cuestio-
namiento del autor, en cuanto a la capacidad del estado de cubrir las necesidades de
toda la población por igual.
Por último, ¿pueden las necesidades de la población en su totalidad, tan disímiles
y antagónicas, medirse con la misma vara? ¿El “dejar de ganar” de unos se transfor-
mará siempre en el “bienestar” para otros? Último cuestionamiento de la obra, que
parece, como los anteriores, no tener respuesta: “Cierta pérdida de ingresos no signifi-
caría para los más ricos tanto como la ganancia consiguiente significaría para los más
pobres”. Pero no es justamente esa la misión del autor, sino atreverse a cuestionar, y
de esa forma, hacer reflexionar al lector acerca de la ética de la redistribución de la
riqueza, lo cual logra de una manera impecable.
Karina De Luca
última instancia, las distintas ramas del saber que aquí se describen son, en rigor,
ordenadas, o más bien reconducidas –no reducidas– hacia un saber superior al cual
aluden y –una vez más– reflejan, en tanto que es una y la misma la luz que vuelve
cognoscibles sus respectivos objetos de estudio.
Finalmente, cierran este volumen dos sermones que desde distintas perspectivas
retoman la figura de Cristo Jesús como magister. En Cristo maestro único de todos,
Buenaventura, apoyándose en Juan 14, 6 Ego sum via, veritas et vita, desarrolla la
tesis según la cual Cristo, en tanto Verdad, es por consiguiente luz fontal de todo
conocimiento y, consecuentemente, único legítimo maestro, no sólo de los cristianos,
sino también de toda la humanidad. En la Excelencia del magisterio de Cristo, en
sintonía con el opúsculo anterior y apoyándose en Mt 22, 16 Magister, scimus quia
verax es et viam Dei in veritatem doces, tras postular la necesidad de que el hombre
se reforme en cuanto a la parte irascible, la concupiscible y el entendimiento, nuestro
autor retoma la figura de Cristo como único portador de la palabra capaz de sanarlo,
pues, siendo absolutamente inconmutable, solamente él puede brindarle la estabilidad
necesaria para lograrlo.
Lamentablemente, el lector no encontrará en esta reedición un repertorio biblio-
gráfico actualizado, ni una traducción más afín a nuestro castellano actual, ya que,
aunque renovada en su soporte material, reproduce la edición de la década del sesenta.
Diana Fernández
de barbarie entre religión y sociedad civil para ligar al hombre con el hombre, me-
diante la adopción de un culto que, uniendo la ley divina con la ley civil, favorezca la
cohesión social e incite a asumir comportamientos “heroicos en la vida ciudadana”.
Al final de la segunda tríada, con De los heroicos furores, entra en escena la filosofía
contemplativa. Tras haber reescrito bajo la égida de lo infinito las relaciones del hom-
bre con el cosmos, la materia, la naturaleza y la ética, Bruno se dispone a reescribir la
relación entre el hombre y el conocimiento. Lo hace una vez más tratando de romper
los límites dentro de los cuales la búsqueda del saber se hallaba circunscrita. El furor
heroico es, en efecto, un ímpetu racional, un proceso que remite a la aprensión inte-
lectual, nada tiene que ver con comportamientos irracionales, ni con el olvido y la
negligencia de uno mismo, sino, justamente, con el conocimiento de sí mismo, cuya
carencia era el eje sobre el que rotaba la dialéctica de El candelero.
El autor señala que en el último diálogo y en sintonía con la culminación de su
proyecto subversivo, Bruno llega a subvertir, de forma más radical que en sus obras
precedentes, la identidad del género dialogal. Funde prosa y poesía, verso y comenta-
rio, imágenes y palabras: ni la poesía ni la pintura deben estar subordinadas a reglas
estéticas abstractas, sino estar al servicio de un proyecto filosófico. Finalmente, el
esfuerzo que debe hacer el filósofo furioso por superar su individualidad encuentra
su paradigma en el mito del origen de la pintura. El acto fundador de la pintura ha-
bría consistido en contornear con líneas la sombra de un cuerpo humano. En el plano
simbólico, sigue el autor, es fácil ver que tiene en común el filósofo y el pintor: ambos
trabajan con sombras, fabrican imágenes a partir de proyecciones, comparándolas
continuamente con una realidad constituida sobre la compleja relación entre sustancia
y apariencia. En este sentido, pintor y filósofo se esfuerzan por superar el estadio de
las sombras para llevar su expresión al nivel más elevado. Ninguno de los dos debe
limitarse a “dibujar la sombra”, es decir, a reproducir mecánicamente un modelo. El
paso de la imitatio a la inventio, implica traspasar el umbral de la sombra; sin este
paso es imposible alcanzar el nuevo, infinito, horizonte.
