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3 lecciones que todo cristiano puede aprender de Judas

1. ES POSIBLE ESTAR CERCA DE JESÚS Y A LA VEZ ESTAR LEJOS.

Judas no amó a Jesús y prefirió las cosas terrenales, como muestra su traición y sus robos (Juan
12:6). No estaba realmente interesado en lo que el Maestro enseñaba. Siendo honesto, lo que
Judas creía en esencia no era muy diferente a lo que hoy se conoce como “el evangelio de la
prosperidad”: Quería a Cristo como un medio para su fin personal y orgulloso, y por eso era su
seguidor.

Puedo imaginar a Judas desilusionándose a medida que conocía más a Jesús, e incluso enojado
creyendo que Jesús lo había engañado y que había desperdiciado tiempo siguiéndolo. Por eso,
cuando llegó al punto en que se obstinó y por fin reconoció que Jesús no le serviría para sus
propios propósitos, lo traicionó, mostrando que nunca fue un verdadero discípulo (cp. Juan
26:14-16).

Sin duda Judas fue de los hombres más privilegiados en la historia: caminó tres años en la
cercanía de Jesús, testigo de milagros asombrosos, e incluso predicó junto con los otros
discípulos. Pero nunca valoró y amó a Cristo.

Jesús muchas veces habló cosas que se aplicaban a Judas (como Mateo 6:19-24 o Mateo 7:21-
23), e incluso advirtió sobre lo que vendría para quien lo traicionase (Mateo 26:24), pero Judas
no hizo caso a sus palabras. De hecho, sabemos que Judas nunca fue salvo porque Jesús sabía
que lo iba a traicionar (Juan 6:70), y porque siempre fue “el hijo de perdición” (Juan 17:12).

Ojala se hablase más en nuestros púlpitos sobre la verdad de que es posible estar dentro de las
cuatro paredes de una congregación y hasta tener un “ministerio exitoso”, y aun así nunca
formar parte de la iglesia de Dios.

La historia de Judas debe hacer reflexionar a toda persona que dice ser cristiana, ya que
tenemos a muchos Judas en nuestras filas: “Cristianos” que quieren a Cristo como un simple
fin para algo más. Personas que aunque están cerca de la predicación de la verdad, tienen sus
corazones lejos de ella.

2. SOLO JESÚS PUEDE LLENAR NUESTRAS VIDAS.


Siglos antes de la venida de Cristo, Dios le habló al profeta Jeremías:

“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para
sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13, énfasis añadido)

La esencia misma del mal es rechazar al Dios digno de toda nuestra adoración y tratar
orgullosamente de llenar nuestras vidas con cosas que jamás podrán llenarlas, como, por
ejemplo, bienes terrenales.

Judas representa perfectamente estos males de los que habló Jeremías. Él creyó que era mejor
tener un puñado de monedas que tener a Cristo. Luego vio el error que cometió, pero en vez
de arrepentirse, decidió quitarse su propia vida, e incluso su suicidio no fue como él esperaba
(Hechos 1:18). Judas es un claro ejemplo de que en realidad de nada sirve tener cosas
materiales sin tener a Cristo.

Una frase que se atribuye a Charles Spurgeon dice: “Quien le sirve a Dios por dinero, le servirá
al diablo por un mejor salario”. Esto se aplica a Judas y es una advertencia para todo el que
aparentemente es cristiano pero no lo es.

Por eso la Palabra enseña:

“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y
dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males
es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados
de muchos dolores” (1 Timoteo 6:9-10).

3. NADA PUEDE DETENER LOS PLANES DE DIOS.

Estaba decretado que Jesús vendría a ser traicionado y dar su vida por nosotros (cf. Efesios
1:11, Apocalipsis 13:8). La traición de Judas fue anunciada mucho antes de que ocurriese (Juan
13:18, Mateo 27:9-10, cf. Hechos 2:23). Sin embargo, Dios no obligó a Judas a que traicionase a
Jesús.
Judas se entregó a Satanás y llevó a cabo su traición y maldad por voluntad propia, pero Dios
es tan grandioso que Él transformó su traición para bien (cf. Génesis 50:20). Así que, Judas es
un gran ejemplo de que los planes de Dios no pueden ser frustrados.

Es misterioso cómo Dios es soberano sobre todas las cosas al mismo tiempo que el hombre es
100% responsable de sus decisiones. Es algo que nuestra mente finita tal vez no pueda
comprender, pero es algo que necesitamos aceptar, ya que esta verdad es un gran consuelo de
Dios para nosotros.

Si Dios pudo tener todo bajo control en el momento más crucial de la historia, la muerte de
Jesús, sin duda alguna puede cumplir sus promesas de hacer que todas las cosas nos ayuden a
bien (Romanos 8:28).

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