Por último no podemos dejar de mencionar que la excelente traducción que aquí
reseñamos, a cargo de la prof. Silvina Vidal de la UNSAM, revisada por Miguel Án-
gel Granada de la universidad de Barcelona y presidente del CISB, cuenta además con
una muy buena edición. El cuerpo del texto está acompañado por una gran cantidad
de notas (pp. 233-361), muy útiles para quien quiera profundizar en los temas desarro-
llados, un índice analítico muy completo (pp. 363-381), un repertorio de imágenes (pp.
149-174) que ilustran las explicaciones del prof. Ordine y dos apéndices (pp. 217-232)
sobre Bruno y la pintura de Caravaggio.
Julián Barenstein
365
Notas bibliográficas
Derrida, J., Carneros. El diálogo ininterrumpido: entre dos infinitos, el poema, Amo-
rrortu (Colección Nómadas), Buenos Aires 2009, 76 pp.
Eugenia Varela
que se definen en su toma de distancia respecto del platonismo y que han puesto las
bases para el pensamiento occidental.
El tratado data alrededor del año 347 a.C. y fue escrito como base para las lec-
ciones o debates en la Academia. Compuesto por tres grandes partes, Antepraedica-
menta, Praedicamenta y Postpraedicamenta, el texto no presenta una unidad orgánica
en tanto que en la primera parte no se define claramente lo que sea una categoría,
en la segunda no se tratan la totalidad de ellas y, en la última, los temas no están en
estrecha vinculación con los de las partes anteriores. En la primera parte se trata
acerca de la homonimia, la sinonimia y la paronimia (cap. I); de la clasificación de las
expresiones y de los entes (cap. II); de la transitividad (cap. III); y de las categorías en
general y su enumeración (cap. IV). En la segunda parte, se trata de cada categoría en
particular, aunque no se encuentre el tratamiento de todas ellas: la sustancia (cap. V),
la cantidad (cap. VI), la relación (cap. VII), la cualidad (cap. VIII) y la acción– pasión
(cap. IX). En la última de sus partes, Aristóteles analiza el tema de la oposición (cap.
X), de los contrarios (cap. XI), de la anterioridad (cap. XII), de la simultaneidad (cap.
XIII), del movimiento (XIV) y del “tener” (cap. XV).
El trabajo del Profesor Eduardo Sinnot (Doctor en Filosofía, Filología Griega y
Lingüística General por la Universidad de Münster, Alemania) es lo que brinda a la
presente edición su valor particular. Movido a la vez por una preocupación pedagógica
y crítica, el Dr. Sinnot facilita el acceso a esta obra a través de una traducción suma-
mente cuidada y clara que complementa con una extensa introducción y una vasta
cantidad de notas que iluminan con éxito un texto de por sí oscuro.
El lector que ha tenido presente en todo momento el traductor ha sido, según
él mismo confiesa, el estudiante de filosofía que se acerca por vez primera a la fi-
losofía aristotélica, por lo cual el texto se brinda, a un tiempo, de un modo de fácil
entendimiento y con un bagaje crítico que permite la profundización en el estudio
pormenorizado de la obra, sobre todo gracias a la ingente bibliografía citada y a la
minuciosidad de las notas aclaratorias.
Martín Grassi
Pablo D. Guzmán
Teología y religión
Fray Luis de León, Dios y su imagen en el hombre. Lecciones inéditas sobre el libro
I de las Sentencias (1570) [Edición de Santiago Orrego], EUNSA [Colección de Pen-
samiento Medieval y Renacentista], Pamplona 2008, 493 pp.
Canet Vayá, V. D. (Ed.), El religioso presbítero: dos dimensiones de una sola voca-
ción, Centro Teológico San Agustín, Madrid 2010, 241 pp.
La edición de estas Actas está encabezada por una Presentación del Director del
Centro, Vicente Domingo Canet Vayá, OSA (pp. 13-21). La Jornadas comenzaron con
un Saludo del Prior General de la Orden de San Agustín, P. Robert F. Prevost (pp. 23-
26). Las conferencias pronunciadas y ahora publicadas son estas: El religioso sacer-
dote y su circunstancia (Luis González-Carvajal Santabárbara, pp. 29-51), ¿Aprender
de san Agustín en la catequesis de hoy? (Luis Resines Llorente, pp. 53-90), Pastoral
de la vocación: la llamada que se va haciendo respuesta estimulada por el itinerario
de formación sacerdotal (Secundino Movilla López, pp. 91-111), El religioso sacer-
dote en Juan Pablo II y Benedicto XVI (José A. Martínez Puche, OP, pp. 113-140),
Nota sull’icona del “religioso presbítero” in Agostino d’Ippona. Modalità di una
proposta vocazionale (Vittorino Grossi, OSA, pp. 169-193; traducción en castellano
pp. 195-216) y El religioso sacerdote en la Iglesia particular (Carlos Amigo Vallejo,
OFM, pp. 217-232). Acompañó a las conferencias una Mesa Redonda que tuvo como
moderador a Alejandro Moral, OSA, y como participantes a Javier Antolín Sánchez,
OSA; José Manuel González Durán, OAR; Víctor Gil Grande, Sch.P.; y Antonio
Graciá Albero, O. Carm. (pp. 141-168).
El lector tiene a su alcance los temas abordados en las Jornadas, expuestos con
claridad y competencia por relevantes teólogos y pastores. Felicitamos al CTSA por su
labor, particularmente a su actual Director, quien una vez más coordinó las Jornadas
con destreza y cuidó con esmero la publicación de sus Actas.
Scivias o Scito vias Domini [“Conoce los caminos del Señor”] (1141-1151) es la
primera obra profética de Hildegarda de Bingen. Este texto es considerado multime-
diático, pues en él confluyen imágenes, música y drama para transmitir las visiones
de la abadesa. El texto se compone de tres libros que incluyen veintiséis visiones,
cuyos temas son: la Creación, la Redención y la Santificación en correspondencia
con cada persona de la Trinidad. Esta edición presenta la traducción del primer libro
que está compuesto por seis visiones. Por otra parte, incluye la reproducción a color
de algunas de las iluminaciones hechas sobre el manuscrito bajo la supervisión de la
misma Hildegarda. La edición cuenta, por otra parte, con una introducción a la vida
y obras de la abadesa, otra al presente texto y un breve resumen de cada una de sus
divisiones; y dos capítulos dedicados al método de la lectio medievalis de las antiguas
370 Notas bibliográficas
Marcela Borelli
Hernando Moreno, P., Familia: don divino, proyecto humano, Guadalupe, Buenos
Aires 2010, 214 pp.
Pablo D. Guzmán
Pablo D. Guzmán
munidad en el clero secular en los siglos XIX y XX. El clero y la Iglesia –entendida
como una configuración de difícil delimitación para la época– son las hendiduras
desde donde, como estrategia, se fue filtrando para observar al mundo político y
social de un lugar que cobra sentido de sí, estudiado de forma particular, es decir
permitiendo pensar el espacio regional. Es por ello que no pretende ser una historia
del clero, o de la Iglesia, sino de la vida política y de su constante construcción y
deconstrucción en una de las provincias que será parte de la futura república Ar-
gentina: Córdoba.
Por otro lado, intenta demostrar de qué manera se conjugaron los factores
ideológicos y políticos para darle coherencia a una organización “estatal” a la que
denominamos provincia-diócesis, como unidad dotada de un sentido y una lógica
propios. Así también cómo participó el clero activa y directamente en esta construc-
ción, proporcionando los fundamentos teóricos al nuevo sistema, colaborando en su
legislación y resolviendo problemas de gobierno, como también legitimando, desde
los lugares que le estaban reservados (púlpitos, confesionarios, escritos periódicos,
entre otros), lo actuado por sus partes civiles.
Para entender cómo funcionaba la unidad político-administrativa que denomina-
ba provincia-diócesis, este libro pretende conocer a los hombres que la administraban
y en este sentido el estudio del clero es importante para varias cuestiones entrelaza-
das. El clero, heredero de la única legitimidad que no fue puesta en cuestión con la
convulsión revolucionaria, continuará siendo depositario del sentido moral católico
romano de la sociedad. Esta cualidad se verá unida a la pertenencia social y de origen
que le dio una nueva cuota de integridad y de poder, pero enfatizando que más allá
del clero están los seglares y su visión de los hombres y de las instituciones. Por eso
es importante tener en cuenta de cómo fueron y de cómo debieron ser las cosas, pero
sin hacer ningún juicio, porque cada momento va de la mano con su realidad, por
ello es “historia”; analizando principalmente su visión del funcionamiento social,
del lugar que debían ocupar los actores y de las expectativas de la imagen del mundo
que les llegaba.
Por lo tanto se asomará hacia preguntas que intentan dar cuenta de cómo se
conjugaron la cultura y la política para dar coherencia a experiencias políticas par-
ticulares, como la de la provincia-diócesis de Córdoba. Llegando así a resultados
que permiten concluir que al clero le competía guiar a los hombres en el camino del
logro de la vida eterna y al estado, encarnado en los hombres políticos de la élite, le
correspondía velar para que ese camino fuese seguro y efectivo.
Condivi, A., Vida de Miguel Ángel Buonarroti (edición y traducción de David García
López), Akal, Madrid 2007, 126 pp.
La editorial Akal presenta, dentro de su colección Fuentes del arte, uno de los
textos capitales en relación al artista italiano del Renacimiento Miguel Ángel Buo-
narroti. Se trata de la primera edición auténtica de Vida de Miguel Ángel Buonarroti
de Ascanio Condivi en lengua castellana, traducida de su edición original italiana de
1553. La biografía escrita por Condivi, discípulo de Miguel Ángel, es una referencia
innegable y tradicional para comprender tanto la trayectoria como la personalidad del
artista, cuyo valor principal radica en los conocimientos directos que poseía el autor
en tanto persona próxima al biografiado y en su carácter de narración autorizada en
vida por el propio Miguel Ángel. Las fuentes que utiliza Condivi, según él mismo
explicita, son las declaraciones efectuadas por su maestro que él se ha dedicado a
“observar y escribir”. Tal cercanía no sólo le otorga legitimidad a su perspectiva sino
que le es útil para diferenciarse de una versión sobre la vida del mismo artista publi-
cada por Giorgio Vasari tres años antes, en 1550, cuyos argumentos pretende refutar.
Es probable que el mismo Miguel Ángel haya ejercido una importante influencia
en esta biografía que se presenta como una respuesta a la anterior y que consigue
exaltar sus méritos y justificar aquellas actitudes que habían sido criticadas por sus
contemporáneos.
Vida de Miguel Ángel Buonarroti se inicia con dos dedicatorias: la primera
consagrada al “Santo Padre”, el papa Julio III, quien ocupaba el solio de san Pedro en
el momento en que la misma fue publicada; y una segunda, cuyos destinatarios son
los lectores, en la que enfatiza su objetivo de dar a conocer la vida y el arte de este
hombre ejemplar desde una posición privilegiada signada por la cercana relación res-
pecto al artista. A continuación, el cuerpo de la obra presenta una estructura singular
dado que no respeta una descripción equilibrada de todos los períodos vitales del
biografiado: privilegia notoriamente los primeros años del pintor, escultor, arquitecto
y literato y coloca un énfasis especial en sus primeros trabajos que no se corresponde
con la celeridad con la que describe los años posteriores y sus obras de madurez.
Entre ellas, sólo se destaca una mayor concentración en los frescos realizados en
la Capilla Sixtina, la sacristía de San Lorenzo y, fundamentalmente, el monumento
fúnebre de Julio II.
Más allá de esta diferencia en el tratamiento de sus diferentes etapas, hay un
patrón constante que recorre toda la narración basado en las persistentes loas y en
los exacerbados elogios por parte del autor y discípulo. Las estimaciones se registran
desde el comienzo del texto a partir de la construcción de una genealogía que coloca
a Miguel Ángel en una posición elevada como descendiente de los Condes de Canos-
sa, y continúan a lo largo del desarrollo creando una imagen del artista como genio
autodidacta, dotado por la naturaleza de habilidades innatas, imposibles de adquirir a
377
Notas bibliográficas
través del estudio con maestros. De este modo, la biografía de Condivi cobra la forma
de una pieza justificativa de Miguel Ángel, que defiende convenientemente sus actos
y posturas. Sin embargo, este rasgo no opaca la importancia del texto que presenta
un valor inigualable para conocer en detalle la vida, obra y personalidad de uno de
los grandes artistas de la historia.
El trabajo de David García López como editor, traductor y responsable del
estudio preliminar sobre la biografía otorga un valor particular a la edición. Con un
doble objetivo, tanto pedagógico como crítico, presenta una introducción que facilita
el acceso a la obra en tanto logra explicar de manera concisa tanto el contexto, como
los motivos y las características principales de Vida de Miguel Ángel Buonarroti.
A su vez, concibe una traducción sumamente cuidada que respeta el estilo original
generando así un acercamiento a la lengua del siglo XVI y una inmediatez respecto a
la vida miguelangelesca. La misma se complementa con una basta cantidad de notas
que no sólo resultan sumamente útiles al aclarar el significado y las intenciones de
las afirmaciones contenidas en el texto sino que también proporcionan una bibliogra-
fía especializada que se detalla sobre el final del libro y que podrá reponer el lector
interesado.
La obra admite diferentes tipos de destinatarios. Por un lado, resulta apropiada
para el lector corriente que se acerca al texto con el afán de obtener mayor conoci-
miento sobre el artista en tanto la introducción y las numerosas notas reponen la
información necesaria para que sea capaz de abordarla. Por otro, se trata de un trabajo
tradicional de importancia fundamental para el especialista concernido profesional-
mente en la vida de Miguel Ángel.
Diana Saarva
Pérez Tripiana, A. y Sobrino López, M. A., Jesús en el Museo del Prado, PPC, Ma-
drid 2009, 208 pp.
A través de un método iconológico, el autor hace una breve pero concisa des-
cripción de la obra que, a diferencia del estudio de la forma, transmite el contenido
o, si se quiere, el tema principal. Un pantallazo final tanto de la biografía del artista
como a lo sucedido en su época, sumado a unas imprescindibles claves bíblicas, nos
permiten llegar al objetivo central de este libro: obtener una visión global de la obra.
Lo único que, a nuestro parecer, resulta arriesgado por parte de los escritores
de esta obra, son las palabras que utilizan al tratar de revelarnos las “intenciones del
autor”, ya que la única forma de saberlas es mediante la voz viva del artista o por
algún testimonio escrito. A pesar de esto, este libro nos nutre de conocimiento para
apreciar una obra de arte, esto es, los elementos necesarios para que nuestra califica-
ción sea valedera.
Piero Iurato
Agradecimientos
Libros recibidos
Gavin, J., SJ, They are like the Angels in the Heavens. Angelology and Anthropology
in the thought of Maximus the Confessor, Institutum Patristicum Augustinianum
(col. Studia Ephemeridis Augustinianum, 116), Roma 2009, 322 pp.
Di santo, E., L’Apologetica dell’Ambrosiaster. Cristiani, pagani e giudei nella Roma
tardoantica, Institutum Patristicum Augustinianum (col. Studia Ephemeridis
Augustinianum, 112), Roma 2008, 607 pp.
Cutino, M., L’Alethia di Claudio Mario Vittorio. La parafrasi biblica come forma
di espressione teologica, Institutum Patristicum Augustinianum (col. Studia
Ephemeridis Augustinianum, 113), Roma 2009, 260 pp.
Gill, M. J., Augustine in the Italian Renaissance. Art and Philosophy from Petrarch
to Michelangelo, Cambridge University Press, New York 2006, 281 pp.
Appiah, K.A., La ética de la identidad, Katz, Buenos Aires 2007, 401 pp.
Schenone, H., Santa María. Iconografía del Arte Colonial, EDUCA, Buenos Aires
2008, 636 pp.
López Gajate, J., Il Mio bel Cristo Benvenuto Cellini, Ediciones Escurialenses, El
Escorial 2010, 120 pp.
Melloni, J., El Cristo interior, Herder, Barcelona 2010, 152 pp.
Varela Orol, C. y Gonzales Fernández, M., Heterodoxos e malditos. Lecturas
prohibidas na Universidade de Santiago (transcripción de documentos de Ma
de Lourdes Pérez González, Universidade de Santiago, Santiago de Compostela
2002, 526 pp.
380
Revistas recibidas
Normas de Publicación